Publicado

2023-07-01

Discursos, narrativas de odio y reconciliación

Discourses, Hate Narratives and Reconciliation

Discursos, narrativas de ódio e reconciliação

DOI:

https://doi.org/10.15446/frdcp.n24.104027

Palabras clave:

reconciliación, discursos de odio, conflicto violento, narrativa de odio, narrativa transmedia (es)
reconciliation, hate speech, violent conflict, hate narratives, transmedia storytelling (en)
reconciliação, discurso de ódio, conflito violento, narrativa de ódio, narrativa transmédia (pt)

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Autores/as

La trampa del conflicto es el mayor riesgo que enfrentan las sociedades que han pasado por procesos de paz luego de conflictos internos armados y consiste en la inminente posibilidad de reincidencia de episodios de violencia por largo tiempo. El modelo internacional de peacebuilding plantea identificar las causas estructurales de la violencia. Sin embargo, casos como el acuerdo de paz de 2016 de Colombia, profundo en cuanto a revisión de causas sociales estructurales, pero que no ha logrado transformar el conflicto, plantean inquietudes sobre la completitud del modelo. Por lo anterior, a partir del análisis histórico comparado de tres escenarios de conflicto, se propone el concepto de narrativas de odio como dinámicas culturales presentes en sociedades que han transitado conflictos violentos, que mantienen vivos los odios aún en etapas de baja intensidad de los conflictos armados. Esta nueva perspectiva de comprensión permite plantear estrategias concretas de reconciliación en términos de acciones comunicativo-culturales tales como la narrativa transmedia, que ha sido la propuesta transformadora escogida por la Comisión de la Verdad de Colombia para entregar su informe final en 2022.

The conflict trap is the greatest risk faced by societies that have undergone peace processes after internal armed conflicts and consists of the imminent possibility of a recurrence of episodes of violence over a long period of time. The international peacebuilding model proposes to identify the structural causes of violence. However, cases such as the 2016 peace agreement in Colombia, profound in terms of reviewing structural social causes, but which has failed to transform the conflict, raise concerns about the completeness of the model. Therefore, based on the comparative historical analysis of three conflict scenarios, the concept of hate narratives is proposed as cultural dynamics present in societies that have gone through violent conflicts, which keep hatreds alive even in low intensity stages of armed conflicts. This new perspective of understanding allows us to propose concrete strategies for reconciliation in terms of communicative-cultural actions such as the transmedia narrative, which has been the transforming proposal chosen by the Colombian Truth Commission to deliver its final report in 2022.

A armadilha do conflito é o maior risco enfrentado pelas sociedades que passaram por processos de paz após conflitos armados internos e consiste na possibilidade iminente de recorrência de episódios de violência durante um longo período de tempo. O modelo internacional de peacebuilding procura identificar as causas estruturais da violência. No entanto, casos como o acordo de paz de 2016 na Colômbia, que é profundo em termos de revisão das causas sociais estruturais, mas não conseguiu transformar o conflito, levantam preocupações sobre a completude do modelo. Assim, com base na análise histórica comparativa de três cenários de conflito, propõe-se o conceito de narrativas de ódio como dinâmicas culturais presentes em sociedades que viveram conflitos violentos, que mantêm o ódio vivo mesmo em fases de baixa intensidade do conflito armado. Esta nova perspectiva de compreensão permite-nos propor estratégias concretas de reconciliação em termos de acções comunicativo-culturais como a narrativa transmédia, que foi a proposta transformadora escolhida pela Comissão da Verdade colombiana para entregar o seu relatório final em 2022.

Recibido: 29 de julio de 2022; Aceptado: 18 de noviembre de 2022

Resumen

La trampa del conflicto es el mayor riesgo que enfrentan las sociedades que han pasado por procesos de paz luego de conflictos internos armados y consiste en la inminente posibilidad de reincidencia de episodios de violencia por largo tiempo. El modelo internacional de peacebuilding plantea identificar las causas estructurales de la violencia. Sin embargo, casos como el acuerdo de paz de 2016 de Colombia, profundo en cuanto a revisión de causas sociales estructurales, pero que no ha logrado transformar el conflicto, plantean inquietudes sobre la completitud del modelo. Por lo anterior, a partir del análisis histórico comparado de tres escenarios de conflicto, se propone el concepto de narrativas de odio como dinámicas culturales presentes en sociedades que han transitado conflictos violentos, que mantienen vivos los odios aún en etapas de baja intensidad de los conflictos armados. Esta nueva perspectiva de comprensión permite plantear estrategias concretas de reconciliación en términos de acciones comunicativo-culturales tales como la narrativa transmedia, que ha sido la propuesta transformadora escogida por la Comisión de la Verdad de Colombia para entregar su informe final en 2022.

Palabras clave

reconciliación, discursos de odio, conflicto violento, narrativa de odio, narrativa transmedia.

Abstract

The conflict trap is the greatest risk faced by societies that have undergone peace processes after internal armed conflicts and consists of the imminent possibility of a recurrence of episodes of violence over a long period of time. The international peacebuilding model proposes to identify the structural causes of violence. However, cases such as the 2016 peace agreement in Colombia, profound in terms of reviewing structural social causes, but which has failed to transform the conflict, raise concerns about the completeness of the model. Therefore, based on the comparative historical analysis of three conflict scenarios, the concept of hate narratives is proposed as cultural dynamics present in societies that have gone through violent conflicts, which keep hatreds alive even in low intensity stages of armed conflicts. This new perspective of understanding allows us to propose concrete strategies for reconciliation in terms of communicative-cultural actions such as the transmedia narrative, which has been the transforming proposal chosen by the Colombian Truth Commission to deliver its final report in 2022.

Keywords

reconciliation, hate speech, violent conflict, hate narratives, transmedia storytelling.

Resumo

A armadilha do conflito é o maior risco enfrentado pelas sociedades que passaram por processos de paz após conflitos armados internos e consiste na possibilidade iminente de recorrência de episódios de violência durante um longo período de tempo. O modelo internacional de peacebuilding procura identificar as causas estruturais da violência. No entanto, casos como o acordo de paz de 2016 na Colômbia, que é profundo em termos de revisão das causas sociais estruturais, mas não conseguiu transformar o conflito, levantam preocupações sobre a completude do modelo. Assim, com base na análise histórica comparativa de três cenários de conflito, propõe-se o conceito de narrativas de ódio como dinâmicas culturais presentes em sociedades que viveram conflitos violentos, que mantêm o ódio vivo mesmo em fases de baixa intensidade do conflito armado. Esta nova perspectiva de compreensão permite-nos propor estratégias concretas de reconciliação em termos de acções comunicativo-culturais como a narrativa transmédia, que foi a proposta transformadora escolhida pela Comissão da Verdade colombiana para entregar o seu relatório final em 2022.

Palavras-chave

reconciliação, discurso de ódio, conflito violento, narrativa de ódio, narrativa transmédia.

Introducción

El mayor riesgo que viven las sociedades que han pasado por conflictos internos armados es el fenómeno de “trampa del conflicto” —conflict trap— el cual establece que una vez una sociedad ha sufrido un conflicto armado existe una alta posibilidad de que se desarrollen nuevos episodios de violencia armada (Collier y Sambanis, 2002; Collier, Hoeffler y Söderbom, 2008); este riesgo es analizado por Collier et al. (2003) en el informe del Banco Mundial titulado “Breaking the Conflicto Trap”, y su postulación como fenómeno recurrente es sustentado en los impactos que las guerras civiles tienen en la economía y en la infraestructura, difíciles de superar, pero también en el legado de líderes y organizaciones que, gracias a la guerra, se especializan en el conflicto y la violencia, y que por lo tanto, buscarán la forma de seguir ejerciendo su “oficio”. De esta manera, la trampa de la violencia se presenta aún en sociedades que han tratado de dar solución a la violencia armada a través de procesos de paz. Si bien el fenómeno aún no se ha abordado de manera sistemática en la literatura en términos de probabilidad, el Instituto Kroc, según metodología de comparación PAN de acuerdos de paz a nivel internacional, establece que en aquellos procesos de paz donde el acuerdo no reconoce e interviene de manera directa las causas estructurales de la violencia, la tasa de reincidencia en el conflicto es de alrededor del 80 % (Instituto Kroc, 2018).

