Publicado

2023-12-15

Un ingenio en tierras vitivinícolas: políticas públicas y actores en el origen y el ocaso de la Compañía Azucarera de Cuyo S. A. (San Juan, 1923-1935)

A Sugar Mill in a Winegrowing Region: Public Policies and Actors Involved in the Emergence and Decline of Azucarera de Cuyo S. A. (San Juan, 1923-1935)

Uma usina açucareira em terras vitivinícolas: políticas públicas e atores na origem e declínio da Compañía Azucarera de Cuyo S.A. (San Juan, 1923-1935)

DOI:

https://doi.org/10.15446/historelo.v16n35.103200

Palabras clave:

agroindustrias, remolacha azucarera, políticas públicas, San Juan (Argentina) (es)
agroindustries, sugar beet, public policies, San Juan (Argentina) (en)
agroindústrias, beterraba sacarina, políticas públicas, San Juan (Argentina) (pt)

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Autores/as

La agroindustria azucarera en Argentina se desarrolló desde finales del siglo XIX en zonas cálidas de las provincias del norte a partir de la elaboración de la caña. Sin embargo, en la década de 1920, en el centro-oeste del país, en una región templada dedicada a la vitivinicultura, la Compañía Azucarera de Cuyo S. A. instaló la primera fábrica remolachera del país. El objetivo del artículo es reconstruir la trayectoria de esta novedosa experiencia productiva e indagar en los factores, endógenos y exógenos, que explican su desenlace trunco, no obstante los auspiciosos pronósticos en la etapa proyectual. Para ello, se recupera y sistematiza información oficial, de la prensa gráfica y de la empresa. Se presentan las variadas limitantes que determinaron su cierre: inestabilidad institucional, dificultades dentro del sector, desaciertos en la gestión y en aspectos técnico-productivos para aprovisionarse de materia prima, como el insuficiente desarrollo del cultivo remolachero y la falta de infraestructura. La cuantiosa documentación relevada demuestra la centralidad de las políticas públicas orientadas a la diversificación productiva, pone en perspectiva los resultados de este inédito emprendimiento agroindustrial con participación estatal y complejiza las interpretaciones que, en general, adjudican el fracaso a un boicot de los interesas azucareros norteños.
Since the late 19th century, the Argentine sugar agroindustry developed from sugar cane in the warm regions of the northern provinces. However, during the 1920s, in a warm winegrowing region in the center-west of the country, Azucarera de Cuyo S.A. installed the first sugar beet factory. This paper aims at recreating the course of this innovative production experience and examining the endogenous and exogenous factors that led to its shutdown despite promising forecasts during the project phase. To this end, official information from the print media and the company has been gathered and organized. The various constraints that led to its closure are presented: institutional instability, sector challenges, management and technical-productive shortcomings in the supply of raw material, such as poor development of the sugar beet crop, and the lack of infrastructure. The extensive documentation collected shows the centrality of public policies aimed at productive diversification. It highlights the findings of this novel agroindustrial entrepreneurship with state participation. Additionally, it complicates interpretations by attributing failure to a boycott of northern sugar growers’ interests.
A agroindústria açucareira na Argentina desenvolveu-se desde o final do século XIX em áreas quentes dos estados do Norte a partir da produção de cana. Porém, na década de 1920, no centro-oeste do país, numa região temperada dedicada à viticultura, a Compañía Azucarera de Cuyo S.A. instalou a primeira fábrica de beterraba do país. O objetivo do artigo é reconstruir a trajetória dessa experiência produtiva inovadora e pesquisar fatores, endógenos e exógenos, que explicam seu desfecho truncado, apesar das previsões auspiciosas na fase de projeto. Para isso, são recuperadas e sistematizadas informações oficiais da imprensa gráfica e da empresa. São apresentadas as diversas limitações que determinaram o seu fechamento: instabilidade institucional, dificuldades do setor, erros na gestão e nos aspectos técnico-produtivos para aquisição de matéria-prima, como o insuficiente desenvolvimento do cultivo da beterraba e a falta de infraestrutura. A farta documentação levantada demonstra a centralidade das políticas públicas voltadas à diversificação produtiva, perspectiva os resultados deste empreendimento agroindustrial inédito com participação estatal e torna mais complexas as interpretações que, em geral, atribuem o fracasso a um boicote aos interesses açucareiros do Norte.

Recibido: 15 de junio de 2022; Aceptado: 8 de mayo de 2023; Revisión recibida: 25 de mayo de 2023

Resumen

La agroindústria azucarera en Argentina se desarrolló desde finales del siglo XIX en zonas cálidas de las provincias del norte a partir de la elaboración de la caña. Sin embargo, en la década de 1920, en el centro-oeste del país, en una región templada dedicada a la vitivinicultura, la Compañía Azucarera de Cuyo S. A. instaló la primera fábrica remolachera del país. El objetivo del artículo es reconstruir la trayectoria de esta novedosa experiencia productiva e indagar en los factores, endógenos y exógenos, que explican su desenlace trunco, no obstante los auspiciosos pronósticos en la etapa proyectual. Para ello, se recupera y sistematiza información oficial, de la prensa gráfica y de la empresa. Se presentan las variadas limitantes que determinaron su cierre: inestabilidad institucional, dificultades dentro del sector, desaciertos en la gestión y en aspectos técnico-productivos para aprovisionarse de materia prima, como el insuficiente desarrollo del cultivo remolachero y la falta de infraestructura. La cuantiosa documentación relevada demuestra la centralidad de las políticas públicas orientadas a la diversificación productiva, pone en perspectiva los resultados de este inédito emprendimiento agroindustrial con participación estatal y complejiza las interpretaciones que, en general, adjudican el fracaso a un boicot de los interesas azucareros norteños.

Palabras clave:

agroindustrias, remolacha azucarera, políticas públicas, San Juan (Argentina).

Abstract

Since the late 19th century, the Argentine sugar agroindustry developed from sugar cane in the warm regions of the northern provinces. However, during the 1920s, in a warm winegrowing region in the center-west of the country, Azucarera de Cuyo S.A. installed the first sugar beet factory. This paper aims at recreating the course of this innovative production experience and examining the endogenous and exogenous factors that led to its shutdown despite promising forecasts during the project phase. To this end, official information from the print media and the company has been gathered and organized. The various constraints that led to its closure are presented: institutional instability, sector challenges, management and technical-productive shortcomings in the supply of raw material, such as poor development of the sugar beet crop, and the lack of infrastructure. The extensive documentation collected shows the centrality of public policies aimed at productive diversification. It highlights the findings of this novel agroindustrial entrepreneurship with state participation. Additionally, it complicates interpretations by attributing failure to a boycott of northern sugar growers' interests.

Keywords:

agroindustries, sugar beet, public policies, San Juan (Argentina).

Resumo

A agroindústria açucareira na Argentina desenvolveu-se desde o final do século XIX em áreas quentes dos estados do Norte a partir da produção de cana. Porém, na década de 1920, no centro-oeste do país, numa região temperada dedicada à viticultura, a Compañía Azucarera de Cuyo S.A. instalou a primeira fábrica de beterraba do país. O objetivo do artigo é reconstruir a trajetória dessa experiência produtiva inovadora e pesquisar fatores, endógenos e exógenos, que explicam seu desfecho truncado, apesar das previsões auspiciosas na fase de projeto. Para isso, são recuperadas e sistematizadas informações oficiais da imprensa gráfica e da empresa. São apresentadas as diversas limitações que determinaram o seu fechamento: instabilidade institucional, dificuldades do setor, erros na gestão e nos aspectos técnico-produtivos para aquisição de matéria-prima, como o insuficiente desenvolvimento do cultivo da beterraba e a falta de infraestrutura. A farta documentação levantada demonstra a centralidade das políticas públicas voltadas à diversificação produtiva, perspectiva os resultados deste empreendimento agroindustrial inédito com participação estatal e torna mais complexas as interpretações que, em geral, atribuem o fracasso a um boicote aos interesses açucareiros do Norte.

Palavras-chave:

agroindústrias, beterraba sacarina, políticas públicas, San Juan (Argentina).

Introducción

Durante el último cuarto del siglo XIX, Argentina se insertó en el mercado mundial a través de la exportación de bienes agropecuarios de la región litoral pampeana. Otras producciones del territorio nacional, imposibilitadas de competir en precio, volumen y calidad con los productos extranjeros, precisaron de la influencia política de sus burguesías regionales para lograr condiciones que le permitieran aprovechar la creciente demanda del mercado interno impulsada por la inmigración de ultramar. Las manifestaciones más destacadas de este proceso fueron las agroindustrias del azúcar -en el norte del país- y la vitivinícola, en la región de Cuyo - en el oeste-, que se consolidaron, entre otras medidas, por la protección aduanera brindada por el Estado nacional para desalentar la importación de símiles a menor precio (Balán 1978; Campi 2000; Richard-Jorba et al. 2006). Como consecuencia, en las cálidas llanuras subtropicales, donde se procesaba la caña de azúcar con métodos preindustriales, se desarrolló un moderno complejo fabril azucarero que -con diferentes ritmos- convirtió a Tucumán, y luego a las provincias de Salta y Jujuy, en las principales proveedoras de la demanda interna del dulce (figura 1). Una transformación similar experimentó la economía cuyana. La especialización en el cultivo de variedades de vides para la elaboración de vino común posicionó a Mendoza y, en segundo término, a San Juan, como centros productores para el mercado nacional.

Conectividad ferroviaria de Argentina y distribución de los complejos azucareros de caña y de remolacha (década de 1920)

Figura 1: Conectividad ferroviaria de Argentina y distribución de los complejos azucareros de caña y de remolacha (década de 1920)

Fuente: Oficina Cartográfica Alfredo Weber (1923).
N de A: (FCBAP) Ferrocarril Buenos Aires al Pacífico; (FCCA) Ferrocarril Central Argentino; (FCS) Ferrocarril Sud; (FCCC) Ferrocarril Central Córdoba; (FCTA) Ferrocarril Transandino; (FCCN) Ferrocarril Norte; (FCCN - N) Ferrocarril Central Norte - Sección Norte. Se han tomado solamente las líneas troncales que conectaban a la región de Cuyo con las demás regiones de Argentina. De manera que no se incluye la extensa red de ramales y desvíos de cada empresa ferroviaria.

