Publicado

2016-07-01

Migraciones de origen africano y sus conexiones diaspóricas: impactos socioculturales, económicos y políticos

African Migrations and their Diasporic Connections: Socio-Cultural, Economic and Political Impacts

DOI:

https://doi.org/10.15446/cp.v11n22.61398

Palabras clave:

África, diásporas africanas, migraciones africanas (es)
Africa, African diasporas, African migrations. (en)

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Autores/as

  • Maguemati Wabgou Universidad Nacional de Colombia

El artículo analiza las formas como las migraciones africanas son determinantes para la formación de las diásporas africanas, con el fin de aprehender la posibilidad de la consolidación de un mundo descentralizado, más allá de las fronteras y los limes fijos que encajan en la lógica del Estado-Nación. Se trata de examinar las migraciones diaspóricas de origen africano a lo largo de la historia, teniendo en cuenta esencialmente dos ejes temporales: la historia contemporánea del siglo XX y los tiempos de la esclavización (XV-XIX); igual que los impactos socioculturales, económicos y políticos estas diásporas africanas en sus países de acogida. 

The article analyses the ways African migrations determine the construction of the African Diasporas, in order to understand the possibility of consolidation of a decentralized World, beyond the Nation-State. It examines the African migrations and their iaspora throughout history, while taking into account essentially two temporal axes: the
contemporary history of the 20th Century and the slave-trade epoch (ss. XV-XIX); as well as the socio-cultural, economic and political impacts (or legacy) of these African Diasporas in their destination countries.

Recibido: 26 de abril de 2015; Aceptado: 12 de julio de 2015

Resumen

El artículo analiza las formas como las migraciones africanas son determinantes para la formación de las diásporas africanas, con el fin de aprehender la posibilidad de la consolidación de un mundo descentralizado, más allá de las fronteras y los limes fijos que encajan en la lógica del Estado-Nación. Se trata de examinar las migraciones diaspóricas de origen africano a lo largo de la historia, teniendo en cuenta esencialmente dos ejes temporales: la historia contemporánea del siglo XX y los tiempos de la esclavización (XV-XIX); igual que los impactos socioculturales, económicos y políticos estas diásporas africanas en sus países de acogida.

Palabras clave: África , diásporas africanas , migraciones africanas .

Abstract

The article analyses the ways African migrations determine the construction of the African Diasporas, in order to understand the possibility of consolidation of a decentralized World, beyond the Nation-State. It examines the African migrations and their Diaspora throughout history, while taking into account essentially two temporal axes: the contemporary history of the 20th Century and the slave-trade epoch (ss. XV-XIX); as well as the socio-cultural, economic and political impacts (or legacy) of these African Diasporas in their destination countries.

Palabras clave: Africa , African diasporas , African migrations .

Introducción

La presencia de comunidades étnicas en el corazón de las ciudades industrializadas y la aparición de prácticas transnacionales entre los inmigrantes ha dado origen a serios cuestionamientos del modelo asimilacionista. Sustentadas en los vínculos familiares, políticos y económicos entre el lugar de origen y el de destino, surgen diversas prácticas y formas de vida que trascienden los límites geográficos y políticos de los países envueltos en este proceso y desafían el poder y el alcance de los Estados para controlar y gobernar a una población específica que vive en un territorio delimitado. (CEPAL, 2006, p. 8)

El artículo analiza las formas como las migraciones africanas son determinantes para la formación de las diásporas africanas con el fin de aprehender la posibilidad de la consolidación de un mundo descentrado y descentralizado, más allá de las fronteras y los limes fijos que encajan en la lógica del Estado-Nación. Se trata de explorar las migraciones diaspóricas de origen africano a lo largo de la historia, teniendo en cuenta esencialmente dos ejes temporales; esto es, la historia contemporánea del siglo XX y los tiempos de la esclavización (XV-XIX). Aunque afianzamos la idea según la cual toda migración no tiene por qué ser una migración diaspórica, no cabe duda que a lo largo de la historia de la humanidad, las migraciones de todo tipo han sido el canal idóneo de configuración de las diásporas en el mundo. De estas hacen parte las movilidades humanas de origen africano. De este modo, los estudios de las migraciones africanas y sus diásporas ponen de manifiesto, en el trasfondo de transnacionalismo, la ineficacia de la interpretación estática de categorías como nación, etnia, Estado o ciudadanía. Es así como la noción del transnacionalismo surge como un elemento importante en la configuración de estas diásporas mediante las conexiones o las redes que mantienen los integrantes de las diásporas con sus sociedades de origen. En este contexto, el análisis de la relación existente entre las migraciones africanas y la configuración de identidades diaspóricas africanas, cobra mayor interés e implica explorar sus aportes (o implicaciones), retos y alternativas.

1. Migraciones de origen africano y sus nexos diaspóricos

De no haber existido en el pasado otras grandes diásporas desde el continente africano, sin duda nuestras culturas modernas serían hoy inexistentes. Afortunadamente, los antiguos humanos emigraron reiteradamente, asentaron una pujante demografía en todo el planeta y dieron el último impulso al expandir la actual humanidad por Eurasia hace unos 40.000 años. Y entonces, todos éramos negros. (Iniesta, 2007a, p. 9)

Las relaciones que se establecen entre las migraciones africanas y sus diásporas mediante el transnacionalismo implican muchas comunicaciones e interacciones continuas y permanentes que unifican los pueblos y las instituciones a través de las fronteras de los Estados-Nación. En este contexto, estos Estados-nación son concebidos como terrenos móviles que integran múltiples escalas desde lo local hasta lo global, y aquellas intermediarias; situación que exige precisar el significado del concepto diáspora.

Precisiones conceptuales

“Diáspora” se refiere a los grupos étnico-raciales que se han reubicado en un territorio determinado (lugar de destino) después de haber sido trasladados desde su lugar de origen mediante las migraciones: forman así comunidades diaspóricas que son trasplantadas a partir de distintas conexiones con su territorio primigenio (la tierra de origen). En este sentido, el concepto de diáspora al que se hace referencia en este trabajo coincide con el de la “nueva diáspora” al que, partiendo de los planteamientos de Carter (2003), se refiere Sow (2007) en los términos siguientes:

[…] las «nuevas diásporas africanas» de las que Carter llama nuestra atención son aquellas que permiten entender la paradoja de la pertinencia; aquellas sustentadas por las redes sociales y culturales, los lazos múltiples y los lugares híbridos que van desarrollándose con o sin el rumbo de la mundialización. Esas redes, lazos y lugares emergen en contextos novedosos que siguen a menudo los circuitos de la cultura global, de la sociedad civil, de las organizaciones religiosas, etc. Entre las diásporas africanas organizadas identificadas a través de esa lluvia de variables se encuentran las de los nuer y los dinka (en Sudán), los wolof, los tukulör y los soninké1 (en Senegal), los pël (en África occidental y central), los luba (en la República Democrática del Congo), los massais (entre Tanzania y Kenya), los mandingos (Costa de Marfil, Sierra Leone, Liberia, Malí, Burkina Faso), los eritreanos, los somalíes, los caboverdianos, etc. Todas estas diásporas tienen en común el hecho de estar compuestas por una «gente de paso» alejada de la noción de «comunidades territorialmente fijas». No tienden tampoco a ser totalmente nómadas. Cada vez más, esa gente crea e inventa nuevos pasos translocales y transculturales. Es decir, son grupos móviles que hacen mover tanto las fronteras físicas como el monolítico concepto del Estado-nación. (pp. 139-140)

Y en palabras de Wenden (2004):

[…] el término diáspora, del latin spiro: yo siembro, que antiguamente se usaba para referirse a las comunidades judías localizadas fuera de Palestina, desde hace algunos años ha pasado a formar parte del vocabulario de las ciencias sociales. Sirve para describir un estado de dispersión que se convierte en modo de existencia y que tiene como propósito crear, desde el exterior, redes transnacionales destinadas a borrar a veces las fronteras de los Estados, y a definir las pertenencias […] (p. 83)

En este contexto, surge el concepto de “Estados diaspóricos” referido a los países con un importante número de expatriados, diseminados en otros países del mundo. Por lo tanto, se considera que muchos inmigrantes son originarios de Estados diaspóricos, como es el caso de Estados africanos como Nigeria, Suráfrica, Kenia, Ghana, Somalia, Etiopía, Eritrea, Gambia, y Cabo Verde (Zoomers y Adepoju, 2008).

