Ensayo y crítica literaria: espacio discursivo del “intelectual en acción”. José Lins do Rego
Essay and Literary Criticism: The Discursive Space of the “Intellectual in Action”. José Lins do Rego
Ensaio e crítica literária: espaço discursivo do “intelectual em ação”. José Lins do Rego
DOI:
https://doi.org/10.15446/lthc.v21n2.78662Palabras clave:
crítica, ensayo, opinión pública, estética. (es)criticism, essay, public opinion, aesthetics. (en)
crítico, ensaio, julgamento opinião pública, estética. (pt)
Este artículo tiene como finalidad aproximarse a los aspectos estructurales y argumentativos del ensayo cultivado por el escritor y crítico literario brasileño en el contexto político-cultural de las décadas de los cuarenta y cincuenta en Brasil. Paso seguido, enfatizar cómo, a través de la dilucidación de los aspectos relevantes de esta tipología discursiva, la crítica literaria se constituyó en un espacio de generación de opinión pública. A la larga, se ratifica la necesidad de recuperar para la crítica literaria un espacio de participación política, tomando en cuenta, claro está, las condiciones actuales y la crisis tanto de la opinión política, como de la crítica literaria en lo que respecta a su desplazamiento hacia ciertos ámbitos de especialización y marginalidad. En términos generales, se propone la configuración de una crítica literaria que participe de la generación de la denominada opinión pública discursiva, ideal en cualquier democracia.
The objective of the article is to examine the structural and argumentative aspects of the essays written by the Brazilian author and critic, in the political-cultural context of the 1940s and 50s in Brazil. By elucidating the relevant aspects of this discursive typology, the article shows how literary criticism became a space for the generation of public opinion. It argues in favor of recovering literary criticism as a space for political participation, taking into account current conditions and the crisis of both public opinion and literary criticism, with respect to the latter’s shift toward greater specialization and marginalization. Overall, the article proposes the construction of a literary criticism that participates in the generation of what is known as discursive public opinion, which is ideal in any democracy.
O objetivo deste artigo é abordar os aspectos estruturais e argumentativos do ensaio cultivado pelo escritor e crítico literário brasileiro no contexto político-cultural dos anos de 1940 e 1950, no Brasil. Em seguida, enfatizar como, através da elucidação dos aspectos relevantes dessa tipologia discursiva, a crítica literária se tornou um espaço para a geração de opinião pública. Ao longo deste trabalho, confirma-se a necessidade de recuperar um espaço de participação política para a crítica literária, levando em conta, claro, as condições atuais e a crise tanto da opinião política quanto da crítica literária em relação ao seu deslocamento para certas áreas de especialização e marginalidade. Em termos gerais, propomos a configuração de uma crítica literária que participe da geração da chamada “opinião pública discursiva”, que é ideal em qualquer democracia.
Recibido: 20 de julio de 2018; Aceptado: 24 de noviembre de 2019
RESUMEN
Este artículo tiene como finalidad aproximarse a los aspectos estructurales y argumentativos del ensayo cultivado por el escritor y crítico literario brasileño en el contexto político-cultural de las décadas de los cuarenta y cincuenta en Brasil. Paso seguido, enfatizar cómo, a través de la dilucidación de los aspectos relevantes de esta tipología discursiva, la crítica literaria se constituyó en un espacio de generación de opinión pública. A la larga, se ratifica la necesidad de recuperar para la crítica literaria un espacio de participación política, tomando en cuenta, claro está, las condiciones actuales y la crisis tanto de la opinión política, como de la crítica literaria en lo que respecta a su desplazamiento hacia ciertos ámbitos de especialización y marginalidad. En términos generales, se propone la configuración de una crítica literaria que participe de la generación de la denominada opinión pública discursiva, ideal en cualquier democracia.
Palabras clave:
crítica, ensayo, opinión pública, estética.ABSTRACT
The objective of the article is to examine the structural and argumentative aspects of the essays written by the Brazilian author and critic, in the political-cultural context of the 1940s and 50s in Brazil. By elucidating the relevant aspects of this discursive typology, the article shows how literary criticism became a space for the generation of public opinion. It argues in favor of recovering literary criticism as a space for political participation, taking into account current conditions and the crisis of both public opinion and literary criticism, with respect to the latter's shift toward greater specialization and marginalization. Overall, the article proposes the construction of a literary criticism that participates in the generation of what is known as discursive public opinion, which is ideal in any democracy.
Keywords:
criticism, essay, public opinion, aesthetics.RESUMO
O objetivo deste artigo é abordar os aspectos estruturais e argumentativos do ensaio cultivado pelo escritor e crítico literário brasileiro no contexto político-cultural dos anos de 1940 e 1950, no Brasil. Em seguida, enfatizar como, através da elucidação dos aspectos relevantes dessa tipologia discursiva, a crítica literária se tornou um espaço para a geração de opinião pública. Ao longo deste trabalho, confirma-se a necessidade de recuperar um espaço de participação política para a crítica literária, levando em conta, claro, as condições atuais e a crise tanto da opinião política quanto da crítica literária em relação ao seu deslocamento para certas áreas de especialização e marginalidade. Em termos gerais, propomos a configuração de uma crítica literária que participe da geração da chamada "opinião pública discursiva" que é ideal em qualquer democracia.
Palavras-chave:
crítico, ensaio, julgamento opinião pública, estética.La distancia media1
SI SE TRATA DE LA existencia de una tradición en los estudios literarios hispanoamericanos y por extensión de América Latina y el Caribe, es inevitable referirse al menos a dos de los escritos programáticos de Roberto Fernández Retamar. En este sentido, tanto "Para una teoría de la literatura hispanoamericana" con una versión inicial de 1972, como "Algunos problemas teóricos de la literatura hispanoamericana" de 1975 se constituyen en la plataforma teórica e intelectual del proyecto de teoría, historia y crítica literaria más sólido propuesto hasta el momento, no tanto porque supere a los estudios hasta ese momento realizados en el continente, entre los cuales se deben resaltar los trabajos de Pedro Henríquez Ureña y Alfonso Reyes, sino porque fue capaz de incluir de cada uno de estos sus más grandes logros, como aportes a la construcción de una tradición de los estudios literarios.
No obstante, la importancia de este proyecto y el logro de trabajos de gran valor para la crítica, la historiografía y las historias literarias -e incluso los grandes aportes a una teoría literaria que se pensaba general- en obras iniciales de Walter Mignolo, Domingo Miliani, Ángel Rama, Rafael Gutiérrez Girardot, etc., se debe al peruano Antonio Cornejo Polar, quien inicia la división de aguas entre el materialismo dialéctico e histórico y el posterior surgimiento de una búsqueda conceptual superadora de la dialéctica marxista con conceptos como "totalidad contradictoria", "heterogeneidad" y "sujeto migrante", todos y cada uno de ellos surgidos del seno de la tradición de los estudios literarios continentales, ampliamente reconocidos y actualizados por Fernández Retamar pero a su vez enriquecidos por el posestructuralismo y deconstruccionismo.
En términos generales, la postura de Cornejo Polar y los teóricos que le sucedieron en ella se centró en la importancia que se le debe dar a la crítica literaria en la identificación de aspectos propios de las expresiones estético-literarias inherentes a cada uno de los sistemas literarios, en pleno y en sus expresiones de carácter fronterizo y, por otro, el carácter de proyecto intelectual del conjunto de la crítica elaborada, preferentemente, en la forma ensayística.2
Es en este contexto de múltiples posturas teóricas, innumerables polémicas en torno a lo estético y las identidades continentales, crisis y afiliaciones, no de una sino de varias literaturas en América Latina, que se efectuó el coloquio Celebraciones y lecturas: la crítica literaria en Latinoamérica, realizado en Berlín, en 1991; el escritor y crítico literario brasileño Silviano Santiago, en su trabajo titulado "A critica no jornal", se refiere a la necesidad del reencuentro entre el escritor y el profesor universitario en el contexto de la prensa nacional e internacional, haciendo especial énfasis en lo que concierne a su cuestionada "torre de marfil" y resaltando que, desde su perspectiva, el escritor se profesionaliza al participar en los grandes periódicos y revistas (61).
