Regresión en la estructura productiva y la distribución del ingreso en América Latina: historia de una trayectoria truncada
Regression in the Productive Structure and Distribution of Income in Latin America: The History of a Truncated Trajectory
DOI:
https://doi.org/10.15446/ede.v31n58.86477Palabras clave:
Distribución del ingreso, Economía heterodoxa, Cambio técnico, América Latina (es)Heterodox Economic, Technological Change, factor income distribution, Latin America (en)
Este artículo busca establecer una conexión teórica y empírica entre la distribución funcional del ingreso y el cambio estructural. En la parte teórica se recurre a una serie de autores heterodoxos que consideran no neutra la incidencia de la estructura productiva sobre la distribución. Respecto de lo empírico, se abordan las ocho economías más grandes de América Latina por actividad económica y se corrobora que estas, durante el periodo analizado, muestran una relación inversa entre la participación de los salarios en el PIB y el avance de la estructura productiva entendida como una convergencia de la productividad relativa a los países de la frontera tecnológica. A su vez, se encontró que la demanda agregada de los trabajadores es la que permite una mayor remuneración y empleo para sí mismos. Como la trayectoria reciente de estas economías ha sido la de una regresión en la estructura productiva, y por ende de la distribución del ingreso, se considera que no solo se ha bloqueado la convergencia a estructuras productivas más complejas y sofisticadas a los países de América Latina, sino que estos países se han bloqueado a sí mismos al adoptar con vehemencia las reformas de mercado que pulularon en la región luego de la debacle económica y social de los años de 1980.
This article seeks to establish a theoretical and empirical connection between functional distribution of income and structural change. In the theoretical component a series of unconventional authors that consider the incidence of the productive structure over distribution not neutral are consulted. As for the empirical aspect, the eight largest economies in Latin America are observed in what concerns economic activity and it is corroborated that they, during the period under analysis, show an inverse relation between salary participation in GDP and the advance of the productive structure understood as a convergence of productivity relative to the countries at the technological cutting edge. Likewise, it was found that the workers’ aggregate demand is what allows greater remuneration and employment for themselves. Given that the recent trajectory of these economies has been that of a regression in the productive structure, and thus of the distribution of income, it is considered that not only has there been a blockage of the convergence to more complex and sophisticated productive structures of the countries in Latin America, but also these countries have blocked themselves by feverously adopting the market reforms that were rife in the region soon after the economic and social debacle of the 1980s.
Recibido: 31 de julio de 2020; Aceptado: 1 de octubre de 2020; Aceptado: 17 de noviembre de 2020
Resumen
Este artículo busca establecer una conexión teórica y empírica entre la distribución funcional del ingreso y el cambio estructural. En la parte teórica se recurre a una serie de autores heterodoxos que consideran no neutra la incidencia de la estructura productiva sobre la distribución. Respecto de lo empírico, se abordan las ocho economías más grandes de América Latina por actividad económica y se corrobora que estas, durante el periodo analizado, muestran una relación inversa entre la participación de los salarios en el PIB y el avance de la estructura productiva entendida como una convergencia de la productividad relativa a los países de la frontera tecnológica. A su vez, se encontró que la demanda agregada de los trabajadores es la que permite una mayor remuneración y empleo para sí mismos. Como la trayectoria reciente de estas economías ha sido la de una regresión en la estructura productiva, y por ende de la distribución del ingreso, se considera que no solo se ha bloqueado la convergencia a estructuras productivas más complejas y sofisticadas a los países de América Latina, sino que estos países se han bloqueado a sí mismos al adoptar con vehemencia las reformas de mercado que pulularon en la región luego de la debacle económica y social de los años de 1980.
JEL: B5, D33, O3, O4.
Palabras clave:
distribución del ingreso, economía heterodoxa, cambio técnico, América Latina.Abstract
This article seeks to establish a theoretical and empirical connection between functional distribution of income and structural change. In the theoretical component a series of unconventional authors that consider the incidence of the productive structure over distribution not neutral are consulted. As for the empirical aspect, the eight largest economies in Latin America are observed in what concerns economic activity and it is corroborated that they, during the period under analysis, show an inverse relation between salary participation in GDP and the advance of the productive structure understood as a convergence of productivity relative to the countries at the technological cutting edge. Likewise, it was found that the workers' aggregate demand is what allows greater remuneration and employment for themselves. Given that the recent trajectory of these economies has been that of a regression in the productive structure, and thus of the distribution of income, it is considered that not only has there been a blockage of the convergence to more complex and sophisticated productive structures of the countries in Latin America, but also these countries have blocked themselves by feverously adopting the market reforms that were rife in the region soon after the economic and social debacle of the 1980s.
JEL: B5, D33, O3, O4.
Keywords:
factor income distribution, heterodox economics, technical change, Latin America.Introducción
El proceso de desarrollo se ha dado de forma asimétrica a nivel global. Mientras algunos países han logrado consolidar una estructura productiva eficiente y competitiva -y un elevado nivel de bienestar-, otros países -los latinoamericanos entre estos- se han mantenido estancados tanto en términos de competitividad como en términos de bienestar.