Migraciones contemporáneas y formación de diásporas africanas

Aunque se evidencia la falta de disponibilidad de datos fiables sobre el número del total de los africanos inmigrantes en el mundo, lo cierto es que con sus 170 millones de habitantes (estimados para julio de 2012), Nigeria es el país africano con un mayor número de emigrantes. Juega un papel esencial en el escenario de las migraciones africanas siendo un ejemplo de países de emigración o un Estado diaspórico en África, conformando una diáspora considerable en el Reino Unido, los Estados Unidos y la Unión Europea, sin contar a quienes escogen Ghana, Camerún, Gabón y Botsuana aunque se debe precisar que estas son relativamente modestas en comparación con las masivas migraciones internas a Nigeria (De Has, 2006, como se citó en Zoomers y Adepoju, 2008).

Según los datos de la Organización Internacional de Migraciones publicados en 2013 (OCDE, 2013), de los 231.500.000 migrantes internacionales en el mundo, 18.600.000 son africanos. De esta población migrante de origen africano, 10.409.400 residen en países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE); representando el 11% del total de la población extranjera residente en estos países (93.135.700 —casi 100 millones de personas—). Y, de estas personas nacidas en África y residentes en los países de la OCDE, 5.036.100 son oriundas del Norte de África (principalmente de Marruecos, Argelia, Túnez, y Egipto), representando así el 48.38% del total de africanos; seguidas por los inmigrantes de la diáspora del África Occidental (725.200, principalmente de Ghana, Nigeria, Senegal y Costa de Marfil), África del Sur (865.000, principalmente de Sudáfrica, Zimbabue, Isla Mauricio), África Oriental (446.900, principalmente de Kenia, Uganda y Sudán) y África Central (348.400, principalmente de Kenia, la R.D.C. y Camerún).

Comparados con el año 2005, estos datos de 2013 revelan un incremento en el número de los inmigrantes de la diáspora africana en los países de OCDE que alcanzó 7,3 millones, representando el 10% del total de la población extranjera residente en estos países. Y, de estas personas nacidas en África y residentes en los países de la OCDE, el 43.83% del total era oriundo del Norte de África, con residencia mayoritariamente en Francia, Bélgica, España y los Países Bajos; seguidos por los inmigrantes de la diáspora del África Occidental (20.54%), África Oriental (13.69%) y África del Sur (13.69%), África Central (8.21%) y otros (NU, 2006; OIM, 2003; OCDE, 2007; citados por Adepoju y Van der Wiel, 2010, p. 100). Además, cabe precisar que de los 7,3 millones de inmigrantes africanos residentes en los países ricos de OCDE en el año 2005, se estimó que 1,000.000 de ellos son irregulares o vivían en situación de ilegalidad y/o clandestinidad: de éstos, globalmente medio millón son subsaharianos y la otra mitad es de origen magrebí (Adepoju y Van der Wiel, 2010).

Fuera de la zona de la OCDE, existen nuevos destinos de los africanos en el mundo que apuntan a los países del Golfo Pérsico, Medio Oriente, Asia2 del Este y países de América del Sur. En el último caso, se observa que son cada vez más los africanos que se desplazan para trabajar en México, con la esperanza de ver asegurada su vida en Estados Unidos o en Canadá (realizar el sueño americano). Al respecto, en un trabajo anterior (Wabgou, 2011), mostramos la forma como México se ha vuelto, a la vez, un país de tránsito y de destino para estos inmigrantes africanos por motivos económicos, comerciales, culturales, científicos y religiosos. Igualmente, apuntamos al hecho de que el objetivo declarado de Europa de frenar las migraciones africanas ha hecho más atractivos otros destinos como el de América Latina (Wabgou, 2014a). Es evidente que, con el cierre de las fronteras europeas ante el auge de las migraciones africanas a finales de los noventas, al que se suman la rigidez de los controles en las fronteras europeas y el endurecimiento de sus políticas migratorias (Wabgou, 2015), sobre todo desde el 11 de septiembre del 2001, cada vez más inmigrantes africanos están llegando a América Latina. En un contexto global, marcado por la búsqueda de nuevos destinos, los migrantes africanos se dirigen hacia Latinoamérica donde inmigran en países como México, Guatemala, Venezuela, Colombia, Perú, Chile, Argentina y Brasil,3 entre otros.

En cuanto a las migraciones africanas intra-continentales, el Magreb se ha convertido en un lugar de destino y transito importante para los inmigrantes subsaharianos en general, y del África Occidental en particular. A pesar de la rigidez de las políticas migratorias desde Europa, el objetivo de algunos de estos inmigrantes es alcanzar Europa (Adepoju y Van der Wiel, 2010, pp. 91-92). Según varias fuentes, se estima que al menos 100.000 subsaharianos viven en Mauritania y Argelia; entre 1,000.000 y 1,500.000 en Libia4 y entre 2,200.000 y 4,000.000 —mayoritariamente sudaneses— viven en Egipto; sin desconocer el creciente número de personas subsaharianas (decenas de miles de personas) que eligen Marruecos y Túnez como países de destino y tránsito (De Hans, 2006, como es citado por Adepoju y Van der Wiel, 2010, p. 96).

Las migraciones en el África subsahariana son complejas en la medida que recurren caminos en el interior de los países subsaharianos y los espacios intra e interregionales; de igual manera, cruzan las fronteras de los Estados. Estos flujos migratorios son integrados por personas en situación irregular e ilegal, refugiados, desplazados, víctimas de tráfico de personas, profesionales calificados, entre otros: se trata de flujos migratorios cuyas características están continuamente en transformación puesto que están insertados en las dinámicas de la globalización y de las migraciones circulares5. Aquí, es oportuno traer a colación la idea de la re-territorialidad porque va de mano con la realidad de las migraciones circulares tal como lo explica Sow (2007):

[…] en África subsahariana, el territorio se puede considerar desde diversas perspectivas. La forma territorial más conocida de todas es indudablemente el espacio que hace referencia a la acción pública y a la representación política, forjada con fines de gestión y administración local (Sarr, 2005a y 2005b). Sin embargo, dentro del territorio indefinido y menos institucionalizado es donde se mueven los verdaderos enlaces sociales, las diversas formas de relación (las diásporas) los individuos y los grupos de personas que producen, tejen y lo transforman diariamente […] Los territorios se convierten entonces en lo que las nuevas producciones de sentido les conceden (Alphandéry, 2004). Se puede así fácilmente leer dentro de los territorios africanos todas las facetas dicotómicas de las territorialidades: situaciones durante las cuales lo local se opone a lo global, el espacio al enlace o la economía a lo cultural, por retomar el pensamiento de Massey (1984) […] En África subsahariana se están produciendo re-territorialidades, recombinaciones sociales, es decir, re-construcción de los «espacios diaspóricos». Así, las migraciones permiten medir de un modo particular el tratamiento del espacio por parte de los emigrantes. Los territorios determinan a veces las migraciones por las obligaciones que se crean en ellos y las oportunidades que puedan o no ofrecer. Para numerosos africanos, el hecho de emigrar no solo permite escapar de las duras condiciones de vida de las que viven en su lugar de origen, sino obtener más experiencias, aprender de la vida y abrirse nuevos horizontes. (pp. 143-145)

En este contexto, la Comunidad Económica de Estados del África de Oeste (CEDEAO) se destaca por impulsar la libre circulación de bienes y servicios que contribuye a la persistencia de las dinámicas migratorias en la región occidental; lo que no significa ausencia total de obstáculos de índole administrativa y policíaca que frustran estas movilidades. Sin embargo, el comercio y la movilidad humana en el África Central han sido limitados por la densa vegetación y falta de vías (terrestres, aéreas, acuáticas) de comunicación en buenas condiciones. Aun así, mencionamos el papel importante de las migraciones de trabajo en las minas del Ex Congo Belga y Ex Zaire (actual República Democrática del Congo —RDC—), las industrias de petróleo de Angola y Gabón, y en las plantaciones agrícolas de Guinea Ecuatorial y Camerún. En la actualidad, tanto el África Central como el África del Este están muy marcadas por el flujo de refugiados y desplazados originados por los conflictos, los desastres naturales asociados al medio ambiente, siendo la RDC, Ruanda, Burundi, Sudán del Norte y del Sur, Somalia, Etiopía y Eritrea los países más afectados. Por último, el África del Sur es un polo importante de atracción de migrantes africanos en el sector agrícola, los empleos domésticos y las minas: allí, Suráfrica, Botsuana, Namibia, Zambia se destacan como los países de destino (Adepoju y Van der Wiel, 2010). Así mismo, se evidencia que las migraciones intra-africanas son cada vez más horizontales que verticales (Kabunda, 2007).