¿Cuáles son las causas estructurales de la violencia? depende del contexto histórico de cada escenario, pudiéndose identificar conflictos persistentes con raíces racistas como en Sudáfrica, o debidos a la intolerancia religiosa como en los conflictos Israelí-Palestino o Indio-Pakistaní, o en el caso de Colombia, como establece el informe final de la Comisión de la Verdad, el conflicto armado ha sido causado por la “disputa por el poder político, la democracia, el modelo de Estado, la tenencia de la tierra, el control del territorio y las rentas, lícitas e ilícitas” (CDVC, 2022, p. 88) como en Colombia; pero a pesar de estas diferencias de fondo, es posible establecer un elemento común que se presenta en el origen de la violencia en todos los conflictos: los discursos de odio.

Como lo establece Alicia Barbero-Domeño, investigadora de la Escuela Cultura de Paz, institución que desarrolla investigación comparada entre múltiples conflictos en el mundo, en los conflictos internos armados “una de las estrategias usada por los líderes de los grupos armados, incluso desde la fase prebélica, es la creación intencionada de un contexto altamente polarizado que movilice a la población y a sus instituciones a favor de la guerra” (2005, p. 66). Así, los discursos de odio son utilizados por los bandos como dinámicas de distanciamiento social, desconfianza, rechazo y miedo que fomentan la visión de facciones en disputa entre un grupo social identificado como “nosotros” y otra parte identificada como los “otros diferentes”, siendo estos últimos asociados a percepciones y emociones negativas y de amenaza, para que estas emotividades actúen como legitimadores de fuerza y violencia contra esa amenaza que debe ser eliminada, anulada o aniquilada, haciendo la polarización funcional a los objetivos armados de los bandos en disputa. El sustrato social básico que facilita estas dinámicas es un grupo social con expectativas sociales insatisfechas, y con necesidades o incertidumbres que pueden ser manipuladas, y por otro lado, un líder o una facción dispuesta a explotar las vulnerabilidades de ese grupo en su beneficio asociando las diferencias culturales, lingüísticas, políticas, religiosas, etcétera, con amenazas para su seguridad, bienes o integridad personal. En tanto más se desvirtúe la humanidad del otro, más fácil será ejercer violencia contra él, y más letal y sangrienta serán las acciones armadas llevando a una más profunda fractura social. De esta manera concluye Barbero-Domeño (2005), en sociedades que viven conflictos internos armados, son fomentadas políticamente un conjunto de relaciones de socialización basadas en el conflicto bélico.

De esta forma, los conceptos de polarización y discursos de odio, aportan a la explicación del surgimiento y gestación de los conflictos internos armados como dinámicas de distanciamiento político y social que contribuyen a generar y mantener la violencia en las sociedades.

La polarización es el proceso por el cual las multiplicidades de diferencias políticas crecientemente se alinean en una sola dimensión, y la política es percibida y definida como un eterno conflicto “entre nosotros contra ellos”. La polarización simplifica la complejidad de las relaciones políticas y sociales en tanto cualquier diferencia se licúa en una sola dimensión. La polarización aglutina divisiones que no están necesariamente vinculadas con preferencias políticas e identidades sociales, debilita otros clivajes divisorios y genera/refuerza dos bloques diferentes que se entienden como mutuamente excluyentes. La polarización política implica el dominio de la identidad partidaria/ideológica sobre otras formas de identificación y acción política. (Waisbord, 2020)

Sin embargo, a pesar de ser conceptos estudiados y desarrollados en las investigaciones sobre conflictos, existe un fenómeno que estos conceptos no contribuyen a explicar: la persistencia de las ideologías de odio como uno de los factores de reincidencia de los conflictos que hacen recaer a las sociedades en la trampa de conflicto. Es posible observar que, en sociedades que han atravesado procesos de paz, la propaganda de odio y los discursos polarizadores disminuyen como parte de estrategias de desescalamiento del conflicto y misiones mediadoras de construcción de paz y la agenda mediática, así como la pública, que deja de girar alrededor del tema del conflicto para centrarse en otros temas sociales, pero aun así los odios permanecen.

¿Por qué a pesar del tiempo, la prohibición de discursos de odio, la disminución de la polarización política y los esfuerzos de reconciliación, en algunas sociedades permanecen vivos los odios y es posible que se reactiven posteriormente como uno de los factores de reincidencia de los conflictos? este análisis propondrá una explicación desde el marco conceptual de las narrativas de odio como un aporte a la comprensión de las trampas de conflicto, haciendo énfasis en la comunicación pública como ámbito de producción y reproducción de la violencia. Como referencia de la propuesta, se revisa el trabajo de Jerome Bruner, psicólogo cognitivo, para quien existen dos formas de pensamiento, una lógico-formal basada en argumentos, y la otra narrativa, basada en relatos; a partir de la segunda, “los seres humanos dan sentido al mundo contando historias sobre el mismo usando el modo narrativo de construir la realidad” (1997, p. 151); de esta manera, Bruner explica que para dar sentido al caótico discurrir de los acontecimientos, el ser humano ajusta su experiencia a relatos arquetípicos o universales creando significado sobre su vida.

Como segunda referencia se parte del modelo teórico desarrollado por el autor, que ha permitido establecer la comunicación pública como una de las cinco macrovariables de desarrollo de los conflictos internos armados, que de manera interdependiente, establecen un marco de explicación de los cambios que sufren en el tiempo este tipo de conflictos. El modelo teórico propone las siguientes macrovariables: primero, correlación de fuerzas de los actores armados y geografía. Lo militar y los escenarios de operaciones definen las estrategias de cada actor armado en relación con la contraparte para lograr la victoria militar, pero también las formas de relacionamiento con la sociedad civil. Segundo, economía política del conflicto, fuentes de financiación lícitas e ilícitas de las partes en relación con intereses políticos. Tercero, origen y naturaleza del conflicto. Causas profundas que se encuentran en la raíz de la disputa y definen los espacios en disputa, sean políticos, religiosos, geográficos o étnicos. Cuarto, duración e intensidad del conflicto. La prolongación en el tiempo y la gravedad de la violencia entre las partes, genera odios y rencores profundos que hacen que el conflicto se profundice; existe la categoría de conflictos intratables para aquellas disputas que parecen no tener solución. Por último, la comunicación pública. Por ser conflictos que se desarrollan en medio del contexto social los actores armados requieren legitimar sus propósitos y actuaciones para lograr sus objetivos, necesitando soporte social y opinión pública favorable.

Así, este artículo busca desarrollar una de las proposiciones de la investigación mencionada, con el propósito de hacer dialogar la literatura que aborda varios escenarios de conflictos catalogados como internos armados, realizando comparación directa entre los diferentes casos y a través de un proceso de análisis histórico inductivo, consolidar una propuesta de explicación. El alcance de este artículo, entonces, es proponer el concepto de narrativa de odio a la comunidad académica, sin buscar ser concluyente, para la validación y comprobación por parte de nuevas investigaciones.

