Publicado

2023-07-01

Una visión alternativa del conflicto ucraniano: Stephen F. Cohen sobre los orígenes de la Nueva Guerra Fría

An Alternative View of the Ukrainian Conflict: Stephen F. Cohen on the Origins of the New Cold War

Uma visão alternativa do conflito ucraniano: Stephen F. Cohen sobre as origens da Nova Guerra Fria

DOI:

https://doi.org/10.15446/frdcp.n24.104498

Palabras clave:

Rusia, Estados Unidos, Ucrania, OTAN, China, Nueva Guerra Fría, Guerra Fría (es)
Russia, United States, Ukraine, NATO, China, New Cold War, Cold War (en)
Rússia, Estados Unidos, Ucrânia, OTAN, China, Nova Guerra Fria, Guerra Fria (pt)

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Autores/as

Este artículo examina el análisis del historiador Stephen F. Cohen (1928-2020) sobre lo que llamó la “Nueva Guerra Fría”, es decir, la confrontación entre Estados Unidos y Rusia provocada por la expansión, impulsada por Estados Unidos, de la OTAN a Europa del Este. El marco teórico es la teoría del imperialismo y la metodología consiste en el análisis de fuentes primarias, trabajos académicos y artículos periodísticos. La conclusión es que el análisis de Cohen fue vindicado por el estallido de la guerra actual en Ucrania, pero que su visión “ruso-céntrica” es demasiado estrecha, por lo que su análisis debe ser colocado en el contexto global más grande dentro del cual la guerra en Ucrania tiene lugar: la doble agresión de Estados Unidos contra Rusia y China.

This article reviews the analysis of the historian Stephen F. Cohen (1928-2020) on what he called the “New Cold War”, i.e., the confrontation between the United States and Russia caused by the expansion, promoted by the United States, of NATO to Eastern Europe. The theoretical framework is the theory of imperialism, and the methodology consists in the analysis of primary sources, academic works and journalistic articles. The conclusion is that Cohen's analysis was vindicated by the outbreak of the current war in the Ukraine, but that his “Russo-centric” view is too narrow, and that his analysis must be placed in the larger global context within which the war in Ukraine takes place: US’s two-pronged aggression against both Russia and China.

Este artigo revisa a análise do historiador Stephen F. Cohen (1928-2020) sobre o que chamou de "Nova Guerra Fria": o confronto entre Estados Unidos e Rússia causado pela expansão, promovida pelos Estados Unidos, da OTAN para Europa Oriental. O referencial teórico é a teoria do imperialismo, e a metodologia consiste na análise de fontes primárias, trabalhos acadêmicos e artigos jornalísticos. A conclusão é que a análise de Cohen foi justificada pela eclosão da atual guerra na Ucrânia, mas que sua visão "centrada na Rússia" é muito estreita e que sua análise deve ser colocada no contexto global mais amplo dentro do qual a guerra na Ucrânia acontece: a dupla agressão dos Estados Unidos contra a Rússia ea China.

Recibido: 29 de agosto de 2022; Aceptado: 24 de octubre de 2022

Resumen

Este artículo examina el análisis del historiador Stephen F. Cohen (1928-2020) sobre lo que llamó la “Nueva Guerra Fría”, es decir, la confrontación entre Estados Unidos y Rusia provocada por la expansión, impulsada por Estados Unidos, de la OTAN a Europa del Este. El marco teórico es la teoría del imperialismo y la metodología consiste en el análisis de fuentes primarias, trabajos académicos y artículos periodísticos. La conclusión es que el análisis de Cohen fue vindicado por el estallido de la guerra actual en Ucrania, pero que su visión “ruso-céntrica” es demasiado estrecha, por lo que su análisis debe ser colocado en el contexto global más grande dentro del cual la guerra en Ucrania tiene lugar: la doble agresión de Estados Unidos contra Rusia y China.

Palabras clave

Rusia, Estados Unidos, Ucrania, OTAN, China, Nueva Guerra Fría, Guerra Fría.

Abstract

This article reviews the analysis of the historian Stephen F. Cohen (1928-2020) on what he called the “New Cold War”, i.e., the confrontation between the United States and Russia caused by the expansion, promoted by the United States, of NATO to Eastern Europe. The theoretical framework is the theory of imperialism, and the methodology consists in the analysis of primary sources, academic works and journalistic articles. The conclusion is that Cohen's analysis was vindicated by the outbreak of the current war in the Ukraine, but that his “Russo-centric” view is too narrow, and that his analysis must be placed in the larger global context within which the war in Ukraine takes place: US’s two-pronged aggression against both Russia and China.

Keywords

Russia, United States, Ukraine, NATO, China, New Cold War, Cold War.

Resumo

Este artigo revisa a análise do historiador Stephen F. Cohen (1928-2020) sobre o que chamou de "Nova Guerra Fria": o confronto entre Estados Unidos e Rússia causado pela expansão, promovida pelos Estados Unidos, da OTAN para Europa Oriental. O referencial teórico é a teoria do imperialismo, e a metodologia consiste na análise de fontes primárias, trabalhos acadêmicos e artigos jornalísticos. A conclusão é que a análise de Cohen foi justificada pela eclosão da atual guerra na Ucrânia, mas que sua visão "centrada na Rússia" é muito estreita e que sua análise deve ser colocada no contexto global mais amplo dentro do qual a guerra na Ucrânia acontece: a dupla agressão dos Estados Unidos contra a Rússia ea China.

Palavras-chave

Rússia, Estados Unidos, Ucrânia, OTAN, China, Nova Guerra Fria, Guerra Fria.

Introducción

Stephen F. Cohen (1928-2020) fue uno de los académicos estadounidenses más respetados en el campo de los estudios rusos desde su publicación sobre la biografía de Nikolai Bujarinque, medio siglo después, sigue siendo el trabajo estándar sobre el tema (Cohen, 1973). La recepción crítica de la biografía de Bujarin escrita por Cohen fue abrumadoramente positiva: Nove afirmó en su reseña en la revista Soviet Studies: “es un gran placer dar la bienvenida a la aparición del mejor libro sobre la URSS publicado en muchos años” (1974, p. 615). Cohen enseñó en Princeton de 1968 a 1998, llegó a ser profesor titular de política y estudios rusos, luego en The City University of New York hasta su jubilación en 2011. Sus contribuciones académicas posteriores incluyen una colección en ruso de los escritos de prisión de Bujarin (Бухарин 2008) 1 .

Un partidario de las reformas de Gorbachov, Cohen se sintió consternado por el colapso económico de Rusia en la década de 1990, así como por el asalto de Yeltsin al parlamento en 1993 y la adopción de una constitución fuertemente presidencialista. Pero como un defensor de toda la vida de la distensión (détente), Cohen siempre consideró un asunto de vital importancia para la seguridad nacional de Estados Unidos, así como —dado el potencial de una guerra nuclear— para el futuro de la humanidad, cultivar buenas relaciones con Rusia, en particular aceptando el hecho, negado por el discurso político dominante de Estados Unidos, de que Rusia tiene preocupaciones legítimas de la seguridad, que fue violada sistemáticamente por lo que Cohen consideraba la expansión provocadora de la OTAN a Europa del Este, incluyendo a Ucrania.

Cohen articuló estos puntos de vista desde 2014, como presentador en The John Batchelor Show. Sus charlas se publicaron luego como una serie de artículos en The Nation y fueron recopiladas en su libro War with Russia? (Cohen, 2019). Por defender estos puntos de vista, Cohen fue ridiculizado como un “apologista estadounidense de Vladimir Putin” (Chotiner, 2014), “amigo de Putin” (Young, 2014) y “adulador estadounidense de Putin” (Ioffe, 2014), entre otros insultos. El profesor Cohen murió el 18 de septiembre de 2020 y, por lo tanto, no pudo presenciar el estallido de la guerra en Ucrania, la que él predijo —y temió— durante mucho tiempo, conducentes por las políticas estadounidenses.

