Publicado

2023-07-01

Metamorfosis del triángulo antropológico tras la década de 1970

Metamorphosis of the Anthropological Triangle after the 1970s

Metamorfose do triângulo antropológico após a década de 1970

DOI:

https://doi.org/10.15446/frdcp.n24.102724

Palabras clave:

vida, trabajo, lenguaje, capitalismo tardío, biopolíticas (es)
life, work, language, late capitalism, biopolitics (en)
vida, trabalho, linguagem, capitalismo tardio, biopolítico (pt)

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Autores/as

El presente artículo se propone como un aporte a la reconstrucción de las transformaciones que se han desarrollado a partir de la década de 1970 sobre la base del denominado triángulo antropológico foucaultiano, compuesto por las superficies de la vida, el trabajo y el lenguaje. Teniendo esto en cuenta, la pregunta articuladora es: ¿qué figura antropológica puede emerger de estas profundas modificaciones? Para esto recuperaremos una serie de aportes recientes que serán expuestos atendiendo a tres bloques correspondientes a la metamorfosis de cada una de las superficies: el lenguaje, el trabajo y la vida. De ello derivó como conclusiones, la apertura hacia un nuevo orden que trasciende los umbrales superior —las poblaciones— e inferior —el individuo— de la biopolítica; observamos esto en el emparejamiento de las superficies descritas con un capitalismo tardío, donde las utopías de la comunicación ceden paso al capitalismo de vigilancia, la profunda transformación del vínculo capital-trabajo nos dirige hacia una hiperflexibilización y precarización por vía de las plataformas y la vacuidad absoluta de lo viviente —reducido a biomoléculas— que abre paso al biocapital.

This article is proposed as a contribution to the reconstruction of the transformations that have taken place from the 1970s on the basis of the so-called Foucault’s anthropological triangle, composed of the surfaces of life, work and language. In this respect, the articulating question is: what anthropological figure can emerge from these profound modifications? For this we will recover a series of recent contributions that will be exposed taking into account three blocks corresponding to the metamorphosis of each of the surfaces: language, work and life. From this, the opening towards a new order that transcends the upper thresholds —the populations— and the lower —the individual— of biopolitics resulted as a conclusion; we observe this in the pairing of the surfaces described with a late capitalism, where the utopias of communication give way to surveillance capitalism, the profound transformation of the capital-labour link directs us towards a hyperflexibilization and precarization by way of platforms and the absolute emptiness of the living —reduced to biomolecules— that opens the way to the biocapital.

O presente artigo, propõe- se como uma contribuição para a reconstrução das transformações que se desenvolveram desde a década de 1970 combase no chamado triângulo antropológico foucaultiano, formado pelas superfícies da vida, do trabalho e da linguagem. Levando isto em consideração, a questão articuladora seria: que figura antropológica pode surgir dessas profundas modificações? Para isso, retomaremos um conjunto de contribuições recentes que serão expostas segundo três blocos correspondentes à metamorfose de cada uma das superfícies: linguagem, obra e vida. Dessa forma , tiram-se a modo de conclusões, a abertura para uma nova ordem que transcenda os patamares superiores —populações— e limiares inferiores —o indivíduo— da biopolítica; Observamos isso no emparelhamento das superfícies descritas com o capitalismo tardio, onde as utopias da comunicação dão lugar ao capitalismo de vigilância, a profunda transformação do vínculo capital-trabalho nos leva à hiperflexibilidade e precariedade via plataformas e vazio absoluto do vivo —reduzido às biomoléculas — que abre caminho para o biocapital.

Recibido: 17 de mayo de 2022; Aceptado: 18 de noviembre de 2022

Resumen

El presente artículo se propone como un aporte a la reconstrucción de las transformaciones que se han desarrollado a partir de la década de 1970 sobre la base del denominado triángulo antropológico foucaultiano, compuesto por las superficies de la vida, el trabajo y el lenguaje. Teniendo esto en cuenta, la pregunta articuladora es: ¿qué figura antropológica puede emerger de estas profundas modificaciones? Para esto recuperaremos una serie de aportes recientes que serán expuestos atendiendo a tres bloques correspondientes a la metamorfosis de cada una de las superficies: el lenguaje, el trabajo y la vida. De ello derivó como conclusiones, la apertura hacia un nuevo orden que trasciende los umbrales superior —las poblaciones— e inferior —el individuo— de la biopolítica; observamos esto en el emparejamiento de las superficies descritas con un capitalismo tardío, donde las utopías de la comunicación ceden paso al capitalismo de vigilancia, la profunda transformación del vínculo capital-trabajo nos dirige hacia una hiperflexibilización y precarización por vía de las plataformas y la vacuidad absoluta de lo viviente —reducido a biomoléculas— que abre paso al biocapital.

Palabras clave

vida, trabajo, lenguaje, capitalismo tardío, biopolíticas.

Abstract

This article is proposed as a contribution to the reconstruction of the transformations that have taken place from the 1970s on the basis of the so-called Foucault’s anthropological triangle, composed of the surfaces of life, work and language. In this respect, the articulating question is: what anthropological figure can emerge from these profound modifications? For this we will recover a series of recent contributions that will be exposed taking into account three blocks corresponding to the metamorphosis of each of the surfaces: language, work and life. From this, the opening towards a new order that transcends the upper thresholds —the populations— and the lower —the individual— of biopolitics resulted as a conclusion; we observe this in the pairing of the surfaces described with a late capitalism, where the utopias of communication give way to surveillance capitalism, the profound transformation of the capital-labour link directs us towards a hyperflexibilization and precarization by way of platforms and the absolute emptiness of the living —reduced to biomolecules— that opens the way to the biocapital.

Keywords

life, work, language, late capitalism, biopolitics.

Resumo

O presente artigo, propõe- se como uma contribuição para a reconstrução das transformações que se desenvolveram desde a década de 1970 combase no chamado triângulo antropológico foucaultiano, formado pelas superfícies da vida, do trabalho e da linguagem. Levando isto em consideração, a questão articuladora seria: que figura antropológica pode surgir dessas profundas modificações? Para isso, retomaremos um conjunto de contribuições recentes que serão expostas segundo três blocos correspondentes à metamorfose de cada uma das superfícies: linguagem, obra e vida. Dessa forma , tiram-se a modo de conclusões, a abertura para uma nova ordem que transcenda os patamares superiores —populações— e limiares inferiores —o indivíduo— da biopolítica; Observamos isso no emparelhamento das superfícies descritas com o capitalismo tardio, onde as utopias da comunicação dão lugar ao capitalismo de vigilância, a profunda transformação do vínculo capital-trabalho nos leva à hiperflexibilidade e precariedade via plataformas e vazio absoluto do vivo —reduzido às biomoléculas — que abre caminho para o biocapital.

Palavras-chave

vida, trabalho, linguagem, capitalismo tardio, biopolítico.

Introducción

Hacia 1965 Foucault señaló que solo por el desarrollo de las superficies epistémicas de la vida, el trabajo y el lenguaje a partir del siglo XIX se dio lugar plenamente al fenómeno humano. Pablo E. Rodríguez (2019) nos introduce el problema sintéticamente: la condición biológica lleva a sostener que la construcción misma de la naturaleza es cultural, el vínculo entre el hombre y la naturaleza estará llevado a cabo por la región psicoanalítica. Por una operación política el trabajo se transforma en la esencia del hombre 1 , lo mismo toma cuerpo en 1978 con “La verdad y las formas jurídicas” (Foucault, 2010). Ya no basta el cálculo ricardiano que establecía el precio del producto por la cantidad de trabajo que hay en él, sino que habrá que pensar en la división del trabajo como esquema de la cuestión social por excelencia y, por tanto, mesa de disección del hombre. Por último, en las derivas de la filología ocupada por la representación del hombre por sí mismo en los mitos, relatos orales, la historia, la religión que forman el campo que queda sin nombre en la obra de Foucault, la lingüística o la antropología. Entre dichas regiones existen tensiones que las atraviesan y las hacen mezclarse, derivando unas de las otras, tomando préstamos, mediándose y multiplicándose (Rodríguez, 2019, p. 31). Durkheim por ejemplo intenta fundamentar los hechos sociales mediante un préstamo del modelo de ciencias físico naturales, y con el pretendido retorno desde el espacio simbólico hacia su regazo biológico, logra valerse de la metáfora organicista y vitalista para hipostasiar un orden natural como representación privilegiada de las entrañas del espíritu.

Ese campo intermedio entre las representaciones, las palabras y un orden de las cosas que era ocupado por la filosofía hasta la época clásica, expresa su vecindad con las ciencias humanas, con el vitalismo y las filosofías de la vida, la alienación y las formas simbólicas encarnados en Nietzsche, Freud, Marx, Bergson; y del otro lado, los intentos de formalización matemático del pensamiento, entre los que encontraríamos a Husserl, Wittgenstein y el Círculo de Viena.

Estos pliegues entre campos epistémicos, este espacio transaccional es ocupado por la figura borrosa y esquiva del hombre que sin embargo vive, habla y trabaja en una dimensión profundamente pragmática que, a su tiempo, se desplegará de cada ámbito previamente establecido; pasando a ser ni meramente biológico, ni meramente social, ni meramente cultural, espiritual o trascendental.