En resumen, se calcula que el número de los integrantes de la diáspora africana, derivada de las migraciones contemporáneas, incluyendo las migraciones tanto en el interior del continente como hacia fuera del mismo, alcanzaría (en 2005) 35 millones de personas (Kabunda, 2007) de los cuales 4 millones serían nigerianos según estimaciones Adepoju y Van der Wiel (2010, p. 118), aunque otra fuente como la de African Action and the American Christian Science Monitor estima este número a 15.000.000. Cabe señalar que todos los datos mencionados no toman en cuenta a los inmigrantes en situación de irregularidad, ilegalidad o clandestinidad.

En cuanto a las pautas migratorias africanas, el mapa 1 muestra las orientaciones de estas migraciones hacia Occidente, Medio Oriente y en el interior de África entre los años 1970 y 2005; con una diferenciación entre las olas migratorias más voluminosas (superior a 1,000.000 de personas); y las demás (entre 300.000 y 1,000.000, e inferior de 300.000). Todo ello muestra la complejidad de estas migraciones africanas con vocación diaspórica, tal como lo hemos mencionamos anteriormente.

Características de las migraciones intra y extra-africanas (1970 y 2005). Elaborado por Adepoju y Van der Wiel (2010, p. 97).

Mapa 1.: Características de las migraciones intra y extra-africanas (1970 y 2005). Elaborado por Adepoju y Van der Wiel (2010, p. 97).

En lo relacionado con los itinerarios terrestres de los migrantes logramos trazar las principales rutas por tierra por las cuales transcurren flujos migratorios de origen senegalés hasta llegar a Madrid, a partir de los relatos de dos de nuestros interlocutores. En este caso, detectamos tres itinerarios que siguen algunos senegaleses para entrar en la península desde Melilla, siendo Marruecos el puente entre España y África: es la vía denominada por los emigrantes como Europe by Earth (Europa por tierra). Entre ellos se distingue a quienes emprendieron el camino desde Senegal sin tener bien definido su objetivo de llegar a Melilla y los que sí lo tenían: ambos casos comparten la característica común de iniciar su trayectoria en Senegal y acabarla en Marruecos antes de penetrar en la ciudad de Melilla. El primer itinerario es el que, originándose en Senegal, pasa sucesivamente por Mali y Argelia para alcanzar Marruecos. El segundo pasa por Mauritania, Malí y Argelia. El último transcurre por Malí de Burkina Faso, Níger y Argelia (Wabgou, 2001).

No sobra mencionar que los factores de las migraciones intra y extracontinentales de africanos/as suelen ser de índole económica (falta de perspectivas económicas de vida en términos de falta de empleo, bajos ingresos versus alta tasa de crecimiento demográfico), política (conflictos internos de carácter político, y con trasfondo étnico y religioso) y medioambiental (difíciles condiciones del medio ambiente: sequías, poca fertilidad de las tierras cultivables, calamidades o desastres naturales, degradación ecológica, entre otras). Pues aparte de la escasez de buenas condiciones de vida y los conflictos, una de las causas de las migraciones intracontinentales en África que se desarrollan en forma de éxodo rural, dejando las aldeas para llegar a las ciudades, es el deterioro del sector agrícola; deterioro que afecta a las mujeres igual que a los hombres ya que la agricultura es la actividad económica que más absorbe a ambos sexos de zonas rurales. Estos éxodos rurales pueden extenderse a otras ciudades del mismo país o de varios países; en este último caso los movimientos migratorios se vuelven migraciones internacionales de carácter intracontinental.

En el caso de las mujeres campesinas que emigran hacia centros urbanos, pretenden la mera búsqueda de una mejor vida aunque son empujadas por razones familiares (reunificación familiar), o por la conjugación de ambos objetivos. Así, la situación será diferente según sea una mujer sin pareja o casada. Estas observaciones se resumen en la exploración que hacen Gugler y Ludwer-Enegdrun (como se citó en Wabgou y Munévar, 2001, p. 32) al establecer siete modelos del éxodo rural-urbano y de la residencia urbana de las mujeres: (1) las mujeres solteras que van a la ciudad por su propia decisión; (2) las mujeres divorciadas y viudas que van a la ciudad por decisión propia; (3) las mujeres emigran con sus maridos a la ciudad y vuelven ambos al pueblo; (4) las mujeres que emigran con sus maridos, se quedan en la ciudad y sus maridos regresan a casa; (5) las mujeres emigran con sus maridos a la ciudad para establecerse allí permanentemente; (6) las mujeres van a visitar a sus maridos a la ciudad; (7) las mujeres mayores que se reúnen con su hijo mayor en la ciudad.

Es aquí donde mencionamos el papel de la educación en general, y la educación superior en particular, en la producción de las desigualdades sociales ya que ha sido siempre un campo de privilegios, exclusiones, promoción y reproducción de desigualdades. En el África Subsahariana, tradicionalmente la socialización de la niñez está asegurada por el papel social de los padres dando más peso a la dedicación de la madre. En las zonas rurales, la educación de los niños y las niñas suele estar condicionada por su sexo; el niño amplía sus espacios mientras la niña, confinada al espacio doméstico, se limita a la realización de tareas específicas que la convierten en sujeto de prácticas sociales ancladas en tradiciones subyugantes. Ella vive su socialización ocupándose de las tareas asignadas a la mujer por su “naturaleza”. En consecuencia, en la “pubertad unos están inclinados hacia el exterior y otras están preparadas a jugar su papel de esposa en el interior del universo doméstico” (Yana, 1997, p. 41). La poca educación femenina en África subsahariana se origina y mantiene fundamentalmente como consecuencia de factores históricos y culturales, doblada por factores económicos. Se observa que en la escuela primaria y secundaria la deserción escolar ocurre por los casamientos, embarazos precoces, la falta de perspectivas de futuro o la insuficiente e inadecuada orientación profesional. Sin embargo, existen casos en que la educación ha permitido que las mujeres ocupen cargos de jueces, educadoras o ministras, lo mismo que dediquen sus esfuerzos al ejercicio y desarrollo de profesiones liberales como médicas, administradoras o abogadas. Desde estas posiciones y profesiones, han desempeñado un importante papel para los cambios en los estándares de vida de la población y para la creación del desarrollo económico, incluso manteniendo grados de compatibilidad con las tradiciones. Por lo tanto, consideramos que:

[…] las estrategias inmediatas a aplicar para asegurar la reducción de las desigualdades por género y clase en la educación habrán de ampliarse para incrementar y diversificar su presencia en todas las áreas del conocimiento de la misma forma que la actividad económica abarca a muchas de ellas. (Wabgou y Munévar, 2001, p. 17)

África fuera de África: esclavización y diásporas africanas

Previas a las migraciones contemporáneas, las migraciones forzadas derivadas de la esclavización implicaron la presencia de comunidades afrodescendientes en las Américas, Europa y Asia. El proceso migratorio forzado desde África hacia las Américas ha sido el mayor flujo masivo de personas en la historia de la humanidad: aunque existe una tendencia a determinar que el número de personas esclavizadas procedentes de África varía entre los 10 y los 60 millones de personas entre los siglos XV y XIX, afianzamos la idea de Ki-Zerbo (1980) según la cual:

Los elementos estadísticos que se obtienen de los libros de a bordo de los barcos o de los puertos negreros no permiten llegar a conclusiones exactas, sino tan solo aproximadas, que dejan vía libre a la discusión […] Así pues, podemos estimar que alrededor de cien millones de hombres y de mujeres fueron arrancados literalmente de África desde el siglo XV [en adelante]; el mínimo podría cifrarse a cincuenta millones. Si comparamos tales cifras no con la población actual de África Negra, sino con la población de los siglos XVIII Y XIX, podemos constatar la importancia de la sangría humana que padeció el continente negro. (pp. 317-318)

Así mismo, se observa que, a mediados del siglo XX, América del Norte (principalmente Estados Unidos) fue marcada por un movimiento de retorno de los integrantes de la diáspora africana a la madre patria “África”; movimiento que ha ido cediendo al afrocentrismo tal como lo reporta Iniesta:

[…] los afroamericanos pueden regresar a esa África imaginada, a esa Madre Negra ancestral que recorre la santería, el gospel e incluso el reggae, pero que es indispensable para seguir soñando en unas sociedades mercantilizadas y endurecidas. Incluso los negros norteamericanos han pasado, en menos de un siglo, del «Back to Africa» (volvamos a África) del jamaicano Marcus Garvey a la afrocentricidad del profesor Molefi K. Asante, como ideología de la manera negra de estar en el mundo, sea en el continente original, sea en la diáspora de los esclavos o en la más reciente de la globalización. Para Garvey, hace un siglo, la vuelta a África era la única salida digna; para Asante hoy, la afrocentricidad es la forma vital, específicamente negra, de aportar armonía y equilibrio a un mundo desquiciado en lo social y en lo ecológico por las desmesuras de la hegemonía moderna. (2007a, p. 26)

De igual manera, se observa una transformación en los términos de auto identificación étnico-racial de estas personas; lo que abarca por ejemplo a denominaciones como afroamericanos (o African-Americans), negroamericanos (o Black-Americans) y negroafricanos (o Black Africans), siendo estos últimos de las primeras comunidades de negros caribeños oriundos de Jamaica, Barbados, entre otros, que llegaron a Estados Unidos y al Reino Unido a partir de los años 40 y 50. En la actualidad, se calcula que en Estados Unidos, el 13% de la población estadounidense es afroamericano.

En América Latina y el Caribe existe un sinnúmero de descendientes de africanos que llegaron forzosamente allí: a pesar de las resistencias por parte de los futuros esclavizados, es evidente que integrantes de estos grupos étnicos africanos fueron traídos por la fuerza a Panamá y Colombia, Brasil, el Caribe, entre otros, amontonados en los barcos negreros. Los años de esclavización consiguieron traer a hombres y mujeres “arrancados al África” para trabajar en plantaciones de café, tabaco, algodón, arroz; las factorías de producción de azúcar y las minerías en distintos países de América Latina y el Caribe de los cuales se destacan México, Perú, Gran Colombia (Colombia–Nueva Granada y Panamá), Venezuela, Cuba, Santiago de Chile, Costa Rica y Brasil. Al respecto, precisamos que en la actualidad, se registran aproximadamente a algo más de 150 millones personas de ascendencia africana en América Latina; lo que representa el 30% de la población total estimada a 520 millones de habitantes. En este sentido, Brasil y Colombia representan los territorios con mayor población negra de América Latina en la medida que siendo Brasil el país de América que realizó más tráfico de esclavizados y el último en abolir la esclavización en 1888, actualmente es el primer país con más población afrodescendiente en el mundo: representan el 45% del total de su población. Y después de Brasil, sigue Colombia6 con una proporción de la población afrodescendiente correspondiente al 26% de la población; dato que difiere de las cifras oficiales que se sitúan entre 10% y 12%).

En Colombia, la población afrodescendiente está mayoritariamente ubicada en los departamentos del Cauca, Antioquia, Chocó, Bolívar, Popayán, Cali, el norte del departamento de Antioquia y la Costa atlántica (con su centro en Cartagena). Esta situación se explica por el hecho de que la población negra esclavizada en Colombia estaba localizada especialmente en estas áreas. Varios de sus integrantes procedían de zonas que hoy corresponden a países africanos como Benín (antiguo Dahomey), Nigeria, Sierra Leona, Mozambique, Angola, Cabo Verde, Senegal, Guinea y pertenecen a distintos grupos étnicos africanos tales como los wolofs, mandingas, fulos, cazangas, biáfaras, monicongos, anzicos, engolas, entre otros.

En Brasil, Salvador de Bahía es el Estado brasileño con la mayor concentración de los afrobrasileños puesto que más del 80% de las personas que viven allí son descendientes de africanos esclavizados. Así mismo, las calles de la ciudad de Salvador son uno de los mejores lugares con expresiones de la influencia africana en la cultura brasileña. También, Alagoas que es un pequeño Estado en el noreste de Brasil (situado entre los Estados de Pernambuco y Sergipe) cuenta con el 69.02% de la población que se auto-identifica como personas con ascendencia negro-africana. De igual manera, se destaca Palmares como un asentamiento de esclavizados fugitivos que han ido estableciéndose allí gradualmente entre 1600 y 1694: sin duda, es la comunidad fugitiva más grande que haya existido en Brasil ya que algunos de los africanos esclavizados establecieron pequeños asentamientos (o quilombos) de resistencia en el área de Pernambuco donde abundaban las palmas aceiteras; de allí deriva el nombre de la región como “Palmares”. A continuación, es importante señalar el hecho de que, durante la segunda mitad del siglo XVI y la mayor parte del siglo XVII, enormes cantidades de oro fueron producidas en Minas Gerais con la fuerza de trabajo esclavizada, parte de esta producción había sido enviada a Portugal e Inglaterra. A la par, precisamos que el nombre de “Minas Gerais” hace referencia a las minas de oro que atraen a hordas de exploradores y literalmente se deriva de la expresión “minas generales” o “el lugar con una gran variedad de minas”.

En Europa, la presencia de africanos en España los siglos XVI y XVII es relatada por Cortés López (2009) en los términos siguientes:

[…] la esclavitud se practicaba ya en España desde antes de su llegada a América, a veces de forma abierta y otras subrepticiamente, al amparo de las posibilidades que ofrecía la servidumbre dentro de una sociedad feudal […] El esclavo negro aparece desde muy pronto en diversas fuentes documentales y literarias, y su presencia principal se debió a la invasión árabo-berber; en cuyas tropas estuvo enrolado como soldado y como servidor en numerosas circunstancias […]. (p. 91)

Este caso español se enmarca en el contexto de las dinámicas de competencia entre las naciones europeas (especialmente Portugal, España, Francia, Gran Bretaña, Dinamarca y Holanda) en el campo de la trata negrera para tener el control sobre el comercio de esclavizados africanos. Por ejemplo, la Corona británica concedió privilegios especiales a la Royal African Company para mantener el monopolio sobre las rutas del comercio de esclavizados africanos hasta 1712 ya que, por ser aniquilada la población nativa de las Grandes Antillas entre 1540 y 1550, tuvo que ser sustituida por la mano de obra esclava. Una situación semejante se presentó en Trinidad y Bahamas, donde los indios fueron asolados por negros británicos. Sin duda a este caso británico se suman las incursiones de los cazadores de esclavizados africanos en colonias inglesas como Jamaica, Virginia, Carolina y Georgia; igual que en colonias francesas tales como Haití y Martinica donde se operó el empleo de esclavizados africanos con mayor intensidad.

En este orden de ideas, cabe destacar el papel desolador de Holanda y Dinamarca en África, desde donde se dedicaron a vender la mayor parte de los esclavos capturados principalmente en el siglo XVII. Aunque Dinamarca se dedicó a este tráfico con menos tiempo en comparación con Holanda, cabe señalar que organizó una sociedad de trata negrera que actuó de forma tan cruel que pronto en 1754 se le prohibió seguir con sus actividades negreras. De todos modos, ambos países actuaron de forma tan intensa que Holanda alcanzó obtener un cierto monopolio de la trata en el Índico en general, y hacia la Nueva Guinea en particular. Así mismo, a mediados del siglo XVII, Holanda se destacó por sostener una de las plantas que más controlaban la trata de esclavizados:

Plantadores holandeses dispuestos a introducir allí [colonias francesas e inglesas del Caribe] técnicas más modernas de producción, llegaron también a Barbados, Martinica y Guadalupe. Tratantes holandeses suministraron a los agricultores locales crédito para comprar africanos, y cargueros holandeses transportaron el azúcar caribeño a las refinerías de Ámsterdam […] [En 1654,] los holandeses emigraron en masa a las islas caribeñas. Unos 600 plantadores, acompañados de 300 esclavos, desembarcaron en Guadalupe, y un número similar en Martinica. A Barbados llegaron otros 1000, aproximadamente. Aunque muchos colonos volvieron a su tierra, muchos otros se afincaron en las islas y dieron nuevo impulso a la producción azucarera y al sistema de plantación. (Klein y Vinson III, 2013, p. 71)

