Publicado

2016-01-01

Balance historiográfico de la novela histórica en Colombia. Una aproximación al ámbito regional

Historiographic review of historical novels in Colombia: a regional approach

DOI:

https://doi.org/10.15446/historelo.v8n15.51782

Palabras clave:

novela histórica, realismo mágico, región, local, Colombia (es)
historical novel, magic realism, regional literature, Colombia (en)

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El artículo ofrece un balance bibliográfico de las novelas históricas publicadas en Colombia entre 1844-2014. Luego de caracterizar que es novela histórica y su desenvolvimiento en el país, y plantear ciertas especificaciones de la narrativa regional, se destacan los autores y novelas del género consideradas como representativas, así como las que abordan el ámbito regional. Se muestran los cambios, desde el romanticismo decimonónico al posmodernismo, producidos a lo largo de 160 años. Se señalan algunos hechos y circunstancias que han influido en esta producción literaria, y se lanzan algunas conclusiones preliminares.

This paper offers a detailed bibliographic review of those Colombian historical novels published between years 1844 and 2014. At a first glance, the author defines what is understood as ‘historical novel’ and how this concept has been applied in the Colombian literature, from middle 19th century until today; then several authors and novels are highlighted as representatives of several country regions. Finally, changes produced along 160 years are described, covering from 19th´s romanticism to post-modernism. As a conclusion, the author points out some historical facts and circumstances, which have influenced literature production in Colombia.    

https://doi.org/10.15446/historelo.v8n15.51782

Balance historiográfico de la novela histórica en Colombia. Una aproximación al ámbito regional

Historiographic Review of Historical Novels in Colombia: a Regional Approach

José Eduardo Rueda Enciso*

* Magister en Historia Andina por la Universidad del Valle, Colombia, y Antropólogo por la Universidad Nacional de Colombia, Colombia. Es Profesor Titular de la Escuela Superior de Administración Pública, Colombia. Correo electrónico: susana3060@hotmail.com , orcid.org/0000-0002-3332-5085

Recepción: 09 de julio de 2015 Aceptación: 31 de agosto de 2015


Resumen

El artículo ofrece un balance bibliográfico de las novelas históricas publicadas en Colombia entre 1844-2014. Luego de caracterizar que es novela histórica y su desenvolvimiento en el país, y plantear ciertas especificaciones de la narrativa regional, se destacan los autores y novelas del género consideradas como representativas, así como las que abordan el ámbito regional. Se muestran los cambios, desde el romanticismo decimonónico al posmodernismo, producidos a lo largo de 160 años. Se señalan algunos hechos y circunstancias que han influido en esta producción literaria, y se lanzan algunas conclusiones preliminares.

Palabras clave: novela histórica, realismo mágico, región, local, Colombia.


Abstract

This paper offers a detailed bibliographic review of those Colombian historical novels published between years 1844 and 2014. At a first glance, the author defines what is understood as 'historical novel' and how this concept has been applied in the Colombian literature, from middle 19th century until today; then several authors and novels are highlighted as representatives of several country regions. Finally, changes produced along 160 years are described, covering from 19th´s romanticism to post-modernism. As a conclusion, the author points out some historical facts and circumstances, which have influenced literature production in Colombia.

Keywords: historical novel, magic realism, regional literature, Colombia.


Introducción

El propósito de la novela histórica es reconstruir "un modo de vida pretérito, [...] con los especiales sentimientos que despierta en nosotros la monumentalidad",1 hace relación a hechos y personajes famosos, conocidos, de los que el novelista pueda derivar, de la singularidad histórica de una época, la excepcionalidad en la actuación de cada personaje.2 El problema de la novela histórica radica en la creación hecha por el novelista, que en el subgénero en sí mismo. La novela histórica "vive con frecuencia, al menos en dos tiempos: el de los hechos que narra y en el que se escribe y se difunde",3 por lo que el novelista hace, de cara al presente, una aproximación y una interpretación del pasado, distinta a la del historiador.

La Novela histórica nació a principios del siglo XIX con Walter Schott, en la emergencia del sentimiento nacional, del sentido y la vivencia de la historia, y del romanticismo.4 Rápidamente se popularizo, se convirtió en una moda en Europa y en América, tuvo destacados cultores, y cautivó al público lector. Desde 1825, las novelas de Schott fueron traducidas al castellano, en latinoamérica se las publicó por entregas en los periódicos, se las adaptó al teatro, y surgieron escritores que novelaron el pasado americano.5 A partir de entonces, la novela histórica es parte del qué hacer literario de los escritores latinoamericanos y colombianos.6 A veces con fortuna, otras no, con evidentes sesgos ideológicos, entrometiéndose, a veces peligrosamente, con problemas contemporáneos.

Para el propósito que nos ocupa: el entronque de la novela con la disciplina histórica en Colombia y su vinculación con lo regional, hemos establecido un largo periodo comprendido entre 1844 a 2014, subdividido en dos, 1844-1967 y 1967-2014. Desde la primera novela, Yngermina o la hija de Calamar de Juan José Nieto, hasta la publicación de Cien años de Soledad de Gabriel García Márquez, y de esta al 2014. En un rastreo de 170 años encontramos 104 novelas escritas por 75 autores, agrupadas en 9 temas: asuntos no americanos, sociedad española, Conquista, Colonia, Independencia, novela bolivariana, siglo XIX, siglo XX, y biografía novelada (ver tablas 1-6).

Del romanticismo decimonónico a la nueva novela histórica latinoamericana

El sub-periodo 1844-1967 presenta cuatro formas de concebir la novela histórica: La primera: el romanticismo, desde 1825 a finales del siglo XIX, cuyas novelas carecen de rigor histórico, plagadas de frecuentes anacronismos, falsedades y fantasías, así se las hayan querido validar mediante la abusiva inclusión de notas eruditas, y la citación de los cronistas coloniales, o intercalando digresiones históricas, que muestran cierta erudición histórica no especializada; con predominio de los amores desgraciados, el sentimentalismo recargado, las emociones violentas, las grandes coincidencias, y la protesta contra la justicia, en donde la trama novelesca pasa a un segundo plano. En general, intentaron enseñar y divulgar historia.7 Se subraya que, durante el siglo XIX se escribieron un buen número de novelas románticas y costumbristas, cuyo carácter no es histórico, más si regional y local, que constituyen, sin duda, una fuente para el conocimiento cultural y social de esa centuria, como de las particularidades regionales y locales.

