Publicado

2016-01-01

Gardella, Mariana. Las críticas de los filósofos megáricos a la ontología platónica.

DOI:

https://doi.org/10.15446/ideasyvalores.v65n160.56685

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Megáricos (es)

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  • Santiago Chame Universidad Nacional de Colombia
Gardella, Mariana. Las críticas de los filósofos megáricos a la ontología platónica. Buenos Aires: Rhesis. 144 pp.
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Gardella, Mariana. Las críticas de los filósofos megáricos a la ontología platónica. Buenos Aires: Rhesis. 144 pp.

En Las críticas de los filósofos megáricos a la ontología platónica, Mariana Gardella realiza un estudio detallado de la filosofía del grupo de los megáricos, exponentes de los otrora llamados socráticos “menores”. El estudio se realiza, en el marco de la propuesta hermenéutica, por zonas de tensión dialógica impulsada por Mársico (cf. 2010). Este dispositivo teórico tiene como una sus prioridades la recuperación de filósofos soslayados por la tradición. El caso de los megáricos es especialmente significativo, ya que, como se demuestra a lo largo del trabajo, se trata de un colectivo de pensadores que ejerció una influencia decisiva en el periodo. El libro, prologado por Esteban Bieda y Claudia Mársico, posee una introducción que ofrece las principales líneas de la interpretación. Así mismo, el texto cuenta con dos apéndices que exponen, respectivamente, un esquema de sucesiones del grupo megárico y una tabla de correspondencias entre las principales traducciones de los fragmentos de los megáricos. El libro culmina con una lista de bibliografía actualizada, que se completa con las menciones de piezas bibliográficas adicionales en notas a pie.

El carácter aporético y fragmentario de las obras legadas por los socráticos muchas veces motivó su apartamiento del canon tradicional de la filosofía clásica. Sin embargo, de acuerdo con Gardella, es posible modificar el relato propio de la historiografía tradicional, sustituyendo la visión sucesoria, propia de las doxografías antiguas, por otra que ponga en primer plano el fuerte grado de intertextualidad e intercambio propios del período. Esto explica asimismo las numerosas variantes teóricas que se conformaron en torno a un mismo problema. La insistencia en la pregunta por lo real, que caracteriza a los filósofos del siglo IV, toma el lugar de hilo conductor necesario para adentrarnos en el pensamiento de los megáricos, teniendo en cuenta su relación crítica con Platón. El objetivo central del trabajo, tal como se detalla en la nota preliminar, consiste en relevar las críticas megáricas contra la teoría platónica de las ideas, que adoptaron fundamentalmente la forma de objeciones conocidas como “el tercer hombre”. La evaluación del alcance y los supuestos de estas críticas lleva a la autora a examinar también las versiones de estos argumentos presentes tanto en Platón como en Aristóteles. Sin embargo, se ofrece un análisis que excede el caso puntual de las variaciones del argumento del tercer hombre, ya que se estudian los rasgos centrales de la ontología y la filosofía del lenguaje megáricas. Este examen resulta de importancia nuclear para una correcta aproximación a las críticas puntuales a la teoría de las formas de Platón.

Dicho esto, el trabajo se divide en dos partes. Los capítulos 1 a 3 ofrecen una aproximación y exposición general del grupo de los megáricos. Los capítulos 4 a 6 se enfocan propiamente en los argumentos del tercer hombre como críticas a la teoría platónica de las ideas, en sus variantes regresivas y no regresivas.

En el primer capítulo, la autora nos sitúa en el marco de la Atenas clásica, alrededor del siglo IV a. c. El grupo de los socráticos se configura en este marco como un plexo de intelectuales, muchas veces enfrentados entre sí, que no constituyen meros difusores del pensamiento de su maestro, sino que se presentan como intérpretes de sus enseñanzas, capaces de introducir novedosas ideas filosóficas. Gardella cita el fenómeno del diálogo socrático como elemento a partir del cual es posible concebir el alcance y crecimiento intelectual del grupo, que rápidamente se extiende a otros intelectuales que no formaron parte del círculo del Sócrates histórico. En este contexto, el caso de los megáricos es en alguna medida particular, ya que este colectivo de pensadores no conformó una escuela en sentido tradicional: no hay rasgos de una organización institucional similar a la de la Academia o el Liceo, por ejemplo. Pero, de todos modos, la autora argumenta que es posible hacer referencia a un “grupo” megárico, compuesto por pensadores que mantenían un contacto entre sí y que compartían una preocupación común, en primer lugar ética y, en segundo lugar, lingüístico-ontológica. La figura central, en el comienzo de la línea megárica, es Euclides de Mégara, integrante del círculo socrático. Precisamente, el mote de megáricos parece adecuado si se tiene en cuenta la deuda de los distintos integrantes con la filosofía de Euclides, que sienta las bases de muchos de los desarrollos posteriores del grupo.