Irlanda del Norte y Sudáfrica, conflictos reincidentes

En casos de conflictos de muy largo plazo, como el norirlandés, es posible observar que el conflicto se ha tratado de solucionar mediante varios mecanismos de acercamiento social y transformación institucional, pero la visión del otro como enemigo perdura; así, en 1998, se inició un proceso de paz para integrar a las poblaciones en conflicto político, aquellas con ideas políticas de reintegración de Irlanda del Norte a la república de Irlanda —nacionalistas—, y aquellas otras con ideas de permanencia en el Reino Unido —unionistas—, y se ha dado un desescalamiento evidente del conflicto político, pero las ideologías de odio han perdurado por generaciones, manteniendo separaciones físicas, como la diferenciación de vecindarios, algunos de ellos con muros, y simbólicas entre las dos comunidades, generando identidades en pugna muy marcadas y sustentadas en la cultura y la religión. Es ilustrativo ver cómo un conflicto surgido en el siglo XII debido a la invasión inglesa y a la imposición de estructuras políticas coloniales, ha sido asociado y alimentado por la visión de la separación religiosa y cultural.

Luego del acuerdo de paz, los discursos de odio fueron prohibidos legalmente, y apartados de la esfera pública mediante campañas cívicas e institucionales de acercamiento, de perdón y reconciliación entre las comunidades, pero la latencia de esta fractura social se mantiene vigente, y situaciones externas como el Brexit, han generado un clima de inestabilidad jurídica (Comisión Europea, 2020) y políticas que podrían poner en riesgo el acuerdo de viernes santo (Parlamento Europeo, 2017), pero sobre todo, desestabilizar el delicado balance social.

Otro caso representativo es el de Sudáfrica, una sociedad que ha intervenido de manera contundente su esfera pública para erradicar los discursos racistas de odio, inclusive estableciendo limitaciones constitucionales a expresiones que “(a) propaguen para la guerra; (b) inciten a otros a la violencia; o (c) propugnen el odio basado en la raza, la etnia, el género o la religión, y que constituya una incitación a causar daño, (Constitución de Sudáfrica, 1996, capítulo 2, sección 16)”. Esta prohibición se extiende con la Ley de Promoción de la Igualdad y Prevención de la Discriminación Injusta (Ley de Igualdad, ley 4 de 2000), la cual en su sección 10, prohíbe la publicación, propagación, defensa o comunicación de palabras basadas en uno o más motivos prohibidos, contra cualquier persona, que puedan interpretarse razonablemente para demostrar una clara intención de a) ser perjudicial; b) ser perjudicial o incitar al daño; o c) promover o propagar el odio.

Sin embargo, la sociedad sudafricana continúa siendo profundamente racista, pues por un lado, perdura la violencia estructural representada en condiciones materiales de profunda inequidad que mantienen en la pobreza a la mayoría de la población negra, y por otro lado, se han visto fortalecidos los movimientos radicales negros de limpieza étnica para la redistribución de tierras, de tal modo que el número de granjeros blancos —Boers— ha disminuido de 60.000 en 1994, hasta llegar a 35.000 en 2018 (Villamor, 2018), con una tendencia sostenida de incremento de los ataques violentos hacia esta población.

De los discursos de odio a las narrativas de odio

Teniendo en cuenta los casos de Irlanda y Sudáfrica, es posible ver que la eliminación o control de los discursos de odio no ha solucionado este problema en esas sociedades, sin embargo, ha sido uno de los enfoques principales de las misiones de paz de la Organización de Naciones Unidas (ONU) por décadas, con resultados positivos en algunos escenarios pero también negativos como en el caso de Ruanda, y de manera reciente ha sido renovado con el United Nations Strategy and Plan of Action on Hate Speech (2019). Surge entonces la pregunta ¿están bien enfocadas este tipo de estrategias?

Un posible origen de los discursos de odio en relación con el conflicto armado colombiano, se encuentra en la pugna de los partidos conservador y liberal en el siglo XX (Acevedo-Carmona, 1995; Puerta-Henao, 2008). La enconada disputa de los dos partidos tradicionales en Colombia por el control del Estado caracterizado por la beligerancia del discurso y el uso de la violencia como estrategia política; “sólo con palabras, se acrecentaba el conflicto” dice Acevedo-Carmona (1995, p. 64), con las palabras de los políticos, pues la fuerte influencia de las instituciones políticas generaba identidades personales y colectivas alrededor de ellas, identidades de intolerancia desmedida hacia un contendiente político, el “enemigo”, que dio paso a la guerra de eliminación mutua conocida como el periodo de “La Violencia”. De esta manera, es posible entender que en tanto las estrategias discursivas y comunicativas son herramientas fundamentales del ejercicio político, así como la disputa por el poder político es una de las causas originarias del conflicto interno moderno, establecida en el Informe Final de la Comisión de la Verdad de Colombia [CDVC] (2022, p. 88), entonces los discursos de odio político —partidistas— se identifican como causa directa del conflicto.

Esta pugnacidad definió como lógica del ejercicio político en Colombia la reactividad y el ataque constante hacia el contendiente político, y no como un ejercicio de ideas y propuestas para la construcción de lo público. Así, la negación de validez y estigmatización del otro, fue parte de los proyectos políticos de los dos partidos en choque, y la construcción de la imagen del enemigo el eje fundamental de la argumentación y el discurso de los integrantes de los partidos, de la propaganda política y el periodismo panfletario; importante documentación de esto se puede encontrar en la caricatura política difundida en los medios de prensa del siglo XX, al respecto dice Acevedo-Carmona, “la caricatura editorial en Colombia […] tuvo una esencia partidista militante y sirvió de acicate a la polarización partidista” (2009, p. 15).

Los dispositivos comunicativos políticos —discursos, propaganda, editoriales y notas en medios de comunicación— se centraron en la construcción de la imagen del opositor político como enemigo, al cual se debía la descomposición y todos los problemas de la sociedad, con lo cual se reafirmaba el peligro de sus ideas para el país, se promovía el miedo por la amenaza que representaba el otro, y la imagen de salvador de los políticos del partido propio (Puerta-Henao, 2008); a partir de estos discursos, y su repetición constante, el odio, el miedo y el mesianismo se han convertido en ejes de la cultura política del país hasta nuestros días.

Esta imagen del enemigo interno ha servido como chivo expiatorio de todos los males del país por décadas, y ha sido usada constantemente en el debate político, aunque ha evolucionado como lo describe Puerta-Henao (2008): en la primera mitad del siglo XX se presentó la mutua acusación de ser el mayor mal para el país —y que por ende debía ser eliminado— entre liberales y conservadores durante la lucha bipartidista, pero esto cambia debido al pacto político de alternancia bipartidista que representó el Frente Nacional (1958-1974), haciendo que la identificación del enemigo interno se desplazara, lo cual se ve reflejado en diferentes tipos de estigmatizaciones políticas presentes en los medios de comunicación como “bandolero”, “ateo” y “comunista”. Esto coincide con la política anticomunista norteamericana que tuvo fuerte influencia en América Latina, y luego la propaganda contrainsurgente, que se mantuvo vigente en todo el continente en la segunda mitad del siglo XX, con continuidad en Colombia hasta la actualidad en la noción de “guerrillero”; este núcleo retórico básico ha sido insistentemente promovido en la esfera pública, expandiéndose constantemente con nuevas adaptaciones según cambios en el contexto histórico; así, el énfasis retórico ha cambiado del “comunismo” en el siglo XX, hacia “terrorismo” en el siglo XXI después del 11-S, y posteriormente a “Castro-Chavismo” después de la degradación y ruptura de relaciones entre Colombia y Venezuela en la década de 2010, y de manera más reciente “Vandalismo” como apelativo que descalifica movimientos de protesta social.