A partir de la crisis de la deuda en la década de 1980, el modelo cepalino de desarrollo fue fuertemente cuestionado y se presentó, de forma errónea, como un fracaso, siendo remplazado por el modelo neoliberal basado en la apertura indiscriminada del comercio y el fortalecimiento de las ventajas comparativas. Sin embargo, estos procesos de integración comercial han tenido efectos heterogéneos en los países que realizaron dicha transición y mientras algunos lograron fortalecer un aparato diversificado, otros han caminado hacia un esquema de monoproducción y dependencia que ha implicado la pérdida de productividad, y la baja generación de ingreso al concentrarse en actividades de bajo valor agregado, intensivos en capital, que generan pocos o ningún encadenamiento productivo hacia el resto de la economía y por el contrario han tendido a distorsionar el mercado evitando la diversificación.
Tal es la situación de la mayor parte de países de América Latina donde, como punto de referencia, y según datos del Banco Mundial, el aporte que hace la industria al crecimiento económico cayó de un 6% en la década de 1960 a apenas un 2% en la primera década del siglo XXI, al tiempo que se presenta una concentración en dos sectores particulares: minería e intermediación financiera, los cuales, representan en promedio el 22% de la producción total; llegando a representar más del 30% en países como Chile, Bahamas o Trinidad y Tobago; mientras que en la década de 1980, antes de concretar los procesos de apertura, estos dos sectores representaban apenas el 16,31% y en países como Chile, donde hoy son dominantes, eran no más del 18% antes de la aplicación indiscriminada de las políticas promovidas por la escuela de Chicago.
En este segundo grupo de países se encuentra que, paralelo a la baja diversidad, existe una mayor concentración del ingreso, bien sea esta medida por índice Gini o por distribución funcional del ingreso; evidencia de esto es el "ratio de Kuznets" que para el caso latinoamericano muestra que el 10% más rico de la población gana 22 veces más que el 10% más pobre (Busso & Messina, 2020), y aunque los niveles de desigualdad se han reducido de forma casi generalizada en toda la región, el país menos desigual en América Latina tiene un índice Gini superior al país más desigual de Europa occidental, evidenciando que la desigualdad por ingresos es un aspecto estructural en la región.
Por otro lado, si nos enfocamos en la distribución funcional del ingreso, el país con la medida más alta de desigualdad es Panamá, con un índice Theil de 0,62, mientras que Argentina, el país menos desigual en términos salariales, tiene un índice Theil de 0,24.
Estas desigualdades se agudizan por causa de una baja calidad del empleo, centrado en empleos informales y de baja cualificación; y una menor tasa de crecimiento, dado que todos los canales de demanda se reducen ante las políticas de contención salarial y la baja competitividad externa.
Tomando información de las ocho economías de mayor ingreso en Latinoamérica para el periodo 1954-2017, se analizan variables de distribución, cambio estructural productivo y demanda agregada, mediante la realización de un panel desbalanceado con el fin de demostrar que los sectores en que se concentran estas economías es determinante de la mala distribución del ingreso y del estancamiento.
El documento presenta el marco teórico en que se sustenta esta hipótesis, posteriormente describe el comportamiento de las principales variables relacionadas en el estudio para luego construir el modelo de datos panel consistente con dicho comportamiento para finalmente concluir.
Diversificación y encadenamientos productivos
Giovanni Botero y Antonio Serra (Reinert, 2016) hace casi quinientos años, delinearon de manera clara que el desarrollo de las ciudades daba origen a una serie de eventos. Uno es la aparición de un hombre que debido a la creciente multiplicidad de interacciones pudo acumular rápidamente conocimiento, y luego ese saber se transformó en procesos de producción y mercancías más sofisticadas. El otro evento da cuenta de los relacionamientos sociales establecidos por medio de las mercancías, por lo que las clases más adineradas imponían estándares de consumo que se emularon a través de toda la escala de ingresos (Veblen, 2005).
Este proceso histórico creó un avance sin precedentes de producción de mercancías dando paso a una dinámica que se retroalimentaba continuamente, una acumulación causativa como lo denominó Myrdal (1979), que dio origen a una jerarquía de mercancías y procesos, los cuales -a su vez- crearon desequilibrios en la generación de ingresos, no solo entre los productores de estos bienes y los más rudimentarios, sino entre las regiones que avanzaron y las rezagadas. La dinámica mencionada creó un crecimiento no balanceado que concentraba el ingreso y las capacidades productivas en quienes iban a sectores y bienes de mayor complejidad.
Por lo anterior, es importante resaltar que, a diferencia de la teoría ortodoxa del crecimiento -sea endógena o exógena-, el tipo de actividad y mercancía producida cuentan; es decir, la estructura de producción no es neutra respecto de la tasa de crecimiento, la distribución o la creación de empleos e incluso de la fragilidad financiera (Cómbita, 2020).