La segunda: el modernismo, desde finales del siglo XIX a la segunda década del siglo XX, cuyas novelas incorporaron a la trama la luz, los colores, las sensaciones acústicas, y los olores en las descripciones, convirtiéndolas en realistas, sensuales, opulentas, refinadas, etcétera. Utiliza ayudas literarias como la metáfora, la sinestesia, entre otras. Crea una narración de frases cortas y ágiles, interesándose por los pensamientos del protagonista, sin muchas acciones y con desenvolvimiento lento.

La tercera forma es el realismo, cuyas novelas son documentadas, basadas en exhaustivas investigaciones históricas y arqueológicas. Advirtiendo, que a partir de 1920, aparece una cuarta forma que es la novelística nativista, con matices de denuncia, que permitió visualizar las realidades latinoamericanas, políticas e históricas, en función de sus contextos mundiales.8

Con la publicación de El reino de este mundo (1949) de Alejo Carpentier, surgió una nueva novela histórica de la América Latina, caracterizada por ser "carnavalesca, paródica y heteroglósica, por dinamitar el discurso oficial de la historia a través de los anacronismos; por la presencia de la intertextualidad; y por ficcionar las figuras históricas",9 en la que "la historia está plenamente al servicio de la ficción, a diferencia de la clásica en la que la historia es respetada de manera milimétrica por la ficción".10 El escritor se toma licencias: un mismo acontecimiento se aborda de manera distinta mediante voces polifónicas, con diferentes enfoques, permitiendo una mayor recreación. En Colombia esa tendencia tuvo sus primeros síntomas con La Casa Grande (1962) de Álvaro Cepeda Zamudio, y se consolidó de modo definitivo en 1970 con Los Cortejos del diablo de Germán Espinosa, para luego tomar un nuevo aliento con la celebración del quinto centenario del Descubrimiento de América, y últimamente con la del Bicentenario de la Independencia.

En la década 1950, en Latinoamérica surgió un movimiento de emancipación intelectual, vanguardista, surrealista, conocido como el boom,11 que rompió con la tradición y transformó la historia literaria del continente americano, enclavándola en la literatura mundial. Se dejó de imitar la literatura europea, se comenzó a hablar un idioma diferente al del novelista europeo.12 El boom utilizó matices y técnicas narrativas experimentales, novedosas, personales, mediante recurrencias, saltos atrás, etcétera, para nosotros es importante el realismo mágico; en lo que tuvo mucho que ver las diferencias regionales existentes en los países latinoamericanos.

Simultáneamente, en Colombia, por lo menos cinco circunstancias contribuyeron a crear un clima literario nuevo:

En primer lugar, en 1955 apareció la revista Mito, que marcó el arranque de una nueva literatura, especialmente en el ensayo y la crítica literaria.

En segundo, en 1959 se fundó la Facultad de Sociología de la Universidad Nacional de Colombia, la primera en su género en América Latina, con la que se consolidaron las disciplinas sociales y humanas. Surgió la Nueva Historia, caracterizada por explorar nuevas fuentes documentales, o por releer las ya conocidas, mediante la reorganización explicativa, y la interrogación de esas fuentes con novedosas preguntas. Se incluyeron marcos teóricos provenientes de otras disciplinas sociales, y se utilizaron categorías del marxismo.13 La disciplina histórica se profesionalizó, se convirtió en carrera universitaria, poco a poco se fue consolidando una cultura investigativa. Se afianzó una historiografía científica, diferente de la del siglo XIX y bien entrado el siglo XX, pues

[...] la historiografía decimonónica era ingenua con respecto a la posibilidad de la reconstrucción objetiva del pasado, mientras que la historiografía, a partir de la segunda mitad del siglo XX, se volvió crítica a los límites de su trabajo y la conciencia de que los documentos que suelen usarse para la reconstrucción histórica suelen ser problemáticos.14

Por cerca de dos décadas la Nueva Historia se mantuvo al margen de la Academia de Historia, a partir de entonces varios historiadores profesionales han entrado al restringido seno de la Academia, sin embargo, que conozcamos, no hay historiadores-novelistas, salvo el caso de Germán Colmenares que siempre aspiró a escribir una novela, pero la vida no le alcanzó. Algunos sociólogos y antropólogos, por el contrario, encuentran en la ficción una forma valiosa y valida de expresión.

En tercer lugar, un crecimiento importante de la industria editorial, y un profesionalismo de los escritores, que les ha permitido asumir la literatura como un ejercicio estético, y como una opción de vida. Lo cierto es que "el novelista de hoy tiene conocimientos, no es el analfabeto que podía meter cuento, sino un profesional, cuando no un científico de las letras".15

En cuarto lugar, en 1967 se publicó Cien años de soledad, obra que marcó a quienes escribieron ficción después, alteró a quienes ya lo hacían, y a los que en el momento de su aparición eran escritores con obra conocida.16 Surgieron entonces dos tendencias predominantes, una novelística imitativa del realismo mágico y de Gabo, y otra que buscó nuevas formas narrativas, nuevas temáticas, etcétera.

Es en ese contexto que resurgió la novela histórica, en algunos casos como una forma de apartarse del realismo mágico, o si se quiere, del espacio post-macondiano. Marcada por el desarrollo de los medios de comunicación, la refrendación de una posición política, a veces comprometida. En muchos casos el autor narra los acontecimientos que le han tocado vivir y ser testigo, exaltando una región, o a una localidad especifica. Esto último, para los colombianos, explica la emergencia de la novela de la Violencia, del conflicto, fenómeno que desde 1946 ha sacudido hondamente nuestra realidad, cuya producción literaria puede llegar a más de cien obras.17 El rastreo adelantado no tiene en cuenta esa novelística del conflicto, se centra en la novela histórica que aborda temáticas clásicas.

