Published

2011-01-01

El corazón lisiado

The crippled heart

Le coeur estropié

Keywords:

poesía, corazón, herida, verdad, catástrofe, rebelión, salvación (es)
poetry, heart, wound, truth, catastrophe, rebellion, salvation (en)
poésie, coeur, blessure, vérité, catastrophe, rébellion, salut (fr)

Authors

  • Santiago Mútis Durán Colombian writer and editor.
En “tiempos de guerra, la primera víctima es la verdad”, y el habla. La guerra de rapiña que vive el país ha envilecido el lenguaje, las palabras, el “alma”. Con esas mismas palabras, que hoy deben ocultar la voracidad y el crimen, deben también escribir los poetas, los novelistas, los profesores. ¿Cómo hacerlo? A esto responde este escrito.
In “times of war, the first victim is the truth”, as well as speech. The war of plunder the country is experiencing has vilified the language, the words, the soul itself. Yet poets, novelists, and professors have to use, in order to write, the same words that currently hide voracity and crime. The article questions how they could possibly do so.

En temps de guerre, la vérité est la première victime,… et la parole. Le langage, l’âme, les mots, s’avilissent du fait de la guerre du pillage en Colombie. Ce n’est qu’avec les mêmes mots qu’aujourd’hui cherchent à receler la voracité et le crime, que les poètes, les écrivains, les enseignants doivent écrire. Comment le faire ? Cet écrit essai d’y répondre.

El corazón lisiado

Santiago Mutis Durán* 

Escritor y editor colombiano 

* e-mail: santiagomutis@etb.net.co 


El corazón lisiado 

Resumen 

En “tiempos de guerra, la primera víctima es la verdad”, y el habla. La guerra de rapiña que vive el país ha envilecido el lenguaje, las palabras, el “alma”. Con esas mismas palabras, que hoy deben ocultar la voracidad y el crimen, deben también escribir los poetas, los novelistas, los profesores. ¿Cómo hacerlo? A esto responde este escrito. 

Palabras clave: poesía, corazón, herida, verdad, catástrofe, rebelión, salvación. 


Le coeur estropié 

Résumé 

En temps de guerre, la vérité est la première victime,… et la parole. Le langage, l’âme, les mots, s’avilissent du fait de la guerre du pillage en Colombie. Ce n’est qu’avec les mêmes mots qu’aujourd’hui cherchent à receler la voracité et le crime, que les poètes, les écrivains, les enseignants doivent écrire. Comment le faire ? Cet écrit essai d’y répondre. 

Mots-clés: Poésie, coeur, blessure, vérité, catastrophe, rébellion, salut. 


The crippled heart 

Abstract 

In “times of war, the first victim is the truth”, as well as speech. The war of plunder the country is experiencing has vilified the language, the words, the soul itself. Yet poets, novelists, and professors have to use, in order to write, the same words that currently hide voracity and crime. The article questions how they could possibly do so. 

Keywords: poetry, heart, wound, truth, catastrophe, rebellion, salvation 


“Nada resulta más inadecuado que abordar una obra de arte con terminología crítica”. 

Rainer María Rilke 

“Mi alma está en ti”. 

S. M. D. 

El poeta peruano Emilio Adolfo Westphalen llamó no solo “un riesgo”, sino “una temeridad” hablar de poesía, “una imprudencia”, pero cegados todos lo hacemos. 