Por ejemplo, Domar (1946) muestra que la inversión, en su rol como dinamizador de la oferta, tiene un potencial productivo intrínseco dependiente de la tecnología y las condiciones del sector específico en que se realiza, pero además afecta el potencial productivo de toda la economía de acuerdo con la forma en que esta interactúe con el resto de los factores productivos. En este sentido, la inversión puede dirigirse a sectores que causen un efecto expulsión sobre otras actividades productivas generando concentración del aparato productivo, del empleo y de los ingresos. De manera que la inversión condicionaría la estructura productiva y la distribución del ingreso, no solo entre trabajadores y dueños del capital, sino también entre agentes participantes de diversos sectores -transfiriéndolo de aquellos sectores expulsados por la dinámica del mercado hacia aquellos que generen la nueva inversión-.
Encontramos que algunos sectores pueden generar efectos expulsión sobre otras actividades, ante la competencia por recursos productivos y financieros1, por la distorsión de las tasas de ganancia sectoriales, por arreglos institucionales o legales, convirtiéndose en una actividad "depredadora". Si el aparato productivo se concentra en este tipo de actividades, el efecto expulsión sobre los demás sectores productivos llevaría a la pérdida de ingresos de todos los agentes que dependen de estas actividades expulsadas, concentrando de esa manera el ingreso en los propietarios de los pocos sectores que se han logrado dinamizar.
Otro posible resultado es que la inversión se dirija a sectores ya cubiertos por una amplia gama de unidades productivas, y que la aparición de grandes empresas atraídas por la ganancia media que muestra el sector, sature el mercado y lleve a una concentración de la demanda en pocas unidades productivas, y con esto a una concentración del ingreso, ya que muchos pequeños productores desaparecerán en un entorno de competencia hostil; esto podría llevar a la reducción en la capacidad de generar empleo y encadenamientos, generando un ingreso elevado para un grupo importante de la población, empeorando la distribución del ingreso.
Independiente del tipo del sector del que se esté hablando, cuando una economía alcanza un grado excesivo de especialización y concentra todos los recursos productivos en una o pocas actividades, estos sectores pueden adoptar características de "inversiones hostiles" o incluso depredadoras al convertirse en obstáculo para la dinamización de una mayor cantidad de sectores, concentrando el ingreso en las unidades productivas de mayor tamaño o estimulando la creación de grandes empresas dentro del mismo sector que concentren la demanda.
La única vía para evitar esto es buscar que la inversión sea dinámica. Una inversión dinámica es aquella dirigida a sectores que logren generar encadenamientos positivos hacia el resto de la economía y jalonen de esta manera la producción en diversos sectores. Por definición, una inversión dinámica generará diversificación del aparato productivo aumentando la generación de empleo y mejorando la distribución del ingreso entre diferentes agentes de la economía; es decir, una inversión que eleve la complejidad del aparato productivo y le brinde una mayor competitividad tanto interna como en el mercado externo. En esto concuerdan enfoques post keynesianos o neoestructuralistas (Cimoli & Porcile, 2014; Thirlwall, 2013). Por ejemplo, en la tercera Ley de Kaldor el incremento de la productividad del trabajo en diversos sectores de la economía se da por el incremento de esta variable en la manufactura, evidenciando la capacidad de arrastre en términos de empleo y difusión del conomiento que tiene este sector sobre el resto. En el modelo neoestructuralista la capacidad de creación de empleos formales, mayor crecimiento y estabilidad de la balanza de pagos pasa por la diversificación y sofisticación de los sectores productivos.
Para entender cómo estas dinámicas de la inversión afectan la distribución funcional del ingreso, basta retomar algunos planteamientos de Prebish (CEPAL, 2012) quien afirmaba que, mientras los trabajadores de actividades industriales y dinámicas se podrían organizar y presionar por mejores salarios, los trabajadores de actividades primarias extractivas -actividades de naturaleza depredadora- y con pocas alternativas laborales no tendrían esta posibilidad, de forma que la capacidad de negociación dependía de la estructura productiva de cada país, explicando así las asimetrías entre naciones.
Argumento similar es sustentado por Hartmann et al. (2017):
La combinación de productos que fabrica una economía limita las opciones ocupacionales, las oportunidades de aprendizaje y el poder de negociación de sus trabajadores y sindicatos. En particular, en varias economías emergentes, la actualización tecnológica y la industrialización han proporcionado nuevos empleos y oportunidades de aprendizaje para los trabajadores, contribuyendo al surgimiento de una nueva clase media (p. 75).
En la misma línea, autores, como Acemoglu, Robinson y Verdier (2012), Collier (2007), entre otros, afirman que la desigualdad depende de factores que van más allá de la magnitud de la expansión productiva; depende del tipo de crecimiento, de la forma en que este se esté construyendo y de las instituciones que la sociedad tenga para dirigirlo. Y esto se presenta porque los países al tener una baja diversificación y complejidad de su aparato productivo disminuyen la formación de su capital humano, cerrando espacios de participación y generando capturas de poder político y económico que refuerzan la desigualdad y la concentración en todos los escenarios -productivo, económico y político-.