La novela del romanticismo

A partir de la novela Yngermina se inauguró la novela histórica colombiana y la temática regional. Sin embargo, la novelística del siglo XIX es pobre en abordar la problemática histórica regional, se centra en Bogotá, el Altiplano, y en Cartagena, a lo sumo se presenta el fondo histórico de la época en que se desenvuelven las novelas, normalmente relatan la actuación de personajes históricos en sucesos reales conocidos. Son novelas superficiales al tratar temas como la complejidad de las comunidades indígenas, desconocen las costumbres, tradiciones, leyendas y ceremonias, no alcanzaron la importancia alcanzada en otros países latinoamericanos.18 Idealizan épocas pasadas, especialmente la Colonia. Salvo casos esporádicos no se abordó la problemática de la esclavitud ni de las comunidades afro.

Eugenio Díaz Castro es un caso importante dentro de la novelística del siglo XIX. Considerado como escritor costumbrista, mezcló la pintura realista, el comentario social y político, y el relato histórico, de manera irregular en el estilo, pero son valiosos como documento y testimonio.19 Se inició como novelista en 1854 con: Una ronda de don Ventura Ahumada (1854), cuyo protagonista es Don Buenaventura Ahumada, jefe político y de policía de Bogotá entre 1825-1830. A la que siguió Manuela (1858), que recrea, desde el costumbrismo, la disputa existente entre Gólgotas y Draconianos, cuya trama se desarrolla en la tierra caliente de la cordillera oriental de los Andes.20 Luego escribió Pio Quinta o el Valle de Tenza (1865), que trata sobre el guerrillero conservador Román Carranza, que en 1861 vengó la muerte de su hermano, mediante el asesinato de 62 de los 63 hombres que componían la partida que le dio muerte. Posteriormente, se publicó El rejo de enlazar (1873), que cuenta, desde una óptica conservadora, los acontecimientos de los constitucionalistas contra la dictadura del general José María Melo en 1854, en medio de un ambiente campesino en el que se describen, de modo minucioso, las labores agrícolas. Triada con la que recreó tres momentos importantes de la vida social y política de Bogotá, la sabana, y la tierra caliente, confrontando los dos mundos en que se dividía la sociedad agraria: el de los terratenientes o casacas, y el de los campesinos o los de ruana.

José Antonio de Plaza, Soledad Acosta de Samper y Felipe Pérez cultivaron, además de la literatura, la historia, pero el tratamiento histórico de sus obras es irregular. Plaza, basó su novela El Oidor Romance del siglo XVI (1850) en un relato de El Carnero de Juan Rodríguez Freile, modificándolo sin ahondar en fuentes históricas fidedignas. Acosta de Samper y Pérez tuvieron como modelo, además de Scott, al norteamericano William Prescott, pero cada uno, por separado, hizo del norteamericano su propia interpretación y adaptación. La primera, abusó de las citas de pie de página, no consultó fuentes originales, en sus dos obras sobre la Conquista: Aventuras de un español entre los indios de las Antillas (1905-1906), y Un hidalgo conquistador (1907) no hizo apología del buen salvaje, ni cayó en la leyenda negra, no criticó ni censuró el fanatismo de la Iglesia y los curas, reiteró "los conceptos de civilización y barbarie: la noción de barbarie se halla íntimamente ligada a una visión profundamente negativa del pueblo".21 El segundo, por el contrario, adelantó una cuidadosa investigación histórico-arqueológica en fuentes publicadas, las interpretó y adaptó de acuerdo a sus intereses, sin abusar en las citas y las notas eruditas, ni en el propósito docente, en Los Pizarro (1857) criticó y caricaturizó la Conquista, los conquistadores, los curas, la corte de Carlos V, enfatizó en la crueldad, la brutalidad, la venalidad, y la avaricia, reafirmó la leyenda negra.

La novela modernista, realista y naturalista

Emilio Cuervo Márquez, Daniel Samper Ortega y Eduardo Posada fueron historiadores-escritores, publicaron en la primera mitad del siglo XX, pertenecieron a la Academia Colombiana de Historia (1902), y avanzaron notoriamente frente a sus similares del siglo XIX. Cuervo Márquez fue modernista, escribió quizás la novela histórica más importante del periodo: Phines Una tragedia en tiempos de Cristo (1909), pese a ser una novela sobre Palestina en tiempos de Cristo, hace una excelente y ambientada reconstrucción antropo-histórica para la que recorrió la región en que se desenvuelve su relato. Se preocupó más por lo arqueológico que por lo histórico, sin descuidarlo, y sin perder la trama novelesca, pues lo arqueológico sólo constituye el ambiente en que se mueve el protagonista.22

Samper Ortega con Soraya (1931), adelantó una afortunada reconstrucción histórico-novelada de la época del Virrey José Solís Folch de Cardona, de sus amoríos y pasiones desenfrenadas, que lo llevaron, al final de su mandato, a vincularse a la comunidad franciscana. Exploró el lado novelesco de la figura romántica del Virrey, inventó, con propiedad, situaciones que ayudaran al desarrollo de la trama. Recreó el ambiente monótono, triste, y apacible de Santa Fe, y la selva circundante del Magdalena. Realizó una investigación rigurosa: recorrió todos los lugares europeos por los que transitó su personaje, lo que le permitió describir con precisión los ambientes. Consultó toda la bibliografía existente sobre el personaje, buscó, en Sevilla y en Colombia, documentación inédita, parte de ella, los datos que más le sirvieron, los incluyó en la novela, la totalidad hizo parte de una bibliografía.

Posada fue fundador y presidente de la Academia Colombiana de Historia, y del Boletín de Historia y Antigüedades. Su novela El Dorado (1936), es una secuencia de ocho cuadros, a semejanza de sus similares del siglo XIX, independientes el uno del otro, sin un vínculo que los convierta en un conjunto, de hechos históricos de la Conquista del país de los muiscas, ligeramente novelados. Trató de ser objetivo, imparcial, sin moralismos ni apasionamiento, es una obra de divulgación histórica, con ocasión del cuarto centenario de la fundación de Bogotá, escrita en un lenguaje sencillo, claro, conciso, y lógico, sin artificios literarios, carente de diálogos.