Si bien la agroindustria azucarera con base en la caña (Saccharum offiánarum) se consolidó a finales del siglo XIX, no se desatendieron otros cultivos sacaríferos. En particular, la remolacha azucarera (Beta vulgaris) -con una amplia difusión en Europa continental y en los Estados Unidos- fue objeto de ensayos, cuyos resultados aventuraban posibilidades de desarrollo en áreas templadas de Argentina. Así, a comienzos del siglo XX, científicos, empresarios y agencias estatales reflotaron esta iniciativa, con una multiplicidad de ensayos por parte de propietarios innovadores y estaciones experimentales públicas y privadas en la región central del país (Alazraqui-Alonso 1964).1 Pese a todo, ninguna de estas experiencias condujo a resultados concluyentes.

Sin embargo, durante la década de 1920, se materializaron dos emprendimientos alternativos a la producción cañera norteña a partir del procesamiento de la remolacha azucarera -o beteraba, como se la conoce en el centro-sur de Argentina-, en áreas hasta entonces no cultivadas con este tubérculo. El primero tuvo lugar en la provincia de San Juan, mediante la fundación de la Compañía Azucarera de Cuyo S. A. (en adelante CAC); y el segundo, en el entonces Territorio Nacional de Río Negro, con la Compañía Industrial y Agrícola San Lorenzo Limitada S. A. Los ingenios se instalaron en las localidades de Media Agua y General Conesa, respectivamente, y, a finales de esa misma década, iniciaron las primeras zafras de remolacha azucarera del país, sin duda, un hito en la historia de la industria argentina (Moyano y Bandieri 2018).

En términos comparativos, la firma rionegrina fue la más exitosa de ambas. Empero, el caso aquí analizado lo antecedió y se inscribió en un esquema de políticas públicas de los gobiernos de San Juan y Mendoza para diversificar una matriz productiva especializada en la vitivinicultura y, en bastante menor medida, en la fruti-horticultura y los cultivos cerealeros y forrajeros, en determinadas zonas irrigadas. El emprendimiento azucarero gozó de medidas de promoción para constituir la empresa y establecer el complejo agroindustrial. Dadas las dificultades por la que atravesó, el estado sanjuanino pasó de ser un firme impulsor, a integrar la sociedad mediante la suscripción de acciones, y, con posterioridad, adquirió una evidente influencia en la dirección estratégica de la firma, algo inédito en la industria azucarera argentina de entonces.2

Esta experiencia productiva tuvo lugar en un periodo bisagra de la historia política provincial, con la llegada al gobierno de la Unión Cívica Radical Bloquista, de la mano de los hermanos Federico y Aldo Cantoni -una línea interna del partido radical con fuerte arraigo territorial y con un programa socio-económico propio con relevante participación estatal-.3 Ambos fueron electos gobernadores de la provincia y, desde esa posición, cada uno impulsó con diferentes medidas el proyecto azucarero. Respaldados, principalmente, en estudios científicos de esta quenopodiácea, sus resultados -tanto en rendimientos culturales como en contenido sacarino- los llevaron a proyectar un futuro industrial a partir de su procesamiento.

El discurso oficial de la época buscó instalar una idea-fuerza que identificaba al sur de San Juan como un territorio con sobradas condiciones para complementar el cultivo de la vid, de frutales y de huerta familiar, con una actividad con mayor valor agregado, mediante la labranza de la remolacha y su industrialización local. Sería, por tanto, un aliciente para contrarrestar los efectos de las crónicas crisis de sobreproducción que afectaban a la agroindustria vitivinícola. A su vez, se presentaba al apoyo estatal como una virtuosa colaboración entre el sector público y privado para apuntalar un proyecto cuya solvencia no parecía dejar lugar al fracaso.4 Empero, en menos de una década de accidentada existencia, con solo tres zafras discontinuadas (1929, 1931 y 1933), la firma atravesó por una situación financiera y productiva agobiante que culminó en la convocatoria de acreedores en 1934.

La frustración de esta novedosa alternativa de desarrollo regional en tan poco tiempo generó versiones que, a riesgo de caer en esquematismos, ordenaremos en dos posturas. Por un lado, desde el discurso político opositor, se criticó la influencia perniciosa de los Cantoni y sus desaciertos al embarcar al gobierno provincial en una aventura especulativa con graves consecuencias para el erario público.5 Por otro lado, desde un sector de la prensa local y de facciones políticas de la época elaboraron una interpretación un tanto acrítica, que luego tuvo su correlación en los escritos de analistas e historiadores sobre los destinos de la empresa. Con matices, señalaron como principales responsables de este precipitado cierre a los "trust azucareros"6 del norte cañero -los propietarios de ingenios de Tucumán, aunque también fueron blanco de las acusaciones las empresas de Salta y Jujuy-, que habrían visto en el proyecto remolachero una competencia que minaría su liderazgo en el mercado y aislaría a la región cuyana de su influencia. Con este ajustado resumen advertimos que las razones del colapso de la firma fueron adjudicadas, salvo excepciones, a factores externos, como si se tratara de una puja binaria donde confabularon gigantes contra un naciente proyecto industrial destinado al éxito, pero aun inmaduro e incapaz de afianzarse. Inclusive en periódicos afines al oficialismo de San Juan y Mendoza, se desarrollaron disquisiciones que le adjudicaban la responsabilidad no solo a elementos exógenos sino también a sectores de poder opuestos al proyecto azucarero dentro de la misma provincia (La Palabra 1927a; La Razón 1927a; La Reforma 1925; Los Andes 1927, 1932).

Los estudios históricos que abordaron el tema, por cierto escasos, no fueron ajenos a la influencia de estas versiones. Así, ubicamos una línea afín a la interpretación oficial de los hechos (Cantoni 2008) y otros abordajes (Aroca 2017; Miguel 2016) que, con sus diferencias respecto de interpretaciones, trabajo empírico y tópicos desarrollados, mencionan varios elementos que habrían llevado al cierre de la empresa y que incorporan a las presiones de los intereses azucareros contrarios al proyecto cuyano, hasta el momento, insuficientemente explicadas. Por su parte, Schleh (1944) adjudicó el fracaso a elementos exclusivamente internos al emprendimiento, sobre todo relacionados con el aspecto agrícola. Ramella de Jefferies (1985), a su vez, atendió a factores multicausales con especial referencia a la situación política que determinaron el devenir de la firma, pero sin ahondar en este tema, ya que su cometido fue analizar la experiencia de gobierno de los Cantoni. Conviene destacar aquí el escueto pero sugerente trabajo de Sánchez de Hernández (1996), que relacionó a esta empresa con la diversificación agrícola propiciada por el cantonismo, pero que no desatendió el ambiente comercial-productivo en el que se desarrolló, ni desconoció los factores intra-firma que precipitaron el fin de la experiencia azucarera cuyana.

Nuestra propuesta de trabajo primigenia buscaba retomar los sintéticos postulados de esta última historiadora y profundizar sus lineamientos a través del estudio de la incidencia y los alcances de las políticas públicas relacionadas con la diversificación económica, el origen y desempeño de este emprendimiento, las interrelaciones entre empresariado y el sector político, junto con los motivos de su clausura, lo que requería analizar varios elementos concatenados. Empero, la compulsa de la documentación -escasa, dispersa, pero pasible de consulta-, se vio interrumpida por las medidas sanitarias producto de la pandemia Covid-19, que afectaron el funcionamiento de archivos, bibliotecas y oficinas públicas. Así, no fue posible completar el examen de la documentación judicial civil y, sobre todo, de la totalidad de la prensa oficialista, cuyo exponente es el periódico La Reforma. De todos modos, sin abandonar el objetivo inicial, ponemos en discusión las interpretaciones sobre la trayectoria de la empresa y su intempestivo cierre, y, mediante ejes temáticos sin una línea cronológica rígida, presentamos nueva evidencia empírica y perspectivas de análisis alternativas.

En tal sentido, más allá de la existencia o no de un lobby contrario a las aspiraciones azucareras cuyanas, habría que buscar las dificultades en elementos endógenos a la CAC y en pujas entre diversos actores involucrados -Estado provincial, sectores políticos oficialistas y opositores, personal técnico, agricultores-, que se agravaron con el impacto de factores institucionales, como la inestabilidad gubernamental local, la crisis económica, y la sobreproducción azucarera nacional e internacional, que cercenaron el curso de un emprendimiento que acumulaba serios problemas productivos y financieros durante su corto ciclo de vida. Así, en este abordaje estratégico, examinaremos facetas centrales del devenir de esta empresa con datos que otorguen mayor complejidad al estudio, hasta tanto la consulta de nueva documentación permita afinar hipótesis y ampliar perspectivas de estudio para este trascendental renglón de la historia industrial de Cuyo.

Hacia la materialización de una fábrica azucarera en tierras del vino

Señor: ¿Ha pensado Vd bien las ventajas que le brinda el asociarse á esta Empresa? ¿Sabe Vd que todos los capitales dedicados á la industria azucarera en el mundo, obtienen buenas ganancias? ¿Está Vd al corriente de los entretelones y de las ganancias que los azucareros del país obtienen? [...] ¿Ha calculado también que nuestras bases no están sobre el riesgo de una mina ni de un pozo, ni de plagas, ni langosta, ni de secas o lluvias, ni de falta de mercado para la producción que tengamos? (Azucarera de Cuyo S. A. 1926, 16).

Señalamos que la marcada especialización productiva de las provincias cuyanas en la elaboración de vino común les permitió consolidarse como una de las principales agroindustrias del país a inicios del siglo XX. Sin embargo, ese mismo exclusivismo le impidió frenar las consecuencias de las crisis cíclicas de la actividad, en coyunturas de sobreproducción y subconsumo. Estas fluctuaciones oficiaron como telón de fondo para que especialistas, empresarios y dirigentes políticos discutieran y ensayaran destinos alternativos para la producción regional.