En Asia, mencionamos que en la India se encuentran fuertes comunidades de Afro-indios estimadas en alrededor de 250.000 personas asentadas en su mayoría en el Estado de Gujarat (haciendo frontera con Pakistán) y en los Estados de Andhra Pradesh (ubicado en el Centro-sur de India), Maharashtra, Kerala y Karnataka en el sur; igual que en los ex territorios portuguesas de Daman, Diu y Goa (Lodhi, 2008). Estos indios de origen africano son generalmente identificados bajo la denominación Sidi, Siddi/Sidhi o Habshi/Habsi. Los Siddis de Karnataka son un grupo étnico de descendencia africana que ha hecho de Karnataka su hogar durante los últimos 400 años. La mayoría de los Siddhis en Karnataka son descendientes de esclavizados que fueron traídos del África Oriental (mayoritariamente desde Mozambique y Etiopía). En Karnataka, son concentrados alrededor de Yellapur, Haliyal, Ankola, Joida, Mundagod, Uttar Kannad y Dharwad. Y en Gujarat, los negros están ubicados en los distritos de Ahmedabad, Amerili, Broach/Bharuch cerca Ratanpur, Jamnagar, Bhavnagar, Junagadh, Rajkot y el antiguo Reino de Clutch/Katchch:

[…] según el informe de los Censos de la India (Naik y Pandya, 1981), los Sidis de Gujarat eran aproximadamente 5.000 en 1971 y durante las últimas décadas su número ha aumentado ligeramente y se ha vuelto bastante constante debido a la emigración principalmente a la región de Mumbai [ex Bombay]” (Lohdi, 2008, p. 305)

Todo lo anterior confirma la idea según la cual es principalmente de la esclavización que deriva la diáspora africana, esparcida mayoritariamente en las Américas, Asia y Europa. Aunque el presente trabajo no se enfoca en el origen de las diásporas históricas en el período anterior a la esclavización, consideramos oportuno traer a colación los planteamientos reveladores y significativos de Harris (2001) según los cuales:

[…] mucho antes del comercio transatlántico de esclavos, los africanos viajaban voluntariamente a lo largo y ancho del mundo. Viajaron como mercaderes y marineros, y muchos de ellos se establecieron en Europa, Oriente Medio y Asia; algunos lucharon como soldados en esas zonas y se quedaron allí permanentemente. Otros sirvieron como misioneros para el Islam y el Cristianismo y se asentaron en el Oriente Medio, Asia y Europa. Varios monjes etíopes acompañaron a europeos que lideraban las cruzadas a Roma, Florencia y Venecia, así como a Portugal y España. (trad. propia, p. 105)

De la misma forma, Van Sertima (1976) demuestra que en la historia de las diásporas africanas asociada a la época precolombina, los africanos ya habían llegado a las Américas (antes de Cristóbal Colón).

2. Aportes de las migraciones africanas y sus diásporas

La diáspora de la globalización está iniciando su andadura en un Occidente aterrado y perplejo. La sabiduría tradicional europea —en las antípodas de las banalidades modernas— indica que los pueblos tienen sentido, que la diversidad es riqueza y que la homogeneidad forzada es esterilizante. Pero para que la xenofilia occidental pueda actuar, urge recuperar el amor a la propia cultura, y eso se ha difuminado peligrosamente en los países del Norte. ¿Cómo se va a ejercitar una acogida eficaz y fraterna de los extranjeros que alcanzan la Unión Europea, si los pueblos receptores carecen de identidad y de valores distintivos? La diáspora africana plantea a África numerosos problemas, pero muchos más a este lado del océano. (Iniesta, 2007b, p. 27)

Desde la época de la esclavización hasta la actualidad, se evidencian contribuciones socioculturales, filosóficas y políticas de origen africano (improntas de africanismo, véase Kalulambi, 2005) en espacios asiáticos, europeos, norteamericanos y, sobre todo, latinoamericanos y caribeños. Ahora, en el marco del desarrollo de las migraciones contemporáneas, los inmigrantes africanos buscan ejercer una influencia en sus países de destino y lograr mayor visibilidad en los intersticios de las esferas públicas del mismo, mediante mecanismos y lógicas trasnacionales. De igual manera, buscan mantener sus nexos con sus países de origen y ejercer sus derechos de ciudadano sin trabas, sin tener en cuenta los límites de las fronteras de los países o Estados. Lo que se articula con la idea de la “ciudadanía extraterritorial” (Fitzgerald, 2000)7 o transnacional referida a una ciudadanía que permite a los inmigrantes (integrantes de las diásporas) reclamar el ejercicio de la ciudadanía en sus países de origen, aun estando fuera o físicamente ausentes del mismo. Con la idea de la ciudadanía extraterritorial, se pretende dar la posibilidad a los emigrantes de participar formalmente en procesos políticos de sus países de origen mediante el ejercicio del voto y el derecho a ser elegido para ocupar un cargo determinado, entre otros. Sin duda, se espera que la dimensión extraterritorial de la ciudadanía conceda a los emigrantes, derechos y privilegios reservados tradicionalmente a los ciudadanos que residen en el territorio nacional. Esta visión extraterritorial o transnacional de la ciudadanía da cuenta de una “apertura democrática desde abajo” (Smith, 2003, p. 470) mediante proyectos diaspóricos desde distintos lugares geográficos del mundo global con base en redes de migrantes africanos que, a la vez, se acomodan y resisten a los actores del Estado centralizador.

Precisamente, con respecto a las resistencias de estas identidades inmigrantes y diaspóricas de origen africano, cabe mencionar que las inmigraciones suelen provocar tanto la convivencia o la tensión entre diferentes historias e identidades nacionales como la consolidación de una multiplicidad de fidelidades y lealtades a través de la experiencia trasnacional.8 Es así como las diásporas africanas, productos de las migraciones internacionales de origen africano, terminan engendrando cambios sociales —harmonías y tensiones— en los países de destino por ejemplo:

[…] los grupos de inmigrantes [africanos] practicantes de una religión distinta de la cristiana en su lugar de residencia suelen convertirse en agentes de cambio sociocultural en la medida en que sus prácticas y creencias son elementos ajenos a la idiosincrasia de las poblaciones autóctonas. Aunque las religiones judía, hindú y orientales en general suelen romper con la armonía religiosa preexistente a su implantación en las sociedades de destino, la religión musulmana es la que más suscita debates porque conlleva transformaciones consideradas “problemáticas”: estos cambios afectan los espacios (construcción de las mezquitas), la conducta (por ejemplo, la polémica sobre el velo islámico —hijab9 o burka10, chador, nikab—) y la convivencia, entre otros. (Wabgou, 2008, p. 98)

Al involucrarse en las instituciones políticas y las políticas institucionales del Estado, los inmigrantes africanos pasan de ser objetos pasivos del poder estatal o de las lógicas capitalistas a agentes activos en la construcción social de las prácticas ciudadanas de carácter transnacional o extraterritorial (Smith, 2003, 39-40). En esta lógica, el estudio de la comunidad trasnacional y diaspórica de origen africano, supone un avance en el campo de la participación social, económica, cultural, política y ciudadana de los migrantes transnacionales y las diásporas africanas.

Recordamos que la esclavización como proceso histórico y práctica social/económica, maquinada y ejecutada por los europeos a lo largo de los siglos XIV y XIX, facilitó la puesta en marcha de interacciones y relaciones culturales entre África y las Américas; aportes culturales que constituyen la base de la construcción de semejanzas identitarias y de formas de organización socio-políticas en las comunidades afrodescendientes y las diásporas africanas en las Américas. Trasladados forzosamente a las Américas, los esclavizados trajeron consigo sus valores culturales (bagaje cultural) y rituales en su alma, ya que estaban desposeídos de todos sus bienes materiales.

En Colombia, por ejemplo, pudieron resistir a la imposición total del catolicismo (sincretismo religioso):

[…] los muertos nunca mueren, porque su aliento (el espíritu), la parte inmortal que los orichas colocarán en él para que se vinculara con Dios, está más allá del espacio-tiempo; es una sombra inmarcesible la que liga y anima las acciones indistintas de los hombres en su vida cotidiana. El yugo del catolicismo no pudo matar los orichas de los afros; a pesar «de la cruz y de la espada» ellos enriquecieron las religiones occidentales con el mestizaje sincrético que se irá a conformar entre los orichas africanos y los dioses católicos para la emergencia del sincretismo religioso afro-ame-rindio-católico. (Mina Aragón, 2006a, p. 74)

Es que existen expresiones de las culturas africanas tanto en Colombia mediante la tradición oral, la religiosidad, el arte, las músicas y danzas, tanto en Colombia como distintos países de América del Sur (Brasil, Honduras, Perú, Ecuador, entre otros). Entre las poblaciones afrocolombianas, existen y persisten valores y expresiones derivadas de la concepción africana de familia extensa junto con el sentido agudo de la solidaridad. En referencia al África tradicional, tener descendencia es fundamental: es la respuesta a su deber de contribuir a la continuidad de la vida en la tierra. Así mismo, se asegura la perpetuidad de la cadena ancestral; por ello las familias extensas son el medio más apropiado para garantizar la emergencia y consolidación del clan, tener un/a hijo/a (la fertilidad) implica una ganancia de capital o valor social.

