Armenia : nueva tragedia, viejas lecciones

El 25 de enero de 1999, el reloj de péndulo de la oficina del Gobernador del Quindío se detuvo a la 1:19 p.m. Durante los próximos 30 segundos morirían más de 1 000 personas bajo los escombros de las edificaciones que no resistieron el movimiento que les impartió la tierra, sacudida por las ondas de un terremoto que no debía haber causado tanta devastación.

El sismo, cuya magnitud se calculó en 6,2, en la escala Richter, provino de un foco poco profundo en las cercanías del Municipio de Córdoba, a unos 40km de Armenia. La poca profundidad y la cercanía del foco se evidenciaron en la alta frecuencia predominante en los sismogramas y a la intensidad de la aceleración vertical.

Los daños ecológicos fueron relativamente pocos; los daños estructurales se concentraron en el sur y el occidente de Armenia y en las poblaciones vecinas de Córdoba, Pijao, Calarcá, La Tebaida, y Quimbaya. La mayor parte de las estructuras colapsadas o gravemente averiadas no habían sido provistas con los requisitos sísmicos mínimos de las normas vigentes en la época de su construcción, o, simplemente, carecían de cálculos de ingeniería estructural. En muchos casos, estos problemas se agravaron debido a mala calidad de construcción y de materiales.

Los daños se clasificaron, en su mayoría, en una o varias de las siguientes categorías: Insuficiente acero de confinamiento en columnas, insuficiente acero longitudinal, discontinuidad del refuerzo, columna corta, falla por tracción diagonal en mampostería sin refuerzo, golpeteo de edificios.

La mayoría de las estructuras diseñadas bajo el primer código Colombiano de construcciones sismo resistentes. CCCSR-84, Decreto 1400 de 1984, o bajo la norma vigente, NSR-98, decreto 33 de 1998, se comportaron adecuadamente y sufrieron, principalmente, daños no estructurales. (Texto tomado de la fuente)