Publicado

2024-02-08

Editorial

Éditorial

DOI:

https://doi.org/10.15446/djf.n22.112137

Palabras clave:

riesgo, humano, psicoanálisis, editorial, contemporáneo (es)

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Autores/as

  • Pio Eduardo Sanmiguel Ardila Universidad Nacional de Colombia

Editorial del número 22.

Editorial of number 22.

Éditorial du numéro 22.

Editorial do número 22.

EDITORIAL


A pesar de los muy diversos desarrollos y descubrimientos de los que día tras día tenemos noticia, y que apuntan todos, se diría, a protegernos de la naturaleza, a hacernos la vida más vivible y la muerte más lejana, a ofrecernos cada vez más oportunidades de solaz y de disfrute de los bienes, en un ambiente de oportunidad y competencia, son cada vez más las voces que concurren a mostrar, desde diferentes horizontes, que las conquistas obtenidas no dejan de acarrear francos o sutiles detrimentos del medio circundante, de la vida social y hasta de lo humano mismo.


Contrastan estos temores con la fe ciega que otros profesan en el progreso y en lo bien orientado de su derrotero, que no requeriría más que de tiempo para ir solucionando los escollos y las imperfecciones que, por ahora y solo por ahora, se seguirán presentando, y que atañen a sus expectativas de universalidad (por el momento solo para unos pocos), a su plena confianza en un tipo de conocimiento en detrimento de los demás (por ahora en ciernes, pero que habría demostrado, a la luz de los muy actuales acontecimientos, un potencial ilimitado y promisorio de desarrollo) y a la recuperación y la reingesta de todo resto, de toda basura (como solución por venir a la acumulación que produce el consumo acelerado en que se aceita la máquina mercantil, pero que por el momento lo infesta todo irremediablemente), todo lo anterior bien comandado por la entronización de un personaje impulsor del movimiento: el individuo libre y autónomo por no deberle nada a nadie. Ni a Dios.


El temor cada vez más fundado de que el hombre no está allí simplemente como espectador, sino que tiene su parte en el desorden que hoy lo amenaza, ha necesitado tiempo para salir a la luz. Encuentra oportunidad en el surgimiento de la amplia tradición humanista que se decanta ya en los umanisti del Renacimiento en ciernes, y ello más allá de las particularidades racionalistas que vendrían a darle específico sello antropológico a dicha indagación filosófica desde finales del XIX, a todo lo largo del siglo XX y hasta nuestros días. Pero este convocar en torno al hombre lleva en sí el prejuicio de la búsqueda esencialista de un ser y de la indagación por el lugar y la responsabilidad de este en el cosmos, como lo formalizara Scheler en los albores de un siglo que vio extenderse dicha tarea en un pulular de humanismos que no por ello se desmarcan de allí; con lo cual, paradójicamente, queda obstaculizado el camino ya abierto por otros y retomado por Freud de destitución del amor propio de la humanidad. Las heridas cosmológica, biológica y psicológica que Freud señalara como afrentas al narcisismo universal parecieran resolverse hoy en una especie de renegación en el humanismo mal entendido que llegó a ser el prejuicio en el que abundamos en el siglo XX: “[…] una fe vaga pero sonrosada en el progreso humano, un respeto semireligioso por las ciencias naturales y la psicología y una arraigada convicción de que el hombre puede desempeñarse en este mundo sin necesidad de Dios”[1]. 


Dicha renegación consiste en sostener que todo se solucionará porque el hombre, como quiera que sea, sigue al mando y está dotado de lo que se requiere… aunque quedaría por saber cómo se define al hombre del que allí se habla, y no sería una sorpresa encontrar que se trata de uno dotado de autonomía, racionalidad y conciencia, que en consecuencia nada adeuda, ni a Dios ni a la naturaleza. Y también consiste en decir que, si el hombre no es el centro de nada, ¡¿a qué viene ahora el que sea responsable de todo?! 


Así se formula entonces, a contrapelo de lo que el psicoanálisis empezara a señalar hace ya más de un siglo, la idea de que el hombre tendría poco o nada que ver con los desarreglos que hoy se evidencian. Pero justamente la extravagancia de su “naturaleza pulsional” es lo que hay que entrar a considerar, habida cuenta de lo que conlleva. 


No es pretensión de este número abrir convocatoria para proponer un censo de los descubrimientos del psicoanálisis que vienen a desautorizar y a oponerse a lo que otros sostienen sobre lo humano, sino para indagar, con los psicoanalistas y con otros, cuál puede ser, evocando a Freud, “el porvenir de una ilusión”, cuando se asume tomar el riesgo de lo humano.


Al examinar las diferentes producciones de lo social a la luz de dicha consideración, sobresale uno u otro aspecto de lo humano otorgando sentido a la vida y al mundo en Occidente, lo que les da tanto su posibilidad como sus límites. Examinemos algunos de estos.