El hombre moderno pertenece a la profundidad de las cosas, su historia no es solo suya sino la que reside en sus superficies epistémicas y en sus dominios pragmáticos. Ahora bien, este “retirarse a la morada del ser” de la figura del hombre, hacia un campo intermedio donde se desarrolla el vínculo entre vida, trabajo y lenguaje permitía pensar la figura antropológica enlazada a una represión, una alienación y una promesa de liberación y transparencia, en otras palabras, hacía una esencia esquiva y desfondada que pertenece al siglo XX como un pez en el agua, fuera del cual simplemente colapsa. Nos dedicaremos brevemente a analizar la interrelación de la metamorfosis del capital, del concepto de vida y del lenguaje para comprender si en este cruce de superficies epistémicas cabe pensar un agotamiento de la figura del hombre y una nueva modalidad de aparición. Por todo, en la presente investigación nos centraremos en la recuperación de una serie de desplazamientos sobre las dimensiones vitales y éticas del sujeto que son representadas por Michel Foucault mediante el llamado triángulo antropológico, desplazamientos que expanden el campo de lo humano en su proyección actual y profundizan la problemática abierta por Foucault hacia un posthumanismo como ethos del capitalismo tardío.

Primera metamorfosis: el lenguaje, la utopía de la comunicación y la teoría de la información

El problema de las ciencias del hombre fue construir una figura que pudiera hacerse su espacio propio entre las ciencias ya existentes y la filosofía, su lugar ontológico entre la naturaleza, la cultura y la sociedad, mediante la cual resolver la paradoja kantiana de un humano que era a su vez sujeto y objeto de conocimiento. De esta inquietud emerge la antropología, la sociología y la psicología modernas. Pero esta formación comenzó a vacilar cuando el periplo alrededor del fondo oscuro que hizo posible la aparición de las ciencias humanas vuelve a la superficie. Detengámonos sobre esto: Las palabras y las cosas dan lugar a un doble flujo que dirige hacia dos hipérboles, la de la profundización señalada por la imposibilidad de encontrar un origen —finitud— y la de la formalización. La autonomización de las ciencias humanas se afirma en la capacidad de autorepresentación de los seres humanos y encuentra su límite infranqueable en la formalización. Las ciencias humanas deben esconder para sí mismas la incapacidad de aspiraciones formales. Mediante la estadística se despliega una desantropomorfización de las ciencias humanas. Así Foucault en Seguridad, territorio y población hace derivar el concepto de población del de estadística, como operadora en las transformaciones de la historia natural, el análisis de las riquezas y la gramática general en biología, economía, política y filología. De este modo, la estadística asume su sitio como un reverso de la Mathesis universalis capaz de hacer hablar a las cosas y manifestar su orden. La estadística permite formalizar los umbrales de lo normal y faculta a los saberes de la gubernamentalidad a realizar prácticas tendientes a la normalización. Pero la emergencia de las regiones de la señal y el código, y esto es importante, aleja a los signos de los intentos de la figura del hombre por aferrarse a su finitud. Más bien podemos afirmar que tienden hacia la omisión de la finitud, tienden hacia un inusitado infinito, el código y la señal son la comprobación temprana de que los signos pueden acomodarse solos, tal como la estadística lo había demostrado. Los aportes sobre código y señal refieren a una representación descarnada de los signos, deshumanizada y capaz de gestionarse automáticamente. Encontraremos como primera necesidad para comprender el nuevo lugar de lo humano la comprensión del problema introducido por la información y el código en el lenguaje.

Para comprender el lenguaje Rodríguez (2019, p. 59) propone una arqueología de la información que supone reivindicar un cruce singular entre filosofía, ciencia, técnica y política. Buscando en su centro aquello que proponía Foucault (2014), una amalgama constituida como esencia desde la que se trazan los códigos fundamentales de la cultura, como explicación del orden y la ley de lo que se conoce; configurando el juego de época, lo antedicho, o el bajofondo del saber. Es decir, un a priori como condición de aparición histórica más no formal. Así la información que hoy parece ser el bien más difundido y codiciado, tiene sus propias condiciones de existencia en tanto superficie epistémica. Estas condiciones explican no solo el rumbo de las sucesivas compresiones que se hacen sobre ella, sino también el predominio con el que se posiciona frente a superficies adyacentes.

Ni materia ni forma: devenir de la información

Sin embargo, comprender el devenir de la información requiere tomar distancia del constructo arqueológico foucaultiano. Es así que Rodríguez decide situar como punto de partida la revolución industrial junto a la física y termodinámica newtoniana. Es a partir de aquí que el mundo puede suponerse en términos de probabilidad antes que determinaciones, y se abre hacia la previsión de movimientos futuros a partir de datos iniciales —contexto de fuerzas, posición, etcétera—. Esto se debe a que en un sistema complejo con grandes cantidades de elementos resulta materialmente imposible observar la trayectoria o el comportamiento de cada uno. “La energía calorífica de las máquinas parece confirmar que miles de elementos se comportan de modo diferente por el hecho de ser miles” (Rodríguez, 2019, p. 64). La proximidad al objeto de la población o a la noción de masas, ambas de fines del siglo XIX son evidentes en sus imágenes sensitivas: la energía social, el termómetro social, la revuelta como asuntos del sistema complejo o la máquina de Estado. La génesis de la información podría afirmarse en la práctica de la estadística o la aritmética política, de extrema relevancia para la Europa del siglo XIX y de la cuál derivaría la misma construcción del Estado moderno. Como lo afirma Foucault en su curso del College de France, Seguridad, territorio y población: “la estadística lo mide todo, desde la profundidad de las minas hasta el tórax de los soldados y desde la balanza comercial de los bosques hasta la tasa de natalidad […] la estadística abandona al hombre solo después de su muerte” (Rodríguez, 2019, p. 62). De la estadística se extrae lo normal y de lo normal lo deseable, constituye en simultáneo un suelo informativo y uno moral con el que mediata o inmediatamente se condiciona la construcción de sus datos. Sí bien la estadística influye en saberes aledaños, como en el carácter malthusiano sobre el que se apoya la biología de Darwin, esta no es una figura remotamente lingüística, sino concerniente a la economía política y a las ciencias de la vida. Para el caso, podremos comprender al objeto de la población como resultado de la relación vascular entre lo biológico y lo social, entre la concepción del evolucionismo social y la selección eugenésica. Pese a esto es un proceso lingüístico el que determina su cambio sustantivo.

La utopía de la comunicación

En unos doscientos años se ha pasado del telégrafo a la difusión masiva de la conexión satelital. Con el reemplazo de los cables por ondas y la reducción del espacio físico del almacenamiento acompañado de un incremento exponencial de su capacidad, se anuncia una progresiva inmaterialización en las tecnologías de comunicaciones. El avance de la comunicación tuvo su correlato en el desarrollo de medios móviles para cuerpos y mercancías. Ambos factores aceleraron el ritmo de la ingeniería civil e ingeniería social del siglo XIX y XX, dando lugar a una serie de utopías afirmadas en soportes técnicos y materiales que aglutinan la necesidad del Estado de contar con espejos de signos que devuelvan la imagen de su propia consistencia —estadística, opinión pública—. El individuo era invisible para los estudios sociales por fuera de una estructura social, clase, grupo horizonte de sentido, etcétera.

Rodríguez (2019, p. 67) identifica —a través de Maurizzio Lazzarato—, “una subordinación del espacio al tiempo” dada por la implementación de soportes técnicos capaces de multiplicar la circulación de signos, abriendo paso a un nuevo horizonte de transmisión que nos obliga a extrañar la mirada ante las formas emergentes de relación con los signos y con aquellas cosas que estos designan. Por este motivo, sostiene (Rodríguez, 2019, pp. 68-69) que el propósito foucaultiano de realizar una arqueología del presente, ya no depende exclusivamente del análisis de la estadística en tanto saber transversal de la episteme moderna, y que en cambio, sólo podría llevarse a cabo prestando la debida atención a “la acumulación de datos, la transmisión y el cálculo en los medios tecnológicos (...) [junto con] las investigaciones para mejorar la transmisión sin afectar la base eléctrica” (Kittler en Rodríguez, 2019, p. 69).

En el último tercio del siglo XIX las telefónicas norteamericanas se concentraron en la señal donde identificaron que en tanto la onda presenta fluctuaciones previsibles llamadas redundancias, estas pudieron representarse de manera discreta siguiendo los valores de la corriente eléctrica, lo que dio lugar a la figura epistémica del código.

