Publicado

2022-01-01

Visión crítica de las relaciones internacionales en Medio Oriente y la transición hegemónica en el orden internacional: una entrevista con Jaime Alberto Isla Lope

A Critical Vision of International Relations in the Middle East and the Hegemonic Transition in the World Order: An Interview with Jaime Alberto Isla Lope

DOI:

https://doi.org/10.15446/frdcp.n21.98404

Palabras clave:

Relaciones Internacionales, Medio Oriente, orden internacional, Pax Americana, Pax Británica (es)

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Autores/as

Fotografía: Jaime Alberto Isla Lope.

Jorge Luis Vélez Agudelo (JLVA): desde la teoría crítica de las Relaciones Internacionales (RRII), concretamente desde los planteamientos de Robert Cox que usted retoma en su análisis sobre Medio Oriente, se plantea que es “necesaria una propuesta que arroje luz sobre la transformación y cambio del sistema [internacional] y de sus estructuras a nivel mundial”, así como analizar “las condiciones que favorecen el mantenimiento o la transformación de las estructuras históricas de largo alcance a nivel mundial” (Isla-Lope, 2021, pp. 3-4). Según estos planteamientos ¿cuál es la importancia de la teoría crítica en los actuales estudios de RRII en un momento de la historia en que las teorías realistas y positivistas nuevamente se quedan cortas para analizar el sistema internacional?

Jaime Alberto Isla Lope (JAIL): empezaría diciendo que la teoría crítica es una herramienta extraordinaria en estos momentos, si partimos de la idea que estamos viviendo una transición hegemónica, debido a que, consideramos que la Pax Americana se encuentra en un declive relativo, es decir, ya no opera como la única regidora del orden mundial en muchos aspectos, nos encontramos en un proceso de transición hegemónica con características multipolares. La importancia de la teoría crítica en estos momentos es que analiza las grandes transformaciones de las relaciones internacionales.

Si lo observamos desde una perspectiva histórica, a partir del historicismo crítico propuesto por la teoría crítica internacional, nos damos cuenta de que este enfoque, divide los últimos 300 años, desde 1750 hasta la fecha en cuatro grandes largos periodos, cada uno de más de medio siglo. De acuerdo con esta teoría dicha historia podría dividirse en dos periodos no hegemónicos y hegemónicos: el primero, a partir de que los Estados europeos empiezan a luchar por imponer su hegemonía al principio de la revolución industrial, a mediados del siglo XVIII, más o menos alrededor de 1750. Desde ese momento empieza ya una gran competencia entre Francia e Inglaterra principalmente, pero también está presente Rusia, por conseguir e imponer su hegemonía en Europa, ya que, eso significaba controlar al resto del mundo. Este es un primer periodo no hegemónico de lucha por el poder, en el que se generaron muchos conflictos como la Revolución Francesa y las guerras napoleónicas, entre otros, que no terminan sino hasta la Paz de Viena con el Congreso que se desarrolló en esa ciudad en 1815.

Esto último, dio pie a que paulatinamente se impusiera la Pax Británica, que constituye el segundo periodo que menciona la teoría crítica. Este nuevo orden mundial consistió en la imposición de la hegemonía de Gran Bretaña en el mundo a partir de su capacidad económica y su poderío militar. Así pues, la ciudad de Londres se convirtió en el centro financiero mundial y la Armada Británica en el gran instrumento para imponer dicho orden cuando fuese necesario preservarlo por la fuerza. Sobre todo, Inglaterra se convirtió en el primer país liberal del orbe en lograr un modelo económico que generó un crecimiento económico hasta ese momento desconocido. Lo anterior, produjo el surgimiento de una burguesía liberal moderna que desbordó su marco nacional y que pudo expandirse al resto del mundo. La Pax Británica se va a prolongar desde 1815 hasta las últimas dos décadas del siglo XIX. Con su declive se generó una competencia muy fuerte a nivel mundial, sobre todo con Alemania, Estados Unidos y Japón.

De esta forma, comenzó a darse una gran competencia económica y territorial entre las grandes potencias, que dio inicio al segundo periodo no hegemónico que va a partir, aproximadamente, de la última década del siglo XIX hasta el final de la Segunda Guerra Mundial. Durante este periodo, se produjo la formación de bloques de poder y una gran competencia tanto económica como militar entre dichos bloques. También, igual que en el anterior periodo no hegemónico, se dio una gran cantidad de conflictos internacionales, baste simplemente mencionar las dos guerras mundiales.

Finalmente, el siguiente gran periodo de las relaciones internacionales lo constituirá una fase nuevamente hegemónica, impuesta después de la Segunda Guerra Mundial con Estados Unidos al frente apoyado por sus aliados, los cuales secundaron este orden hegemónico, también conocido como Pax Americana. El apoyo provino, sobre todo, de aquellos países beneficiados con el Plan Marshall en Europa, como Inglaterra y Alemania, pero también Japón, que apoyó ampliamente a Estados Unidos en la estructuración de este nuevo orden mundial surgido a partir de 1945. La Pax Americana será incuestionable durante los años cincuenta y sesenta, y no empezará a mostrar sus primeros signos de debilidad sino hasta los años setenta, Los primeros acontecimientos en este sentido lo constituyeron la guerra de Vietnam y el abandono del patrón oro por parte de Estados Unidos, lo que mostró las primeras fisuras del modelo y que las cosas ya no fluían tan bien como en las dos décadas anteriores.

Posteriormente habrá altibajos, por ejemplo, la hegemonía estadounidense se recuperará aparentemente en los años de 1990 con la caída de la Unión Soviética. Surgirá la cuestión relacionada con el “fin de la historia” y la imposición del hiperliberalismo o neoliberalismo a nivel mundial. Sin embargo, empezaremos a ver con mucha mayor claridad el declive de este cuarto periodo a partir de 2008 con la crisis económica mundial. Cabe señalar, que la importancia de la teoría crítica internacional reside en gran medida en que, las teorías realistas y positivistas no contemplan los cambios de estas estructuras a largo plazo, ellos se dedican simplemente a hablar del equilibrio que debe existir para el mantenimiento del sistema. Estas teorías funcionan más adecuadamente cuando estamos en medio de un orden hegemónico pleno, porque las reglas que impone el hegemón son regulares, se cumplen y precisamente se convierten en el instrumento para mantener el sistema, para equilibrarlo y para repararlo cuando este sufra algún daño o algún desequilibrio. Pero, cuando el sistema cambia en su esencia y declina, entonces estas teorías pierden precisión, ya no reflejan la realidad y ya no se cumplen sus postulados. Es por esto por lo que, en épocas de transición hegemónica, estos enfoques resultan inoperantes al no contemplar el cambio de las estructuras históricas.

JLVA: precisamente se evidencia en su análisis que hay una diferencia muy grande en el comportamiento de ambos procesos hegemónicos a nivel internacional. Es decir, mientras la Pax Británica tenía unas pretensiones de control y una relación colonial también permitía o daba unos márgenes de acción más amplios a sus colonias, en tanto la Pax Americana se caracterizó y se ha caracterizado por el intervencionismo no solo económico sino sobre todo militar. ¿Cómo se entiende este posicionamiento de los Estados Unidos y el debilitamiento que también les generó la guerra en Corea, la guerra en Vietnam o su posicionamiento en Latinoamérica y el surgimiento de tantos movimientos guerrilleros?

JAIL: como mencionas, el modelo y el sistema fueron diferentes, el primero fue un imperialismo abierto, basado en la colonización, en la ocupación de territorios y en el crecimiento e implantación de compañías inglesas en las colonias. Las grandes compañías inglesas en la India, en los Estados Unidos antes de la independencia, así como en el resto de sus colonias; esta fue la manera como Gran Bretaña comenzó el proceso de conseguir una acumulación de capital que fuera lo suficientemente alta y superior a la de cualquier otro país para poder controlar el orden mundial y contar con los recursos suficientes para extender su hegemonía a nivel mundial.

No obstante, lo anterior no hubiese sido posible sin contar con la implementación de un orden económico liberal. El liberalismo fue el principio que utilizó Inglaterra para modernizarse a finales del siglo XVIII y durante las primeras décadas del XIX. Entre otras muchas medidas, el gobierno inglés implantó leyes como la protección a la propiedad privada y la regulación de la revolución industrial que inauguraron un periodo de gran bonanza y progreso. El modelo liberal posteriormente fue exportado por Gran Bretaña e implantado en casi todos los países del mundo, los que copiaron los principios implementados por Inglaterra lo hicieron cada uno a su manera; Francia, por ejemplo, lo hizo con su modelo bonapartista, Estados Unidos logró unificar su proyecto liberal con la Guerra Civil, Alemania e Italia lo consolidaron con su unificación. Finalmente, de una u otra manera todos los Estados buscaron adecuarse al modelo liberal. Por eso se dice que el primer Estado liberal fue el Estado inglés, pero de inmediato empezaron a consolidarse muchos otros Estados liberales, hasta que finalmente se forjó un orden mundial liberal.

Posteriormente, durante la Gran Depresión de los años de 1930, Estados Unidos implementó el New Deal con el propósito de reactivar la economía mundial. Este nuevo modelo económico llevaba implícito una profundización de los principios liberales, algunos lo percibieron como un híper liberalismo porque llevaba dicha doctrina hasta sus últimas consecuencias. Lo anterior, con el propósito de maximizar la tasa de ganancia, que ya no era lo suficientemente amplia para generar una acumulación de capital capaz de mantener el orden mundial capitalista y continuar con un crecimiento económico importante. Así, con el New Deal y con este híper liberalismo se llevó al liberalismo a sus últimas consecuencias. Liberalismo, al que, ya desde entonces, Max Adler lo llamaba neoliberalismo.

Por ello, podemos considerar a Estados Unidos como el primer Estado neoliberal. Posteriormente, después de la Segunda Guerra Mundial, los siguientes Estados neoliberales o híper liberales fueron los Estados europeos apoyados por el Plan Marshall norteamericano en los años de 1950 y con la fundación de la Comunidad Económica Europea. Japón fue otro Estado que se introdujo en este esquema inmediatamente después de la guerra y posteriormente en los años de 1970 y 1980 se incorporó al resto de los países del mundo. Es durante este periodo, cuando se instalan los gobiernos neoliberales en América Latina. Estados Unidos y sus aliados, de manera similar a lo que aconteció durante la Pax Británica en el siglo XIX, consolidaron un orden mundial globalizador neoliberal, el cual, se sustentó en lo que podemos identificar como una gran burguesía transnacional y en los nuevos procesos de internacionalización de la producción a lo largo y ancho del planeta.

