Publicado

2011-01-01

El dolor por un muerto–vivo. Una lectura freudiana del duelo en los casos de desaparición forzada

Grieving over those who are dead-in-life: a freudian reading of mourning in cases of forced disappearance

La peine pour un mort vivant. Une lecture freudienne du deuil concernant les cas de disparition forcée

Palabras clave:

desaparición forzada, duelo, conflicto armado, Colombia (es)
forced disappearance, grief, armed conflict, Colombia (en)
psychanalyse, disparition forcé, deuil, conflit armé, Colombie (fr)

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Autores/as

  • Sandra Zorio Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, Colombia.
La desaparición forzada marca un antes y un después en quienes viven esta tragedia; las víctimas la señalan como una huella imborrable que solo la muerte del doliente borrará. La justicia ineficiente y las intenciones detrás de la desaparición tienen efectos nodales en los procesos de duelo. El trabajo pregunta a la teoría freudiana por los elementos de este proceso que lo diferencian de otros duelos, de otras pérdidas. El duelo, el tabú a los muertos, el dolor y la angustia, entre otros conceptos freudianos, serán la guía para aportar a la comprensión de este drama sufrido por muchos colombianos.
Forced disappearance marks a before and an after in those who experiment this tragedy; victims say it leaves an inerasable trace that can only be eliminated with the death of the bereaved. The inefficiency of justice and the motivations behind the disappearance have decisive effects on mourning processes. From a Freudian perspective, the article examines the elements that differentiate this process from other types of mourning and loss. Mourning, taboo regarding the dead, grief and angst are some of the Freudian concepts that contribute to the understanding of this drama experienced by many Colombians.
La disparition forcée trace un avant et un après chez ceux qui ont vécu cette tragédie; les victimes en parlent comme d’une trace ineffaçable
qui ne s’enlèvera qu’à la mort du souffrant. L’inefficacité de la justice et les intentions de la disparition ont bien des effets nodaux sur les processus du deuil. Cet article demande à la théorie freudienne quels sont les éléments qui distingueraient ce processus par rapport à d’autres deuils, d’autres pertes. Le deuil, le tabou de la mort, la douleur et l’angoisse, parmi d’autres concepts freudiens, collaborent ici comme boussole pour essayer de comprendre ce drame dont souffre beaucoup de colombiens.

El dolor por un muerto – vivo. Una lectura freudiana del duelo en los casos de desaparición forzada*

Sandra Zorio** 

Universidad Nacional de Colombia, sede Bogotá 

* El presente artículo forma parte de la investigación “El duelo en los casos de la desaparición forzada”, desarrollada en el marco del trabajo de grado para optar al título de Magíster en Psicoanálisis, Subjetividad y Cultura de la Escuela de Estudios en Psicoanálisis, Sujeto y Cultura de la Universidad Nacional de Colombia. ** e-mail: sandra.zorio@gmail.com 


El dolor por un muerto-vivo. Una lectura freudiana del duelo en los casos de desaparición forzada 

Resumen 

La desaparición forzada marca un antes y un después en quienes viven esta tragedia; las víctimas la señalan como una huella imborrable que solo la muerte del doliente borrará. La justicia ineficiente y las intenciones detrás de la desaparición tienen efectos nodales en los procesos de duelo. El trabajo pregunta a la teoría freudiana por los elementos de este proceso que lo diferencian de otros duelos, de otras pérdidas. El duelo, el tabú a los muertos, el dolor y la angustia, entre otros conceptos freudianos, serán la guía para aportar a la comprensión de este drama sufrido por muchos colombianos 

Palabras clave: desaparición forzada, duelo, conflicto armado, Colombia. 


La peine pour un mort vivant. Une lecture freudienne du deuil concernant les cas de disparition forcée 

Résumé 

La disparition forcée trace un avant et un après chez ceux qui ont vécu cette tragédie; les victimes en parlent comme d’une trace ineffaçable qui ne s’enlèvera qu’à la mort du souffrant. L’inefficacité de la justice et les intentions de la disparition ont bien des effets nodaux sur les processus du deuil. Cet article demande à la théorie freudienne quels sont les éléments qui distingueraient ce processus par rapport à d’autres deuils, d’autres pertes. Le deuil, le tabou de la mort, la douleur et l’angoisse, parmi d’autres concepts freudiens, collaborent ici comme boussole pour essayer de comprendre ce drame dont souffre beaucoup de colombiens. 

Mots-clés: Psychanalyse, disparition forcé, deuil, conflit armé, Colombie. 


Grieving over those who are dead-in-life: a freudian reading of mourning in cases of forced disappearance 

Resumen 

Forced disappearance marks a before and an after in those who experiment this tragedy; victims say it leaves an inerasable trace that can only be eliminated with the death of the bereaved. The inefficiency of justice and the motivations behind the disappearance have decisive effects on mourning processes. From a Freudian perspective, the article examines the elements that differentiate this process from other types of mourning and loss. Mourning, taboo regarding the dead, grief and angst are some of the Freudian concepts that contribute to the understanding of this drama experienced by many Colombians. 

Keywords: forced disappearance, grief, armed conflict, Colombia. 


“A veces pedía a gritos la muerte como un alivio para ella, porque la imaginaba torturada. Pero no dejaba de implorarle a la vida una oportunidad para encontrarla viva como si nada hubiera pasado. Frente a las desapariciones no hay alivio posible, la incertidumbre cobra sus víctimas. Muchas veces he visto a alguien que se parece a Beatriz y el corazón me engaña pensando que puede ser ella”. 

María Eugenia Vásquez 

Introducción 

Freud conceptualizó el duelo como la reacción que tiene un sujeto ante una pérdida de un ser querido o de la abstracción de una pérdida equivalente. En su escucha psicoanalítica de casos, percibió en sus pacientes lo profundamente doloroso que es atravesar un duelo, lo difícil que es recorrer este camino. A partir de sus observaciones trató entonces de explicarse por qué le es tan doloroso al sujeto despedirse de sus seres queridos y halló que en el duelo, el dolor se encuentra anudado a otro tipo de sentimientos como la culpa y la angustia. 