El trabajo sobre las formas de las señales y de codificación hizo surgir una nueva figura epistémica diferente a las clásicas materia y forma, esta se llamó en 1924 inteligencia (Harry Nyquist) y en 1927 información (Ralph Hartley) dado que el trabajo sobre las señales consistía en dotarlas de forma (In-formarlas). (Rodríguez, 2019, p. 70)

La formalización del lenguaje

En La arqueología del saber, Foucault señala que en la ahistoricidad de las matemáticas radica su travesía por los umbrales de la formalización y en esta última su estatuto de modelo de los demás saberes. Pese a lo que la matemática da sobradas muestras de su historicidad. La formalización de la que habla Foucault es precisamente dice Vladimir Tasic, el objeto de tensión en las matemáticas de ese tiempo, producto de un intenso debate en torno a la reducción de la matemática a la lógica dispuestos a converger de manera inédita en la historia. Entre quienes destacan encontramos a G. Frege, con B. Russell y A. Whitehead pretendiendo completar la tarea. Esto sentó las bases para los intentos posteriores de L. Wittgenstein y C. S. Peirce para tender puentes entre la lógica y el lenguaje. Problema que absorbieron filósofos como E. Husserl o M. Heidegger puesto que había sido G. Leibniz quien propuso una gramática formalizada para la manipulación algebraica. Pronto se contemplaría la posible formalización del lenguaje y del propio pensamiento para su entendimiento y la comunicación.

Los signos eran puestos como realidad absoluta y eran ordenados de manera tal que el seguimiento de las reglas de su sucesión no requería de ninguna capacidad humana para interpretarla. Se apuntaba a una serie de automatismos mecánicos, computables. Fue Alan Turing quien dio el paso de la matemática formal a la ideación de una máquina “abstracta”, capaz de abstraerse de su operario y de llevar a cabo algoritmos 2 . En suma, estos cambios impulsados por Turing y Von Neumann quien se propuso su materialización, nos dice Rodríguez (2019, p. 73), son puntas salientes para una reorganización de los saberes quizá mayor a la que Foucault identifica a fines del siglo XVIII como fondo de la episteme moderna. Dado que permitieron la reorganización del saber-poder. La computadora permitió inferir códigos complejos que actuaban como las moléculas en la termodinámica: sin saber el sentido de cada signo sino por la posición relativa con otros, definiendo la cantidad de información como suma de las probabilidades de aparición de los diferentes símbolos, y su medida con base en la incertidumbre asociada a una determinada fuente de mensajes.

En el campo de la vida, el modelo del código y la señal prestó las condiciones de posibilidad de la genética como complemento de la teoría evolutiva, mientras en el terreno de la sociología la polémica entre durkheimianos y weberianos da lugar a una nueva problemática que gana terreno, la comunicación. Charles Horton Cooley desde los aportes de microsociología de la Escuela de Chicago, sentenciaba que de no percibir la manera en que la revolución de las comunicaciones ha creado un nuevo mundo, no habría comprensión posible de este. Por último, en el terreno de la lingüística Saussure evacúa el problema del referente del signo, que no remite más que a sí mismo sino que define su valor mediante una identificación negativa, con la que expresaba a la lengua como un álgebra de términos complejos, lo que dio lugar a la teoría de la información y entre ella al modelo de Jakobson, luego a la semiótica de la cultura. Recuperamos de esta breve genealogía de la información un hecho cabal, y es que bajo este paraguas, bajo el imperio del signo como realidad absoluta, las superficies de la sociología, la biología y la lingüística se encuentran reagrupadas de acuerdo a una nueva problemática. Estos campos del trabajo, la vida y el lenguaje experimentan un cambio epistémico, que radica en la transformación de un a priori histórico que sedimentan a lo largo del siglo XIX —por las prácticas de estadística, público y utopías de la comunicación—, en el que se prepara un cambio ontológico de la información, que pone entre paréntesis aquellos principios de la metafísica, materia y forma, así con ello da lugar a una renovada ontología del hombre. Las utopías comunicacionales han dado lugar a una serie de distopías, que se nos presentan como nuestra realidad efectiva. Pero no del modo esperado; no se trataba de una intensificación al infinito de la lógica disciplinar de la mano de modelos dictatoriales de dominación, sino de la imposición de una serie de libertades esenciales que introduciremos en la siguiente sección.

Segunda metamorfosis: el trabajo pasó del capitalismo industrial a uno informacional

¿Puede esta metamorfosis del capitalismo modificar cualitativamente la vida? Las prácticas de extractivismo clásicas que han llevado entre otras cosas al ecocidio, en segundo término el capitalismo industrial lleva la responsabilidad de subyugar la vida en prácticas de explotación alienantes, a la ausencia de goce estético, al solapamiento de la proyección individual. Aquello que Foucault retoma de Marcuse como la unidimensionalidad del hombre como sojuzgamiento del principio vital. Es precisamente sobre estas características muy conocidas de las sociedades industriales que el neoliberalismo viene a pronunciarse. Sostendremos alrededor de los apartados siguientes que de hecho lo que se considera vida es modificado cualitativa y cuantitativamente por las nuevas modalidades que asume el capital.

Nick Srnicek (2018) describe el paso hacia un capitalismo austero. Con la incorporación de otras economías como las de Alemania y Japón sumadas a la de Estados Unidos, es que la industria alcanzó sobre capacidad y también sobre producción. Es así presionada a la baja de precios de los productos manufacturados para mantener la competitividad que se sumaba a un aumento de precios de los combustibles fósiles. Estados Unidos sin embargo ya no podía vencer a sus competidores sin realizar cambios cualitativos a su modelo productivo. Adoptará el modelo toyotista que busca optimizar la producción con la clave puesta en la austeridad del proceso productivo, para esto se volvió imperiosa la domesticación de las cúpulas y las bases obreras, se anuló el rol mediador de los sindicatos entre gobierno, capital y trabajo —antes de mitigar o incitar iniciativas radicales—. Esto puede ilustrar la estrategia de Margaret Thatcher contra la huelga de mineros (1979). “Más tarde ese mismo año y en consonancia con la experiencia británica, Jimmy Carter, presidente demócrata de EE.UU. instala a Paul Volker a la cabeza de la Reserva Federal quien despliega una estrategia anti revolucionaria monetarista” (Cooper, 2014, p. 30).

El presidente sucesor Ronald Reagan impulsó un programa de austeridad que afectó centralmente mediante reducciones presupuestarias a los beneficiarios del Estado de Bienestar en conjunto con una política de desindustrialización y la reestructuración económica de Estados Unidos. “Con ello se desarrolla un cambio en la naturaleza del empleo, grandes plantas de manufactura construidas bajo el esquema de la línea de montaje fordista, cuyo mayor ícono es la industria automotriz, la producción en masa y el control gerencial o piramidal, un extra o remanente de trabajadores por si se dispara la demanda, ejército de reserva —que pronto se transformaría en masa marginal (Nun, 2010)—. Modelo que generó sus propias tensiones políticas, sus propios atolladeros teóricos y discursivos, así como sus problemas y soluciones. En pocas palabras podríamos tomar este viraje de las necesidades del modelo productivo, como el acontecimiento lingüístico que permitió la aparición de un nuevo orden en la gubernamentalidad. Con ello un nuevo orden epistémico sobre las superficies del trabajo vida y lenguaje, un viraje antropológico que aportaría su propia sustancialidad ética. El movimiento de esta sustancialidad se gestaba en la Alemania de posguerra a partir de las reformas de 1948 a 1956, con las iniciativas promulgadas por las intervenciones políticas basadas en los proyectos y el marco teórico de la escuela de Friburgo y posteriormente la influencia de la escuela de Chicago.

Con la llegada del neoliberalismo, se da un movimiento ambiguo. Sostiene Martuccelli que “las presiones para que el individuo afirme su independencia respecto a todo otro se ven incrementadas en el momento mismo en que se debilitan las protecciones sobre él” (2007, p. 73). Es precisamente a partir de la crisis de la década de 1970 que se expande la ideología del libre emprendimiento como correlato o epifenómeno de la precarización y necesidad de autoexplotación. El homoeconomicus debe ser capaz de darse su propia ley en un contexto general de debilitamiento de la ley. La nueva austeridad obligaba a que los trabajadores improductivos o simplemente excedentes fueran despedidos, los inventarios se mantenían al margen marcando con esto el fin de la producción en masa y la apertura de un sistema on demand. Lo cual tuvo por resultado una aguda competencia por mantener precios bajos, acentuada con la incorporación al escenario de grandes productores de China y Sudeste Asiático. “La austeridad fue acompañada de un repunte en las expediciones militares que marcaban el retorno a la beligerancia de la guerra fría” (Cooper en Gross, 2014, p. 30).

El 6 de octubre de ese mismo año, señalan Mark Fisher (2016, p. 42) y Christian Marazzi es la fecha precisa del giro del fordismo al postfordismo. En esa jornada la Reserva Federal aumentó la tasa de interés en veinte puntos, así preparaba el camino para una economía centrada en la oferta y por tanto dirá Subirats (2019, p. 41) “pasando de una economía que basaba todo su valor en la producción a otra que empieza a situar la información como elemento clave” que constituiría la realidad económica en la que estamos inmersos al día de hoy. Esa suba en la tasa de interés no sólo contuvo la inflación, también hizo posible que se organizaran los medios de producción y distribución generando lo que hoy constituye la nueva realidad laboral una erosión significativa de los salarios, inestabilidad, precariedad de empleo, paro de larga duración, caída en la capacidad de ahorro de los asalariados, alta presencia de “falsos autónomos”, y flexibilización (Subirats, 2019, pp. 39-41). Así, la fuerza de trabajo, que parecía una verdad transhistórica al menos desde el siglo XIX —en tanto esencia del hombre—, adquirió un tinte casual. Es durante la década de 1970 cuando se activó de forma más o menos simultánea en diversas latitudes la extensión de préstamos muy accesibles y una fuerte desinversión en las industrias nacionales, haciendo frecuente el proceso de externalización del trabajo.