Pero los discursos de odio no son permanentes en la esfera pública colombiana, sino que la reactivación de esta imagen del enemigo, se da en fechas clave de elecciones políticas, lo que puede ser observado con herramientas de estadísticas de visualización de contenidos en internet como Google Trends (figura 1 y 2).

“Comunismo”

Figura 1. : “Comunismo”

Fuente: Google Trends, periodo: 1º de enero de 2016 - 9 de diciembre de 2022.

“Guerrillero”

Figura 2. : “Guerrillero”

Fuente: Google Trends, periodo: 1º de enero de 2016 - 9 de diciembre de 2022.

Así, para el término “comunismo” se encuentran picos máximos entre febrero y mayo de 2018, y entre marzo y junio de 2022, lo que coincide con periodos de elección presidencial en Colombia, y para el término “guerrillero” aproximadamente para los mismos periodos. Cabe mencionar que la visualización de contenidos no se limita a contenidos propios del país sino a visualizaciones que se hacen desde Colombia, de modo que pueden ser contenidos que hablen de este tema sobre otros países.

Lo importante de observar en estos ciclos de reactivación de odio hacia el enemigo interno del caso colombiano es, cómo a pesar de que aparece y desaparece de la agenda pública, y que su “etiqueta” ha cambiado con el tiempo, el núcleo narrativo central ha permanecido vigente durante décadas.

¿Por qué es posible identificar un discurso de odio con un solo, o unos pocos términos? En la explicación de Andrei Gómez-Suárez, los dispositivos retóricos, asociados o constituyentes de los discursos de odio, son palabras o frases cortas que encapsulan imágenes y emociones alrededor de una lectura simplista de un aspecto de la realidad que de manera recurrente se han usado en Colombia para polarizar a la sociedad e incluye los siguientes elementos: cohesión de sectores diversos alrededor del rechazo y antipatía contra grupos u organizaciones sociales hacía quienes se orientan los dispositivos retóricos; simpatía mutua entre los sectores que comparten los mismos dispositivos retóricos; indiferencia o rechazo de quienes no comparten los dispositivos retóricos; por último, extrema simplificación y olvido de elementos de contexto e históricos que permite la cohesión de sectores contradictorios gracias a los dispositivos retóricos (Gómez-Suárez, 2016).

Estos dispositivos retóricos han sido utilizados de manera recurrente, y han llevado a la penetración exitosa de los odios en la sociedad, mediante el control del marco emocional de los públicos, manejados desde el miedo, la rabia, la decepción e indignación, y claro, las estrategias mediáticas como dispositivos de amplificación de los mensajes. La penetración ha sido tan profunda que el debate político y social se ha fracturado pues no es posible hablar del tema del conflicto sin llegar a discusiones dogmáticas, aún en círculos privados y familiares —muchas veces los vecinos o incluso familiares han sido vistos como opositores o enemigos (CDVC, 2022)—, por lo que suele ser un tema tabú.

A una reactivación del discurso del odio político puede atribuirse el desafortunado resultado de la votación del plebiscito por la paz del año 2016, en el cual la mayoría de la opinión pública manifestaba estar “a favor de la paz”, pero el resultado final de la votación fue desfavorable a la aprobación del acuerdo de paz, ¿qué sucedió en esta situación? Los Investigadores Cardona-Zuleta y Londoño-Álvarez establecen como factor más importante el uso de discursos enfocados en agitar los miedos frente a escenarios catastróficos para el país, el más importante que la “No la aprobación de los acuerdos representaría la adopción del llamado modelo “castro-chavista” (2018, p.47) en alusión al régimen autoritario del país vecino. De esta manera, fue la contundencia de la campaña publicitaria transmedia para votar por la no aprobación, una campaña corta y económica, que se concentró en una serie de dispositivos retóricos —vallas, mensajes en medios y redes— pero que encontró su éxito en la reactivación de la imagen latente del enemigo que durante décadas se ha estado alimentando en Colombia y que puede ser resumida como: no existe conflicto armado en Colombia sino una sociedad en riesgo de ataque y asedio permanente por parte de fuerzas desestabilizadoras que desean destruir la democracia, que es la más antigua de América Latina.

“Castrochavismo”

Figura 3.: “Castrochavismo”

Fuente: Google Trends, periodo: 2016, pico de tendencia alrededor de la fecha del plebiscito por la paz.

De esta manera, en Colombia como en otros escenarios de conflicto, la polarización genera un escenario permanente de reactividad política basada en las emociones —impotencia, temor, odio, etcétera— que genera una constante tendencia de los públicos a seleccionar información reafirmando su perspectiva política y su visión de los conflictos y deshecha o ignora la información que va en contra de sus juicios predeterminados; lo cual se manifiesta en la fuerte segmentación de los públicos con respecto a los medios de información que escogen. A este respecto, estudios psicológicos que relacionan respuestas emotivas de públicos a la recepción de noticias sobre hechos violentos en cuatro países —Australia, Filipinas, Sudáfrica y México— establecen una tendencia de “evitación selectiva” de los lectores hacia materiales con los cuales discrepan (Holbert, Garrett, y Gleason, 2010, p. 19).

En contextos de conflictos violentos, donde los discursos y narrativas generan marcos políticos maniqueos, de odio y de construcción del enemigo, así como presionan a los individuos a tomar partido, esta tendencia se exacerba resquebrajando la esfera pública como lugar de encuentro y desnaturalizando los espacio públicos de diálogo; de esta manera la comunicación se atomiza debido al aislamiento individual en el que cada persona escoge los medios de comunicación porque saben que se sentirán a gusto con las opiniones allí expresadas y los marcos de análisis de los hechos, generando múltiples comunidades de pensamiento similar que simulan la esfera pública pero que realmente solo son proyecciones de la propia subjetividad, el individuo se convence de que la mayoría de personas piensa como él reafirmando aún más su punto de vista.

Los patrones de consumo de medios apuntan a que los públicos domésticos en regiones en conflicto están, en algunos lugares, más compartimentados, enfocados localmente y polarizados, con una tendencia a confirmar en lugar de desafiar las creencias, actitudes y patrones de comportamiento existentes. (Meyer et al., 2018, p. 17)

Este hecho es explicado por la teoría de la disociación cognitiva (Festinger, 1962) la cual establece que los individuos tienden a mantener y defender sus posturas, especialmente las políticas, a pesar de que existe evidencia en contra, para evitar entrar en conflicto con sus propias opiniones y creencias, y por ende consigo mismos pues esto genera fisiológicamente reacciones, estrés y ansiedad en las personas. Esto lo explica Drew Westen investigando votantes en elecciones de Estados Unidos:

Ser confrontado con aparentes contradicciones, en las declaraciones hechas por su candidato favorito, causó una angustia psicológica mensurable entre los partidarios de Bush o Kerry. Esta incomodidad se experimentó inconscientemente, en la amígdala, la porción límbica o reptiliana del cerebro, asociada con el sistema nervioso simpático, que reacciona mucho más rápido que los circuitos de procesamiento superiores. Por lo tanto, impidió la consideración racional de los argumentos: los circuitos neuronales [en el sistema límbico] encargados de la regulación de los estados emocionales parecían reclutar creencias que eliminaban la angustia... todo esto parecía suceder con poca participación de los circuitos neuronales [neocorticales] normalmente involucrados en el razonamiento. (2008, p. xiii)

Reforzando lo anterior, los neurocientíficos Kaplan, Gimbel y Harris (2016) han logrado establecer que los lugares del cerebro que son estimulados al ser cuestionadas nuestras posiciones políticas son los mismos lugares de la corteza cerebral que manejan la identidad propia y las emociones negativas de modo que se sugiere que las identidades partidistas o políticas están atadas a nuestras personalidades por lo cual los cuestionamientos políticos se toman como ataques personales. El estudio expresa que en neurociencia los estudios aún no son concluyentes, pero hacen parte de una serie de experimentos que apuntan en el sentido de que los seres humanos son muy poco abiertos a cuestionar las propias opiniones políticas y, por el contrario, se acercan a reafirmarlos constantemente silenciando todo aquello que pueda generar cuestionamientos, como la evidencia y puntos de vista contrarios (Kaplan, Gimbel y Harris, 2016).