Considérese, por ejemplo, la propuesta de reorganizar lo social a partir de la repartición equitativa del objeto, que ha terminado por constatar que este no se puede racionar sin que resurja enseguida la acumulación y el robo o expropiación como únicas maneras a la vista de recuperar algo de un usufructo que es imposible erradicar de dicha “naturaleza humana”. Piénsese, si no, en la propuesta de organizar una sociedad sobre la idea de la producción de esa plusvalía en un mercado sin trabas, propuesta y realización que también se fundan en asuntos propiamente humanos y que, si hacemos caso a las señales que muestran sus extralimitaciones, ponen a lo humano en riesgo. ¿Puede acaso el psicoanálisis señalar otro derrotero tomando el riesgo de lo humano, sin que lo humano esté en riesgo?


Piénsese ahora en el carácter diacrónicamente recurrente con que chocan las propuestas de organización social, v. gr. la democracia misma y sus retracciones, que actualizan la sospecha de que no sería posible ir más allá de la necesidad de entronización de un padre que normalice y reduzca la angustia, asunto que en otros contextos ha sido llamado “salvar al padre”. ¿Puede el psicoanálisis, a partir de sus hallazgos y elaboraciones, más allá del “Edipo como modelo de humanización”, formular un aporte que rompa el nudo gordiano entre la proclamada necesidad de un padre que lo legisle todo, un padre que regularía el goce, y las esperanzas de libertad puestas en la prescindencia de todo padre? 


Recuérdense también las visiones posapocalípticas a las que nos tiene acostumbrados el cine de ficción desde hace décadas, en las que se augura la destrucción del hombre y el surgimiento de una nueva especie, que no es más que aquel que ya ha perdido lo que de humano tuviere, a la luz de los avances que la ciencia habría aportado para “corregir” el error humano. Remítanse a la serie danesa The rain (2018-2020), cuyo argumento, tan a la orden del día, plantea la inminente desaparición del hombre debida al surgimiento de un virus lo suficientemente agresivo como para obligar a todos a permanecer confinados en búnkeres por casi seis años, así como el reencuentro con todos los viejos y nuevos problemas del amor, el odio, la rivalidad y los celos, tan presentes y urgentes como antes. Y a pesar de que la amenaza ya ha pasado, el argumento vira hacia un plan de mutación como única forma para eliminar todo rastro de “debilidad” humana: el amor, la enfermedad, la muerte…


O lo que ya a finales del siglo XIX el escritor británico H. G. Wells plasma en su novela La máquina del tiempo, el encuentro del viajero del tiempo con las mutaciones de los hombres en seres hedonistas, “en busca de la comodidad y el bienestar de una sociedad equilibrada con seguridad y estabilidad”, la división de los humanoides en dos especies, en la que se intuye una radical separación “del hombre del Mundo Superior derivado hacia su blanda belleza, y el del Mundo Subterráneo hacia la simple industria mecánica”; “tremenda y profética visión del capitalismo” en “dos evoluciones degeneradas de los humanos”, según la lectura que hace el psicoanalista Gustavo Dessal en su excelente libro Inconsciente 3.0. Son los intentos de resolver las sin salidas de una civilización, en las que, por lo general, no se quiere correr el riesgo de lo humano.


¿Será necesario dejar en manos de la tecnología la posibilidad de construir un nuevo hombre a imagen y semejanza del hombre máquina, cuyos modelos biológico-naturalistas se prolongan en la imagen que nos hacemos del funcionamiento de un computador, propicios para la operación sin conflictos anhelada por la economía neoliberal, o acaso podremos correr el riesgo de lo humano y hacerlo al riesgo de lo humano? ¿Qué piensan hoy en día al respecto los mismos que han descubierto la máquina del lenguaje, su imparable machacar que se decanta desde la ciega compulsión de repetición y la pulsión de muerte freudianas hasta el goce y lo simbólico lacanianos? Son los mismos para quienes el sujeto y su deseo, la castración y la diferencia sexual se derivan de dicha máquina, de tal manera que también aquí el hombre estaría fuera del hombre.


Si los objetos de los que nos hemos rodeado para hacer más llevadera la existencia ahogan al punto de ser estos los que nos gobiernan ahora y los que fijan su derrotero de posibilidades y límites, ¿puede el psicoanálisis alumbrar con su linterna para alertar si de esa manera se podría estar botando al niño con el agua de la bañera? Pero, para no descuidar la insuficiencia que encierra la mera denuncia, queremos llevar esta consulta a tal punto que sea necesario preguntar a los psicoanalistas si tienen algo que proponer. Cuando Lacan enfrentó el pedido de los estudiantes de los convulsionados años 60, que solicitaban esclarecimientos para apuntalar mejor su espontánea oposición al régimen político y económico, este les respondió con la escritura de los cuatro discursos que hacen lazo social y les aseguró que dichas estructuras podían bajar a las calles. Ello resultaba indigerible ante la premura del tiempo. Hoy, cuando los psicoanalistas han examinado de mil maneras el discurso psicoanalítico, cuando han advertido su relación con el discurso del amo, y cuando han podido constatar repetidamente en la clínica los estragos del discurso capitalista, estragos que recaen en el deseo y la castración, en el síntoma y en el goce, en el vínculo social y en la otredad, ¿puede decirse lo que el discurso del analista podría aportar a la apertura de rutas del vínculo social sin desmedro de los riesgos que lo humano impone?