Con el ascenso de los gobiernos radicales -lencinistas en Mendoza y canto-nistas en San Juan, en las décadas de 1910 y 1920- estos proyectos integraron la agenda política-económica local.7 Así, se impulsaron numerosas iniciativas con vistas a fortalecer una economía vulnerable, e incluso, a promover una autarquía económica mediante la industrialización local de materias primas y de insumos para los principales rubros económicos de la región. Algunas se basaban en experiencias previas -engorde de ganado para exportar a Chile-; otras otorgaban un nuevo perfil a las ya existentes -comercialización de frutas frescas y desecadas, exportación de uvas finas-; o bien, buscaban agregar valor mediante la explotación de los productos derivados de la vitivinicultura.8 Esas propuestas resultaban sugestivas aunque de difícil concreción, debido a las escalas productivas requeridas para tornar rentables las inversiones ante el tamaño reducido del mercado regional. Empero, los ensayos con el cultivo de la remolacha azucarera pasaron a primer plano, al especular con la elaboración de azúcar in situ y evitar los costos de flete e intermediación de la producción norteña. Además, potenciaría otros sectores, como la elaboración de conservas, hasta entonces de baja escala, adjudicado principalmente al costo del azúcar, insumo básico de la actividad.

Influyeron en el proyecto azucarero sanjuanino las experiencias impulsadas por Juan Barcia Trelles, director de la estación agronómica de Cinco Saltos (Alto Valle del Río Negro), entre 1920 y 1925, con siembras de remolacha azucarera que anticipaban perspectivas prometedoras. Otra más determinante procedió de los ensayos contemporáneos a cargo de Guillermo Aubone, director de la estación experimental Alto de Sierra, en San Juan, al indicar las potencialidades de la industrialización de este tubérculo en áreas de la provincia (Aubone 1928; Barcía-Trelles 1923).9 Identificamos, además, iniciativas similares en la limítrofe provincia de Mendoza, ante la posibilidad de proveer de materia prima para el proyectado establecimiento fabril.10

Por su parte, la creación de la firma y del ingenio azucarero se les adjudican al accionar de Federico Cantoni y de los socios José Rebollo y Francisco Notario, ambos con inserción en las redes comerciales de la ciudad de Buenos Aires. Una vez analizada la factibilidad de este emprendimiento productivo, en 1923 se avanzó de manera coordinada. Así, durante su primera gobernación (1923-1925), Cantoni gestionó medidas de estímulo ante la Legislatura provincial que allanarían el camino para la instalación de esta agroindustria, mientras que Rebollo y Notario se encargaron de atraer inversores para reunir el capital necesario para fundar la sociedad.

La promoción otorgada por el gobierno sanjuanino consistió en un nutrido corpus que, en síntesis, eximía a la empresa del pago de impuestos por el plazo de 20 años; concedía el usufructo de 10 000 ha de tierras incultas por 50 años con riego asegurado para desarrollar las plantaciones de remolacha -parte de esas tierras en manos de privados, que serían expropiadas-; garantizaba a las firmas proveedoras de maquinarias y constructoras hasta 3 000 000 pesos moneda nacional, suma significativa dado que la sociedad a cargo del ingenio debía fundarse con un capital social de 7 000 000 pesos moneda nacional, por disposición de la ley de creación. Entre diversas obligaciones de los concesionarios, la más destacada era vender a las autoridades una cantidad suficiente de azúcar refinada a bajo precio para cubrir las necesidades del consumo provincial.11 Se evidencia, así, una apuesta decidida del gobierno para la concreción del emprendimiento azucarero, con la confianza en resultados concretos como la puesta en producción de terrenos incultos, incremento del empleo agrícola y fabril, desarrollo de producciones alternativas y complementarias, entre otros beneficios. Con el objetivo de poner en perspectiva la iniciativa sanjuanina, los planes de cultivo e industrialización de la remolacha, en esta y otras áreas, deben entenderse como parte de un clima de época que propiciaba la paulatina diversificación de las economías regionales (Bunge 1940; Gerchunoff 2016), sobre todo de la región central, aunque solo tomaron forma en San Juan y luego en el Territorio Nacional de Río Negro.

A pesar de la intensa propaganda, amparada en estudios productivos y de costos que aseguraban el éxito de la proyectada sociedad, no se reunió el capital en el plazo estipulado.12 En consecuencia, el gobierno otorgó una prórroga de la concesión con leves modificaciones.13 La CAC finalmente se constituyó a mediados de 1925 y fue autorizada para operar en enero del año siguiente, con directorio y casa central en Buenos Aires y con un directorio local para la administración del establecimiento en la ciudad de San Juan.

La fábrica se instaló en las cercanías de la estación Media Agua, al sur de la provincia, sobre la línea troncal del Ferrocarril Buenos Aires al Pacífico (FCBAP), que conectaba varias provincias del oeste argentino con los principales mercados de consumo nacionales (figura 1). Las maquinarias fueron adquiridas a la empresa checoslovaca Skoda, mientras que otras firmas constructoras, como F. H. Schmidt S. A., se encargaron de las estructuras y edificios.14 A partir de entonces, se edificaron galpones, talleres, oficinas, viviendas para trabajadores y personal jerárquico, así como dependencias (Azucarera de Cuyo S. A. 1926; Cantoni 2008; La Industria Azucarera 1927a; Miguel 2016).

En julio de 1927 se inauguró el ingenio con la presencia de autoridades nacionales y locales, junto a personalidades del espectro empresarial-comercial.15 La capacidad de molienda de la fábrica inició con 500 toneladas diarias de remolacha, bajo la promesa de duplicarla en cinco años, para que -según sus proyecciones- permita abastecer al mercado local y extra provincial, en sustitución del encarecido edulcorante norteño.16

La CAC realizó convenios con la estación experimental Alto de Sierra, con dos chacras experimentales de Mendoza,17 y con cooperativas de cultivadores organizadas ad hoc y financiadas por el estado provincial para el suministro de la materia prima (La Industria Azucarera 1927b; La Palabra 1926). Esto impulsó la difusión de la remolacha bajo riego y los cuidados en el cultivo, aunque no en las proporciones esperadas. En el último apartado volveremos sobre este asunto.

Desde la estación Alto de Sierra se afirmaba que el rendimiento cultural de la remolacha en los campos de ensayo resultaba superlativo, con una media de 65 toneladas de raíces por hectárea. Estas experiencias, divulgadas grandilocuentemente por la CAC, forjaron un clima de confianza y certeza en el emprendimiento, en tanto 50 toneladas por hectárea, según su opinión, representaba una cifra excepcional en Europa -principal polo productor mundial de azúcar de remolacha-, por lo que se podrían esperar grandes resultados en Cuyo, y, en el largo plazo, superar a la caña de azúcar y sus rendimientos menores en términos comparativos. Esta convicción se generalizó de tal manera en la prensa regional, que varios periódicos reprodujeron y ensalzaron las condiciones idóneas del suelo cuyano para este cultivo (La Reforma 1924; La Palabra 1924, 1927b, 1927c, 1927d).18

Como señalamos, la intención detrás de este proyecto, explicitada por la administración cantonista y acicateadas por la CAC, era propender el cultivo en zonas con menor actividad agrícola -Media Agua y áreas aledañas al sur de San Juan; y el noreste de Mendoza, particularmente los distritos de Santa Rosa y Lavalle- (figura 2), producir azúcar barato para llenar las necesidades de la región cuyana, incentivar el desarrollo de industrias conexas -como las conservas de frutas y, por ende, la fruticultura- y, con cierta dosis de atrevimiento, abastecer al limítrofe mercado chileno, en la medida que ese país importaba grandes cantidades de azúcar desde Perú, para consumo y para refinación (Azucarera de Cuyo 1926; La Razón 1927a). Una vez expuestos los principales elementos preparatorios de este emprendimiento y presentada la visión con mayor apego sobre las aptitudes potenciales de esta empresa, complejizaremos el análisis de esta experiencia productiva sanjuanina con ramificaciones a Mendoza.

Mapa de San Juan y Mendoza, ubicación del ingenio de Media Agua y área proyectada para el cultivo de la remolacha

Figura 2: Mapa de San Juan y Mendoza, ubicación del ingenio de Media Agua y área proyectada para el cultivo de la remolacha

Fuentes: Oficina Cartográfica Alfredo Weber (1923).
N de A: (FCBAP) Ferrocarril Buenos Aires al Pacífico; (FCCN) Ferrocarril Central Norte; (FCTA) Ferrocarril Trasandino; (FCCC) Ferrocarril Central Córdoba.

Los empresarios y el ambiente político durante el desarrollo del proyecto agroindustrial_

Existen constancias sobradamente elocuentes, que constituyen la historia, en cierto modo inverosímil, de una entidad que no llegó en ningún momento a desenvolverse con holgura y que, por otra parte, estuvo sometida permanentemente a las acciones de la política lugareña, no obstante la intervención en la misma de personas de trabajo, ajenas al ajetreo partidario. Historiar las disensiones que se produjeron en el seno del directorio y en la administración local, equivaldría a hacer revivir los momentos de constante penuria administrativa y económica en que se desenvolvieron los actos de la Azucarera de Cuyo.19

Ya se hizo referencia a la labor del gobernador Federico Cantoni junto con Rebollo y Notario en la configuración y concreción del ingenio remolachero. Luego de los tropiezos iniciales y la prórroga de la ley de promoción, en 1925, Rebollo tomó la concesión individualmente y a partir de allí, este joven español insistió en difundir las bondades del proyecto para captar inversores en Buenos Aires y también atraer capitales de San Juan, Mendoza y Córdoba (La Reforma 1925).20 Los primeros directivos que formaron parte de la sociedad provenían, mayoritariamente, del comercio, las finanzas y de algunos emprendimientos agroindustriales o pecuarios.21 Sin embargo, varias de estas figuras paulatinamente cedieron espacio, lo que se evidenció en una progresiva centralidad de empresarios y comerciantes locales, y sobre todo, de los representantes provinciales, que podían ocupar la cuarta parte en el directorio con la suscripción de 15 000 acciones por parte del gobierno.22