Como mencionamos, la diferencia fundamental con el liberalismo inglés es que aquí se dio un fenómeno nuevo, la internacionalización de la producción. Los Estados neoliberales van a participar en la economía mundial a partir de su adecuación a las necesidades de la economía mundial y serán parte de este modelo de acumulación a nivel mundial. Este es el modelo globalizador neoliberal que se consolidó de una manera muy clara desde los años de 1970 y que pareció fortalecerse en los años de 1990 después de la caída de la Unión Soviética. Este último acontecimiento, dio pie a interpretaciones como la del fin de la historia por los académicos neoliberales. Sin embargo, debe notarse que en poco tiempo el modelo neoliberal globalizador comenzó a presentar fisuras y contradicciones importantes, aunque sus fracasos más evidentes, como hemos dicho, empezaron a observarse con mayor claridad a partir de la crisis económica mundial de 2008.

Sobre la parte de la militarización unipolar, es evidente que en el periodo de la Pax Americana ha resultado más aguda que en la época de la Pax Británica. Simplemente por la existencia de un bloque opuesto a la globalización neoliberal pretendida por la Pax Americana. En la etapa bipolar se pudieron presentar en mayor número Estados opuestos y en rebelión al orden impulsado por Occidente. Baste mencionar a los llamados países socialistas, pero también, a otros países que quisieron abandonar y rebelarse frente al orden mundial, como fue el caso de Corea, que fue el primer ejemplo de una guerra abierta y muy cruenta durante la Pax Americana. Después hubo otras crisis, como la de Cuba y Vietnam, así como intentos revolucionarios en diversos países, los que hubo que apagar utilizando la fuerza militar.

Es por ello por lo que contemplamos que la Pax Americana resultó ser un periodo menos pacífico que el de la Pax Británica, en la que no hubo tantos conflictos y en la que, por ejemplo, al Medio Oriente no le fue tan mal en este sentido, porque precisamente Inglaterra se convirtió en el protector de la integridad del Imperio Otomano durante el episodio conocido como la Cuestión de Oriente. Durante este episodio diplomático, el Imperio Otomano ya no contaba con la capacidad para mantenerse independiente, empero, su ocupación y reparto hubiese roto el equilibrio de poder europeo y desembocado en una gran guerra, por lo que Inglaterra como potencia hegemónica tomó la decisión de proteger su integridad. Lo anterior, permitió que dicho Imperio sobreviviese hasta la Primera Guerra Mundial.

La Pax Británica sirvió en el sentido de generar periodos menos violentos. Ya después, con su declive el Imperio Otomano desapareció y se dio toda la ocupación colonial de Medio Oriente. En pocos años se generó la ocupación colonial de Argelia, Egipto, Túnez, Libia, y Marruecos y como consecuencia de la Primera Guerra Mundial, se produjo también la de Siria, Jordania, Líbano, Irak y el resto del mundo árabe. Esto prueba la violencia e inestabilidad que generó la desaparición de la Pax Británica en esta región del mundo. Como hemos sostenido, una característica particular de los períodos no hegemónicos en el Medio Oriente es que han resultado mucho más violentos y conflictivos que los periodos hegemónicos. Los periodos hegemónicos han resultado más estables, al menos, en el Medio Oriente. Habría que debatir si en el resto del mundo también.

JLVA: En su artículo La transición de la Pax Americana y Medio Oriente. Apuntes desde la obra de Robert Cox se plantea que “estamos presenciando una transición hegemónica del orden mundial conocido como la Pax Americana” (Isla-Lope, 2021, p. 3). ¿Cuáles son esos síntomas que evidencian el debilitamiento de dicha hegemonía y dicha transición?

JAIL: diría, en primera instancia, lo que ya mencioné, que, con el fracaso y estancamiento económico de la globalización neoliberal, las tasas de ganancia ya no son suficientes para mantener el sano desarrollo de la economía mundial. Incluso, los países desarrollados e industrializados han tenido, hasta antes de la actual pandemia, tasas de ganancia que ya no superan el 2 % o el 2.5 %. En Europa llevamos ya muchas décadas en que el crecimiento está entre el 1 % y el 2 % y Estados Unidos excepcionalmente ha superado el 2.5 %, aunque es cierto que en 2021 podría llegar al 4 %, pero sería solo una forma de reponer la terrible caída que tuvo su tasa de crecimiento el año pasado por la pandemia, en todo caso, la economía estadounidense llegaría al nivel en el que se encontraba hace dos años. En realidad, esas tasas de crecimiento resultan insuficientes para el sostenimiento del modelo globalizador neoliberal. El modelo presenta claros síntomas de fracaso, entre ellos, la inmensa pobreza a nivel mundial, el desempleo, el subempleo, la precarización salarial, la inmensa concentración de la riqueza en pocas manos, sin olvidar el abandono de la salud, de la educación y del medio ambiente, todo lo cual se ha agudizado con la implementación a ultranza del modelo neoliberal.

Un ejemplo claro lo constituye la precarización salarial, no es lo mismo el salario que se percibía hace tres o cuatro décadas en cuanto a su valor real, y no estoy hablando solamente de la periferia, nos referimos a ambos, tanto a los países de la periferia como a los industrializados. Una familia norteamericana promedio no posee, ni lejos, la capacidad salarial y de compra que disfrutaba en los años de 1970, esta situación es similar en el resto del mundo, con contadas excepciones. Precisamente, este proceso de precarización salarial que comenzó en la década mencionada representó la primera señal de que algo andaba mal, de que la economía ya no estaba funcionando como antes y que el modelo se estaba empezando a atascar, a agotar.

Como mencionamos, pareció producirse una recuperación del modelo globalizador con la caída de la Unión Soviética y la incorporación de los países socialistas de Europa oriental al mercado mundial. Empero, en pocos años, resultó evidente que esta restauración fue meramente temporal solo representó una prórroga, que las contradicciones no solo no habían desaparecido, sino que se profundizaron durante los años siguientes. Finalmente, estalló la gran crisis mundial de 2008, la cual, en muchos sentidos no ha podido revertirse y sigue mostrando el fracaso y las grandes contradicciones del modelo neoliberal actual.

Como ya mencioné, el crecimiento económico de muchos países se estancó. Por ejemplo, Japón, a partir de los años de 1990 inició más de una década con crecimiento económico cero, o cuando mucho, en algunos años excepcionales con un modesto crecimiento anual. Este, fue también sin duda, uno de los primeros síntomas de que el modelo neoliberal globalizador e impulsor, desde el punto de vista económico de la Pax Americana, había dejado de operar con eficiencia como gran acumulador de capital. Otro síntoma, que también he mencionado en otros momentos, se refiere a la multiplicación y la agudización de las protestas antisistémicas a nivel mundial desde 2010. Es obvio que antes de esa fecha también hubo manifestaciones de este tipo, recuerdo que una de las primeras protestas antiglobalización surgió en Cancún, México, en 2003, precisamente en la reunión del G20, ahí se presentaron las primeras grandes protestas en contra de cómo se estaba llevando a cabo esta globalización y lo que estaba produciendo, pobreza, desempleo y un gran hartazgo por parte de las distintas sociedades.

Sin embargo, si observamos con detenimiento, las protestas antisistémicas han sido mucho más masivas y profundas en esta última década que las que hubo desde la Segunda Guerra Mundial hasta el 2010; es decir, sí hubo muchísimas, pero ahora son, como dije, más masivas y, sobre todo, conllevan reclamos económicos, políticos y sociales más profundos y diferenciados. Se pide solución a la pobreza, se pide se solucione el desempleo, el subempleo, mejorar la educación, la vivienda, hay grandes reclamos de salud, sobre todo ahora con la pandemia, en fin, estamos contemplando el fracaso del modelo.

En la actualidad, hay movimientos ecológicos y en favor del medio ambiente que antes no existían, están los que luchan por la equidad de género, también infinidad de movimientos en favor de minorías oprimidas en todo el mundo, aparte de las protestas políticas tradicionales que piden más democracia, más libertades, o las que piden el fin del autoritarismo. Reitero, en la actualidad las protestas tienen mucha más amplitud y profundidad las peticiones se centran definitivamente en cambios estructurales de gran calado en todo el mundo.

En la última década, tanto en las manifestaciones masivas árabes, así como en las latinoamericanas; como las chilenas, que todavía están en ebullición, o las ecuatorianas, las francesas, o las más recientes en Estados Unidos, y en muchos otros países, la gente está pidiendo cambios mucho más profundos y universales. Por eso, no me cabe duda, de que estamos frente a otro síntoma del fracaso del modelo globalizador actual. Esta multiplicación y agudización de las protestas está demostrando que hay mucho hartazgo, que la gente en la mayoría de los países del mundo no está conforme, ya no acepta el modelo económico y social impuesto por la hegemonía norteamericana.

Asimismo, otro síntoma que muestra el proceso de transición hegemónica que vivimos actualmente se refiere al liderazgo cultural e ideológico que debe ejercer el hegemón mundial. En este sentido, cada vez resulta más evidente que Estados Unidos ha ido perdiendo el consenso internacional como líder mundial, cultural y moral. Todavía, hasta finales del siglo pasado, gran parte del mundo le otorgaba a ese país el aval para que gestionara gran parte de los problemas del mundo. El mejor ejemplo que recuerdo en este momento se refiere al caso concreto del problema palestino. A Estados Unidos, se le reconoció el poder y el peso durante varias décadas para solucionar de manera definitiva dicho conflicto, sin embargo, no lo hizo, prefirió alinearse unilateralmente con un bando, prefirió ser mal juez e inclinarse por una de las partes, así, apoyó incondicionalmente a Israel y abandonó a los palestinos [1] . No me cabe la menor duda de que este es uno de los grandes fracasos, entre otros muchos, de la política exterior de la potencia hegemónica, que, con su liderazgo, debió llevar a la pacificación y a la solución de muchos conflictos.

Específicamente, en el caso del problema palestino Estados Unidos ha fracasado con todos los planes y en todas las propuestas de paz que ha pretendido implementar. Realmente, cuando pudo, no fungió como un verdadero líder frente a los dos contrincantes forzando a ambos a ceder y otorgar concesiones mutuas, hasta llegar a un acuerdo justo y satisfactorio para las partes y se constituyera una paz duradera. Después de este rotundo fracaso, actualmente pocos creen, al menos en Medio Oriente, que Estados Unidos sea un líder confiable y que puede llevar paz y prosperidad a estos pueblos.

Después de la Segunda Guerra Mundial, en todo el Medio Oriente, a Estados Unidos se le contemplaba como la nueva gran potencia que podía conducir al mundo a una nueva era de paz y prosperidad, los pueblos de la región estaban cansados del colonialismo británico y francés, por lo que veían en Estados Unidos una nueva esperanza civilizatoria. Esto acabó pronto, en la actualidad casi nadie percibe esta esperanza. Peor aún con el gobierno de Donald Trump, quien llevó el desprestigio estadounidense en la región a sus últimas consecuencias. De acuerdo con el historicismo crítico propuesto por Robert Cox, el liderazgo hegemónico del orden mundial conlleva un prestigio de la potencia para poder llevar a cabo la pacificación del sistema, su emancipación y su progreso. En este sentido, los demás Estados se alinean, pero al mismo tiempo, confían en la potencia hegemónica porque al hacerlo suponen que van a progresar, van a cambiar, van a mejorar. Sin embargo, en el caso estadounidense, es cada vez más claro que ya se perdió esa credibilidad.