En este artículo ofrecemos un resumen y una evaluación crítica del análisis de Cohen sobre los orígenes de lo que denominó la “Nueva Guerra Fría”, es decir, de la confrontación entre Estados Unidos y Rusia provocada por la expansión, impulsada por Estados Unidos, de la OTAN a Europa del Este. El marco teórico es la teoría del imperialismo, tal como fue desarrollada por los intelectuales marxistas en las primeras dos décadas del siglo XX (Day y Gaido, 2012). La metodología consiste en el análisis de fuentes primarias, trabajos académicos y artículos periodísticos.

La estructura del artículo es la siguiente: una sección sobre la “revolución de Maidan” proimperialista en Ucrania en 2014, seguido por otra sobre las advertencias de Cohen acerca de las consecuencias de la expansión de la OTAN en Europa Oriental. La sección tercera describe la incorporación subrepticia de Ucrania a la OTAN desde 2014, la sección cuarta analiza la guerra actual en Ucrania, y la sección quinta contextualiza dicha guerra en el marco de la doble agresión del imperialismo estadounidense contra Rusia y China. La sección final se destina a ofrecer un análisis del material presentado 2 .

La OTAN (es decir, la esfera de influencia militar del
imperialismo estadounidense en Europa) en 1990 y tres décadas después

Figura 1.: La OTAN (es decir, la esfera de influencia militar del imperialismo estadounidense en Europa) en 1990 y tres décadas después

Fuente: Russian Institute for Strategic Studies https://en.riss.ru/

La “revolución de Maidan” proimperialista en Ucrania en 2014

Cohen comenzó sus análisis públicos poco después de la así llamada “revolución de Maidan” de febrero de 2014, en la que tanto la Unión Europea como los Estados Unidos jugaron un papel decisivo en provocar un “cambio de régimen” en Ucrania y llevarla a la esfera de influencia de “Occidente” —un eufemismo para el imperialismo estadounidense—. Esta operación fue facilitada por la naturaleza corrupta del régimen del oligarca alineado con Rusia, Víktor Yanukóvich, y por el descontento de la población con el gobierno y la situación económica. Ghodsee y Orenstein encontraron “seis países poscomunistas con PIB per cápita por debajo de los niveles de 1989 en 2016” (2021, p. 9): Moldavia, Georgia, Kosovo, Serbia, Tayikistán y Ucrania.

La así llamada “revolución de Maidan” comenzó con una movida de la Unión Europea: el llamado “Tratado de Libre Comercio Amplio y Profundo” —Deep and Comprehensive Free Trade Agreement, DCFTA— entre Ucrania y la Unión Europea. Víktor Yanukóvich, presidente de Ucrania del 25 de febrero de 2010 al 22 de febrero de 2014, se alarmó ante las severas medidas de austeridad económica implícitas en el Acuerdo y la perspectiva de romper los lazos de Ucrania con Rusia a favor de “Occidente”, y pospuso su firma, con la esperanza de obtener un mejor trato enfrentando a la Unión Europea y Rusia. Nada de esto fue explicado claramente al público ucraniano, sin embargo, los adversarios de Yanukóvich conscientes de su descrédito entre la población y apoyados abiertamente por la Unión Europea y por los Estados Unidos, aprovecharon la oportunidad para organizar la ocupación de la Plaza de la Independencia —Майдан/Maidan— en Kiev.

En diciembre de 2013, el senador republicano John McCain y el senador demócrata Chris Murphy volaron a Kiev para reunirse con los líderes de la oposición y luego se dirigieron a la multitud. También en diciembre de 2013, en un discurso pronunciado ante la Fundación Estados Unidos-Ucrania, una agencia no gubernamental para “promover la democracia”, la subsecretaria de Estado para Asuntos Europeos y Euroasiáticos, Victoria Nuland, dijo:

Desde la independencia de Ucrania en 1991, Estados Unidos ha apoyado a los ucranianos para que desarrollen habilidades y construyan instituciones democráticas, para que promuevan la participación cívica y el buen gobierno, todos los cuales son condiciones previas para que Ucrania logre sus aspiraciones europeas. Hemos invertido más de 5.000 millones de dólares para ayudar a Ucrania en estos y otros objetivos que garantizarán una Ucrania segura, próspera y democrática. (US-Ukraine Foundation, 2013)

Los fascistas de Svoboda —Свобода/Libertad— y Pravy Sektor —Правий сектор/Sector Derecho— fueron las tropas de choque de la “revolución de Maidan”. El gobierno de Yanukóvich, sin una base de apoyo suficientemente sólida en la población, se derrumbó en pocos días. Los neonazis ingresaron al primer gobierno “revolucionario”. Demasiado llamativos, especialmente después de la masacre de prorrusos en Odessa, donde incendiaron las sedes de los sindicatos, fueron excluidos del gobierno formado por Petro Poroshenko después de las elecciones presidenciales del 25 de mayo de 2014. Al mismo tiempo, el Batallón Azov —батальйон “Азов”— neonazi se incorporó a la Guardia Nacional de Ucrania en noviembre de 2014 (Marie, 2022). Un estudio sobre “la izquierda ucraniana durante y después de las protestas de Maidan” solicitado por la delegación de Die Linke en “la izquierda en el Parlamento Europeo” - GUE/NGL (Gauche unitaire européenne/ Nordic Green Left), encontró que:

La nueva izquierda que apoyó a Maidan era simplemente demasiado débil y estaba demasiado desorganizada como para tener un impacto significativo en la protesta, y sus miembros se convirtieron en poco más que partidarios voluntarios del liderazgo de derecha. Las organizaciones y partidos de izquierda más fuertes que reaccionaron al anticomunismo de los manifestantes de Maidan adoptaron una posición crítica distanciada y la mayoría de ellos apoyó efectivamente a Yanukóvich. (Ishchenko, 2016, p. 93)

Una de las falacias de la Nueva Guerra Fría, argumentó Stephen Cohen en un artículo titulado “Herejía patriótica versus la Nueva Guerra Fría” publicado en The Nation el 27 de agosto de 2014, es que en noviembre de 2013 la Unión Europea, respaldada por Washington, ofreció al presidente ucraniano Víktor Yanukóvich una asociación benigna con la democracia y la prosperidad europeas, que Yanukóvich estaba dispuesto a firmar el acuerdo, pero que Putin lo intimidó y lo sobornó para que lo rechazara, y que así comenzaron las protestas de Maidan en Kiev y todo lo que ha seguido desde entonces. De hecho, argumentó Cohen, la propuesta de la Unión Europea había sido “una provocación irresponsable” que obligaba al presidente elegido democráticamente de un país profundamente dividido a elegir entre Rusia y Occidente. También lo fue el rechazo de la Unión Europea a la contrapropuesta de Putin de un plan ruso-europeo-estadounidense para salvar a Ucrania del colapso financiero. Por sí sola, la propuesta de la Unión Europea no era económicamente factible porque, al mismo tiempo que ofrecía poca asistencia financiera, requería que el gobierno ucraniano implementara duras medidas de austeridad y habría reducido drásticamente sus relaciones económicas esenciales y de larga data con Rusia. Pero, sobre todo, de ninguna manera había sido “benigna”, ya que incluía protocolos que requerían que Ucrania adhiriera a las políticas “militares y de seguridad” de Europa, lo que significaba, en efecto, sin mencionar la alianza, que Ucrania se asociara a la OTAN. Una vez más, no fue la supuesta “agresión” de Putin lo que inició la crisis “sino una especie de agresión aterciopelada de Bruselas y Washington para llevar a toda Ucrania a Occidente, incluyendo (en letra pequeña) llevar a toda Ucrania a la OTAN” (Cohen, 2014c).