Según se señalaba en la Memoria de la CAC de 1928, la firma contaba con más de mil accionistas, lo que reafirmaba el éxito y la confianza en este emprendimiento. No obstante, la tabla 1 demuestra que se estuvo lejos de cubrir la totalidad de los 7 000 000 pesos moneda nacional de capital autorizado, con un máximo del 73 % en 1933, es decir, cuando la empresa atravesaba su peor etapa financiera. Si agregamos que en 1927 la provincia pasó a convertirse de garante de la inversión en accionista de la firma, concluimos que el gobierno sanjuanino controlaba casi el 30 % del capital realizado y que el aporte privado evidenciaba una gran atomización. Más allá de las declaraciones de Rebollo -administrador general en los primeros años- sobre la feracidad del suelo sanjuanino, la lejanía del norte cañero, la proximidad con Chile, las exenciones impositivas, la seguridad en la disponibilidad de tierras y el alto contenido sacarino de la remolacha, los datos indican que, inicialmente, el emprendimiento no atrajo el interés de los inversores para reunir el capital propuesto.23

Tabla 1: Indicadores financieros de la CAC (ejercicios 1926-1932)

Indicadores 1926 1927 1928 1929 1930 1931 1932
Capital autorizado 7.000.000 7.000.000 7.000.000 7.000.000 7.000.000 7.000.000 7.000.000
Capital realizado 1.147.170 2.887.780 4.586.710 4.914.620 5.069.850 5.153.340 5.159.940
Resultados Arrastres -216.948 -875.689 -858.986 -291.236 -730.437
-216.948 -1.092.636 -1.951.622 -2.242.858
Saldo acumulado -1.092.636 -1.951.622 -2.242.858 -2.973.295
Deudas (Pasivo Exigible/Activo) 7% 6% 20% 24% 30% 32% 37%
Pérdidas totales sobre Capital realizado 0 0 0 22% 38% 44% 58%

Fuentes: Balances Generales de la CAC correspondientes a los años 1926, 1927, 1928, 1929, 1930, 1931, 1932), en Boletín Oficial de la República Argentina, 1927-1935.

Al respecto, un elemento imposible de soslayar es el contexto local donde se impulsó y desarrolló la agroindustria azucarera sanjuanina. Estuvo atravesado por tensiones políticas que, en reiteradas ocasiones, llevaron a la interrupción de los mandatos constitucionales -mediante intervenciones federales, incluso con episodios de violencia, como la revuelta contra Federico Cantoni, en 1934, que derivó en la intervención de su gobierno-.24 Para Ramella de Jefferies -quien tuvo acceso a la totalidad de las Memorias de la CAC-, esta inestabilidad determinó el mal desenvolvimiento de la firma. La intervención federal de Modestino Pizarro habría desatendido el emprendimiento e inclusive presionado al directorio local para suspender la molienda de la programada cosecha de 1930. Asimismo, entendemos que fue un emprendimiento que, sin ser ideado como un proyecto mixto, se sostuvo gracias al apoyo político provincial y, a la postre, con una innegable injerencia en la dirección estratégica de la empresa; y que un escenario local inestable podría haber desestimulado la participación de los inversores. Con todo, resulta difícil justipreciar la influencia perniciosa de los vaivenes políticos en este complejo agroindustrial, debido a que en la mayoría de las fuentes disponibles no se observan cambios drásticos producto de la mencionada inestabilidad. En consecuencia, consideramos que este factor no se debe desestimar y que son necesarias indagaciones que profundicen esta línea interpretativa.

En directa relación con lo anterior, la enérgica resistencia de varios sectores estuvo presente desde el inicio del proyecto. Los grandes bodegueros, miembros de la burguesía regional, cuestionaban toda política pública ajena a sus intereses, no solo porque un importante sector estuviera en contra de la diversificación de la economía, sino por el creciente avance del estado provincial, ya sea mediante el incremento de la carga impositiva, la distribución del agua -un recurso escaso en esa zona- o la puesta en producción de tierras con cultivos alternativos.25 En el ambiente político partidario, los detractores se encontraban en la oposición a los gobiernos de Federico y Aldo Cantoni -cuya voz se expresó a través del periódico Tribuna- y también dentro del bloquismo, con aliados políticos que cuestionaban las concesiones - excesivas, en su opinión- que el gobierno provincial otorgó a la CAC mientras que la vitivinicultura atravesaba una fuerte crisis por el abrupto descenso del consumo (Borcosque 2006, 1-4). En consecuencia, el apoyo a este emprendimiento pareció estar supeditado a la fortaleza de los mentores y aliados, mientras que las críticas se exacerbaban cuando destituían al cantonismo del poder.26

Con todo, en etapas de gobiernos opositores se suscitaron actitudes encontradas, como los sospechados obstáculos que interpuso la intervención de Pizarro (1928-1930), o bien, una actitud proactiva en el gobierno de Juan Maurín (1934) -de innegable corte conservador- asumido luego de la revuelta contra Federico Cantoni e inmediata intervención federal. En todo caso, el cantonismo no fue el único destinatario de las detracciones. El mismo Maurín fue enérgicamente resistido en su intento por reflotar el emprendimiento, cuando la situación financiera y productiva parecía irremontable. Por caso, un acreedor señalaba vehementemente ante el Poder Judicial sanjuanino que:

La Azucarera de Cuyo no puede tener el futuro promisor que ven los alucinados ojos del señor gobernador Maurín, funcionario indiscutiblemente probo, hombre de empresa, pero falto de la exacta visión de las cosas. No debe olvidarse que el señor gobernador en ejercicio de la vicepresidencia de la Azucarera de Cuyo no atinó a la contención del derrumbe, ni como gobernante habrá de asegurar su futuro como no sea a base de los dineros de su provincia, que perderá irremisiblemente en una especulación industrial desastrosa y sin arraigo posible.27

Las acusaciones de injerencia en los destinos de la firma no carecían de razones. Este proyecto privado, en los hechos, emergió con el acompañamiento de la promoción estatal. Empero, desde el momento en que el gobierno provincial suscribió acciones y accedió al directorio, el cantonismo paulatinamente buscó incidir en la dirección estratégica de la firma. Sobre todo, Federico Cantoni, luego de ser electo gobernador por segunda vez (1930-1934), nombró a su hermano Aldo en el directorio central de Buenos Aires, accionó para desplazar a directores díscolos y manejó los destinos de la administración mediante la designación del directorio local, presidido por su otro hermano Elio. Con la intención de relanzar el proyecto, pero ante la imposibilidad de operarlo, se procedió a arrendar las instalaciones de la CAC a otra empresa para que se encargara de la dirección técnica del establecimiento, mientras que desde el gobierno se impulsó el cultivo mediante la distribución de semillas y el asesoramiento de especialistas extranjeros (Ramella de Jefferies 1985, 435-436). Sin embargo, se suscitó un enérgico enfrentamiento en el directorio de Buenos Aires, que objetó las maniobras del cantonismo en la administración local (Tribuna 1933a, 1933b, 1933c, 1933d). Como veremos, las inadecuadas condiciones de los plantíos y la magra cosecha de 1933 dieron por tierra con la estrategia de reactivación y puso en jaque a la influencia bloquista en la Compañía.

Ahora bien, ¿qué otras causas impidieron atraer la atención de inversores ante un proyecto que se presumía asegurado, con holgadas ventajas productivas y posibilidades de expansión no solo en la región cuyana sino en el mercado trasandino? Una posible respuesta reside en el contexto económico y productivo en el que se desarrolló esta empresa.

Mercados saturados de azúcar y producción regulada. Un ambiente poco propicio para un novel emprendimiento_

Poco interesa a San Juan el estado de superproducción que existe en Tucumán. Lo que interesa al gobierno actual es propender al engrandecimiento de la provincia, a la diversificación de sus industrias y a que el pueblo pueda tener azúcar barato. Yo creo que el gobierno contribuye a la solución de todos esos problemas, fomentando la instalación de una gran fábrica de azúcar de remolacha en una región donde todo es favorable para el éxito de la iniciativa.

Reportaje al gobernador Aldo Cantoni (La Razón 1927a).

Un aspecto que llama la atención en las referencias históricas sobre el derrotero de la CAC es la falta de análisis sobre el contexto que atravesaba la actividad azucarera.28 El inicio de la producción de azúcar en Cuyo coincidió con una de las coyunturas críticas más extensas y perjudiciales en materia azucarera del país.

En efecto, a inicios de los años de 1920, tras superar la agroindustria tucumana el impacto de una plaga que atacó los cañaverales, se recuperó a pasos agigantados mediante el cultivo con cañas que poseían mayor rendimiento cultural y sacarino. Como consecuencia, la actividad azucarera provincial duplicó su producción en solo un lustro (1920-1925) y, en similares proporciones, incrementaron las demás regiones cañicultoras del país. De modo tal que, al promediar esa década, Argentina ingresó en un periodo de sobreoferta de azúcar en un mercado interno con una tasa de crecimiento menor que en años anteriores, sobre todo, por la reducción del aporte inmigratorio luego de la Gran Guerra. Esto, lógicamente, desestabilizó los precios del dulce con una tendencia decreciente.

A este panorama interno se le agregaron las influencias negativas del mercado mundial. Las bajas cotizaciones internacionales tuvieron su origen en la reconstrucción del aparato productivo azucarero de Europa en tiempos de paz, lo que reactivó la competencia con los principales complejos cañicultores, consolidados tras la escasez del producto causada por la primera conflagración mundial. Desde 1925, la sobreproducción de los centros productores y las estrategias de dumping para colocar el dulce allende los puertos, deprimieron sensiblemente el precio internacional, clausurando el ciclo alcista de la primera posguerra (Santamaría-García 2001). Esta combinación de situaciones incidió desfavorablemente en Argentina por la estructural incapacidad para exportar sin la ayuda de subsidios que menguaran las pérdidas, como consecuencia de sus altos costos productivos en relación con los mayores fabricantes mundiales.