Ese liderazgo mundial se ha extraviado, tomemos simplemente cuestiones relacionadas con los derechos humanos, el gobierno de los Estados Unidos los ha violado tanto en su política interna como en la externa. Observemos las últimas manifestaciones que se produjeron contra la discriminación racial, producto de la brutalidad policiaca que conlleva una permanente violación de los derechos mencionados. Manifestaciones que, finalmente no consiguieron la justicia solicitada, pero que han generado un gran movimiento de resistencia y de lucha en favor de los derechos de las minorías discriminadas. En cuanto a la política exterior, existen un sinnúmero de ejemplos, baste mencionar las barbaridades cometidas en Vietnam, las más recientes perpetradas en Afganistán, o las constantes violaciones de derechos humanos en Irak y en Guantánamo. En síntesis, una potencia hegemónica no puede llegar a esos extremos de impunidad para lograr sus objetivos sin que se desgaste su liderazgo moral y su prestigio.

En la actualidad, si Estados Unidos todavía mantiene un peso específico en el orden mundial es por su poderío militar, porque ya no lo hace por su capacidad de consenso sino por coerción, consigue imponerse en diversos asuntos porque todavía su economía sigue siendo importante a nivel mundial, pero también es evidente, qué ya no logra imponer su hegemonía de la manera en que era aceptada y respetada con anterioridad. Su capacidad de acción para influir en el orden mundial ha disminuido. Obviamente, el declive de un orden mundial es paulatino, no se da de golpe, no ocurre de un momento a otro. Todavía serán necesarias muchas protestas y manifestaciones, muchas luchas, muchos conflictos para que Estados Unidos asuma la pérdida de su hegemonía y acepte nuevas condiciones y compromisos a nivel mundial. Sobre todo, que acepte participar multilateralmente en la construcción de un nuevo orden mundial no hegemónico o posthegemónico que sea diferente. No sabemos cuánto tiempo tomará este proceso, podrían ser diez o quince años, quizás menos, no lo sabemos.

En realidad, los cambios históricos que a veces parecen demasiado lentos, suceden casi de repente, y cuando comienzan a darse, ocurren relativamente rápido, por ejemplo, el primer ministro de Inglaterra Robert Gascoyne-Cecil —conocido como lord Salisbury—, el 31 de diciembre de 1899 brindó por otro siglo de Pax Británica, pero ya para el estallido de la Primera Guerra Mundial dicha hegemonía había pasado a la historia. Por lo tanto, es necesario comprender que los cambios se pueden dar con cierta rapidez o a veces en un tiempo mayor, pero es evidente que la Pax Americana está declinando, que estamos al inicio de una transición hegemónica y que esto es cada vez menos debatible.

JLVA: Como plantea retomando a Robert Cox se formulan cuatro posibles escenarios a los que podría llegar el sistema internacional ¿Nos podría ilustrar sobre cuáles son esos escenarios y cuál considera usted se podrían materializar? (Isla-Lope, 2021, pp. 8-9).

JAIL: aunque Robert Cox menciona varios escenarios, finalmente, los que mayormente se debaten son cuatro. En primer lugar, los que piensan que puede haber una recuperación de la Pax Americana con el presidente Biden, sobre todo en este momento, ⸺aunque Cox lo dijo entre 1997-1998, sin embargo, se puede aplicar ahora con los que piensan que puede haber una gran recuperación en su mandato⸺. El segundo, que a veces se debate, sería el surgimiento de un nuevo hegemón, a partir de una potencia económica y una civilización mundial que pudiera imponerse, como se impuso la civilización occidental con la Pax Británica y con la Pax Americana, o sea, que surgiera un hegemón que tuviera estas características y que en un corto plazo se implantara una nueva hegemonía. La tercera, se refiere a lo que está sucediendo actualmente, una estructura no hegemónica parecida a la que se dio al final de la Pax Británica en los años de 1890 del siglo XIX. Por supuesto, sabemos que desde la década de los setenta del siglo XIX surgieron las primeras señales, pero con mayor certeza podemos afirmar que con la crisis económica de 1896 se consolidó esta transición no hegemonía del orden mundial en la que surgieron distintos bloques de poder. La Entente Cordiale, por un lado, la alianza de los países centrales por el otro y luego apareciendo Estados Unidos, así como Japón en el escenario internacional. La actual, sería una estructura histórica no hegemónica parecida a la de entonces y que es la que parece ser que se está imponiendo en el escenario mundial.

Finalmente, también Cox menciona la creación de un orden contrahegemónico o post hegemónico que surgiría a partir de las fuerzas sociales emancipadoras, las fuerzas sociales que quieren un cambio menos peligroso, las fuerzas sociales de resistencia que hay en el mundo, que son muchas y fuertes. Todas ellas, trabajan con el propósito de construir un nuevo orden contrahegemónico en el que ya no se repita lo que se ha reiterado históricamente, puesto que reconocen el peligro que esto conlleva. Así, estos constituirían los cuatro escenarios probables.

Ahora bien, hablando sobre las posibilidades de cada uno para concretarse, la recuperación de la Pax Americana con Biden es muy improbable, aunque algunos lleguen a creer que con la salida de Donald Trump de la presidencia de Estados Unidos pudiera regresar al supuesto papel que tenía antes de su llegada y que presuponen era un papel de líder mundial. Para empezar, esto ya no era cierto, tan es así que el principal eslogan de la campaña de Trump aludía a devolverle a Estados Unidos su grandeza perdida: “Make America great again”. En realidad, este escenario es muy improbable por muchas razones, la primera, es que la capacidad económica se ha repartido demasiado en el mundo, también porque después de la Segunda Guerra Mundial, entre 1946-1947 Estados Unidos producía más del 60 por ciento del PIB mundial, la diferencia era brutal, el mundo producía el 37 o 38 % y Estados Unidos 62 o 63 % del PIB mundial. Esto fue fundamental para que este país tuviera la capacidad material para imponer su orden hegemónico, en la actualidad, difícilmente produce el 20 o el 21 por ciento, o sea, es evidente que la capacidad económica se ha repartido en el mundo.

Como podemos observar, la recuperación de la Pax Americana es desde el punto de vista económico muy improbable, pero, además, como hemos mencionado, más importante que lo material es que su discurso cultural ha perdido credibilidad. Simplemente, después de la toma del Capitolio el pasado enero de 2021, después de sus complicadas elecciones en noviembre de 2020; pero no solamente en esas, recuerden cuando llega Bush hijo a la presidencia el fraude en el estado de la Florida fue evidente y definitivo para que ganara Bush y no Al Gore. Desde ese momento comenzó a cuestionarse seriamente al sistema electoral estadounidense como poco democrático.

Sobre todo, cuando se analizan más a fondo los procesos electorales en ese país se llega fácilmente a la conclusión de que el colegio electoral simplemente existe para evitar que no llegue nadie que no esté de acuerdo con el establishment, es precisamente en ese sentido que el discurso estadounidense ha perdido credibilidad. La Pax Americana partía de la creencia que Estados Unidos y sus valores económicos y políticos le iban a dar realmente la paz y el progreso al mundo. Todavía, dicho discurso contó con cierta credibilidad en los años de 1990 cuando el neoliberalismo estaba en su apogeo con el fin de la Unión Soviética, por ejemplo, en México con el Tratado de Libre Comercio se pensó que habría un progreso y un desarrollo sostenido, que el trato hacia México iba a ser diferente y, al contrario, se agudizó la pobreza, el desempleo, la corrupción, así como el hartazgo y la desigualdad. Incluso, dentro de Estados Unidos, como hemos dicho, también se ha perdido la confianza en dicho discurso y sus valores. Es por ello, y por otras múltiples razones, que la recuperación de la Pax Americana es inviable frente a las circunstancias actuales.

En cuanto al segundo escenario, relacionado con el surgimiento de una nueva hegemonía en el corto plazo, no existe en la actualidad una potencia a nivel mundial en torno a la cual se pueda construir un nuevo orden hegemónico de esas dimensiones. Como se mencionó en párrafos anteriores, la capacidad de producción de la economía mundial se encuentra muy repartida, por lo que ninguna potencia podría alcanzar en pocos años la inmensa riqueza necesaria para comandar, por sí sola, la economía mundial, requisito indispensable para convertirse en hegemón del orden mundial, requisito que sí cumplían ampliamente Inglaterra y Estados Unidos en su momento. Ni China, ni Rusia, ni ningún otro Estado o grupo de Estados podrían contar con ello en un escenario próximo, por lo que la posibilidad de una nueva hegemonía, por lo pronto, es inviable. Pero, además, ningún Estado cuenta en la actualidad con valores culturales dominantes a nivel mundial para ser aceptado universalmente como hegemón.

No debemos olvidar, que la aceptación de una hegemonía por parte de los demás Estados se da en el momento en que los mismos Estados consideran que adoptando los valores civilizatorios del hegemón sus naciones pueden alcanzar beneficios, así como mejores niveles de progreso y bienestar. Precisamente, ese fue el caso de la adopción del sistema liberal por parte de la mayoría de los países del mundo durante la Pax Británica. Es decir, la inmensa mayoría de los Estados se adhirieron al modelo propuesto por la potencia hegemónica porque lo consideraban progresista y emancipador, lo mismo sucedió con los valores propuestos durante el apogeo de la Pax Americana con la adopción de los valores neoliberales por parte de una gran cantidad de Estados. Concretamente, en la actualidad, ningún país podría ofrecer nuevos valores civilizatorios aceptados universalmente para poder construir sobre ellos una hegemonía a nivel mundial.

Entonces, esta nueva hegemonía a corto plazo también es muy improbable. Por lo tanto, queda el tercer escenario, que es el que con mayor certeza se está perfilando en el horizonte internacional a partir de 2008, una estructura no hegemónica carente de principios universales de orden, en la que están surgiendo distintos bloques regionales de poder con gran rivalidad económica y militar entre ellos. Esta posibilidad se plantea en cierto modo como la repetición de ciclos no hegemónicos anteriores como el que siguió a la Pax Británica. En este sentido, daría lugar a un ciclo sumamente inestable y peligroso puesto que la intensa competencia entre los bloques de poder podría desembocar en grandes guerras o en una gran devastación ambiental.