1. Entiéndase como víctimas también a los familiares de los desaparecidos, de acuerdo con las diferentes normativas existentes en materia de Derechos Humanos 

Igualmente, para el caso que nos convoca, la desaparición forzada, la pérdida marca un antes y un después para aquellos que la sufren y varias de las víctimas1 han señalado el hecho como una huella imborrable que los acompañará toda la vida. La incertidumbre sobre el destino del familiar: si está vivo o muerto; si ha sido torturado; si se hallará en una fosa común; descuartizado, etc., genera tanto dolor y tanta rabia, que para muchos es difícil recuperarse. A pesar de la falta de evidencia física del destino de los desaparecidos, estos temores no son suposiciones y, en este sentido, la desaparición forzada se convierte en una de las prácticas más aberrantes en nuestro país: logra el objetivo de enviar un mensaje de poder y terror, de manera que inmoviliza a los familiares y a toda la comunidad, generalmente los más desprotegidos socialmente por el Estado: campesinos, líderes comunitarios, sindicales, políticos de izquierda y todo aquel que pudiera ser un obstáculo para aquellos que han buscado concentrar la tenencia de la tierra y el poder político que esto trae consigo, prolongando así la vigencia de la guerra. Tal falta de evidencia permite a los victimarios conservar su statu quo gracias a la impunidad que sus prácticas generan. 

Los sentimientos de dolor, culpa y angustia que según Freud vive todo doliente se acentúan y evidencian de una forma muy particular en los casos de desaparición forzada, ya que para cada una de las víctimas la incógnita sobre el paradero de su ser querido es quizá la pregunta que más las atormenta y, a nuestro juicio, es este el rasgo específico que diferencia a este tipo de pérdidas a causa de la violencia de otras. 

El interés del presente artículo es indagar sobre el impacto subjetivo de esta tragedia considerando, además, en nuestro análisis, el contexto social que rodea a la desaparición, pues es sabido que todo proceso psíquico (entre ellos el duelo) está articulado con los apoyos y soportes que brinda la cultura, materializados por ejemplo en la expresión de manifestaciones colectivas como: el acompañamiento de toda una comunidad a un entierro o la actuación de entes reguladores, como lo es el Estado, para impartir justicia o castigo a los victimarios. 

Dada la siguiente suma de elementos presentes en la desaparición forzada, el escenario es desalentador: incertidumbre por el paradero y situación del familiar; una sociedad adormecida debido en parte a la poca atención y visibilización que los medios de comunicación y el Gobierno mismo le dan al problema; complicidad del Estado; ausencia de justicia; responsabilidad indeterminada o, en el mejor de los casos, rebajas de penas para los causantes del daño y justificaciones políticas de los victimarios por su atrocidad, como puede observarse en el caso de las audiencias libres2 que se realizan en el marco de los procesos de desmovilización propiciados por la Ley 975 de 2005, en los cuales los victimarios argumentan con firmeza que la necesidad de prácticas como la tortura y/o desaparición de personas era indiscutible. 

El psicoanálisis ha trasegado un largo y riguroso camino en los estudios sobre el duelo. Preguntarle a Sigmund Freud por los elementos particulares del proceso de duelo en los casos de desaparición forzada y lo que lo diferencia de otros duelos, de otras pérdidas, es el reto que convoca la escritura de este texto. Así, los recorridos clínicos y teóricos de Freud que han derivado en conceptos y nociones como duelo, ambivalencia afectiva, objeto amado, tabú a los muertos, dolor y angustia, entre otros, serán la guía para aportar a la comprensión de este drama sufrido por muchos colombianos. 

2. Para una lectura detallada de algunas de las versiones libres de los postulados para acogerse a la Ley de Justicia y Paz puede consultarse la página web del medio alternativo Verdad Abierta. Véase Verdad Abierta, “Paramilitarismo y conflicto armado en Colombia. Sección Justicia y Paz: Versiones”, Verdad Abierta, http://www.verdadabierta. com/justicia-y-paz/versiones (consultada el 1° de marzo del 2011). 

Freud y el tabú del cadáver, la muerte y los ritos 

Para acercarnos al tema que nos convoca, tendríamos que comenzar preguntándole a Freud por las implicaciones de la ausencia del cadáver en un duelo. Iniciaremos nuestro recorrido en su texto “Tótem y tabú”3, en el que introduce un elemento fundamental: la existencia del tabú de la muerte, el tabú del cadáver y el entramado de ritos y creencias que los soportan. 

Basado en su análisis de la clínica del neurótico y del comportamiento del que considera su antecedente, el hombre primitivo, Freud explica que en cuanto al significado de la muerte en la vida de los últimos, no hallamos nada claro. Todo lo contrario. Se vislumbra un escenario de contradicciones, pues este hombre, que se tomó tan en serio la muerte y se sirvió de ella, al mismo tiempo la rechazó (para sí mismo). En principio la muerte le era grata si se trataba de la de los demás, pues representaba el aniquilamiento de su enemigo, la seguridad de su existencia y en consecuencia no se contenía ni tenía reparos para evidenciar su satisfacción. En cambio la muerte de los cercanos no le era tal: esta le fue tan inimaginable e inverosímil como lo es para el neurótico actual. Cuando el hombre primitivo vio morir a sus objetos de amor, su dolor lo confrontó con su propia posibilidad de perecer. El hombre primitivo resolvió este dilema de la siguiente manera contradictoria: aceptó su propia muerte, pero nunca la aniquilación de la vida. Fue así que inventó espíritus y les asignó a los muertos una vida no humana. De esta manera pudo conservar el recuerdo perdurable de sus muertos y consolarse con la suposición de otras existencias después de la muerte. Esta construcción se convirtió en un soporte constituyente de las creencias religiosas sobre la muerte, con una importante incidencia sobre el psiquismo del neurótico. 

Por esto para Freud el hombre primitivo no se distancia mucho del neurótico actual en cuanto a los sentimientos que la muerte convoca, pero sí en las maneras en que estos se tramitan. Nos diferenciamos del primitivo en la medida en que mientras este lograba descargar su impulso hostil mediante hechos y acciones concretas inconcebibles hoy en día por los efectos de la represión impuesta por nuestra cultura civilizada, el neurótico de nuestro tiempo exterioriza su hostilidad a través de la culpa o en algunos casos desviando hacia sí mismo la agresividad que en principio tenía como destino su prójimo, por ejemplo, en la forma de un síntoma. Pocas veces el neurótico puede arremeter contra su semejante de manera abierta, totalmente libre y sin el más mínimo grado de represión o sin autorreprocharse o recibir el repudio de su grupo social. 

