Publicado

2023-07-01

Internet en el contexto de policrisis global

Internet in the Context of Global Polycrisis

Internet no contexto da policrise global

DOI:

https://doi.org/10.15446/frdcp.n24.106927

Palabras clave:

internet, Comunicación política, gobernanza, pandemia, Guerra (es)
Internet, Political communication, governance, pandemic, War (en)
internet, pandemia, guerra, governança, comunicação política (pt)

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Autores/as

Introducción

Después de la pandemia por la Covid-19 expertos reportan una desaceleración del crecimiento digital que puede ser la evidencia de que el mundo alcanzó su más alto nivel de conectividad: según estadísticas del Banco Mundial (1969-2021) 1 . Según datos reportados hasta el 22 de diciembre de 2022, cerca del 60 % de la población mundial usa internet. Estos datos coinciden con los de Hootsuite (2022), plataforma web y móvil para gestionar redes sociales por parte de personas u organizaciones, que genera datos de uso y apropiación de internet y redes sociales; esta empresa reporta un dato importante:

Ahora que la mayoría de la población mundial está conectada, sería estadísticamente imposible que las cifras siguieran creciendo indefinidamente al ritmo que vimos en 2020 y 2021. Además, el hecho de que estemos llegando a este punto de inflexión demuestra que la tecnología conectada ya es parte de la vida de la mayoría de las personas en el mundo. (Hootsuite, 2022)

Estos son indicadores del nivel de uso de la red, y si bien el dato es solo una dimensión de la expansión de la tecnología, abre la ventana a múltiples preguntas respecto a la complejidad de internet como entorno comunicativo: las plataformas, dispositivos, artefactos que en ella se mueven y la manera como las personas interactúan allí.

Dos hechos recientes, la pandemia por la Covid-19 y el conflicto en Ucrania, invitan a un análisis que conjugue la geopolítica y la comunicación política para comprender el papel de internet en el momento actual de permacrisis o policrisis, definido por el diccionario Collins (2022) como: “un período prolongado de inestabilidad e inseguridad, especialmente como resultado de una serie de eventos catastróficos”. Ambos procesos han dejado en evidencia que en un contexto de crisis las tecnologías de información y comunicaciones —incluido internet— son a la vez herramienta, escenario y recurso en disputa. Desde esa línea, el objetivo de este texto es darles una mirada a las consecuencias que el manejo de la información y comunicación en tiempo de crisis, por causa de la Covid-19 y el conflicto en Ucrania, ha tenido en el uso, apropiación y gobernanza de la red, así como su entorno.

La sociedad del riesgo

Los hechos recientes en el mundo han generado una inusitada consciencia colectiva de lo que es vivir en una sociedad en riesgo, en medio de la crisis y con la amenaza de otras nuevas. Siguiendo a Rivera-Berrío sobre el riesgo:

[…]es un concepto complejo que genera emociones como el miedo o el temor, que obliga a la toma de decisiones, que se constituye en el centro del conflicto y, en el contexto actual de los desarrollos tecnológicos, que se confunde entre la certeza y la incertidumbre. (2020, p. 69)

Es claro que al hablar de policrisis se asume un contexto global en el que se materializan varios riesgos a la vez, detonando crisis simultáneas como el que se vive hoy: La pandemia por la Covid-19 que deja más de 6 millones de víctimas mortales en todo el mundo y la evidencia de enormes brechas económicas y políticas entre regiones, continentes y países; la certeza de un ciclo recesivo en la economía global y sus consecuencias para el acceso a bienes básicos de buena parte de la población mundial: inflación, carestía e incapacidad de acceso a productos de la canasta básica; cifras respecto al cambio climático que dejan ver un impacto cada vez más grave del fenómeno frente a acciones insuficientes de los Estados y organizaciones empresariales directamente implicadas; el conflicto entre Rusia y Ucrania, en territorio europeo, considerado la confrontación más grave allí desde la guerra de los Balcanes, y que pone en escena la ruptura del orden internacional de la posguerra y la inoperancia —ya probada— del sistema internacional, construido en el mundo con base en la Organización de Naciones Unidas (ONU), abriendo la puerta a una guerra nuclear ante la imposibilidad de escenarios efectivos de negociación.

Frente a lo anterior, como sostiene Colomina (2022) “Llevamos años de desigualdades crecientes, pero ahora el modelo parece haber quebrado y, ante un cambio estructural tan profundo, los miedos y ansiedad se acumulan” (p. 13). En este contexto la comunicación es un factor que puede promover narrativas de cooperación, cuidado colectivo, anticipación y prevención de los efectos devastadores de la materialización de un riesgo; o, por el contrario, acentuar los impactos negativos de la(s) crisis, instalar la idea de no solución posible, o peor aún, ser ella misma el centro de otra crisis.

Gil (2013) manifiesta que el primer objetivo de la comunicación en crisis, ante una ruptura del equilibrio, consiste en buscar un freno que sirva para alcanzar el control de la información (p. 28). En medio de la puja por este control se enfrentan diferentes actores: el Estado, la ciudadanía, las organizaciones privadas, los individuos, todos tratando de posicionar su visión o marco de interpretación de la realidad ya que esto determina la comprensión de las causas, los efectos y las posibles soluciones. Por esta vía se comprende que la comunicación de riesgo y la comunicación de crisis sean hoy dos de las más importantes áreas de la comunicación política, y que cada vez hayan ido ganando relevancia, especialmente en las agendas académicas. En el libro comunicación política en Colombia: discursos prácticas y estéticas, Riorda (2017) analiza las cuatro canchas de la comunicación política: comunicación electoral, de gobierno, de crisis y de riesgo; señala que las dos últimas son las que más están captando interés: la de crisis, por su capacidad de transformar los sistemas políticos en corto plazo. La de riesgo, por su enorme potencial como campo autónomo y por su utilidad en el ejercicio de gobierno, en la búsqueda de cambiar hábitos o conductas de la ciudadanía (p. 19).

Información no es comunicación, pero es la información el principal insumo en los procesos comunicativos; sin embargo, las lógicas en torno a la información que han generado las crisis recientes encajan en lo que el filósofo norcoreano Han (2022) denomina Régimen de la Información: “la forma de dominio en la que la información y su procesamiento mediante algoritmos e inteligencia artificial determinan de modo decisivo los procesos sociales, económicos y políticos” (p. 9). En este panorama, internet es un actor central al funcionar como tecnología, plataforma y/o entorno estructurante del actual ecosistema comunicativo.