Como se mencionó, la presente transición no hegemónica está generando bloques de poder regionales que paulatinamente incrementan su rivalidad económica, como lo estamos advirtiendo en el caso de la guerra económica desatada recientemente entre China-Estados Unidos. Históricamente, sabemos que las guerras económicas escalan hacia otras etapas y otros niveles de conflicto. Este caso específico, también se está convirtiendo gradualmente en una gran rivalidad militar, como la que se está agudizando en el mar de la China meridional. En dicho escenario, se están recrudeciendo las disputas entre diferentes países y, lo más grave, es que se está incrementando exponencialmente la presencia de las fuerzas navales china y norteamericana, lo que aumenta de manera considerable las posibilidades de conflicto. Obviamente, no es el único escenario, existen muchos otros en los que se pueden generar conflictos: como en el Medio Oriente, o en el caso de Ucrania y Crimea con relación a Rusia, entre otros.

Volviendo un poco a lo anterior, si utilizamos el historicismo crítico como herramienta epistemológica, podemos aseverar que, la aparición de una estructura no hegemónica a nivel mundial podría resultar muy peligrosa. El periodo no hegemónico, anterior a la consolidación de la Pax Británica, fue acompañado por muchos y graves conflictos, las guerras napoleónicas, las grandes convulsiones políticas como la revolución francesa, la independencia de los Estados Unidos, así como la de los pueblos latinoamericanos, entre otras. Durante dicho periodo las guerras fueron cruentas, pero, sobre todo, ya en el segundo periodo no hegemónico, se pudo observar hasta dónde puede llegar la brutalidad de la competencia, de las profundas rivalidades y de la capacidad de destrucción con la utilización de armamento sumamente destructivo durante la Primera y la Segunda Guerra Mundial.

Esto lo menciono para ejemplificar lo que podría aguardarnos con la consolidación de una nueva etapa no hegemónica de las relaciones internacionales en donde resurjan nuevos bloques regionales de poder con una gran rivalidad económica y militar. En la actualidad, para agravar la problemática, debemos agregar la existencia de armamento nuclear de última generación, cuya utilización implicaría la posible desaparición de la humanidad; así como una devastación ambiental producto de una sobreexplotación del planeta, generada, a su vez, por la gran competencia económica regional, proceso que, como se puede constatar ya se ha iniciado con el llamado cambio climático.

De esta manera, la teoría crítica internacional, al analizar las distintas estructuras históricas nos ofrece un panorama general sobre la evolución de la transición hegemónica que se desarrolla actualmente. En síntesis, nos indica como avanza y sus posibles consecuencias. Pero, también, la teoría crítica, a diferencia de las propuestas positivistas, no representa un mero enfoque explicativo, su legado, también constituye una propuesta teórica propositiva, progresista y emancipadora que se opone al fatalismo histórico que representa ese tercer escenario y sus graves consecuencias. En este sentido, Cox propone, aspirar a la construcción de un orden contra hegemónico, al que también llama post hegemónico, que libere al orden mundial de los ciclos hegemónicos y no hegemónicos basados en la lucha por el poder y la carga permanente de violencia que conllevan. Lo anterior, simplemente, porque de no lograrlo, condenaríamos al mundo a una catástrofe casi segura. Por ello, resulta imperativo considerar seriamente la construcción de este nuevo orden mundial posthegemónico.

Conforme a Cox, el orden mundial posthegemónico debe estar basado en un acuerdo civilizatorio, un acuerdo generado entre las diferentes culturas a nivel mundial, Debe dejar de operar la imposición derivada de los valores del modelo propuesto por occidente y que se ha impuesto en el mundo a través de los organismos internacionales, empezando por la misma ONU y las demás instituciones internacionales generadas por la Pax Americana. Modelo, que se centra esencialmente, en el capitalismo globalizador, en la manera de organizar el trabajo y la producción a nivel internacional, así como en la imposición de esquemas de salud, de educación y de participación social, inspirados esencialmente en intereses y valores netamente occidentales.

Así pues, se debe empezar por construir un acuerdo civilizatorio que parta de la aceptación de una diversidad civilizacional y que genere vínculos importantes entre las diferentes civilizaciones. Generar acuerdos en torno a los derechos humanos, a las cuestiones de género, a la equidad, al combate a la pobreza. Hay muchas cosas que habría que empezar a revisar, empezando por definir las causas que han generado los grandes conflictos entre las civilizaciones y conseguir acuerdos en ese sentido.

Es importante mencionar, que después de la Primera Guerra Mundial se dio un momento histórico parecido al que vivimos ahora, un momento histórico en donde prevalecía un periodo no hegemónico, en el que algunos, se dieron cuenta que la política y la diplomacia de poder que había reinado en Europa desde la paz de Westfalia ya no funcionaba. En ese momento se llevó a cabo una gran crítica al modelo de equilibrio de poder y sus terribles consecuencias. Woodrow Wilson lanzó sus 14 puntos donde hablaba de la autodeterminación de los pueblos, de la no intervención, de poner fin a la diplomacia secreta, del multilateralismo, la seguridad colectiva, todas estas ideas que eran hasta cierto punto impensables en ese momento. Es decir, era un poco la propuesta actual de un orden posthegemónico. En ese momento tuvo lugar, el inicio de un gran movimiento internacional apoyando estas ideas. De ese movimiento surgieron los primeros foros multilaterales como la Sociedad de Naciones y la Corte Internacional de Justicia. Incluso, una de sus consecuencias fue la creación de nuestra disciplina, de las relaciones internacionales como ciencia social, cuyo propósito inicial consistía en la búsqueda de ese nuevo orden, de cambiar la esencia de las relaciones internacionales, de basarlas más en el derecho internacional, en la seguridad colectiva, en el multilateralismo.

Sin embargo, el proceso idealista, como se le conoció, estuvo viciado desde un inicio e históricamente no logró sustituir la lucha por el poder entre los Estados. En gran parte, su fracaso se debió a que los Estados y las elites dominantes siguieron operando con la misma lógica de poder y de un nacionalismo muy acendrado. Finalmente, su gran fracaso lo constituyó el estallido de la Segunda Guerra Mundial, empero, sus ideales, no desaparecieron del todo, tan es así que siguen siendo parte de las organizaciones internacionales y de los distintos foros multilaterales.

En la actualidad, si bien la lucha por el poder subyace como esencia de las relaciones internacionales contemporáneas, no podemos dejar a un lado, que se han desarrollado importantes procesos de cooperación internacional cuya esencia está en los principios de la etapa idealista que hemos mencionado. En cuanto al orden mundial posthegemónico propuesto por Cox, el autor señala que, de inicio, no podemos dejar la tarea exclusivamente en las manos de los Estados, como fue el caso del proyecto idealista de los años de 1920.

La construcción de un orden posthegemónico debe surgir desde abajo, es decir, a partir de las fuerzas sociales en resistencia dentro de los mismos Estados. O sea, a partir de los movimientos sociales y colectivos compuestos por una gran diversidad y propósitos: como los movimientos feministas y de igualdad de género, indigenistas, ambientalistas, pacifistas, defensores de derechos humanos, en contra del racismo y la xenofobia, así como los relacionados con los derechos laborales, entre otros muchos. Un gran conjunto de fuerzas sociales debe ejercer una presión sobre sus gobiernos, en todo el mundo, para conducir a sus Estados hacia la aceptación y compromiso de este acuerdo general civilizatorio.

La lucha por la construcción de este nuevo orden debe surgir desde el interior de los Estados, debe ser desde adentro que se presiona al Estado para que se coloque del lado de los cambios que lleven a una política exterior favorable a estos acuerdos civilizatorios, los que, a su vez, permitan la construcción de un orden internacional alternativo. Orden que, de la misma manera, proporcione una esperanza de prosperidad y bienestar a gran parte de la humanidad y que, además, garantice la paz mundial y la conservación del planeta. Sabemos, de antemano, que la tarea es sumamente difícil, pero no existe otra alternativa, o aceptamos el mundo como está y sus consecuencias, o lo cambiamos de manera propositiva.

Considero que, actualmente, la transición hegemónica en curso nos proporciona una nueva oportunidad para impulsar este orden posthegemónico. Yo no creo, exceptuando a los grupos que se privilegien con ello, que haya muchos que quieran volver a la Pax Americana. Reforzar dicha hegemonía significaría agudizar más los problemas en lugar de resolverlos, entonces, por eso es que creo que esta es una oportunidad para poder conseguir algo positivo, más esperanzador con la participación de las fuerzas y los movimientos sociales progresistas en todo el mundo, los que, vuelvo a repetir, deben presionar a los Estados para construir estos consensos.

También deben sumarse los partidos políticos que sí sean realmente progresistas, sindicatos que representan realmente a sus trabajadores y a las grandes masas y organizaciones populares. Todo esto tiene que empezar en los Estados y en las luchas para lograr un consenso. Algo importante, también sería tratar de conseguir consensos y acuerdos entre las diferentes sectas y religiones, puesto que el sectarismo es otro problema que divide a las civilizaciones habría que empezar a resolverlo mediante un consenso entre las iglesias, entre las sectas de las distintas religiones, con el objetivo de crear este acuerdo civilizatorio que nos guíe hacia un orden alternativo menos peligroso.

JLVA: en su artículo Yemen: de la guerra civil a la intervención extranjera (Isla-Lope, 2018b, pp. 77-78) plantea “que la terrible situación actual del Medio Oriente encierra raíces muy profundas provenientes del orden internacional”, existiendo “una interrelación permanente y dialéctica entre lo estatal, lo regional y lo mundial” y que si bien dicha “interrelación es común a todas las regiones del orbe, […] en el caso del Medio Oriente, esto es aún más evidente por una constante y profunda injerencia extranjera que se remonta a más de doscientos años”, asegurando así que en la actualidad “esta permanente intromisión proveniente del orden mundial es mayor que en ninguna otra región del mundo”. Podría ejemplificar por qué se da esa relación colonial de manera tan particular en Medio Oriente y en qué se diferencia a los procesos acontecidos en América Latina, el sudeste asiático o la África subsahariana.

JAIL: históricamente, con la expansión del capitalismo europeo se dio esta injerencia de Europa en el resto del mundo. El continente americano fue de los primeros, incluso antes de la paz de Westfalia, ya desde el siglo XVI América Latina fue incorporada con otras partes del mundo al mercado mundial. Posteriormente, a finales del siglo XVIII es cuando se empieza a dar la injerencia extranjera en Medio Oriente, tratando de ocupar territorios y expandir mercados como parte de la expansión del capitalismo a nivel mundial.