Por otra parte, en una primera aproximación a este contexto de crisis, menciona el callejón sin salida en el que se encuentran tanto el ensayo, debido al pedantismo y el exceso de notas de pie de página, como la crítica literaria participante que ha dejado de ser el ejercicio criterioso de la razón individual (62).3 En opinión de Santiago, el alejamiento entre los críticos literarios y los medios masivos de comunicación impone como tarea la necesidad de superar la "distancia" interpuesta entre escritor y/o crítico literario en su condición de intelectuales con el público en general. En este sentido, se retoma la discusión de Julian Benda, en su emblemática obra La traición de los intelectuales, al reivindicar la necesidad de que los escritores y críticos literarios intervengan en el ámbito mediático en calidad de "nuevos intelectuales-en-acción" como productores de textos en la sociedad de masas. Por último, alude:
[A] la necesidad urgente de una evaluación cuidadosa de la producción ficcional y poética contemporánea, entregando la tarea sistemática y cotidiana de la crítica a especialistas con sólida formación disciplinaria. Incluso con el riesgo de pérdida en parte de la calidad, los univesitarios saltarían el muro de la academia.4 (62)
Asimismo, con el objetivo de establecer una genealogía de la crisis de la crítica literaria, Santiago afirma que a finales del siglo XIX, en lo que concierne a la literatura y su relación con la prensa escrita bajo los efectos del cosmopolitismo,5 se evidencia la paulatina pérdida del lugar, el prestigio y el poder de la literatura en los medios masivos de comunicación, como consecuencia del perfeccionamiento de los mismos en cuanto órganos orientados a la información en detrimento de la opinión, para dejar como resultado la inevitable "desliteraturización" de la prensa. A esto habría que agregarle la aparición de tecnologías, tales como la televisión, que compitieron con la literatura en el periódico, de la misma manera como el cine desplazó al teatro y al circo en su momento (64).
En general, en lo que concierne a la crisis de la crítica literaria y el ensayo, es posible rastrear sus inicios desde el siglo XVIII, agravada a finales del XIX y radicalizada durante el siglo XX. Es decir, en lo que respecta a su presencia en los medios masivos de comunicación escritos, el desplazamiento de la crítica fue lento y progresivo hasta alcanzar las trazas de una cierta incompatibilidad entre la literatura y la prensa. No obstante, esta última no se ha resuelto por el abandono del escritor o crítico, o de los mismos hacia ella; aunque, en lo que concierne a la crítica, salta a la vista que "la separación contenciosa fue exigida por los profesores universitarios, inconformes con el 'impresionismo' (es decir: con la superficialidad) del ensayo y de la crítica literaria hecha por intelectuales sin formación académica y disciplinaria" (Santiago, "A crítica" 64-65)6 dejando como consecuencia un aislamiento con el público no iniciado.
No obstante la certidumbre del anterior diagnóstico, es posible corroborar la persistencia de algunos espacios reservados a pocos críticos y escritores cuya función pareciera ser "opinar" en calidad de intelectuales, y a quienes su "aura" parece precederles. Este hecho no hace más que señalar la pertinencia y la actualidad del desplazamiento comentado, aunque se restrinja, en las expectativas de los lectores atraídos por la fama del intelectual.
En este contexto, en la década del setenta, Adorno afirmaría:
La tarea de los críticos literarios parece haberse convertido en reflexiones de mayor alcance y profundidad, pues todo el género literatura hoy en día no puede aspirar ya a la dignidad que aún le correspondía hace treinta años. Únicamente haría justicia a su tarea el crítico literario que fuera más allá de esta tarea y, por ejemplo, registrara en sus ideas algo de esa sacudida que ha estremecido el suelo en que se mueve. Pero esto solo podría lograrlo si al mismo tiempo se sumergiese en los objetos que se le ponen delante con libertad y responsabilidad plenas, sin ninguna concesión a la aceptación pública y a las constelaciones del poder y al mismo tiempo con la más precisa experiencia artístico técnica, y la aspiración a lo absoluto que distorsionada es inherente incluso a la más deplorable obra de arte se la tomara tan en serio como si esta fuera lo que afirma ser. (644-645)
Asimismo, en relación con el crítico literario y la importancia de "ir más allá", coincide con la concepción del crítico en términos de necesaria "disposición de comprometer la personalidad" y la comunicación de "hombre a hombre", propuesta por Antonio Candido, y apunta a una recuperación de las características propias de una práctica social cuyo ámbito es el espacio público y, por consiguiente, confirma la relevancia de un conjunto de trabajos interesados en volver al cultivo del ensayo como opción para la configuración de una práctica que responda a las exigencias actuales.
No está de más aclarar que no se trata de redefinir a la crítica en sus fundamentos, sino de identificar los aspectos más importantes del rol que puede llegar a cumplir en la actualidad. Por esto, es relevante reconsiderar el papel cumplido por la crítica literaria en el pasado y retomar al ensayo como una forma discursiva de gran potencial para el reposicionamiento de la crítica literaria. De ahí que, en el ámbito brasileño, retome actualidad lo que Antonio Candido afirma a propósito de Sérgio Milliet (1898-1966) y para quien su obra: "[...] fue un gran acto crítico, una penetración de la personalidad en los problemas literarios y en los textos de su momento, para tornarlos inteligibles a los lectores y evaluar su significado en el marco de los esfuerzos del hombre"7 ("Sérgio Milliet" 130).
Así lo manifiesta Santiago cuando se refiere, en su trabajo titulado "A crítica literaria no jornal" en el coloquio llevado a cabo en Berlín, a una generación de críticos literarios desconocidos por las generaciones actuales (1995) que, hasta mediados de la década de los años cincuenta ejercían su oficio sin formación especializada; no obstante, su trabajo:
[S]alió del "pié de página" (en general la parte importante del periódico) y continuó manteniendo un diálogo fructífero con el público letrado, divulgando nuevas experiencias, proporcionando enriquecimiento del debate de ideas y diseminando la evaluación cuidadosa de las obras literarias del tiempo.8 (65)
Y alude a Sérgio Milliet y Alvaro Lins entre otros, y cuyos pares en los suplementos eran, ni más ni menos, creadores como Mário de Andrade, Oswald de Andrade, José Lins do Rego, Graciliano Ramos quienes, asimismo, "se arriesgaban en el ejercicio ensayístico o crítico en el espacio del periódico, enloqueciendo éste con una escritura con discernimiento y de carácter personal"9 ("O intelectual" 65).
Con miras a explicitar dicha vigencia, Silviano Santiago retoma lo expresado por Antonio Candido en 1975 para la revista Veja, a propósito del lugar de la crítica por esos años:
En Brasil, hasta hace treinta años, la crítica se hacía en artículos de cinco a diez páginas en las parte inferiores de los periódicos, semanalmente. Escritos por partes intelectualmente serias, producían una visión empeñada, que al mismo tiempo informaba y formaba al lector. Esto terminó.10 (65)
Si bien este artículo se centra en una aproximación a la crítica literaria de José Lins do Rego, lo afirmado hasta el momento obliga a retomar textos y estudios sobre autores y críticos literarios que permitan, en primera instancia, establecer un conjunto de concepciones de la crítica literaria y su función en el ámbito estético y sociopolítico y, posteriormente, esbozar algunos puntos de su campo intelectual. En consecuencia, la referencia al crítico paulistano, Sérgio Milliet y Mário de Andrade posibilitan dimensionar la figura del novelista y crítico nordestino José Lins do Rego (1901-1957), pues con él es posible entrar en contacto con una práctica en constante polémica con los hombres de su tiempo, así como con una defensa del crítico y el escritor como intelectuales que se abstienen de idearios partidistas y posturas ideológicas absolutas.
Como personaje público, si bien no llega a ser problemático, representa cierta postura híbrida en lo concerniente a su labor como escritor de novelas regionales, ensayista, periodista y crítico literario, que logró constituirse en uno de los pocos profesionales de la escritura, junto a Gilberto Freyre, Jorge Amado y Graciliano Ramos, todos nordestinos y figuras relevantes en el ámbito intelectual brasileño a lo largo de las décadas de los treinta, los cuarenta y los cincuenta y, hasta cierto punto, antagonistas del sudeste brasileño en la época de la dictadura de Gétulio Vargas denominada Estado Novo.