Durante la primera mitad del siglo XX encontramos escritores que produjeron obras bien logradas, tanto en lo que se refiere a novela histórica como en el tratamiento de lo regional. En 1924, José Eustasio Rivera Salas publicó La Vorágine, escrita entre 1922-1923, fruto de su participación en la Comisión Limítrofe Colombo-Venezolana, en las selvas del Orinoco, Guaviare, Atabapo, e Inírida. En la que contó y denunció el abandono en que vivían los colombianos en la frontera, pero fundamentalmente la explotación inhumana de los caucheros en las selvas de Colombia, Venezuela, y Brasil, y la fatídica historia de los capataces de la Casa Arana, empresa peruana que entre 1900 y 1930 dominó el sistema extractivo del caucho, que tuvo gran impacto en la vida social, económica, y étnica de las comunidades del área comprendida entre los ríos Putumayo y Caquetá. Logró así contar la tragedia colectiva de los caucheros, y la individual de Arturo Cova, su vida y su turbulento amor. Rivera, desde sus tempranos años de poeta, mostró inclinación por la geografía física y por el paisaje del país, lo que sin duda quedó maximizado en su novela al plasmar la enconada lucha del hombre con la naturaleza Orinoquiaamazónica. La Vorágine fue la segunda gran novela colombiana, la primera fue María (1867) de Jorge Isaacs.23

Aunque nació en el siglo XIX, Tomás Carrasquilla es el primer gran escritor colombiano del siglo XX: fue uno de los primeros escritores de oficio, no ocasional, dedicado íntegramente a la literatura; su impronta, su influencia, es fundamental en el desarrollo de la posterior novelística antioqueña y colombiana. Su producción se inició con Frutos de mi tierra (1896), de corte realista y naturalista, escrita como un reto, una respuesta a quienes consideraban que en Antioquia no había materia novélale, en la que presenta el habla popular y la identidad antioqueña, reconstruyó la fauna humana, encontró lo más raizal de la región antioqueña, especialmente el ser refractaria a la modernidad. Se convirtió en un adalid de la diferencia e igualdad de las regiones en el ámbito nacional; buceó en las raíces de lo propio, consideró que en las regiones había un gran universo por explotar: "No os intime la región, el punto geográfico y el medio, nada importan. Bajo incidentes regionales, provinciales, domésticos, puede encerrase el universo".24

Tendencia que continuó en Lucerito (1899) en la que recrea los años de la guerra civil de 1876, o de Los Obispos, cuando en Antioquia se persiguió y castigó, por parte de la Iglesia y el pueblo, a aquellos curas tildados de liberales, que se negaron a participar activamente en la propagación de la guerra santa contra los liberales, mostrándose particularmente crítico del majestuoso conservadurismo sin tacha de los antioqueños.25 Tuvo su mayor logro en La Marquesa de Yolombo (1928), en la que reconstruyó la época de finales del siglo XVIII e inicios de la Independencia del pueblo minero de Yolombo, describió los estratos socio-raciales de la época: españoles, criollos blancos, afro-descendientes, y mestizos; mostró las tensiones existentes entre estos, especialmente de los afro que por más que fueran bautizados dentro del catolicismo, conservaron sus creencias africanas.

La temática de las caucherías continuó con la publicación de Toá narraciones de cauchería (1933) de César Uribe Piedrahita, fruto de sus viajes al Caquetá y el recorrido de los ríos Yarí e Iparaparaná, en la que narra el drama personal de un médico idealista, enfrentado a las regiones caucheras del Caquetá y Putumayo, entre los indígenas carijona y huitoto, enmarcado en una historia colectiva de proporciones gigantescas: la progresiva expulsión de los colonos colombianos, por parte de un ejército particular de más de mil hombres, y varios millares de indígenas esclavos e infinidad de explotados colonos procedentes del Tolima y Antioquia, al servicio de la Casa Arana, lo que generó una verdadera guerra. Situación que Uribe denunció con precisión realista, en lenguaje sobrio, lacónico, y eficaz. Describió muchos aspectos de la vida de la selva, es quizás uno de los primeros escritores colombianos en narrar la ceremonia del yajé.26

La situación de la economía extractiva continuó con la publicación de Barrancabermeja, novela de proxenetas, rufianes, obreros y petroleros (1934) de Rafael Jaramillo Arango, en la que se recrea el establecimiento, en 1918, del enclave petrolero de la TROCO en el Magdalena Medio santandereano, que trasformó y moldeó esa sociedad y ese espacio. Barrancabermeja era un caserío a orillas del río Magdalena, con el influjo del petróleo se convirtió en municipio (1922), en un típico pueblo obrero, que por las particularidades del enganche de jóvenes solteros, acogió una masa flotante de prostitutas y proxenetas que satisficieron las naturales necesidades sexuales de los trabajadores, lo que generó en el resto de la nación una crítica moralista, una leyenda negativa, que la novela de Jaramillo se encargó de narrar.27

Uribe Piedrahita retomó la temática de la economía extractiva en Mancha de Aceite (1935), producto de un viaje, en 1924, de carácter profesional y laboral, a los campos petroleros venezolanos de la compañía norteamericana SUN, experiencia que le permitió escribir una novela de corte anti-imperialista. Al igual que en Toá, el protagonista es un médico, que narra el problema petrolero a través de los diversos estratos en conflicto, que no difiere mucho de lo que por la misma época sucedía en Barrancabermeja y en el Catatumbo.28

Bernardo Arias Trujillo con Risaralda (1935), de corte terrígena, influenciada por Ribera, considerada como una obra maestra, y una de las más importantes del siglo XX en Colombia, exploró literariamente el intrincado proceso de formación y construcción de las identidades nacionales, en aspectos como la raza, la sexualidad, la masculinidad, y la identidad, a partir de las tensiones cultural existentes entre campo y ciudad, la cualidad racial de los personajes de la novela, etcétera. Tiene como protagonistas a los afro-descendientes, los que son presentados como una diferencia que postula la tiranía de la civilización blanca. Es una novela pionera en lo que a novelar lo local y sus aristas se refiere: la trama se desarrolla en Sopinga, un pueblo fundado por afro-descendientes en la década del cincuenta del siglo XIX, un lugar donde aspiraban a resistir la tiránica civilización del blanco, el matrimonio cristiano, etcétera, pero debido a la abusiva intervención de los blancos, y el impulso de la colonización, el poblado cambio de nombre por el de La Virginia.29