En Medio Oriente, el Estado que empezó con una política de expansión fue Rusia, la que, habiendo llegado tarde a los procesos de expansión colonial quiso forjar su propio imperio a costa del Imperio Otomano. Fue así como se dio la primera injerencia por parte de los países europeos en Medio Oriente, este fenómeno comenzó en la región a partir de la segunda mitad del siglo XVIII con el fenómeno expansionista que constituyó la primera Guerra ruso-otomana de 1768. La conquista de Medio Oriente no se generó de manera más temprana debido a que estaba ocupado por el Imperio Otomano, que, como gran potencia, impedía que se llevase a cabo esta expansión.

Además, el mismo Imperio Otomano quería modernizarse para formar parte del orden mundial liberal, por eso, como muchos otros Estados, también adoptó principios y leyes liberales para tratar de mejorar sus ejércitos y conservar el imperio. Sin embargo, sus esfuerzos fueron pocos y tardíos, y su debilidad evidente, lo que hizo que los rusos iniciaran su expansión hacia el sur, hacia el Cáucaso y por eso es por lo que, mediante esta guerra, los rusos se apoderaron de los primeros territorios otomanos en el Mar Negro, sería la primera vez en la historia que el Imperio Otomano saliera derrotado en una guerra.

En realidad, lo que pretendían las potencias europeas en primera instancia era, como mencionamos, expandir su economía, expandir sus mercados y geopolíticamente controlar territorios, es decir, ocupar grandes espacios donde pudieran someter a las poblaciones e instalar sus compañías: todo ello, con el propósito de explotar económicamente tanto los recursos territoriales como a las personas. Inmediatamente después de los rusos, los que llevaron a cabo la primera injerencia extranjera en el corazón del Mundo Árabe fueron los franceses. Napoleón Bonaparte, por rivalidades imperialistas propias de un periodo no hegemónico, llevó a cabo la invasión de Egipto en 1798. El objetivo estratégico de Napoleón consistía en conquistar dicho país, para a su vez, pasar posteriormente sus naves a través del istmo de Suez hacia el Mar Rojo y tener la posibilidad de cortar la ruta de comunicaciones imperiales de Inglaterra hacia la India y causar un daño mayor a la armada británica.

Napoleón, manejaba el axioma de que a Inglaterra no se le podía vencer directamente invadiendo las Islas Británicas, sino que había que hacerlo atacándola en sus rutas comerciales, cercándola, para producir de esta manera su caída económica y una disminución considerable de su poder y, por qué no, de su incipiente hegemonía. Posteriormente, los franceses ocuparon Argelia en 1830, con lo que empezó la penetración francesa en el mundo árabe. En este sentido, los ingleses empezaron a tomar pequeños territorios para proteger sus importantes rutas comerciales, este fue el caso de la ocupación de Adén —actual Yemen—, de Kuwait y de Omán. Los ingleses se aliaban directamente con las familias y las tribus reinantes mediante pactos de ayuda económica y militar, a cambio de que Inglaterra pudiera tener ahí bases navales y practicar el libre comercio. Este fue su método de incidir directamente en los asuntos regionales.

Como ya lo mencionamos anteriormente, fue el declive de la Pax Británica lo que generó la ocupación colonial por parte de los países europeos de las provincias árabes del Imperio Otomano. Una vez que la Pax Británica dejó de ser la garante de la integridad otomana comenzó la paulatina ocupación de dicho Imperio y su irreversible desintegración. Es, durante las últimas dos décadas del siglo XIX, que se produce la ocupación británica de Egipto en 1881. Mientras que la de Túnez, por parte de los franceses, se originó al año siguiente. Poco después, Inglaterra también fue concretando en forma gradual la de los países del Golfo Pérsico: Kuwait, Bahréin, Omán, Emiratos Árabes Unidos y Adén. Ya, al final de la primera década del siglo XX, se concretó la ocupación de Libia por Italia y la de Marruecos por parte de Francia y España. Y aquí es donde podemos hacer una comparación con los países de América Latina, mientras los países árabes estaban siendo ocupados los latinoamericanos eran ya independientes. Es por ello, que me atrevo a asegurar que la injerencia extranjera en los últimos 200 años ha sido mucho mayor en aquella región del mundo.

Finalmente, se completó el proceso de ocupación colonial con los tratados Sykes-Picot firmados durante la Primera Gran Guerra, que en gran medida dieron lugar a los mandatos de la Sociedad de Naciones. Es así como se otorgaron los mandatos sobre Siria y Líbano para Francia, así como los de Irak, Jordania y Palestina para los ingleses, estas fueron, en líneas generales, las características de la injerencia colonial europea en Medio Oriente. Obviamente, un caso similar lo constituyó la disputa por Persia, la que fue ocupada por los rusos en su parte norte y por los ingleses en la porción sur de ese país. Todos estos procesos constituyen parte importante de la profunda e incesante injerencia histórica del orden mundial en Medio Oriente en los dos últimos siglos.

Durante el período que hacemos referencia América Latina era ya independiente, mientras que el África subsahariana, aunque si estaba siendo ocupada, su proceso de ocupación fue distinto, puesto que no existió un gran imperio que tuviera que ser demolido paulatinamente para la creación de las colonias, sino que los pequeños Estados tribales que había en África fueron sometidos con relativa facilidad.

En Medio Oriente si hubo mucha oposición frente a la ocupación europea, la resistencia a la colonización empezó casi inmediatamente después de la ocupación. En Egipto empezaron las protestas desde los años de 1890 del siglo XIX, las que se agudizaron durante la primera década del XX cuando se creó el partido Wafd, que era el Partido Liberal que buscaba la independencia de Egipto. Desde el principio, en los países mandatados empezaron también protestas inmediatas a la ocupación. Este fue el caso de Siria en contra del mandato francés, lo mismo pasó en el Líbano, también se generaron fuertes protestas en Irak y en Transjordania contra los ingleses durante los años de 1920. A diferencia de los procesos coloniales en América Latina, por ejemplo, en donde hubo siglos de ocupación, en Medio Oriente de inmediato van a generarse protestas generalizadas y el proceso colonial sería corto.

Como podemos observar, la ocupación y la injerencia extranjera en Medio Oriente fue muy violenta e implicó la disolución del Imperio Otomano al finalizar la Primera Guerra Mundial. Lo anterior constituyó un trauma regional inmenso, uno de los actores más importantes de las relaciones internacionales durante siglos simplemente desapareció. Posteriormente, durante el siglo XX, pero, sobre todo, después de la Segunda Guerra Mundial la naturaleza de la injerencia extranjera cambió radicalmente con el descubrimiento del petróleo.

El petróleo ha sido un elemento fundamental en lo que a la injerencia extranjera en la región se refiere. El orden mundial propuesto después de la Segunda Guerra Mundial por la Pax Americana se basó fundamentalmente en la utilización del petróleo, toda la economía mundial de la posguerra se fundamentó en la utilización de dicho energético. Los principales estrategas de las grandes potencias se percataron desde la Primera Guerra Mundial que el petróleo iba a ser el principal recurso natural en disputa durante muchas décadas.

Sin embargo, no fue sino al fin de la Segunda Guerra Mundial cuando Estados Unidos tomó plena conciencia de que para que su Pax Americana y su orden mundial funcionara, debía crear una economía mundial fuerte y que, para la creación de dicha economía necesitaba petróleo en abundancia y relativamente barato. En ese sentido, fue muy claro que las mayores reservas de dicho energético se encontraban en Medio Oriente. Fue por dicha razón que, inmediatamente después de la guerra el presidente Truman se entrevistó personalmente con el rey de Arabia Saudita, para conseguir el primer gran acuerdo petrolero de la posguerra.

El acuerdo fue relativamente simple, el reino saudí se comprometía a vender su petróleo en cantidades ilimitadas y a precio razonable y Estados Unidos se comprometía a proteger a la dinastía saudí, sin cuestionar sus métodos de gobierno y su legitimación. En ese momento, Estados Unidos decidió apoyar el modelo tribal, sectario, patrimonialista y rentista que prevalece hasta nuestros días, no solo en Arabia Saudí, sino en muchos otros Estados de Medio Oriente. Modelo que, no cabe duda, ha generado graves problemas económicos, políticos y sociales en la región, así como una gran controversia. Desde el principio, este acuerdo dio lugar a una de las primeras contradicciones del orden mundial implementado por Estados Unidos, imposible basar tu orden mundial en principios como la democracia, la libertad y los derechos humanos y permitir que uno de tus principales aliados sea ejemplo de autoritarismo, represión, así como uno de los principales violadores de los derechos humanos en el mundo como lo es Arabia Saudita.

Como se señaló con anterioridad, después de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos se dio cuenta que el petróleo de Medio Oriente es vital para mantener su modelo económico mundial, y para ello, lo que necesitaba era un orden regional que estuviera a favor de sus intereses, un orden regional que le permitiera la exploración, la extracción y la distribución de petróleo. Era primordial poder sacar el petróleo de la región a través de las grandes compañías petroleras involucradas en todo el proceso.

Para ello, había que implementar un nuevo orden regional que asegurara estos intereses. Desde luego, el supremo interés estadounidense por el petróleo debía estar por encima de cualquier reivindicación económica, política o social de los pueblos que allí habitan; es decir, el gobierno norteamericano y los grandes intereses privados de ese país, así como su establishment, nunca han estado directamente relacionados con mejorar las condiciones económicas, políticas o sociales de estos pueblos. Por ello, están dispuestos a respaldar a los líderes de estos países, aunque mantengan estructuras arcaicas de poder de tipo tribal o sectario, con tal de que mantengan el orden regional favorable a los intereses petroleros estadounidenses.

Este modelo también fue copiado por Inglaterra en lo que respecta a las monarquías del Golfo. Este país, en cuanto se percató de cómo lo hizo Estados Unidos con Arabia Saudita en sus zonas de influencia, llevó a cabo un acuerdo de este tipo con Kuwait y después con Bahréin, así como con los Emiratos Árabes Unidos. Los ingleses apoyaron a las sectas suníes aliadas o a las diferentes familias tribales que controlaban el poder, proponiéndoles la idea de que podían perpetuarse en el gobierno y hacerlo autoritariamente. Gran Bretaña se comprometería a otorgarles el respaldo económico y militar necesario para ello, a cambio de respetar los privilegios petroleros de sus compañías. Como sabemos, la existencia de estas monarquías absolutistas constituye actualmente un obstáculo para el progreso y la emancipación de los pueblos árabes y es fuente permanente de constantes conflictos y problemas en la región.

De la misma manera, una consecuencia paralela de la prolongada injerencia extranjera en Medio Oriente ha resultado ser el militarismo, al que me refiero en su fase armamentista, es decir, la que se ha destinado a la construcción de gigantescos ejércitos. Después de la Segunda Guerra Mundial, con la primera guerra árabe israelí inició una etapa convulsiva en la región. Pero, sobre todo, en la siguiente década los graves conflictos llevaron a los Estados a iniciar una gran carrera armamentista en Medio Oriente que, con ciertas variantes, hasta ahora no ha cesado. El resultado ha sido la creación de grandes ejércitos que resultan desproporcionados si los comparamos con los ejércitos de Estados similares en otras partes del mundo. En este sentido, podemos afirmar, que Medio Oriente es la región más armada del Tercer Mundo. Todo este apogeo armamentista constituye una gran carga económica para los pueblos de la región, y, de la misma manera, el militarismo se ha convertido en una poderosa fuerza conservadora y en un gran obstáculo para el logro de cambios sociales progresistas.