Internet en el ecosistema comunicativo global

La visión de la comunicación como ecología se inscribe en una amplia corriente investigativa y analítica sobre medios y comunicación, que busca reconocer la multiplicidad de tecnologías, actores y prácticas que intervienen en los procesos comunicativos (Treré, 2020). Va de la Teoría del medio de Marshall MacLuhan y Neil Postman hasta la ecología de medios de Félix Guattari, pasando por la mirada ecológica de la información de Bonni Nardi y Vicki O´Day y la ecología de la comunicación de David L. Atheid. Cada una de ellas propone énfasis, matices y metáforas. Resulta de gran utilidad para el presente análisis la perspectiva de las ecologías de la información que, para sus autores clave anteriormente mencionados, ponen en el centro las actividades humanas que se sirven de las tecnologías; captando las interrelaciones entre las herramientas, las personas y sus prácticas. Al respecto Treré (2020) enfatiza:

El enfoque de la ecología de la información contempla la red de relaciones, valores y motivaciones que entraña el uso de las tecnologías, por lo que resulta especialmente útil para analizar todos los matices inherentes a las múltiples interacciones, cambios y prácticas locales. Además, al igual que el enfoque de la Teoría del Medio, la perspectiva ecológica de la información es particularmente relevante para el concepto mismo de co-evolución, sobre todo para realizar análisis diacrónicos de la evolución de los medios, los actores y las prácticas. (p. 59)

Desde esta perspectiva es posible hacer un análisis de lo que pasa actualmente con internet más allá del reduccionismo tecnológico, acogiendo una mirada holística, que entiende sus dinámicas como el resultado de un cúmulo de experiencias e interacciones de los sujetos con otros medios y tecnologías anteriores: hoy por hoy no es posible, por ejemplo, entender el funcionamiento y las lógicas de la red sin asumir que el video, que llegó para quedarse con la televisión, se instaló en las prácticas comunicativas cotidianas como lenguaje base para las demás: YouTube, Facebook, Instagram, Tiktok tienen hoy el video como su más relevante unidad de comunicación.

Para esta perspectiva ecológica son constituyentes los individuos, las prácticas, los valores y las tecnologías, al respecto, es claro que internet es, o mejor, pone en escena, las principales tecnologías existentes. López-Rubioen su definición de internet ya ponía de manifiesto su naturaleza cambiante según necesidades tecnológicas emergentes:

Una red de comunicaciones o mejor dicho una red de telecomunicación de gran cobertura, que, igual que la red telefónica, millones de personas de todo el mundo utilizan diariamente para comunicarse entre sí. Está formada por un amplio conjunto de nodos interconectados a través de enlaces dedicados, con una topología irregular, que crece conforme se detectan nuevas necesidades y se van sumando nuevos recursos a esta red. (2002, p. 14)

Tras seis décadas de existencia, puede hablarse de diferentes generaciones de internet que representan en sí un entorno tecnológico distinto, que co-existen hoy en día y que fueron representando innovaciones y retos técnicos, normativos, de acceso y de alfabetización para su uso a medida que fueron apareciendo: inicialmente, con la llegada de las computadoras fue necesario poder conectarlas, el primer recurso fue la red de telefonía de voz existente; posteriormente, surge la necesidad de transmitir los datos generados por las computadoras, por lo que aparece la telemática o teleinformática que permite la transmisión de paquetes de datos por la red telefónica; sin embargo, era complicado armonizar los usos de información que circulaba por las redes análogas —voz y video— y los nuevos paquetes de datos. En ese momento la convergencia tecnológica se convierte en el interés de compañías y expertos. Consecuentemente, aparece la demanda para abrir el mercado e incluir el acceso a internet como un servicio al alcance de los hogares y las personas, esto último, abriendo la puerta para la llegada de la telefonía móvil. En las décadas recientes y siguiendo la línea de necesidades-respuestas, surge el interés por garantizar el acceso a zonas aisladas, ampliar las posibilidades de velocidad de acceso, la potencia de las antenas para garantizar mejor conexión y calidad, etcétera (López-Rubio, 2002, p. 20).

Actualmente, como lo indica la temática central del Mobile World Congress 2022, principal evento móvil del mundo, que reúne empresas internacionales de tecnología y comunicación, es la velocidad y la tecnología 5G el tema de agenda, conjugado con: “tecnologías inmersivas y la movilidad de próxima generación; la aceleración de la banca móvil; la evolución de las monedas digitales y su papel en las transacciones en la economía digital a nivel mundial; así como la expansión de las tecnologías digitales (Centro de Pensamiento Global, 2022).

Según el Informe Global sobre el Entorno Digital 2022 (Hootsuite, 2022), el 66,9 % de usuarios de internet se conecta desde un dispositivo móvil y un 59 % es usuario activo de redes sociales. La mayoría de personas que usan la red, invierten un promedio de 6 horas, 49 minutos diarios; el tiempo se distribuye especialmente en el uso de plataformas de televisión —3 horas, 25 minutos—, redes sociales —2 horas, 29 minutos—, noticias a través de plataformas de streaming o medios impresos —2 horas, 4 minutos—, transmisiones de radio —1 hora, 1 minuto—, podcast —58 minutos— o consolas de juego —1 hora, 11 minutos—.

Algo que de entrada puede inferirse es que la vida diaria de la población de hoy transcurre en una gran proporción en línea, y esto, sin duda, ha implicado transformaciones significativas del ecosistema comunicativo. Castells (1997) al hablar de la era de la información, planteaba que es un periodo histórico caracterizado por una revolución tecnológica centrada en las tecnologías digitales de información y comunicación, concomitante, pero no causante, con la emergencia de una estructura social en red, en todos los ámbitos de la actividad humana, y con la interdependencia global de dicha actividad. La dinámica en red representa un cambio en la naturaleza de las relaciones humanas: posibilidad de interconexión sin importar las distancias, opciones de articulación y trabajo descentralizado, cercanía sin necesidad de la presencialidad, acceso casi que inmediato a los datos, información propia y de los demás.

No cabe duda de las ventajas que ha ofrecido la red a los procesos de globalización de la información, se habla incluso de la emergencia de una opinión pública global gracias a este entorno tecnológico, que funciona, en palabras de Andrés Serbin: “estableciendo vínculos y creando redes que superan las fronteras nacionales, con el ánimo de generar asuntos regionales. Cada una de esas redes tiene su dinámica particular, su propia agenda y sus propias estrategias” (2004, p. 2). Más que nunca, hoy, cualquier individuo se siente vinculado a una aldea global de la que puede ser un agente activo. Pero también ha emergido un entorno de sobreinformación e hiperconexión. Han habla de régimen de la información y sostiene que:

[…] las personas ya no son espectadores pasivos que se rinden a la diversión. Todas ellas son emisores activos. Están constantemente produciendo y consumiendo información. El frenesí comunicativo, que ahora adopta formas adictivas y compulsivas, atrapa a las personas en una nueva inmadurez. La forma de sometimiento del régimen de la información es: nos comunicamos hasta morir. (2022, p. 32)

Dos eventos recientes, de impacto global, han generado escenarios propicios para comprender los efectos de ese régimen de la información en contextos críticos de materialización de riesgos de proporciones catastróficas: la pandemia por la Covid-19 y el conflicto entre Rusia y Ucrania; a continuación se analiza en detalle cada uno de estos acontecimientos.