Estas condiciones conducen a un entorno en el que, aún con un crecimiento elevado, la economía sea incapaz de crear empleo (Felipe, 2012), o que incluso el crecimiento vaya acompañado de una destrucción neta de empleos, ya que los cambios en la estructura productiva se dan de forma tal que se expulsan trabajadores de diversas actividades sin crear otros espacios en que puedan ser reabsorbidos; estos trabajadores deben insertarse en el mercado laboral a través del sector servicios en actividades de baja productividad y con una escaza probabilidad de generar ingreso. De forma que, el crecimiento genera desempleo y profundiza la desigualdad.
En este sentido, teóricamente, se plantea que la elasticidad del empleo respecto al crecimiento tiende a ser negativa en el sector rural -es decir que, a medida que se acelera el crecimiento, se tiende a reducir la creación de empleo en este sector-, baja en el industrial y relativamente alta en el sector de servicios (Ali & Son, 2007). Este último sector presentaría mayor elasticidad por dos razones: (I) es el sector que culmina el proceso de un tipo clásico de desarrollo económico basado en la integración de los mercados; (II) este sector puede absorber de forma más fácil el empleo informal -respecto a la industria- debido a las posibilidades de producción a pequeña escala y trabajo menos intensivo en capital. Sin embargo, esta capacidad para generar empleo depende de la existencia de encadenamientos que permitan reducir los costos dentro del sector por vías diferentes a intensificar la relación capital-trabajo; caso contrario, los empresarios del sector transitarán hacia estructuras ahorradoras de trabajo causando que el empleo tienda a la informalidad, a una productividad muy reducida y baja generación de ingresos.
Así, el proceso de crecimiento y cambio estructural puede llevar a una mejora en las condiciones generales de empresarios y trabajadores solo si se dinamizan los encadenamientos entre los tres sectores. De lo contrario, conduciría a una reducción en los ingresos de los trabajadores al generarse la concentración productiva en actividades capital-intensivas y depredadoras.
En un plano más amplio, contemplando los efectos del comercio internacional, encontramos que la diversificación de la canasta exportadora resulta un buen indicador del nivel de conocimiento aplicado con que cuenta una economía, lo que implica que para poder explotar el potencial de la integración comercial se requiere una inversión permanente en infraestructura física y educación, que facilite a la economía adaptarse de forma gradual, pero continua, a nuevas actividades (Ali & Zhuang, 2007). No garantizar esta dinámica llevaría al país a un rezago permanente en el proceso de competencia, limitando el potencial de generar empleo e ingreso y, lo que es más grave aún, limitando cada vez más su participación en el mercado internacional al perder competitividad y diversificación dado el número de actividades que irán desapareciendo ante la competencia externa.
Este escenario de baja competitividad tiende a ser solucionado mediante la reducción del salario y el incremento de la relación capital/producto, acciones que debilitan los movimientos laborales y conducen a políticas que cambiarían la distribución a favor de los propietarios del capital (Oyvat et al., 2020, p. 7), con el propósito de buscar un superávit comercial que no todos pueden lograr. El peligro es que la contracción del mercado interno que se genera con estas medidas no compensa el aumento de la demanda externa, de forma que el impacto neto en términos de empleo, ingreso y distribución es negativo2.
Estas dinámicas tienden a reafirmar la postura de León (2002) y Misas (2016), quienes presentan el cambio estructural como una pugna de clases sociales que en Colombia evidencian prácticas históricas de exclusión, liderado por élites que coordinan junto a intereses extranjeros la consolidación de la economía de extracción y búsqueda de rentas que superponen los intereses privados al bienestar social (Moreno, 2017), por ello nunca se consolidó un proyecto basado en el mercado de masas, ni la política económica obedeció a principios técnicos sino, por el contrario, estuvo subordinada al interés de una clase particular (Cómbita, Mora & Moreno, 2019). En resumen, el cambio estructural desde esta perspectiva no es visto como resultado de las fuerzas del mercado sino del intercambio de intereses; una imposición de formas y caminos que ocurre con arreglo a las posibilidades ofrecidas por el desenvolvimiento en el espacio-tiempo de las luchas, relaciones de resistencia, imposición y competencia, entre clases sociales: después de todo, siguiendo una de las tesis más añejas de la ciencia social, la sociedad es un campo de poder, valga decir, un campo de relaciones de dominación (León, 2002).
Análisis descriptivo
Para analizar la relación entre el cambio estructural y la distribución del ingreso en Latinoamérica, el ejercicio empírico se basa en las ocho economías más grandes de la región, según la magnitud de su Producto Interno Bruto (PIB) usando datos anuales en el periodo comprendido entre 1954 y 20173. Seis series fueron tomadas de la Penn World Table, en sus versiones 8,1 y 9,1, dentro de las que se encuentran: dos variables de distribución del ingreso; el Gini y la distribución funcional del ingreso o participación de los salarios en el PIB; también se incluyó el logaritmo natural del PIB per cápita a precios constantes de 2011; a su vez se introdujeron tres indicadores de cambio estructural productivo como son la productividad relativa del trabajo y total de los factores (PTF)4 y el índice de complejidad económica5; y como variable de demanda agregada se introdujo la participación del consumo en el PIB.