Sin embargo, el neurótico y el primitivo tienen en común el hecho de que la muerte les pone en evidencia su propia impotencia. Freud sugiere que en virtud de esta impotencia y lo inaceptable de la aniquilación definitiva de la vida, tanto para nosotros como para el primitivo es factible la reconciliación con la muerte gracias a la ficción, es decir, otorgándole a la existencia la posibilidad de otra vida después de la muerte, intangible, eterna, no perecedera y tal vez mucho más fácil de llevar que nuestra vida terrenal. 

3. Sigmund Freud, “Tótem y tabú” (1912- 1913), en Obras completas, tomo ii (Madrid: Biblioteca Nueva, 2003). 

La significación de lo sobrehumano adjudicada a los muertos configura el escenario de lo sagrado, ámbito que Freud estudiará en el primitivo para luego dar cuenta de las implicaciones de la muerte para el neurótico. Lo sagrado es para Freud la otra cara de lo prohibido, de lo peligroso o impuro. ¿Cómo es posible que algo que sea sagrado tenga a su vez un carácter de impuro? 

Freud retoma entonces los estudios antropológicos de diversas culturas primitivas en los cuales se evidencia que un objeto considerado como sagrado cobra ese estatuto gracias a los ritos, que por su carácter simbólico transforman su hipotético pasado impuro. Vale la pena destacar que esta impureza cobra vigencia cuando lo sagrado ha sido violentado o transgredido, como pudiera haber ocurrido con los cadáveres. Lo sagrado violentado provoca horror y, a propósito de esto, Freud comenta para el caso de los cadáveres que en muchas culturas aquellos que han tocado un muerto o asistido a un entierro se hacen impuros, como si la muerte fuera una enfermedad virulenta, y por esta razón quedan privados de toda comunicación con el resto de la comunidad, con lo cual se pretende frenar el avance del virus de la muerte. En otros casos se presenta la costumbre de mostrar el luto con atuendos que signifiquen ante la comunidad la experiencia de la muerte. La persona de luto habrá de restringir sus actividades y permanecer alejada de su grupo social, como si alrededor de esa especie de cuarentena que se instaura se edificara una suerte de muro invisible capaz de delimitar los alcances de la muerte. 

Freud señala que las costumbres relativas a los muertos tienen un peso simbólico que atraviesa generaciones y culturas, de tal manera que en toda sociedad existe un tabú hacia ellos. Esto puede verse expresado en costumbres y creencias populares más cercanas y propias de nuestro tiempo relacionadas con el tratamiento que les damos. Así por ejemplo: el respeto y el miedo hacia los difuntos, el lavar las ropas después de estar en contacto con un muerto y antes de acercarse a un niño, las despedidas al son del mariachi en sectores populares, los alabaos y cantos de las comunidades negras, la idea cotidiana de que en los cementerios asustan o que en los camposantos hay almas en pena, etc., tienen en común con las creencias mencionadas por Freud el hecho de que hay algo que nos impele a establecer una muralla protectora alrededor de todo lo relacionado con quien pudo “visitar el más allá”. 

Las ceremonias y los ritos tienen por finalidad, entre otras cosas, según Freud, expulsar el espíritu maléfico en que se convierte el alma del muerto para proteger a la comunidad de un posible daño. En nuestra sociedad, podemos encontrar un sinnúmero de creencias relacionadas con esta idea que determinan los modos de proceder con un muerto. Por ejemplo: que el muerto se despedirá si no lo hizo en vida; que su alma vagará si no recibió un perdón en vida; que si tenemos una cuenta pendiente con él, este podrá volver al mundo de los vivos a “halarnos las patas”, o incluso que si no ha recibido su “cristiana sepultura”, su alma vivirá en pena. Es decir, se plantea una especie de ética en el doliente que a primera vista pareciera responder a una deuda simbólica —enterrarlo y honrar su memoria—, pero que también apunta a la protección del posible daño o evita una eventual muerte, anticipada por el resentimiento de un alma que ha tenido que abandonar este mundo. 

Entre las causas de los diversos ritos y creencias, la referencia a la propia muerte es una de las más importantes justamente por la imposibilidad de ser representada. La muerte es irrepresentable y Freud da cuenta de la ausencia de su representación en el inconsciente. Son precisamente los ritos y las creencias las herramientas disponibles en la cultura para confrontar esa ausencia y es por esto que son esenciales en los procesos de duelo. Por ejemplo, a través de ritos y creencias constatamos individual y colectivamente que los cadáveres no son desechos mortales sin valor social, cultural y/o subjetivo; todo lo contrario, conservan para los dolientes el valor del objeto amado, al cual los ligan vínculos amorosos y libidinales. 

Ambivalencia afectiva 

A partir de su rigurosa lectura de planteamientos realizados por la antropología y sobre todo basado en la escucha de los casos de sus pacientes, Freud propone algo no menos importante que el tabú hacia los muertos y que se ubica en el trasfondo de toda nuestra actitud frente a estos. Aunque el tabú se defina a partir de las condiciones que lo sustentan: lo sagrado, lo inquietante, lo puro, lo prohibido y lo impuro, condiciones fundamentadas en el luto y en la repulsión al cadáver, como ya lo vimos, según Freud estas no son suficientes para que se construya un tabú alrededor de los difuntos. El tabú nace, tanto para el primitivo como para el neurótico, no solamente de lo que mencionábamos sobre la santidad, sino que además se sostiene en los sentimientos ambivalentes que tiene el doliente por aquel que se fue4. 

Sabemos que la ambivalencia afectiva se da en todas las relaciones humanas, y sobre todo en las más amadas, debido a la represión ejercida por la cultura a través de la prohibición de la satisfacción plena de la pulsión agresiva que habita en todo ser humano; la tendencia destructiva es ocultada por el amor y el bien, de tal manera que deja como resto insatisfecho un deseo inconsciente de muerte. 