Pandemia e infodemia en el régimen de la información

En diciembre de 2019 la Comisión Municipal de Salud de Wuhan —provincia de Hubei, China— notificó un conjunto de casos de neumonía en la ciudad; días después se determinó que fueron causados por un nuevo coronavirus 2 . El 30 de enero de 2020, luego de varias reuniones, el Comité de Emergencias de la Organización Mundial de la Salud (OMS) señala que el brote constituye una emergencia de salud pública de importancia internacional (ESPII) y se genera una declaración oficial al respecto. En ese momento se registraban 7.818 casos confirmados en todo el mundo, la mayoría de ellos en China, 82 en otros 18 países. La OMS evalúa el riesgo en China como muy alto y el riesgo mundial como alto (Organización Mundial de la Salud, 2020a). El 11 de marzo de 2020, la OMS determina en su evaluación que la Covid-19 puede caracterizarse como una pandemia. De manera recurrente y exponencial empiezan a registrarse casos en diferentes lugares del mundo y se abre un amplio repertorio de acciones para la gestión de la crisis que emerge, producto de la velocidad de expansión del virus y las disímiles capacidades de respuesta de los gobiernos y sus sistemas de salud. Las autoridades locales, regionales, supranacionales y mundiales en materia de salud, empresas farmacéuticas, gobiernos y ciudadanía enfrentan una situación de salud pública inédita. El 2020 finaliza con 83 773 007 casos totales, 1 901 671 muertes 3 , un porcentaje alto del planeta en confinamientos, el tapabocas y gel antibacterial como herramientas fundamentales para luchar contra el virus y la carrera contra reloj por desarrollar y distribuir ágil y equitativamente vacunas.

En el proceso de lucha contra el virus surgieron diferentes escenarios de pugnas simbólicas y materiales de poder. Se dieron, por ejemplo, enormes contrastes en las acciones de los gobiernos nacionales frente a la contención del virus: Corea del Sur destacó por su eficiente gestión inicial de la pandemia, previsible en un país que ya había padecido virus anteriores como el Respiratorio de Oriente Medio (MERS) y contaba con una infraestructura de base, protocolos eficientes, información suficiente de la población y canales de comunicación de emergencia (Covid-19: los 5 pasos clave que han dado los países más exitosos a la hora de contener la pandemia, 2021). Suecia implementó acciones inicialmente polémicas, sin tapabocas obligatorio, sin confinamiento y sin cierre de restaurantes o escuelas, basándose principalmente en la responsabilidad individual, el distanciamiento social y la generalización del teletrabajo (El plan de Suecia para controlar la pandemia: ¿una excepción de éxito o descontrol?, 2021). Por su parte, y en contraste, en Estados Unidos y Brasil la pandemia se encontró con presidentes negacionistas de la existencia y magnitud del virus, Donal Trump y Jair Bolsonaro, respectivamente, quienes promovieron una respuesta débil o escasa, llegando a tener en algún momento los picos más altos de casos y muertes, ubicándose entre los cinco países con más muertes totales hasta 2022.

La validación de la primera vacuna experimental por parte de la OMS el 31 de diciembre de 2020, le dio paso a otro de los escenarios de disputa más complejos. Comirnaty de ARN mensajero contra la Covid-19 del laboratorio Pfizer/BioNTech fue la primera vacuna autorizada para uso experimental y junto a su validación, la OMS hace público un llamado por el acceso mundial equitativo, previendo un escenario desigual de acceso. La subdirectora general de la OMS para el acceso a medicamentos y productos sanitarios Mariângela Simão, declaró entonces: “con todo, deseo recalcar la necesidad de que se haga un esfuerzo aún mayor a nivel mundial para que el suministro sea suficiente y puedan satisfacerse las necesidades de la población prioritaria en todos los lugares del mundo” (Organización Mundial de la Salud, 2020b). El proceso de investigación, producción, negociación, venta, distribución y suministro de las vacunas a la población dejó en evidencia el desigual acceso que tienen los países a estos recursos escasos en tiempo de crisis: primaron las leyes del mercado, el peso de las ofertas económicas de los Estados o grupos de Estados más ricos y poderosos, a la hora de definir prioridades. El mecanismo Covax (Fondo de Acceso Global para Vacunas Covid 19) 4 , quedó desdibujado en sus objetivos ante fuerzas individuales o de bloques de países que menguaron la posibilidad de un esfuerzo colaborativo global.

El campo de la información fue otro de los espacios de disputa más complicados, como suele serlo en los escenarios de crisis. Ya se había anunciado desde diferentes sectores la existencia del riesgo de pandemia 5 , pero era un tema manejado en círculos de expertos en epidemiología o avanzados en prospectiva, marginal para un espectro amplio de la opinión pública. Con el advenimiento de la crisis sanitaria la comunicación y los flujos de información pusieron a prueba a los gobiernos, los sistemas y profesionales de la salud, los medios de comunicación y la opinión pública en general. En un momento en el que información clara, precisa y pertinente puede salvar vidas, la desconexión, el desconocimiento, el escepticismo, la información insuficiente o confusa y las fake news 6 generaron un gran caos. El entonces director de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus acuñó un término para nombrar esta situación, al mencionar que el mundo no solo estaba haciendo frente a una pandemia sino a una infodemia; Rosa María González, consejera regional de Comunicación e Información para América Latina y el Caribe de la Organización de las Naciones Unidas para la Cultura, las Ciencias y la Educación (UNESCO), anota sobre la infodemia que es:

[…]un fenómeno también antiquísimo pero que, de manera muy particular y potente, ha acompañado a la pandemia de COVID-19 con datos erróneos, discursos de odio e incluso desestabilización de procesos electorales, ocasionando confusión, temor y polarización en todo el mundo. Y, en los casos más graves, hasta la muerte de personas que creyeron en contenidos falsos y tomaron decisiones equivocadas. Las consecuencias que hemos visto han generado una preocupación legítima y un intenso debate a nivel mundial. (UNESCO, 2022, p. 12)