Además, en 1927 se sumó una situación de inestabilidad en el principal centro productor del país -la provincia de Tucumán- por un conflicto fabril-cañero vinculado con la distribución del ingreso azucarero. El descontento y la acción directa de los plantadores independientes -componentes determinantes de ese complejo agroindustrial- motivaron el laudo del presidente de la nación, Marcelo T. de Alvear (1922-1928), uno de los primeros intentos de control y regulación de esta actividad.29 Las disposiciones emanadas de este arbitraje se aplicaron solo en Tucumán, pero se preveía que, en un futuro inmediato, se alcanzaría una regulación nacional para limitar la fabricación de azúcar, ordenar el mercado y evitar las recurrentes crisis de sobreproducción. Sin embargo, el ordenamiento integral del sector no se materializó y los ingenios tucumanos sobrellevaron el esfuerzo de reducir las zafras, mientras se entablaron acuerdos sectoriales con los demás complejos cañicultores -no condicionados por normativa alguna- para frenar el incremento de la producción (Bravo 2008; Girbal-Blacha 2017).

En tal sentido, si la inestabilidad de una agroindustria consolidada a nivel nacional representaba un mal indicio para arriesgar capitales en un proyecto novedoso como la CAC, las alternativas que se presentaban como soluciones -asegurar que el 85 % de las utilidades se repartirían entre los socios; la inexistencia de acciones preferidas; o la facilidad para suscribir acciones a valor de 100 pesos moneda nacional, abonando el 10 % al contado y el resto en 18 meses- tampoco atrajeron la atención de los inversores. Es posible que esta incertidumbre incidiera en la demora para reunir el capital necesario para iniciar las operaciones. Otro elemento que corrobora la influencia del contexto se refleja en la salida de importantes figuras del directorio de la CAC, en el momento de mayor algidez de la crisis azucarera. Aunque ocurrieron contingencias inesperadas, como la defunción de algunos miembros, es factible asociar el paulatino apartamiento de grandes inversores a los malos resultados iniciales, al contexto sectorial poco propicio y, posiblemente, a la creciente injerencia del gobierno provincial en la conducción de la fábrica, lo que restaba fuerza decisoria al directorio de casa central y lo transformaba en una arena de disputas entre accionistas y representantes del Estado sanjuanino.

Para la historiografía, los efectos de la crisis de 1930 fueron determinantes en el cierre del establecimiento. Sus consecuencias económicas se hicieron sentir en el corto plazo con una fuerte recesión en 1930-1931. Sin embargo, los sectores más afectados fueron los ligados a la exportación. Las producciones orientadas al mercado interno recibieron un impacto inicial, pero también resultaron favorecidas por la devaluación del peso argentino, al oficiar como un elemento proteccionista adicional ante la competencia extranjera. La vitivinicultura, en particular, fue perjudicada por la baja del consumo en este contexto recesivo, lo que afectaba a los bodegueros y a los productores de uva, por lo que se instrumentaron una serie de medidas por parte de las autoridades nacionales y provinciales para estabilizar la actividad.30

En el caso de la industria azucarera, en 1931, los intereses del sector obtuvieron un decreto del presidente de facto José F. Uriburu (1930-1932), que elevó los aranceles aduaneros para frenar la entrada de símiles extranjeros, que se comercializaban a bajo precio en el mercado internacional. Por ello, durante esta coyuntura, la agroindustria no tuvo su principal fuente de problemas en la competencia extranjera sino en la sobreproducción interna. Al respecto, resultan llamativas las argumentaciones inexactas que se popularizaron mediante la prensa y que fueron esgrimidas por algunas destacadas figuras del ambiente político y empresarial de la época. Se señalaba que la sobreproducción azucarera no llegaría a inquietar a Cuyo, puesto que se trataba de un problema exclusivamente tucumano; o que el bajo precio del azúcar mundial no podría afectar el desenvolvimiento de la CAC, ya que si el producto extranjero llegaba a sortear la barrera aduanera protectora, los altos rendimientos de la remolacha en la región neutralizarían la competencia; o incluso, en caso de sobreoferta, se podría apelar a la venta de azúcar en los mercados chilenos (La Reforma 1925; La Palabra 1927e; La Razón 1927b).

Empero, el exceso de producción afectaba no solo a la provincia de Tucumán sino a todo el sector, por la constante depresión de los precios y la acumulación de stocks. Además, si la baja de las cotizaciones en el mercado mundial llegaba a neutralizar las barreras arancelarias y el dulce extranjero eludía la protección aduanera, provocaría un recrudecimiento de la competencia interna y, como lógica consecuencia, la continua baja de la cotización del producto. Ante la ausencia de precios remunerativos, sería cuestión de tiempo para que los balances de las empresas encendieran las alarmas. Efectivamente, tanto en Tucumán como en otras provincias, se cerraron unidades productivas y quebraron firmas azucareras agobiadas por las deudas.

¿Existía la posibilidad de que no llegara a Cuyo azúcar barato y se iniciara una tenaz competencia a la reducida producción de la CAC? (tabla 2). Cabe este interrogante puesto que, desde el discurso oficial, se señaló como enemigos principales a los propietarios de ingenios, sin advertir que quienes manejaban los circuitos de comercialización y ventas no eran los industriales norteños sino las grandes casas comerciales de Rosario, Córdoba y, sobre todo, Buenos Aires, que controlaron la comercialización del azúcar desde finales del siglo XIX, junto con la Refinería Argentina S. A., en la ciudad de Rosario -hasta su cierre, en 1932-, establecimiento fabril de capitales privados dedicado a la refinación de azúcar para su posterior venta en las mayores plazas de consumo.31 Una vez que se hubiera abarrotado de azúcar las principales plazas comerciales del centro del país, necesariamente se acentuaría la presión sobre otros mercados, siguiendo la línea del FCBAP (figura 1), que las vinculaban con las provincias cuyanas. Por otro lado, la anhelada participación en el mercado chileno solo representaba una quimera, en tanto desde Argentina resultaba imposible competir con el producto peruano, con menores costos productivos y fletes marítimos, frente a la reducida fabricación cuyana con transporte en ferrocarril y menor volumen de carga. Y con respecto a la remolacha azucarera en Cuyo, ¿podría decirse que la industria trabajaba sobre bases sólidas? Este será el tema del siguiente apartado.

Tabla 2: Elaboración de remolacha, azúcares y rendimientos industriales, 1929-1933 (en toneladas)

Zafras Remolacha molida Pilé y Refinado Granulado y Molido Bruto y Bajos Productos Total azúcar producido Porcentaje sobre total nacional Rendimiento fabril
1929 1.300 71 122 s/d 193 0,06% 14,86%
1930
1931 11.432 700 475 s/d 1.175 0,34% 10,27%
1932
1933 13.540 809 468 30 1.307 0,41% 9,65%

Fuente:Schleh (1944, 212-213).

El eslabón más débil de la cadena productiva. La fase agrícola

A consecuencia de que ciertos individuos se ocupan de sembrar la desconfianza para el buen éxito de una fábrica de azúcar de remolacha, nos vemos obligados a explicar cómo, de implantarse la referida industria, no tendrá los inconvenientes de la falta de materia prima[...J A los agricultores le será beneficioso ese cultivo no solo por la rotación que significa, sino también por el buen precio y segura colocación[...J (La Reforma 1924).

La primera zafra azucarera cuyana se realizó en 1929. Según anticipaba el directorio, era de carácter experimental, para poner a punto la maquinaria y optimizar el flujo de materia prima. Razones fundamentadas ya que una de las características sobresalientes de esta agroindustria es el montaje de una tecnología de proceso continuo, donde es necesario coordinar todo el engranaje productivo para que inconvenientes en una de las partes no provoque estrangulamientos en el resto de las fases de elaboración (Dye 1993). Empero, también se señaló desde la prensa que la producción de remolacha no había arrojado cifras que aseguraran un trabajo normal del establecimiento, debido a las contingencias propias de toda fase inicial (La Voz de Cuyo 1929). Esto tenía que ver, sin duda, con la introducción de un nuevo cultivo en una región dedicada a la labranza de la tierra, pero cuyas particularidades se desconocían.

En efecto, mientras se construía la fábrica, se desarrolló una acción mancomunada entre el gobierno sanjuanino, la CAC y las instituciones científicas, para impulsar el cultivo de la remolacha, no solo en los valles sureños de San Juan, sino que el gobierno de Mendoza apoyó y extendió intensivamente este novel cultivo sacarífero en estaciones experimentales. Estas actividades representaron una experiencia inédita de colaboración productiva entre ambos gobiernos provinciales y de desarrollo de tareas conjuntas con el FCBAP y los agricultores en zonas aledañas a las vías férreas (figura 2).

Sin embargo, la gran expectativa que se generó hacia 1925 con los ensayos experimentales se desvaneció con el correr de los años. Mencionamos que el directorio suspendió la cosecha programada para 1930. Más allá de la influencia -o no- de la mencionada intervención de Pizarro, se adujeron desajustes técnicos, necesidad de capital y, casi como un dato menor, problemas para el aprovisionamiento de materia prima. Esa faceta, a nuestro entender, fue crucial para el destino de la firma. A pesar de la promesa de 10 000 ha con riego asegurado, los primeros directivos de CAC consideraron que la provisión de materia prima podría recostarse en los cultivadores de la zona, a quienes se les había prometido mayores retornos monetarios que otros productos regionales. En consecuencia, pusieron énfasis en la concreción del ingenio y postergaron la organización de la explotación directa (o mediante arrendatarios) de las tierras cedidas por la provincia (Compañía Azucarera de Cuyo 1926; La Industria Azucarera 1927a, 239-241). La confianza en los rindes culturales superlativos, publicitados por la misma CAC y por gran parte de la prensa local, llegó a representar una especie de verdad incuestionable.

Pero el derrotero de la firma no parece demostrarlo. Si antes de la inaugural zafra de 1929 estimaban una provisión de casi 3000 ha de cultivadores y de cooperativas agrícolas asesorados por el personal científico público y privado, la cosecha de 1931 -bastante mayor en términos de producción- evidenció una decisiva falta de materia prima en relación con la proyectada. Las cifras sobre remolacha procesada (tabla 2) muestran dos posibles escenarios: o los cultivadores entregaron menos de lo prometido, o bien los rendimientos culturales fueron muy dispares y bastante menores de los esperados. A la vez, la tabla 3 muestra grandes diferencias entre las explotaciones: mientras que unos agricultores labraron media ha, otros llegaron a 50 hectáreas, cuando las recomendaciones de los expertos insistían en propiciar explotaciones no mayores a 5 hectáreas para atender adecuadamente los cultivos.