Según Cohen, otra falacia de la Nueva Guerra Fría es que la guerra civil en Ucrania fue causada por la respuesta agresiva de Putin a las protestas pacíficas de Maidan contra la decisión de Yanukóvich, cuando, de hecho, fueron las fuerzas callejeras nacionalistas e incluso semi fascistas las que en febrero de 2014 tornaron violentas las protestas de Maidan. Con la esperanza de una resolución pacífica, los ministros de relaciones exteriores europeos negociaron un compromiso entre los representantes parlamentarios de Maidan y Yanukóvich, que lo habría dejado como presidente, con menos poder, de un gobierno de coalición “de reconciliación” hasta la celebración de elecciones anticipadas en diciembre de 2014. Sin embargo, en cuestión de horas, manifestantes violentos abortaron el acuerdo, los líderes de Europa y Washington no defendieron su propio acuerdo diplomático y Yanukóvich huyó a Rusia. Los partidos parlamentarios minoritarios que representaban a Maidan y, predominantemente, al oeste de Ucrania —entre ellos Svoboda, un movimiento ultranacionalista previamente anatematizado por el Parlamento Europeo como incompatible con los “valores europeos”— formaron un nuevo gobierno. El nuevo gobierno de Maidan se negó a enjuiciar a los nacionalistas extremos detrás de la masacre de los manifestantes pro-rusos en Odessa en mayo de 2014, así como a negociar con regiones repentinamente privadas de sus derechos en el este de Ucrania, que habían votado en gran parte por Yanukóvich, lanzando, en lugar de eso, un ataque militar “anti-terrorista” contra ellos. Washington y Bruselas respaldaron el golpe y apoyaron el resultado desde entonces. Cohen concluyó que todo lo que siguió, desde la anexión de Crimea por parte de Rusia y la propagación de la rebelión en el sureste de Ucrania hasta la guerra civil y la “operación antiterrorista” de Kiev, fue desencadenado por el golpe de febrero de 2014, y que “las acciones de Putin fueron en su mayoría reactivas” (Cohen, 2014c).

En un artículo escrito el 3 de enero de 2018 titulado “Cuatro años de mitos acerca de Maidan”, Cohen argumentó que la llamada “revolución de Maidan” había llevado “a la anexión de Crimea por parte de Rusia y a la guerra de indirecta a través de terceros —proxy war— entre Estados Unidos y Rusia en curso en Donbass”, y que el “Euromaidán” había “militarizado y enraizado el epicentro de la Nueva Guerra Fría en las fronteras de Rusia, de hecho dentro de una civilización compartida durante siglos por Rusia y gran parte de Ucrania” (Cohen, 2018a). El Congreso de Estados Unidos había autorizado la venta de armas con la “Ley de apoyo a la libertad de Ucrania” —Ukraine Freedom Support Act— promulgada por el presidente Barack Obama el 18 de diciembre de 2014, pero la administración de Obama nunca autorizó grandes ventas de armas letales al ejército de Ucrania para evitar una escalada del conflicto. Esa línea roja fue cruzada cuando el presidente Donald Trump, reaccionando al “Russiagate” y a las falsas afirmaciones de que era “el títere de Putin”, aprobó la venta de 210 misiles antitanque Javelin y 37 lanzadores a Ucrania por un valor de 47 millones de dólares en diciembre de 2017. Cohen comentó que “la administración Trump anunció que suministraría al gobierno de Kiev armas más y más sofisticadas, un paso que incluso la administración Obama, que desempeñó un papel muy perjudicial en la crisis de 2014, se negó a tomar”. Obama puso al entonces vicepresidente Joseph Biden a cargo del “proyecto ucraniano” de la administración, “transformándolo en procónsul encargado de supervisar a la cada vez más colonizada Kiev”, y Biden, quien claramente ya buscaba la nominación presidencial demócrata de 2020, en opinión de Cohen “tiene una gran responsabilidad personal por la crisis de Ucrania”. Sin embargo, Biden no mostraba “ningún signo de repensar nada y menos remordimiento” (Cohen, 2018a).

En un artículo en Foreign Affairs, Biden y su coautor, Michael Carpenter, hilaron “un tsunami de narraciones altamente cuestionables, si no falsas” sobre “Cómo hacer frente al Kremlin”, muchas de las cuales involucran los años en que fue vicepresidente. En el camino, Biden reprendió repetidamente a Putin por entrometerse en las elecciones occidentales (Biden y Carpenter, 2018). Cohen recordó que “este es el mismo Joe Biden que le dijo a Putin que no volviera a la presidencia rusa durante el supuesto ‘reinicio’ de las relaciones de la administración Obama con Moscú y que, en febrero de 2014, le dijo al presidente de Ucrania elegido democráticamente, Yanukóvich, que abdicara y huyera del país” (Cohen, 2018a).

En una charla dada en Washington D.C., el 26 de marzo de 2015, sobre “El imperativo de la distensión y el principio de paridad”, Cohen advirtió que “pronto podríamos estar más cerca de una guerra real con Rusia de lo que hemos estado desde la crisis de los misiles cubanos de 1962”, y que “la nueva Guerra Fría se ha profundizado e institucionalizado al transformar lo que comenzó, en febrero de 2014, esencialmente como una guerra civil ucraniana en una guerra indirecta a través de terceros (proxy war) entre Estados Unidos, la OTAN y Rusia” (Cohen, 2015).

Las advertencias de Cohen sobre las consecuencias de la expansión de la OTAN en Europa Oriental

El golpe de Maidan había sido, según Cohen, un resultado natural de la política de expansión de la OTAN en Europa del Este patrocinada por Estados Unidos durante décadas. La OTAN se expandió hacia el este en dos grandes oleadas: en 1999, para incluir a la República Checa, Hungría y Polonia, y en 2004, cuando incorporó a Bulgaria, Estonia, Letonia, Lituania, Rumania, Eslovaquia y Eslovenia. No hace falta decir que los tres estados bálticos limitan con Rusia.

En un artículo escrito el 1° de abril de 2014, titulado “Guerra Fría otra vez: ¿quién es responsable?”, Cohen señaló que “en nombre de la ‘democracia’”, el “Occidente” había “trasladado implacablemente su poder militar, político y económico cada vez más cerca de la Rusia postsoviética”, y enumeró una serie de provocaciones que incluyeron “el bombardeo en 1999 del aliado eslavo de Moscú, Serbia, separando por la fuerza su provincia histórica de Kosovo”, así como la creación de “un puesto militar estadounidense” en Georgia, que resultó en la “breve guerra indirecta a través de terceros (proxy war) en 2008” (Cohen, 2014a).

En un artículo titulado “Distorsionando a Rusia”, escrito el 12 de febrero de 2014, Cohen argumentó que “la omisión mediática más crucial” en la cobertura estadounidense del conflicto ucraniano era “la convicción razonable de Moscú de que la lucha por Ucrania es otro capítulo más en la marcha en curso de Occidente, liderada por Estados Unidos, hacia la Rusia postsoviética, que comenzó en la década de 1990 con la expansión de la OTAN hacia el este y continuó con actividades políticas de ONGs financiadas por Estados Unidos dentro de Rusia, una avanzada militar de Estados Unidos y de la OTAN en Georgia e instalaciones de defensa antimisiles cerca de Rusia”. Esta “política de Washington y Bruselas de larga data” era “engañosa”, porque la propuesta de la Unión Europea a Ucrania incluía disposiciones de “política de seguridad” que para todos los efectos prácticos “subordinan a Ucrania a la OTAN” (Cohen, 2014b).