La nueva novela histórica latinoamericana: entre el boom y la posmodernidad

Los escritores-historiadores del periodo 1967-2014, tienen, en algunos casos, similitudes con del periodo anterior, pero se aprecia mayor rigor literario e histórico, abordan lo regional con profundidad, precisión, y seriedad, amplían el estrecho universo geográfico e histórico narrado y descrito por sus antecesores. Es así como, Manuel Mejía Vallejo arrancó su periplo como novelista con La tierra éramos nosotros (1945), en la que ideó su microcosmos, el pueblo de Balandú, en el que recreó la provincia colombiana y en especial la cultura de la colonización antioqueña, a partir de la hacienda, la aldea, los espacios suburbanos, y el desarraigo del hombre provinciano, mostrando la rica tradición oral del pueblo antioqueño. Temática que retomó en Tarde de Verano (1980), y tuvo su mayor desarrollo en La Casa de las dos palmas (1988).

En 1962, Cepeda Zamudio reconstruyó la huelga y matanza de las bananeras de 1928, en La Casa grande, aunque sin tocar la matanza propiamente, no exhibe muertos, presenta una trasmutación poética, sin escamotear la realidad. Temática que García Márquez reconstruyó en Cien años de Soledad, contando, ahí sí, la bárbara acción del ejército Nacional contra 3.000 trabajadores.

Enrique Santos Molano con Memorias Fantásticas (1965) y El Corazón del Poeta (1999), introduce dos personajes bogotanos Antonio Nariño y José Asunción Silva, para las que adelantó juiciosas, exigentes y concienzudas investigaciones, originalmente presentadas en tramas entretenidas y narraciones detalladamente cinematográficas. Por ejemplo, en el caso de Silva, consultó por algo más de 20 años la prensa colombiana del siglo XIX, y en menor dimensión algunos archivos públicos y privados, adelantó entrevistas, leyó y criticó la gran mayoría de los escritos del poeta y sobre él. Acervo documental que le permitió publicar su política biografía novelada, en la que explica porque Silva no se suicidó, sino que fue asesinado, desvirtúa una serie de leyendas malintencionadas, publica una extensa biografía, y un volumen de escritos periodísticos del poeta. Su tesis sobre el asesinato de Silva fue recreada recientemente en otra novela y por otro escritor: Ricardo Silva Moreno en El libro de la envidia (2014). Algo similar ocurrió con Nariño, se propuso mostrar las múltiples facetas del precursor, y aclarar muchos de los polémicos aspectos de su vida pública y privada; lo que años después se convirtió en una biografía.30 Sin embargo, Santos es demasiado sectario frente a los análisis sociológicos e históricos contemporáneos, aunque la investigación de sus obras es exigente, esta desactualizada en tanto a matices, avances e interpretaciones de otros autores, etcétera, pretende escribir como marxista, pero no va más allá de un marcado revisionismo.

Cien años de soledad marcó la novelística colombiana. Sobre la novela, la novelística y su autor se ha escrito mucho, sin embargo, nos interesa rescatar dos aspectos: al iniciar la redacción de El general en su laberinto (1989) García Márquez (1989, 270) tuvo que

[...] hacer alguna consulta ocasional sobre el modo de vida de Bolívar, y esa consulta me remitió a otra, y luego a otra más, hasta más no poder. Durante dos años largos me fui hundiendo en las arenas movedizas de una documentación torrencial, contradictoria y muchas veces incierta [...]. Mi falta absoluta de experiencia y método en la investigación histórica hizo aún más arduos mis días.

Experiencia investigativa que sin duda marcó sus posteriores novelas, pero, a su vez, descubrió que toda su obra narrativa estaba fundamentada en la historia de Colombia y el Caribe, lo que es enteramente cierto pues, por ejemplo, Cien años de soledad es un gran resumen de la historia de Colombia, del siglo XIX hasta los comienzos de la república Liberal en 1930. Igualmente, descubrió que no se había inventado nada. Los espacios, el Caribe y Colombia, y los tiempos, los siglos XIX y XX, en su obra no son solamente literarios o míticos, son históricos, geográficos, culturales.31 Como él mismo García Márquez declaró: "En el fondo, yo no he escrito sino un libro, que es el mismo que da vueltas y vueltas y sigue".32

El general en su laberinto describe el auto destierro, la soledad, la enfermedad, la amargura, el decaimiento de Bolívar en los catorce días que duró su último viaje, desde el interior hacía el Atlántico, por el río Magdalena. Para 1989, en el contexto latinoamericano, se habían publicado por lo menos cinco novelas sobre la representación novela-da del tirano,33 y sobre El Libertador se habían publicado varias novelas y ensayos, encaminados a desmitificar su figura,34 o humanizarlo y acercarlo a dimensiones reales,35 pero ninguna, hasta la publicación del General, "se había ocupado directamente y con tanto desenfado de uno de los ídolos intocables del panteón latinoamericano, una autentica leyenda, un mito. García Márquez se atrevió, y despertó la ira de los bolivarianos y los anti-bolivarianos".36 Por lo que Bolívar es presentado como un ser de carne y hueso desde su cotidianidad en deterioro, cercano a sus orígenes caribeños, sin excluir los rasgos negroides que habían sido eliminados progresivamente de bustos, medallas y sellos, donde figura con el afilado perfil aguileño de un senador romano.