Así le sucedió al primitivo, pues para llegar a construir una sociedad civilizada no pudo seguir exteriorizando a diestra y siniestra sus sentimientos hostiles, como bien lo plantea Freud en su texto “El malestar en la cultura”, al señalar que la cultura es “la suma de producciones e instituciones que distancian nuestra vida de la de nuestros antecesores animales y que sirven a dos fines: proteger al hombre contra la Naturaleza y regular las relaciones de los hombres entre sí”5. El acceso a la cultura supone una represión fundamental, sin la cual las relaciones sociales quedan al arbitrio de las voluntades individuales y de las pulsiones de cada uno. 

4. Ibíd., 1758.  

¿Qué sucede entonces con aquella hostilidad reprimida? Recordemos que la tendencia agresiva es la expresión más clara de la pulsión de muerte y que como pulsión por excelencia dejará en lo profundo de nuestras relaciones un resto insatisfecho, que buscará su eventual satisfacción en la vida del neurótico por diversos medios, ya sean directos, sustitutivos o fantaseados. 

Es en este punto en el que, enmarañados con nuestros más tiernos sentimientos dirigidos al objeto de amor, pueden ir también sentimientos hostiles fundamentados, por ejemplo, en el interés de conservar nuestra propia vida. 

En toda relación humana el principio de ambivalencia afectiva opera causando conflicto no solo en el encuentro con el otro, sino también en el ámbito psíquico con nosotros mismos, pues ante la más mínima aparición consciente de los sentimientos de hostilidad contra quien es idealizado como objeto querido y amado, digno de cuidar, surge la culpa y el reproche como forma defensiva del yo. 

En cuanto al duelo, después de una pérdida surge entonces en el doliente “una reacción contra la hostilidad dada en su inconsciente, análoga a la que en los segundos [los neuróticos] se manifiesta por medio de los reproches”6. Freud nota en sus pacientes que “ni el recuerdo de haber asistido al enfermo con la mayor solicitud ni los argumentos objetivos más convincentes contrarios a la penosa acusación bastan para poner fin al tormento del sujeto, tormento que constituye quizá una expresión patológica del duelo”7. 

En el caso de muerte del ser querido, dice Freud, el sujeto siente culpa pues aquella pareciera producirse como realización definitiva de los deseos inconscientes que en algún momento experimentó. De ahí que podamos decir que cuanto mayores sean los reproches y sentimientos de culpa en el duelo, mayores probabilidades existen de que el doliente haya experimentado hostilidad hacia el objeto amado. 

5. Sigmund Freud, “El malestar en la cultura” (1929-1930), en Obras completas, tomo iii (Madrid: Biblioteca Nueva, 2003), 3033.

6. Freud, “Tótem y tabú”, 1786.

7. Ibíd., 1785.

8. Ibíd., 1789. 

Así, el tabú a los muertos refleja tanto el dolor ante la muerte del ser amado como la hostilidad sentida hacia este, ambos sentimientos con la expectativa de elaborarse durante el proceso de duelo. He aquí una de las funciones del duelo mencionada por Freud: “El duelo tiene que desempeñar una misión psíquica definida, que consiste en desligar de los muertos los recuerdos y esperanzas de los supervivientes. Obtenido este resultado se atenúa el dolor, y con él el remordimiento, los reproches”8; como ya dijimos, los ritos funerarios son un escenario construido por la cultura para tal fin. 

Aunque Freud no se pregunta por lo que pasaría en ausencia de los ritos funerarios, hasta el momento podemos deducir, gracias a sus planteamientos, que sin rito el sujeto queda anclado a un sentimiento tortuoso de culpa y angustia, ya que el carácter que se le adjudica al muerto, como ser temido y amenazante, queda sin lugar a elaboración, de modo que prolonga el estado de incertidumbre frente a lo irrepresentable de la pérdida y la angustia. 

Cambio de estatuto del cadáver 

Para el psicoanálisis el rito tiene un lugar esencial en la elaboración del duelo, pues otorga un recubrimiento al cadáver, como una especie de vestido que se le pone al objeto para velar su condición de desecho o también de espíritu maléfico, para recuperar la condición de objeto amado, es decir, valorado y respetado, no solo por el doliente sino por todo un colectivo. 

Incluso la referencia al vestido la vemos expresada en el proceso de arreglo de un cadáver. A este se le viste con su mejor atuendo, hay toda una suma de esfuerzos para que la presencia de este muerto en su sepelio sea diferente a la del puro desecho. Aunque el cuerpo quede condenado a la putrefacción, inscribir su nombre en una lápida, rezar la misa, cantar alabaos en el caso de los negros, entre muchas otras, representan formas de escritura del difunto que lo reinscriben en el orden simbólico de su cultura. 

Por ejemplo, para la religión cristiana el rito funerario que contempla eucaristía y el posterior entierro tiene una función de purificación del alma; le permitirá su entrada al reino de los cielos: “Los cuerpos de los difuntos deben ser tratados con respeto y caridad en la fe y la esperanza de la resurrección. Enterrar a los muertos es una obra de misericordia corporal, que honra a los hijos de Dios”9. 

Para las comunidades negras e indígenas, los ritos funerarios son mucho más significativos y están articulados a todo el entramado de sus creencias y costumbres, de tal manera que cuando estos fallan, todo su sistema simbólico se resquebraja. Así ha sucedido en muchos casos de masacres en Colombia, como la de Bojayá10, que si bien no se trató de desaparición forzada, sí podríamos decir que fue un caso de “muertos mal enterrados”. Pues luego del estallido de la pipeta de gas la población sobreviviente tuvo que salir desplazada hasta la zona urbana más cercana, sin tiempo de recoger sus pertenencias ni mucho menos de enterrar a sus muertos. 

9. José Manuel Estepa Llaurens, director, Catecismo de la Iglesia Católica (Barcelona: Herder, 1957), 2300.

10. Bojayá es un municipio del departamento del Chocó, Colombia, cuyos pobladores sufrieron una masacre en el año 2001. 

Este hecho de no haber podido enterrar a sus muertos sustrajo a las víctimas de las certezas mínimas de su existencia. Debido a esto los sobrevivientes se sintieron durante mucho tiempo angustiados por la culpa de no enterrar correctamente a sus muertos, como si en sus manos estuviera el permitirles descansar en paz por medio del entierro, de acuerdo con sus costumbres ancestrales, pues para esta comunidad vivir en deuda con sus muertos implica perder la protección de sus ancestros. 