En un breve ensayo o respuesta de Jacques Derrida a la pregunta “¿Qué es la poesía?”1, dice algo así como que la poesía es “el animal echado sobre la carretera”, no atravesado —tal cual piensa el vulgo— como una vaca muerta, aunque eso parece a veces la cultura, algo que hoy se pudre, sino como un animal retraído, envuelto con su propia memoria —“cerca de sí”— como un secreto, como “un secreto compartido, a la vez público y privado”. Es decir, creo yo, que cuanto más hondo se clave la espina en el puercoespín tirado en la autopista más hondo se clava en los demás. No lo sé, eso es lo que yo leo en ese texto ajeno. Él dice que la poesía dice: “Apréndeme de memoria, vuelve a copiar, vela y guárdame, guárdame de nuevo y mírame...”. La “poética sería lo que deseas aprender, pero del otro, gracias al otro y bajo dictado, de corazón...”. El corazón, entendido por mí, ahora, como esa mancha de negra ceniza donde escuchamos la multitud, y también la caricia de la amistad hasta en la muerte, esa multitud que hoy es locura, demencia, y el rastro de viejos mitos, rastros de humanidad, pedazos, fragmentos de su hálito verdadero y posible. No cito a Derrida, lo traiciono, seguramente, y creo que él dice del poema escrito, del don que es su fábula y de quien la narra: “Una marca tuya dirigida, dejada, confiada, se une con una orden expresa, en verdad se intuye en esta misma orden que a su vez te constituye, asignándote tu origen o dándote lugar: destrúyeme, o más bien haz que mi soporte sea invisible desde fuera, en el mundo... [En] todo caso arréglatelas de manera que la procedencia se quede, de aquí en adelante, irrepetible o irrecognoscible... Come, bebe, traga mi letra, pórtala, transpórtala en ti, como la ley de una escritura que se ha vuelto tu cuerpo... [La] orden expresa ante todo puede dejarse inspirar por la simple posibilidad de la muerte, por el peligro... Sientes venir la catástrofe. De ahí en adelante... venido del corazón, el deseo de lo mortal despierta en ti el movimiento... de guardar del olvido esa cosa que a la vez se expone a la muerte y se protege...”. Otra vez el puercoespín enroscado en la carretera, el “erizo” dice Derrida, tan “cerca de sí”, más expuesto que nunca en su retiro: cree entonces defenderse, se pierde. “Es la angustia del erizo... ¿qué pretende?... poner en guardia. De aquí la profecía: tradúceme, vigila, guárdame todavía un poco, sálvate, dejemos la autopista”. Y aquí dice Derrida algo que yo hubiera querido decir: déjate atravesar el corazón. “Llamo poema eso mismo que enseña el corazón, lo que inventa el corazón, en fin lo que la palabra de corazón parece querer decir...”. Ese imposible que es también experiencia. “No conocías todavía el corazón, así lo aprendes. De esta experiencia y de esta expresión”. Aprender de corazón, insiste Derrida: que la palabra pase por él, que lo atraviese, que sea tu propio cuerpo: así “respirarás el origen de la poesía”, como un animal, un felino —“cada especie tiene su madre” (creen los indios embera)— que mancha su piel y el brillo en sus ojos con algo que viene de más allá —interior, aclararía Cintio Vitier—; es algo que “acontece”, y que en el poema es liturgia, oración, un ritmo, un nacimiento, una “bendición, llegada del otro”. Pero “no repitas nunca” dice Derrida, desampara la memoria, desarma la cultura, “hay que saber olvidar el saber, incendiar la biblioteca de las poéticas”, ser vulnerable y peligroso, eso es el poema, “sensible al peligro”, expuesto al accidente, ovillado en el corazón, que es el erizo: “No hay poema que no se abra como una herida, pero también que no sea hiriente”. El azar y la verdad de la vida no son joyas, no tienen retórica ni discurso, no son obra, creación, ni siquiera surgen como surge la literatura: “Ahora ya llamarás poema cierta pasión de la marca singular”, el nombre más allá del nombre, que nombra porque “siente a la muerte pero no la ve venir”. “El poema puede ovillarse, pero siempre para voltear sus signos agudos hacia fuera”, y como el erizo, se expone: “Preferiría más bien dejarse desflecar por lo que se le viene encima”. Todo poema está siempre firmado “por otro”. Nuestro oscuro corazón, tan “memorioso”, escucha lo que tú olvidas; su noche “cancela los bordes”. Pero “¿Qué es...?”. No lo sé, no quiero perderme buscándolo. Sin embargo: “Llora la desaparición del poema”. 

1. Jacques Derrida. “¿Qué es poesía?”, trad. Bruno Mazzoldi (autorizada por el autor), Revista Literaria Gradiva, año vi, n.° 10 (junio de 1992). 