Por solo mencionar un par de ejemplos, vale la pena recordar a Donald Trump, presidente de los Estados Unidos durante el momento más crítico de la pandemia, quien sugirió inyectar desinfectante para intentar combatir el coronavirus o exponer el interior de los tejidos humanos a luz ultravioleta (Pérez, 2020). El diario Los Angeles Times en un especial sobre el tema, publicado en abril de 2021, señala como evidencia de las teorías conspirativas y sus consecuencias:

En enero, activistas contrarios a las vacunas forzaron el cierre del centro de vacunaciones instalado en el estadio de los Dodgers en Los Ángeles por un día. En Europa, decenas de torres que transmiten las señales de los teléfonos celulares fueron quemadas por la afirmación falsa de que las señales de tecnología 5G estaban infectando a la gente. En otros sitios, un farmaceuta destruyó dosis de vacunas contra el COVID, personal médico fue agredido y cientos de personas murieron tras ingerir toxinas presentadas como una cura, todo esto debido a falsedades sobre el COVID-19. (Klepper, 2021)

Lo grave de la circulación de noticias falsas y teorías conspirativas es que consiguieron movilizar la acción ciudadana en contravía de las medidas básicas de autocuidado y protección colectiva. Expertos consultados por Los Angeles Times (Klepper, 2021), señalan que las teorías conspirativas buscan explicar eventos complejos, en los que cuesta aceptar la verdad, y generalmente proliferan después de grandes eventos, como el alunizaje, los ataques del 11 de septiembre de 2001 o el asesinato de John F. Kennedy. Añaden además, que existe una relación entre la creencia en falsedades en torno a la Covid-19 y la dependencia de las redes sociales como fuente informativa.

Este último tema se vio agravado por las dinámicas que trajo la pandemia: el confinamiento, estricto o flexible, modificó entre otras actividades y conductas el uso de internet, pues las actividades cotidianas relativas al trabajo, el estudio y el ocio debieron migrar casi que completamente a la red. La estructura del mercado se transformó, entre otras cosas, porque los operadores migraron un gran porcentaje del servicio del uso corporativo o empresarial al doméstico, así como los gobiernos se vieron en la obligación de invertir en infraestructura para garantizar el acceso a información y procesos básicos de la administración pública desde los hogares.

Un estudio de la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT) (2021), el organismo especializado de ONU para las tecnologías de la información y las comunicaciones, muestra que el número de usuarios de internet en el mundo aumentó a 4.900 millones de personas en 2021, creciendo un 19,51 % frente al número que había en 2019, antes de que estallara la pandemia de Covid-19 (p. 1). Por su parte, el Digital Use Reporte 2021 (Hootsuite, 2021) señala un aumento en el uso de la red desde dispositivos móviles. Las principales actividades en línea, exceptuando de la lista la conexión por trabajo o estudio, fueron: ver videos (90,6 %), escuchar música en línea a través de servicios de streaming (73,2 %), ver video blogs (51,4 %), escuchar estaciones de radio en línea (47,1 %), escuchar o ver podcast (44,1 %).

Adicionalmente, aumentaron en un 13,2 % los usuarios de redes sociales entre enero de 2020 y la misma fecha de 2021. Las redes más usadas fueron Facebook, YouTube, WhatsApp, Facebook Messenger e Instagram. Las principales razones por las cuales las personas usaron redes sociales fueron: mantenerse al día sobre noticias y eventos de actualidad (36,5 %), encontrar contenido divertido o de entretenimiento (35 %), ocupar el tiempo libre (34,4 %), mantenerse al tanto de lo que hacen los amigos (33 %), compartir fotos y videos con otras personas (27,9 %), buscar productos para comprar (27,5 %), redes de contacto con otras personas (26,8 %), porque mis amigos están en ellas (25,1 %), compartir mi opinión (23,4 %).

En este contexto de uso de internet y consumo de la información, la OMS debió generar una estrategia para sensibilizar sobre la información errónea en torno a la Covid-19 y motivar a las personas a señalar los contenidos falsos o engañosos publicados en línea. Inicialmente se desplegó una campaña estratégica con el Gobierno del Reino Unido, buscando que las personas consultaran fuentes de confianza como la OMS y las autoridades sanitarias nacionales; posteriormente, la estrategia buscó la identificación y notificación proactiva de información potencialmente errónea o engañosa, como parte de los esfuerzos de la OMS por hacer frente a la información inexacta y perjudicial 7 .

Más allá de las teorías conspirativas, es claro que este contexto fue también aprovechado por diferentes agentes políticos y económicos para hacerse a la información, datos, y control de la ciudadanía. En la edición 2020 de Freedom on the Net que monitorea el estado de la libertad en internet en 65 países del mundo, se evidencia cómo la pandemia facilitó procesos de control extremo a las libertades e incluso vulneración de derechos humanos por parte de los gobiernos. Dice el informe que son tres las tendencias que marcaron un año especialmente sombrío para la libertad en internet: los líderes políticos utilizaron la pandemia como pretexto para limitar el acceso a la información; las autoridades citaron Covid-19 para justificar la ampliación de poderes de vigilancia y el despliegue de nuevas tecnologías que antes se consideraban demasiado intrusivas; y el fenómeno de la “fragmentación” de internet en una carrera hacia la “cibersoberanía”, con cada gobierno imponiendo sus propias regulaciones, restringiendo el flujo de información a sus fronteras nacionales (Freedom House, 2020, p. 2).

El e-comerce también tuvo aumentos considerables durante la pandemia, principalmente el relativo a comida y cuidado personal que creció un 41 %, le siguió ropa y belleza con 27 %, música digital 26 %; juegos, bricolaje y pasatiempos, 25 %. El valor total del mercado de comercio electrónico de bienes de consumo fue de 2,44 trillones de dólares (Hootsuite, 2021, p. 234). Este punto permite destacar que estos cambios en el entorno comunicativo tuvieron un efecto en la economía global: Amazon finalizó 2021 con un beneficio neto de 30 694 millones de euros, un 21,7 % más que el año anterior (Bergaño, 2022). En términos de ganancias ese año, le siguieron los gigantes tecnológicos Microsoft, Apple, Tesla, Tencent, Facebook, Nvidia, Albhabet y Paypal.

Sin duda, la pandemia significó la consolidación de tendencias que ya venían marcándose en el ecosistema comunicativo, con internet al centro: las brechas de acceso, los controles de los gobiernos, la concentración de la propiedad y la riqueza de las empresas de tecnología, la hiperconexión y la infodemia.