En el caso de la desaparición forzada, hallamos que la exigencia de enterrar a los difuntos es un pensamiento frecuente acompañado de un sentimiento atormentador en los familiares de los desaparecidos. Para muchos, el tema de la condena que debía merecer el victimario o la búsqueda de los responsables quedan relegados a un segundo plano. 

En los pocos casos en los que los familiares de los desaparecidos dan por hecho la muerte de su pariente, la exigencia de enterrarlo surge de manera insistente, como lo vemos en el siguiente ejemplo de una conversación con una mujer hija de un desaparecido: ella consideraba que su papá ya estaba muerto y cuando le pregunté por qué si lo daba por muerto lo seguía buscando, contestó: “Es que él no es un animal para que esté por ahí botado, ¡yo necesito enterrarlo!”. 

El rito se nos revela entonces como la posibilidad de dar testimonio de eso que aunque el doliente ya lo sabe para sí mismo —el hecho de que el cadáver no es un desecho—, necesita compartirlo con sus semejantes para así inscribirlo en el sistema simbólico y cultural que lo cobija. Para que el cadáver ratifique su estatuto y transite de desecho a cuerpo del objeto amado a enterrar, o bien de espíritu maléfico a antepasado o ancestro para adorar, necesita de las ceremonias, ritos fúnebres que hacen de los deudos, los allegados y el muerto partícipes de un orden simbólico capaz de bordear, al menos en parte, lo inaprehensible del cadáver y de la muerte. 

¿Es para Freud el rito la posibilidad de un olvido? Rápidamente deducimos que no: “[…] entonces aquellos espíritus que han sido temidos como demonios se convierten en objeto de sentimientos más amistosos, siendo venerados como antepasados, cuyo socorro se invoca en toda ocasión”11. 

El rito entonces tiene también como función facilitar un cambio de posición subjetiva en el doliente con respecto al muerto en relación con su ambivalencia afectiva. Pues si él cumple con la obligación de honrar la memoria del difunto, de abrirle un espacio a su nombre en la memoria de los vivos, de separar de la existencia del muerto el cuerpo —destinado a la putrefacción— del nombre —que podrá conservarse en una lápida para el recuerdo de los deudos—, entonces podríamos decir que el doliente hace las paces con su muerto. De esta manera, gracias a los ritos, el doliente puede pacificar la relación tormentosa con su muerto. 

11. Freud, “Tótem y tabú”, 1789. 

Al faltar los ritos el duelo queda en posible riesgo de ser suspendido, prolongado, infinito, pues el sujeto queda alienado en una relación mortífera con el muerto y en un terrible dolor tejido con culpa y con reproches. Es común encontrar en los relatos de los familiares de desaparecidos sentimientos de culpa mezclados con angustia e incertidumbre, como lo muestra el caso de una madre de un desaparecido, que constantemente ocultaba y sacaba la foto de su hijo. Ella le había construido un altar católico con veladoras y estatuas de santos con el fin de rogar por su estado. Contaba que en ocasiones sentía culpa por colocar la foto en dicho altar, pues es como si lo estuviera declarando muerto y más bien el altar tuviera la función de rogar por su alma. En esas situaciones guardaba de nuevo la foto o le daba vuelta, hecho que con los días se le hacía insoportable pues volvía a sentir culpa por no rezar por el bienestar de su hijo. 

El duelo en “Duelo y melancolía” 

En su clínica Freud encuentra comportamientos parecidos en el duelo y en la melancolía. Con el fin de “esclarecer la esencia”12 de esta última, compara y extrema la descripción entre los dos afectos. Muy a pesar de su título, es poco lo que Freud revela sobre el duelo en este artículo, ya que su intención es avanzar en su trabajo sobre las neurosis narcisistas13. Aún así, nos detendremos a estudiar las reflexiones de Freud sobre el duelo para que sean otro insumo de lectura en nuestro tema de estudio. 

En primer lugar, Freud encuentra que el duelo no es un estado patológico y que no debe ser tratado como tal, por el contrario plantea que es natural y necesario para que el sujeto afronte su situación de pérdida. Recomienda que no debe ser perturbado, pues se confía en que al cabo de algún tiempo desaparecerá por sí solo. 

se confía en que al cabo de algún tiempo desaparecerá por sí solo. Además descubre que algunas personas tienen una predisposición a la melancolía en lugar de poder llevar a cabo un proceso de duelo cuando sucede una pérdida. Esta, por su parte, es una afección en el yo expresada en un exceso de autorreproches y una perturbación del amor propio con un considerable empobrecimiento del yo. 

Sumada a la concepción del duelo como la posibilidad de tramitar la culpa y los reproches con el muerto y de lograr un cambio de posición subjetiva frente a él, como ya lo hemos visto, Freud presenta entonces otra finalidad en este texto: la deslibidinización paulatina del objeto amado para que esta libido sea puesta en otros objetos14. 

Pero Freud no opina que este sea un proceso rápido y fácil, por el contrario nos anuncia los posibles obstáculos que se dan en este camino, pues el sujeto no abandona gustosamente los objetos en los que tiene aferrada su libido, por tanto es un proceso “lento y paulatino”15. 

12. Sigmund Freud, “Duelo y melancolía” (1915-1917), en Obras completas, tomo ii (Madrid: Biblioteca Nueva, 2003), 2091.

13. Freud llamó neurosis narcisistas a la esencia de la estructura clínica de algunas psicosis.

14. La libido es concebida por Freud como la energía psíquica que orienta el deseo, la manifestación dinámica de la vida psíquica y en el caso que nos convoca, es orientada al semejante en cuanto objeto amado.

15. Freud, “Duelo y melancolía”, 2092. 

Sostiene que en el duelo existe una inmensa dificultad para lograr el cometido de la deslibidinización, pues durante su proceso la libido, que también sostiene al yo en condiciones normales, es depositada casi en su totalidad en el ser querido, de allí que se den por ejemplo idealizaciones del muerto, estas muy bien expresadas en el dicho popular: “No hay muerto malo”, o que todos los pensamientos estén dirigidos hacia él, incluso, que se pierda interés por otras actividades o escenarios de la vida, espacios que se vivían con vigor. 