Tabla 3: Resumen de la extensión de remolacha azucarera en 1931 (San Juan)

Departamentos (a) N° de propiedades (b) Remolacha (ha.) b/a
Angaco Norte 1 2 2
Angaco Sud 3 1,5 0,5
Calingasta 4
Jachal 1 50 50
9 de Julio 1 20 20
Pocito 26 45,5 1,8
Santa Lucía 2
Sarmiento 14 98,5 7
Trinidad 9 18,5 2,1
25 de Mayo 1 2 2
Totales 62 238

Fuente:Aubone (1934), planilla 9.

En esta oportunidad, una nueva gerencia de la CAC aceptaba que la escasez de materia prima desajustaba el beneficio esperado en la elaboración y la venta del producto. Se justificaron en la inexperiencia en la labranza del tubérculo o en la falta de riego, por lo que un buen número de plantadores decidió dejar de cultivar remolacha. Esto representaba un duro golpe a los planes de reactivación. Debido a las demandas y embargos judiciales que recayeron sobre la provincia, iniciadas por los litigantes afectados con las expropiaciones de las 10 000 hectáreas, la empresa renunció al acceso a esas tierras y las devolvió, para mantener el favor del estado provincial, su principal apoyo.32

En este contexto, la CAC no tenía más alternativas que proveerse de la remolacha de los cultivadores de la zona, y para no perder su simpatía, se les prometió el pago por adelantado de la mitad del precio (Los Andes 1931). Resultaba una solución de compromiso, mas no llenaba las expectativas de los agricultores, quienes anteriormente habían tomado créditos para sembrarla con la promesa de un retorno más consistente en términos monetarios. En la zafra siguiente, de 1932, nuevamente se detuvieron los equipos del ingenio.

Ante esa situación, el gobierno provincial relanzó el programa de difusión de la remolacha entre los cultivadores. Sancionó una ley para adquirir semilla e implementos agrícolas, emplear a técnicos agrónomos extranjeros y garantizar los contratos entre la empresa y los plantadores.33 En consonancia, el directorio los invitaba a ocuparse de este cultivo ofreciendo beneficios altamente remunerativos, e inclusive, premios mediante el otorgamiento de acciones liberadas de la CAC (Crónica 1932). En la zafra de 1933, durante el segundo mandato de Federico Cantoni, se reiniciaron las labores, confiados en los trabajos que el año anterior habían efectuado los técnicos en diferentes zonas remolacheras. Se habían cultivado alrededor de 1500 hectáreas en San Juan y más de 2000 hectáreas en Mendoza, con las que se esperaba obtener 150 000 bolsas de azúcar (10,5 t) (Crónica 1933; Micele 1936). Sin embargo, el saldo de la zafra solo alcanzó a 18 000 bolsas (1,26 t, alrededor del 800 % menos de lo proyectado), lo que, consideramos, decidió la suerte de una firma agobiada por años sin ingresos genuinos (figura 1) (La Industria Azucarera 1933, 142-144).

¿Qué había ocurrido con los altos rendimientos del sacárido en estas tierras? Es menester considerar varios factores: los rendimientos nunca fueron tan altos como los esperados, con un promedio entre 40 y 35 toneladas por hectárea -algunos alcanzaron poco menos de 15 toneladas-.34 Por otra parte, la falta de experiencia en un cultivo extensivo y con cuidados determinados gravitó en los rendimientos de la cosecha. Una demostración palpable sobre los problemas que acarreaba este emprendimiento lo representa la serie de recomendaciones que realizó el ingeniero Carlos Aubone, en 1933, tras estudiar el funcionamiento de la fábrica de Media Agua y exponer la carencia de un orden o coordinación central en la fase agrícola y los defectos en el ensamble con la elaboración. Sin detenernos en aspectos técnicos, el especialista realizaba sendas sugerencias sobre las condiciones de entrega de la materia prima, como centralizar los cultivos alrededor de las estaciones del ferrocarril; crear puestos de recepción a lo largo de las vías troncales para determinar la riqueza de la remolacha in situ y evitar conflictos en la liquidación; prescindir de largos acarreos -no más de 4 km-; tender trochas y ramales férreos internos para conectar los cultivos con la fábrica. También marcaba la necesidad imperiosa de una distribución más equitativa de las ganancias, para que los agricultores mantuvieran el interés en el cultivo. Inclusive, recomendaba prohibir sembrar semillas que no fueran suministradas por la empresa, desalentar las labores en suelos no aptos, formar equipos de expertos para enseñar su cultivo, entre otros elementos (Aubone 1933).

En síntesis, diferentes épocas de siembra escogidas por cada plantador, la anarquía de métodos de labranza y el súbito abandono del cultivo por parte de algunos productores eran problemas frecuentes. Además, las demoras en las liquidaciones, los conflictos con la fábrica por su arbitrariedad en el pesaje de la materia prima y la consiguiente baja remuneración, junto a la falta de cumplimiento de los contratos y las zafras discontinuadas que no cubrieron el margen de retorno calculado, llevaron a la salida de numerosos plantadores, mientras que otros no le dedicaron el cuidado necesario (Los Andes 1933a, 1933b, 1933c, 1933d, 1933e; Micele 1936).

Con lo expuesto no pretendemos adjudicar como principal razón del declive de este proyecto a la escasez de materia prima, pues la complejidad de la experiencia histórica no puede reducirse a una relación unicausal. Sin embargo, el derrotero descrito aporta razones que incidieron en la escasa productividad de la fábrica y el mal estado financiero, como demostramos en la tabla 1 y 2. Efectivamente, las finanzas reflejaban una grave situación. La suma de saldos negativos -con pérdidas acumuladas que representaban cerca del 60 % del capital suscrito- es una muestra locuaz de una empresa con signos de baja eficiencia económica y con números rojos en los balances. El año 1933 fue el canto del cisne de una firma sin posibilidades de remontar una producción ínfima con altos costos productivos e incapaz de lograr beneficios, lo que hizo improbable revertir las acrecidas pérdidas.

Pese a los resultados de esta experiencia, se abrió una luz de esperanza cuando se propuso, bajo la administración de Juan Maurín, garantizar una emisión de debentures por el valor de 2 500 000 pesos moneda nacional para pagar a los acreedores y reducir los pasivos, a fin de sostener -una vez más- el emprendimiento agroindustrial. Tras una revisión detallada del estado financiero, los legisladores provinciales no acompañaron el proyecto. La repercusión de este panorama en la Asamblea de Accionistas, la demanda de los acreedores y las pocas perspectivas de recuperación sin ayuda extra, condujeron al final de esta empresa.

En 1934 se solicitó la liquidación, fuertemente resistida por un sector de los agricultores que apostaron al cultivo sacarífero y una porción de los accionistas. Luego de diversas alternativas, la gobernación solicitó la expropiación de la quebrada firma y la autorización para erigir un nuevo ingenio azucarero, aprobadas por la Cámara de Representantes en 1935. Desconocemos los pormenores de este proyecto malogrado. En diciembre de ese año la maquinaria fue adquirida por la Compañía Azucarera del Norte S. A. para el ingenio Leales (Tucumán) y al año siguiente las tierras pasaron a manos de otra sociedad.

Conclusiones

En Argentina existe un extendido consenso historiográfico acerca del carácter especializado de las principales economías regionales extra pampeanas de inicios del siglo XX: azúcar en Tucumán, Salta y Jujuy; y vino, en Mendoza y San Juan. Esos espacios, en general, han sido caracterizados como carentes de cualquier estímulo diversificador, debido al dinamismo que adquirieron las agroindustrias centrales, y que incidieron no solo en sus derroteros económicos sino también en su conformación identitaria y sociocultural. Sin embargo, algunos aportes señalaron la conformación de industrias derivadas e inducidas de esas actividades, lo cual permite comprender la existencia de otras ramas productivas, con desempeños modestos, pero suficientes para abastecer las demandas locales; mientras que otras contribuciones identificaron estímulos diversificadores, mediante la promoción de diversas actividades productivas.

Es decir, que en ese corpus encontramos elementos que permiten localizar, en el periodo analizado, diversas iniciativas -algunas exitosas, otras frustradas- que buscaban complejizar la matriz productiva en economías regionales. Desde esa perspectiva, intentamos aportar evidencia empírica y renovadas interpretaciones sobre ese proceso, a partir de un estudio de caso en esta región, que no fue menor, sino que representó el mayor intento diversificador de la época en términos de inversión y de reconfiguración del espacio. Para ello, nos centramos en el rol del Estado provincial como promotor -y también como parte integrante- de un singular emprendimiento productivo mediante el diseño de políticas ad hoc y su recepción entre diversos actores del sector privado. Entendemos que el artículo supera visiones más institucionalizadas de este proceso y explica las dificultades presentes en la implementación de un proyecto acicateado desde el gobierno provincial, pero que necesitaba del capital privado para su concreción.

Precisamente, ponderamos los factores que incidieron en el fracaso de este primer intento de industrializar la remolacha en Argentina, desde aspectos institucionales hasta innegables desaciertos en las decisiones administrativas y productivas. Incluso presentamos algunos elementos que no fueron tenidos en cuenta en los aportes previos. Se propuso la siembra a gran escala en un espacio socio-geográfico tradicionalmente dedicado a la agricultura, pero desconocedor de las peculiaridades del cultivo remolachero. De igual modo, fue evidente la falta de infraestructura necesaria para lograr un flujo constante de materia prima al ingenio, base principal de todo emprendimiento azucarero. Tampoco se encaró el cultivo directo a partir de las condiciones ampliamente beneficiosas, mediante el aprovechamiento de las tierras cedidas por ley. La falta de materia prima afectó especialmente el funcionamiento de la CAC, por lo que no se debe soslayar el análisis costo-beneficio de los agricultores de la zona para apostar al sacárido o retornar a sus cultivos tradicionales. Entendemos que la disponibilidad de materia prima, no solo a buen precio sino de una calidad que responda a los requerimientos agroindustriales, es clave para explicar el éxito o fracaso de un emprendimiento productivo.