Conflicto Rusia - Ucrania: internet en el repertorio de las nuevas guerras

Para entender el conflicto entre Rusia y Ucrania es necesario resaltar el pasado común y la pervivencia de hilos comunicantes geográficos, culturales y sociales entre las dos naciones, conformadas por pueblos eslavos, que se remontan siglos atrás: “para los eslavos orientales, que constan de varias ramas, Kiev se asocia históricamente con la imagen de la Madre Rusia” (Gintsburg, 2022). Rusia y Ucrania han compartido una frontera geográfica de aproximadamente 2295.04 km (1974.04 km terrestres y 321 km marítimos); en Ucrania, el idioma oficial es el ucraniano, pero según el censo de 2001, un 30 % de habitantes declaró que su idioma era el ruso; además, la mayoría de los ucranianoparlantes hablan el ruso como segunda lengua.

Desde 2014, cuando se da una de las más fuertes confrontaciones recientes, ambos países han estado en constante disputa luego de que Rusia se anexara la península de Crimea, en el norte del Mar Negro; zona de gran importancia para los pueblos en disputa porque, como sostiene el internacionalista Gustavo Soto (2022), en el programa radial Zoom al mundo:

[…]permite proyectar el pueblo de Rusia hacia la península de Anatolia (Turquía), el Mediterráneo oriental y eventualmente, juntándolo con su expansión por el Caucaso norte, con el medio oriente. Hay que recordar que esa península permite a Rusia adentrarse en el Mar Negro que históricamente ha sido un mar en el que han confluido, en su momento, el imperio turco otomano y por otro lado el imperio ruso.

En diferentes momentos la península de Crimea ha sido el elemento central de las relaciones rusoucranianas junto a las regiones fronterizas de Donetsk, Lugansk, Jerson y Zaporiyia; Crimea hizo parte de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) como parte integrante de la República Socialista de Rusia, pero en 1954 Nikita Jrushchov, dirigente de la Unión Soviética durante buena parte de la Guerra Fría, trasladó el control de Crimea a la República Socialista de Ucrania, situación que se mantuvo incluso luego de la disolución de la URSS. Rusia logró un acuerdo con Ucrania para la administración de la base naval de Sebastopol allí ubicada, pero es claro que nunca renunció a tener soberanía en este territorio que cuenta con un amplio número de habitantes rusos (Soto, 2022).

Por medio de una consulta en el parlamento unicameral de la República Autónoma de Crimea en 2014, luego de las llamadas protestas del Euromaidan 8 , la zona pasó a ser territorio ruso; también este año Donetsk y Lugansk iniciaron procesos para declarar sus independencias de Ucrania. Este episodio reavivó disputas históricas e intensificó la injerencia rusa en la política ucraniana, donde las tendencias anti o prorrusa determinaron decisiones relevantes posteriores en el campo electoral y de política exterior: temas como impulsar o no el ingreso a la Unión Europea (UE) y a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) , pasaron al centro del debate de las agendas presidenciales subsiguientes, siendo ítems sustanciales en la relación bilateral y la estabilidad de toda Europa. Mantener al gobierno ucraniano afín a los intereses rusos le garantizaba a Vlamadir Putin, en el poder como presidente ruso desde 1999, contener la amenaza que significa que tropas de la OTAN puedan hacer ejercicios militares cerca de su frontera, instalar misiles, influir sobre Bielorrusia —aliado de Rusia de tiempo atrás—, la región separatista de Transnistria o la misma Crimea (Soto, 2022).

Consecuente con las diferencias históricas, los recientes presidentes ucranianos se alinearon de uno u otro lado, dejando una marcada polarización en el país y al mundo entero en una permanente incertidumbre: Víktor Yúshchenko (2005-2010) se mostró proeuropeo y pro OTAN, Viktor Yanukóvich (2010-2014) proruso y Petró Poroshenko (2014-2019) proeuropeo (Gintsburg, 2022). La llegada de Volodímir Zelenski como presidente en 2019, representó en su momento una propuesta alternativa que consideraba entablar un diálogo con las autoridades rusas, incluido el presidente Vladímir Putin; poner fin a la guerra contra los separatistas prorrusos; abogar por la recuperación de los territorios perdidos —Donetsk y Lugansk— e incluso Crimea, sin emplear la fuerza. Se mostraba partidario de la integración europea y mencionaba la necesidad de un referendo para decidir si efectivamente aspiraría a hacer parte de la OTAN (Mañueco, 2019). Evidentemente, con el advenimiento del ataque ruso y sus consecuencias, las decisiones del mandatario están más cercanas a occidente y propenden por un ingreso expedito de su país a la Unión Europea y la OTAN.

Por todo lo anterior, los episodios iniciados el 23 de febrero de 2022 se inscriben en un continuo de acciones en el que ambos Estados han puesto todos sus esfuerzos y recursos disponibles; fue calificado inicialmente, en la declaración del Secretario General de la ONU António Guterres del 24 de febrero de 2022, como una ofensiva militar de la Federación de Rusia contraria a la Carta de Naciones Unidas, allí se recordó que el uso de la fuerza por parte de un país contra otro es la negación de los principios que todo país se ha comprometido a defender (Organización de las Naciones Unidas, 2022, p. 1).

Para analistas como Patiño-Villa (2022) lo que se dio fue un delito de agresión internacional por parte de Rusia, que cae posteriormente en actos que pueden ser considerados crímenes contra la humanidad, entre ellos el genocidio. Es clara, además, una profunda disparidad en la confrontación al ser Rusia una potencia mundial en términos poblacionales y de inversión en defensa, contra Ucrania, uno de los países más pobres de Europa 9 . Al cierre de 2022, cuando se cumplían diez meses del inicio del conflicto, las cifras daban cuenta de la magnitud de los estragos: oficialmente 6.702 civiles muertos; 10.321 heridos, entre ellos 419 niños; más de 14 millones de personas desplazadas por la fuerza de sus hogares, incluidos 6,5 millones de desplazados internos en Ucrania, y los más de 7,8 millones de refugiados, registrados en toda Europa 10 . Es necesario aclarar que se presume un número mayor de víctimas debido al subregistro por la dificultad para acceder a ciertas zonas y la imposibilidad de contrastar o validar algunos datos.

Como ha de esperarse en medio de un conflicto internacional, el manejo de la información ha sido un arma de guerra indispensable, ambos países han identificado su control como parte fundamental del repertorio de la confrontación o teatro de la guerra, lo cual nos introduce de lleno en la importancia que en el contexto de las nuevas guerras tienen las tecnologías de la información y las comunicaciones, sus plataformas, dispositivos y los comportamientos de las personas que las usan.