Como se puede notar, el periodo comprendido en este estudio es suficiente para realizar un análisis de los rasgos de la distribución del ingreso y el cambio estructural para cada uno de los países, en cada una de las etapas históricas, desde diferentes enfoques teóricos, empleando varios indicadores relevantes para tal fin. Por lo anterior, se aclara que este documento busca establecer una relación común entre estas variables para los ocho países involucrados, se trata de extraer una historia que permita mirar si las estructuras productivas más sofisticadas vienen de la mano con mejores procesos de distribución del ingreso. Los datos empleados aparecen resumidos en la tabla 1, que muestra el comportamiento promedio y las desviaciones (en paréntesis) de las variables ya mencionadas para el periodo de tiempo de estudio y para los países analizados.
Fuente: elaboración propia a partir de datos de Penn World Table, v. 8.1 y 9.1 CEPALSTAT.Tabla 1: Resumen estadístico para los países inluidos en el estudio
País
n
Participación de los salarios en el PIB (%)
Índice de complejidad económica
Productividad relativa del trabajo
Productividad total de los factores
Consumo (% del PIB)
Población (en miles de personas)
PIB per cápita
Argentina
69
35,6 (4,90)
0,272 (0,17)
43 (0,08)
0,67 (0,06)
71,6 (9,82)
30,129 (8,240)
7,876 (1,478)
Brasil
69
43,4 (2,60)
-0,524 (0,52)
28 (0,04)
0,59 (0,08)
63,2 (9,13)
132,152 (49,219)
7,879 (2,458)
Chile
69
38,2 (3,56)
0,767 (0,36)
30,19 (0,03)
0,68 (0,06)
66,2 (15,1)
12,356 (3,591)
7,651 (3,807)
Colombia
69
36,2 (3,42)
0,244 (0,41)
20,21 (0,03)
0,59 (0,09)
72,6 (9,97)
29,921 (11,563)
4522 (1,537)
Mexico
69
31,9 (3,88)
-0,124 (0,13)
36,11 (0,12)
0,87 (0,16)
69,5 (10,0)
74,504 (30,272)
7,655 (1,829)
Perú
69
34,0 (4,50)
0,052 (0,22)
16,90 (0,07)
0,55 (0,11)
68,4 (9,54)
19,448 (7,631)
3,772 (1,023)
Uruguay
69
39,8 (5,24)
0,076 (0,13)
25,15 (0,06)
0,82 (0,18)
70,3 (11,01)
2,968 (353)
8,085 (2,782)
Venezuela
62
37,1 (5,24)
-0,456 (0,20)
45,69 (0,25)
0,71 (0,22)
43,8 (13,30)
17,492 (7,946)
13,138 (1,529)
Sobre la distribución
Los países seleccionados dejan ver un patrón de elevada concentración del ingreso de América Latina comparada con otras regiones y países. Por ejemplo, Lavoie y Stockhammer (2013) muestran cómo en promedio la participación del ingreso salarial en el PIB es de más de 60% para países como Estados Unidos, Reino Unido, Alemania y Japón, mientras que en promedio para la muestra de esta investigación es de 37%. A su vez, Gasparini y Lustig (2011) resaltan que, en términos de Gini, América Latina es una de las dos regiones más desiguales del mundo -junto a África-, con valores alrededor de 8 puntos por encima de países de Asia y Europa oriental, y alrededor de 20 por encima de países desarrollados. Esto va en sintonía con el nivel promedio de Gini para los 8 países estudiados que alcanzó un nivel de 50,23. De los ocho países el peor distribuido por Gini es Venezuela y el mejor Argentina, y por distribución funcional el peor es México y el mejor es Brasil.
A su vez, se puede presentar la desviación estándar de la distribución funcional como un indicador proxy de la pugna por el ingreso entre los trabajadores y los empresarios6. En el caso de Venezuela, Uruguay y Argentina la volatilidad es muy alta, con una desviación estándar cercana a cinco, lo que puede reflejar una intensa pugna distributiva de clases que puede derivar en un ciclo económico y un cambio estructural de origen político (Diamand, 1972; Feldman & Dvoskin, 2015). En el otro extremo se encuentra Brasil donde la volatilidad de la distribución funcional es baja, lo que sería evidencia de un régimen de acumulación más cerrado, o sea, menos democrático en la repartición de los beneficios del capitalismo.
Este artículo privilegia la distribución funcional en lugar del índice de Gini como indicador de distribución por varias razones. La primera es de índole teórico, pues metodológicamente este trabajo parte de que los eventos macroeconómicos moldean las conductas microeconómicas como sugiere Cencini (2005), también podría haber una relación contable que justifique en este caso la mejor distribución en el Gini cuando los salarios ganan espacio en el PIB pues estos son mucho más en cantidad que la población empresarial; la segunda obedece a la hipótesis del subconsumo y su relación con la demanda agregada y su capacidad de arrastre y estímulo a una política de desarrollo productivo.