Rasgos del modelo postfordista

Partiendo de lo dicho, comprendemos el fordismo como una época reciente e irrecuperable modelada en su consumo y temporalización taylorizante de la vida por la producción automotriz, con una forma de pensar el espacio urbano y un agenciamiento conflictivo del cuerpo y la máquina, y un modo de desear y de resistir. Un ethos profundamente sensible a la caída efectiva del modelo y que se ha desplazado hacia sectores emergentes que sirven de soportes industriales del capitalismo: sector bioquímico, biotecnológico, electrónico, informático y comunicacional. El modelo fordista divide el trabajo manual y el trabajo intelectual mediante una organización espacial que permite, si seguimos a Foucault, la vigilancia y la supervisión permanente y piramidal. En él los trabajadores tienen acceso al lenguaje en breves pausas o bien cuando se emprende un sabotaje, dado que la comunicación interrumpe la producción. En contraste, la época postfordista se define por la transformación de la línea de producción en flujo informativo. La gente trabaja comunicándose, por este motivo el capitalismo contemporáneo que comenzó a configurarse a partir de la década del 1970 es llamado “capitalismo cognitivo” 3 , aunque también recibe otros nombres como el de “capitalismo de vigilancia” y, si bien cada expresión supone un enfoque singular, estos redundan en señalar a los operarios como obligados a representarse a sí mismos constantemente en una comunicación ininterrumpida con las autoridades, donde se exponen con completa transparencia los motivos detrás de las acciones pasadas o futuras. Lo que en las descripciones de Foucault del nacimiento de las biopolíticas aparecía como una omisión del aparato psíquico o como una anulación de la profundidad del sujeto por las corrientes conductistas y tecnocráticas, hoy en la madurez de un contexto biopolítico, aparece como una necesidad constante de dar cuenta de sí mismo como estrategia central de la dominación capitalista. Afirma Zuboff que:

Si Ford sacó ventaja de un nuevo consumo en masas Apple fue quien haría de pionero en experimentar el éxito comercial al rentabilizar tanto la existencia de una sociedad nueva de individuos como una demanda de consumo individualizado. Tan profundo es este fenómeno que puede afirmarse sin temor a exagerar que el individuo como autor de su propia vida es el protagonista de nuestro tiempo. (2021, p. 55)

Este fenómeno de la individuación del consumo ligado a los mecanismos de vigilancia continua, no hace sino confirmar aquello que Rodríguez señalaba a partir de la emergencia del código, la señal y la información como claves para establecer una arqueología del presente. Sin embargo, lo importante en este punto, será comprender la voluntad que opera detrás de esta producción de la individualidad según patrones de consumo y actividad.

La información: entre la austeridad y la nueva acumulación originaria

Nos dice Fisher (2016, p. 48), el aplanamiento de la jerarquía piramidal ha permitido el aumento de vigilancia de los trabajadores, así lo afirma Richard Sunnset, esto lo logran las empresas postfordistas al otorgar a cada empleado control de sus actividades. Al tiempo que se derriban los paquidérmicos sistemas de información burocrática, se establecen otros nuevos sistemas de información que proveen una imagen íntegra del individuo con poco lugar para esconderse, dado que es, por su praxis vital y cotidiana, él mismo el que proporciona la información a los espacios de intermediación y acumulación que promueve el capitalismo digital: las plataformas. La privacidad es, dirá Zuboff “un precio que se asume por obtener unas recompensas tan generosas como la información, la conexión ilimitada. Esta regla del juego de unas cuantas empresas cambiaría las reglas mismas del capitalismo” (Zuboff, 2021, p. 79).

En términos de información nos dice Rodríguez (2019, p. 68) que la urdimbre de signos se hace más intensa e inasible pero también mucho más productiva en efectos de saber y poder. Para comprender tales efectos no es errado recurrir a Foucault. Pero no se trata de adjudicar a Foucault un cierto determinismo tecnológico como aquello que caracteriza a las nuevas modalidades del capitalismo. Como sostiene Zuboff, una primera dificultad para comprender estos fenómenos estriba en lo fácil que es confundir el capitalismo de vigilancia con las tecnologías que le sirven de soporte a su voluntad.

Esta es una lógica que impregna la tecnología y la pone en acción, emplea tecnologías pero no se equipara con ninguna. Para sus actividades utiliza plataformas, máquinas inteligentes, pero no es reductible a ellas, produce y emplea algoritmos pero estos no son en sí mismos vigilancia. (2021, p. 27)

Esto dice la autora son los títeres, mientras que los singulares imperativos económicos jalan de las cuerdas y les dan movimiento y finalidad. Es con la intensificación de la competencia que la capacidad de predicción y modelación de la conducta se hace un insumo indispensable, de tal modo que favorezca los resultados comerciales. El modelo de plataformas austeras opera a través de una hiper tercerización del trabajo, que entre sus garantías encuentra la precarización y subcontratación que nos abre un panorama un tanto ambiguo entre el subempleo y el post empleo dados en simultáneo y basado en una deslocalización de los trabajadores, del capital fijo y de los costos de mantenimiento articulados por un activo de cabal importancia, los softwares que permiten la extracción y análisis de datos. Srnicek considera comparables estas nuevas modalidades de trabajo con la de los jornaleros quienes trabajaban día por día sin contrato previo ni seguridad alguna sobre su continuidad. “Todo lo que queda es el mínimo extractivo básico, el control de la plataforma, que permite ganar una renta monopólica” (Srnicek, 2018, p. 72) 4 . Las empresas ya no se establecen en forma piramidal, sino como en el caso de Nike o Apple alrededor de un núcleo de diseñadores y promotores, así como una fabricación tercerizada, trabajadores desechables. Las plataformas conforman ámbitos, un nuevo ecosistema definitorio de la vida espiritual, en parte gracias a las crisis descritas hasta el momento. Las plataformas se desarrollan en un principio de “austeridad” (Srnicek, 2018, p. 70) que privilegia el crecimiento antes que la ganancia, por lo que disponen usualmente de formatos libres y gratuitos, que tienen como subproducto al usuario, quién brinda datos en el propio proceso de formación de su perfil, de sus consumos, de su tiempo de ocio, de su etho-poesis. Es decir, en la construcción de sí mismo, en especial luego de la crisis de 2008, las formas de trabajo autónomo freelancers se asumieron como único medio frente al crecimiento del desempleo.

Esta tendencia que se repite a mayor o menor escala a nivel global alcanzó por ejemplo un 66,5% de los puestos laborales nuevos en Reino Unido. Lo mismo se transforma en un desafío a la hora de representar el trabajo, medir niveles de desempleo. (Srnicek, 2018, p. 77)

El autor señala una tendencia hacia la elección forzosa de trabajos más precarios como estrategia frente a una larga recesión. La tendencia se traduce en una recuperación del crecimiento económico sin implicar un crecimiento de empleos formales o en relación de dependencia como formuló la política keynesiana clásica. Gran parte de esto es debido a que la recuperación económica está apoyada en compañías de plataformas austeras, que no requieren de más que un pequeño núcleo de trabajadores permanentes.

Estas empresas descargan costos de inversión, mantenimiento, reparación seguros, tercerización de costos de entrega en sus propios trabajadores. El proletariado se ha transformado en precariado en la reconfiguración del capitalismo postindustrial, son simultáneamente pequeños propietarios de los medios de producción y también fuerza de trabajo, son pequeños empresarios de sí mismos, emprendedores autónomos. Parcialmente los sueños de izquierda se han cumplido, pero trastocados en pesadillas 5 .