II 

Ya decía Westphalen2 que era una temeridad hablar de poesía. “Cada poeta es único” (Ludwig Zeller), lo sabemos, pero todos tenemos “vocación de hombre” (como dijo Larissa Tarkovski de su esposo); y sus poemas son “hijos brillantes de una descendencia peligrosa” (así veía Mme. Noulet los poemas de Rosamel del Valle - E. A. Westphalen). Pero la catástrofe nos ha alcanzado; solo el miedo sobrevive, incluso en “nuestra” religión: ¿qué fuerza, qué aliento, qué palabras quedan? “La siembra de huesos ha fructificado... La humareda / estará más alta este año”, dice en un poema Rosamel; “... mis terrores más profundos [son] la destrucción de la naturaleza... y la energía nuclear”, confiesa Akira Kurosawa; “Temo el porvenir”, escribió en su diario Andrei Tarkovski. 

Tal vez debamos retroceder; abrazarnos a los árboles y cerrar con nuestras manos muertas los párpados de los ojos muertos, y no correr hacia la catástrofe, como decía Hölderlin del poeta: “¿Hacia la catástrofe? A la trágica conciencia de nuestra condición, instalados en una realidad que no es la real, y en un mundo infinitamente devorador” (Enrique Molina). También decía don Enrique que, “paradójicamente, la conciencia de la muerte no induce al despojo, sino a la más honda raíz del deseo”, claro que hablaba de la muerte y no de la brutalidad y la demencia que nos arrastra. Nos arrasa. Sin embargo, a pesar del horror, parece que es preciso siempre comenzar de nuevo, y a eso los mueve a algunos el encontrarse de repente con gente, con gente verdadera, “quizás analfabetas —dice Eliseo Diego—, que te los encuentras y tienes la evidencia de que estás en presencia de la poesía”, y esto a él le señaló el camino: “No parece natural que el hombre llegue a los extremos de crueldad a que llega. Y este aspecto oscuro es lo que me hace ver, buscar y resaltar el otro aspecto luminoso y prodigioso del mismo hombre: los extremos de generosidad y desprendimiento de que es capaz esta misma criatura”. Escribir entonces para que otro se salve. “Quisiera tener esperanza”, dijo Kurosawa. Pero la poesía no puede ya ser la misma; hemos visto arder el alma en el pavor de esa criatura, en su ausencia de humanidad, en su indiferencia, en su desprecio. Pero cómo puede la poesía decir tanto, callar tanto, morir tanto. Por eso ella también acusa y denuncia, y quiere purificar la palabra en el alma de los analfabetas; y también muere de tristeza y de espanto. Dos libros escribí yo hace unos años sobre esto: uno, escrito para niños en el lenguaje de las mujeres que hay en mí, atento a los demás como quien reza, con palabras vistas en silencio en el fondo de lo que merece ser amado; el otro, escrito con rabia y asco, una rebelión. El pintor y escultor colombiano Germán Londoño respondió a estos tiempos poblando el sueño del arte con asesinos; y el escultor mexicano Javier Marín, levantando inmensas criaturas plenas de humanidad y de altivez, desafiantes y heridas. Todo se ha transformado:desconfiamos del hombre, de su civilización, de sus autopistas... “¡Basta de mentiras!”, dice Tarkovski; “Veo mi idioma... como un velo que hay que rasgar para acceder” a la realidad, escribe Samuel Beckett; “desesperanza y conciencia de inutilidad que abruma”, dice Westphalen, y en su poema “Artificio para sobrevivir”, se pregunta: “¿Pero; a qué sirve el lenguaje si no insinúa (invoca) lo imposible?”. “Anoche entre tus labios y los míos / cayó tu sombra... tu aliento, I entre el vino y los versos sobre el alma... En mí su vida ardió la noche entera...”, canta Ernest Dowson en un poema de amor escrito hace ya más de cien años (traducido por Eliseo Diego). ¿Artificio para sobrevivir? Bendita o maldita la vida siempre ha sido así, y así también ha sido y será siempre nuestra respuesta. Nuestros antepasados no pueden vernos; somos más viejos que ellos y somos ellos y nada se ha podido resolver, porque la poesía es inútil, tan inútil como es una víctima y los analfabetas y el plato de barro en el que comen y el perro que lame sus manos y el árbol que cumple cien años. La oración no es para que Dios la oiga ni acuda en nuestro favor, es para “limpiar de ruido el alma y poder oírnos, oír lo que no podemos decir con palabras, porque están envilecidas; de ese viejo silencio le viene a la poesía lo que debe hacer: callar, herir, sanar, morir… renacer. La poesía no es otra cosa que lo que nos atrevamos a decir. Todo depende de quién somos, a quién le hablamos y qué hemos visto de este prójimo al que amamos y maldecimos. 