Estructura productiva
De la idea de jerarquización de mercancías y sectores expuesta por Serra y Botero (Reinert, 2016) se resalta que la economía capitalista en su avance crea dos polos de desarrollo, centro y periferia, que puede verse en factores como la asimetría del desarrollo tecnológico y sus consecuencias en la productividad. Es por lo que se toma como indicador de cambio estructural la productividad del trabajo y la productividad total de los factores comparada con los niveles de Estados Unidos, que se supone está en la frontera del conocimiento y hace parte del grupo de países del centro. Se espera entonces que el cambio estructural es progresivo o convergente cuando el indicador de productividad relativa aumenta y viceversa7.
Gráfica 1: Productividad relativa del trabajo y total 1954-2017
Los indicadores que aparecen en la gráfica 1 revelan varios resultados. El primero, y más importante, es que la historia del avance de la productividad de estos países -y el resto de América Latina- se rompe con la crisis de la deuda a comienzos de los años de 1980. De hecho, Cimoli y Porcile (2011a) mencionan que la crisis de la deuda generó un efecto histéresis o de acumulación causativa donde las economías latinoamericanas fueron por una trayectoria de cambio estructural regresiva. La década de 1990 permite un leve respiro, pero la tendencia general no se detiene ni para la productividad relativa del trabajo, ni para la PTF.
Un segundo aspecto relacionado con la caída de la PTF en la gráfica 1 muestra que el crecimiento de los países analizados ha sido impulsado por la acumulación de factores en lugar del cambio técnico. Por ejemplo, Palma (2011) dice que el crecimiento de América Latina luego de la crisis de la deuda se tornó más impulsado por mano de obra. No obstante, en este artículo se cree que el declive de la PTF es causado por los fenómenos de reprimarización que descansan el crecimiento en la explotación de recursos naturales. De hecho, siguiendo con el argumento de la acumulación factorial y el empleo. Storm y Naastepad (2013), dicen que una trayectoria de crecimiento mediocre y esporádico como el acontecido en América Latina, acompañado de tasa de decrecimiento de la productividad, dan origen a la creación de empleos, pero de muy baja cualificación, lo que se puede deducir de la identidad macroeconómica que dice que el crecimiento de los puestos de trabajo se explica por la diferencia entre el crecimiento del PIB y la productividad.
Asimismo, la crisis de la deuda hizo ver equivocadamente al modelo de sustitución de importaciones como fracasado, por lo que se desmontó rápidamente para dar paso a las reformas de mercado conocidas como neoliberalismo (Laval & Dardot, 2015). Estas reformas desmontaron las políticas de desarrollo industrial y también el activismo de la política fiscal y monetaria para garantizar el pleno empleo y el crecimiento (Mitchell & Muysken, 2008). La menor demanda desincentivó la inversión y la promoción de la innovación y la tecnología, lo que cortó de tajo el motor del crecimiento.
Un aspecto por resaltar es que la crisis de la deuda de los ochenta es causada por factores financieros que se habían configurado desde el rompimiento de Bretton Woods, los cuales terminaron incidiendo en factores reales como la productividad, el crecimiento, el empleo y el cambio estructural, es decir, que este evento es una muestra más de la no neutralidad del dinero y los aspectos financieros (Hodgson, 2013).
Otro resultado que se desprende del análisis de la gráfica 1 puede verse en que la etapa previa a la crisis de los años de 1980: el modelo de sustitución de importaciones dirigido por el Estado logró promover un cambio estructural progresivo con resultados variados para los países estudiados, pero como menciona Palma (2011), se encuentra como factor común para todos los países de América Latina, que su cambio estructural en el mejor de los casos fue alto pero esporádico, o en otros, aumentó pero a tasas que no permitieron la convergencia de la región a los países del centro8.
Conjetura cambio estructural y distribución funcional del ingreso
Como se mencionó más arriba, en esta investigación se cree que debería existir una relación positiva entre la distribución el ingreso y el cambio estructural. De hecho, Hartmann et al. (2017) utilizan el análisis de redes en el espacio de productos para mirar la relación entre estructura productiva y distribución, donde cada nodo representa un Gini probable para el bien que se exporta con ventaja comparativa revelada9. Los nodos que están en la periferia del espacio de productos representan bienes de baja complejidad que resultan ser bienes primarios sin mayor valor agregado que, en la práctica del ejercicio, son los que a partir de los datos muestran un valor más alto de Gini si una economía se especializa en alguno de ellos. Por ejemplo, en el caso de Colombia aparece en el espacio de producto con color naranja la exportación de petróleo como la más relevante, que a su vez se asocian a un Gini entre 47 y 50 puntos.