Toda la energía del doliente está en función del ser perdido. Este es un aspecto interesante, en la medida en que nos demuestra que la existencia en la vida psíquica no es la misma existencia material, es decir, si bien el doliente puede constatar de manera física el fallecimiento de su amado, por un buen tiempo, para su vida psíquica él puede seguir permaneciendo vivo. Aún así, la confrontación con la realidad suma entre los factores determinantes para el duelo y es considerada por Freud como una condición necesaria. 

Las dificultades del “examen de realidad” en la desaparición forzada 

En 1925, en su texto “Inhibición, síntoma y angustia” Freud afirma que “el duelo surge bajo la influencia del examen de realidad, que impone definitivamente la separación del objeto, puesto que él mismo no existe ya”16. 

En los casos de desaparición forzada asimilamos la posibilidad del examen de realidad, en primer lugar, a la existencia del cadáver y la constatación de la muerte que pueden hacer tanto el doliente como sus allegados. El cadáver permite por fin la delimitación del horror de la muerte circunscribiéndola a algo físico, el cuerpo del difunto, y, por ende, la consiguiente realización de los ritos funerarios, que facilitan el curso de los procesos de duelo, como vimos. 

Además, el cadáver también puede permitir que los deudos accedan a algo de la verdad, en términos de las circunstancias de la muerte, paradero del muerto, posibles ejecutores, etc., que delimitan en algo lo inabarcable de la muerte y la ausencia de su representación en sí; este examen de realidad es la posibilidad de inscripción en lo simbólico de un dolor que puede parecer insoportable. 

Freud también nos anuncia que si bien el examen de realidad le muestra de forma material al doliente que el objeto amado ya no existe, como ya lo habíamos mencionado, no es la única garantía, ni la más segura, aunque se espera que de forma paulatina el sujeto pueda ubicar su libido en otros objetos y situaciones enfrentándose a la realidad material. 

16. Sigmund Freud, “Inhibición, síntoma y angustia” (1925-1926), en Obras completas, tomo iii (Madrid: Biblioteca Nueva, 2003), 2883. 

Aunque sabemos que será gracias a la suma de muchos factores —como por ejemplo la predisposición psíquica que tenga el doliente para afrontar un escenario de pérdida dada por su historia personal— que el sujeto cumplirá el objetivo del duelo, de todas formas es lógico pensar que sin este tipo de pruebas materiales, como sucede en nuestro tema de estudio, la posibilidad de elaboración del duelo, en términos de deslibidinización del objeto amado, se hará mucho más difícil. 

El vaivén del doliente entre la suposición de vida y la de muerte nos daría a pensar que entonces hablamos de un duelo truncado o por lo menos obstaculizado por la ausencia del cadáver y por lo tanto de los ritos fúnebres necesarios para facilitar el proceso de duelo. 

El desaparecido toma una connotación de muerto–vivo, una especie de fantasma que atormenta al sujeto, lo angustia por no haber podido ser enterrado y al mismo tiempo por ser un vivo que podría estar pasando fuertes necesidades fuera de casa. Realidad y ficción parecieran jugarse una cruzada. Como sucedió con la madre de una desaparecida, quien a la hora de comidas arreglaba diariamente el comedor apartando un lugar con su respectiva porción de alimentos para su hija. La señora había quedado a cargo de la nieta, es decir, la hija de la desaparecida, y le hablaba a la niña como si su madre estuviera presente en el comedor; como si la señora se dirigiera a un fantasma, allí en el lugar del vacío. 

Nos atrevemos a pensar que en el duelo por los casos de desaparición forzada, el estado anímico como dolor psíquico se extiende al punto de traspasar los límites subjetivos, a causa de la angustia generada por la espera de una constatación que posiblemente jamás se dé. 

Angustia y duelo 

No podemos dejar de lado la relación que tiene la angustia con los procesos de duelo, y sobre todo en la desaparición forzada, ya que la incertidumbre expresada por las víctimas como angustia es uno de los afectos más frecuentes en este drama. Recordemos que Freud tiene varios textos que dan cuenta de su complejo trabajo sobre la angustia. Para nuestro análisis me basaré en el planteamiento principal de su texto “Inhibición, síntoma y angustia”17. En primer lugar, la angustia como afecto que vive un sujeto ante la posibilidad de ausencia de un objeto fundamental y, en segundo lugar, la angustia como angustia de castración. 

Abordemos la primera explicación de la angustia, la conceptualizada por Freud como el afecto ante la posibilidad de la pérdida de un objeto fuertemente investido. Si este objeto falta, el sujeto siente que está en un grave peligro. Para poder delimitar de forma precisa los afectos vividos en una eventual pérdida, Freud diferencia entre el dolor y la angustia. 

Nos dice que estos dos sentimientos son diferentes en su esencia, pues el dolor es la reacción del sujeto ante una pérdida y la angustia la reacción ante el peligro al que el sujeto se puede exponer por esa pérdida. En escenarios de duelo por la pérdida del ser amado, dice Freud, estos dos sentimientos se presentan juntos o se mezclan generando gran inestabilidad y confusión, que se espera resolver en el transcurso del duelo y gracias al examen de realidad. 

Para llegar a este punto, Freud pone el ejemplo del caso del niño pequeño, quien, cuando su madre se va, no logra diferenciar la ausencia temporal de una definitiva y por eso siente dolor ante la pérdida de su madre y angustia porque se enfrenta al vacío, el desamparo y la soledad de la aparente pérdida definitiva. Es por esto que vemos cómo los niños pequeños lloran desconsoladamente ante la partida de su madre, aun cuando esta y los otros le repitan constantemente que tendrá un pronto regreso. 

En el caso de los niños, poco a poco, gracias a los retornos de su madre, y como lo dice Freud, gracias a las “experiencias consoladoras”, podrá sentir una añoranza que ya no estará más acompañada de desesperación. He aquí un punto fundamental que puedo arriesgarme a plantear sobre el duelo en los casos de desaparición forzada: para los familiares de los desaparecidos no existe tal contentillo, no hay “experiencias consoladoras”, ni su familiar ausente, ni su contexto social, ni el Estado del que se espera que nos brinde respuestas concretas, pueden facilitarles las cosas para salir de este limbo. Todo lo contrario, el ambiente de incertidumbre ante las circunstancias de la desaparición y sobre la situación del familiar, y el poco saber que se tiene en estos casos, generan, a mi juicio, que los familiares se sumerjan en un limbo parecido al ya mencionado vivido por el niño, una mezcla mortificante entre dolor y angustia que revivifica una situación traumática similar a la señalada por Freud. 