El intelectual y su práctica: lugar de enunciación
José Lins do Rego Cavalcanti (1901-1957), hijo de un hacendado nordestino, en consecuencia familiarizado con el trabajo de esclavos y el cultivo de la caña, nació en Paraíba. Como casi todos sus colegas y coterráneos, al pertenecer a una clase latifundista entrada en decadencia debido a la abolición de la esclavitud y al cambio de modelo de desarrollo económico operado a finales del siglo XIX, se vio obligado a trasladarse a la urbe más cercana de su Estado y, posteriormente, a la capital de la Unión con el fin de ejercer de funcionario público como única alternativa para lograr su subsistencia. Esta situación coincide, en gran parte, con la de los personajes intelectuales de las novelas "autobiográfícas" de los autores de provincia, tal como lo apunta Sérgio Miceli:
En el caso de las familias de propietarios rurales que se arruinaron, los novelistas y sus héroes no tienen otra posibilidad que la de sobrevivir a las costumbres de empleos en el servicio público, en la prensa, y demás oficios que se "prestan a las divagaciones del espíritu".11 (93)
José Lins do Rego inicia su vida intelectual en uno de los momentos de mayor efervescencia política y cultural de Brasil, durante los años veinte.
En esta década se inicia la constitución de la intelligentsia brasileña, en opinión de Luciano Martins en su estudio "A gênese de uma intelligentsia. Os intelectuais e a política no Brasil 1920 a 1940" publicado en 1987. Apoyado en una breve genealogía del término nacido en Rusia y Polonia a mediados del siglo XIX, Martins establece un discreto paralelo entre las transformaciones efectuadas en estos países durante el siglo XVIII y el Brasil de finales del siglo XIX y principios del XX. Los aspectos comunes en estas sociedades, geográfica y, en este caso, temporalmente distantes, parecen sustentarse en un vertiginoso proceso de modernización y democratización de sociedades fuertemente jerarquizadas.
Si, por una parte, la sociedad rusa se debate entre la aristocracia y el pueblo, en Brasil, por otra parte, se encuentran los hacendados latifundistas, en algunos casos dedicados al cultivo de la caña de azúcar en el nordeste, o el café o el ganado al sudeste y al sur, respectivamente. En este contexto, Martins resalta el hecho de que, una vez abolida la esclavitud y declarada la Primera República en 1889, como resultado de un golpe militar en connubio con los hacendados, Brasil ingresa al siglo XX gobernado por oligarquías agrarias bajo el signo del "arribismo" y el "nuevo rico" de los centros urbanos.
Como un hecho que marcaría el ingreso de Brasil al siglo xx podría considerarse la transformación física de Río de Janeiro (1902-1906) la que, en calidad de capital del país, debía perpetuar no solo su carácter de centro político, financiero y comercial, sino constituirse en el eje a partir del cual irradiarían las corrientes culturales e intelectuales que dominarían al país. En palabras de Martins, ratificar lo que históricamente había sido: el lugar en donde se efectuaba la "incorporación cultural" de todo lo europeo (Martins s. p.) y se definía lo característicamente nacional que, como era de esperarse, respondía a los intereses de una élite consciente de que en la eliminación de la alteridad dependía su hegemonía.
La transformación arquitectónica de Río dejó al descubierto la crudeza de la miseria y la desigualdad social del país:
En Río de Janeiro, la transformación física de la ciudad, emprendida entre 1902 y 1906 por el prefecto Pereira Passos (a partir de un plano claramente inspirado en Haussman), rasgará los barrios pobres y expondrá en pleno día la miseria urbana [...]. Son abundantes los testimonios sobre el furor y la vergüenza de las personas "bien" de una ciudad cuya población aumentó el 30% en diez años (692 mil habitantes en 1900) frente al espectáculo de aquellos a quienes recrimina la condición de miserable.12 (Martins s. p.)
Sin embargo, Luciano Martins afirma que, si bien se despertó cierta irritación en los intelectuales, esta no llegaría a constituir un proyecto de transformación de la sociedad, sino tan solo una especie de indignación moral con profundas raíces en el desaliento. Es en este momento en el que, de acuerdo con el sociólogo carioca, se revela una de las características más notables de la intelligentsia brasileña:
El trazo más interesante de lo que sería esa intelligentsia en formación -trazo que puede incluso plantear dudas sobre la conveniencia del empleo de ese término- es justamente el siguiente: ella reivindica el liderazgo moral de la nación, pero se muestra incapaz de pensar una nueva sociedad. (s. p.)
Es decir, contrario a lo que se esperaría de una intelligentsia "desprovista de pensamiento utópico. La utopía es sustituida por una esperanza, relegada a un futuro impreciso"[...] que se expresa en "los mitos del 'padres del futuro' y del 'gigante dormido'" (Martins s. p.).13
En términos generales, la preocupación de los intelectuales brasileños no sería la sociedad, tal como lo fue en Rusia o Polonia en los siglos XVIII y XIX, sino la Nación a través de la configuración de una institucionalidad que, necesariamente, pasaba por el fortalecimiento del Estado. Este es el caso de la lectura polémica que hace Sérgio Miceli sobre los intelectuales del modernismo y la cooptación efectuada por el proyecto político de Gétulio Vargas.14 En este mismo sentido, comentando el trabajo de Miceli, Silviano Santiago, en su reseña de la obra de Miceli titulada "O intelectual modernista revisitado" de 1988, manifiesta que dicha obra, a propósito de los modernistas y su silencio en torno al "precio" de la obra, se constituye en una especie de evaluación de los "costos políticos que el proyecto artístico modernista acarreó por no haber el artista (y el texto) invertido valerosamente en otras fuentes de ingresos, como, por ejemplo, el mercado consumidor"15 (11).
Los ciudadanos ilustrados, poseedores de títulos universitarios y pertenecientes a las élites tradicionales, como es el caso de José Lins do Rego, alternarán sus actividades burocráticas con el oficio de intelectuales, lo que les imprimirá cierto carácter de autodidactas que, a la altura de las décadas de los cuarenta y los cincuenta, habrán alcanzado plena posesión de la competencia y la idoneidad características de estos profesionales de las letras. Esta descripción está respaldada por Silviano Santiago en el ensayo citado arriba, "O intelectual modernista revisitado" de 1988, al enfatizar la calidad de este tipo de intelectuales que, sin formación universitaria especializada, mantenían un diálogo fructífero con el público letrado (65). Paso seguido afirma: "Verdaderos formadores de opinión, responsables por el éxito o fracaso de obras y autores, esos críticos fueron responsables aún por una continua actualización y ampliación internacional del cuadro de lecturas del brasileño"16 (65).
Por su parte, la mencionada alternancia de la actividad crítica con otros oficios y un amplio interés en torno a lo cotidiano, la cultura popular, los problemas sociales, junto a sus personalidades y sus sentimientos, pueden llegar a explicar que en muchos casos en sus intereses profesionales no primaran los aspectos concernientes a la estética sino los de la política, respaldados por los avances provenientes de la sociología, la economía y, como gran novedad, de la cultura popular. Una vez más Santiago afirma:
El enamoramiento con la idea de participación social y política, herencia segura de la traición de los hombres de espíritu (la traición de los intelectuales), según la expresión y la tesis de Julien Benda, llevó a los artistas brasileños a una aproximación gradual al Estado en la década de 30.17 ("El intelectual" 9)
Todos y cada uno de estos aspectos se constituyen en verdaderos sustentos tanto de la producción artística como de la crítica literaria de la segunda época del modernismo. Así parece explicarlo João Luiz Lafetá en relación con Mário de Andrade:
Comprendiendo como pocos los caminos del arte moderno y las revoluciones por ella operados en el interior del lenguaje literario, mantiene todavía su tendencia a funcionar socialmente, buscando así alejar el fantasma del individualismo y acercarse a un lenguaje -o de ciertas "constancias" psicológicas populares- capaz de hacer efectivo su deseo de compromiso. En ese movimiento su mayor dificultad es la contradicción que siente existir entre la expresión poética y el proselitismo político, el primero transportando "las nociones más conscientes para un plano vago, más general, más complejo, humano, y el segundo exigiendo exactamente lo opuesto, consciencia, y encontrando por lo tanto su vehículo ideal en la Prosa.18 (199)
De igual manera, este parece ser el sentido de lo que plantea Mário de Andrade cuando se atreve a imponer el compromiso del artista modernista con su tiempo:
Yo creo que los modernistas de la Semana de Arte Moderno no debemos servir de ejemplo a nadie. Pero podemos servir de lección. El hombre atraviesa una etapa íntegramente política de la humanidad. Nunca jamás fue tan "momentáneo" como ahora. Los abstencionismos y los valores eternos pueden quedarse para después. Y a pesar de nuestra actualidad, de nuestra nacionalidad, de nuestra universalidad, una cosa no ayudamos verdaderamente, de una cosa no partimos: el desmejoramiento político-social del hombre. Y esta es la esencia misma de nuestra época.19 ("O movimento" 255)
Desde esta perspectiva, tienen un gran peso la formación y los intereses académicos y políticos inherentes a los exponentes de la nueva crítica y, en opinión de Antonio Candido, hacen acopio de la metáfora de "hombre-puente" atribuida por Candido a Sérgio Milliet:
Había estudiado ciencias económicas y sociales en una universidad suiza y adquiriría aquella técnica de aprender que nosotros estábamos tratando de dominar. Como nosotros, partiría de la sociología, de la psicología, de la economía, de la filosofía; como nosotros, había experimentado el impacto del marxismo pero también de la sociología universitaria; como nosotros tenía una preocupación política acentuada pero sin sectarismo; como nosotros, aspiraba a un socialismo democrático diferente de las fórmulas reinantes. ("Sérgio Milliet" 386)
Un poco anterior a esta afirmación, Sérgio Miceli agregará, en relación con los intelectuales brasileños que, además de tener en su haber un capital cultural diversificado -el coherente con su origen social y relacionado con la alta cultura-, tendrán una amplia familiaridad con las nuevas formas propias de la industria cultural y del entretenimiento:
La lectura de las historietas, de las novelas policiales, de las novelas de capa y espada y, en especial, la popularidad del cine, los discos, y los demás mass media serían los medios a través de los cuales se incidiría en la estructuración del discurso literario que llegaría a sustituir los modelos narrativos consagrados en el siglo xix en Europa. En términos generales, estos productos de la cultura de masas fueron las principales fuentes de referencia en la nueva etapa en que ingresaba el proceso de "sustitución de importaciones" en el campo de la producción cultural de una formación social dependiente.20 (119)
En lo concerniente a las décadas de 1930 y 1940, tanto Antonio Candido como Randal Johnson coinciden en afirmar que fue durante estos años que se consolidó la autonomía del campo literario. Por una parte, Johnson afirma que Gétulio Vargas,21 en sus dos primeras presidencias, junto al periodo dictatorial conocido como Estado Novo, convoca a los intelectuales a abandonar la torre de marfil y los invita a participar en las tareas dirigidas a la construcción nacional. Inicialmente, apoyado por amplios sectores de la sociedad civil y atemorizados por el avance del comunismo, surge la simpatía de ciertos grupos de intelectuales hacia Vargas.