Por otro lado, varios estudios coinciden en señalar los inconvenientes que atravesaron las economías regionales en su periodo de modernización -finales del siglo XIX- debido a la ausencia de agencias estatales que orientaran técnicamente el proceso. El caso analizado parecía aportar una trayectoria diferente, al disponer de instituciones especializadas en el cultivo sacarífero. Sin embargo, encontramos aquí otro elemento que pudo tensar la relación entre agencias, técnicos y sector productivo: la falta de tiempo necesario para conocer las reales posibilidades de este tipo de labranza en diferentes terrenos. En efecto, demostramos que los pronósticos basados en los resultados obtenidos en parcelas experimentales bajo cultivo controlado fueron excepcionales, con cosechas bastante dispares en términos de rendimientos culturales en diferentes suelos. El apoyo científico brindado por técnicos e instituciones podía contrarrestar solo en parte los bajos rindes. La difusión y enseñanza de su cultivo implicaban un proyecto a largo plazo y los pocos años de esta experiencia no fueron suficientes.

Asimismo, una interpretación en clave regional de estos elementos amplía el lente desde la escala local, así como permite advertir que el principal foco de tensión con esta iniciativa no habría estado precisamente en los productores norteños. Por el contrario, se lo podría ubicar, por un lado, en el adverso contexto de la agroindustria azucarera argentina durante esos años, periodo en que bajó la cotización del dulce debido a la sobreproducción; y por otro, en el rol de los grandes intermediarios y casas comerciales de la zona central de Argentina, que controlaban el mercado interno del azúcar y manejaban el flujo del producto en diferentes plazas. Indudablemente, las firmas azucareras del norte no habrían recibido con beneplácito un proyecto alternativo en otra región del país, sobre todo en un contexto de exceso de producción y derrumbe de precios. De todas maneras, la CAC tampoco representó una clara competencia, en la medida que la mayor zafra solo alcanzó el 0,6 % del total de la producción nacional, por lo que no resultó un rival en el mercado interno. Mediante la reconstrucción presentada complejizamos así los motivos del ocaso de esta Compañía y ponemos en discusión aquellas argumentaciones que priorizaron el denominado boicot de intereses cañero-industriales extrarregionales como elemento central para explicar el destino final de este proyecto.

Para finalizar, un comentario que enriquece las interpretaciones previas se relaciona con la falta de consenso entre el cantonismo con la dirigencia opositora y la burguesía vitivinícola para apoyar una experiencia novedosa, que podría modificar, aunque solo de modo parcial, una estructura económica erigida en torno a la elaboración de vino, así como habilitar una progresiva intervención del Estado en la producción. Solo parecieron aceptar la injerencia estatal bajo coyunturas críticas para su sector, tal como ocurrió durante la crisis de 1930, con medidas reguladoras y paliativas para mantener a flote sus inversiones en viñedos y bodegas.

Todo lo antedicho permite sopesar el derrotero de la CAC. Es común que los fracasos se asocien a factores exógenos. Pero debe contemplarse también la posibilidad de una apuesta erróneamente concebida, un plan que falló por la incidencia de imponderables, la incomprensión de los sectores de poder, o bien, por factores del entorno productivo. Lógicamente, las esperanzas que despertó esta empresa hacen difícil aceptar que las frustraciones no siempre obedecen a causas oscuras, y que creemos haber esclarecido algunas en esta aproximación a la temática.

Referencias

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Aroca, Celeste. 2017. "Políticas públicas para la promoción de la diversificación económica en Mendoza y San Juan: el caso de la remolacha azucarera (1918-1934)". Ponencia presentada en IV Jornadas Interdisciplinarias de Investigaciones Regionales, 7-9 de octubre, Mendoza, Argentina.

Aubone, Guillermo. 1928. La remolacha azucarera en Cuyo, por el ing. director de la Chacra Experimental de Alto de la Sierra (San Juan). Buenos Aires: Talleres Gráficos del Ministerio de Agricultura de la Nación.

Aubone, Guillermo. 1933. "Los contratos en el cultivo de la remolacha azucarera, por el ing. director de la Chacra Experimental de Alto de la Sierra (San Juan)". Boletín Mensual del Ministerio de Agricultura de la Nación, Dirección de Agricultura, División Estaciones Experimentales, T. 33, n. 1.

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Victoria. 1926. "El cultivo de remolacha". 27 de febrero.