Existe una preocupación legítima de que la segmentación en burbujas informativas mutuamente excluyentes podría conducir a creencias fácticas muy divergentes entre el público en general, alimentando la polarización, obstaculizando el surgimiento de puntos de vista alternativos y sin proporcionar una base para el compromiso político. (Eady et al., 2019)

De este modo, un contexto de polarización genera alineación emotiva de las personas con posiciones políticas extremas, y con ello la asimilación paulatina de los odios promovidos por los discursos extremistas; este proceso se ve acentuado en la cultura de masas moderna por el efecto cámara de eco —echo chamber effect (Wallsten, 2005)—, en el cual los individuos se aíslan de opiniones contrarias no solo en su entorno personal, sino debido a las decisiones que toman de las fuentes de información públicas autorizadas que consultan, como los periódicos que compran, los noticiarios que atienden y los personajes que siguen en redes sociales. Esto deriva en opiniones que se reflejan a sí mismas en ecos, la contracción de perspectiva, y un sesgo de confirmación —confirmation bias (Del Vicario et al., 2017)— ante la ausencia de ideas contrarias; así mismo, deriva en fragmentación de la opinión pública en “cámaras” aisladas unas de otras según opiniones y actitudes de las personas (Dubois y Blank, 2018).

Ahora bien, los nuevos medios de comunicación digitales han multiplicado las posibilidades de segmentación del diálogo público, no solo permitiendo a las personas autoaislarse fácilmente —con un solo click— en estas cámaras de eco, sino potenciándolas de manera activa debido a la aplicación, por parte de las corporaciones de redes sociales, de algoritmos de identificación de identidades de consumo de información y bienes. Estos algoritmos de inteligencia artificial, sobre la base de historiales de búsquedas e interacciones en el mundo digital, crean perfiles sintéticos de consumo de información y bienes de las personas, promoviendo activamente que más información similar llene los newsfeed y los “muros” de cada usuario y descartando otra información que se supone opuesta a los intereses personales, favoreciendo el surgimiento de burbujas de información o como han sido llamadas en la literatura académica burbujas de filtro (Pariser, 2011), creadas por “algoritmos que crean un universo único para cada uno de nosotros que alteran fundamentalmente la manera como accedemos a ideas e información” (Pariser, 2011, p. 9).

Lo más peligroso de esta segmentación es que las personas no son conscientes de ella, y no la realizan mediante actos voluntarios, sino que es establecida de manera artificial y oculta por parte de rutinas de software que obedecen solamente a intereses corporativos privados y no son validados de manera pública, aun cuando las plataformas tecnológicas se esfuerzan en defender su neutralidad (Sharot y Sunstein, 2020).

En un detallado estudio Dylko et al. (2017) encuentran evidencia empírica de que la tecnología personalizable —Facebook, TikTok, Google, etcétera— incrementa la exposición ideológica selectiva, aumentando la probabilidad de existencia de cámaras de eco y burbujas de filtro con respecto a los medios tradicionales. El estudio establece que debido a la sencillez de personalización los nuevos medios digitales, son particularmente efectivos reduciendo la disonancia cognitiva de los individuos pues les permite fácilmente evitar información que genere contradicciones con sus gustos y opiniones. Finalmente, el estudio resalta que los públicos ideológicamente moderados son especialmente susceptibles a caer en polarización ideológica debido a las burbujas de filtro creadas artificialmente (Dylko et al., 2017). Así, es posible plantear que las redes sociales y medios digitales personalizables crean dinámicas que profundizan los conflictos sociales y armados.

Hay un motivo por el cual es importante si un tema se vuelve tendencia en Twitter o no: una vez que el tema adquiere este tan codiciado estado, atrae aún más atención y se derrama por las conversaciones nacionales y mundiales extendiendo el ámbito de Twitter. En ese sentido, Twitter también es un motor, no una cámara: no solo refleja realidades sino que las crea de manera activa. (Morozov, 2016, p. 175)

Nuevamente, lo anterior da cuenta de la facilidad con que se difunden los discursos de odio e información ideológicamente sesgada, pero de la misma manera, fácilmente se disipan, por lo cual no se explica que las ideologías de odio permanezcan durante mucho tiempo, de hecho generaciones, en los escenarios de conflictos profundos.

Otro caso de referencia es la sociedad estadounidense, que en años recientes se ha visto rápidamente polarizada cuando cierta parte de la opinión pública respondió a discursos de odio contra las minorías, los inmigrantes, y en general contra aquellas personas consideradas racialmente no estadounidenses dentro del discurso político del expresidente Donald Trump. ¿Por qué una campaña política que solo duró algunos meses ha sido tan efectiva fracturando esa sociedad y ha llegado a desestabilizar las fuertes instituciones estatales de Estados Unidos? Porque logró reactivar la imagen del enemigo interno latente para ser usados como catalizador emotivo del descontento social de la “norteamérica profunda”.

Para explicar la latencia y permanencia de las ideologías de odio, este texto propone el concepto de narrativas de odio de la siguiente manera. Las narraciones han sido a lo largo de la historia de la humanidad, el sustento fundamental de la cohesión y las estructuras sociales; Según Senehi (2002) las narraciones de una sociedad son la base de la creación de conocimiento sobre el contexto social; la construcción de identidad individual y colectiva, la promoción de la socialización, la emotividad y empatía sociales, la ética y moralidad públicas, así como la construcción de memoria.

Así, es en las narraciones donde cada grupo encuentra sus sentidos colectivos ¿dónde, cuándo y cómo surgimos como grupo?, ¿quiénes están presentes en nuestras historias y quienes no lo están?, ¿quiénes somos nosotros y quiénes son los otros?, ¿qué valores, creencias y principios tenemos? Es también a partir de estas preguntas que se generan los marcos de explicación de los conflictos armados como mitos sobre el surgimiento de las disputas, las razones para mantenerla, los pecados y atrocidades del bando contrario, los inminentes peligros de ser aniquilados por los otros, y en ello se sustenta la justificación para aniquilarlos primero.

Las narrativas de odio permiten entonces a los individuos inmersos en conflictos, racionalizar los discursos de odio, en matrices de explicación de aquellas circunstancias que los rodean, estableciendo justificaciones verosímiles sobre sus odios y decisiones de alinearse ideológicamente con uno u otro bando; y así mismo, estas narrativas permiten encontrar sentido en los actos de guerra de cada bando enfocándose en valores o principios superiores, permitiendo así dar manejo a la inmensa disonancia cognitiva que implica justificar la violencia y el maltrato contra otros seres humanos. El más pronunciado extremo de este mecanismo de justificación ha sido el de aquellas narrativas de odio en las cuales se degrada tanto la humanidad del otro que ya no es visto como ser humano sino como un animal o un ser maligno, y por ello es posible violentarlo sin ninguna clase de remordimiento; esto ha sucedido con narrativas de odio muy elaboradas y extendidas como el racismo esclavista, el antisemitismo, y otras, que conjugan elementos científicos, religiosos, históricos, etcétera, en una sola matriz de justificación de la existencia del odio y por ende de la violencia hacia el otro.