En general, al revisar el Observatorio de la Complejidad Económica (OEC), se ve que el espacio de producto de los ocho países analizados en este artículo se encuentra en la periferia productiva, haciendo evidente la relación entre la baja complejidad y sofisticación de la estructura productiva con una mala distribución. De hecho, siguiendo la metodología de Hartmann et al. (2017) se evidencia que para los países estudiados la canasta exportadora se encuentra muy concentrada en productos primarios que tienen asociados índices de Gini con valores desde 44 en el mejor de los casos.
Para ir consolidando la conjetura de la relación directa entre el cambio estructural progresivo y la participación de los salarios en el PIB se presenta la gráfica 2 10. Allí se muestra un conjunto de diagramas de dispersión que podrían arrojar un indicio de la relación positiva entre la participación de los salarios y un cambio estructural progresivo. Esto es más claro para Perú, Venezuela, México y Uruguay. Mientras que para los demás países de la muestra el efecto no es muy claro e incluso inverso como sucede con Brasil. No obstante, la simple correlación puede dar un resultado impreciso y engañoso sobre la hipótesis del trabajo por lo que en la siguiente sección se recurre a un enfoque cuantitativo más robusto.
Gráfica 2: Correlaciones entre Participación de salarios (w), productividad total de los factores (PTF) y productividad relativa del trabajo (prt)
Resultado de las estimaciones
La estrategia implementada para entender el efecto que la estructura económica puede tener sobre la participación de los salarios en el ingreso nacional corresponde a un panel de datos. En este caso particular, el panel de datos se encuentra compuesto por un total de 63 años (1954-2017) para siete países11, lo cual marca que es un panel largo12, de acuerdo con Labra y Torrecillas (2018), diferentes técnicas de estimación pueden ser usadas para la construcción de un modelo con este tipo de datos y una de ellas es la de panel de datos dinámico. Los paneles dinámicos nos permiten tratar la endogeneidad de las variables incluyendo una estructura endógena en el modelo a través de variables instrumentales. En términos económicos, esta endogeneidad se puede interpretar como el efecto de los valores pasados sobre los valores del presente, tanto en la variable dependiente como en las variables independientes, o como la relación de causalidad entre los regresores y la variable explicada a lo largo del tiempo. Por lo tanto, siguiendo a Labra y Torrecillas (2018) se plantea una un modelo con la siguiente especificación:
Donde W ¡t es la participación de los salarios en el PIB para cada uno de los países i en el periodo t, W it-i es el rezago la participación de los salarios en el PIB, SE it corresponde al indicador de estructura económica utilizado; para efecto de este ejercicio, se incluyó la productividad relativa del trabajo y el índice de complejidad económica, mientras X it representa a las variables de control; la participación del consumo en el PIB y la productividad total de los factores, finalmente u it es el término error.
Las pruebas de estacionaridad arrojan que solo la participación de los salarios en el PIB y el índice de complejidad son estacionarias (ver tabla A1 del anexo), por ello, las demás variables en el modelo se incluyen en su primera diferencia. La tabla 2 resume los coeficientes obtenidos para dos regresiones junto con su nivel de significancia. El factor diferenciador de la primera regresión respecto a la segunda es la ausencia del índice de complejidad económica y la productividad relativa del trabajo, lo que se hace para comparar las dos mejores estimaciones logradas. Adicionalmente, de los paneles de datos dinámicos pueden surgir inconvenientes adicionales relacionados con la autocorrelación de residuos en serie de segundo orden, lo que indicaría que el instrumento utilizado no es coherente. Para identificar si hay o no autocorrelación, se aplica la prueba de Arellano y Bond, permitiendo validar la no existencia de autocorrelación (ver tabla A2 del anexo).
En el primer modelo, la productividad relativa del trabajo presenta un signo positivo y alta significancia estadística, corroborando la relación positiva identificada en la sección teórica y de análisis descriptivo, aportando evidencia empírica al análisis de la relación entre la distribución del ingreso y el cambio estructural. Por su parte, el índice de complejidad económica presenta un signo negativo; sin embargo, no es significativo.
Por otro lado, la PTF muestra un signo positivo, pero su resultado no es significativo en ninguno de los dos modelos. A su vez, la productividad relativa del trabajo tiene un impacto mayor pues un incremento de 10 por ciento respecto de la productividad de Estados Unidos genera un aumento de 1,5% en la distribución funcional del ingreso. Estos resultados sugirieren que la concentración productiva en sectores de baja competitividad, como sucedió luego de la crisis de la deuda, ha presionado a la baja la remuneración a los trabajadores y por ende han estrechado el mercado interno.
Asimismo, la participación del consumo en la demanda agregada presenta un signo positivo y un alto grado de significancia. De hecho, es el coeficiente que impacta con mayor fuerza la distribución del ingreso validando la idea que muestra que los mismos trabajadores son los mayores creadores de empleo y generadores de ingreso, pues al gastar su salario en bienes de consumo de todo tipo, incrementan la demanda y con ella el crecimiento y la productividad como mención la ley de Kaldor-Verdoorn. En definitiva, un aumento de 10 puntos en la participación del consumo -sinónimo de una ampliación del mercado interno- genera un incremento de entre 3 y 4 por ciento en la distribución funcional.