El libro es una ampliación del breve fragmento escrito por Álvaro Mutis, El último rostro (1978), que fue retomado por Fernando Cruz Kronfly en La ceniza del Libertador (1987). Sin embargo, entre la obra de García Márquez y la de Cruz Kronfly existen diferencias en cuanto a novela histórica se refiere: en El general en su laberinto la historia es respetada de manera milimétrica por la acción, por lo que es una novela histórica clásica, mientras que en La Ceniza del Libertador la historia está plenamente al servicio de la ficción, reúne todas las características para ser considerada como una Nueva novela histórica de la América Latina.37 Eso fue posible pues Cruz Kronfly se sintió emancipado del peso histórico, dada la falta de documentación acerca del viaje, creó una obra algo surrealista en la cual aparecen fantasmas totalmente inventados,38 en la que ronda el misterio y se nutre del suspenso que oscila entre el dramatismo y la farsa.39 Las nueve novelas restantes sobre Bolívar, narran y exploran diferentes aspectos y momentos de la vida del Libertador.

Ahora bien, Macondo, el universo donde trascurren tres novelas y un número considerable de cuentos, es una región y una localidad fruto de la creación de García Márquez. Otros autores crearon sus propios universos, tal vez no con el realismo mágico que caracteriza a Macondo, pero en fin universos regionales y locales, construcciones de cosmos propios y originales, afortunadas apropiaciones de una época, un personaje, ora real, ora ficticio. Destacamos así a Germán Espinosa, que hizo lo propio con su natal Cartagena, tanto en el siglo XVII, con Los cortejos del diablo (1970), obra con la se experimentó un renacer de la novela histórica en Colombia, que trata sobre el tribunal de la Santa Inquisición y la cacería de brujas que este emprendió, donde luchan dos discursos: uno patriarcal, el de la Iglesia, la Corona, y la familia, otro insurrecto, fruto del deseo, que se subleva contra la ley; como en el XVIII, con La tejedora de Coronas (1982), su opus magnun, que es una novela total: de ficción, histórica, barroca, de personaje, decimonónica, gótica, moderna.40

Dos novelas históricas más de Espinosa son: Sinfonía desde el Nuevo Mundo (1990), donde la Francia napoleónica se une de tintes heroicos y aventureros, al sueño de la Colombia bolivariana, y Los ojos del basilisco (1992) en la que recrea la actuación delictiva de la banda del Molino del Cubo, en Bogotá, entre 1850-1851, supuestamente comandada por el entonces secretario de la Sociedad Democrática, el abogado José Raimundo Russi, quien finalmente fue apresado y ejecutado, en torno a lo cual se han generado varias interpretaciones. Tomó Espinosa la que creemos se ajusta más a la realidad: Russi fue un mártir, ajusticiado, ignominiosamente por los cachacos, pues lideró una revuelta popular contra el gobierno de López. Muestra el fanatismo existente en Bogotá, recrea la época del primer gobierno liberal, y la importancia que en ella tuvieron las Sociedades Democráticas de Artesanos y la reacción generada en las élites.41 Tetralogía en la que está presente el mestizaje y el Caribe, con la que logró apartarse del realismo mágico.

Caso diferente fue Pedro Gómez Valderrama con su novela La otra raya del tigre (1977), además de inaugurar la novelística histórica sobre el siglo XIX, recrea y rehace la historia del teutón Leo von Lengerke, que durante 30 años (1852-1882) construyó un imperio comercial en medio de las selvas santandereanas, gracias al cultivo de quina y el tabaco, su exportación a Europa, y la apertura de caminos, todo un colonizador, que se convirtió en mito y leyenda.42 Gómez investigó al personaje, reconoció la zona de acción, y recuperó la historia oral existente, en detalles como que el alemán tuvo 2200 hijos.

En esa misma línea de novelar hechos y personajes del siglo XIX está la novela de Félix Posada, La guerra de la compañía Landinez (1989), que recrea la actividad empresarial del coronel antioqueño Judas Tadeo Landinez, causante de la primera gran quiebra de la economía colombiana, relatada en tres niveles narrativos: la historia de las intrigas, el plano de la política oficial y las estructuras del poder; muestra como Landinez hizo todo lo posible para mantener al pueblo en un estado de guerra civil, la de Los Supremos, lo cual generó altas tasas de rentabilidad a las inversiones colombianas de su compañía. Levanta un detallado cuadro de las costumbres de la sociedad colombiana de la época, y caricaturiza a los actores políticos: José Ignacio de Márquez, Ezequiel Rojas y Rufino Cuervo.43 Al igual que, Las novelas Prytaneum (1981) y En busca de Moloch (1989) de Ricardo Cano Gaviria, recrean, parcialmente, dos de los aspectos más significativos del siglo XIX colombiano: las nueve Guerras Civiles nacionales, y el periodo radical (1867-1885). Igualmente, De una vez y para siempre (2000), de María Cristina Restrepo López, recrea el conflicto liberal-conservador, las disputas militares por un gobierno federal o uno centralista, y algunos aspectos de la colonización antioqueña. Por el mismo sendero están Fuego de amor encendido (2003) de José Libardo Porras, que indaga en la raíz de algunos conflictos de la sociedad antioqueña actual, tales como el amor a la riqueza, el arribismo, los fanatismos religiosos y políticos, y la indigencia económica del pueblo. Octavio Escobar con 1851. Folletín de cabo roto (2007) registra las pericias de la colonización antioqueña, en tiempos de las reformas de medio siglo, para canalizar los municipios de Salamina, Pácora y Marmato, en la que los protagonistas son simples colonos, campesinos que se la pasan todo el tiempo arriando mulas, desbrozando monte y añorando amores imposibles, se narran episodios de la vida rural de los antioqueños, y se cuenta el mundo del arriero. Tanta sangre vista (2007) de Rafael Baena, recrea las guerras civiles decimonónicas, sin precisarlas cronológica y espacialmente, sus personajes son ficticios, sin reflexiones intelectuales e ideológicas.44

Contemporáneo de Gómez fue Prospero Morales Pradilla, de cuya pluma salieron dos novelas: Los pecados de Inés de Hinojosa (1986) y La mujer doble (1990). La primera es una novela histórica y policiaca cuya trama se desarrolla principalmente en Tunja, recrea la sociedad encomendera de la segunda mitad del siglo XVI, cuando la ciudad contaba con 300 vecinos, 76 de los cuales eran encomenderos, uno de cada cuatro, por lo que cumplió una esencial "función política durante el siglo XVI en los repartimientos del botín de la conquista. Primero las encomiendas y luego las mercedes de tierras, le confirieron una primacía política como albergue de encomenderos y como asiento de un cabildo que otorgaba mercedes".45 Pero la novela va más allá de la sociedad encomendera, suministra un interesante perfil del carácter disimulado del tunjano, da cuenta de aspectos culturales: fiestas, saraos, toma de chicha, paseos, culinaria, lo que denota una cuidadosa investigación arqueológica, que le permitió a Morales reconstruir la sensación de la época, suministrando cierta ilusión de autenticidad.