Así, la propuesta explicativa de las narrativas de odio es que en conflictos que logran polarizar a la sociedad debido a su duración e intensidad, la exposición continua a los discursos de odio y a los fuertes hechos del conflicto, generan trauma, reacciones psíquicas e ideologías que se consolidan en estructuras cognitivas en la psique de cada persona —en el ámbito privado—, que a la larga se convierten, en sí mismas, en un factor adicional de permanencia del conflicto.

La persistencia de un conflicto armado incide, por supuesto, en la vida de los ciudadanos y de la nación misma, alterando valoraciones, percepciones y emociones. De esta manera, y con la multiplicación de intelecciones que se comparten intencional o espontáneamente, se autojustificaron las violencias, los odios, las respuestas vengativas, los miedos y las estigmatizaciones. (CDVC, 2022, p. 565)

El concepto de narrativa de odio conjuga la relación entre dos de las macrovariables de desarrollo de los conflictos internos armados: la comunicación pública y la duración e intensidad de los conflictos, y propone una forma interdisciplinar de abordar la explicación del desarrollo de los conflictos complementando los tradicionales marcos de explicación de la correlación de fuerzas militares y la economía política de este tipo de guerras. Adicionalmente se propone como una teoría que permite enlazar las condiciones colectivas con las condiciones personales, el ámbito público del conflicto con la forma como se desarrolla este en el ámbito privado. Se propone entender entonces que es en la esfera privada donde se alojan los odios, en la identidad e ideología de cada persona, en acuerdo con lo establecido por André Glucksmann “el odio existe tanto en la forma microscópica de los individuos como en el corazón de las colectividades gigantescas” (2005, p. 9), figura 4.

Proceso de consolidación de ideologías de odio

Figura 4.: Proceso de consolidación de ideologías de odio

Fuente: elaboración propia.

Así, la persistencia de largo plazo de las ideologías de odio, y que pueden ser reactivadas de manera constante, radica en que encuentran un hilo conductor en un único núcleo narrativo básico que es creado por los ideólogos y comunicadores de los bandos armados aprovechando y promoviendo significantes flotantes en la sociedad (Laclau y Mouffe, 1987) y utilizando diferentes dispositivos retóricos (Gómez-Suárez, 2016), pero que una vez es puesto en circulación, empieza a ser recreado por los públicos en universos de significantes —este mecanismo podría ser explicado por la teoría de las narrativas transmedia de Henry Jenkins (2007), profundizada por Carlos Scolari (2013)—, en prácticas comunicativas cíclicas de interpretación y producción de sentido que se expresan a través de múltiples lenguajes, medios y plataformas comunicativas; en el caso de las narrativas de odio, se crean universos explicativos sobre el conflicto armado a partir de una historia básica, que no requiere ser verdadera sino tener un grado aceptable de verosimilitud, así como de herramientas retóricas fácilmente asimilables en lo privado y reproducibles en lo público; la fuerza narrativa permite reproducir estos relatos en los círculos personales, familiares, a veces de generación en generación.

De esta forma, es posible explicar por qué el núcleo narrativo central de odio ha permanecido vigente por décadas en casos como Irlanda, Sudáfrica y Colombia, y se reactivan bajo ciertas circunstancias políticas; los odios se mantienen vigentes en los individuos, quienes los alimentan constantemente y la expanden, a modo de audiencias activas —prosumidores— quienes nutren el discurso y la narrativa con sus aportes en los debates y discusiones polarizadas que se dan de manera constante, sobre todo en los tiempos de elecciones políticas, y adaptan la narrativa a sus situaciones particulares creando una suerte de fandom (Scolari, 2013) de personas alineadas políticamente con alguno de los polos, expandiendo el universo narrativo con teorías conspirativas y sus propias interpretaciones; para evidenciar esto solo basta ver el fanatismo con el cual los activistas republicanos afines al movimiento Make América Great Again (MAGA) en Estados Unidos, o los negacionistas del conflicto armado colombiano, defienden con argumentos inexactos sus ideologías, a pesar de los hechos, simplificando rotundamente las formas de entender la realidad social, generando conexiones fáciles y aleatorias entre argumentos religiosos, pseudocientíficos, noticias falsas y filosofía popular.

Finalmente, las narrativas de odio, a manera de filtro cognitivo, generan una fuerte predisposición de los públicos a reaccionar de manera sensible y sesgada frente a la información que reciben sobre el conflicto armado, lo que lleva a un alto grado de irracionalidad de las audiencias haciéndolas susceptibles a la desinformación y a las noticias falsas. Esta baja racionalidad político-comunicativa tiende a incrementarse y a naturalizarse en función de la duración e intensidad del conflicto. Así, investigaciones empíricas señalan tres consecuencias directas de exponer a públicos a información violenta recurrente:

Modificación de conducta: se aprenden patrones de pensamiento que apoyan comportamientos agresivos, se favorece la ansiedad, se disminuye el autocontrol, aumentan las conductas violentas o el uso de la violencia para resolver conflictos; desensibilización: los individuos son menos sensibles a la violencia próxima, menos sensible al dolor y sufrimiento de los otros o más disposición a tolerar los niveles de violencia social; Percepción distorsionada de la realidad: visión negativa del mundo, percepción del mundo como peligroso o percepción miserable del ser humano. (Gascón, 2008, p. 26)

Persistencia de los odios y reconciliación

La persistencia del odio es el mayor obstáculo para la reconciliación, y junto con la persistencia de las causas estructurales, los mayores riesgos para la reincidencia de los conflictos violentos en el círculo de la trampa de conflicto; la teoría de las narrativas de odio plantea entonces no solo un marco de explicación de esta permanencia de los odios, sino también una línea de acción práctica para complementar las estrategias de reconciliación que se desarrollan en escenarios de transformación de los conflictos internos armados. Para llegar a lo anterior, revisemos los cinco puntos que componen la definición de reconciliación establecida por Kelly y Hamber (2004). Primero, desarrollar una visión compartida de una sociedad interdependiente y justa: el desarrollo de una visión de un futuro compartido que requiere la participación de toda la sociedad, a todos los niveles. Segundo, reconocer y lidiar con el pasado: Reconociendo el dolor, las pérdidas, las verdades y el sufrimiento del pasado. Proporcionar los mecanismos de justicia, curación, restitución o reparación y restauración —incluidas las disculpas si es necesario y los pasos destinados a la reparación—. Tercero, construir relaciones positivas: construcción de relaciones o renovación de estas después de la violencia, lo que lleva a abordar problemas de confianza, prejuicios e intolerancia. Cuarto, cambio cultural y de actitud significativo: cambios en la forma en que las personas se relacionan y sus actitudes hacia las demás. La cultura de la sospecha, el miedo, la desconfianza y la violencia se desmorona y se abren oportunidades y espacios en los que las personas pueden escuchar y ser escuchadas. Quinto, cambio social, económico y político sustancial: las estructuras sociales, económicas y políticas que dieron lugar al conflicto y el alejamiento se identifican, reconstruyen o abordan y se transforman.

En correspondencia con la anterior definición, especialmente con los cuatro primeros puntos, es posible proponer procesos de reconciliación basados en la transformación de las narrativas de odio que dan permanencia a los odios, como complemento a las actuales estrategias que el modelo de peacebuilding de la ONU implementa en escenarios de conflicto, desde la evidencia de la insuficiencia de desmontar los discursos de odio si las ideologías permanecen. Así, esta propuesta basada en intervención sobre narrativas conjuga diferentes ámbitos de acción.

El ámbito de la comunicación, específicamente el de la comunicación pública, cuyo actor de referencia son los medios de comunicación, pero no se reduce solo a estos; en este sentido, si bien las cortes internacionales se han pronunciado sobre la manipulación informativa utilizada como arma de guerra por parte de los bandos armados, estableciendo relaciones directas entre propaganda y crímenes contra la humanidad en sentencias del tribunal Penal Internacional para Ruanda y el Tribunal Penal Internacional para la ex Yugoslavia (ICTY, 2004), en reacción, también los medios pueden ser utilizados como canales de difusión de otros tipos de narrativas, que resignifiquen el diálogo social.