Por otra parte, como mencionamos en una pregunta anterior, durante la Pax Americana Estados Unidos inició de forma equivocada su relación con casi todos los países árabes. Apoyar la creación de Israel significó su primera gran confrontación con el mundo árabe. No cabe duda, que dicha postura afectó y deterioró la relación entre Estados Unidos con estos países por largo tiempo. Si, a ello, agregamos, que el injerencismo norteamericano ha sido permanente y grave durante toda la segunda mitad del siglo XX y lo que va del presente, entonces, podemos afirmar que estamos frente a un intervencionismo que ha resultado más intenso que en cualquier otra parte del planeta durante ese tiempo. Los casos resultan incontables, Afganistán, Irak, Libia, Siria, así como el permanente asedio a Irán, son algunos ejemplos recientes de dicha injerencia.

JLVA: en su artículo La vinculación histórica de la Cuestión Kurda con el Orden Mundial: del Tratado de Sèvres a la Pax Americana (Isla-Lope, 2019a) formula que “paradójicamente, el fin de la Guerra Fría no significó la consolidación de la Pax Americana en el Medio Oriente como todo parecía indicarlo”, y que aunque desde un principio “así lo sugerían las poderosas intervenciones norteamericanas en Afganistán e Iraq, […] su posterior desenlace no hizo sino generar muchas dudas al respecto”, argumenta usted también retomando a Garduño (2016) que el “fracaso a mediano plazo de la ocupación norteamericana en ambos países no consiguió sino corroborar el desastre de la ‘guerra contra el terrorismo’ y la falacia del ‘Nuevo Siglo Estadounidense’”. ¿Con este antecedente cómo analiza usted la presencia estadounidense en el Medio Oriente en los últimos años bajo la administración Trump y qué cambios se podrían generar con el retorno de los demócratas al poder y su interés de reaparecer como un actor importante en la región?

JAIL: antes que nada, refuerzo lo que dices, tanto la guerra contra el terrorismo y todo ese discurso que se planteaba sobre el nuevo siglo estadounidense resultaron un fracaso. Existen argumentos, con relación a qué, el que finalmente convenció a Estados Unidos de la invasión a Afganistán y a Irak fue el Gobierno israelí. De acuerdo con James Petras, Israel planteó a los estadounidenses lo conveniente de dichas invasiones para reforzar la hegemonía estadounidense en la región y en el mundo.

Definitivamente, Estados Unidos olvidó de manera increíble su pésima experiencia en Vietnam y volvió a cometer un error similar al enviar sus tropas al otro lado del mundo. Primero a Afganistán, en donde, aún hoy en día, todavía tienen estacionadas varios miles de tropas y no acaban de salir y, posteriormente, en Irak, donde también queda un reducido, pero poderoso grupo de militares. Desde luego, desde el punto de vista militar ambas invasiones resultaron finalmente un terrible desastre. Si observamos, esta ha sido la última vez que el Gobierno estadounidense quiso comportarse como potencia hegemónica desde el punto de vista militar y su actuación dejó mucho que desear. Tan es así, que no han vuelto a intentar una aventura bélica de ese calibre, ni en Medio Oriente ni en ninguna otra parte del mundo.

No tomó mucho tiempo para que el Gobierno estadounidense tomara conciencia del terrible costo financiero, en término, de prestigio y, sobre todo, en vidas humanas de este tipo de aventuras. Por ello, uno de los principales argumentos de campaña de Barack Obama fue: “retirar a nuestras tropas de Irak y de Afganistán”, no creo exagerar si afirmo que este argumento le generó millones de votos. Desde que llegó al poder, Obama se dio cuenta de las limitaciones hegemónicas a las que ya se enfrentaba. De ahí en adelante, para mantener su presencia a nivel mundial, había que hacer más con menos. Para ello, pronunció una nueva doctrina para regular la presencia militar de su país en el mundo. Doctrina que, precisamente se conoce por su nombre, doctrina Obama. Su postulado principal se refería a que Estados Unidos ya no comprometería directamente sus tropas en ningún conflicto.

Para ello, de ahora en adelante las invasiones a países, como los de Medio Oriente, ya no serían directas, sino que había que aprovechar el armamento de última generación. Es decir, utilizarían sus modernos misiles lanzándolos desde sus bases, sus barcos o sus submarinos. Obviamente, había que utilizar su supremacía aérea mediante bombardeos masivos y la utilización de drones, los que fueron utilizados por primera vez en Libia y después en Yemen. Otra parte de la doctrina Obama decía que había que mantener la presencia norteamericana con alianzas en tierra, con gobiernos amigos, con fuerzas sociales amigas, con sectas y tribus que fueran opuestas a los regímenes. También, esto fue utilizado en Libia con el apoyo a las fuerzas opuestas a Gadafi, se les apoyaba con dinero y armas para que ellos fueran los que lucharan en el terreno. De la misma manera, en caso necesario, había que utilizar mercenarios y pagarlos para que hagan el trabajo sucio, esto, básicamente, constituyó la doctrina Obama. Esta doctrina se utilizó en el caso de Libia en 2013 y resultó exitosa, al menos en el corto plazo, derrocaron a Gadafi y los bombardeos acabaron con su régimen y sus principales bastiones. Posteriormente, se intentó utilizar esta doctrina en Siria, pero debido al involucramiento de tantos actores resultó imposible su implementación.

Con la llegada de Trump, la doctrina Obama fue abandonada. Para él, no tenía sentido involucrarse directamente en Medio Oriente en cuestiones políticas, a quién le importa Libia o Siria, poco importan los países árabes pobres; lo primero que hizo fue asegurar sus alianzas con los países petroleros. De inmediato, refuerza su coalición con los saudíes y con los otros países productores, es decir, con los miembros del Consejo de Cooperación del Golfo. De esta manera, incrementa la venta de armas y refuerza alianzas para poder seguir controlando el petróleo. Al resto de los países los deja a un lado, se olvida de los palestinos, lleva hasta sus últimas consecuencias su alianza incondicional con Israel, cambia su embajada a Jerusalén e incluso, da luz verde a una posible anexión de Cisjordania o de los Altos de Golán. Al mismo tiempo, rompe el pacto nuclear con Irán a quien considera su enemigo más peligroso en Medio Oriente. Trump, llevó a cabo una política sumamente pragmática reforzando, lo que para él, constituían los verdaderos intereses norteamericanos en la región, primero el petróleo, luego Israel y en tercer lugar los gobiernos árabes amigos.

En este sentido, Trump trató de evitar cualquier involucramiento directo en los conflictos regionales, solamente cuando había petróleo de por medio, como en Siria, movieron sus tropas, ahí sí movilizó sus tropas para proteger los pocos importantes campos petroleros en Siria. Ese era su parámetro, no involucrarse en nada, incluso traicionó a los kurdos de Rojava cuando fueron atacados por los turcos. Resultó ser demasiado pragmático, en ese sentido, no reconoció ninguna alianza anterior, solo respetó las que a él le importaban. En resumen, así condujo su política exterior hacia la región durante su periodo.

En cuanto a la reciente llegada de Joe Biden, tengo la certeza de que no va a involucrarse en el Medio Oriente tan directamente, es decir, no va a hacerlo como lo hizo Bush. En ese sentido, no se involucrará con el envío de tropas. Aunque, es posible, que el nuevo presidente mantenga en su discurso una actitud beligerante en torno a devolver a Estados Unidos su papel protagónico. No olvidemos que Trump también lo aseveró con su famosa frase “Make America Great Again”. Ahora, Biden está encubriendo las cosas, está manifestando que existía una grandeza norteamericana antes de Trump y que fue él quien renunció al papel protagónico que jugaba la política exterior norteamericana, lo que en cierta medida es cierto. Sin embargo, lo que carece de sentido es afirmar que Trump puso fin con sus acciones a la Pax Americana, esto, como hemos señalado, empezó mucho antes y ha sido estructural.

Biden, en caso de ser necesario en algún conflicto, podría revivir la doctrina Obama. Me parece que hasta ahí sí podría llegar. No debemos olvidar, cuando Obama amenazó, en el caso del uso de armas químicas por parte del gobierno sirio —algo que nunca quedó muy claro—, con lanzar misiles Patriot contra la ciudad de Damasco para derrocar a Bashar al-Assad, solo hasta ese punto pudiera comprometerse el gobierno de Biden, sin embargo, involucrarse mayormente en la región resulta cada vez menos probable, aunque, en el discurso, el presidente mantenga el deseo de un regreso del poderío y de la hegemonía norteamericana en el mundo.

JLVA: en su publicación Propuesta metodológica para analizar la problemática internacional de Medio Oriente (Isla-Lope, 2019b, pp. 19, 26) plantea que los “Estados patrimonialistas vinculados con la permanencia de estructuras arcaicas precapitalistas como el tribalismo, el sectarismo, el patriarcado y el sometimiento de minorías […] deben su reproducción y persistencia a intereses provenientes del orden mundial y a la subsistencia de Estados autoritarios y fuertemente conectados con los intereses del capitalismo globalizador neoliberal”. Nos podría ilustrar cómo se da dicha relación en la región y cómo se ha materializado en la vida política de Yemen y Siria, dos países enfrascados aún en guerra civil, pero con contextos bastantes disímiles entre sí.

JAIL: en el ámbito regional, la persistencia de estos factores arcaicos que mencionas, como el tribalismo, el sectarismo, las minorías étnicas y el patriarcado, estuvieron ligados íntimamente al desarrollo particular del capitalismo en la región. En su desarrollo, el capitalismo regional adquirió características muy particulares a través de su relación con los agentes externos que lo impulsaron. Es decir, comerciantes, compañías coloniales, inversores, hombres de negocios y otros agentes extranjeros que impulsaron dicho capitalismo. Rápidamente, estos entes económicos se percataron que podían aprovechar las estructuras arcaicas mencionadas mediante alianzas, concesiones a los jefes tribales o mediante la compra de sus cosechas a los terratenientes.