Las bicicletas, los coches, los conocimientos y los productos ya no son propiedad de la empresa, pero tampoco lo son del todo de las personas que pedalean, conducen, mantienen o proveen información [...] [en los papeles] no son trabajadores por cuenta ajena —cuando de hecho lo son—. Eso permite, lógicamente, competir mucho más favorablemente en el mercado con empresas [inscritas en la lógica del trabajo que dominó la primera mitad del siglo XX] que deben asumir los costos laborales establecidos por legislación. (Subirats, 2019, p. 46)

Incluso hay migraciones de capital en numerosas empresas subsidiarias —135 en el caso de Uber— destinadas a la evasión fiscal. Pese a lo cual su rentabilidad a largo plazo no termina de cuajar. El boom de plataformas austeras no se sostiene desde adentro, estas compañías aún luchan por ser rentables y requieren de respaldos externos. La hegemonía neoliberal nos dice Subirats “se manifiesta en un nuevo sentido común por el cual se reclama libertad y no intervención del Estado pero se requiere de él constantemente para mantener en funcionamiento el sistema” (2019, p. 39), mediante el salvataje de los bancos. A esto se le llama keynesianismo financiero. Srnicek (2018, p. 81) señala que el dinero viene de capital excedente en busca de un medio de retorno más alto para sobrellevar las bajas tasas de interés que afectan las inversiones tradicionales. Al igual que en el caso de los punto com, o del sector inmobiliario, las plataformas austeras se basan más en las expectativas de ganancias futuras que en las ganancias reales. Mientras tanto las ganancias se dan por los múltiples recortes en salarios y en prestaciones, y otro tanto en los vacíos legales antes que en algo sustancial. El giro hacia la producción austera y las cadenas de suministro Just in time es un fenómeno que se viene gestando desde los años de 1970, y las plataformas digitales no hacen otra cosa que intensificar tal esquema que podemos reconocer como el trabajo biopolítico. Distinguible por un descentramiento de la soberanía estatal y de la forma jurídica, y se traduce en nuevas formas de monopolio que logran evadir a la administración de recursos y la normativización del trabajo 6 , formas no reguladas que dependen de un modo de generar ganancias virtualmente desprovistas de activos. Hoy el ideario neoliberal solo acentúa el rasgo asumido en los años de 1970. Nos dice Subirats:

[...] una firme voluntad de romper con la capacidad de negociación de los trabajadores; se combina con la innovación tecnológica, afirmada sobre todo en las comunicaciones que conllevan un menor costo laboral a través de procesos de austeridad y diferenciación de diseño. (2019, p. 37)

La pretendida austeridad económica no escatima gastos en fortalecer el tejido técnico y burocrático que inscriben a los rendimientos y desempeños de los trabajadores en un régimen de vigilancia exterior e interior. Por esto dice Fisher (2016, p. 51) se orienta más a la generación de representaciones correctas que a los objetivos del trabajo en cuestión, la mejora de los servicios impera aún por encima de la producción, marcando así la primacía de lo simbólico sobre lo real como carácter ineludible del capitalismo tardío.

La pregunta que podemos hacernos es si realmente lo que hacen los usuarios de estas plataformas es “trabajo”. Volveremos a la cuestión señalada por Foucault, un trabajo sobre sí mismo, un modelado constante de la apariencia de la vida, una explotación del sujeto y su historia, de su individualidad envueltos en la producción de sí. Nos ofrece una nueva dimensión interpretativa sobre lo que se decidió llamar sujeto-objeto, y esta se hace cada vez más palpable en la medida que las plataformas consiguen ampliar su utilización por parte de los usuarios y los momentos vitales en que los individuos están en contacto con ellas.

Paolo Virno (2003) nos ofrece una perspectiva sinóptica que se opone a lo que reconoce como una comprensión innecesariamente dualista, que contrapone el carácter lingüístico-cognitivo del trabajo contemporáneo a una dimensión del cuerpo vivo, con sus deseos, sus impulsos y afectos. Virno esquiva ese dualismo desde una perspectiva materialista y nos ofrece su comprensión del trabajo vivo, con el cual tiende un puente entre el trabajo postfordista, así como las dimensiones vital y lingüística. Afirmándose en el concepto en crisis de fuerza de trabajo, en tanto “suma de todas las aptitudes físicas e intelectuales existentes en la corporeidad”. En su libro Cuando el verbo se hace carne Virno (2005, p. 23) describe cómo esta fuerza-trabajo se ha transformado en fuerza-invención que desarrolla la técnica más allá de la máquina, por medio de una cooperación entre sujetos vivos basada en el pensamiento, el lenguaje y la imaginación. Haciendo difusos los límites del trabajo, el lenguaje y la vida, e incluyendo dimensiones que, según la economía política, no comprenderemos como trabajo: pasiones, afectos, juegos de lenguaje, etcétera. Mediante un recurso dialéctico clásico 7 , Virno observa que, si todo es trabajo, ya nada lo es. Con esto indica que el trabajo pierde su especificidad, se hace difusa la separación del resto de la experiencia. Este cambio radical de lo que se comprende bajo el término trabajo, podría exigir una nueva denominación, y lleva a Virno a hablar, en su lugar, de actividad transindividual. Virno reconoce que la fortaleza del capitalismo radica en haber logrado “comprimir la actividad transindividual en ese chaleco de fuerza que representa el trabajo” (2005, p. 26). El autor de esta manera nos acerca a una perspectiva integral del trabajo viviente, que es capaz de enlazar de cierto modo las tres superficies de la episteme y nos permite desplazarnos hacia el análisis de nuestro tercer eje.

Tercera metamorfosis: la transición del trabajo a la vida, entre el biocapital y la vida post orgánica

Es adecuado para dar apertura a esta sección, recuperar aquella sentencia pronunciada por Gabriel Giorgi y Fermín Rodríguez en su prólogo a Ensayos sobre biopolítica que sostenía: “Es paradójico que hoy sea la vida y no la muerte del hombre lo que arroja al pensamiento más allá de lo humano” (Giorgi y Rodríguez, 2007, p. 9). En lo que sigue intentaremos transitar esta paradoja para encontrarnos con la configuración actual de la pregunta por la vida, fuertemente determinada por la confluencia de las problemáticas expuestas en los segmentos anteriores, y aún así como superficie privilegiada sobre la cual afirmar un nuevo agenciamiento de lo humano. Si recuperamos lo propuesto por Virno (2005), podremos establecer una perspectiva que supere la concepción dual a la hora de pensar un principio vital que se extienda hacia las esferas del lenguaje y el trabajo. De esta manera, podremos toparnos con una terna encabezada por los conceptos de biopolítica y biocapital, configurado por un lado con la formalización de un código para la vida que tiende a su inmaterialización y, por el otro, a partir de trabajo biopolítico que se vuelve sobre procesos vitales estrictamente humanos, marcados por la percepción del tiempo y la mediación técnica de los procesos vitales. Ambas tendencias llevarán a un mismo punto, la consolidación de la vida como capital explotable.

La molecularización de la vida, una ontología de la explotación

El sentido de la biopolítica, de acuerdo con Roberto Esposito “se define en oposición a la soberanía” (2006, p. 36). Más puntualmente es aquello que delega la soberanía al plano individual, se plantea un gobierno mínimo, purga la soberanía de su sistema y la ofrece como bien máximo para la individualidad como garantía de libertad y, por último, como finalidad de la vida. A su vez esta libertad como lo sostendría Martuccelli (2007, p. 48) constituirá un núcleo de veridicción o una prueba existencial de la verdadera vida, digna de ser vivida. Pero el neoliberalismo no solo produce libertades sino que, como advierte Foucault (2018, p. 84), esta razón gubernamental tiene una necesidad de libertad, consume libertad; es decir que está obligado a producirla, y esto ocurre sin hacernos cualitativamente más libres. De acuerdo con Rose (2012), durante el siglo XX se dio una expansión de las responsabilidades de los Estados pasando de “políticas colectivas para garantizar la salud de la población, al fomento sobre la adopción de regímenes saludables e intervención en la crianza de los niños. Dirá Rose, que el mantenimiento de la salud personal, infantil y familiar se volvió fundamental para las formas de autogestión de la individualidad que las autoridades buscaban inculcar” (2012, p. 59) como modo de arribar a un principio de menor gobierno. Llegada la segunda mitad de este siglo, la salud se había convertido en uno de los valores éticos fundamentales, cimentado en un sentido práctico, el lazo social. Llegado el último cuarto del siglo XX, indica Rose que se despliega un nuevo dispositivo médico diferente a las formas de la clínica gestada a comienzos del siglo XIX. La incumbencia médica se extiende e incluye, entre otras cosas, la administración de la reproducción, una gubernamentalidad basada en el riesgo, el mantenimiento y optimización del cuerpo sano, que en su conjunto se volvían fundamentales para la autogestión de la vida individual. Junto con la individuación de la soberanía, la biopolítica establece “el imperativo de maximizar las fuerzas y potencialidades vitales del cuerpo, como elemento clave en los regímenes éticos contemporáneos” (Rose, 2012, p. 60). Este régimen ético-político emergente establece para la ciudadanía, un deber individual de ejercer la prudencia biológica por el bien común.

Rose (2012, p. 38) afirma que este papel central que adquiere la salud en los regímenes de gobierno, ha sido acompañado por una fuerte capitalización que acaba por reestructurarla. Salud y enfermedad se volvieron campos de actividad corporativa y de generación de valor. Afirma Rose (2012, p. 39) que la vitalidad humana, en el nivel molecular, se ha vuelto terreno franco para la competencia en materia de innovación técnica y explotación económica. Tejidos, células y fragmentos de ADN pueden deslocalizarse, aislarse, descomponerse, estabilizarse y almacenarse, transformándose en una nueva forma de acumulación de capital. Este hecho configura en gran medida el campo de las políticas de la vida en el siglo XXI.

El nivel molecular de la vida compuesto por los mecanismos bioquímicos y variaciones genéticas, es concebido en la biomedicina a partir de la introducción de un nuevo régimen o tecnología de visibilidad durante la década de 1960 que nos ofrece un modelo, o estilo de pensamiento. En ese nivel se establecen afirmaciones, referencias y relaciones que configuran el campo de la vida en una dimensión teórico-práctica, “brindando la posibilidad de crear nuevas formas de vida y nuevas formas de entender la vida en sí” (Rose, 2012, p. 43).