Las primeras experimentaciones datan de mediados del siglo XIX. Las más destacadas se llevaron a cabo a fines de esa centuria en la campaña bonaerense, lo que derivó en la sanción de la ley nacional 2907, de fomento al cultivo de remolacha. Posteriormente, esta iniciativa se replicó en varias provincias: Buenos Aires (Ley 3264 de 1910), Mendoza (Ley 526 de 1910) y Córdoba (Ley 3188 de 1922) (Ferrarazzo 1938, 37; Schleh 1939, 61-62,101-102).
En la segunda mitad de la década de 1920, la Caja Popular de Ahorros de Tucumán, dependiente del gobierno de esa provincia, intercedió como entidad financiera para erigir ingenios azucareros controlados por sociedades denominadas cooperativas cañeras, pero no formó parte de la gestión. Aunque se podría especular sobre algún influjo de la experiencia sanjuanina, el gobierno tucumano no respaldó tan activamente con políticas de estímulo direccionadas a un proyecto agroindustrial. Análisis sobre este tipo de ingenios (Bravo 2021; Bustelo 2016).
Abordajes sobre el cantonismo en San Juan y su plataforma económica, social y política, en Rodríguez (1969); Lacoste (1994) y Ramella de Jefferies (1985). Un estudio sobre la Unión Cívica Radical y sus diferentes reconfiguraciones, en Persello (2007).
Estas versiones fueron forjadas desde la CAC cuando se refería a su emprendimiento como sólidamente proyectado; a las promisorias condiciones de la zona para el cultivo cimentadas por agrónomos del ámbito público y de la misma firma, cuya base eran los excelentes resultados de las cosechas experimentales; y al amplio margen de retorno que ofrecería este emprendimiento, puesto que, según cálculos pesimistas, la relación entre costo de producción e ingresos por ventas otorgarían nada menos que un 54 % de ganancias líquidas para distribuir (Azucarera de Cuyo S. A. 1926). Estas y otras aseveraciones fueron incorporadas y reproducidas por personalidades políticas y por parte de la prensa local.
Encontramos numerosas notas contrarias al gobierno en el periódico conservador Diario Nuevo; en el periódico radical anti bloquista La Nueva Voz, y, sobre todo, embates abiertamente desestabilizadores en Tribuna, todos de San Juan.
Una explicación similar, con notorios tintes conspirativos, se generó tras el fracaso del proyecto azucarero rionegrino en la década de 1940 (Moyano y Bandieri 2018). Conviene aclarar que, en la época, el término trust se asociaba, erróneamente, con estrategias de cartelización de un sector o con una unión de intereses con capacidad de lobby en los sectores de poder. Un buen ejemplo resulta el uso del término en el informe de 1919 elaborado por una Comisión Oficial Investigadora de los Trusts en Argentina (Cámara de Diputados de la Nación 1919). En consecuencia, las interpretaciones históricas sobre las experiencias azucareras de San Juan y Río Negro que reprodujeron este término, recayeron en su utilización inapropiada al extrapolar el uso y sentido del concepto.
La historiografía señala las semejanzas ideológicas y programáticas de los gobernadores de Mendoza: José N. Lencinas (julio 1919-enero 1920), su hijo Washington Lencinas (febrero 1922-octubre 1924), Alejandro Orfila (febrero 1926-diciembre 1928). De San Juan: Aldo Cantoni (diciembre 1926-diciembre 1928) y Federico Cantoni (mayo 1923-agosto 1925 y mayo 1930-febrero 1934); como líderes de un populismo temprano que se distanció del entonces presidente de la nación Hipólito Yrigoyen (octubre 1916-octubre 1922 y octubre 1928-septiembre 1930), lo que suscitó sucesivas intervenciones federales en ambas provincias (Lacoste 1994; Persello 2007; Rodríguez 1969). Es probable que esas similitudes condujeran al diseño de políticas económicas análogas, alimentadas por la cercanía espacial y complementariedad agroproductiva.
En menor medida, se buscaba promover las industrias conexas al procesamiento de las uvas, o bien el aprovechamiento de los productos derivados para prescindir de los proveedores extra regionales (Pérez-Romagnoli 2010; Sánchez-Cano et al. 1997).
Cabe mencionar que ambas instituciones formaban parte de la red de estaciones experimentales y agronómicas fundadas en distintos puntos del país por el Ministerio de Agricultura de la Nación.
En 1928, varios números de la Revista mensual BAP —publicación del Ferrocarril Buenos Aires al Pacífico, de capitales ingleses—, prestaron especial atención a este tema. En el año anterior, a semejanza de la iniciativa sanjuanina, se había discutido un proyecto de ley de concesión para una fábrica de azúcar en Mendoza.
Ley 52, 23 de diciembre de 1923 (Schleh 1939, 69-73).
Diversos informes refrendaban con datos y estimaciones la potencialidad del proyecto. Por ejemplo S/A, 1923.
Ley 137, 20 de febrero de 1925 (Schleh 1939, 74-75).
Skoda era una firma líder en la fabricación de maquinaria azucarera. Por su parte, la elección de F. H. Schmidt S. A. se justificó por ser una empresa con una larga relación como contratista del estado provincial, que ejecutó diferentes obras como carreteras, diques y edificios.
Entre los más destacados, Aldo Cantoni, por ese entonces gobernador de San Juan; Carlos Aubone, por el Ministerio de Agricultura de la Nación; Francisco Arturo, por la Intendencia de Mendoza; José Rebollo, por la CAC en su calidad de administrador gerente y Celestino Lagorio, por la Unión Industrial Argentina —la principal corporación empresarial de la industria en el país—, además de reconocidos comerciantes de la región y de la Capital Federal (Buenos Aires).
Resulta pertinente señalar que los directivos de la fábrica rionegrina fueron más cautos al proyectar la capacidad productiva del ingenio San Lorenzo, con 450 toneladas diarias, adecuado al suministro de remolacha de la zona. Por el contrario, el proyecto primigenio de San Juan estipulaba una producción anual de 1000 toneladas diarias (Ley 52), reducido luego a 500 toneladas (Ley 137) bajo la condición de una posterior ampliación.
Estos campos de cultivo remolachero fueron creados por el gobierno de Mendoza mediante el decreto 130, 6 de marzo de 1926 (Schleh 1939, 62-66).
También la prensa de tirada nacional reprodujo una carta enviada por el agricultor Carlos Santillán Vélez, promotor del cultivo de remolacha en Córdoba, quien avaló estas cifras a partir de los ensayos en sus terrenos (La Razón 1927b).
Victorio Carameli, acreedor, 1 de diciembre de 1934. Archivo Histórico de la Provincia de San Juan (AHPSJ), San Juan-Argentina, Misceláneas Hacienda 1, caj. 13.
Así lo reflejó también el órgano editorial del Centro Azucarero Argentino, que reprodujo ediciones de diarios de Mendoza —La Libertad— y Córdoba —Los Principios— con referencias a la firma instalada en San Juan (La Industria Azucarera 1925a, 381; 1925b, 705). Para una semblanza sobre José Rebollo en un periódico español, consultar Diario ABC (1928).
Entre los directores más sobresalientes de la CAC, mencionamos a Luis Palma (Granja Blanca, Fábrica de Productos Químicos de Zárate y presidente de la Unión Industrial Argentina); Toribio Sánchez (hacendado y vice-presidente del Banco Provincial de Santa Fe); Juan Maurín (bodegas y viñedos en San Juan); Pedro Olivé (Bodegas Escorihuela y Compañía, Mendoza); Carlos Menéndez Behety (comerciante mayorista y gran hacendado de Buenos Aires y de la Patagonia); Leocadio Córdova (fábrica de tejidos); Ángel de la Fonte (Morando e Hijos); General Isidro Arroyo (ex jefe de los Arsenales). Guías de Sociedades Anónimas (1925-1926).
En 1927 se derogó la garantía sobre inversión de 3 500 000 pesos moneda nacional, pero se facultó al Poder Ejecutivo sanjuanino para suscribir acciones por 1 500 000 pesos moneda nacional, lo que le abrió la puerta al directorio de la firma. Ley 239 de 14 de junio de 1927 y decretos complementarios, en Schleh (1939, 77-80).
Según el reportaje realizado a Rebollo, existía una alta demanda por acciones de la CAC en Buenos Aires, Mendoza y en el extranjero (La Reforma 1925). Una crítica a esta situación se plasmó en varios números de El Debate (1925).
Una síntesis cronológica demuestra la oscilante situación política: primer gobierno de Federico Cantoni (mayo 1923 /agosto 1925); intervención federal (agoto 1925 / diciembre 1926); gobernación de Aldo Cantoni (diciembre 1926 / diciembre 1928); periodo de intervenciones federales e intervenciones interinas dispuestas por el gobierno de facto surgido de la revolución de 1930 (diciembre 1928 / febrero 1932); gobierno interino (febrero 1932 / mayo 1932); segundo gobierno de Federico Cantoni (mayo 1932 / febrero 1934); gobiernos interinos (febrero 1934 / agosto 1934); gobierno de Juan Maurín (agosto 1934 / abril 1938).
Gran parte del programa cantonista para desarrollar infraestructura orientada a promover actividades productivas alternativas o impulsar las incipientes, se basó en el aumento de los impuestos a sectores económicos consolidados y en la creación de otros nuevos, como el gravamen a la producción de vino y la uva (Ramella de Jefferies 1985, 235-240).
La prensa de ese periodo fue el campo de contienda donde se enfrentaron tanto opositores como defensores. Basta con recorrer titulares en diversos números de La Reforma como Tribuna para identificar a los contrincantes y sus argumentaciones.
Victorio Carameli, acreedor, 1 de diciembre de 1934, en AHPSJ, Misceláneas Hacienda 1, caj. 13, p. 2. Juan Maurín, bodeguero, fue uno de los primeros socios y ocupó la vicepresidencia de la CAC desde 1925 hasta 1930.
Pocos alertaron sobre el complejo entorno sectorial. Ejemplos en Victoria (1926) y El Diario Español (1927). Ya señalamos la excepción del escrito de Sánchez de Hernández (1996).
El complejo azucarero tucumano, a diferencia de los demás centros productores del país, se caracterizó por la participación de un amplio sector de cultivadores independientes que proveían a los ingenios de una porción de la caña para la molienda. Sobre este tema, consultar: Bravo (2008).
En San Juan, la creación de la Bodega del Estado, en 1934, permitió al gobierno provincial comprar el excedente de vino a precio de costo y almacenarlo para sostener las cotizaciones y dosificar las salidas. Pero fue necesaria también la intervención del Estado nacional para ordenar de forma íntegra la vitivinicultura cuyana mediante la creación de la Junta Reguladora de Vinos (Olguín 2012; Ospital y Cerdá 2016).
Ver Moyano (2015, 2021). Para la época en que funcionó la CAC, se habían erigido en Buenos Aires dos fábricas de refinación de azúcar y alrededor de 20 ingenios cañeros del norte refinaban en sus propios establecimientos.
En Asamblea Extraordinaria de 27 de junio de 1931, se resolvió devolver las tierras expropiadas para ahorrarle a la provincia los gastos por los juicios de los damnificados, cuyos fallos obligaban a pagar precios superiores a los valores reales. Mediante decreto provincial, se dejó sin efecto la expropiación de los terrenos ordenada en 1923. AHSJ, Misceláneas de Gobierno 1, caj. 44bis, doc. 6, 1931.
Ley 444 de 1 de marzo de 1932 (Schleh 1939, 82-83).
En palabras del reputado ingeniero agrónomo Carlos Aubone, "la industria azucarera de Cuyo está en situación similar a las azucareras italianas, en cuanto a la gran irregularidad en la riqueza sacarina de las remolachas y principalmente en cuanto a la gran irregularidad en el grado de pureza de los jugos" (1933, 46).
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Moyano, D. y Rodríguez-Vázquez, F. (2024). Un ingenio en tierras vitivinícolas: políticas públicas y actores en el origen y el ocaso de la Compañía Azucarera de Cuyo S. A. (San Juan, 1923-1935). HiSTOReLo. Revista de Historia Regional y Local, 16(35), 163–203. https://doi.org/10.15446/historelo.v16n35.103200

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[1]
Moyano, D. y Rodríguez-Vázquez, F. 2024. Un ingenio en tierras vitivinícolas: políticas públicas y actores en el origen y el ocaso de la Compañía Azucarera de Cuyo S. A. (San Juan, 1923-1935). HiSTOReLo. Revista de Historia Regional y Local. 16, 35 (ene. 2024), 163–203. DOI:https://doi.org/10.15446/historelo.v16n35.103200.

ACS

(1)
Moyano, D.; Rodríguez-Vázquez, F. Un ingenio en tierras vitivinícolas: políticas públicas y actores en el origen y el ocaso de la Compañía Azucarera de Cuyo S. A. (San Juan, 1923-1935). Historelo.rev.hist.reg.local 2024, 16, 163-203.

ABNT

MOYANO, D.; RODRÍGUEZ-VÁZQUEZ, F. Un ingenio en tierras vitivinícolas: políticas públicas y actores en el origen y el ocaso de la Compañía Azucarera de Cuyo S. A. (San Juan, 1923-1935). HiSTOReLo. Revista de Historia Regional y Local, [S. l.], v. 16, n. 35, p. 163–203, 2024. DOI: 10.15446/historelo.v16n35.103200. Disponível em: https://revistas.unal.edu.co/index.php/historelo/article/view/103200. Acesso em: 7 feb. 2025.

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Moyano, Daniel, y Florencia Rodríguez-Vázquez. 2024. «Un ingenio en tierras vitivinícolas: políticas públicas y actores en el origen y el ocaso de la Compañía Azucarera de Cuyo S. A. (San Juan, 1923-1935)». HiSTOReLo. Revista De Historia Regional Y Local 16 (35):163-203. https://doi.org/10.15446/historelo.v16n35.103200.

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Moyano, D. y Rodríguez-Vázquez, F. (2024) «Un ingenio en tierras vitivinícolas: políticas públicas y actores en el origen y el ocaso de la Compañía Azucarera de Cuyo S. A. (San Juan, 1923-1935)», HiSTOReLo. Revista de Historia Regional y Local, 16(35), pp. 163–203. doi: 10.15446/historelo.v16n35.103200.

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[1]
D. Moyano y F. Rodríguez-Vázquez, «Un ingenio en tierras vitivinícolas: políticas públicas y actores en el origen y el ocaso de la Compañía Azucarera de Cuyo S. A. (San Juan, 1923-1935)», Historelo.rev.hist.reg.local, vol. 16, n.º 35, pp. 163–203, ene. 2024.

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Moyano, D., y F. Rodríguez-Vázquez. «Un ingenio en tierras vitivinícolas: políticas públicas y actores en el origen y el ocaso de la Compañía Azucarera de Cuyo S. A. (San Juan, 1923-1935)». HiSTOReLo. Revista de Historia Regional y Local, vol. 16, n.º 35, enero de 2024, pp. 163-0, doi:10.15446/historelo.v16n35.103200.

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Moyano, Daniel, y Florencia Rodríguez-Vázquez. «Un ingenio en tierras vitivinícolas: políticas públicas y actores en el origen y el ocaso de la Compañía Azucarera de Cuyo S. A. (San Juan, 1923-1935)». HiSTOReLo. Revista de Historia Regional y Local 16, no. 35 (enero 1, 2024): 163–203. Accedido febrero 7, 2025. https://revistas.unal.edu.co/index.php/historelo/article/view/103200.

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Moyano D, Rodríguez-Vázquez F. Un ingenio en tierras vitivinícolas: políticas públicas y actores en el origen y el ocaso de la Compañía Azucarera de Cuyo S. A. (San Juan, 1923-1935). Historelo.rev.hist.reg.local [Internet]. 1 de enero de 2024 [citado 7 de febrero de 2025];16(35):163-20. Disponible en: https://revistas.unal.edu.co/index.php/historelo/article/view/103200

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