El ámbito de la cultura, que permite que los colectivos se apropien de los espacios sociales y públicos, físicos y simbólicos, que anteriormente estuvieron llenos de desconfianza, miedo y violencia y los llenen de nuevos significados.

El ámbito de lo privado, pues como se evidenció, en el caso de los conflictos armados internos que no tienen escenarios de batalla definidos, el conflicto se desarrolla sobre todo en los escenarios sociales —salvo en los casos de las víctimas directas—, pero se reproduce y permanece en el ámbito privado, de modo que es importante que las estrategias de construcción de paz trasciendan hasta esta instancia.

El ámbito no victimocéntrico, proponiendo complementar algunas perspectivas de construcción de paz que se concentran en las víctimas directas de los hechos violentos, y llamando la atención sobre la necesidad de involucrar a las comunidades y personas no directamente victimizadas como actores activos de la transformación del conflicto; de esta manera el enfoque psicosocial debe ampliarse teniendo en cuenta que todos los individuos de una guerra sufren alteraciones psicológicas al estar expuestas al conflicto, generando reacciones cognitivas que dan sustento a la reactivación y permanencia del conflicto, y que pueden heredar estos traumas como taras ideológicas a las nuevas generaciones.

La propuesta enfocada en narrativas puede hacerse operativa mediante la identificación de las narrativas de odio que han surgido como consecuencia del conflicto violento, y su reemplazo por nuevas narrativas enfocadas en convivencia y futuros compartidos. Lo anterior plantea un horizonte concreto de intervenciones de tipo comunicativo-cultural, de largo plazo, que incrementaría la probabilidad de superar la trampa del conflicto al intervenir en una causa directa de su prolongación.

Para la identificación de las narrativas de odio de cada conflicto, es importante matizar que no todos los polos ideológicos han generado narrativas de la misma magnitud o con el mismo éxito de asimilación; es necesario ahondar en estudios empíricos y de largo plazo que permitan establecer por qué algunas narrativas de odio tienen mayor penetración que otras, lo que podría asociarse a la categoría de conflictos intratables (Bar-Tal, 1998; Gray et al., 2007), que perduran sin aparente solución por muchas décadas. A este respecto Waisbord establece que:

La evidencia de estudios en Estados Unidos y varios países europeos muestra que los medios conservadores ahondaron la polarización de la derecha pero que no existieron desarrollos similares al otro lado del espectro político. Es decir, la polarización hacia la derecha es atribuible, en parte a medios escritos, radio y televisión, pero este rasgo no es observado con la misma intensidad en el campo de la izquierda, liberal o progresista. Este hallazgo debiera ser cotejado en otras democracias, como en América Latina, para entender si hay procesos paralelos a ambos lados del espectro ideológico. Este punto se conecta con la cuestión de que la polarización no siempre ocurre de forma similar a izquierda y derecha. (2020, p. 273)

En el caso del conflicto armado colombiano, Botero-Torres (2013), analiza diferentes discursos políticos contemporáneos y evidencia el resurgimiento del “macroproyecto conservador que ha identificado la historia política de este país” (p. 249), macroproyecto que puede ser relacionado históricamente con discursos de odio y de miedo, en correspondencia con el caso de Estados Unidos, según lo planeado por Waisbord (2020). Sin embargo, es importante ahondar en el estudio de tendencias de este tipo para sustentarlas de manera más sólida sobre investigaciones sistemáticas.

Una vez identificadas las narrativas de odio ¿cómo realizar intervenciones para reemplazarlas? A este respecto, la teoría de las narrativas transmedia (Jenkins, 2007; Scolari, 2013), mencionada, muy desarrollada en el ámbito comunicativo del entretenimiento, brinda claves para desarrollar propuestas comunicativo-culturales de amplio alcance que permitan involucrar, como agentes activos —prosumidores—, a diferentes públicos en una construcción colectiva de sentido alrededor de nuevos significantes.

Así lo ha entendido la Comisión de la Verdad y Reconciliación de Colombia, la cual ha entregado en 2022 el informe final sobre el conflicto armado, pero acertadamente ha hecho especial énfasis en la importancia de las narrativas del conflicto en su proceso de transformación; de allí que haya establecido que su legado vaya muchos más allá del informe final escrito, y esté propuesto en forma de narrativa transmedia que interconecta diversos abordajes del conflicto, en diversos formatos, y para diferentes tipos de públicos, usando las potencialidades de cada lenguaje, con el fin de crear una narrativa extendida y penetrante de la verdad sobre el conflicto, que pueda ser asimilada, apropiada y expandida por la sociedad y los públicos, en reemplazo de las arraigadas narrativas de odio, convirtiéndose en un hito metodológico a nivel de comisiones de verdad en el mundo.

Así es posible encontrar en : los 10 tomos del informe final de la comisión; diversos testimonios de actores y víctimas de la guerra, en formato audiovisual; historias de la guerra en formato de crónicas web y podcast; activaciones artísticas y culturales desarrolladas en territorios; diversos materiales de pedagogía sobre los tomos del informe, enfocados en periodistas y en maestros para ser llevados a colegios e instituciones educativas en el siguiente enlace https://www.comisiondelaverdad.co/

Múltiples relatos del conflicto, que en conjunto permiten entender la magnitud de la violencia, el dolor humano y el impacto en términos de víctimas, pero por separado, cada uno de los relatos describe la pluralidad de vivencias frente al conflicto de cada una de las comunidades y personas, su supervivencia, así como sus inmensos esfuerzos de resistencia y resiliencia.

Conclusiones

La no repetición del conflicto debe ser la preocupación básica de los procesos de paz pues el riesgo de reincidencia de los conflictos violentos es tan presente que el fenómeno ha sido etiquetado como “trampa de conflicto”. Para entender la persistencia de los conflictos aún después de procesos de paz, es importante identificar las causas estructurales, pero también la dimensión cultural-comunicativa de los conflictos, pues es allí donde se albergan los odios, importantes variables de reproducción de la violencia.

En este sentido, diversos autores han evidenciado que las narrativas pueden ahondar las causas de la violencia, destructive Storytelling (Senehi, 2002), o por el contrario impulsar cambios positivos, constructive Storytelling, en sociedades divididas por prejuicios religiosos, étnicos o culturales que se relatan —heredan— generación tras generación prolongando las disputas como parte del imaginario colectivo (Bidwell et al., 2010; McKee, 2006, 2008).

Por ello, la desaparición de los discursos de odio no implica la desaparición de los odios, pues estos se anidan en narrativas profundas que pueden ser activadas por nuevos discursos de odio haciendo emerger una vez más el conflicto; así, en aquellas sociedades donde existen narrativas de odio vigentes, existen odios en estado latente, por lo cual es posible generar polarización y estimular el retorno de la violencia.

La propuesta explicativa original de este artículo consiste en establecer que las narrativas de odio son dinámicas culturales presentes en sociedades que han transitado conflictos profundos, y que son uno de los factores cruciales para la permanencia del riesgo de las trampas de conflicto. Estas narrativas, como todo dispositivo cultural, se consolidan en un largo periodo de tiempo, teniendo su punto de partida en los discursos de odio presentes en la esfera pública y mediática, pero encontrando su persistencia en el ámbito privado.