El periodista Corral-Hernández (2022) hizo un riguroso compendio de las acciones de ambos Estados y de la UE al respecto. Destaca como acciones del lado ruso —quien atacó—, el despliegue de una “guerra no lineal”, denominación de los mismos rusos, que incluye no solo el envío de tropas sino también ciberataques, amenazas híbridas, la divulgación masiva de propaganda y desinformación contra objetivos como los medios de comunicación ucranianos, los propios o extranjeros. El gobierno empieza por prohibir referirse a los hechos con palabras como guerra, ataque o invasión y continúa con la instauración de un “telón de acero informativo” exigiendo a los medios en territorio ruso publicar únicamente datos e información proporcionados por fuentes estatales oficiales, con expedición, además, de un grupo de normas que afectan directamente la libertad de expresión e incluso modifican el código penal, bajo el control de Roskomnadzor, el Servicio Federal de Supervisión en el Ámbito de las Comunicaciones, las Tecnologías de la Información y los Medios de Comunicación en Rusia. Señala el periodista especializado Corral-Hernández que:

También se ha restringido el acceso a plataformas digitales como Twitter o Facebook/Meta y, ante el temor de ser acusados de publicar “información falsa” o no autorizada y tener que enfrentar fuertes sanciones económicas o de prisión, son notables los cierres de medios locales, entre otros Echo Moscow, MediaZona o Novaya Gazeta, cuyo redactor jefe es el Premio Nobel de la Paz Dmitry Muratov. (2022, p. 8)

Diferentes empresas de tecnología han abandonado territorio ruso, Apple, Google, Spotify no están disponibles en línea y han cerrado sus oficinas. Es necesario mencionar también que ante el bloqueo de sitios web por parte de los reguladores o el sistema judicial, se están creando espejos para que todos los medios de comunicación censurados, puedan seguir produciendo contenidos; también ha aumentado en Rusia el uso de redes privadas virtuales (VPN) que permiten aumentar la protección frente a intrusos mientras se navega y superar restricciones territoriales de las autoridades a las redes sociales o medios de comunicación extranjeros. Se accede a ellas con la aplicación Psiphon o el navegador Tor (Corral-Hernández, 2022, p. 12).

Por su parte, Ucrania, como reacción al ataque, dentro de las primeros 14 normas para hacer frente a los hechos, expide dos relacionadas con la responsabilidad por las amenazas e insultos a los militares y sus familias y a la producción y difusión de material informativo relevante: se penaliza justificar o legitimar la agresión, y que los hechos sean calificados como guerra civil o conflicto interno (Corral-Hernández, 2022, p. 3). Se destacan las acciones de trabajo colaborativo de los diferentes medios de comunicación en territorio ucraniano que pese a recibir ataques directos que destruyeron buena parte de las instalaciones e infraestructuras, e incluso cobraron la vida a varios profesionales ucranianos y extranjeros 11 , han garantizado la emisión de contenidos a través de turnos de producción y emisión. En medio de este contexto, la plataforma de mensajería Telegram y la de telefonía y mensajería Viber, se han convertido en piezas clave de comunicación, que incluso se usan para enviar alertas de posibles bombardeos (Corral-Hernández, 2022, p. 4).

Para Freedom on the net, Rusia es el país que evidencia una mayor reducción de libertar en internet en 2022, ubicándose en el puesto 23 de su ranking global, donde 1 es menos libre y 100 más libre (Ucrania ocupa el puesto 59); siendo además responsable de acciones que repercutieron en la libertad de internet en Ucrania (Freedom House, 2023, p. 5).

Es importante hacer una revisión a las medidas adoptadas por la UE en materia de regulación de plataformas en internet, en medio de la guerra, por los impactos inmediatos en el ecosistema comunicativo europeo que muy seguramente se expandirán a otros contextos. En octubre de 2022, Elon Musk, empresario tecnológico, hizo pública a través de redes sociales su incapacidad de seguir financiando “indefinidamente” el servicio de internet Starlink en Ucrania 12 , soportado por satélites de su propiedad y puesto al servicio de Ucrania semanas después del inicio de la invasión rusa; la alternativa del magnate es que Estados Unidos de América y la Unión Europea se hagan cargo de los costos o que hagan donaciones a Starlink para áreas que necesitan internet en el mundo. Según informó el portal Euronews (2022) la opción de pagar es contemplada como viable por países miembros de la UE con el fin de que el suministro de un servicio básico en las condiciones evidenciadas, no esté en manos de una sola empresa y persona.

Es también relevante revisar la Ley de Servicios Digitales (DSA) aprobada por el Consejo y el Parlamento Europeo el 15 de septiembre de 2022, que busca proteger el espacio digital contra la difusión de contenidos ilegales y asegurar la protección de los derechos fundamentales de los usuarios. Esta ley define responsabilidades claras para los proveedores de servicios intermediarios, como redes sociales, mercados en línea, grandes plataformas en línea (VLOP) y grandes motores de búsqueda en línea (VLOSE). Las reglas están diseñadas de manera equitativa: los servicios intermediarios más grandes con un impacto social significativo (VLOP y VLOSE) están sujetos a reglas más estrictas.

Entre otras cosas, la DSA establece obligaciones especiales para los mercados en línea a fin de combatir la venta en línea de productos y servicios ilegales; introduce medidas para contrarrestar el contenido ilegal en línea y obligaciones para las plataformas en el respeto de los derechos fundamentales; busca proteger de mejor manera a los menores de edad al prohibir que las plataformas utilicen publicidad dirigida basada en el uso de sus datos personales; impone límites en la presentación de publicidad y en el uso de datos personales confidenciales para publicidad dirigida, incluidos el género, la raza y la religión; prohíbe las interfaces engañosas conocidas como “patrones oscuros” y las prácticas destinadas a engañar.

A partir de las medidas establecidas, se deberá ofrecer a los usuarios un sistema de recomendación de contenidos no basado en perfiles; analizar los riesgos sistémicos que generan, especialmente aquellos relacionados con la difusión de contenidos ilegales, los efectos negativos sobre los derechos fundamentales, sobre los procesos electorales y sobre la violencia de género o la salud mental. También se estableció un mecanismo de crisis, en el contexto de la agresión rusa en Ucrania y el impacto particular en la manipulación de la información en línea, evidenciado en ella, que permitirá analizar el impacto de las actividades de las plataformas en línea de gran tamaño y los motores de búsqueda de gran tamaño —conocidos por sus siglas en inglés como VLOP y VLOSE, respectivamente— en la crisis en cuestión, y decidir rápidamente sobre medidas proporcionadas y efectivas para garantizar el respeto de los derechos fundamentales (Tarradellas-Espuny, 2022).