Los orígenes de la nueva Guerra Fría, según Cohen, se encontraban en la:

Decisión de Washington de expandir la OTAN hacia el este hasta Rusia después de que la Guerra Fría supuestamente había terminado, una decisión tomada por la administración Clinton; en la denuncia del derecho de Moscú a una ‘esfera de influencia’ en sus fronteras, mientras que el movimiento de la OTAN hacia Rusia era la mayor expansión de una esfera de influencia en tiempos de paz, una esfera estadounidense; en la retirada unilateral del presidente George W. Bush del Tratado sobre Misiles Antibalísticos (Anti-Ballistic Missile Treaty), que Moscú había considerado como la base de su seguridad nuclear, y que había llevado al cerco actual de Rusia con instalaciones de defensa antimisiles; la separación de Kosovo de Serbia y su ‘anexión’ virtual por parte de Occidente, con Camp Bondsteel como símbolo de eso, también bajo la administración Clinton, que el Kremlin cita como precedente de su ‘anexión’ de Crimea a Ucrania en 2014; y en las políticas de cambio de régimen de varios presidentes estadounidenses, desde Irak y Libia hasta, más subrepticiamente, Kiev en 2014, contra las que Moscú protestó con vehemencia y a las cuales finalmente llegó a ver como una amenaza potencial para su propio gobierno. (Cohen, 2017b)

En un artículo titulado “¿20 años de expansión de la OTAN han hecho a alguien más seguro?” publicado en The Nation el 18 de octubre de 2017, Cohen argumentó que la expansión de la OTAN incluyó dos promesas incumplidas a Rusia que el Kremlin nunca había olvidado. En 1990, la administración Bush —y el gobierno de Alemania Occidental— aseguraron al líder soviético Mijaíl Gorbachov que, a cambio de que Rusia aceptara una Alemania unida en la OTAN, la alianza “no se expandiría ni una pulgada hacia el este”. 3 La otra promesa incumplida se estaba desarrollando cuando la OTAN instalaba fuerzas terrestres, marítimas y aéreas permanentes cerca del territorio ruso, junto con instalaciones de defensa antimisiles. Montenegro se convirtió en miembro de la OTAN en 2017 y la “puerta permanece abierta”, afirmaron repetidamente los funcionarios estadounidenses, a las ex-repúblicas soviéticas de Georgia y Ucrania (Cohen. 2017a).

Al preguntarse si la OTAN “ampliada” había resultado más inseguridad que seguridad, Cohen recordó las consecuencias de varias guerras que la OTAN lideró o en las que participaron varios de sus estados miembros: la guerra serbia en 1999, que resultó en la ocupación de la OTAN y la virtual anexión de Kosovo, con Camp Bondsteel como símbolo, un precedente citado por secesionistas y ocupantes posteriores; la Guerra de Irak de 2003, que fue una catástrofe humanitaria —un exceso estimado de 654 965 muertes relacionadas con la guerra, según un estudio publicado en la revista The Lancet en octubre de 2006— basada en una mentira —que Irak tenía “armas de destrucción masiva”—; la posterior guerra contra Libia en 2011; las promesas de la OTAN de que Georgia algún día podría convertirse en un estado miembro, que fueron la “causa subyacente de la guerra entre Rusia y Georgia en 2008, en efecto, una guerra de indirecta por terceros (proxy war) entre Estados Unidos y Rusia”; y, por último, las “proposiciones similares de la OTAN a Ucrania”, que “también subyacen a la crisis en ese país en 2014, que resultó en la anexión de Crimea por parte de Rusia, la guerra civil ucraniana aún en curso en Donbass y, de hecho, en otra guerra indirecta a través de terceros entre Estados Unidos y Rusia” (Cohen, 2017a).

En otro artículo titulado “Por qué los rusos piensan que Estados Unidos está librando una guerra contra Rusia”, publicado en The Nation el 20 de diciembre de 2017, Cohen argumentó que “dada esta historia, los fatídicos acontecimientos de Kiev en 2014 parecen casi inevitables. Para los expansionistas antirrusos de la OTAN en Washington, Ucrania siempre había sido ‘el premio mayor’ (“the biggest prize”) en la marcha de Berlín a Rusia, como declaró con franqueza Carl Gershman, el jefe de la institución oficial encargada de realizar los cambios de régimen de Estados Unidos, la National Endowment for Democracy, y como quedó claro a partir de la intervención estadounidense en la anterior ‘Revolución Naranja’ de Ucrania en 2004-2005” (Gershman, 2013). El derrocamiento del presidente ucraniano Viktor Yanukóvich por lo que fue esencialmente un golpe callejero en febrero de 2014, apoyado públicamente por un país, supuestamente empeñado en exportar la democracia parlamentaria constitucionaly acompañado de una presencia demostrativa de Estados Unidos en la plaza Maidan, “condujo a la nueva Guerra Fría altamente militarizada que ahora pone en peligro la seguridad estadounidense e internacional” (Cohen, 2017d).

Sobre todo, Cohen enfatizó su creencia de que “la nueva Guerra Fría es más peligrosa que su predecesora, y cada vez lo es más”, como lo expresó en un artículo publicado en The Nation el 6 de junio de 2018. Su razón principal para esta creencia era que el epicentro político de la nueva Guerra Fría no está en Berlín sino directamente en las fronteras de Rusia, desde los estados bálticos y Ucrania hasta Georgia. Cada uno de estos nuevos frentes de la Guerra Fría plantea la posibilidad de una guerra directa entre Estados Unidos y Rusia, las dos superpotencias nucleares.

Lo que provocó esta situación sin precedentes en las fronteras de Rusia, al menos desde la invasión alemana nazi en 1941, fue, por supuesto, la decisión extremadamente insensata, a fines de la década de 1990, de expandir la OTAN hacia el este. Dicha decisión, tomada en nombre de la “seguridad”, ha hecho que todos los estados involucrados estén más inseguros. (Cohen, 2018b)

Cohen creía que el riesgo de un conflicto directo era particularmente agudo en Ucrania. Además, argumentó Cohen, a diferencia del pasado, cuando los defensores de la distensión (détente) tenían aproximadamente el mismo acceso a los principales medios de comunicación, los nuevos medios de la Guerra Fría de hoy imponen su narrativa ortodoxa de que Rusia es la única culpable. No practican la diversidad de opiniones e informes, sino el “sesgo de confirmación” (confirmation bias). Las voces alternativas rara vez aparecen en los principales periódicos más influyentes o en las transmisiones de radio o televisión. Prácticamente no existe una oposición significativa en el discurso político dominante estadounidense al papel de Estados Unidos en la Nueva Guerra Fría. Cohen temía que esta combinación sin precedentes de factores provocase una gran guerra en Europa que podría convertirse en una guerra nuclear devastadora (Cohen, 2017c) 4

La incorporación subrepticia de Ucrania a la OTAN desde 2014

Además de Stephen Cohen, muy pocas voces en el mundo académico estadounidense se opusieron a la campaña de guerra de Estados Unidos en Europa, aunque varios no académicos muy autorizados han advertido sobre las consecuencias de la expansión de la OTAN, incluyendo a George Kennan, el arquitecto estadounidense de la Guerra Fría, Malcolm Fraser, un ex-primer ministro australiano y William Burns, un ex-embajador de Estados Unidos en Rusia, ex-Subsecretario de Estado y actual director de la CIA.

Kennan advirtió, hace una generación, que “expandir la OTAN sería el error más fatídico de la política estadounidense en toda la era posterior a la Guerra Fría” porque “cabe esperar que dicha decisión inflame las tendencias nacionalistas, antioccidentales y militaristas en la opinión rusa, que tenga un efecto adverso en el desarrollo de la democracia rusa; que restaure la atmósfera de la guerra fría en las relaciones Este-Oeste y que empuje a la política exterior rusa en direcciones que decididamente no son de nuestro agrado” (Kennan, 1997).