El hecho, el asesinato, en 1571, del maestro Jorge Voto, a manos de Pedro y Hernán Rivera, hijos del capitán y conquistador Pedro Bravo de Rivera, fue contado por Rodríguez Freile, y novelado por Temístocles Avella Mendoza en Los tres Pedros (1864).46 Morales desde niño oyó el hecho, lo cautivó, lo investigó, lo amplio y profundizó47, con la lectura de los cronistas, los historiadores Ulises Rojas y Monseñor Mario Germán Romero, y la tradición oral de la ciudad, pues la escandalosa leyenda de Inés de Hinojosa pasó de generación en generación.

El producto es una novela histórica, llena de picaresca, promiscuidad, licenciosas pasiones, que recrea el exitoso mandato de Andrés Díaz Venero de Leiva, primer presidente de la Real Audiencia del Nuevo Reino de Granada, que investigó in situ la causa, y dictó condena.48 Comparte esta novela con La Tejedora de Coronas con un tema: ambas tienen como protagonista a mujeres sensuales y seductoras, que fueron juzgadas y condenadas por sus apasionados actos.

Igualmente, Morales y García Márquez en La mujer doble (1990) y El amor y otros demonios (1994) coinciden en una misma ciudad, época, y temática: transcurren en la pluriétnica y multicultural Cartagena del siglo XVIII, asediada por los piratas, permanentemente ensordecida por la música de los tambores de los esclavos. Ambiente que permite recrear y entremezclar el erotismo, las aventuras, y las costumbres.

Manuel Zapata Olivella fue un escritor cercano al realismo mágico, orgulloso de sus ancestros afros, exaltó la identidad negra colombiana, articuló una voz que resulta marginal en nuestra cultura.49 Su novela, Changó, el gran putas (1983) es una zaga de 600 años de historia africana y afroamericana, que trata sobre la diáspora africana que costó millones de vidas, y conllevó la trata negrera y la esclavitud, que transcurre en tres continentes, incorpora a héroes no convencionales como Benkos Biohó, Nat Turner, Malcom X. Toca aspectos como el sincretismo religioso, la rebelión, entre otros. Novela investigada por algo más de veinte años, para la que adelantó un exigente trabajo de campo en Colombia, el Caribe, los Estados Unidos, África y Europa, en el que recopiló la historia oral existente en esos países y continentes, relativa a las temáticas mencionadas, para lo que aprovechó su profesión de médico, sus intereses folclóricos y antropológicos, y sus estudios en el Instituto Caro y Cuervo.50

La trilogía de William Ospina: Ursúa (2005), El país de la canela (2008) y La serpiente sin ojos (2012), involucra y recrea tres hechos no tenidos en cuenta por sus predecesores del siglo XIX: la conquista y la leyenda del Dorado en el río Amazonas, una región no clásica. Rescata personajes históricos olvidados: el protagonista de la zaga épica es Pedro de Ursúa, fundador de Pamplona y viajero por el Amazonas, Francisco de Orellana, descubridor del gran río, Gonzalo Pizarro, y el Tirano Lope de Aguirre. Recrea el interés de la Corona española de imponer las Leyes Nuevas de 1542. Personajes, hechos y circunstancias que esbozó Ospina en su poemario El país del viento (1992).

Al igual que Felipe Pérez, Ospina tiene como fuente básica los libros de Prescott, y los cronistas de Indias, especialmente Elegías de varones ilustres de Indias de Juan de Castellanos, la primera y más antigua de las crónicas escritas en el territorio de la Nueva Granada, escrita en 113.609 versos endecasílabos, en los que la poesía puede más que la historia,51 y en Historia General y Natural de las Indias de Gonzalo Fernández de Oviedo, que fue uno de los declarantes de la inhumanidad de los indígenas americanos, al catalogarlos como satánicos, pero destacó que el gran problema de la Conquista española no eran las inusitadas practicas indígenas: antropofagia, sodomía, y cultos religiosos, etcétera, sino la codicia de los conquistadores, incluyendo a los misioneros, que motivó excesos y barbaridades sin fin. Modelos que fueron seguidos por Ospina en otros sentidos: a partir de citas paratextuales, insiste en la verdad, en la fidelidad de lo que narra, y utiliza mapas fechados sobre los eventos que recrea. Mantiene algunos vicios de los más conservadores novelistas históricos del siglo XIX: por momentos transmite una enseñanza a los lectores y una moraleja, e intenta dar pautas para vivir en forma adecuada en un presente que esta signado por un pasado esplendoroso y heroico, y al mismo tiempo desventurado y trágico. Sorprende, que pese a que desde comienzos de la década del setenta, y aún antes, con algunos trabajos pioneros, y sobre todo la edición de algo más de veintiocho tomos de fuentes documentales, con los que la historiografía colombiana ha avanzado significativamente en la comprensión de la Conquista y Colonia, Ospina no se halla siquiera conmovido.