En general, sus políticas parecían expresar los deseos de la joven intelligentsia brasileña en torno al fortalecimiento del Estado y con esto atender los ideales de la Revolución del treinta, incluidas las políticas dirigidas a la conservación del patrimonio arquitectónico de Brasil. Así lo manifiesta José Lins do Rego refiriéndose a las políticas estatales, en su ensayo "Do bom tradicionalismo" de 1942:
Recife era una ciudad de carácter propio, con los colores y sus rasgos pintorescos. Una ciudad que para sobrevivir no necesitaría de destruirse, y lo que dominaba en los hombres de Recife era un sentimiento de aversión contra todas las particularidades de la vieja ciudad brasileña [...] Aníbal Fernandes, sin embargo, bien leído, se pronunció contra los demoledores [...] Y Anibal Fernandes [en 1917] realizó en Pernambuco la primera obra de protección seria que tuvimos a lo que es verdaderamente digno de sobrevivir. Su informe era un programa de acción que más tarde sería puesto en práctica por el presidente Vargas.22 (109-110)
No obstante el entusiasmo que dicho nacionalismo despertó en los intelectuales, es sintomático que para 1935, José Lins, en "O deber dos homens de letras", en defensa de la amenazada neutralidad del intelectual, manifestara:
El hombre de letras está siendo llamado por todos lados por una definición. Quieren que él abandone ahora la "torre de marfil", el plano de pura contemplación, para caer en medio de las pasiones que agitan el mundo.
El fascismo moviliza sus recursos de catequesis invocando grandezas del pasado pero sugiriendo, o mejor imponiendo, una limitación grosera de la libertad. "El hombre reducido a un altoparlante de las frases de los Duces y de los Führers. El escritor queda reducido a un apologista de la nación, de la raza, de los ídolos otros que no tienen la belleza de los ídolos del oro del desierto".23 (259)
Lins do Rego, en franca oposición a la reducción "del animal pensante de Aristóteles a una pobre bestia movida y guiada por la voluntad de un jefe [...] sujeto, como cualquiera de nosotros a errores y desvaríos" ("O deber" 259),24 advierte que dichos llamados a los hombres de letras, no tiene más finalidad que "[e]xaltar los peores instintos del hombre, los más bajos y los más viles [...] es querer reducir fuerzas nacidas para la creación más alta a instrumentos de destrucción" ("O deber" 260-261).25 En consecuencia, conocedor de las inclinaciones políticas de muchos de los intelectuales brasileños, afirma:
Los intelectuales en Brasil que están siendo tentados por una ideología de extrema derecha debían llevar más serio sus facultades de pensar y de sentir. Para todos nosotros que vivimos de la libertad, el compromiso con partidos absorbentes es incluso un suicidio, un abandono de todo nuestro privilegio de estar sobre los cerdos y los lobos.26 ("O deber" 261)
Si de acuerdo con Antonio Candido, la Revolución del treinta se constituye en la expresión más fiel de todo un conjunto de inquietudes dirigidas a concretar el ingreso de Brasil a la modernidad, también es cierto, como señala Randal Johnson, que el Estado Novo se presenta como la expresión más fiel del proyecto ideológico y político de gran parte de los ideales de la Revolución. En términos generales, Johnson argumenta que el Estado Novo, de manera oportunista, si no toma como suyo el ideario del modernismo, dice adoptar como base de su proyecto las aspiraciones de dicha generación participante de la Revolución del treinta. Así lo recuerda el sociólogo mencionado cuando cita lo dicho por Gétulio Vargas en un discurso de 1951 en la Universidad del Brasil:
Las fuerzas colectivas que provocaron el movimiento revolucionario del modernismo en la literatura brasileña (...) fueron las mismas que precipitaron, en el campo social y político, la Revolución victoriosa de 1930. La insatisfacción brasileña (...) buscaba algo nuevo, más sinceramente nuestro, más visceralmente [... ] la renovación de los valores literarios y artísticos por un lado, (y) la renovación de los valores políticos y de las propias instituciones (por otro) se fusionaron en un movimiento más amplio, más general, más completo, simultáneamente reformador y conservador, donde se limitaron los excesos, (...) armonizadas las tendencias más radicales y divergentes.27 (Johnson 168)
Es precisamente -en relación con las motivaciones del movimiento modernista- la renovación de los valores literarios y artísticos, junto con una construcción de la identidad, en donde se pueden encontrar las posiciones más ambiguas de los intelectuales con el Estado Novo. Si bien no debería interpretarse como la entrega de la intelligentsia brasileña al statu quo, lo cierto es que el nacionalismo en el que desembocó, poco a poco, fue adquiriendo los esbozos del fascismo.
En este sentido, si para Antonio Candido, por una parte, el proceso de desaristocratización de la sociedad brasileña en los años treinta posibilita la aparición del intelectual y el artista opositor al orden establecido; por otra, Silviano Santiago, a propósito del trabajo de Sérgio Miceli, Intelectuais e clase dirigente no Brasil, afirma que "[la] lectura que se ha hecho de la participación de los intelectuales modernistas en el proyecto de nación de la Nueva República fue, por muchos años, ignorada por razones obvias"28 ("O intelectual" 10).