Hoy la Academia dice ser la única capaz de hablar de la Poesía. La única autorizada, ella, que jamás se ha arriesgado a la intemperie. ¡Tan segura está de sí misma! El canibalismo del mundo actual se lo debemos a sus técnicos, a sus especialistas. Dejemos que Rilke le responda, suavemente: eso no es más que un malentendido, orgulloso e inútil. Otro extravío. 

No confíen en que lo que he dicho de Derrida sea Derrida, lo he usado, he tomado lo que he querido, así como él me ha quitado tiempo, atención, vida; de ahí tomo lo que a mí me interesa; es mi tiempo, mi vida, mis asuntos... yo no estoy convenciendo a nadie, no estoy vendiendo nada; la poesía es rebelión y sangre, algo tan inútil, bello y amargo como tú o como yo, ahogados en esa tierra movediza que es el tiempo, y la multitud. “No aceptes consejos, nadie va a morir por ti”, decía un amigo, viejo, ya muerto, y ahora tengo su edad... Si no hay amor ni sabiduría, hacemos solo mortajas, y lápidas, algo que perdura, y tú no perduras, comes y gritas, ayudas a alguien, y ves la ley del hombre con desconfianza. Ni siquiera me interesa la juventud, ya crecerán, y la mayoría traicionará. 

La “inspiración” es la voz de lo perdido, de lo que habrá de volver, vida que señala un camino, en el corazón, ese desconocido. No es la poesía para los tiempos de calma, no es tampoco para los tiempos de tempestad, no es para el nacimiento ni para la muerte, no es consuelo ni grito, ni necesidad, no es para el frío ni es la tibia luz de la mañana; la poesía es el tiempo mismo, el tiempo del hombre, con sus hondas y terribles estaciones, con sus miserias de hueso, sus trampas, sus ascos y celebraciones. 

Enroscarse sobre sí mismo, como un caracol, para oír el latido de los otros, el oscuro tiempo enterrado, en el aire, en las sombras, en el agua dormida, en los bosques de carbón humeante. Veo “morir a una mujer en la calle. Humeaba su boca...” (Rosamel del Valle). 

III 

“El estado y la condición del poeta —escribe Henry Miller en 1955 en su libro sobre Arthur Rimbaud, El tiempo de los asesinos— revelan, sin lugar a dudas, el verdadero estado de la vitalidad de un pueblo”; y dice que en Estados Unidos, nación a la que llama una sociedad putrefacta, “nunca como ahora estuvo tan amenazada la existencia misma del poeta”. “¡Con qué siniestro regocijo hurgamos, cuando llega el momento de cavarle la fosa, en [su] inadaptación”, porque no comparte un régimen, un sistema, una civilización enferma, un “mundo burgués cuya moral de mostrador le horroriza, un mundo ávido, hambriento” de lujos, cosas —extravagancias—, “infatuado de sí mismo y que no advierte que ha entrado en decadencia”, como dice Maurice Nadeau sobre Baudelaire, extraño a un mundo al que ve “cada vez más americanizado”, entregado a la animalidad. “Nuestros poetas contemporáneos —dice Miller— moran en las profundidades de una selva oscura; [el embrujo del milenio: lo visionario] ha sido reemplazado por la servidumbre de la aniquilación total. Frente a la vorágine de caos y sombra que se avecina —verdadera confusión total— los poetas de hoy retroceden, embalsamándose en un lenguaje críptico, cada vez más incomprensible. Y, a medida que van desapareciendo uno tras otro, los países que los vieron nacer se van arrojando de cabeza a su propia perdición. 