En relación con el aporte proveniente de pensamientos africanos, Mina Aragón (2006a) destaca algunos aspectos determinantes:

[…] el antropos africano, el homo sapiens/sapiens moderno, empezaría a fantasear con su psique para inventar la «filosofía más antigua en este planeta»: la filosofía del Muntú, y a partir de este pensamiento de fraternidad entre los seres y los entes de la creación, construyó toda su cosmovisión del mundo en mitos, estética, derecho, técnica, medicina, organización social, etc. Todos estos son imaginarios socialmente construidos por los africanos y sus descendientes en la diáspora mundial de diversidad étnica y polifonía cultural, lo que el elemento imaginario afro con su creatividad desbordante en voces y en lenguajes, el referente paradigmático a través del cual se ha enriquecido el mestizaje del globo. (pp. 63-64) 11

Las formas de resistencias políticas suelen estar sustentadas en pautas culturales muy marcadas por la lengua. Aquí, observamos muchos aportes lingüísticos de origen africano en la elaboración de estrategias para romper las cadenas de la esclavización. En el llamado rincón de África en Colombia, la invención de la lengua palenquera ayudó a elaborar un vehículo para la comunicación interna y propia del pueblo que se vuelve ininteligible para el negrero. Así mismo, constituyó la posibilidad de erigir palenques en y desde donde los fugitivos reorganizaban sus proyectos de vida, trastocados por la esclavización. Eran núcleos sociales de resistencias con los que crearon verdaderas «repúblicas independientes» y se consolidaron focos de acción belicosa para ocultarse y escapar de sus perseguidores y defenderse de ellos. De este modo, los cimarrones afrodescendientes lucharon por su libertad: Palenque (Colombia) se volvió el primer pueblo libre de América. Este elemento (libertad e independencia) ha sido determinante para el mantenimiento, tanto en el tiempo como en el espacio, de una identidad y unas expresiones culturales como la lengua palenquera.

En esta misma línea, mencionamos que, desde el siglo XVI, el cimarronismo12 y el establecimiento de palenques (quilombos en el Brasil) en regiones de América del sur y central, constituyeron la mayor estrategia de sobrevivencia cultural y de lucha por la libertad. Tras la abolición de la esclavización en Hispanoamérica, las expresiones culturales de los descendientes africanos se mantuvieron desde varias perspectivas favoreciendo la consolidación de la herencia cultural africana en los territorios latinoamericanos. De allí, los descendientes de esclavos africanos se empeñaron en actividades de creatividad artística y literaria, siguiendo las huellas de la africana:

[…] el africano, desde su constitución como hombre, es un sujeto de imaginación y pensamiento que no tuvo nada que envidiarle a esta o aquella cultura. El africano, desde el pensamiento mágico y desde el asombro visualizó el cosmos, la naturaleza y todas las cosas, y empezó a interrogarlo; acumuló una sabiduría, un acervo, y es justamente la creatividad afro, diseminada en la minería, en la agricultura, en las artes, en la medicina, en la tradición oral de esas familias y reinos africanos, los cuales el colonizador subyugará. Fue o que de una u otra forma aportaran con su imaginación radical y su imaginario colectivo, para enriquecer la cultura histórica y social colombiana […] de todos los imaginarios que hemos plasmado en la economía, en la política, en la música, en la religión, entonces, el Muntú creador es el gran legado de los afros a esta «singular humana terrícola». (Mina Aragón, 2006a, p. 44)

Primera capital colonial del Brasil y punto de entrada para muchos de los millones de esclavizados que fueron traídos forzadamente desde África (principalmente desde Nigeria —los Yoruba—, Ghana, Togo y Benín), Bahía es considerada por poseer la impronta africana o el legado africano más grande y más distintivo, en cuanto a cultura y costumbres, incluyendo la gastronomía y la música. Uno de estos legados culturales africanos está relacionado con el sistema religioso Yoruba de cual deriva el Candomblé, que incluye sanación, baile/trance y percusión, igual que el arte marcial de capoeira. También, se destaca la samba, como una música procedente de África, que expresa su fuerte vínculo con las músicas africanas occidentales tradicionales. Los habitantes de la zona de Palmares han desarrollado una sociedad y Gobierno que deriva de una gama de modelos sociopolíticos del África Central; en este sentido, Palmares poseía una estructura social compleja que era la réplica de los sistemas políticos africanos. Además, la herencia africana en Palmares se refleja a través de los diversos orígenes étnicos africanos de sus habitantes. En realidad, además de haber contribuido a la transformación económica del Estado de Minas de Gerais en el siglo XVIII gracias al descubrimiento de oro y piedras preciosas, la mano de obra africana forzada (o el esclavizado) en Minas Gerais ha favorecido el impulso de la revolución industrial del país y de otras partes del mundo ya que la producción de oro de Minas Gerais entre 1700 y 1770 representó la mitad de oro producido en el mundo durante los siglos XVI, XVII y XVIII y alcanzó el nivel de la producción total de oro de las minas españolas en América entre 1492 y 1800. Así, hasta ahora, Minas Gerais y Río de Janeiro disputan la posición del segundo Estado más industrializado de Brasil después de São Paulo. Debido a la presencia de los africanos esclavizados que trabajaron forzadamente en estas minas de oro, la población de Minas Gerais ha desarrollado y mantenido unos fuertes vínculos con África, la “madre patria”.

En suma, entre los aportes (económicos, socioculturales —lenguas, músicas, religiones, etc.—) de África al mundo, se destacan sus contribuciones a la identidad afro en las Américas cuyas expresiones se reflejan a través del concepto “africanía”. En este orden de ideas, en un trabajo anterior, identificamos al cubano Fernando Ortiz y el brasileño Raymundo Nina Rodríguez como los pioneros en los estudios de la africanía en Latinoamérica, en los campos folclóricos y religiosos de las culturas afrodescendientes, y pioneros en la introducción del concepto de africanía en los estudios Sociales; lo que dio lugar a un campo de posibilidades y seguidores:

[t]anto Nina Rodríguez como Ortiz, emprenderían otros trabajos, bajo esta concepción, en los llamados campos folclóricos y religiosos de las culturas afrodescendientes. Nina Rodríguez, se quedó entrampado en los prejuicios, Ortiz en obras posteriores avanza hacia una mayor comprensión de la africanía y en la definición del término afrocubano en su obra «los negros brujos». Entre los intelectuales que se aproximan a la africanía, como lo hizo el cubano Fernando Ortiz en América Latina, por medio de ensayos, investigaciones sobre la música, estudios literarios, históricos, sociológicos y antropológicos, entre otros, se destacan Alejo Carpentier (Cuba), Fernando Romero (Perú), Luis Pales Mato (Puerto Rico), Zapata Olivella (1978; 1987) (Colombia), Nina de Friederman (1988; 1993a; 1993b) (Colombia), Jaime Arocha (2005; 2006) (Colombia), Uslar Pietri, Ramón Díaz Sánchez, Manuel Rodríguez Cárdenas, Rómulo Gallegos, Isabel Aretz y Felipe Ramón de Rivera (Venezuela). (Wabgou, Arocha, Salgado y Carabalí, 2012, p. 42)

De igual manera, sin desconocer la importancia de Estados Unidos en cuanto a sus nexos con África, observamos la tendencia a no dar importancia a estas improntas del africanismo en Europa; pues llama la atención el hecho de que

[…] ese reconocimiento científico de unos orígenes repetidamente africanos no parece relacionarse con la última emigración que nos viene del viejo continente matriz. Esta es una oleada considerada molesta e incluso carente de virtudes civilizadoras. Pues bien, […] los africanos y africanas que llegan a Europa son mucho más que simples refugiados económicos: en cada uno de ellos es visible la huella de las más nobles y antiguas culturas de nuestra especie. Al igual que hace años la canción gitana reivindicaba que «en la palma de mi mano/llevo sangre de reyes», la juventud africana que se incorpora a las sociedades del Norte es mucho más que una estadística fría o un motivo para la conmiseración: una vez más, África aporta cultura, inteligencia, fuerza y vitalidad. Hablamos, pues, de personas, de culturas vivas. (Iniesta, 2007a, p. 9)