Sin embargo, en el ámbito latinoamericano, en repetidas ocasiones, la profesionalización de los intelectuales ha sido posible a través del fomento estatal, ya sea a través de políticas dirigidas a la conformación de un arte y una identidad nacional o mediante el aval y patrocinio de grandes obras. No otro parece ser el caso de Brasil; Getúlio Vargas encarga a los artistas la realización de grandes obras arquitectónicas y culturales, tales como la construcción del edificio del Ministerio de Educación y Salud y la contratación de Candido Portinari para el fresco del edificio, junto a las colecciones de títulos literarios y especializados, en las que participarían Gilberto Freyre y Plínio Salgado, etc., además de la institucionalización de oficios, representada en la formación de la Associação Brasileira de Escritores (ABDE) en 1945. Estos ejemplos se constituyen en la expresión más clara de algunas de las estrategias a través de las cuales el Estado Novo cooptó a gran parte de los intelectuales. Así lo expresa Santiago cuando afirma:
En cuanto funcionario público privilegiado competidor en el mercado de puestos de la Nueva República, el intelectual brasileño participó en un proyecto de Nación vehiculado por los victoriosos de la revolución del 30 y acabó por ser pieza indispensable en la modernización social y cultural pregonada por el Estado interventor.29 ("O intelectual" 9)
Si bien, todos y cada uno de los proyectos culturales patrocinados por el régimen parecían constituirse en la base ideológica del Estado Novo, no es posible desconocer que con ellos se posibilitó la aparición de condiciones indispensables para la futura autonomización del campo intelectual, tal como lo plantearía Pierre Bourdieu, al proporcionar cierta independencia económica y gremial, posteriormente invertida en actividades y proyectos propios que redundaron en resistencia ideológica en el seno del régimen. Así parece entenderlo Sérgio Miceli:
El aumento considerable del número de intelectuales convocados para el servicio público provocó un proceso de burocratización y de "racionalización" de las carreras que poco tiene que ver con la concesión de puestos y prebendas que los jefes políticos oligárquicos acostumbraban brindar a sus escribas y favoritos. Aunque es innegable que el reclutamiento de los intelectuales a lo largo del período Vargas continuó como antes, dependiendo en gran parte del capital de relaciones sociales de los postulantes a los cargos, vale decir servidores o mayordomos cuya rentabilidad podría sobrepasar aquella proporcionada por títulos escolares o por las aptitudes profesionales, es necesario admitir que la nueva etapa de la división trabajo administrativo acabó imponiendo cambios de peso en las relaciones entre los intelectuales y la clase dominante.30 (131-132)
No obstante, es importante resaltar que debido a que el Estado era el mayor generador de empleo e impulsor de empresas culturales, al grueso de los intelectuales que permanecían en el país no le era fácil abstenerse de participar de las dádivas ofrecidas, aunque con su participación se ponía en riesgo su libertad profesional. Así lo manifiesta Silviano Santiago al comentar el trabajo de Sérgio Miceli:
La postura de Miceli fue insoportable porque, inmediatamente, él tomó estratégicamente el partido opuesto, es decir, descartó completamente la producción literaria revolucionaria en el análisis, para detenerse solamente en la relación entre el intelectual y el Estado, estudiando los mecanismos de mercado de puestos que se abrían en aquella época.31 ("O intelectual" 10)
En palabras de Miceli:
El funcionalismo público federal, civil y militar, recibió un trato privilegiado que consistió, básicamente, en un conjunto articulado de derechos y prerrogativas estatuidas en leyes especiales que involucraban los principales aspectos relativos a la reproducción de las condiciones materiales y del status de prácticamente todos los escalones del personal burocrático de carrera. Al convertirse en el blanco de beneficios significativos, el funcionalismo público acabó convirtiéndose en una de las bases sociales para la sustentación política del régimen.32 (134)
Modernismo, regionalismo y Estado Novo
En el ensayo titulado "Espécie de história literária" de 1935, José Lins do Rego menciona a Sérgio Milliet como un escritor paulistano quien, al referirse a la novela contemporánea brasileña, sobredimensiona el papel de la Semana da Arte Moderna de 1922. En apariencia, la postura crítica y contestataria de José Lins do Rego parece surgir de la frustración que le genera el desconocimiento de Milliet, en cuanto vocero de la élite del sudeste, de los aportes hechos por los autores de novelas regionales nordestinas al modernismo y, a modo de desafío, recuerda que fue en Recife donde Gilberto Freyre advirtió sobre la superficialidad de este tipo de movimientos; así mismo, recuerda que él en su momento, en un periódico político, tomando una posición contraria, atribuyó este tipo de actividades a caprichos nostálgicos e inoficiosos de un millonario como Oswald de Andrade (97).
En este escrito es posible evidenciar que la incomodidad de Lins do Rego nace del desconocimiento por parte de Milliet del movimiento intelectual del Nordeste, en especial, de lo realizado por Gilberto Freyre y Manuel Bandeira, este último, en opinión de do Rego, el verdadero protagonista del movimiento poético modernista.33 En términos generales, lo que parece incomodar a Lins do Rego, es que "[s]in embargo, para el Sr. Sérgio Milliet, toda la novela que viene del Norte está condenada a morir, porque le falta horizonte, que es un producto de la tierra, porque expresa una realidad infeliz" ("Especie de historia" 98).34 Es así como este ensayo se constituye en una lección de historia para el paulistano Milliet:
El gran error del Sr. Sérgio Milliet está en su ignorancia de la historia del arte y de la literatura. Lo que el Sr. Milliet rechaza en la literatura que él llama nordestina para humillarla, para darle límites estrechos, es lo que hay de grande en toda la literatura. Es el vigor, es la salud que viene de la tierra, de las entrañas de la tierra, del alma del pueblo.35 ("Espécie de história" 44)
Este ensayo, desde su título "Espécie de história literária", parece incitar a una lectura deconstructiva de una narración de la historia que aspira a ser oficial, tan solo por el hecho de representar los sectores socioeconómicos y políticos que detentan el poder. Sectores que, conscientes de la necesidad aseguran su superioridad, se atribuyen la autoría única e inédita de logros que en realidad involucran a sectores sociales, políticos y culturales que históricamente han sido relevantes. Al menos así parece sentirlo José Lins do Rego y, para ello, no solo reconstruye dicha narración, sino que, como es de esperarse para lograr legitimidad, acude a escritores de gran valía en el ámbito literario mundial como Tolstoi y Dostoievski en Rusia o Rabelais en Francia, pues ellos alimentaron sus literaturas nacionales con lo cotidiano del pueblo y del dolor de este. Por esto, asimismo menciona a Knut Hamsun de Escandinavia, quien se ocupó del dolor y la desgracia de su región: "[c]riticar la novela porque expresa la desgracia de una región, de una porción de la humanidad, es querer conducir la creación al puro artificio gramatical" (44).36
La tragedia del nordestino, la sequía, el hambre y las inundaciones, para Milliet, en opinión de Lins do Rego, no pueden dar la talla de "un héroe universal" y parece esperar un héroe y una novela que no tenga nada que ver con Brasil, ubicándose en un mirador que, en opinión de Lins do Rego, es más una distancia ideológica y política ("Espécie de história" 44). Esta apreciación de José Lins, quien dice no identificarse con Macunaíma de Mário de Andrade y su lenguaje enrevesado y retórico, si bien parece querer restituir el protagonismo del nordeste en lo que a la renovación artística y cultural de Brasil de la década del veinte y el treinta se refiere, pareciera ser excesiva en lo que respecta a la lectura que hace Antonio Candido del mismo fenómeno mucho tiempo después.37 Atribuyendo el surgimiento de la novela regional nordestina a una consecuencia del "rechazo del inconformismo y anticonvencionalismo constituidos en derecho" ("La revolución'279) como efecto de las innovaciones formales y temáticas del modernismo. En términos generales la lectura de Candido puede resumirse en la siguiente cita:
En verdad casi todos los escritores de calidad acabaron escribiendo como beneficiarios de la liberación operada por los modernistas, que acarreaban la depuración antioratoria del lenguaje, buscando especialmente una simplificación creciente y los giros coloquiales que rompían con la artificialidad anterior. ("La revolución" 279)
De esta manera, la afirmación de Candido parece sustentarse en el hecho de que la superación de la literatura académica de la Primera República ha sido atribuida, no solo a la democratización de la educación, en la cual São Paulo tendría el protagonismo a través de la Escola Nova38 y a su tímida aplicación tras el intento de golpe por parte del Partido Comunista (pcb) en 1936, sino a lo que Sérgio Miceli alude como el resultado del contacto con la cultura popular y de masas de las jóvenes generaciones, desde cuya lógica y ordenamiento, según su perspectiva, se extraerán los principios de estructuración del discurso literario como resultante del espíritu del modernismo.