Burns advirtió en un cable confidencial enviado en 2008 al Estado Mayor Conjunto, a la alianza OTAN-Unión Europea —NATO-European Union Cooperative—, al Consejo de Seguridad Nacional, al Secretario de Defensa y al Secretario de Estado que, “tras una primera reacción silenciosa ante la intención de Ucrania de buscar un Plan de Acción de Membresía en la OTAN en la cumbre de Bucarest, el Ministro de Relaciones Exteriores ruso Lavrov y otros altos funcionarios han reiterado una fuerte oposición, enfatizando que Rusia vería una mayor expansión hacia el este como una amenaza militar potencial” (Burns, 2008).

Y Fraser advirtió en 2014 que la expansión de la OTAN hacia el este era “provocadora, imprudente y una señal muy clara para Rusia: no estamos dispuestos a convertirlos en un socio cooperativo en la gestión de los asuntos europeos o mundiales; ejerceremos el poder que tenemos a nuestra disposición y ustedes tendrán que aguantarlo”. Además, agregó proféticamente: “hay otro aspecto de esto que debería hacer que las potencias occidentales se preocupen aún más por el futuro. Estados Unidos se ha embarcado en lo que muchos consideran una política tonta y peligrosa en el Pacífico occidental: una política de contención de China” (Fraser, 2014) A Fraser le preocupaba que “las políticas equivocadas de los Estados Unidos y el drama que se desarrolla en Ucrania” finalmente fueran “a empujar tanto a Rusia como a China a una asociación estratégica” (Fraser, 2014).

Uno de los pocos colegas de Cohen dentro de la academia que se atrevió a desafiar el nuevo consenso de la Guerra Fría es John J. Mearsheimer. En un artículo publicado en Foreign Affairs en agosto de 2014, Mearsheimer argumentó que “Estados Unidos y sus aliados europeos comparten la mayor parte de la responsabilidad” por la crisis de Ucrania, porque “La raíz del problema es la ampliación de la OTAN, el elemento central de una estrategia más amplia para sacar a Ucrania de la órbita de Rusia e integrarla en Occidente. Al mismo tiempo, la expansión de la Unión Europea hacia el este y el respaldo de Occidente al movimiento a favor de la democracia en Ucrania, comenzando con la Revolución Naranja en 2004, también fueron elementos críticos. Desde mediados de la década de 1990, los líderes rusos se han opuesto rotundamente a la ampliación de la OTAN y, en los últimos años, han dejado claro que no se quedarían de brazos cruzados mientras su vecino estratégicamente importante se convertía en un bastión occidental” (Mearsheimer, 2014, p. 77).

El profesor Mearsheimer es un partidario del imperialismo estadounidense —de ahí el uso de la expresión “movimiento a favor de la democracia”, que en este contexto es un término propagandístico— que, sin embargo, considera una locura la política provocativa de expansión de la OTAN en Europa del este, porque condujo a la guerra actual en Ucrania y porque obliga a Estados Unidos a desviar recursos a una guerra contra Rusia, en lugar de concentrarlos en la lucha contra China —como debería hacer Estados Unidos, según Mearsheimer—. Mearsheimer (2022) merece un crédito especial por haber enumerado los pasos en la política exterior de los Estados Unidos que resultaron en la incorporación subrepticia de Ucrania a la OTAN desde 2014.

La 20ª cumbre de la OTAN organizada en Bucarest, Rumanía, del 2 al 4 de abril de 2008 emitió una Declaración que decía: “la OTAN da la bienvenida a las aspiraciones euroatlánticas de Ucrania y Georgia de ser miembros de la OTAN. Acordamos hoy que estos países se convertirán en miembros de la OTAN” (NATO, 2008). Esto resultó en la Guerra ruso-georgiana de agosto de 2008, en la cual el presidente georgiano Mijeíl Saakashvili, un protegido de Washington, lanzó un ataque militar repentino contra el protectorado ruso de Osetia del sur, dentro de Georgia. Rusia intervino, ganando lo que fue la primera guerra indirecta a través de terceros —proxy war— entre Estados Unidos y Rusia en sus fronteras y presagiando la guerra actual en Ucrania.

Esta derrota no impidió que Estados Unidos convirtiera gradualmente a Ucrania en un estado miembro de la OTAN de facto, no solo proporcionando armas e inteligencia al ejército ucraniano, sino también realizando ejercicios militares anuales conjuntos, tanto en tierra como en mar. El ejercicio Rapid Trident, realizado en la base militar de Yavoriv, ​​fue descrito en el sitio web del 7º Comando de Entrenamiento del Ejército como “un ejercicio europeo del Ejército Europeo de los Estados Unidos —U.S. Army Europe— acogido por Ucrania y diseñado para mejorar la interoperabilidad conjunta entre países aliados y socios” y como “un evento culminante para las tropas ucranianas”, que “valida el desarrollo del Centro de Entrenamiento de Combate Yavoriv en el Centro para el Mantenimiento de la Paz y la Seguridad (International Peacekeeping and Security Center)” —un eufemismo para una base militar (Defense Visual Information Distribution Service, 2020).

La “participación de la Sexta Flota de los Estados Unidos en el próximo Ejercicio Sea Breeze 2021, que se realiza anualmente, organizado conjuntamente con la Armada de Ucrania” en el Mar Negro, fue anunciado formalmente en el sitio web de la Armada de los Estados Unidos de la siguiente manera: “El ejercicio se llevará a cabo del 28 de junio al 10 de julio en la región del Mar Negro y se centrará en múltiples áreas de guerra, incluida la guerra anfibia, la guerra de maniobras terrestres, las operaciones de buceo, las operaciones de interdicción marítima, la defensa aérea, la integración de operaciones especiales, la guerra antisubmarina y las operaciones de búsqueda y rescate”. La Marina de los Estados Unidos se jactó de que “Exercise Sea Breeze reúne a la mayoría de las naciones del Mar Negro y los aliados y socios de la OTAN para entrenar y operar con los miembros de la OTAN a fin de desarrollar una mayor capacidad” (United States Navy, 2021).

El Comunicado de la Cumbre de Bruselas de la OTAN emitido el 14 de junio de 2021 declaró: “Reiteramos la decisión tomada en la Cumbre de Bucarest de 2008 de que Ucrania se convertirá en miembro de la Alianza con el Plan de Acción de Membresía (MAP) como parte integral del proceso; reafirmamos todos los elementos de esa decisión, así como las decisiones posteriores” (NATO, 2021). Y la Carta de Asociación Estratégica entre Estados Unidos y Ucrania —U.S.-Ukraine Charter on Strategic Partnership—, firmada cinco meses más tarde, el 10 de noviembre de 2021, repitió la misma declaración provocadora: “guiado por la Declaración de la Cumbre de Bucarest del Consejo del Atlántico Norte de la OTAN del 3 de abril de 2008 y como se reafirmó en el Comunicado del Consejo del Atlántico Norte de la OTAN en la Cumbre de Bruselas del 14 de junio de 2021, Estados Unidos apoya el derecho de Ucrania a decidir su propio curso futuro de política exterior libre de interferencias externas, incluyendo las aspiraciones de Ucrania de unirse a la OTAN” (U.S. Department of State, 2021).

Finalmente, una “hoja informativa de los Estados Unidos sobre la cooperación en materia de seguridad con Ucrania” publicada por la Oficina de Asuntos Político-Militares del Departamento de Estado el 15 de junio de 2022 declaró públicamente que “desde 2014, Estados Unidos ha proporcionado más de 8.300 millones de dólares en asistencia de seguridad para capacitación y equipamiento para ayudar a Ucrania a preservar su integridad territorial, asegurar sus fronteras y mejorar la interoperabilidad con la OTAN” (U.S. Department of State, 2022).