Por su parte, en Asia, se destacan los aportes culturales de África puesto que, durante la época del imperio árabe (siglos VII a XIV), se desarrolló la esclavitud mediante la cual el mundo islámico se abasteció de esclavos negros, oriundos del sur de Sahara, quienes contribuyeron en el desarrollo económico de países del Oriente Medio –conformado por Siria y la Península Arábiga (tal como Arabia Saudí, Yemen, etc.) y de varios países asiáticos, principalmente del Suroeste asiático (como Irak). Aunque los aportes culturales de la presencia de los esclavos negros en esta zona son innegables, la sublevación de los Zandj (entre los años 866 y 883) tuvo consecuencias (positivas y negativas) significativas en los niveles político, social y económico; los Zandj son esclavos negros de las plantaciones de caña de azúcar en el sureste de Irak y el golfo Pérsico (Hbrek, 1992). En la India, por ejemplo, en lo que se refiere a las mujeres Siddi, mencionamos que algunas de ellas se hacen trenzas o peinados afro, así como se han mantenido las huellas de la herencia africana (o la africanía) en la forma de hablar (discurso), la música y la danza. En todo caso, los Siddis son generalmente reconocidos como los descendientes de africanos que han conservado su cultura africana a través de sus prácticas, tales como las diversas tradiciones artísticas, las artes escénicas de percusión, canto y danza.

Reflexiones finales a modo de cierre: África en diásporas y sus retos

Hemos evidenciado que muchas de las migraciones contemporáneas de origen africano contribuyen fuertemente a la formación de las diásporas africanas en el mundo donde el número de sus integrantes alcanzaría, según estimaciones, 35 millones de personas. Además, sin desconocer el peso de la diáspora africana derivada de la esclavización en Cuba, Ecuador, Perú, y otros países de las Américas; precisamos que Colombia es el tercer país con mayor población negra de ascendencia africana en las Américas, después de Brasil y Estados Unidos. En Europa, el reconocimiento científico de los orígenes africanos de sectores de la población es cada vez más ignorado o negado debido a la ignorancia de la historia, la criminalización y el rechazo de los inmigrantes africanos que llegan cada vez más en pateras y cayucos (olas de inmigrantes). En varias zonas del continente asiático tales como países del Oriente Medio, Suroeste asiático, y la India, se evidencia la presencia de la diáspora africana y sus contribuciones. Sin embargo, las diásporas africanas plantean, tanto a África como a los países de destino, numerosos retos entre los cuales se destacan los problemas a nivel del acceso al sistema educativo, lucha contra la pobreza, el racismo y la discriminación racial.

En América latina y el Caribe, queda mucho por hacer para mejorar la situación de las personas de descendencia africana en cuanto al acceso a la educación, y sobre todo en la educación superior que debe ser más inclusiva. Es necesario contar con lineamientos de base que tengan en cuenta la necesidad de encontrar mecanismos concretos para incrementar la presencia afrodescendiente en el sistema educativo superior mediante (a) el acceso de estudiantes afrodescendientes en todos los niveles del sistema educativo (Técnico Profesional, Tecnológico o Profesional Universitario), (b) su permanencia y graduación en la Educación Superior. Todo ello se vuelve necesario debido a que estas personas suelen tener dificultades para adquirir conocimientos en las Universidades, en las mismas condiciones que el resto de la población mayoritaria puesto que, su historia es marcada por la esclavización, la discriminación y el racismo estructural. Además, se debe abrir un debate en torno a las desigualdades sociales y de género en lo que respeta a las mujeres afrolatinas, teniendo en cuenta la problemática de la educación “inclusiva” o “pluralista”.

En este mismo orden de ideas, el tema de la pobreza se inscribe en la agenda de las políticas públicas con enfoque diferencial de los Estados de América latina y el Caribe. Por ejemplo, la problemática de la pobreza de personas afrolatinas se refleja en los planteamientos de Campbell Barr (2003) según los cuales:

[…] existe evidencia empírica y documental que demuestra la representación desproporcionada de la población afrolatina entre los y las pobres y personas marginadas de la región y sin embargo hasta ahora no existen políticas, ni recursos económicos consistentes que pongan énfasis en la pobreza y la antidiscriminación y que dirija recursos especiales para las necesidades específicas de las poblaciones y mujeres afrolatinas. La situación de marginación económica de las mujeres afrodescendientes se manifiesta en su exclusión en la participación plena en la inversión en capital humano y empleo productivo de sus respectivos países, así como sus limitaciones estructurales de acceder a los recursos productivos. (p. 9)

En todos casos, la comprensión de esta realidad está atravesada por la necesidad de elaborar un esquema de entendimiento pluridimensional de la pobreza y la crisis socioeconómica, con variables como las relaciones entre pobreza y género (el papel de la mujer en la reproducción económica de las familias); la consideración de la pobreza como parte de procesos sociales, económicos y políticos dinámicos; las formas en que las condiciones geográficas (medioambiente, demografía, enfermedades) contribuyen a la agudización de la problemática; así como resulta indispensable prestar la atención debida a los aspectos de la pobreza que delinean y definen las capacidades y las participaciones de los individuos y los hogares en los procesos socioeconómicos y políticos.

Además, el racismo y la discriminación racial se constituyen en una de las plagas de nuestras sociedades actuales donde la intolerancia hacia el extranjero en general, los negros y árabes en particular, es cada vez más fuerte; lo que compagina con el rechazo hacia las personas indígenas, chinas, y demás integrantes de los grupos étnico-raciales derivadas de las migraciones contemporáneas en las sociedades de destino o residencia. A la par, las mujeres suelen padecer distintas formas de discriminación racial en estas sociedades; igual que las mujeres de la diáspora africana de América Latina y el Caribe (Wabgou, 2014b). Es más, estos problemas ligados a la crisis del modelo de sociedad y de integración social, explican en parte el deseo de retorno a África de algunos integrantes de la diáspora africana, aunque ese sueño pocas veces se realiza entre sectores de las comunidades diaspóricas de origen africano, persiste.

Pues, mediante el transnacionalismo que sostiene las dinámicas diaspóricas africanas, se garantiza la conexión entre remesas y desarrollo en la medida que, en los contextos migratorios, abogamos por el desarrollo incluyente, mediante lógicas del codesarrollo tal como lo plantea Naïr (2006):

[…] solo una política que tenga en cuenta el problema migratorio en su totalidad responderá a los retos que plantean las migraciones. En el caso de la Unión Europea, significa ampliar su política migratoria, pues todo lo que sea negociar acuerdos de readmisión de los inmigrantes sin incluirlos en una asociación para el codesarrollo que responda mejor a las necesidades migratorias y de desarrollo del Sur está destinado al fracaso. Se deja que persistan las condiciones económicas y sociales que favorecen las migraciones anárquicas para luego pedir a los países de origen que asuman solos toda la responsabilidad. Es necesario actuar sobre los efectos y sobre las causas. En lo que a las migraciones se refiere, toda medida debe, pues, inscribirse en el marco de una política global de codesarrollo. (p. 271)

Es aquí donde el tema del manejo de las remesas13 se vuelve transcendental para valorar las formas como, mediante proyectos diaspóricos desde distintos lugares geográficos del mundo global con base en redes de migrantes, se puede impulsar procesos viables de progreso o desarrollo sostenible en África. Entonces, se espera que las migraciones con carácter económico impulsen cooperación y codesarrollo mediante planes, programas y proyectos que beneficien a los inmigrantes y permiten rebajar (o contener) los flujos de potenciales emigrantes (Oucho, 2008).

Por último, uno de los retos derivados de la presencia de las poblaciones de ascendencia africana en el mundo en general y, principalmente, en Asia, América latina y el Caribe, es buscar formas más eficientes para capitalizar estas diásporas africanas y convertirlas en un factor esencial que estimule la cooperación horizontal con África, con énfasis en el acercamiento entre los pueblos africanos y sus diásporas (Wabgou, 2010b).