El segundo capítulo, “La ontología megárica”, desglosa las dos tesis más aceptadas por los intérpretes respecto al origen del posicionamiento ontológico megárico, para luego realizar una interpretación de la ontología de Euclides como agathología. De hecho, la mayor parte de las interpretaciones tradicionales giran en torno a la determinación del grado de influencia que pensadores precedentes ejercieron sobre el grupo, asociando a los megáricos ya sea a la escuela eleática, a la línea socrática, o bien atribuyéndoles una teoría que expresa la síntesis de ambas vertientes.

Según la interpretación eleática, la ontología megárica sería producto de una síntesis entre la doctrina socrática del bien y la eleática del ser. Se trata, en última instancia, de una construcción en la que intervino de manera decisiva Platón y luego las doxografías antiguas (cf. 31), donde los megáricos conforman el último eslabón de una “escuela eleática”, noción que es introducida por el propio Platón en el Sofista. Por su parte, la interpretación socrática hace foco en la influencia de las tesis del Sócrates histórico en Euclides y sus continuadores. Esta alternativa parece tener mayor valor, ya que no es producto de juicios posteriores, sino que se basa en anécdotas que manifiestan un contacto directo entre Euclides y Sócrates. De igual modo, las doctrinas de Euclides exponen una gran impronta socrática, añadiendo al formato dialógico, propio de Sócrates, elementos de tipo erístico, lo cual prefigura la impronta dialéctica del grupo. Sin embargo, esta interpretación no aporta elementos suficientes para dar cuenta de las premisas ontológicas de Euclides, ya que hace hincapié, casi exclusivamente, en los problemas éticos. No obstante, Gardella afirma, con base en los testimonios, que los megáricos dan lugar a una ontología íntimamente vinculada con su filosofía del lenguaje –ya que se expresa en una dialéctica refutativa de corte socrático–, que trasciende el campo de la ética socrática y excede los límites de la tipificación eleática. En tal sentido, Gardella propone comprender el bien, mencionado como entidad central, según el testimonio de Diógenes Laercio, como un principio inmanente que no solo presenta rasgos éticos, sino que se refiere a la organización de lo real de manera necesaria, excluyendo el azar. A su vez, el bien como principio posee las características de la unidad y la autoidentidad. Se admite la existencia de otros entes, pero estos no podrían ser formas, a la manera platónica, ya que, con base en los testimonios críticos de Estilpón y demás megáricos, no hay razones para adjudicar a los megáricos una teoría de las ideas, sino más bien el reconocimiento de entidades sensibles, sometidas a la organización necesaria del bien. De este modo, se comprende la especificidad de su planteamiento, en contraste con la mera identificación con el socratismo y el eleatismo.

En el capítulo 3, se aborda el problema de la filosofía del lenguaje megárica, íntimamente conectado con el de la ontología. Decididamente este es el tema que aúna a gran parte de los integrantes del grupo, y se centra en la impugnación del lenguaje como medio de captación de lo real, a causa de los múltiples equívocos y ambigüedades que le son inherentes. Justamente, en el fragmento citado antes (cf. 31), también se señala que el principio del bien es conocido según muchos nombres, por lo que se da a entender seminalmente que el lenguaje pluraliza indefectiblemente la unidad. Los testimonios de Diodoro Crono y Estilpón se expiden de manera análoga. Así, los análisis sobre el lenguaje incluyen críticas a la homonimia, a la sinonimia, a la convencionalidad del significado y a la naturaleza de la predicación. Por último, la autora señala un importante elemento, la crítica de Estilpón a la predicación atributiva, ya que, desde su punto de vista, el fenómeno de la predicación vincula entidades que son diferentes con respecto a su esencia y a las condiciones de su existencia. Así, la predicación establece, en un plano lingüístico, relaciones entre entidades que no tienen un correlato real. De este modo, solo la tautología parece ser admitida por los megáricos como un uso correcto de la predicación.