Este tema será objeto de disputas por parte de los intelectuales nordestinos frente a las versiones de los del sudeste y, en consecuencia, una constante en la ensayística de José Lins do Rego. En este sentido, son innumerables las referencias de Lins do Rego tanto al pueblo como a la oposición entre lengua académica y la lengua coloquial y viva. En primer lugar, tenemos que resaltar su famoso ensayo titulado "Gordos e magros" escrito a fines de la década del veinte y principios del treinta; en sus propias palabras su título "es una tentativa de interpretación del estilo en literatura" (xi)39 que, a la postre, es un rechazo a la retórica y una apuesta a la lengua del pueblo. Por esto en su ensayo "Prefiro a Montaigne" publicado en la colección A casa e o homem de 1954, afirma que ante la petición de uno de sus lectores, en relación con el cuidado del estilo, opta por "reconocer" falta de coraje para los recortes que su lector le sugiere y acude y se respalda en los maestros grandes de la verdadera literatura: Y me amparo en el maestro Montaigne, que confiesa: "El lenguaje que a mí me gusta es un lenguaje sencillo y espontáneo, lo mismo en el papel que en la boca" ("Le parle que j'aime c'est un parle simple et naif, tel sur le papier qu'à la bouche") y termina su respuesta:
Al lector que me llama para la buena cadencia académica, para escribirle como un arte de hacer rentas, le digo, con toda mi grosera franqueza, que mejor vale escribir con mi alma y mi lengua cargada de impurezas, mi escritura, que la corrección gramatical que me haría escribir tan bien como escribe el Sr. Cláudio de Sousa.40 (94)
Es importante destacar que esta postura ya había sido expuesta por Lins do Rego en relación con la escritura de Graciliano Ramos en el ensayo "O mestre Graciliano" publicado en 1945:
La lengua de que se sirve es un instrumento de fabulosa precisión. No hay en ella un desgaste de pieza, un tornillo flojo. Todo va a un ritmo perfecto. Es un maestro de la lengua para muchos. Para mí, él es maestro de oficio más difícil que el de maniobrar bien las palabras. Es un maestro como fuera Stendhal, de palabras precisas, pero de pasiones indomables.41 (37)
Por último, en opinión de José Lins habría que resaltar que el modernismo se constituye en una facción del "mundanismo parisiense", no obstante reconozca la participación de coterráneos nordestinos en lo sucedido en São Paulo, en especial, Graça Aranha. Este último descrito como una voz retardada de la Escola de Recife que renegó de la Academia y apoyó al modernismo paulistano, a sabiendas de la carencia de autenticidad: "Se derrumbaban ídolos de piedra mármol para fijar otros ídolos, otras fórmulas, otros prejuicios. La semana de arte moderno fue, sin embargo, un momento de tensión creadora, superando aquella integración en el todo universal del monismo romántico de Graçã Araña" ("O mestre" 123).42 Sin embargo, no todo se había perdido pues pasados tan solo unos meses regresaría Gilberto Freyre e iniciaría un movimiento que le daría relevancia a las raíces de la cultura popular nordestina, en comparación con el desencadenado "eurocentrismo" que había inspirado al de São Paulo y Río:
El regionalismo de Gilberto Freyre no era un capricho de nostálgicos, sino una teoría de la vida. Y, como tal, una filosofía de conducta. Lo que quería con su peaje a la tierra natal era darle universalidad [...] era transformar el suelo del Nordeste: de Pernambuco, en un pedazo del mundo [...]. Por este modo el Nordeste absorbía el movimiento moderno, en lo que éste tenía de más serio. Queríamos ser de Brasil siendo cada vez más de Paraíba, de Recife, de Alagoas, de Ceará.43 ("O mestre" 123)
No obstante todo lo anterior, en el prólogo a su libro Gordos e magros de 1942, pasados dieciséis años de haber escrito los ensayos que componen la colección, es caracterizada como: "Nada más que las reflexiones de un provinciano sobre un tema que será siempre eterno"44 (XI) y paso seguido afirma:
Recuerdo la etapa alagoana de mi vida como tiempos fecundos, época de floración de mi carrera. Terminación del aprendizaje para hacer cualquier cosa con mis manos. Comenzaba a sentir ese deseo de que habla Ramón Fernández, "un désir d'introducire le jugement dans son univers intérieur" De ahí la necesidad de escribir sobre los demás, de pretender criticar, de discurrir sobre la creación. Debatí el modernismo. He sido a menudo injusto con los autores del movimiento. Acerté en muchas jugadas.45 (XIII)
Es evidente que, a esta altura de la polémica y del estado del modernismo, Lins do Rego tiene frente así a Mário de Andrade quien, en palabras de João Luiz Lafetá en lo concerniente al conflicto individuo/sociedad, ha llegado al punto de sentirse acorralado y sin ninguna opción y, por consiguiente, opta por el realismo exigente, pues el artista debe vivir plenamente su época, viviéndola de forma comprehensiva al punto de distinguir en ella lo esencial. Así lo manifiesta en el ensayo "A elegía de abril" de 1941:
Imagino que una verdadera conciencia técnica profesional podrá hacer que nos condicionemos a nuestro tiempo y superemos, desbastándolo de sus fugaces apariencias, en vez esclavizarlo a ellas. No pienso en ninguna tecnocracia, antes, confío es en la potencia moralizadora de la técnica. Y salvadora ... [...]. El intelectual no puede ser un abstencionista; y no es el abstencionismo que proclamo, ni siquiera cuando aspiro a la nueva revigorización del "mito" de la verdad absoluta. No obstante, si el intelectual es un verdadero técnico de su inteligencia, no será jamás un conformista [...]. Simplemente porque entonces su verdad personal será irreprimible.46 (193)
Y paso seguido afirma algo que está en conformidad con lo propuesto por José Lins do Rego:
Si hace veinte años, me hubieran me preguntado lo que valía más, si el autor, si la idea, yo respondería sin vacilar que el autor. Ahora ya no lo sé, vivo en la incertidumbre. El hombre es algo sublime, pero si las ideas prevalecieran sobre los hombres, seguramente haría mucho tiempo que la paz se hubiera posado sobre la tierra. Añoro la paz.47 (195)
El escritor, la escritura y la crítica
En el ensayo "O dever dos homens de letras", citado arriba, José Lins do Rego hace una advertencia a la pérdida de la autonomía del escritor al atender el llamado de ideologías que se sirven de los sentimientos y añoranzas más profundas: como Dios y patria, a modo de un llamado para que abandone su lugar de confort o "torre de marfil" y se convierta en un hombre de acción. En opinión de Lins do Rego, este no es más que el canto de las sirenas, pues dicho llamado no pasa de ser más que "una limitación grosera de la libertad" (259).48 Al defender a la patria y al dios de los fascistas, "[el] escritor queda reducido a un apologista de la nación, de la raza, de ídolos otros que no tienen la belleza de los ídolos de oro del desierto"49 (259). Posteriormente, agrega: "Para el hombre de letras el llamado del fascismo es el llamado a la yunta, al trabajado forzado que dispersa la personalidad"50 (259).
Si antes los poetas que servían a Dios lo hacían como un acto de libertad, hoy el fascismo no hace más que "[ll]amar a los hombres de letras a la lucha, a exaltar los peores instintos del hombre, los más bajos y los más viles, como lo son los de la guerra, es querer reducir fuerzas nacidas para la creación más alta a instrumentos de destrucción"51 (Rego, "El deber" 260-261). El ensayo concluye con el llamado directo a la razón de los intelectuales brasileños que se sienten atraídos por el fascismo para que protejan sus facultades de pensar y sentir: "Para todos los que vivimos de la libertad, el compromiso con partidos absorbentes no es más que un suicidio, un abandono de todo nuestro privilegio de estar por encima de los cerdos y los lobos"52 (Rego, "El deber" 261).
Posteriormente, en el ensayo "Arte e política" alude al mandato del "realismo socialista" y la directriz de constituirse en el espacio de denuncia de la injusticia y propaganda de las fábricas y las haciendas colectivas, puesta sobre los hombros del poeta y el pintor la carga de responsabilidades políticas disfrazadas (194-195). Este distanciamiento de José Lins, en relación con el arte propagandístico de derecha o izquierda, se evidencia también en lo concerniente a la evaluación de la literatura producida por su coterráneo Jorge Amado, al punto de afirmar, en el ensayo ya citado, "Presençã do Nordeste na literatura":
Jorge Amado, ya no es tan de los nuestros como Raquel y Graciliano, porque le falta ese "sentido del humor" que es nuestra fuerza. Sus novelas quieren salvar a la humanidad. Y por lo que sé, novela alguna, hasta hoy, ha tenido fuerzas para tanto. Es así que, a pesar de su inmenso talento, no es más que un esfuerzo de proselitismo.53 (125)
En 1942, en su ensayo "Porque escreves?", retoma lo planteado en los ensayos comentados, en torno a la importancia de que el artista se ponga al margen de ideologías que recorten su albedrío y voluntad creadora. Así, afirma que la imposición de una ideología lo pone, necesariamente, "al servicio de Dios o del diablo"54 (304). De este modo, "[t]endría que someterse a los poderosos del día; los poderosos de arriba, o los poderosos de abajo"55 (304) no pasa de ser más que en un instrumento de guerra: "especie de clavel rojo de las letras"56 (304).