Reconocimientos

La coordinación de este número de la Revista Ciencia Política es un aporte tanto del Área de Relaciones Internacionales del Departamento de Ciencias Políticas en el cual se desempeña el autor como docente-investigador; como del grupo de investigación “Migraciones y Desplazamientos” del cual es director.

Maguemati Wabgou

Obtuvo su grado de licenciatura en la Université du Bénin (Lomé-Togo). Doctor en Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Complutense de Madrid. Posdoctorado en Estudios Étnicos, Université de Montreal, Canadá. Actualmente, se desempeña como profesor asociado en el Departamento de Ciencias Políticas de la Universidad Nacional de Colombia (Sede Bogotá: Facultad de Derecho, Ciencias Políticas y Sociales). Es integrante del Grupo de Estudios Afrocolombianos (GEA), categoría A de Colciencias, del Centro de Estudios Sociales —CES— y responsable del Grupo de Estudios sobre Migraciones y Desplazamientos del Instituto Unidad de Investigaciones Socio-Jurídicas y Políticas “Gerardo Molina” —UNIJUS—. Sus áreas de estudio se interesan por las relaciones internacionales: África, América Latina y el Caribe; Política internacional de África: análisis socio-político y económico; África, africanismo en América Latina y el Caribe, diásporas africanas; Migraciones (inter)nacionales y políticas migratorias; Migraciones y mercado de trabajo; Desplazamientos forzosos, grupos étnicos y multiculturalismo; Intersecciones clase, raza, etnia, género y redes sociales.

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Precisamente, estos soninké están también identificados como uno de los grupos que configuran las diásporas históricas de origen africano en África: “[…] los pueblos más citados son, entre otros, los marineros egipcios y etíopes, los navegadores mandingas y los comerciantes soninke y afroárabes, siempre dentro de África y de una manera general” (Sow, 2007, p. 138).
Por ejemplo, China es ahora uno de los destinos más apetecidos de los migrantes africanos en Asia (Coloma, 2010, pp. 28-30).
En un trabajo anterior (Wabgou, Vargas y Carabalí, 2011), presentamos una exploración de la situación de las migraciones africanas en Argentina y Brasil.
Cabe anotar que, con la guerra de Libia de 2011, los flujos migratorios africanos hacia este país bajado considerablemente; lo que no impide unas nuevas olas migratorias en búsqueda de trabajo después de que el país se estabilice políticamente.
Este tema relacionado con el carácter circular de las migraciones fue tratado en un trabajo anterior (Wabgou, 2010a).
En Colombia viven actualmente algo más de 12 millones de Afrocolombianos y de ellos cerca de 1,000.000 están en Bogotá la capital. Hoy en día, se observa que “entre las ciudades del Valle del Cauca, Santiago de Cali es la más poblada y la que mayor número de afrodescendientes tiene entre sus vecinos y vecinas […] Además, Cali es la segunda ciudad de América Latina que registra el mayor número de población afro, después de Salvador de Bahía en Brasil” (Marco de Justificación, 2011, p. 1).
Este estudio de caso provee explicaciones sobre los motivos por los cuales los inmigrantes mexicanos en Estados Unidos quieren ser tomados en cuenta en las políticas y el desarrollo de sus comunidades de origen. El análisis tiene implicaciones impor-tantes para propuestas discutidas en México en torno a la extensión del derecho de voto a los emigrantes mexicanos establecidos en el extranjero, y a su representación en el Congreso Mexicano.
Para mayor precisión acerca del uso de la teoría transnacional para estudiar los fenómenos migratorios véase Soriano Miras (2006, p. 22); Munévar y Wabgou (2008, pp. 43-60).
A título de ilustración, el uso del Kirpan (espada ceremonial) entre los seguidores de la religión Sikh (India) provoca a veces preocupaciones entre integrantes de la sociedad mayoritaria (en Québec, por ejemplo). Para ellos, es difícil entender que el Kirpan es un simbolismo religioso (de la religión Sikh), similar por ejemplo a la Cruz en el cristianismo.
El gobierno del presidente Nicolas Sarkozy presentó un proyecto de ley sobre la interdicción total del burka en todos los espacios públicos, al Parlamento a mediados de mayo 2010, aunque el Consejo de Estado emitió un aviso desfavorable en cuanto a la interdicción total de este tipo de velo.
Para más detalles sobre el pensamiento Muntú véase Mina Aragón (2006a, pp. 64-69). Este autor define la capacidad creadora afro como “toda obra de arte, de ideas, pensamientos, valores e inventos técnicos, materiales que el hombre africano y sus descendientes, valiéndose de su imaginación radical individual y de su imaginario colectivo, han hecho en aras del mestizaje cultural, biológico y social-histórico del orbe, para hacer de la autoconstitución de nuestra compleja civilización, algo más que odios, guerras y conflictos” (2006b, p. 19).
El cimarronismo se refiere esencialmente a todas formas de resistencias del esclavizado en búsqueda de la libertad: incluye entre otras estrategias de insumisión “el suicidio, el aborto provocado, el envenenamiento de los esclavistas, la destrucción de los instrumentos de trabajo, el incendio de las plantaciones, la lentitud en el ritmo de trabajo, el asesinato de los mayordomos y capataces, las fugas individuales, y en el nivel cultural el sincretismo religioso (Mosquera, 1985, pp. 109-110).
Con respecto a la utilización de las remesas, es necesario establecer mejores prácticas que contribuyan al alivio de la pobreza y, en general, a un mayor bienestar. Por consiguiente, consideramos que se debe orientar más las remesas a la creación de pequeñas y medianas empresas, así como a gastos que promuevan la formación de capital productivo y humano. Además, afianzamos la idea según la cual la interrelación entre las remesas y el desarrollo encierra un gran potencial aun no explorado, aunque existen riesgos de dependencia provocada por las remesas en las familias y comunidades receptoras.

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Wabgou, M. (2016). Migraciones de origen africano y sus conexiones diaspóricas: impactos socioculturales, económicos y políticos. Ciencia Política, 11(22), 67–98. https://doi.org/10.15446/cp.v11n22.61398

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Wabgou, M. 2016. Migraciones de origen africano y sus conexiones diaspóricas: impactos socioculturales, económicos y políticos. Ciencia Política. 11, 22 (jul. 2016), 67–98. DOI:https://doi.org/10.15446/cp.v11n22.61398.

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Wabgou, M. Migraciones de origen africano y sus conexiones diaspóricas: impactos socioculturales, económicos y políticos. Cienc. politi. 2016, 11, 67-98.

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WABGOU, M. Migraciones de origen africano y sus conexiones diaspóricas: impactos socioculturales, económicos y políticos. Ciencia Política, [S. l.], v. 11, n. 22, p. 67–98, 2016. DOI: 10.15446/cp.v11n22.61398. Disponível em: https://revistas.unal.edu.co/index.php/cienciapol/article/view/61398. Acesso em: 22 jul. 2024.

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Wabgou, Maguemati. 2016. «Migraciones de origen africano y sus conexiones diaspóricas: impactos socioculturales, económicos y políticos». Ciencia Política 11 (22):67-98. https://doi.org/10.15446/cp.v11n22.61398.

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Wabgou, M. (2016) «Migraciones de origen africano y sus conexiones diaspóricas: impactos socioculturales, económicos y políticos», Ciencia Política, 11(22), pp. 67–98. doi: 10.15446/cp.v11n22.61398.

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M. Wabgou, «Migraciones de origen africano y sus conexiones diaspóricas: impactos socioculturales, económicos y políticos», Cienc. politi., vol. 11, n.º 22, pp. 67–98, jul. 2016.

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Wabgou, M. «Migraciones de origen africano y sus conexiones diaspóricas: impactos socioculturales, económicos y políticos». Ciencia Política, vol. 11, n.º 22, julio de 2016, pp. 67-98, doi:10.15446/cp.v11n22.61398.

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Wabgou, Maguemati. «Migraciones de origen africano y sus conexiones diaspóricas: impactos socioculturales, económicos y políticos». Ciencia Política 11, no. 22 (julio 1, 2016): 67–98. Accedido julio 22, 2024. https://revistas.unal.edu.co/index.php/cienciapol/article/view/61398.

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1.
Wabgou M. Migraciones de origen africano y sus conexiones diaspóricas: impactos socioculturales, económicos y políticos. Cienc. politi. [Internet]. 1 de julio de 2016 [citado 22 de julio de 2024];11(22):67-98. Disponible en: https://revistas.unal.edu.co/index.php/cienciapol/article/view/61398

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