Este asesinato —pues no es otra cosa— pronto llegará a su culminación. A medida que la voz del poeta es acallada, la historia pierde significado y la promesa escatológica irrumpe como una nueva y espantosa aurora sobre la conciencia del hombre. Solo ahora, al filo del precipicio, podemos advertir que todo cuanto nos enseñaron es falso. La prueba de esta desoladora afirmación la encontramos todos los días, en todos los dominios: en el campo de batalla, en el laboratorio, en la fábrica, en los periódicos, en la escuela, en las iglesias”. El futuro que no existe nos devora. “En el lenguaje simbólico del alma, Rimbaud describió todo cuanto está sucediendo... Una y otra vez se nos ha exhortado... a empezar de nuevo... a vivir como hermanos en la carne...”. Y “fue sólo un niño aquel que sacudió al mundo”, exclama Miller. 

En tiempos de guerra y rapiña, “la primera víctima es la verdad”, dice Peter Schultze-Kraft, y la Palabra —agregamos—, que es su cuerpo, y el cuerpo de la poesía. En esos mismos años en Colombia, en “esta gran casa de enfermos... Obedientes a la pestilencia”, entre “la inmundicia de nuestros males”, la poesía adopta entonces el mancillado lenguaje de los hospitales, de las enfermedades, de los humores del cuerpo, asumiendo el cuerpo enfermo de las palabras, y en su música ven y oyen “la evidencia de futuras miserias”. 

¿Cómo exorcizar el mal?: tal vez bautizando nuestras llagas con los nombres de nuestras mujeres.En la búsqueda de un vivo y vigoroso lenguaje poético, han estado entre nosotros Jorge Zalamea, Álvaro Mutis, Héctor Rojas Herazo... Mutis traduce a Aime Cesaire, Jorge Zalamea a Saint-John Perse, “en obediencia... [a] no sé qué oculta necesidad”. Primero por su irresistible música verbal, por sus itinerarios inéditos para la imaginación, por el clima de sus comarcas, para después dejarla atravesar su corazón. Y la hace su confidente. Me nació de pronto, dice Zalamea, la necesidad de anexarme su luz, su aire, su nueva emoción... Y entonces descubre “el motivo secreto” de su tarea, “y, a la vez, la auténtica grandeza de la poesía de Saint-John Perse”: enfrentar “el conocimiento vivo del mal”; las palabras contra una gran oscuridad. Es decir: el motivo secreto era encontrar un lenguaje que nos impidiera ser cómplices y caer en la bestialidad. El lenguaje poético de la experiencia, el lenguaje de la verdad. 

En su texto “La consolación poética”, título que proviene de Nietzsche, Zalamea dice de su tarea de traductor de Perse: “Buscar en el castellano la exacta equivalencia de aquellos vocablos antiquísimos, casi bárbaros —o tan cultos— que fuera menester, para toparlos —vagar por entre las más viejas capas del lenguaje, por entre las más altas vetas fonéticas: hasta lenguas muy remotas, hasta lenguas muy enteras y muy parsimoniosas, como esas lenguas dravídicas que no tuvieron palabras distintas para ayer y para mañana—... o explorando la exacta geografía de las islas, cabos, mesetas, mares y montañas que sirven de escenario a las vastas migraciones, a los exilios, a los prudentes reinados, a las fervorosas infancias, a las sacrosantas rebeldías que el poeta promueve con su soplo de demiurgo...”. 

… porque el universo poético de Perse le restituía la dignidad. Dignidad del mundo. Dignidad del hombre. 

“No obstante su inicial apariencia criptográfica, la poesía de Perse es eminentemente realista y logra... devolvernos la naturaleza en su belleza primitiva. Bajo el portentoso [idioma], las cosas surgen henchidas de savia, olorosas a vida, con el color y el sabor que les corresponden... [por eso nos enamora y espanta]. 

“Este toparse de nuevo con un mundo habitable para el hombre, con una naturaleza auténtica, es el primer alivio del alma...”. 