El desplazamiento introducido por la molecularización, sin embargo, no es suficiente por sí misma y depende de un correlato normativo, estandarización, reglamentación y ética. La perspectiva de Rose nos ayuda a pensar un proceso de profundo cambio epistemológico.

La biología que nació en el siglo XIX era una biología de la profundidad. Trató de descubrir las leyes orgánicas que subyacían en el funcionamiento de los sistemas vivos cerrados y los determinaban. Pero la biología contemporánea funciona, al menos en parte, en un campo aplanado de circuitos abiertos. El discurso de verdad genómica ya no ve a los genes como entidades ocultas que nos determinan. (2012, p. 46)

Los genes son subsumidos al dato, a unidades abstractas de información, lo que permite su manipulación pero, simultáneamente, le retira la sensibilidad de lo viviente y la hace apta para su cultivo y explotación. En esto consiste el proceso de cambio epistemológico y ontológico al que la propia biomedicina es ajeno, pero que campos emergentes como el del activismo bio artístico buscan poner de relieve con términos como semi-vivientes, mediante el que denuncia las ambigüedades ontológicas envueltas en el cultivo tisular y su explotación por las farmacéuticas. Esto que, de por sí es problemático, se complejiza aún más cuando se pone en consideración la implacable relación entre una voluntad de saber y una voluntad de poder. Es necesario disponer de fondos para generar una posible verdad, y como anticipamos en el apartado anterior, la asignación de fondos depende del cálculo del rendimiento financiero. Esto afecta de manera directa la producción de esas verdades dichas y de aquellas que permanecen en silencio. Rose lo expresa de la siguiente manera.

La metáfora informacional de la vida, su comprensión a partir del paradigma lingüístico no es más que un modo de volverla apta para la capitalización. Así lo exponía Sarah Franklin ya en 1981, puso de relieve la importancia de la explotación económica de la biología al sugerir que el lenguaje informacional empleado para analizar la naturaleza, que surgiera en la década de 1920, posibilitó la capitalización tecnológica de la vida. La bioeconomía surge como un ámbito gobernable y gobernado. (2012, p. 85)

Esa vida desnaturalizada, infinitamente modificable, “lingüístizada” será la base del modelo de la seguridad social una vez que se le haya adosado el cuidado del capital humano, que radica y trasciende el sentido corporal. Este nuevo tipo de vida introduce una problemática política antigua en un contexto novedoso: y es que sigue siendo transformable “en una vida desnuda, a la que no se mata si se le mata, ni vive exactamente por el solo hecho de no haber muerto” (Rodríguez, 2019, p. 405). Rodríguez de la mano de Marcela Iacub sostiene que el impulso médico, inmediatamente biotecnológico, fuerza al campo de la bioética a asumir poco a poco, la escisión entre cuerpo y vida, esto supone trastocar la imagen de la biopolítica. Esta separación implica no solo el desplazamiento de la anatomopolítica a una biopolítica de las poblaciones o de los individuos, ante todo porque el blanco de ataque ya no es el cuerpo en su soledad biológica, sino su apertura a niveles infra corporales. Se trata según Esposito de algo no previsto por Foucault para quien la biopolítica se mantuvo dentro de los límites del cuerpo para llegar a la vida. “La relación entre política y vida pasa ahora por un filtro biotecnológico que descompone ambos términos antes de volver a asociarlos en una combinación material figurada (Esposito, 2006, p. 207). Que no hace otra cosa que poner de relieve el hecho de que “la vida dejó de ser algo “sagrado” intocable, perteneciente a la naturaleza y por tanto divino” (Rodríguez, 2019, p. 403). Del mismo modo, afirma Rose, que la biología que nació en el siglo XIX era una biología de la profundidad que dio paso a un campo aplanado. “El discurso de verdad genómica ya no ve a los genes como entidades ocultas que nos determinan el reino biológico se ha vuelto una condición completamente contingente” (Rose, 2012, pp. 45-46).

La explotación de la forma de vida humana

Si bien Rose expresa un aplanamiento de las dimensiones de lo humano, basado en un monismo ético materialista para individuos somáticos que se experimentan, se expresan, juzgan y actúan fundamentalmente atravesados por la biomedicina. Cabe preguntarnos si podemos sostener un vínculo entre lo que describimos en secciones anteriores como un capitalismo postindustrial tendiente a la inmaterialización, la emergencia del paradigma de la información, y este nuevo centro que ocupa la vida en el biocapital, que actúa sobre la materia húmeda.

En principio veremos, siguiendo el anterior argumento de Rose, una relativa inmaterialización, informatización de la materia viviente, que permite su explotación. Pero dado que el capitalismo es biocapitalismo, capitalismo de plataformas y capitalismo de vigilancia, no solo impulsa nuevas formas de relaciones explotables con la materia viviente húmeda, sino también con dimensiones vitales estrictamente humanas. Despliega un nuevo uso del tiempo que no distingue entre el tiempo de trabajo y el tiempo de ocio, junto a nuevas formas de explotación que llamaremos de acuerdo con Antonio Negri explotación biopolítica. Hardt y Negri en su obra indican que:

La producción económica atraviesa un periodo de transición en el que los resultados de la producción capitalista son las relaciones sociales y las formas de vida. Dicho de otra manera, la producción capitalista está tornándose hacia la biopolítica [...] [y] se establece como reverso de aquella piedra de toque de la delegación de la soberanía “homo homini lupus”, al que reemplaza por una: “l'homme produit l'homme” 8 (2009, pp. 131-132. Énfasis del original)

La imagen, la información, los afectos, las relaciones adquieren más peso que las mercancías materiales en los procesos de valorización contemporáneos. Incluso los bienes materiales propios de la fase industrial del capitalismo, establecen su valor en relación con su capacidad de representar aspectos inmateriales. Para la teoría económica más reciente nos dice P. B. Preciado siguiendo a Hardt y Negri, el motor de la producción no se ubica ya en la empresa, sino en la sociedad en su conjunto: “en la calidad de la población, en la cooperación. En ese marco el sujeto se construye él mismo como mercancía inmaterial, en una performance de representación que reviste aún la materialidad corporal de un alejamiento aurático benjaminiano” (Preciado, 2008, p. 34). Complementariamente, Hardt y Negri remiten a Christian Marazzi para identificar un “modelo antropogénico” como corazón del giro biopolítico de la economía. En este giro “Los seres vivos en tanto capital fijo están en el centro de esta transformación, y la producción de formas de vida está tornándose en la base del valor añadido” (Hardt y Negri, 2009, p. 146).

Presenciamos el desarrollo de una nueva topología vital, una continuidad topológica que modela y mediatiza cada vez más la relación entre cuerpos y espacio (Terranova, 2018, p. 99). Esta topología desplaza el espacio natural hacia una nueva natura-naturans desde el tamiz de la información. Esto se traduce a su vez en un conjunto de condiciones que promueven el fortalecimiento neoliberal del capital humano bajo el paradigma de la salud perfecta, la disposición creativa y cognitiva de la fuerza de trabajo, una optimización estrictamente vital. El panorama de la biología se ha transformado bajo el pulso de la información, la organización, la comunicación. La información, que establecemos como una nueva sustancia, impulsa la vida a condiciones de ser analizada, descompuesta e integrada a otras máquinas, en definitiva comprendida bajo la forma misma de la técnica. Paralelamente a esto, sostiene Rose que: “las nuevas tecnologías de mejoramiento molecular no intentan hibridar el cuerpo con equipos mecánicos sino transformarlo a nivel orgánico, para redefinir la vitalidad desde dentro: como resultado, el humano no se vuelve menos biológico, sino mucho más biológico” (Rose, 2012, p. 55). Esta es una reconfiguración que se está produciendo, entonces en el marco de una nueva economía política de la vida y nos posiciona frente a una doble ampliación de la vida humana que tiene por aristas, de un lado, el tiempo o vida espiritual y, del otro, el sustrato vital orgánico. Ambas, como puede anticiparse, se articulan y tienen movilidad en torno a un mismo eje, la ontología de la información.