Es claro que para José Lins do Rego, la escritura es un acto de libertad a partir del cual se justifica la existencia misma del artista y sustenta la existencia de la humanidad. Si bien no es muy claro este argumento, el crítico se opone a todo aquello que sea impuesto al hombre desde fuera. De ahí que argumente de una manera didáctica, alternando las posiciones entre el artista engagé y el librepensador para, con el contraste, mostrar el servilismo del primero. Es decir, servidor, esclavo, instrumento al servicio de jefes y señores para quienes no existe la libertad de creación sino obediencia.57 Ante la pregunta de ¿por qué escribes? el escritor de partido: "No dice: -'Yo escribo porque tengo que escribir, porque tengo algo personal que decir, porque escribir, para mí, es liberarme, es sentirme en contacto con los hombres, es dar de mí lo que puedo dar'"58 (305). El escritor comprometido ve en el arte solamente su forma de combatir, lo contrario es distraerse, deleitarse. Tras una serie de reflexiones en las que menciona a Julian Benda, Machado de Assis y Dostoievski, cita la respuesta que André Gide le da a Valéry ante la pregunta ¿por qué escribes?:
"Escribo para no matarme". Es lo que Gide dijo es todo lo que hay de más serio y de más trágico para el verdadero escritor, cuando, para este escritor, escribir representa su realidad esencial. Escribir para poder vivir, para salvarse de un demonio con los poderes de la creación. [...]
Gide escribe para no matarse. Esta es la gran respuesta. Escribe para sobrevivir, para ponerse en intimidad con la vida, conectarse con ella. El creador, por lo tanto, venciendo la muerte. Si Gide se callara, estrangulando sus poderes de creador, habría cometido más que su propia muerte, habría asesinado a la humanidad. Él podría decir: -"Escribo porque puedo. Porque nací para esto. Porque vivo".59 (306-308)
Este ensayo ha sido objeto de múltiples comentarios, sin embargo, consideramos que la aproximación que realiza César Braga-Pinto en su ensayo "Homen de palavra, homem de letras: literatura e responsabilidade na obra de José Lins do Rego", además de coincidir en muchos aspectos con lo propuesto aquí, hace aportes importantes a los aspectos más oscuros. Es así como Braga-Pinto asegura que en la postura de do Rego es posible identificar dilemas y contradicciones en el momento de reflexionar en torno de la responsabilidad del escritor y la función de la literatura. Si bien José Lins dice ser consciente de la distancia que separa al intelectual de élite de la llamada "realidad brasileña", a la cual él se propone representar, pareciera que toda su obra es una tentativa de superar esta distancia. En general, do Rego se centra más en cómo no se debe escribir, que sobre sus responsabilidades específicas: el imperativo ético de preservar la vida en general (Braga-Pinto 181). El escritor, tal como se planteó en los comentarios anteriores, debe constituirse en testimonio de libertad (Braga-Pinto 182).
La apreciación anterior se corrobora en "Posição do escritor" de José Lins do Rego. En este ensayo, el escritor menciona una entrevista en la que se le ha preguntado sobre la participación del hombre de letras en la política. Así es como, con el ánimo de aclarar este dilema, dice remitir al periodista Denis de Rougemont como "el admirable interprete de una posición verdaderamente humana del hombre de letras ante los problemas de la sociedad"60 (325).
Consecuente con la fórmula de San Pablo de comportarse en el mundo como si no fuera del mundo, encontró la clave para esta cuestión:
Porque precisamente al no tener el escritor un lugar claramente definido en la sociedad, tendrá que sufrir mucho por esta ausencia de estabilidad. No correspondiendo a su acción la función económica y política bien caracterizadas, el escritor representa un elemento de juego entre las divergencias de liberación.61 (325)
En definitiva, la concepción de do Rego en lo concerniente al escritor en el que incluye no solo al novelista sino al crítico, está íntimamente ligada a una posición ascética del mismo que, en muchos aspectos, coincide con la concepción del intelectual como "clérigo" en los términos de Julian Benda:
[...] quiero hablar de esa clase de individuos a quienes yo llamaría intelectuales (clercs), designando con tal nombre a todos aquellos, cuya actividad, en sustancia, no persigue fines prácticos, pero que, al solicitar su alegría para el ejercicio del arte, o de la ciencia, o de la especulación metafísica, en suma, para la posesión de un bien no temporal, dicen en cierto modo: "Mi reino no es de este mundo". (44)
Por último, habría que agregar respecto a las opiniones de José Lins do Rego en lo concerniente a la función del crítico literario, lo expuesto por el autor en su ensayo "A crítica do essencial". En este ensayo se refiere al crítico literario más prestigioso del momento, Alvaro Lins, quien se había dedicado a la cátedra universitaria en Portugal y regresaba a Brasil a practicar su oficio. Sin mencionarlo al inicio, en primera instancia hace referencia a un dato anecdótico: "En 1934, Rodrigo Melo Franco de Andrade, en un artículo para la Folha de Minas, hacía la siguiente comunicación, como en pequeños anuncios para cocineras: 'Se necesita un crítico'"62 (139). Este dato anecdótico, al mejor estilo del género ensayístico, le permite, introducir su homenaje a Alvaro Lins quien vino a suplir la necesidad de críticos en el mercado de las letras. No obstante, en su juventud haya demostrado su "[v]ocación de político que hacía de líder de clase [...] seis años más tarde, este estudiante se transformaba en aquel crítico de que necesitaba Rodrigo Melo Franco de Andrade. La política cedía lugar a un auténtico escritor"63 (139). Esta caracterización, recuerda lo expuesto por Benda en relación con "la traición de los críticos como intelectuales":
Entre los que deberían dar al mundo el espectáculo de su actividad intelectual desinteresada y que revierten su función a fines prácticos, citaría, además, a los críticos. Todos saben que hay ahora entre ellos quienes quieren que una obra no sea bella con tal de que sirva al partido que les es grato, o que dicha obra exprese "el genio de su patria", o que ella ilustre la doctrina literaria que se integra a su sistema político, u otras razones de la misma pureza [...]. No obstante, también aquí [en donde lo útil determine lo bello], los que adoptan tal crítica no son, a decir verdad, críticos, sino políticos que hacen que la crítica sirva a sus designios pragmáticos. (74)
En lo que concierne a Alvaro Lins, las cualidades de político se aplican a mejores fines y posibilitan el nacimiento de alguien que personifica, en opinión de Lins do Rego, la primera condición para el crítico: "dejarse impresionar por las cosas".64 Es así como, "El crítico debe ser un contemplativo de las obras que toca, porque la recepción es la condición previa para la percepción"65 (149) y agrega:
Recibir, he aquí el único camino para percibir. Sólo recibiendo, por los sentidos y por la inteligencia, podrá el crítico criticar bien. Criticar bien es más que descubrir defectos o valorar cualidades, es una conexión, casi un connubio con contenido espiritual de los autores.66 (140)
Desde esta perspectiva se evidencia que la crítica literaria tiene en el ensayo el espacio discursivo ideal, pues, es en él que el crítico empeña su palabra y dramatiza su argumentación, instaurándose a sí mismo y a su interlocutor en un diálogo estético-axiológico que sustenta el carácter del ensayo de "discurso situado".