El fortalecimiento de las Fuerzas Armadas de Ucrania por Estados Unidos y la OTAN las ha transformado en el segundo ejército más grande, en términos numéricos, en Europa después de Rusia, y en algunos aspectos en un par del ejército de Rusia. Como argumentó Christopher Caldwell, “burlarse del desempeño de Rusia en el campo de batalla está fuera de lugar” porque “Rusia no se enfrenta a un valiente país agrícola de un tercio de su tamaño; mantiene su posición, al menos por ahora, contra las armas económicas, cibernéticas y de guerra avanzadas que la OTAN le proporciona a Ucrania”. Mientras tanto, “Estados Unidos está tratando de mantener la ficción de que armar a los aliados de uno no es lo mismo que participar en el combate”, cuando en realidad “Así como es fácil cruzar la línea entre ser un proveedor de armas y ser un combatiente, es fácil cruzar la línea de librar una guerra indirecta a través de terceros a librar una guerra secreta”, porque “un país que intenta luchar en una guerra de este tipo corre el riesgo de pasar de una participación parcial a una total” (Caldwell, 2022).

El objetivo del imperialismo estadounidense al impulsar la membresía de Ucrania en la OTAN ha sido “obstruir la creciente asociación económica entre la antigua Unión Europea, especialmente Alemania y Rusia” (Johnstone, 2014). Con ese fin, Estados Unidos espera usar la revolución del gas de esquisto para debilitar a Rusia al sustituir el gas natural licuado estadounidense, obtenido a través del fracking, por las reservas de gas natural de Rusia, a un costo enorme para las economías de los países europeos. El nuevo “telón de acero” está:

Destinado a lograr el objetivo enunciado en 1997 por Zbigniew Brzezinski en The Grand Chessboard: mantener el continente euroasiático dividido para perpetuar la hegemonía mundial de Estados Unidos. La antigua Guerra Fría cumplió ese propósito, cimentando la presencia militar y la influencia política estadounidense en Europa Occidental. Una nueva Guerra Fría puede evitar que la influencia de Estados Unidos se diluya por las buenas relaciones entre Europa Occidental y Rusia. (Johnstone, 2014)

La guerra actual en Ucrania

Esta serie de pasos provocadores de la OTAN, junto con señales de una inminente ofensiva ucraniana contra el Donbass —cuyos habitantes rusos habían sufrido represión a manos del régimen de Kiev posterior a 2104—, finalmente resultaron en el estallido de la guerra actual en Ucrania el 24 de febrero de 2022. Seis semanas después del comienzo de la guerra, el 6 de abril de 2022, el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg (2022), afirmó que:

La OTAN estaba de hecho muy bien preparada cuando Rusia invadió Ucrania por segunda vez, y el día de la invasión activamos nuestros planes de defensa, desplegamos miles de tropas adicionales en la parte oriental de la Alianza. Ahora hay 40.000 soldados bajo el mando de la OTAN en la parte oriental de la Alianza. Y hay más tropas estadounidenses en Europa, 100.000 en total, y otros aliados también han aumentado su presencia. (Stoltenberg, 2022)

Un artículo publicado en The Wall Street Journal el 13 de abril de 2022 lleva el titular: “el secreto del éxito militar de Ucrania: años de entrenamiento de la OTAN”. Según el autor, “los esfuerzos poco promovidos de los países de la Alianza del Atlántico Norte” habían “transformado el ejército ucraniano de arriba a abajo, desde la infantería hasta el Ministerio de Defensa y la supervisión en el parlamento” a través de cursos y “ejercicios en los que participaron al menos 10.000 soldados por año durante más de ocho años”. Esta “ayuda occidental, aunque nunca secreta, no fue pregonada para evitar que Rusia se indignara”. Desde 2016, los “oficiales occidentales” centraron su atención en una instalación de entrenamiento militar de 150 millas cuadradas en la ciudad de Yavoriv.. “Los ejercicios anuales organizados en Yavoriv por el ejército estadounidense, apodados Rapid Trident, permitieron a los soldados ucranianos entrenarse con fuerzas de hasta una docena de países”. Además, los oficiales ucranianos fueron invitados en 2018 a observar los principales ejercicios de la OTAN en Alemania y “se llevaron a cabo reuniones de coordinación semanales en Kiev”, en las que “los ucranianos y los aliados occidentales centraron su entrenamiento”. El resultado ha sido que “las fuerzas de Kyiv han aprendido a hacer la guerra de acuerdo con las normas de la OTAN” (Michaels, 2022).

Según el Financial Times, “Washington ha preparado una ayuda sin precedentes de 54.000 millones de dólares desde que comenzó la guerra” (Schwartz y Kazmin, 2022). Esto plantea el peligro de una guerra indirecta prolongada y cada vez más salvaje contra Rusia, en la que el imperialismo estadounidense y sus satélites de la OTAN suministren los cañones y Ucrania proporcione la carne de cañón.

Arrastradas por la ola de histeria bélica, Finlandia y Suecia revocaron sus políticas de neutralidad y solicitaron unirse a la OTAN. Un artículo en New Left Review describió el significado real de este cambio de política de la siguiente manera:

Un comentarista derechista escribió recientemente que, al unirse a la OTAN, Suecia finalmente se estaba convirtiendo en un ‘país occidental normal’. Luego hizo una pausa para considerar si el gobierno aboliría pronto el Systembolaget, o monopolio estatal de bebidas alcohólicas. Aquí tenemos una idea de lo que realmente significa ‘unirse a Occidente’: unirse a un bloque de poder liderado por Estados Unidos y, al mismo tiempo, eliminar cualquier institución nominalmente socialista, un proceso que ya ha estado en marcha durante décadas. (Lynch, 2022)

Un artículo del Financial Times lleno de la habitual letanía de lugares comunes señaló correctamente que, desde la reunificación de Alemania y el colapso de la URSS, 12 países se han unido a la OTAN, que tres de ellos —los estados bálticos— eran antiguas repúblicas soviéticas, y que siete más eran anteriormente miembros de la alianza militar del Pacto de Varsovia liderada por Moscú. El flanco oriental de la OTAN está hoy en día 1.100 kilómetros más cerca del Kremlin que la frontera de Alemania Occidental en 1989. Y, sin embargo, el resultado ha sido un continente con más armas y soldados en estado de alerta máxima de lo que ha visto durante décadas, pero sin los acuerdos de la Guerra Fría que proporcionaban tranquilidad. “Podría decirse que Europa es menos segura hoy que en cualquier otro momento desde 1945”, concluye el artículo (Foy, 2022).

Finalmente, un artículo publicado en The New York Times el 20 de junio de 2022, con el título “¿De verdad Estados Unidos no está en guerra en Ucrania?” identificó claramente el conflicto ucraniano como una guerra indirecta de los Estados Unidos contra Rusia: “¿Estamos en guerra en Ucrania? Si estuviéramos en la posición del otro, si las autoridades rusas admitieran haber ayudado a asesinar a algunos generales estadounidenses o hundir un buque de la fuerza naval de Estados Unidos, dudo que nos parecería una situación ambigua” (Kristian, 2022).

La doble agresión de Estados Unidos contra Rusia y China

El valiente intento de Cohen de proporcionar una visión alternativa de los orígenes de la Nueva Guerra Fría se centró demasiado en el conflicto entre Estados Unidos y Rusia, y las correspondientes guerras de indirecta a través de terceros —proxy wars— en Georgia, Siria y Ucrania, en detrimento del contexto global más grande en el marco de los cuales se produjeron estos enfrentamientos militares y económicos, a saber, el conflicto entre Estados Unidos y China.

Cohen fue un académico estadounidense liberal y se comportó como tal: se mantuvo dentro de los límites de su disciplina, los estudios rusos, y rehuyó cualquier análisis o incluso reconocimiento del imperialismo estadounidense. Aunque su preocupación por una posible aniquilación nuclear es loable, una visión “ruso-céntrica” ​​de la política exterior de Estados Unidos es demasiado estrecha.