“Acaso no hubo nunca una poesía más hablada que la de Perse. No es la suya poesía de monólogo... La poesía de Perse está habitada por gentes de todas maneras y condiciones... Esta pululante humanidad es, a imagen de los elementos naturales, cándida y violenta a un mismo tiempo... ávida de vida, en los lindes del exceso...”. 

El desastre del mundo contemporáneo ha hecho del hombre un exiliado, pero “el poeta no puede callarse, porque misión suya es ser testimonio del mundo”, y Perse, su habla, su voz, su poesía, su “mágico dominio del lenguaje”, se alza “sin ninguna corrupción del espíritu”. 


Bibliografía 

Derrida, Jacques. “¿Qué es poesía?”. Traducción de Bruno Mazzoldi (autorizada por el autor). Revista Literaria Gradiva, año vi, n.° 10 (junio de 1992): 67-68. 

Westphalen, Emilio Adolfo. “Digresión sobre la Poesía” (Conferencia inaugural del Foro de Poesía Iberoamericana organizado por la Universidad de Salamanca entre el 15 y el 19 de julio de 1991). Revista Literaria Gradiva, año vi, n.° 10 (junio de 1992). 

Zalame a, Jorge. “La consolación poética”. Reproducido en Conversaciones desde La Soledad 4 (Sección: “Páginas para no olvidar”) (2004). 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

References

Derrida, Jacques. “¿Qué es poesía?”. Traducción de Bruno Mazzoldi (autorizada por el autor). Revista Literaria Gradiva, año vi, n.° 10 (junio de 1992): 67-68.

Westphalen, Emilio Adolfo. “Digresión sobre la Poesía” (Conferencia inaugural del Foro de Poesía Iberoamericana organizado por la Universidad de Salamanca entre el 15 y el 19 de julio de 1991). Revista Literaria Gradiva, año vi, n.° 10 (junio de 1992).

Zalame a, Jorge. “La consolación poética”. Reproducido en Conversaciones desde La Soledad 4 (Sección: “Páginas para no olvidar”) (2004).

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APA

Mútis Durán, S. (2011). El corazón lisiado. Desde el Jardín de Freud, (11), 295–302. https://revistas.unal.edu.co/index.php/jardin/article/view/27269

ACM

[1]
Mútis Durán, S. 2011. El corazón lisiado. Desde el Jardín de Freud. 11 (Jan. 2011), 295–302.

ACS

(1)
Mútis Durán, S. El corazón lisiado. Desde jard. Freud 2011, 295-302.

ABNT

MÚTIS DURÁN, S. El corazón lisiado. Desde el Jardín de Freud, [S. l.], n. 11, p. 295–302, 2011. Disponível em: https://revistas.unal.edu.co/index.php/jardin/article/view/27269. Acesso em: 22 jan. 2025.

Chicago

Mútis Durán, Santiago. 2011. “El corazón lisiado”. Desde El Jardín De Freud, no. 11 (January):295-302. https://revistas.unal.edu.co/index.php/jardin/article/view/27269.

Harvard

Mútis Durán, S. (2011) “El corazón lisiado”, Desde el Jardín de Freud, (11), pp. 295–302. Available at: https://revistas.unal.edu.co/index.php/jardin/article/view/27269 (Accessed: 22 January 2025).

IEEE

[1]
S. Mútis Durán, “El corazón lisiado”, Desde jard. Freud, no. 11, pp. 295–302, Jan. 2011.

MLA

Mútis Durán, S. “El corazón lisiado”. Desde el Jardín de Freud, no. 11, Jan. 2011, pp. 295-02, https://revistas.unal.edu.co/index.php/jardin/article/view/27269.

Turabian

Mútis Durán, Santiago. “El corazón lisiado”. Desde el Jardín de Freud, no. 11 (January 1, 2011): 295–302. Accessed January 22, 2025. https://revistas.unal.edu.co/index.php/jardin/article/view/27269.

Vancouver

1.
Mútis Durán S. El corazón lisiado. Desde jard. Freud [Internet]. 2011 Jan. 1 [cited 2025 Jan. 22];(11):295-302. Available from: https://revistas.unal.edu.co/index.php/jardin/article/view/27269

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