La dialéctica megárica, por su parte, se encuentra en sintonía con la renuncia a toda pretensión, mencionada anteriormente, de conocer lo real. Gardella se distancia de las interpretaciones que ven en esta dialéctica un ejercicio trivial, sin objetivos filosóficos serios, con el único fin de refutar al adversario. Precisamente, el horizonte de esta dialéctica estriba en el señalamiento de las ambigüedades inherentes al lenguaje, entendido como dispositivo generador de múltiples interferencias en el ámbito de lo real. Esta situación induce, por lo general, a una falsa pretensión de conocimiento, alegan los megáricos.

La segunda parte del libro se concentra en las distintas variantes del argumento del tercer hombre, “cuya importancia radica en que parecería ser una crítica letal a la metafísica platónica” (58). Luego de pasar revista por las versiones regresivas –es decir, aquellas que plantean una regresión infinita de las ideas– de Platón y Aristóteles en el capítulo 4, la autora se centra, en el capítulo 5, en las versiones no regresivas que Alejandro de Afrodisia atribuye a los “sofistas” (en referencia a los megáricos) y a Políxeno (megárico del siglo IV a. C.), y en el argumento contra las formas que Diógenes Laercio adjudica a Estilpón de Mégara. Se advierte la existencia de un claro paralelo en la estructura argumentativa de estos tres argumentos, lo cual invita a interpretarlos como partes de una misma unidad, en el contexto del posicionamiento megárico sobre la relación entre la ontología y el lenguaje. Así mismo, la autora señala que estas versiones no concluyen una regresión infinita de formas, sino que hacen foco en la necesidad de la existencia de una tercera entidad que conecte el plano sensible con el inteligible, ya que se impugna la relación de participación (méthexis) que las versiones regresivas parecen admitir. Esta postura se condice con los postulados de la filosofía del lenguaje megárica, donde se rechaza la aplicación de términos universales a los particulares. En Platón, los términos universales se aplican tanto a las formas como a los particulares (en un fenómeno conocido como “eponimia”), y la justificación de este uso de los términos reside en la relación de participación que vincula a las ideas con los particulares. Al destacar los problemas en torno al uso de los nombres universales, los megáricos impugnan el dispositivo de la participación y, de esta manera, dan sustento a su propia posición que rechaza cualquier intento por conectar el lenguaje con lo real. La versión de “sofistas” concluye la necesidad de una tercera instancia entre la idea y lo particular, al señalar los problemas que se presentan en el momento de determinar la existencia del sujeto de la predicación. Justamente, las condiciones de existencia del sujeto difieren de las del predicado y, por lo tanto, al aplicar un nombre universal (idea) a un particular, se establecen, en el ámbito lingüístico, relaciones entre entidades que no tienen un correlato ontológico; de ahí la necesidad de una tercera entidad que garantice el tránsito entre ambas instancias. El argumento de Políxeno debe ser leído en conjunto con el de los sofistas, sostiene Gardella, ya que también impugna la relación de participación. Adoptando la estructura de un modus tollens, Políxeno nos reduce a dos opciones: negar la relación de participación o admitir una tercera instancia que vincule la idea y lo particular (aunque no especifica el estatus ontológico de esta tercera instancia). De todos modos, esta problemática se desprende como corolario de los problemas que, en términos lingüísticos, involucra el uso de los nombres universales.