El homo communicans: hacia una redefinición de la vida individual

El modelo de comprensión de la vida ahora maquinizada que ofrece el nuevo ámbito vital, profundamente mediatizado por las modalidades que derivan del cambio epistémico operado sobre el lenguaje, que durante el último tercio del siglo XIX y el desarrollo del siglo XX —que van de la señal al código y de la formalización a la cibernética—, abre paso a una nueva figura antropológica —pues las tecnologías de información son tecnologías de representación—. Esa figura será el homo communicans. “Una modalidad de subjetivación por la que los propios individuos abandonan su interioridad, y en consecuencia abandonan también parcialmente aquello que Foucault observaba como efecto objetivo de las sociedades disciplinarias, la construcción de un alma que sometía al sujeto a un trabajo introspectivo” (Rodriguez, 2019, p. 355). El sujeto trasciende los cánones morales y liberales de la privacidad, y tal principio de externalización de la subjetividad, de aquello que constituía la performance de su interioridad o su privacidad, impulsa el paso del interior subjetivo al estatus de un valor agregado o un objeto fetichizado de puro simulacro. No se trata simplemente de la intimidad transformada en espectáculo (Sibilia, 2008), sino también de la construcción de una nueva esfera pública, sobre las plataformas comunicacionales. La gubernamentalidad de algoritmos expande o suscribe la subjetividad hacia su perfilización, que no es simplemente una duplicación del objeto-sujeto. Frente a la pretendida autodeterminación del sujeto moderno que exponía Martuccelli, frente al cambio de rumbo de las ciencias sociales hacia la individualidad como mónada que singulariza el entramado social a partir de la década de 1970 9 , emerge la figura epistémica del perfil: “El perfíl es un conjunto de trazos que no concierne a un individuo específico, sino que expresa relaciones entre individuos, siendo más impersonal que intrapersonal” (Rodríguez, 2019, p. 357). El perfil, una figura sintética de la vida, es un esquema o concepto de sujeto cuya identidad no interesa más que la molécula, a la termodinámica. La minería es un análisis automatizado que busca hacer emerger correlaciones sutiles entre perfiles sin necesidad de elaborar una hipótesis previa. El homo communicans no atiende a criterios de verdad o falsedad sino de performatividad de un cierto aparecer constante. Es el individuo mismo que lleva adherido a su cuerpo y a su mente el dispositivo de vigilancia ubicua de audio e imagen, datos biométricos, a través de los que el mismo puede vigilar y ser vigilado, y que a su tiempo vehiculiza su aparición en el mundo. Todo es accesible para el individuo y el individuo, a su vez, es accesible para todos. A esto llamó Terranova (2018) de la mano de Giorgio Grizzotti, bio hipermedia. Lo cual: “supone una adhesión por defecto a la normatividad impuesta desde fuera, pero que se presenta tan inmanente como la vida misma” (Rodríguez, 2019, p. 361).

El homo communicans, cuya superficie es compartida por los ámbitos del trabajo biopolítico y de las metamorfosis del lenguaje, desarrolla su vida en un espacio tiempo curvados digitalmente gracias a la conversión del mundo habitable en información y de la información en mundo habitable. En este marco, la gubernamentalidad algorítmica, como cierta mutación de la economía política, sería un tipo de racionalidad post-normativa o post-política que reposa sobre la recolección, agrupación masiva y análisis automatizado de datos plenamente positivos, para modelizar, anticipar y afectar comportamientos. Lejos de hacer referencia a un hombre medio, —a una hipótesis antropológica—, parece operar en cada ocasión alrededor de la generación de un sí mismo sobre un perfil evolutivo en tiempo real. Acaso lleva esto a concreción aquella antropología pragmática, posthumana que anunciaba en 1961 Foucault (2013). El autocontrol exigido sobre la conducta se asemeja cada vez más al que se podía rendir a un Dios que todo lo ve y todo lo escucha. Un Dios que es capaz de un castigo muy terrenal ante la mínima indiscreción. Su potencia punitiva es extensible al viejo Dios del Estado, puesto que las grandes plataformas de Meta y Google pueden vender datos de sus usuarios a agencias de seguridad. Inquietud permanente, cuidado de no hacer, no transgredir, pero también tener el cuidado de no reposar. Esto es debido a que la pasividad es tanto peor, aún más imperdonable que la impudicia. Puesto que el excedente explotable de tiempo vital, ese resto que es permitido por las comodidades que el mismo sistema de plataformas provee, conlleva en su letra chica el imperativo de explotar las posibilidades brindadas por ellas y cuya única finalidad es el cultivo sostenido de la vida individual como un recurso humano explotable.

Consideraciones finales

Hemos podido esbozar a lo largo de la presente investigación la redefinición de lo humano, manifestado a través de una serie de metamorfosis en las superficies sobre las que desenvuelve su praxis vital —el lenguaje, el trabajo y la vida—. De este modo, observamos mediante los aportes de Pablo Rodríguez los efectos de la formalización en el lenguaje y la potencialidad de configurar —mediante los conceptos de código, señal e información— los campos que le son adyacentes, adquiriendo profundos efectos de relevancia ontológica, pero ante todo prácticos.

A partir de la década de 1970 con el abandono de un modelo industrial de producción, de consumo, de una estética, se produce también un nuevo juego de espejos a través del cual nos representamos y comprendemos nuestra actividad en tanto vivientes. Con los nuevos soportes de extracción de valor, el concepto de vida y el de cuerpo se visualizan, si seguimos a Preciado (2008) y a Sibilia (2005), entre otros, como una antigualla frente a las posibilidades que se despliegan en materia de gestión política del cuerpo y gubernamentalidad del ser vivo. Estos desplazamientos simultáneos desafían los criterios tradicionales de ordenamiento y demuestran que la vida, junto con el trabajo y el lenguaje, lejos de ser universales trans históricos, son susceptibles de modificación en función de variantes técnicas.

Siguiendo a Rose pudimos establecer que: mientras que la nueva configuración del mercado permite concebir a la vida como un recurso explotable, es su reducción lingüística la que viabiliza esta última concepción mediante una distancia instrumental.

Las modificaciones cualitativas del fenómeno de la vida que derivan de esta metamorfosis del capital pueden ubicarse entre dos modelos emergentes de extractivismo y acumulación, uno garantizada por la praxis vital cotidiana, que se manifiesta en una acumulación de datos dada por la maximización del tiempo destinado a lo que Virno llamó actividad transindividual y el consumo perfilado; y otra por la bio molecularización de la vida, que equivale al resquebrajamiento de la unidad de lo viviente.

El biocapital, en tanto concentración de la producción y reproducción de materia viviente, y el imperativo de la salud perfecta y la maximización de la vitalidad que se extiende hacia la productividad y la autogestión de la vida, son fenómenos que se producen y apoyan mutuamente.

Las condiciones de producción del sujeto individuo derivan de la ampliación sobre la responsabilidad de conocerse y cuidar de sí a partir de una verdad llanamente materialista y esencialmente biomédica, tendiente al solapamiento de toda otra forma de ser por fuera de un Yo, que depende profundamente de la fabricación de semi-seres, cuya única finalidad es el consumo en una especie de desacralización de la vida. Estos se despliegan, siguiendo a Rodríguez sobre la administración de la no-muerte para una no-vida como síntoma de ese renovado nihilismo que despliega una técnica “viviente”.

De esto se deriva que ambos modos de acumulación cuentan con un doble suelo, uno informático y uno moral. De modo que el desplazamiento introducido por la molecularización, no es suficiente por sí mismo, y depende de un correlato de estandarización, reglamentación ética y de reestructuración de marcos normativos que vehiculizan la expansión en materia de explotación sobre vacíos legales, éticos y ontológicos.

Con Zuboff y Srnicek observamos que más allá de los soportes técnicos o conceptuales con los que cuentan estos modos de acumulación, se opera la creación de una verdad acomodada al ejercicio e intensificación del poder, que da cauce a una voluntad de monopolizar los medios aun antes de la generación de ganancias, lo cual de por sí, se muestra como la lógica desnuda de una competencia —en tanto puesto franco del capital—. La relación entre verdad y capital por lo tanto se ha vuelto recursiva o autopoiética.

De este modo, comprendemos que más allá de la reducción lingüística de la vida, la apertura a una nueva forma de explotación del sustrato viviente también tiene su condición en la economía política. En concordancia con los aportes antes mencionados de Rose y Srnicek, concretamente podemos atribuir el vertiginoso avance, proliferación y expansión de lo biopolítico hacia una bioeconomía, en el marco del capitalismo posindustrial, a una aguda competencia desarrollada entre las potencias occidentales y el gigante asiático, por dominar el mercado internacional de la biotecnología. Podemos encontrar de este modo una expansión e intensificación del panorama descrito por Foucault en su análisis del capitalismo, mediante el cual hacía análogos al liberalismo y el avance de las políticas de la vida.

El tránsito análogo a la muerte de Dios y a la muerte del hombre que hoy se nos actualiza con la fórmula redundante y sosa de una muerte de la vida: de su esterilidad espiritual, unidimensionalidad y su vacuidad absoluta; supone una nueva etapa de relación de la especie humana con el mundo y consigo misma; que veía sus albores a fines de la década de 1970 y fue de algún modo comprendida en profundidad por Foucault. Si bien nos lleva a pensar en un agotamiento de la figura del hombre, también abre camino a nuevas configuraciones éticas, nuevos modos de ser, trabajar, vivir, comunicar y resistir.