Así es como empezó a evolucionar el capitalismo en la región, a través de alianzas con los dirigentes de estas estructuras arcaicas, primero con las tribus y también con algunas sectas: “a ti te doy el privilegio de que explotes ciertos recursos, a ti te doy la concesión de que importes tales productos, a otros se les dio la capacidad para que importen maquinaria para la producción de bienes de consumo o para que instalen grandes almacenes”. En este proceso, por lo tanto, los agentes capitalistas fueron descubriendo que era más productivo aprovecharse de las estructuras sociales existentes, lo que resultó en su reforzamiento económico, es decir, ciertos grupos específicos se enriquecieron. Pero, no solo eso, también se hicieron poderosos políticamente, de esta manera, se generaron procesos de acumulación capitalista apoyados en estructuras precapitalistas, esa es una característica clásica del capitalismo en Medio Oriente.

Este proceso, de aprovechar las estructuras arcaicas desde el punto de vista económico fue anterior a la ocupación colonial y se desarrolló principalmente a través de las capitulaciones, o sea, los famosos tratados a través de los cuales los europeos gozaban de grandes privilegios económicos en los diferentes confines del Imperio Otomano. Los privilegiados agentes económicos extranjeros, pactaron o inclusive se hicieron socios de ciertos líderes tribales, clánicos o sectarios para convertirlos en sus socios locales.

Posteriormente, con la colonización, de lo económico se pasó a lo político. Así, las fuerzas coloniales, con el propósito de controlar a las poblaciones y, por ende, los territorios, cultivaron relaciones clientelares con líderes tribales, sectarios o incluso con ciertas minorías, con las que de alguna manera se identificaban, y les otorgaban, por ejemplo, el control del agua de los grandes ríos, como el Nilo o el Tigris, para que ellos repartieran la misma a cambio de la lealtad a la potencia colonizadora. Otra forma, era otorgarles puestos políticos, como gobernaciones provinciales para que ellos ejercieran el control en nombre de la potencia colonial.

También, a estos líderes se les concedió representatividad en los nuevos parlamentos, donde controlaban la política a favor de la metrópoli. Eso lo vemos muy claro en El Líbano y en Siria, donde Francia se asoció con sectas religiosas como la maronita en el caso libanés y la alauita en el sirio, con el fin de ejercer el control político de dichos territorios. De esta manera, se aprovecharon las estructuras sectarias arcaicas para gobernar los territorios. Asimismo, en Yemen, Jordania o Arabia Saudí las estructuras tribales arcaicas son las que siguen funcionando en la actualidad. Por ejemplo, los parlamentos actuales no son sino los consejos tribales de antaño, simplemente los llaman de otra manera, pero la organización tribal es la que prevalece, los diputados son los líderes de las familias tribales. Como mencionamos, lo que se hizo fue perpetuar estas estructuras arcaicas, las que siguen controlando la economía y la política en su propio beneficio.

Una forma más moderna de mantener a estas elites, producto de las estructuras arcaicas mencionadas ha sido con el llamado rentismo. Dicho rentismo consiste en ingresos procedentes del exterior, principalmente por la venta de petróleo y gas, pero que también pueden ser de tipo estratégico, es decir por el alquiler de bases militares o por el uso de ciertos estrechos marítimos o por combatir a grupos terroristas. Estos ingresos, que en diversos casos llegan a ser muy altos, cientos o miles de millones de dólares anuales, son acaparados por los gobernantes de muchos de los países de Medio Oriente. Dichos gobernantes, no tienen que responderle a ninguna autoridad hacendaria o legislativa que regule cómo se gasta ese dinero.

Lo importante, es que es de esta manera como se refuerzan estas estructuras arcaicas y como se refuerza al Estado patrimonialista. Tipo de Estado que, a su vez, impulsa la creación de poderosos ejércitos que sirven para proteger al líder supremo. Estas fuerzas armadas son comandadas por los líderes supremos de cada país y sus familias pertenecientes a la tribu o a la secta dominante. En realidad, no son más que fuerzas pretorianas que sirven para proteger al gobierno y a sus líderes, Estas guardias pretorianas son realmente las que sostienen a los regímenes.

JLVA: finalmente, a partir de las ideas expuestas en su libro La injerencia histórica del orden mundial en el Medio Oriente (Isla-Lope, 2018a, pp. 85, 148), —y a propósito de los diez años que se cumplen de las revueltas populares en la región— se podría plantear que hay un vínculo muy importante entre el desmonte de los derechos socioeconómicos, los procesos de privatización de las empresas estatales y de liberalización económica con los procesos sectarios, neopatrimonialistas y autoritarios en la región; pero los diagnósticos que se plantean desde los think tanks estadounidenses, las instituciones financieras internacionales así como desde ciertos sectores de la academia y los medios de comunicación es que dicha inestabilidad surge por sus dinámicas religiosas o por la falta de reformas que profundicen el modelo liberal y desarrollista. ¿Cómo explicar esos análisis intencionados en desvirtuar cualquier origen económico sobre las raíces de las revueltas y el constante descontento de los ciudadanos que reclaman participación política y derechos sociales?

JAIL: ya hemos mencionado algunas cuestiones al respecto, en cuanto estallaron las revueltas hubo un esfuerzo deliberado por parte de la prensa occidental y por parte de los llamados think tanks, de negar cualquier explicación económica de las raíces de las revueltas. Había que negarlo porque si la economía era la que causaba las crisis, entonces, el modelo neoliberal no estaba funcionando. Por ello, era sumamente importante ocultar, o al menos disminuir, la importancia de lo económico en las revueltas y buscar las razones en lo político.

Históricamente, las revoluciones y las revueltas populares empiezan por la base material, por ejemplo, la revolución francesa empezó por la escasez de pan y la pobreza extrema; lo mismo la revolución mexicana y la rusa. En el caso de las revueltas árabes de inmediato empezaron a culpar al autoritarismo, a la falta de democracia, a la carencia de libertades, a la censura de la prensa y de la libertad de expresión. Los medios, decidieron que esto era lo realmente importante. De manera marginal se llegaban a mencionar los problemas económicos, los cuales, sostenían, podían resolverse con ciertos ajustes al modelo neoliberal. Los sintetizaban como simples problemas de endeudamiento o de inflación, los que, fundamentalmente, se debían a la incapacidad de los gobernantes para profundizar las reformas neoliberales.

Es decir, aseveraban que no se estaban llevando apropiadamente las reformas, por lo tanto, el no implementar correctamente dichas reformas era lo que generaba los problemas económicos. Ante ello, simplemente proponían profundizar el neoliberalismo con medidas como proteger más la propiedad privada para elevar la obtención de utilidades, bajar los impuestos a las grandes compañías para generar más riqueza, así como generar más confianza para atraer inversión extranjera. En síntesis, esa era la receta neoliberal para salir de la crisis.

De esta forma, los académicos y periodistas occidentales plantearon que el problema era exclusivamente de la clase política. Para ellos, todo se debió al autoritarismo de los gobernantes, a su constante represión y a su corrupción. Por supuesto que esto era parcialmente cierto, pero ocultaba la verdadera esencia del problema, o sea, el fracaso y agotamiento del modelo liberal globalizador. No querían desenmascarar que era realmente el modelo económico el que no estaba funcionando y, en ese sentido, la economía representaría la principal causa de las protestas en el mundo árabe, esto hubiese sido reconocer el fracaso del Fondo Monetario Internacional (FMI) y del Banco Mundial. Entonces, por eso se trató inmediatamente de darle la vuelta, hablar de lo político y relegar lo económico, sosteniendo que los problemas sociales eran consecuencia de que no se habían hecho satisfactoriamente las reformas neoliberales. En otras palabras, se reconocía la existencia de diversos problemas relacionados con el desempleo, la pobreza, la vivienda, la salud, y la educación, pero, se argumentaba que ajustando el modelo económico a través de más reformas estos se irían resolviendo gradualmente.

Aplicaban el eterno mito neoliberal de que primero había que crear el pastel y luego repartirlo. Es decir, no se puede repartir algo que no existe, primero se crea la riqueza y luego se verá cómo se reparte. Esta ha sido la eterna receta del Fondo Monetario Internacional, en la que la parte de la repartición nunca llega. En síntesis, bajo esta óptica, la responsabilidad de las protestas era de los políticos ineptos que gobernaban esos países y a los que había que remover y responsabilizar, siendo, en gran medida, lo que procedió en algunos de los países donde se dieron cambios de gobierno. El mensaje que querían mandar los think tanks y la prensa occidental era que el modelo económico gozaba de buena salud y estaba funcionando.

Todavía, en 2011, no se hablaba abiertamente del fracaso del modelo neoliberal a nivel mundial como lo percibimos actualmente, en ese momento, todavía trataban de mantener el poco prestigio que les quedaba a las instituciones financieras internacionales, no olvidemos que acababa de acontecer la crisis financiera de 2008, la que las dejó muy maltrechas.

En realidad, lo anterior es parte de la visión panorámica que ofrecen las teorías realistas y neoliberales. Estos enfoques, mantienen permanentemente que el modelo propuesto por el hegemón es el ideal, puesto que a ellos si les funcionó muy bien; sin embargo, la única condición es que se cuente con gobiernos y políticos aptos y disciplinados para aplicar de manera correcta los cambios y las reformas que sean necesarias, o sea, cada país debe contar con los hombres capaces para poder aplicar el modelo adecuadamente. A eso se reduce todo, de manera simplista niegan la conexión y la influencia del orden mundial dentro de los Estados. Para ellos, cada Estado es totalmente responsable de la manera como se organiza la producción y la sociedad dentro de su territorio.

Pero, al implementar un análisis crítico del orden mundial y su conexión con los Estados reconocemos que esto resulta una falacia. Para empezar, es muy claro que los gobernantes que están a cargo de sus Estados deben ser aprobados desde el orden mundial para que se les permita llegar al cargo. Una vez en el puesto, no pueden desobedecer o romper con las instituciones internacionales que sostienen la economía global, como el FMI o el Banco Mundial, entre otras. Por lo tanto, el orden mundial si mantiene de manera permanente una estrecha conexión con los Estados y sus Gobiernos y, por ende, si tiene una responsabilidad importante en relación con lo que ocurre en su interior y, por supuesto, con el tipo de gobiernos que aprueban; gobiernos que regularmente deberán comprometerse a respetar los intereses hegemónicos.

Este fue el caso de gobiernos como el de Ben Ali en Túnez y Mubarak en Egipto, los que después de ser apoyados, reconocidos y respetados desde el orden mundial durante décadas, fueron posteriormente desconocidos y deslegitimados por los medios y gobiernos occidentales, arguyendo que desconocían su autoritarismo y corrupción, así como su condición represora. Eso resulta realmente inverosímil.