De esta manera, las narrativas de odio son dispositivos culturales que mantienen vivos los odios y los estigmas identitarios aún en etapas de baja escala de los conflictos —que pueden ser años o décadas—, hasta el momento en que son reavivadas por los discursos de odio que cierta facción difunde para desestabilizar a la sociedad o cambiar el statu quo. El concepto de narrativas de odio ahonda en la comprensión de los fenómenos comunicativos-culturales en los conflictos, puesto que permite entender que los públicos ideológicamente alineados, no solo reciben los mensajes de odio de manera pasiva, sino que los interiorizan haciendo que la ideología de odio deje de encontrar su fuerza principal en el discurso público para alojarse y expandirse en la esfera de lo privado; así la polarización ideológica inicia con los discursos de odio difundidos a través de medios de comunicación pero se expande por la participación activa de las audiencias quienes se apropian del relato, lo alimentan y lo difunden a sus redes de contacto personal, laboral, etcétera, así como lo mantienen vigente, aún por generaciones, como valores y principios culturales.

Es posible ver que la transmedialidad moderna y las redes sociales digitales estimulan de manera activa la permanencia de estas narrativas en las sociedades de masas pues multiplican las posibilidades de segmentación del diálogo público, no sólo permitiendo a las personas autoaislarse en cámaras de eco produciendo distorsiones en su interpretación del contexto, sino interviniendo de manera activa a su creación debido al funcionamiento de algoritmos de inteligencia artificial, cuya función es precisamente segmentar públicos sobre la base de preferencias de interacción.

Las pugnas sociales y la guerra tienen una inmensa fuerza narrativa que fácilmente capta la atención de los públicos y genera relatos impactantes de larga recordación; así, un enfoque pragmático de la construcción de paz, debe tener en cuenta que además de acuerdos de orden político, debe lograr sustituir estas narrativas. Por esta razón, las estrategias orientadas a disminuir la polarización no solo deben enfocarse en disminuir y controlar los discursos de odio en medios de comunicación, sino también en la educación de las nuevas generaciones, la conservación de la memoria del conflicto, la pedagogía y la cultura de paz, con el fin de promover el reemplazo de las narrativas de odio anidadas en las sociedades como proceso de cambio cultural profundo. Solo estrategias de largo plazo, institucionalizadas en las sociedades, garantizarán la reconciliación como garantía de la no repetición y la posibilidad de la superación de la trampa del conflicto. Así mismo, como se ha evidenciado, la transformación del conflicto en el ámbito individual y privado hace parte de los procesos de reconciliación, pues allí también se ha alojado la conflictividad, haciendo necesarias estrategias desde el enfoque psicosocial (Bar-Tal y Halperin, 2014).

Finalmente, es importante hacer seguimiento a la propuesta de la Comisión de la Verdad de Colombia, que como hito en las comisiones del mundo plantea una estrategia narrativa transmedia de largo plazo centrada no en la verdad sino en las dinámicas narrativas de la verdad, de modo que no solo ha puesto a disposición de la sociedad contenidos investigativos sobre la guerra, sino que ha promovido múltiples relatos de los hechos, para involucrar a la sociedad en una dinámica de interacción con la historia del conflicto que genere reflexión, pero sobre todo la inquietud en los individuos y colectivos por enriquecer la narrativa con nuevas miradas; así, las comisiones de la verdad plantean una ruta de reconciliación cuyo inicio es el relato incompleto de la verdad que reposa en los informes finales, para que a partir de este, los prosumidores-constructores de paz, que son todos actores sociales, produzcan un universo semántico de reflexiones sobre lo que fue el conflicto y lo que debe ser la paz: un intercambio público y sin solución de continuidad sobre lo sucedido para que el diálogo abierto y plural no dé cabida al retorno de la violencia.

Agradecimientos

Este artículo tiene como base parte de los resultados de la investigación doctoral “Gobernanza de la Comunicación Pública en Escenarios de Conflicto”, desarrollada en la Universitat Autònoma de Barcelona, Facultad de Ciencias de la Comunicación, con la asesoría de la Escuela de Cultura de Paz de la misma Universidad, durante los años 2018-2022. Fue financiada por la Beca Minciencias 885.

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Notas

Artículo recibido: 29 de julio de 2022 / Aceptado: 18 de noviembre de 2022 / Modificado: 10 de diciembre de 2022. Este artículo tiene como base parte de los resultados de la investigación doctoral “Gobernanza de la Comunicación Pública en Escenarios de Conflicto”, desarrollada en la Universitat Autònoma de Barcelona, Facultad de Ciencias de la Comunicación, con la asesoría de la Escuela de Cultura de Paz de la misma Universidad, durante los años 2018-2022. Fue financiada por la Beca Minciencias 885.
Doctor en Medios, Comunicación y Cultura por la Universitat Autònoma Barcelona, España. Docente-investigador de la Universidad Nacional de Colombia en geopolítica, comunicación política y conflicto. Líder del grupo de investigación “Comunicación, educación, TIC y conflictos contemporáneos” y cofundador del Centro de Pensamiento en Comunicación y Ciudadanía de la misma Universidad. Correo electrónico: mfguerrerog@unal.edu.co https://orcid.org/0000-0002-1831-5807

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Guerrero-Gutiérrez, M.-F. (2023). Discursos, narrativas de odio y reconciliación . Forum. Revista Departamento de Ciencia Política, (24), 108–133. https://doi.org/10.15446/frdcp.n24.104027

ACM

[1]
Guerrero-Gutiérrez, M.-F. 2023. Discursos, narrativas de odio y reconciliación . Forum. Revista Departamento de Ciencia Política. 24 (jul. 2023), 108–133. DOI:https://doi.org/10.15446/frdcp.n24.104027.

ACS

(1)
Guerrero-Gutiérrez, M.-F. Discursos, narrativas de odio y reconciliación . forum. rev. dep. cienc. politica 2023, 108-133.

ABNT

GUERRERO-GUTIÉRREZ, M.-F. Discursos, narrativas de odio y reconciliación . Forum. Revista Departamento de Ciencia Política, [S. l.], n. 24, p. 108–133, 2023. DOI: 10.15446/frdcp.n24.104027. Disponível em: https://revistas.unal.edu.co/index.php/forum/article/view/104027. Acesso em: 14 ene. 2025.

Chicago

Guerrero-Gutiérrez, Mario-Fernando. 2023. «Discursos, narrativas de odio y reconciliación ». Forum. Revista Departamento De Ciencia Política, n.º 24 (julio):108-33. https://doi.org/10.15446/frdcp.n24.104027.

Harvard

Guerrero-Gutiérrez, M.-F. (2023) «Discursos, narrativas de odio y reconciliación », Forum. Revista Departamento de Ciencia Política, (24), pp. 108–133. doi: 10.15446/frdcp.n24.104027.

IEEE

[1]
M.-F. Guerrero-Gutiérrez, «Discursos, narrativas de odio y reconciliación », forum. rev. dep. cienc. politica, n.º 24, pp. 108–133, jul. 2023.

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Guerrero-Gutiérrez, M.-F. «Discursos, narrativas de odio y reconciliación ». Forum. Revista Departamento de Ciencia Política, n.º 24, julio de 2023, pp. 108-33, doi:10.15446/frdcp.n24.104027.

Turabian

Guerrero-Gutiérrez, Mario-Fernando. «Discursos, narrativas de odio y reconciliación ». Forum. Revista Departamento de Ciencia Política, no. 24 (julio 1, 2023): 108–133. Accedido enero 14, 2025. https://revistas.unal.edu.co/index.php/forum/article/view/104027.

Vancouver

1.
Guerrero-Gutiérrez M-F. Discursos, narrativas de odio y reconciliación . forum. rev. dep. cienc. politica [Internet]. 1 de julio de 2023 [citado 14 de enero de 2025];(24):108-33. Disponible en: https://revistas.unal.edu.co/index.php/forum/article/view/104027

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