Como tercer caso, se tiene en cuenta el argumento de Estilpón en contra de las ideas. Aunque este argumento no presenta la estructura típica de un tercer hombre, tiene un enfoque similar que lo pone en sintonía con los anteriores. En este caso, “la estrategia argumentativa del megárico no consiste simplemente en negar la existencia de las formas, sino en mostrar su nulidad en cuanto principios” (82). Nuevamente, la crítica ontológica surge a partir de una consideración del uso de los nombres universales y del hecho de que es imposible determinar el sujeto en una predicación que involucre un término universal. El resultado es que la forma permanece como puro universal, y el particular, como entidad por naturaleza indefinible e ininteligible, más allá de una nominación deíctica. Es decir, las formas son nulas en cuanto que principios de intelección y existencia de lo sensible, lo cual reduce la teoría platónica a una abstracción vacua. Por último, en el capítulo 6 se tiene en cuenta la versión no regresiva del tercer hombre, que Aristóteles presenta en las Refutaciones sofísticas, donde se observa una clara intertextualidad con los megáricos. Se incluye asimismo una consideración de la interpretación que hace Miguel de Éfeso de la versión aristotélica del argumento.

Por todo lo dicho, podemos afirmar que el libro logra no solo revalorizar a este grupo de pensadores, usualmente relegados por los intérpretes, sino también reevaluar los supuestos, alcances y límites de la metafísica platónica, blanco de ataque de los argumentos megáricos. De este modo se abren nuevas posibilidades hermenéuticas, rescatando el lugar de la intertextualidad y la polémica, como elementos decisivos en la gestación de los diversos sistemas y problemas filosóficos en la antigüedad.


Bibliografía

Mársico, C. Zonas de tensión dialógica. Buenos Aires: Del Zorzal, 2010.

Santiago Chame
Universidad de Buenos Aires - Buenos Aires - Argentina
santiagochame@gmail.com

Referencias

Mársico, C. Zonas de tensión dialógica. Buenos Aires: Del Zorzal, 2010.

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Chame, S. « Las críticas de los filósofos megáricos a la ontología platónica». Ideas y Valores, vol. 65, n.º 160, enero de 2016, pp. 256-60, doi:10.15446/ideasyvalores.v65n160.56685.

ACM

[1]
Chame, S. 2016. Gardella, Mariana. Las críticas de los filósofos megáricos a la ontología platónica. Ideas y Valores. 65, 160 (ene. 2016), 256–260. DOI:https://doi.org/10.15446/ideasyvalores.v65n160.56685.

ACS

(1)
Chame, S. Gardella, Mariana. Las críticas de los filósofos megáricos a la ontología platónica. Ideas Valores 2016, 65, 256-260.

APA

Chame, S. (2016). Gardella, Mariana. Las críticas de los filósofos megáricos a la ontología platónica. Ideas y Valores, 65(160), 256–260. https://doi.org/10.15446/ideasyvalores.v65n160.56685

ABNT

CHAME, S. Gardella, Mariana. Las críticas de los filósofos megáricos a la ontología platónica. Ideas y Valores, [S. l.], v. 65, n. 160, p. 256–260, 2016. DOI: 10.15446/ideasyvalores.v65n160.56685. Disponível em: https://revistas.unal.edu.co/index.php/idval/article/view/56685. Acesso em: 24 abr. 2024.

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Chame, Santiago. 2016. « Las críticas de los filósofos megáricos a la ontología platónica». Ideas Y Valores 65 (160):256-60. https://doi.org/10.15446/ideasyvalores.v65n160.56685.

Harvard

Chame, S. (2016) « Las críticas de los filósofos megáricos a la ontología platónica»., Ideas y Valores, 65(160), pp. 256–260. doi: 10.15446/ideasyvalores.v65n160.56685.

IEEE

[1]
S. Chame, « Las críticas de los filósofos megáricos a la ontología platónica»., Ideas Valores, vol. 65, n.º 160, pp. 256–260, ene. 2016.

Turabian

Chame, Santiago. « Las críticas de los filósofos megáricos a la ontología platónica». Ideas y Valores 65, no. 160 (enero 1, 2016): 256–260. Accedido abril 24, 2024. https://revistas.unal.edu.co/index.php/idval/article/view/56685.

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1.
Chame S. Gardella, Mariana. Las críticas de los filósofos megáricos a la ontología platónica. Ideas Valores [Internet]. 1 de enero de 2016 [citado 24 de abril de 2024];65(160):256-60. Disponible en: https://revistas.unal.edu.co/index.php/idval/article/view/56685

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