Si el dolor es un acto defensivo del yo ante el trauma generado por la pérdida del otro, mientras que la angustia es la reacción del sujeto ante una eventual pérdida del objeto amado18, tiene mucha lógica pensar que si en la desaparición forzada hablamos de un muerto-vivo, se siente angustia por la posibilidad de perderlo y dolor por pensar que en verdad ya se perdió. 

Es decir que en los familiares de desaparecidos la fase de confusión entre el dolor y la angustia, vivida según Freud en todo duelo pero con expectativas de elaboración, se establece como permanente, constante y, por tanto, muy atormentadora para los dolientes. 

La caída de una ilusión: el Estado obstaculizador del duelo 

Para finalizar es importante contextualizar la teoría del duelo en función de la guerra, y ante todo en los casos de desaparición forzada.  

Las primeras denuncias de casos de desaparición forzada se reportaron en Colombia desde 1977. A partir de la década de los 90, esta se convirtió en una práctica recurrente cometida por grupos paramilitares en alianza con el Estado. Constatando los frutos de esta táctica, que en principio buscaba eliminar opositores políticos, con el tiempo se convirtió en una estrategia de control territorial, y las nuevas víctimas fueron simplemente habitantes campesinos de zonas de gran interés económico. 

En el texto de “Consideraciones de actualidad sobre la guerra y la muerte”, Freud esboza los terribles impactos que tiene el hecho de que las acciones más violentas en la guerra provengan directamente desde el Estado o con su complacencia. Posteriormente, en “El malestar en la cultura”19, resalta que cada una de las naciones se había obligado a ajustar a los individuos a un conjunto de elevadas normas morales con el fin de poder participar en la comunidad cultural. De estas reglas se esperaba que fuera el Estado el que velara por su cumplimiento, y entonces “era, pues, de suponer que él mismo querría respetarlas y que no pensaba intentar contra ellas nada que constituyera una negación de los fundamentos de su misma experiencia”20. 

Plantea Freud que en la guerra los ciudadanos confirman con espanto las verdaderas intenciones del Estado y que esto constituye el “derrumbamiento de una ilusión”21. Y advierte que no es de extrañarnos que este comportamiento del Estado tenga una repercusión en la moral de la sociedad y en la consideración convencional de la muerte, aquella que el hombre siempre intentó mantener alejada y que es en la guerra totalmente modificada. Ahora, los testigos de la guerra tienen que presenciar que “los hombre mueren de verdad, y no ya aisladamente sino muchos, decenas de millares, y a veces, en un día […] la acumulación pone un término a la impresión de una casualidad”22. 

Deducimos que si la desaparición forzada del objeto amado se da en un escenario de conflicto armado en el que el Estado es en muchos casos no solamente complaciente, sino cómplice de las violaciones a la ley permitiendo la tiranía de la impunidad, esto tendrá un efecto importante en el duelo, pues así como lo dicen los familiares, se aumenta la impotencia y la rabia, sentimientos que si bien están presentes en todo duelo, seguramente serán agentes perturbadores de este en la medida en que se acentúan. Además, al no existir cuerpo del delito se garantiza la impunidad, lo que impide a los familiares y a la sociedad realizar acciones legales para determinar causas, actores y contextos. 

19. Freud, “El malestar en la cultura”.

20. Sigmund Freud, “Consideraciones de actualidad sobre la guerra y la muerte” (1915), en Obras completas, tomo ii (Madrid: Biblioteca Nueva, 2003), 2102.

21. Ibíd.

22. Ibíd, 2111. 

¿Qué concepto de justicia puede construir usted para su vida, si una mañana cualquiera sentado a la hora del desayuno con su hermana, se despide con un beso en la mejilla de ella que trabaja en la Corte Suprema de Justicia y se encuentra con que un par de horas después ocurre allí un holocausto que dura dos días y usted la ve salir viva en custodia del Estado al final de la masacre y veintiún años después no sabe nada de la suerte que ella corrió? ¿Qué concepto de Nación y qué amor patrio puede tener usted por un país, cuando observa que durante las primeras dos décadas la rama jurisdiccional de ese territorio, en cabeza de ocho jueces, hace todo excepto investigar el delito de lesa humanidad que ocurrió sobre su hermana, que no culpa a nadie, que pasa todo ese tiempo de impunidad y de agache sin que nadie haga nada? ¿Qué imagen puede usted tener de Colombia después de que comprueba que las versiones anónimas que le cuentan que su hermana una vez sacada del Palacio fue torturada durante cuatro días en varias dependencias militares, violada, asesinada y su cuerpo metido en ácido sulfúrico y cal para ser descompuesto, apuntan a ser ciertas?”.23 

Podríamos hablar de la necesidad de justicia expresada por las víctimas como la búsqueda de un tercero que regule y ordene la perturbación en el plano subjetivo y social en los casos de una desaparición. 

Encontramos que la necesidad de este tercero aparece en dos sentidos, una justicia divina y otra jurídica. La divina tiene que ver con la intervención de Dios; se tiene la esperanza de que Dios venga a asumir la justicia que los hombres no han ejecutado. En repetidas ocasiones, las víctimas nombran a Dios como el único garante de castigo para los culpables y como el único conocedor de la situación de los muertos, su paradero, su estado y hasta la verdad de su muerte. En la mayoría de casos los dolientes depositan su confianza en Dios, para que este castigue y además les permita salir de la incertidumbre. Incluso, en algunos casos, los familiares aseguran que Dios les habría confirmado la muerte de su familiar. 

La realidad entonces es que además de la ausencia del cadáver, no hay quien castigue o más bien no hay castigados. Ya Freud en 1920 fue contundente al señalar que la cultura regula las relaciones por medio de la sanción y la prohibición. 