En este sentido, Liliana Weinberg en Pensar el ensayo, premio internacional de ensayo del 2006, propone efectuar un desplazamiento conceptual de la imagen del ensayo como "proteico", a propósito de la imposibilidad de establecer una forma específica y única, a resaltar su carácter "prometeico", aludiendo a Albert Camus y su ensayo "Prometeo en los infiernos" de 1946, quien, en el contexto de la posguerra, postula a un nuevo Prometeo, y "[...] la relación del hombre con la historia, la cultura y el sentido" (10). Dicha metáfora, le sirve a la autora, para afrontar lo que ella denomina "un ejercicio de coherencia intelectual" en donde, a su vez, es posible percibir la existencia de la cuestión axial que se relaciona con "el más allá y el más acá del texto, dado por la poética del pensar del ensayo y por la inscripción del texto en un mundo social de sentido" (12).67 En definitiva:
El ensayo se da en el presente no sólo porque surge ligado a la inminencia de una situación vivida, sino también porque trata de dejar inscrito en el papel el carácter perentorio, activo, eléctrico, de la indagación del sentido, mostrarlo en su propia dinámica y participarlo. (63)
Aceptada esta caracterización, es comprensible que la crítica haya intervenido en los ámbitos culturales y políticos del continente. En esto, Weinberg coincide con lo propuesto por Ernst Curtius en relación con la crítica y que se ha citado a través de José Lins do Rego. De acuerdo con Weinberg, al ensayo le corresponde
una forma enunciativa particular con fuertes marcas tensivas: un predicar sobre el mundo desde el punto de vista del autor que resulta al mismo tiempo el punto de partida de la reflexión referida a un presente del pensar y del decir. (19)
Lo afirmado arriba, a propósito de lo propuesto por Liliana Weinberg: "las marcas tensivas de un predicar sobre el mundo desde el punto de vista del autor", coincide con lo expuesto por Lins do Rego en su ensayo "Sobre a crítica". El brasileño, más que establecer un decálogo de la buena crítica, alude a un principio ético, la sinceridad: "Hay que creer en la sinceridad de los críticos y confiar en su honestidad. El elogio sincero al escritor a propósito de lo que él imagina que es un acontecimiento no puede merecer alguna restricción".68 La dignidad e inteligencia junto a la buena fe, merecen nuestra admiración (140-141).69
Amparado bajo una misma concepción del ensayo, y respaldando la crítica hecha a su expresión más contemporánea, José lins do Rego, en "Boa crítica", enfatiza "[t]engo la certeza de que la crítica literaria debe ser ejercida en términos claros, sin la preocupación erudita; más intuitiva que doctrinaria"70 (141), de lo contrario pasa a ser prisionera de la doctrina de la que se apoya. Entonces, retoma lo que ha mencionado antes con respecto a Curtius: "El buen crítico es el que siente el libro como si este fuera una creación de facultades que superan los datos positivos de las teorías"71 (141). De ahí que el ensayo, forma privilegiada de la crítica, deba continuar unido a la vida y no a principios que lo distancian de su naturaleza: "Montaigne fue más afin al contenido moral de los acontecimientos, aunque daba a los hechos una luminosidad que atravesaba los cuerpos"72 (142). Este ensayo, publicado en 1958, se refiere a lo mismo que para Silviano Santiago ha hecho desfallecer a la crítica y al ensayo:
Cuando me detengo a leer ciertos críticos brasileños me exaspera la arrogancia de hablar como si fuera la última palabra. Faltan más granos de modestia a los que clasifican y marcan las personalidades. A veces, se llenan de citaciones como bahianas cubiertas de colgandijos.73 (142)
Para José Lins do Rego "[...] la buena crítica se hace para orientar o descifrar. Y nunca para exhibición ruidosa"74 (142). La crítica sufre de la presencia de impostores que engañan a los lectores con el fin de obtener favores, como parte de un negocio: "El hecho triste es que el público no sabe lo que pasa tras bastidores y se engaña con los que dominan columnas prestigiosas. Lo que nos consuela es que estas intrucciones no sobreviven a sus mentiras y cavilaciones"75 (142) y, por último, afirma: "Necesitamos buena crítica, de hombres serios, de inteligencias lúcidas, corazones sensibles"76 (142).
Conclusiones
A lo largo de este trabajo he intentado establecer los parámetros a partir de los cuales José Lins do Rego ejerció, a través de la crítica, una práctica intelectual, coincidiendo con la postura expresada por Roberto Fernández Retamar al inspirarse tanto en el materialismo histórico como en la postura de Alfonso Reyes en lo que respecta a la concepción de una literatura "ancilar" propia del continente latinoamericano y de la cual se puede inferir como valor supremo la libertad.77 En un contexto histórico agitado, en medio de las más grandes crisis económicas, políticas y culturales, escritores y críticos, tales como José Lins do Rego y algunos compañeros de generación y profesionales, hombres de su tiempo, país y región, se propusieron, a través del ejercicio de la escritura, trascender sus pasiones políticas y caprichos personales, tal como en los años veinte lo plantearía Julian Benda:
Sin duda -y aunque hayan fundado el Estado Moderno en la medida en que este domina los egoísmos individuales- la acción de los intelectuales sería siempre teórica; no han podido que los profanos (laics) llenen toda la historia con el ruido de sus odios y matanzas; pero les han impedido convertir en religión tales movimientos y creerse grandes cuando trabajan por llevarlos a cabo. .78 (45)
No obstante, es indudable que José Lins do Rego (como prototipo del intelectual de su tiempo) no se empeñó en mantener una posición ideológica antípoda, lo que tampoco llegó a significar momentos de claudicación de su libre albedrío. Siempre es posible encontrar en sus ensayos una recurrente actitud irónica que redunda en cierta autonomía y dignidad que parece haberlo marginado de un mayor reconocimiento. Así lo afirma en su ensayo "Arte e política":
Recuerdo que sufrí con mis novelas de la misma persecución y de los mismos verdugos. Los libros míos fueron enviados a las autoridades, cartas fueron escritas al Jefe de la Nación, donde se apuntaba mi interés en acabar con la patria, en destruir a Brasil (347)
No obstante, Sérgio Miceli afirma que:
Durante el gobierno de Vargas, las proporciones considerables a que llegó la cooptación de los intelectuales les proporcionó el acceso a los puestos y carreras burocráticas en prácticamente todas las áreas del servicio público (educación, cultura, justicia, servicios de seguridad, etc.). Pero en lo concerniente a las relaciones entre los intelectuales y el Estado, el régimen de Vargas se diferencia sobre todo porque define y constituye el dominio de la cultura como un "negocio oficial", implicando un presupuesto propio, la creación de una "intelligentzia" y la intervención en todos los sectores de producción, difusión y conservación del trabajo intelectual y artístico. (131)
Por su parte, Antonio Candido refiriéndose al papel de los intelectuales durante las cuatro presidencias de Gétulio Vargas -incluido el periodo dictatorial, apoyado por una mayoría compuesta por "profanos" y "clérigos traidores", en términos de Benda, en medio del populismo de izquierda y de derecha- afirma que no siempre hubo una colaboración de los intelectuales sin sometimiento, pues este grupo adoptaba cada vez más posiciones radicales frente al Estado autoritario ("La revolución" 290) e, incluso, los artistas reclutados desarrollaron formas de resistencia (Miceli 132).
A nuestro modo de ver, esta resistencia a los privilegios que le ofrecía el poder, en el caso de José Lins do Rego, se define a partir de su concepción de intelectual, al margen de las luchas políticas y se concreta con el cultivo del ensayo. Si bien este género discursivo ha sido, históricamente, el instrumento de una lucha "cuerpo a cuerpo" entre el autor y el poder, su naturaleza le permitió a Lins do Rego constituirse en una voz autónoma sin que esto significara convertirse en una víctima del autoritarismo. Es claro que, para el autor, la única certeza es la falta de ella o en su defecto, la fragilidad de las cosas humanas (ascetismo al que se ha hecho referencia), de ahí que sea susceptible de ser leído como un espíritu indomable e irónico, tal como puede colegirse a partir de lo que Graciliano Ramos le comenta a su esposa, Heloísa:
Vi ahí, en un pasillo, la nariz y el perfil del S. Exc. Sr. Gustavo Capanema. Zélins (José Lins do Rego) encuentra excelente nuestra desorganización que hace que un sujeto esté hoy en la Colônia (cárcel) y mañana hable con un ministro; yo encuentro pésima la mencionada desorganización que debe mandar para la Colônia al mismo sujeto que habló con el ministro. (176)
En este sentido, es relevante la caracterización del ensayo como aquella invitación, al aquí y al ahora, de la situación enunciativa elaborada por Liliana Weinberg (64-65) y que deja como efecto la clara expresión de la tensión del momento de la enunciación. En el caso de José Lins do Rego, corrobora lo que Braga-Pinto menciona, al aludir a su constante referencia al pueblo, a la lengua del pueblo, a la historia del pueblo como parte de los problemas que surgen en el contexto de los totalitarismos en el que la vida termina por constituirse en un espacio de indeterminación. Así, el totalitarismo al considerar a la vida "sagrada", como todo lo sagrado, se excluye del mundo de los vivos (193). En general, la implicación del mundo apunta a la recuperación de un papel activo de la crítica literaria en el ámbito de la opinión pública. A la larga ¿se podría demandar algo más a los "hombres de letras" en las actuales circunstancias?
Obras citadas
Referencias
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