Estas son, pues, algunas coordenadas de lo que nos animó a formular y sostener la invitación a participar en este nuevo número de nuestra revista Desde el Jardín de Freud. La noción de riesgo asume que la acción humana ha generado los fenómenos a los que nos enfrentamos, fenómenos que también podrían evitarse mediante la misma acción, lo cual enmarcaría a esta en lo que no sería necesario, pero tampoco imposible. Vivimos en una sociedad en riesgo, afirman los sociólogos desde mediados de los 80[2], lo cual les ha permitido subrayar las paradojas que conlleva el desarrollo técnico instrumental: “el control de la naturaleza hace imposible el control de la naturaleza”; y, en términos de la relación entre ciencia y política, la idea de que las certidumbres que la ciencia aportaba en remplazo de la religión se desmoronan rápidamente, con lo cual, además, el pulular de las religiones que retornan avanza a pasos agigantados, tal vez justamente para ocupar el espacio vacío que deja el discurso actual al prescindir de toda alteridad. Ello resulta también de crucial importancia para el psicoanálisis en su insistencia en la categoría de Otro, más allá de las otredades imaginarias en que este se extravía.


Entre optimistas y pesimistas, entre la “inteligencia del pesimismo” y el “optimismo de la felicidad”, acaso sea el tiempo el que le imprime mayor urgencia a la pregunta por el riesgo de lo humano. El tiempo, eminentemente humano, si es que aún lo experimentamos, pareciera hoy colapsar, y con este, el sujeto mismo, extraviado entre un sinnúmero de objetos de los cuales él mismo hace parte.


Pio Eduardo Sanmiguel Ardila

Editor


[1]Tal es la definición de humanismo que diera el Director Nacional de la UNESCO en el “Congreso Nacional de Humanismo y Cultura Ética” en 1952.

[2]Cfr., Jorge Galindo, “El concepto de riesgo en las teorías de Ulrich Beck y Nicklas Luhmann”, Acta Sociológica 67 (2015): 141-164.

Referencias

ISSN Impreso: 1657-3986

ISSN En línea: 2256-5477

DOI: 10.15446/djf

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Sanmiguel Ardila, P. E. (2024). Editorial. Desde el Jardín de Freud, (22), 11–16. https://doi.org/10.15446/djf.n22.112137

ACM

[1]
Sanmiguel Ardila, P.E. 2024. Editorial. Desde el Jardín de Freud. 22 (feb. 2024), 11–16. DOI:https://doi.org/10.15446/djf.n22.112137.

ACS

(1)
Sanmiguel Ardila, P. E. Editorial. Desde jard. Freud 2024, 11-16.

ABNT

SANMIGUEL ARDILA, P. E. Editorial. Desde el Jardín de Freud, [S. l.], n. 22, p. 11–16, 2024. DOI: 10.15446/djf.n22.112137. Disponível em: https://revistas.unal.edu.co/index.php/jardin/article/view/112137. Acesso em: 16 oct. 2024.

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Sanmiguel Ardila, Pio Eduardo. 2024. «Editorial». Desde El Jardín De Freud, n.º 22 (febrero):11-16. https://doi.org/10.15446/djf.n22.112137.

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Sanmiguel Ardila, P. E. (2024) «Editorial», Desde el Jardín de Freud, (22), pp. 11–16. doi: 10.15446/djf.n22.112137.

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P. E. Sanmiguel Ardila, «Editorial», Desde jard. Freud, n.º 22, pp. 11–16, feb. 2024.

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Sanmiguel Ardila, P. E. «Editorial». Desde el Jardín de Freud, n.º 22, febrero de 2024, pp. 11-16, doi:10.15446/djf.n22.112137.

Turabian

Sanmiguel Ardila, Pio Eduardo. «Editorial». Desde el Jardín de Freud, no. 22 (febrero 8, 2024): 11–16. Accedido octubre 16, 2024. https://revistas.unal.edu.co/index.php/jardin/article/view/112137.

Vancouver

1.
Sanmiguel Ardila PE. Editorial. Desde jard. Freud [Internet]. 8 de febrero de 2024 [citado 16 de octubre de 2024];(22):11-6. Disponible en: https://revistas.unal.edu.co/index.php/jardin/article/view/112137

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