En Colombia la inoperancia del Estado en su función de regulador y garante de justicia y más bien partícipe o complaciente de su violación, interfiere en el duelo de los familiares de los desaparecidos. ¿Cuáles serán los efectos sociales y psíquicos de esta antinomia perversa a futuro? ¿Podrá Colombia recuperarse o llegar a ser una nación en paz en este panorama? 

23. Relato de un familiar de una mujer desaparecida en la toma del Palacio de Justicia. Tomado de Comisión Intereclesial de Justicia y Paz, “El informe sobre el Palacio de Justicia es aceptable, pero no esclarece la verdad” (Bogotá, D.C., 18 de noviembre del 2006), Equipo Nizkor, http://209.85.215.104/ search?q=cache:SqJvZDe5AWcJ:www. derechos.org/nizkor/colombia/doc/ palacio1.html+comision+verdad+hol ocausto+familiares&hl=es&ct=clnk& cd=5&gl=co. FA: 10 de abril de 2008 (consultado el 1° de marzo del 2011). 24. Freud, “Consideraciones de actualidad sobre la guerra y la muerte”, 2106. 

En “Consideraciones de actualidad sobre la guerra y la muerte” Freud plantea que la guerra deja huellas imborrables en la historia de la humanidad y que debe tenerse en cuenta que “el individuo no se halla tan sólo bajo la influencia de su medio civilizado presente, sino que está sometido también a la influencia de la historia cultural de sus antepasados”24. 


Bibliografía 

Comisión Intereclesial de Justicia y Paz. “El informe sobre el Palacio de Justicia es aceptable, pero no esclarece la verdad” (Bogotá, D.C., 18 de noviembre del 2006). Equipo Nizkor. http://209.85.215.104/search?q=cache:SqJvZDe5AWcJ:www.derechos.org/nizkor/colombia/doc/palacio1.html+comision+verdad+holocausto+familiares&hl=es&ct=clnk&cd=5&gl=co. FA: 10 de abril de 2008. 

Estepa, José Manuel, director. Catecismo de la Iglesia Católica. Barcelona: Herder, 1957. 

Freud, Sigmund. “Consideraciones de actualidad sobre la guerra y la muerte” (1915). En Obras completas, tomo ii. Madrid: Biblioteca Nueva, 2003. 

Freud, Sigmund. “Duelo y melancolía” (1915- 1917). En Obras completas, tomo ii. Madrid: Biblioteca Nueva, 2003. 

Freud, Sigmund. “Inhibición, síntoma y angustia” (1925-1926). En Obras completas, tomo iii. Madrid: Biblioteca Nueva, 2003. 

Freud, Sigmund. “El malestar en la cultura” (1929-1930). En Obras completas, tomo iii. Madrid: Biblioteca Nueva, 2003. 

Freud, Sigmund. “Tótem y tabú” (1912-13). En Obras completas, tomo ii. Madrid: Biblioteca Nueva, 2003. 

Verdad Abierta. “Paramilitarismo y conflicto armado en Colombia. Sección “Justicia y Paz: Versiones”. Verdad Abierta. http://www.verdadabierta.com/justicia-y-paz/versiones

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Referencias

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Freud, Sigmund. “Tótem y tabú” (1912-13). En Obras completas, tomo ii. Madrid: Biblioteca Nueva, 2003.

Verdad Abierta. “Paramilitarismo y conflicto armado en Colombia. Sección “Justicia y Paz: Versiones”. Verdad Abierta. http://www. verdadabierta.com/justicia-y-paz/versiones.

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Zorio, S. (2011). El dolor por un muerto–vivo. Una lectura freudiana del duelo en los casos de desaparición forzada. Desde el Jardín de Freud, (11), 251–266. https://revistas.unal.edu.co/index.php/jardin/article/view/27261

ACM

[1]
Zorio, S. 2011. El dolor por un muerto–vivo. Una lectura freudiana del duelo en los casos de desaparición forzada. Desde el Jardín de Freud. 11 (ene. 2011), 251–266.

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(1)
Zorio, S. El dolor por un muerto–vivo. Una lectura freudiana del duelo en los casos de desaparición forzada. Desde jard. Freud 2011, 251-266.

ABNT

ZORIO, S. El dolor por un muerto–vivo. Una lectura freudiana del duelo en los casos de desaparición forzada. Desde el Jardín de Freud, [S. l.], n. 11, p. 251–266, 2011. Disponível em: https://revistas.unal.edu.co/index.php/jardin/article/view/27261. Acesso em: 18 abr. 2024.

Chicago

Zorio, Sandra. 2011. «El dolor por un muerto–vivo. Una lectura freudiana del duelo en los casos de desaparición forzada». Desde El Jardín De Freud, n.º 11 (enero):251-66. https://revistas.unal.edu.co/index.php/jardin/article/view/27261.

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Zorio, S. (2011) «El dolor por un muerto–vivo. Una lectura freudiana del duelo en los casos de desaparición forzada», Desde el Jardín de Freud, (11), pp. 251–266. Disponible en: https://revistas.unal.edu.co/index.php/jardin/article/view/27261 (Accedido: 18 abril 2024).

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[1]
S. Zorio, «El dolor por un muerto–vivo. Una lectura freudiana del duelo en los casos de desaparición forzada», Desde jard. Freud, n.º 11, pp. 251–266, ene. 2011.

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Zorio, S. «El dolor por un muerto–vivo. Una lectura freudiana del duelo en los casos de desaparición forzada». Desde el Jardín de Freud, n.º 11, enero de 2011, pp. 251-66, https://revistas.unal.edu.co/index.php/jardin/article/view/27261.

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Zorio, Sandra. «El dolor por un muerto–vivo. Una lectura freudiana del duelo en los casos de desaparición forzada». Desde el Jardín de Freud, no. 11 (enero 1, 2011): 251–266. Accedido abril 18, 2024. https://revistas.unal.edu.co/index.php/jardin/article/view/27261.

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1.
Zorio S. El dolor por un muerto–vivo. Una lectura freudiana del duelo en los casos de desaparición forzada. Desde jard. Freud [Internet]. 1 de enero de 2011 [citado 18 de abril de 2024];(11):251-66. Disponible en: https://revistas.unal.edu.co/index.php/jardin/article/view/27261

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