JLVA: Dr. Isla Lope, le agradezco mucho por su tiempo y por las reflexiones aportadas en esta charla, si quisiera agregar algo a modo de conclusión, adelante…

JAIL: sí, para finalizar, agregaría que la intromisión extranjera sigue siendo uno de los grandes males en Medio Oriente, uno de los grandes obstáculos que impide el cambio. En la actualidad, esta injerencia sigue defendiendo los grandes intereses provenientes del orden mundial y se ha convertido en un obstáculo para el cambio al proteger dichos intereses. Nos referimos a los intereses económicos de las grandes compañías occidentales, así como a los intereses geopolíticos y estratégicos de las grandes potencias. De esta forma, Estados Unidos y sus aliados se han puesto del lado de las fuerzas más conservadoras y reaccionarias representadas por gobiernos patrimonialistas, autoritarios, militaristas, fundamentalistas y sectarios que, al defender los privilegios de unos cuantos se oponen a ultranza a cualquier cambio progresista y emancipador en la región.

En síntesis, desde el punto de vista regional, siempre he manifestado que los Estados patrimonialistas han sido los causantes de que se generen poderosos obstáculos al cambio. Esto, debido al rentismo y a la creación de poderosos ejércitos y guardias pretorianas que defienden a sus líderes y no a las sociedades de cada país. Gobiernos que, a su vez, son apoyados y protegidos desde el orden mundial si cumplen con sus obligaciones hacia el mismo.

Finalmente, no quisiera terminar, sin hacer al menos alusión, a otra importante fuerza conservadora, que a nivel regional, se ha dedicado a obstaculizar la transformación de caducas estructuras sociales, me refiero al islam político, sobre todo el más fundamentalista, el más conservador que emana de los países más autoritarios, patrimonialistas y reaccionarios como Arabia Saudita, como Qatar o como el mismo Irán, que son los que se han dedicado a financiar movimientos fundamentalistas de un conservadurismo salvaje y que quieren mantener a las sociedades de Medio Oriente en épocas oscuras, las que, paradójicamente, también han sido apoyadas en distintas ocasiones desde el orden mundial.

A manera de conclusión y a partir de cierta congruencia con lo dicho anteriormente, pero también con algo de optimismo, considero que la construcción de ese orden posthegemónico al que se ha hecho alusión a lo largo de la presente entrevista y producto del anhelado acuerdo entre civilizaciones, podría, desde el exterior, representar una valiosa oportunidad para contrarrestar a estas poderosas fuerzas conservadoras en la región. Es decir, un orden posthegemónico que, de manera paulatina, sirviera para ir desmontando las estructuras que impiden el cambio social, en lugar de perpetuarlas en su provecho. Esta, no es sino una conclusión llena de esperanza, que alienta un proyecto que debe construirse desde abajo y desde las diferentes sociedades, en todo el mundo.

Referencias

Garduño, M. (2016). Dinámicas de poder y prácticas de resistencia en las revoluciones árabes. Centro de Investigaciones y Estudios en Antropología Social (CIESAS); Casa Chata.

Isla-Lope, J. (2018a). La injerencia histórica del orden mundial en el Medio Oriente. UNAM.

Isla-Lope, J. (2018b). Yemen: de la guerra civil a la intervención extranjera. En M. Garduño García, J. Isla Lope y M. L. Sierra Kobeh, Temas contemporáneos de Medio Oriente. Ensayos en honor a Luis Mesa Delmonte (pp. 77-94). UNAM.

Isla-Lope, J. (2019a). La vinculación histórica de la Cuestión Kurda con el Orden Mundial: del Tratado de Sèvres a la Pax Americana. Revista de Estudios Internacionales Mediterráneos, 27, 11-23. https://doi.org/10.15366/reim2019.27.002 [CrossRef]

Isla-Lope, J. (2019b). Propuesta metodológica para analizar la problemática internacional de Medio Oriente. Cuadernos de Temas Contemporáneos de Medio Oriente. UNAM.

Isla-Lope, J. (2021). La transición de la Pax Americana y Medio Oriente. Apuntes desde la obra de Robert Cox [presentación de ponencia]. Coloquio Sectarismo y Justicia Social en el norte de África y Medio Oriente, Ciudad de México, México.

López, R. (2019, 14 de mayo). Israel-Palestina, la historia de tortuosos procesos en búsqueda de la paz. Gaceta UNAM. https://www.gaceta.unam.mx/71-anos-despues-palestinos-y-judios-continuan-en-conflicto/[Link]

Notas

Entrevista realizada el 17 de febrero de 2021 vía zoom entre la Ciudad de México y Medellín, Colombia. Jaime Alberto Isla Lope es doctor en Ciencias Políticas con orientación en Relaciones Internacionales por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), es magíster en Estudios sobre Medio Oriente por la Universidad Americana de Beirut-Líbano y licenciado en Relaciones Internacionales por la UNAM, Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (FCPyS). Fue miembro del Servicio Exterior Mexicano adscrito a la Embajada de México en Polonia entre 1995 y 1998. Actualmente es Profesor Titular “A” de Tiempo Completo adscrito al Centro de Relaciones Internacionales de la UNAM-FCPyS.
Politólogo de la Universidad Nacional de Colombia y estudiante de maestría en Relaciones Internacionales en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), México. Correo electrónico: jlveleza@unal.edu.co https://orcid.org/0000-0002-5976-7092
Se puede encontrar una reflexión más amplia del Dr. Isla Lope sobre la cuestión palestina en López (2019), donde son recogidas algunas de sus ideas.

Referencias

Garduño, M. (2016). Dinámicas de poder y prácticas de resistencia en las revoluciones árabes. Centro de Investigaciones y Estudios en Antropología Social (CIESAS); Casa Chata.

Isla-Lope, J. (2018a). La injerencia histórica del orden mundial en el Medio Oriente. UNAM.

Isla-Lope, J. (2018b). Yemen: de la guerra civil a la intervención extranjera. En M. Garduño García, J. Isla Lope y M. L. Sierra Kobeh, Temas contemporáneos de Medio Oriente. Ensayos en honor a Luis Mesa Delmonte (pp. 77-94). UNAM.

Isla-Lope, J. (2019a). La vinculación histórica de la Cuestión Kurda con el Orden Mundial: del Tratado de Sèvres a la Pax Americana. Revista de Estudios Internacionales Mediterráneos, 27, 11-23. https://doi.org/10.15366/reim2019.27.002

Isla-Lope, J. (2019b). Propuesta metodológica para analizar la problemática internacional de Medio Oriente. Cuadernos de Temas Contemporáneos de Medio Oriente. UNAM.

Isla-Lope, J. (2021). La transición de la Pax Americana y Medio Oriente. Apuntes desde la obra de Robert Cox [presentación de ponencia]. Coloquio Sectarismo y Justicia Social en el norte de África y Medio Oriente, Ciudad de México, México.

López, R. (2019, 14 de mayo). Israel-Palestina, la historia de tortuosos procesos en búsqueda de la paz. Gaceta UNAM. https://www.gaceta.unam.mx/71-anos-despues-palestinos-y-judios-continuan-en-conflicto/

Cómo citar

APA

Isla-Lope, J.-A. . y Vélez-Agudelo, J.-L. . (2022). Visión crítica de las relaciones internacionales en Medio Oriente y la transición hegemónica en el orden internacional: una entrevista con Jaime Alberto Isla Lope. Forum. Revista Departamento de Ciencia Política, (21), 276–305. https://doi.org/10.15446/frdcp.n21.98404

ACM

[1]
Isla-Lope, J.-A. y Vélez-Agudelo, J.-L. 2022. Visión crítica de las relaciones internacionales en Medio Oriente y la transición hegemónica en el orden internacional: una entrevista con Jaime Alberto Isla Lope. Forum. Revista Departamento de Ciencia Política. 21 (ene. 2022), 276–305. DOI:https://doi.org/10.15446/frdcp.n21.98404.

ACS

(1)
Isla-Lope, J.-A. .; Vélez-Agudelo, J.-L. . Visión crítica de las relaciones internacionales en Medio Oriente y la transición hegemónica en el orden internacional: una entrevista con Jaime Alberto Isla Lope. forum. rev. dep. cienc. politica 2022, 276-305.

ABNT

ISLA-LOPE, J.-A. .; VÉLEZ-AGUDELO, J.-L. . Visión crítica de las relaciones internacionales en Medio Oriente y la transición hegemónica en el orden internacional: una entrevista con Jaime Alberto Isla Lope. Forum. Revista Departamento de Ciencia Política, [S. l.], n. 21, p. 276–305, 2022. DOI: 10.15446/frdcp.n21.98404. Disponível em: https://revistas.unal.edu.co/index.php/forum/article/view/98404. Acesso em: 29 mar. 2024.

Chicago

Isla-Lope, Jaime-Alberto, y Jorge-Luis Vélez-Agudelo. 2022. «Visión crítica de las relaciones internacionales en Medio Oriente y la transición hegemónica en el orden internacional: una entrevista con Jaime Alberto Isla Lope». Forum. Revista Departamento De Ciencia Política, n.º 21 (enero):276-305. https://doi.org/10.15446/frdcp.n21.98404.

Harvard

Isla-Lope, J.-A. . y Vélez-Agudelo, J.-L. . (2022) «Visión crítica de las relaciones internacionales en Medio Oriente y la transición hegemónica en el orden internacional: una entrevista con Jaime Alberto Isla Lope», Forum. Revista Departamento de Ciencia Política, (21), pp. 276–305. doi: 10.15446/frdcp.n21.98404.

IEEE

[1]
J.-A. . Isla-Lope y J.-L. . Vélez-Agudelo, «Visión crítica de las relaciones internacionales en Medio Oriente y la transición hegemónica en el orden internacional: una entrevista con Jaime Alberto Isla Lope», forum. rev. dep. cienc. politica, n.º 21, pp. 276–305, ene. 2022.

MLA

Isla-Lope, J.-A. ., y J.-L. . Vélez-Agudelo. «Visión crítica de las relaciones internacionales en Medio Oriente y la transición hegemónica en el orden internacional: una entrevista con Jaime Alberto Isla Lope». Forum. Revista Departamento de Ciencia Política, n.º 21, enero de 2022, pp. 276-05, doi:10.15446/frdcp.n21.98404.

Turabian

Isla-Lope, Jaime-Alberto, y Jorge-Luis Vélez-Agudelo. «Visión crítica de las relaciones internacionales en Medio Oriente y la transición hegemónica en el orden internacional: una entrevista con Jaime Alberto Isla Lope». Forum. Revista Departamento de Ciencia Política, no. 21 (enero 1, 2022): 276–305. Accedido marzo 29, 2024. https://revistas.unal.edu.co/index.php/forum/article/view/98404.

Vancouver

1.
Isla-Lope J-A, Vélez-Agudelo J-L. Visión crítica de las relaciones internacionales en Medio Oriente y la transición hegemónica en el orden internacional: una entrevista con Jaime Alberto Isla Lope. forum. rev. dep. cienc. politica [Internet]. 1 de enero de 2022 [citado 29 de marzo de 2024];(21):276-305. Disponible en: https://revistas.unal.edu.co/index.php/forum/article/view/98404

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