Comentario a "Arte como experiencia. Pasado y presente"
Campeotto, Fabio y Viale, Marcelo. “Arte como experiencia. Pasado y presente” Ideas y Valores 70 (2021): 117-138.
Carlos Manuel Montenegro Ortiz
Secretaría de Educación del Distrito - Bogotá D.C. - Colombia
cmmontenegro@educacionbogota.edu.co
John Dewey (1859-1952), pensador pragmatista norteamericano (nacido en Burlington, Vermont), nos ha demostrado que la educación, la filosofía y la psicología, son esferas que confluyen, de la misma forma en que las pinceladas yuxtapuestas de una pintura de Renoir, Monet o Cézanne se funden como un todo en nuestra retina; no habría mejor analogía que esa y de ello estoy convencido. En esta ocasión, los profesores Fabio Campeotto y Claudio Marcelo Viale rinden homenaje al autor de “El Arte como Experiencia”, en adelante AE (LW10), resaltando que, como se promete en el resumen de su artículo, “una mirada contemporánea que rescate los mejores aspectos de este libro (que intente superar las ambivalencias y tensiones que acarrea) debe, necesariamente, relacionar la estética con algunos aspectos de su pedagogía y su filosofía de la educación” (118). Dicho de otro modo, y como lo plantean más adelante los autores de forma incisiva, “la mejor manera de superar las ambivalencias que surgen de Art as Experience, es a partir de vincular esa obra con la concepción de educación de Dewey” (Campeotto y Viale 120). He centrado entonces la atención justo en esta tesis, para dirigir mi breve comentario.
El artículo se desarrolla a partir de tres ideas fundamentales: 1. La visión deweyana de estética (su naturaleza); 2. El rol que esta última juega dentro de la filosofía de John Dewey en términos de experiencia artística; 3. La relación arte-experiencia estética dentro de un contexto social, político y económico. La primera se plantea como una aproximación a la concepción de experiencia ordinaria, en tanto categoría central que permite contextualizar la experiencia estética. Para la segunda, se enfatiza sobre aquel detour hacia la generalidad del concepto de experiencia y de su consumación, para entender más claramente la noción de experiencia estética. Enseguida los autores nos recuerdan la fuerte crítica que John Dewey descargó hacia la atmósfera elitista del arte, para lo cual hacen un paneo (en hombros de Nussbaum, Ibarlucía, Haskins, y Barnes, entre otros) por aquellas ideas sobre cómo el capitalismo invade o monopoliza todo, incluido el arte. Finalmente, de regreso a la tesis del resumen, se concluye que AE (LW10) tiene ambivalencias y tensiones, las cuales pueden ser superadas al vincular explícita y sistemáticamente la estética, con la pedagogía y la filosofía de la educación en la obra del pensador norteamericano (cf. Campeotto y Viale 135).
Voy entonces directamente al punto: ¿quedaría el vacío de no poderse entender concretamente el argumento fuerte que sustenta la tesis? Si bien, mis homólogos (intérpretes asiduos de John Dewey) resaltan la importancia de la pedagogía y la filosofía de la educación como pilares –hasta cierto punto– de AE (LW10), las conexiones argumentativas con dicha pedagogía y filosofía podrían figurar relativamente ausentes dentro del desarrollo temático del texto.
En primer lugar, he asumido la psicología y la epistemología como fuentes argumentales claves a la hora de comprender los conceptos deweyanos de pedagogía y filosofía de la educación; además, como herramientas clarificadoras en la obra de Dewey. Por otra parte, para el filósofo y educador de Vermont, de acuerdo con su trayectoria académica, era clara la importancia de la psicología, en tanto rama de la filosofía, como vehículo para poner a dialogar diversas disciplinas o relacionar ciertos conceptos. Situación fácilmente rastreable en algunas de sus más tempranas obras, y que daría luces al argumento de la relación entre los planteamientos de AE (LW10) con la pedagogía y la filosofía de la educación. Dicho de otro modo, el factor clave que sustentaría la tesis central de “Arte como experiencia. Pasado y presente” (Campeotto y Viale 117-138), a mi modo de ver, radica en el hecho de que la pedagogía, la educación y la experiencia estética girarían alrededor de –o dialogarían moderadas por– la psicología (individualismo deweyano).