Nota: * p<,1; ** p<,05; *** p<,01, errores robustos en parentesis. Fuente: Elaboración propia.Tabla 2: Estimaciones de regresiones por Efectos Fijos (EF) y Efectos Aleatorios (EA)
(1)
(2)
W
it-1
0,857*** (0,0205)
0,850*** (0,0186)
Productividad total de los factores
0,0442 (0,0523)
0,0488 (0,0445)
Productividad relativa del trabajo
0,0946** (0,0443)
Índice de complejidad económica
-0,1536 (0,2722)
Consumo
0,314*** (0,0994)
0,422*** (0,1123)
N
467
408
Conclusiones
En este artículo se han tratado dos temas centrales de la macroeconomía latinoamericana como son la distribución del ingreso y el cambio estructural. La región y los países seleccionados se caracterizan por tener una mala distribución por Gini y una participación de los salarios en el PIB muy baja a nivel mundial. A su vez, la evolución de la estructura productiva muestra una regresión persistente desde comienzos de los años de 1980 hasta nuestros días.
Esta evolución regresiva en la estructura productiva la comparten los ocho países analizados, incluyendo a Colombia, que no fue uno de los países afectados por la crisis de la deuda. Esta muestra que el revés posterior a la crisis de la deuda permitió cambiar el modelo de desarrollo productivo de sustitución de importaciones a uno liderado por la desregulación y privatización de la actividad económica y financiera a nivel interna y externa. Esta estrategia de mercado favoreció una estructura productiva que reforzó la ventaja comparativa estática que coincide con la especialización en la exportación de recursos naturales y la desindustrialización.
La estructura productiva regresiva se reforzó por un declive en la distribución funcional de ingreso bajo la modalidad de represión salarial como uno de los mecanismos de liberalización comentados. Esto destruyó la fuente del crecimiento descansado en la ampliación del mercado interno fruto de una estrategia de pleno empleo bien remunerado, a su vez, esto desincentivó la inversión en sectores de más complejidad y sofisticación, por lo que el fenómeno de la acumulación de capital se guio hacia sectores de extracción de rentas. Entonces, se tiene una estructura productiva que es impulsada por la acumulación de ganancias reforzando la mala distribución vía salarios y baja creación de empleos. Efectivamente, la relación inversa entre las variables se demuestra empíricamente por medio del diagrama de dispersión y el modelo econométrico de panel.
Otro resultado interesante es ver que la demanda agregada incide en la distribución de ingreso. De hecho, lo que se muestra es que los ingresos de los trabajadores son creados por ellos mismos cuando gastan sus salarios en bienes de consumo, y esto genera mayor producción y empleo. Lo anterior anula la estrategia de crecimiento liderada por ganancias y hace evidente el sacrificio de las políticas de flexibilización salarial que ven a la remuneración al trabajo como un costo y no como la fuente de la demanda agregada. Este error es normalmente conocido como falacia de composición y es recurrente en la teoría neoclásica que privilegia la visión microeconómica por sobre la macroeconómica.
En definitiva, esta investigación sugiere que los periodos donde las economías estudiadas pudieron converger a la frontera tecnológica de los países del centro sucedieron cuando se imple-mentó una estrategia de desarrollo productivo, respaldado en el poder de compra ampliado por el pleno empleo y la buena remuneración salarial. Los problemas del modelo de sustitución de importaciones deben corregirse y actualizarse y no ser abandonados abruptamente.
En general, la crisis de los años de 1980 no fue una década perdida sino una trayectoria truncada para el desarrollo de la estructura productiva y de la distribución del ingreso de América Latina. Por supuesto, el poder ejercido por los países del centro sobre la periferia consolidó este modelo, pero no pudo ser concretado hasta que la mente de los tecnócratas, hacedores de política económica y la clase dirigente se alinearon con el resquebrajamiento del modelo de sustitución de importaciones y la consolidación de la apuesta neoliberal.
Referencias
ANEXO
Fuente: elaboración propia.Tabla A1: Pruebas de raíz unitaria para panel de datos
t ajustado
p-value
W
-2,42
0,007
Productividad total de los factores
-1,00
0,156
Productividad relativa del trabajo
0,62
0,73
Índice de complejidad económica
-3,54
0,002
Consumo
-1,61
0,06
Nota: Valor P < Z en parentesis, Ho= No autocorrelación Fuente: elaboración propia.Tabla A2: Prueba de autocorrelación Arellano Bond para los modelos (1) y (2)
Orden
(1)
(2)
1
-2,34 (0,0192)
-2,33 (0,0196)
2
-2,15 (0,0315)
-1,27 (0,2032)
Nota: * p<,1; ** p<,05; *** p<,01 Fuente: elaboración propia.Tabla A3: Coeficiente de convergencia por periodos para la productividad total de los factores relativa
1950-1982
1983-2017
Total
β
-0,0054
0,0620***
0,0304***
φ
-0,0011
0,0216**
0,0074
N
223
280
503
R ˆ2
0,0007
0,370
0,0156
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