Al igual que el conflicto entre Estados Unidos y Rusia, el conflicto entre Estados Unidos y China es enteramente “Made in USA”: no hay más razones para la expansión de la OTAN hacia el este de Europa que para las “patrullas de libertad de navegación” de la Séptima Flota de Estados Unidos en el Estrecho de Taiwán, siendo ambas únicamente el resultado de una política agresiva unilateral seguida por el imperialismo estadounidense.

Los políticos estadounidenses han afirmado reiteradamente que, como escribió Hillary Clinton, el siglo XXI es el “Siglo del Pacífico de Estados Unidos” y que “El futuro de la política se decidirá en Asia, no en Afganistán o Irak, y Estados Unidos estará justo en el centro de la acción” (Clinton, 2011). Esta política de “giro hacia Asia” o “eje en Asia” (“pivot to Asia”), formulada por la administración demócrata de Obama pero llevada a un paroxismo por la administración republicana de Trump, es el verdadero eje en torno al cual gira actualmente la política exterior del Gobierno de Estados Unidos.

Hay una enorme disparidad de recursos económicos entre Estados Unidos y Rusia. En 2020 Rusia tuvo un Producto Interno Bruto (PIB) de 1,48 billones de dólares, lo que equivale al 7 % del PIB de Estados Unidos de 20,94 billones de dólares en ese mismo año. En 2018, Rusia tenía el tamaño económico de Texas, que es sólo uno de los cincuenta estados norteamericanos y no el más grande —ese título se lo lleva California—. Dadas las disparidades demográficas, los tejanos, por lo tanto, disfrutaban de un PIB per cápita de alrededor de 58 000 dólares, seis veces más que los 8 700 dólares de los rusos (Holmes, 2018). Desde entonces, el PIB de Texas ha superado al de Rusia en más de 300 000 millones de dólares. Esas enormes disparidades en la riqueza entre Estados Unidos y Rusia tienen consecuencias militares: el gasto militar de Estados Unidos ascendió a 801 000 millones de dólares en 2021, mientras que el gasto militar de Rusia en el mismo año ascendió a 66 000 millones de dólares, o sea el 8,2 % del presupuesto de “defensa” estadounidense (SIPRI Yearbook, 2022, pp. 10-11).

Por el contrario, China tenía un PIB de 14,72 billones de dólares en 2020, lo que equivalía al 70 % del PIB de Estados Unidos y a diez veces el de Rusia. Además, las bases demográficas para el crecimiento futuro de los tres países son muy diferentes. Estados Unidos tenía una población de 331 millones de personas en 2020, mientras que China tenía una población de 1440 millones de personas —4,35 veces más— y Rusia tenía una población de 144 millones, una décima parte de la de China. China aparecerá cada vez más como el mayor competidor de Estados Unidos en el mercado mundial y, por lo tanto, potencialmente también en la política internacional, dejando a Rusia muy por detrás en ambos aspectos. De ahí la política estadounidense de “contención de China”, el reciente viaje provocador de Nancy Pelosi a Taiwán y el abandono por Biden de la política de “Una sola China”, así como los frenéticos esfuerzos de Estados Unidos para negar a China el acceso a chips y a la tecnología de fabricación de chips avanzados.

Análisis y conclusiones

El profético análisis de Stephen F. Cohen sobre los orígenes de lo que él denominó la “Nueva Guerra Fría” muestra el conflicto en Ucrania en su verdadera luz, como una reacción a la expansión de la OTAN impulsada por Estados Unidos en Europa del Este. Pero el análisis de Cohen de la Nueva Guerra Fría se mantuvo estrictamente dentro del marco de las relaciones exteriores, es decir, mayormente de cuestiones diplomáticas y militares, evitando deliberadamente un análisis del imperialismo estadounidense, así como del régimen de Putin y de la nueva Rusia capitalista como formación socioeconómica. Cohen estaba, por supuesto, en todo su derecho al hacerlo. Sin embargo, el giro reciente de los acontecimientos en el conflicto ucraniano plantea de manera aguda algunas de estas preguntas, en particular la cuestión delicada: ¿es la guerra actual en Ucrania un choque entre dos imperialismos, es decir, es la actual formación socioeconómica rusa imperialista?

El capitalismo tiene muchas determinaciones, pero desde fines del siglo XIX el imperialismo es la determinación suprema que subsume a todas las demás. Por eso, cualquier análisis de los acontecimientos contemporáneos que tome como punto de partida algún principio abstracto, como la democracia parlamentaria o cualquiera de las libertades democráticas que supuestamente defiende, en lugar de los intereses del imperialismo, inevitablemente caerá presa de la propaganda imperialista. De hecho, desde que el presidente Woodrow Wilson pidió al Congreso que Estados Unidos interviniera en la Primera Guerra Mundial “para hacer del mundo un lugar seguro para la democracia” (Wilson, 1917), el imperialismo estadounidense ha preferido oprimir y explotar a otros países, siempre que sea posible, a través de instituciones democrático-burguesas.

El imperialismo implica la opresión nacional, pero no debe confundirse con ella. Irak bajo Saddam Hussein oprimió y masacró a los curdos, pero eso no convirtió a Irak en un país imperialista, como tampoco la opresión y masacre de la población tamil por parte de Sri Lanka convirtió a este último en un país imperialista. Además, la opresión nacional en sí misma no debe confundirse con la ocupación militar y las masacres, aunque a menudo asuma esa forma.

De hecho, a pesar de su arsenal nuclear y de otros vestigios de la era soviética —Rusia lidera la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva, donde actúa como una especie de policía regional en Armenia, Bielorrusia, Kazajstán, Kirguistán y Tayikistán—, bajo una fachada de gran potencia Rusia en realidad tiene muchas características en común con una economía semicolonial, junto con algunos remanentes de la era soviética, como las industrias armamentística y espacial, que de todos modos están atrasadas en comparación con las industrias de los países imperialistas 5 .

Como formación socioeconómica, la Rusia de hoy no es un país imperialista como Estados Unidos y Gran Bretaña, ni una colonia clásica como India o Argentina, sino un fenómeno contradictorio: un país que formó parte de un antiguo estado obrero y campesino, el cual, tras un proceso de degeneración burocrática de 70 años, colapsó y sufrió un proceso de restauración capitalista brutal durante la década de 1990. Como resultado, su producción industrial se redujo a la mitad, y de 1990 a 1994 la esperanza de vida masculina en Rusia cayó de 65,5 años a 57,3 años, una cifra inferior a la de India, Egipto o Bolivia (Kotz y Weir, 2007, p. 180). Esto implicó no solo el enriquecimiento de unos pocos a costa de hundir en la miseria a la gran mayoría de la población rusa, sino también una profunda humillación nacional.

El régimen bonapartista de Putin surgió como resultado de todas esas contradicciones, como una variante del bonapartismo provocada por la restauración mafiosa de la propiedad privada durante la era de Yeltsin —incluyendo la colonización del país por el capital imperialista—, por un lado, y por la presión militar y diplomática del imperialismo estadounidense, por el otro. Su objetivo principal es arbitrar el proceso de restauración capitalista de manera tal que evite no solo un colapso del Estado —lo que implicó chocar con sectores de la “oligarquía”— sino también la desintegración nacional de Rusia 6 .

Una de las fuentes perdurables de apoyo popular al régimen de Putin es que puso fin al desmantelamiento de Rusia a través de la recentralización del poder estatal y la reestatización de sus principales fuentes de divisas, en particular del gas y del petróleo a través de Gazprom y Rosneft, un proceso que desembocó en un enfrentamiento con el oligarca Mijaíl Jodorkovski, que quería apropiarse de esos recursos para su propio beneficio personal y el de sus socios estadounidenses.