Veamos solo algunos ejemplos: en el capítulo 2 de la obra en mención, Dewey llama la atención sobre la forma en que psicólogos y filósofos reclaman el concepto de “sensación” en su relación con la noción de “conocimiento” (AE LW10: 27). Asuntos relacionados con arte y educación, por su parte, eran ya tratados años antes –probablemente no con la misma madurez del filósofo– desde la publicación de Mi Credo Pedagógico (EW5), cuando el educador de Burlington lanzaba visos o tímidas afirmaciones sobre la importancia que tenía la actividad artística en la escuela: “las así llamadas actividades expresivas o constructivas proporcionan el estándar para posicionar la cocina, la costura, el trabajo manual, etc., en la escuela” (90; traducción propia y énfasis agregado); o al reconocer que el proceso educativo tenía “dos polos, uno psicológico y otro sociológico” (90; traducción propia y énfasis agregado), refiriéndose a los asuntos individuales y colectivos, en este caso, del educando; ambos polos,irían siempre de la mano en igualdad de condiciones. Finalmente, plantea Dewey en su credo que:
[L]a educación, así vista, marca la más perfecta e íntima unión entre ciencia y arte nunca antes concebida en la experiencia humana […]; el arte de dar así forma a las capacidades humanas y de adaptarlas al servicio de la sociedad, es el arte supremo; arte que, llama para su servicio a los mejores artistas, en el cual, ninguna perspicacia, simpatía, tacto o capacidad ejecutiva, es demasiado grande para dicho servicio […], Creo que cuando ciencia y arte unan así sus manos, será alcanzado el motivo más decisivo de la acción humana. (EW5: 94-95; traducción propia y énfasis agregado)
Eslabones (¿perdidos?) que, por supuesto, se retoman en AE, al igual que sucede con temas netamente epistemológicos, tales como el apriorismo kantiano o el empirismo inglés; al menos, así se aprecia en el capítulo 11 La Contribución Humana. Términos como razón, pasión, sensación, percepción, etc., permiten ipso facto el diálogo entre áreas como la psicología, la epistemología, la educación, la estética y el arte, por mencionar solo algunos ejemplos (AE LW10: 257-259).
Aunque los profesores Campeotto y Viale advierten en su escrito que se centran en el libro AE, complementan de manera magistral sus ideas a partir de otras obras del filósofo norteamericano y de otros prestigiosos teóricos. Aun así, queda la duda sobre los planteamientos deweyanos que permitan argumentar la tesis planteada al inicio del manuscrito. Aquella de que la pedagogía y la filosofía de la educación en Dewey son aspectos clave para leer la obra en mención.
Adicionalmente, una definición del concepto de Educación en John Dewey podría ayudarnos a iluminar las ideas. Aunque mis homólogos advierten no extenderse en otras obras, tendrían como propuesta alternativa y, a partir de este comentario, otro camino: o bien, inferir una definición a partir de AE o simplemente aportar alguna que, desde otra obra del filósofo pragmatista, nos guíe en la búsqueda argumentativa. De hecho, Dewey propendía por sacar el arte de los museos y llevarlo –enseñarlo– a la comunidad, lo cual se sugiere desde el mismo AE (LW10: 14-15) ¿¡Eureka!? Por ejemplo, una definición de educación desde el individualismo deweyano (aspecto psicológico) que migra hacia lo social (colectivo, comunidad), a propósito de la importancia de Mi Credo Pedagógico, sería:
La educación […] debe comenzar por mirar con profundidad psicológica hacia el interior de las capacidades, hábitos e intereses del niño. Debe ser controlada en cada punto con referencia a estas mismas consideraciones. Estas potencialidades, intereses y hábitos deben ser continuamente interpretados –debemos saber lo que significan. Deben ser traducidos en términos de sus equivalentes sociales –en términos de lo que serían capaces como forma de servicio social. (Dewey EW5: 86; traducción propia y énfasis agregado)
Pero, tal vez, la definición deweyana que mejor sustenta el presente comentario, en el sentido de conectar el concepto de educación con la lectura de El Arte como Experiencia (AE)) sería la siguiente:
[L]a educación es un arte más que una ciencia. Partir del hecho de que en la aplicación concreta la educación es un arte, bien sea un arte mecánica o una bella arte, es indiscutible. Si hubiese oposición entre arte y ciencia, me vería obligado a ponerme del lado de aquellos que afirman que la educación es un arte. (Dewey LW5: 6; traducción propia)
Más que una crítica constructiva, este diálogo con los profesores Campeotto y Viale, se traduce en una ampliación complementaria que se suma al escrito “Arte como experiencia. Pasado y presente” (117-138), para indagar y dejar la reflexión en cuanto al potencial psicológico, filosófico y educativo aportado por el pensador norteamericano. Algunas preguntas que pueden quedar sugeridas a los autores, finalmente, podrían ser: ¿Qué aspectos de la psicología y/o de la epistemología se encuentran inmersos en El Arte como Experiencia? Y ¿cómo se podrían integrar dichos aspectos en aras de argumentar la tesis planteada en el resumen de su artículo (la que aquí se comenta)?
Bibliografía
Dewey, John. “My Pedagogic Creed.” [EW5] The Early Works 1882-1898, early essays 1895-1898, (Vol.5). Edited by Jo Ann Boydston. Southern Illinois University Press, 1972. 84-95.
Dewey, John. “The sources of a science of education.” [LW5] The later works 1929-1930. Essays, The sources of a science of education, Individualism, old and new and construction and criticism, (Vol. 5). Edited by Jo Ann Boydston. Southern Illinois University Press., 1988. 1-40.
Dewey, John. “Art as Experience.” [LW10] The later Works 1925-1953 (Vol.10) 1934. Edited by Jo Ann Boydston. Southern Illinois University Press, 2008. 1-456.