La ley parece necesaria y útil debido a las demandas apremiantes para controlar la difusión de la información en el contexto de la guerra, pero pretende regular cuestiones básicas del uso y acceso a internet, de los derechos de la ciudadanía en materia de acceso, uso, pedagogía de las tecnologías allí presentes, que será vigente en tiempo de paz o de guerra, sin haber generado una discusión amplia, con participación ciudadana suficiente, sin seguir el conducto regular en los sistemas democráticos. Para comprender el alcance que pretende esta normativa, Jozef Síkela, Ministro de Industria y Comercio de la República Checa señaló que esta ley tiene el potencial de convertirse en el “estándar de oro” para otros reguladores en el mundo, ya que define nuevos parámetros para un entorno en línea más seguro y responsable, marcando otros lineamientos en relación con plataformas en línea, usuarios y reguladores en la UE y más allá (Euronews, 2022).

Consideraciones finales

La policrisis y lo que se prevé para los años siguientes exige de los gobiernos, las organizaciones públicas y privadas, la sociedad civil y la ciudadanía en general, toma de consciencia frente a ser responsables individual y colectivamente de la información que se consume, se genera y se comparte; el objetivo: procesos comunicativos más claros, expeditos y suficientes en vía de lograr las mejores soluciones posibles a los conflictos emergentes. En esto vale la pena reconocer el lugar de cada actor en el ecosistema comunicativo, su peso específico allí y la capacidad de influir en los demás. Una comunicación efectiva en tiempo de crisis no puede profundizar el caos generando ruido, profundizando los antagonismos y rompiendo los espacios de diálogo con ese que piensa distinto o se ubica en el otro lado del espectro, en la dimensión que sea: política, religiosa o cultural.

Miriam Lewin, defensora del público de servicios de comunicación audiovisual en Argentina, refiriéndose al tema anotó:

El ecosistema de la comunicación ha cambiado tanto que ahora necesitamos una brújula para navegarlo, para evitar la confusión, para eludir un rumbo equivocado que nos haga naufragar. No solo para prevenir los daños potenciales de aquello que recibimos, sino también para saber generar contenidos, esa increíble ventaja que nos da lo digital a todos los ciudadanos y ciudadanas, y que tenemos que usar con responsabilidad y conciencia. (UNESCO, 2022, p. 17)

Una reflexión que el mundo debería estar haciendo es qué papel va a cumplir internet en una fase de transición hacia un nuevo orden mundial y qué debería pasar para que la red haga parte de un orden multipolar, equilibrado y colaborativo que garantice verdadera convivencia pacífica global.

Internet es una herramienta indispensable para la mayoría de las personas que habitan hoy el planeta pero sus dinámicas actuales de acceso, uso, regulación, están favoreciendo el sostenimiento de brechas estructurales de: exclusión, segregación, concentración de riqueza y poder real, esto es mucho más preocupante en contextos críticos porque las brechas de acceso desconectan a un amplio espectro de personas de esta red, sus beneficios, discusiones y toma de decisiones. Además, que casi el 62 % de la población del mundo esté conectada, no implica que sea en igualdad de condiciones de calidad, conocimiento y responsabilidad; en esto, la pedagógica digital en clave de formación política para la apropiación de la red, es una tarea constante, que además, de cara a las dinámicas contemporáneas, necesita enfoques de género, generacional, étnico, etcétera.

Ese cierre de brechas digitales debe ser una prioridad y una responsabilidad compartida, a escala global, entre dirigentes sociales y políticos, sociedad civil, empresas prestadoras de servicios, veedurías ciudadanas, etcétera. La policrisis pone de frente la configuración de un nuevo orden internacional, no es posible avizorar cómo será, pero, sea cual sea su estructura, deberá ocuparse de generar un sistema de pesos y contrapesos que instaure una verdadera gobernanza de internet 13 que promueva la toma de decisiones que contengan el indiscutible poder que existe en la red, sus tecnologías, plataformas y dispositivos. Esto debe ser un ejercicio concertado, regulado y respetado por los implicados, preferiblemente construido en tiempos de calma o al menos en uno en que la mayor cantidad de actores puedan participar, en aras de darle legitimidad; solo esto garantizará que los tiempos de crisis —pandemia, guerra, hambruna— cuenten con una estructura básica que proteja la comunicación a través de internet y los derechos fundamentales de las personas que lo necesitan y que antes de usuarias son ciudadanas.

Urge fortalecer una opinión pública global, con acceso a información de calidad para la toma de decisiones, consciente de la importancia de su participación, activa monitoreando las decisiones de los gobiernos y exigiendo no solo el respeto de las libertades individuales sino también transparencia a la hora de regular la red; exigiendo responsabilidad y mayor compromiso a las empresas privadas, y formando ciudadanías digitales activas en línea y fuera de ella; que pongan en el centro de los debates nacionales, supranacionales y globales el acceso a una comunicación en vía democrática y a internet como un derecho fundamental.