Si de acuerdo con Marazzi, ubicamos a los seres vivos en el centro de las transformaciones del capital y la producción de formas de vida en la base del valor añadido, tal vez radique en la conceptualización de la vida, la posibilidad de establecer un modo resistencia, pero esto no equivaldría a devolver aquello que se le ha sustraído al momento de ser inscripta en el paradigma de la inmaterialización e informatización. El olvido de la vida en sí, su desnudez respecto de la profundidad que detentaba, en primera instancia parece transformarla en vida impotente. Sin embargo, esto redunda en la necesidad imperiosa de representarnos la vida mediante la fabulación de un resto no explotable, pero esta vez confrontado a la emergencia de múltiples determinaciones que lo dejan desprovisto de ingenuidad y universalismos. Su pregunta, que atraviesa el nuevo siglo, podría configurar un punto de fuga para el fenómeno humano. Esta condición expresa la necesidad de sostener y renovar una perspectiva vitalista que dé cuenta de la irreductibilidad de un principio vital como piedra de toque para la articulación de una política por fuera de las lógicas y los mecanismos de concentración de poder. Esta nueva perspectiva vitalista podría constituirse en uno de los escasos medios para poner en entredicho la subsunción absoluta de la vida del espíritu a la vida post-orgánica —de texto, tejidos y biomoléculas—, en un último bastión contra la formalización, una última habitación en la casa del hombre.

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Notas

Artículo recibido: 17 de mayo de 2022 / Aceptado: 18 de noviembre de 2022 / Modificado: 14 de diciembre de 2022. El trabajo es resultado parcial del proceso de investigación doctoral y no cuenta con financiación o patrocinio de institución alguna.
Estudiante de doctorado en Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Entre Ríos (FTS-UNER), Argentina. Profesor de la Universidad Autónoma de Entre Ríos, Argentina. Correo electrónico: michouantoniogabriel@gmail.com; coordinacionartes@fhaycs.uader.edu.ar https://orcid.org/0000-0002-8516-4842
Marx afirmaba que el trabajo es la esencia del hombre. Esa es, en el fondo, una concepción hegeliana. Es muy difícil integrar esta concepción en el conflicto que enfrenta a las clases en el siglo XIX. Quizá sepa usted que Lafargue, el yerno de Marx, escribió un libro del que nadie habla en los círculos marxistas. Este silencio me divierte. La indiferencia de la que este libro es objeto es irónica, y sin embargo, es algo más que irónica: es sintomática. Lafargue escribió, en el siglo XIX, un libro sobre el amor al ocio. Le era verdaderamente imposible imaginar que el trabajo pudiera constituir la esencia del hombre. Entre el hombre y el trabajo no existe ninguna relación esencial (Foucault, 1999, pp. 70-71).
[...]Por algoritmos Pablo Rodríguez comprende: “conjuntos finitos de instrucciones o pasos que sirven para ejecutar una tarea o resolver un problema. Los algoritmos que siempre existieron en matemáticas encuentran una definición más precisa y se manifiestan en una máquina que es capaz de actuar del mismo modo y con mayor eficiencia que el pensamiento humano (Rodríguez, 2019, p. 72).
Seguimos en este punto la definición de Andrea Fumagalli (2010) en su ensayo bioeconomía y capitalismo cognitivo.
El autor calcula un ahorro de alrededor de un 30 % en costos laborales, recorte de prestaciones, días por enfermedad y mecanismos de control por medio de un sistema de calificaciones que reproduce estereotipos raciales sexuales.
Paolo Virno exponía una idea muy semejante del siguiente modo: “tales aspiraciones incluyeron: la abolición de ese escándalo intolerable que es el trabajo asalariado; extinción del Estado como industria de la coerción y ‘monopolio de las decisiones políticas’; valorización de todo aquello que torna irrepetible la vida del individuo. Pues bien, en el curso de los últimos veinte años ha hecho su aparición una interpretación capciosa y terrible de estos mismos objetivos” (Virno, 2003, pp. 117-118). Lo llamativo es que la desintegración de los patrones de trabajo, se debió dice Fisher al deseo de los mismos trabajadores: “fueron ellos los que comprensiblemente no quisieron que su único plan de vida fuera desempeñarse en la misma fábrica por cuarenta años seguidos” (2016, p. 43).
Mientras Martuccelli (2007, p. 31) llama la atención sobre un surgimiento jurídico del sujeto que lo dota de su valor central en la modernidad y lo expone como provisto de una libertad fundamental que lo hace responsable de sus actos y vector principal del derecho, Zuboff ubica un quiebre abrupto de este esquema moderno como consecuencia de la expansión de un nuevo modelo de acumulación. “En cuanto las empresas se dieron cuenta de que los tribunales de justicia estaban dispuestos a validar sus acuerdos ya no hubo nada que impidiera ampliar el alcance de esos degradados contratos aunque no estuvieran relacionados con la transacción inicial, contando con políticas de privacidad barrocas y perversas en los que se estipula una regresión infinita con esos términos de expropiación (transformados en una pantomima de legalidad, la pantomima de un contrato). Cada nueva transgresión corporativa a los límites morales, sociales e institucionales, confirma que no se trata de un error o una tendencia pasajera del capital, sino una característica permanente” (Zuboff, 2021, p. 75). Esto sostenemos que llevará a un recambio en la figura antropológica.
Podemos encontrar un ejemplo de ello en el vínculo del ser y la nada trazado en la Ciencia de la lógica de Georg W. F. Hegel.
“Para mí, lo que debe ser producido no es el hombre tal y como la naturaleza lo diseñó, o como prescribe la naturaleza; debemos producir algo que todavía no existe y que no sabemos lo que será”. También previene contra una comprensión de esto como una mera continuación de la producción económica entendida en un sentido convencional: “no estoy de acuerdo con aquellos que entienden esta producción del hombre por el hombre como algo que se realizaría como la producción de valor, la producción de riqueza o de un objeto de uso económico; por el contrario, es la destrucción de lo que somos y la creación de algo completamente otro, una innovación total” Michel Foucault, “Entretien” (con Duccio Trombadori), Dits et écrits, 4 vols. (Hardt y Negri, 2009, p. 150).
El momento siguiente Martuccelli le llama el momento foucault que señala la salida radical de la versión emancipadora del sujeto colectivo y el comienzo de una nueva problemática. La unión paradójica entre un poder y una sujeción crecientes “en la última etapa de su vida individual, la respuesta de Michel Foucault, consiste en aislar un modelo ético que obligue a los individuos a buscar de manera singular a su propia técnica de vida” (Martuccelli, 2007, p. 28). Esto apunta al encuentro de un autogobierno, conducción de sí, que volvería independiente de restricciones externas o internas mediante una codificación de actos. No orientada hacia una moral basada en la renuncia, ni hacia una hermenéutica del sujeto que buscaría el deseo en los arcanos del corazón sino en una autopoiesis (Martuccelli, 2007, p. 52).

Referencias

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Zuboff, S. (2021). La era del capitalismo de la vigilancia. La lucha por un futuro humano frente a las nuevas fronteras del poder. Paidós.

Cómo citar

APA

Michou, A.-G. (2023). Metamorfosis del triángulo antropológico tras la década de 1970. Forum. Revista Departamento de Ciencia Política, (24), 27–52. https://doi.org/10.15446/frdcp.n24.102724

ACM

[1]
Michou, A.-G. 2023. Metamorfosis del triángulo antropológico tras la década de 1970. Forum. Revista Departamento de Ciencia Política. 24 (jul. 2023), 27–52. DOI:https://doi.org/10.15446/frdcp.n24.102724.

ACS

(1)
Michou, A.-G. Metamorfosis del triángulo antropológico tras la década de 1970. forum. rev. dep. cienc. politica 2023, 27-52.

ABNT

MICHOU, A.-G. Metamorfosis del triángulo antropológico tras la década de 1970. Forum. Revista Departamento de Ciencia Política, [S. l.], n. 24, p. 27–52, 2023. DOI: 10.15446/frdcp.n24.102724. Disponível em: https://revistas.unal.edu.co/index.php/forum/article/view/102724. Acesso em: 16 jul. 2024.

Chicago

Michou, Antonio-Gabriel. 2023. «Metamorfosis del triángulo antropológico tras la década de 1970». Forum. Revista Departamento De Ciencia Política, n.º 24 (julio):27-52. https://doi.org/10.15446/frdcp.n24.102724.

Harvard

Michou, A.-G. (2023) «Metamorfosis del triángulo antropológico tras la década de 1970», Forum. Revista Departamento de Ciencia Política, (24), pp. 27–52. doi: 10.15446/frdcp.n24.102724.

IEEE

[1]
A.-G. Michou, «Metamorfosis del triángulo antropológico tras la década de 1970», forum. rev. dep. cienc. politica, n.º 24, pp. 27–52, jul. 2023.

MLA

Michou, A.-G. «Metamorfosis del triángulo antropológico tras la década de 1970». Forum. Revista Departamento de Ciencia Política, n.º 24, julio de 2023, pp. 27-52, doi:10.15446/frdcp.n24.102724.

Turabian

Michou, Antonio-Gabriel. «Metamorfosis del triángulo antropológico tras la década de 1970». Forum. Revista Departamento de Ciencia Política, no. 24 (julio 1, 2023): 27–52. Accedido julio 16, 2024. https://revistas.unal.edu.co/index.php/forum/article/view/102724.

Vancouver

1.
Michou A-G. Metamorfosis del triángulo antropológico tras la década de 1970. forum. rev. dep. cienc. politica [Internet]. 1 de julio de 2023 [citado 16 de julio de 2024];(24):27-52. Disponible en: https://revistas.unal.edu.co/index.php/forum/article/view/102724

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