De todo lo expuesto se desprende, que una condición previa indispensable para una solución al conflicto en Ucrania, es el desmantelamiento de la OTAN como la esfera de influencia militar del imperialismo estadounidense en Europa, así como la retirada de todas las tropas y misiles nucleares estadounidenses del continente europeo. Lo mismo vale para la Unión Europea, que es otro instrumento del imperialismo estadounidense, como nos lo recuerda Perry Anderson: “La expansión hacia el Este fue dirigida por Washington: en todos los casos, los antiguos satélites soviéticos se incorporaron a la OTAN, bajo el mando de los Estados Unidos, antes de que fueran admitidos en la Unión Europea” (Anderson, 2009, p. 69). Solo después del desmantelamiento de las instituciones militares y políticas que convierten a los países europeos en estados vasallos del imperialismo estadounidense 7 será posible hablar de una verdadera autodeterminación nacional en Ucrania, incluyendo la posibilidad de crear una federación continental para prevenir el estallido de nuevas guerras en el futuro.

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Notas

Artículo recibido: 29 de agosto de 2022 / Aceptado: 24 de octubre de 2022 / Modificado: 31 de octubre de 2022. El artículo es producto de investigación en el marco del Proyecto Formar "Entre Europa y América: Historia comparativa del socialismo internacional" financiado por la Secretaría de Ciencia y Tecnología-Universidad Nacional de Córdoba, Argentina.
Doctor en Historia por la Universidad de Haifa, Israel. Investigador independiente del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), Argentina. Correo electrónico: danielgaid@gmail.com https://orcid.org/0000-0001-9660-4834
Cohen escribió una introducción para esta colección, también investigó los archivos él mismo y desempeñó un papel en la recuperación de los manuscritos. El papel de Cohen se describe tanto en el prólogo de Sergei Baburin como en la introducción de Stephen Cohen.
Desde que el manuscrito original de este artículo fue enviado para su publicación, ha sido publicado un folleto que desmantela la “narrativa occidental” en torno a la guerra en Ucrania (Abelow 2022).
Cohen argumentó que “aunque varios participantes y comentaristas lo negaron, la garantía ha sido confirmada por otros participantes, así como por investigadores de archivos”. Ver la confirmación más reciente y mejor documentada de esta declaración en National Security Archive (2017).
Rusia, con 5977 ojivas y Estados Unidos, con 5428, todavía poseen en conjunto alrededor del 90 % de todas las ojivas nucleares del mundo, según el informe del Instituto Internacional de Investigación para la Paz de Estocolmo (SIPRI Yearbook, 2022, p. 15).
“La vulgata político-periodística de una Rusia imperialista dirigida por un dictador autocrático que asume la herencia de Stalin, incluso de Hitler, y deseosa de mostrar sus músculos como un malabarista en cada oportunidad, se enfrenta a un conjunto de realidades. Todo imperialismo presupone una economía dinámica ávida de conquistar mercados por todos los medios posibles e imaginables, desde la guerra comercial a la guerra a secas, y un Estado fuerte. Sin embargo, la economía rusa está marcada por una productividad tres veces inferior a la de los principales países capitalistas y está corroída, como el propio Estado, por una corrupción galopante, heredada de un pasado tanto lejano como cercano y multiplicada por diez desde la caída de la URSS. […] En una palabra, su economía es demasiado débil para alimentar una verdadera empresa de conquista de mercados, que es el motor principal de todo imperialismo” (Marie, 2016, pp. 16-17).
De hecho, dicha posibilidad fue teorizada como un objetivo por figuras destacadas de la política exterior estadounidense como Zbigniew Brzezinski, quien en 1997 fantaseó con la “ampliación de la OTAN y la Unión Europea”, hasta incluir “entre 2005 y 2010, a Ucrania,” una “ampliación” acompañada por la partición de Rusia en tres estados títeres: “una Rusia europea, una república siberiana y una república del Lejano Oriente”. Este “sistema político descentralizado”, junto con una “economía de libre mercado”, habría supuestamente “liberado el potencial creativo del pueblo ruso y los vastos recursos naturales de Rusia”, abiertos de esta manera a las corporaciones estadounidenses (Brzezinski, 1997, pp. 54-56).
Sarah Wagenknecht, miembro del Bundestag por Die Linke desde 2009, denunció al gobierno alemán en un discurso en el Bundestag el 8 de septiembre de 2022 como “El gobierno más estúpido de Europa”, argumentando que su política actual se fija en Washington y diciendo: “¿Hacer grande a Estados Unidos otra vez? ('Make America great again'?) ¡Una estrategia costosa para un gobierno alemán!” (Bundestag, 2022, pp. 5428-5429).

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Gaido, D. (2023). Una visión alternativa del conflicto ucraniano: Stephen F. Cohen sobre los orígenes de la Nueva Guerra Fría. Forum. Revista Departamento de Ciencia Política, (24), 260–284. https://doi.org/10.15446/frdcp.n24.104498

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[1]
Gaido, D. 2023. Una visión alternativa del conflicto ucraniano: Stephen F. Cohen sobre los orígenes de la Nueva Guerra Fría. Forum. Revista Departamento de Ciencia Política. 24 (jul. 2023), 260–284. DOI:https://doi.org/10.15446/frdcp.n24.104498.

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(1)
Gaido, D. Una visión alternativa del conflicto ucraniano: Stephen F. Cohen sobre los orígenes de la Nueva Guerra Fría. forum. rev. dep. cienc. politica 2023, 260-284.

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GAIDO, D. Una visión alternativa del conflicto ucraniano: Stephen F. Cohen sobre los orígenes de la Nueva Guerra Fría. Forum. Revista Departamento de Ciencia Política, [S. l.], n. 24, p. 260–284, 2023. DOI: 10.15446/frdcp.n24.104498. Disponível em: https://revistas.unal.edu.co/index.php/forum/article/view/104498. Acesso em: 17 jul. 2024.

Chicago

Gaido, Daniel. 2023. «Una visión alternativa del conflicto ucraniano: Stephen F. Cohen sobre los orígenes de la Nueva Guerra Fría». Forum. Revista Departamento De Ciencia Política, n.º 24 (julio):260-84. https://doi.org/10.15446/frdcp.n24.104498.

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Gaido, D. (2023) «Una visión alternativa del conflicto ucraniano: Stephen F. Cohen sobre los orígenes de la Nueva Guerra Fría», Forum. Revista Departamento de Ciencia Política, (24), pp. 260–284. doi: 10.15446/frdcp.n24.104498.

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D. Gaido, «Una visión alternativa del conflicto ucraniano: Stephen F. Cohen sobre los orígenes de la Nueva Guerra Fría», forum. rev. dep. cienc. politica, n.º 24, pp. 260–284, jul. 2023.

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Gaido, D. «Una visión alternativa del conflicto ucraniano: Stephen F. Cohen sobre los orígenes de la Nueva Guerra Fría». Forum. Revista Departamento de Ciencia Política, n.º 24, julio de 2023, pp. 260-84, doi:10.15446/frdcp.n24.104498.

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Gaido, Daniel. «Una visión alternativa del conflicto ucraniano: Stephen F. Cohen sobre los orígenes de la Nueva Guerra Fría». Forum. Revista Departamento de Ciencia Política, no. 24 (julio 1, 2023): 260–284. Accedido julio 17, 2024. https://revistas.unal.edu.co/index.php/forum/article/view/104498.

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1.
Gaido D. Una visión alternativa del conflicto ucraniano: Stephen F. Cohen sobre los orígenes de la Nueva Guerra Fría. forum. rev. dep. cienc. politica [Internet]. 1 de julio de 2023 [citado 17 de julio de 2024];(24):260-84. Disponible en: https://revistas.unal.edu.co/index.php/forum/article/view/104498

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