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Notas

Este artículo es producto de las notas de clase del curso Comunicación Política, ofrecida en 2022 a estudiantes de pregrado en Ciencia Política de la Universidad Nacional de Colombia Sede Medellín, donde se analizó el contexto de crisis mundial en varios espacios de observatorio internacional como metodología de trabajo en el aula.
Magíster en Ciencia Política por la Universidad de Antioquia, Colombia. Profesora de la Universidad Nacional de Colombia, Sede Medellín. Correo electrónico: dgomez@unal.edu.co https://orcid.org/0000-0003-0827-0067
Con cifras de la Unión Internacional de Telecomunicaciones, Informe sobre el Desarrollo Mundial de las Telecomunicaciones/TIC y base de datos. Estima personas que han usado internet en los últimos tres meses, desde cualquier lugar o dispositivo —computadora, teléfono móvil, asistente digital personal, máquina de juegos, TV digital, etcétera—.
Los coronavirus son, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), una amplia familia de virus que pueden causar diversas afecciones, desde el resfriado común hasta enfermedades más graves, como ocurre con el coronavirus causante del síndrome respiratorio de Oriente Medio (MERS-CoV) y el que ocasiona el síndrome respiratorio agudo severo (SRAS-CoV). Consultar en: https://www.paho.org/es/temas/coronavirus
Datos del sitio oficial de estadísticas sobre Covid-19 creado por Google como una estrategia contra la desinformación sobre el tema. Disponible en: https://news.google.com/covid19/map?hl=es-419&gl=CO&ceid=CO%3Aes-419&mid=%2Fm%2F07ssc
Fue propuesto por entidades públicas y privadas para garantizar dosis de vacunas para al menos el 20 % de la población de los países, proveer una cartera de vacunas diversificada y gestionada activamente, entregar las vacunas tan pronto como estuvieran disponibles, poner fin a la fase aguda de la pandemia y reconstruir las economías (Organización Mundial de la Salud, s.f.).
En octubre de 2019 se hace pública una alerta emitida por The Global Preparedness Monitoring Board (GPMB), conformado por un grupo de expertos de la OMS y el Banco Mundial quienes luego de analizar las infraestructuras, el dinero disponible para emergencias, el número de profesionales capacitados para solucionarlas y los mecanismos de coordinación entre países, alertan que “el espectro de una urgencia sanitaria global se vislumbra en el horizonte” (Peiró, 2019).
Elegida como la palabra del año en 2017 por el diccionario de Oxford, hace referencia a información falsa, a menudo sensacionalista, difundida bajo la apariencia de reportaje noticioso. Consultar en: https://www.collinsdictionary.com/es/diccionario/ingles/fake-news
La campaña se denominó Stop the Spread, referencias sobre esta campaña y otras acciones de la OMS al respecto, pueden consultarse aquí: https://www.who.int/es/campaigns/connecting-the-world-to-combat-coronavirus/how-to-report-misinformation-online
Hace referencia a un proceso de movilización social iniciado en Ucrania a finales de 2013, cuando el entonces presidente Víktor Yanukóvich suspendió la firma del Acuerdo de Asociación con la Unión Europea y miles de ciudadanos se movilizaron en la capital ucraniana en contra de esta decisión, generando una fuerte respuesta del gobierno. Posteriormente y como consecuencia de estos resquemores internos, se desata una fuerte tendencia separatista en el este de Ucrania, aprovechada por el gobierno ruso para iniciar una confrontación por los territorios limítrofes, especialmente Crimea, Donetsk y Lugansk, estos dos últimos finalmente anexados a territorio ruso en 2022, luego de referendos express en plena invasión y ante el descrédito de la mayoría de Estados y organismos internacionales.
Rusia contaba en 2020 con 141 944 641 habitantes, un PIB nacional de $1.64 billones de dólares y un gasto en defensa para el mismo año de $48 200 millones de dólares. Por su parte, Ucrania registraba una población de 43 964.969, un PIB nacional de $150 mil millones de dólares y gastos en defensa que no superaban los $3.830 millones de dólares (Patiño-Villa, 2022).
Cifras presentadas por Martin Griffiths, coordinador de la ONU para la Ayuda Humanitaria y de Emergencia, ante el Consejo de Seguridad de la ONU el 6 de diciembre de 2022 (Organización de Naciones Unidas, 2022) y que sirven para catalogar esta invasión como uno de los conflictos más violentos en territorio europeo después de la guerra de Los Balcanes.
La Unesco reportó la muerte de 10 periodistas y trabajadores de medios de comunicación desde el inicio del conflicto y en desarrollo de labores informativas: Frédéric Leclerc-Imhoff, reportero francés; Roman Nezhyborets, técnico de video ucraniano, Zoreslav Zamoysky periodista ucraniano, Mantas Kvedaravicius, documentalista lituano; Maksim Levin, fotógrafo y camarógrafo ucraniano; Oksana Baulina, periodista rusa; Oleksandra Kuvshynova, productora ucraniana; Pierre Zakrzewski, periodista y camarógrafo irlandés; Brent Tenaud, reportero estadounidense y Yevheniy Sakun, camarógrafo ucraniano. Disponible en: https://www.unesco.org/en/ukraine-war/damages-and-victims#journalists-killed
Según datos del portal Euronews hasta octubre de 2022, SpaceX, empresa de Elon Musk creada en 2002 y dedicada a la fabricación aeroespacial y de servicios de transporte espacial, había donado cerca de 20.000 unidades Starlink a Ucrania, con un valor estimado de 80 millones de dólares, según cálculos anunciados a través de redes sociales por el mismo Musk.
Para la UNESCO la gobernanza de internet es el desarrollo y aplicación complementarios de los gobiernos, el sector privado, la sociedad civil y la comunidad técnica, en sus respectivas funciones, de los principios, normas, reglas, procedimientos de toma de decisiones y actividades compartidas que dan forma a la evolución y uso de Internet (UNESCO, s.f.).

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Gómez, D. (2023). Internet en el contexto de policrisis global. Forum. Revista Departamento de Ciencia Política, (24), 285–305. https://doi.org/10.15446/frdcp.n24.106927

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Gómez, D. 2023. Internet en el contexto de policrisis global. Forum. Revista Departamento de Ciencia Política. 24 (jul. 2023), 285–305. DOI:https://doi.org/10.15446/frdcp.n24.106927.

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(1)
Gómez, D. Internet en el contexto de policrisis global. forum. rev. dep. cienc. politica 2023, 285-305.

ABNT

GÓMEZ, D. Internet en el contexto de policrisis global. Forum. Revista Departamento de Ciencia Política, [S. l.], n. 24, p. 285–305, 2023. DOI: 10.15446/frdcp.n24.106927. Disponível em: https://revistas.unal.edu.co/index.php/forum/article/view/106927. Acesso em: 15 ago. 2024.

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Gómez, Doris. 2023. «Internet en el contexto de policrisis global». Forum. Revista Departamento De Ciencia Política, n.º 24 (julio):285-305. https://doi.org/10.15446/frdcp.n24.106927.

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Gómez, D. (2023) «Internet en el contexto de policrisis global», Forum. Revista Departamento de Ciencia Política, (24), pp. 285–305. doi: 10.15446/frdcp.n24.106927.

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[1]
D. Gómez, «Internet en el contexto de policrisis global», forum. rev. dep. cienc. politica, n.º 24, pp. 285–305, jul. 2023.

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Gómez, D. «Internet en el contexto de policrisis global». Forum. Revista Departamento de Ciencia Política, n.º 24, julio de 2023, pp. 285-0, doi:10.15446/frdcp.n24.106927.

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Gómez, Doris. «Internet en el contexto de policrisis global». Forum. Revista Departamento de Ciencia Política, no. 24 (julio 1, 2023): 285–305. Accedido agosto 15, 2024. https://revistas.unal.edu.co/index.php/forum/article/view/106927.

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1.
Gómez D. Internet en el contexto de policrisis global. forum. rev. dep. cienc. politica [Internet]. 1 de julio de 2023 [citado 15 de agosto de 2024];(24):285-30. Disponible en: https://revistas.unal.edu.co/index.php/forum/article/view/106927

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