Las novelas Muy Caribe está (1999) de Mario Escobar, y Balboa, el polizón del Pacifico (2007) de Mario Martínez, se desarrollan en otra región selvática objeto de una conquista temprana: el Uraba antioqueño en tiempos de la Conquista. Ambas obras se basan en la crónica de Fernández de Oviedo, aunque, como en el caso de Escobar, por momentos se adelantan valoraciones diferentes, se pone en tela de juicio "mientras que para Oviedo los caribes son exponentes del horror por la práctica del canibalismo y la sodomía, para el español de Muy Caribe está son compañeros entrañables".52

Víctor Paz Otero, es quizás el novelista histórico más prolífico del periodo que nos ocupa, con un total de diez novelas, el alter ego de Soledad Acosta de Samper, pero con diferencias pues él se ha documentado bien, es riguroso y responsable. En La eternidad y el olvido, desmitifica la ciudad de Popayán, su ciudad natal, en el siglo XIX. La tierra de los patojos, con sus familias de abolengo, sus militares y políticos. Por ejemplo, al sabio Caldas lo presenta como cobarde, homosexual y cornudo, a Tomás Cipriano de Mosquera lo caracteriza como un ser lleno de glorias y miserias. En esa, su primera novela, arma el universo de su posterior producción novelística. Cuatro libros de biografías novelas, dos de ellas sobre los caudillos caucanos Tomás Cipriano de Mosquera y José María Obando, cuyo enfrentamiento personal marcó la historia colombiana durante cerca de medio siglo. Representantes clásicos de lo multifacéticos que fueron los hombres públicos del siglo XIX colombiano. El sexo, el erotismo, los amores prohibidos, el incesto, la amistad, los hijos naturales, las bajas pasiones, las diferentes concepciones sobre el Estado y la política, la idea de progreso, la historia de los partidos tradicionales, las guerras civiles y sus consiguientes Constituciones, la dictadura, las relaciones con la Iglesia, entre otros, transcurren en estas dos novelas de manera acompasada. En ambas se percibe un conocimiento profundo del autor no sólo de los aspectos anecdóticos, que ayudan mucho a la narrativa, convirtiéndola en agradable y atrayente a la lectura, sino de la historia política, social, económica, y cultural de Colombia y del gran Cauca.

Paz Otero escribió sobre el paradójico Sabio Caldas, Samuel Jaramillo en Diario de la luz y las tinieblas. Francisco Joseph de Caldas (2000) por su lado, recrea

[...] las ansias liberadoras con que Caldas asumió el ejercicio de la investigación científica [la que entre otras copó buena parte de la geografía colombiana y ecuatoriana] y a la oscuridad trágica deparada por su militancia política en los años de la Patria Boba [...], el compromiso de este prócer con la causa de la independencia y a la postrera retracción que hizo frente a la Corona española para salvar su pellejo;53

para lo que se basó en el epistolario del sabio para reconstruir su periplo, sin retomar, entre otras, el tema de su homosexualismo. Por el contrario, Gloria Inés Peláez con La francesa de Santa Bárbara (2009) reconstruye, desde el punto de vista marginal de una mujer francesa, catarista, soltera, con un hijo bastardo, algunos pasajes de la vida del sabio, especialmente cuando habitó en Santa Fe de Bogotá. La caracterización de algunos personajes: Caldas, Humboldt, Bonpland, entre otros, tiene ciertos problemas, así como algunos errores en la época que desarrolla la acción, siendo notorio que ubica a Caldas y Humboldt en la capital virreinal, cuando en realidad los dos sabios estuvieron juntos en Quito.

La época del mundillo de la Real Expedición Botánica tiene otra recreación, la suministrada en El nuevo reino (2008) de Hernán Estupiñán, en la que desde el frío convento femenino de la Inmaculada Concepción en Santa Fe de Bogotá, una monja de clausura relata, de modo fragmentario, los rumores que llegan al convento sobre la Revolución de los Comuneros, José Celestino Mutis, José de Ezpeleta, Antonio Nariño, y los primeros años de la Independencia.

Uno de los hechos históricos más ignominiosos de nuestra historia como república, es la separación de Panamá en 1903. Evento que es recreado y reinterpretado en Historia secreta de Costaguana (2007) de Juan Gabriel Vásquez, narrada en primera persona y en permanente dialogo con el lector por un personaje ficticio, José Altamirano, recrea la época de la construcción del ferrocarril y del Canal de Panamá y la consecuente separación de este Estado, con la particular atención en las guerras civiles de la segunda mitad del siglo XIX y en especial en la de los Mil Días, cuyo corolario fue la separación.

Conclusiones

La forma de representar la realidad es lo que establece la diferencia entre la novela decimonónica y la del siglo XX. Aunque podría decirse que para el novelista histórico no importa el estado de la historiografía en el momento de la escritura misma, lo cierto es que para el caso colombiano, el desarrollo historiográfico si tiene mucho que ver con la producción novelística, por ejemplo, en el siglo XIX no se publicaron muchas colecciones de documentos, o si se publicaron, como fue el caso de la primera mitad del siglo XX, adolecieron de muchos problemas, especialmente de transcripción, pertinencia, entre otros aspectos.

Durante la primera mitad del siglo XX, la novelística colombiana experimentó cambios respecto a la del siglo XIX. Los casos de Carrasquilla, Rivera, Uribe Piedrahita y Arias son una antesala a lo que sucedería durante la segunda mitad del siglo XX y lo que va del presente. Las novelas históricas escritas en el siglo XIX y la primera década del XX, en muy contados casos han sido reeditadas, una autora como Soledad Acosta es prácticamente desconocida para los colombianos de la Colombia contemporánea.54 Cosa diferente ha sucedido con la novela histórica publicada desde 1950 al presente, la mayoría han contado con segundas y más ediciones, y algunas han sido traducidas a varios idiomas.55

Buena parte de la novela histórica regional y local roza pocos acontecimientos de la historia nacional, oficial, en innumerables casos logran dar una visión crítica y real de un determinado ambiente social, de algunos acontecimientos, hechos, y personajes, que no recoge la historia que reposa en los textos y manuales. En general, enfatiza mucho en el paisaje, la geografía, la flora, y la fauna; en fin, en el medio ambiente, muchas veces destacando lo exótico, idealizándolo en muchos casos. Tradición que arrancó con El último mohicano (1826) de James Fenimore Cooper, y tuvo su punto de mayor expresión en Los pasos perdidos (1953) de Alejo Carpentier.

Si bien hay buenos ejemplos de investigación, a excepción de esporádicos casos, la novela histórica colombiana carece de erudición. El número de novelas rastreadas y analizadas, aunque importante, no es parecido al de otros países latinoamericanos, en parte porque la elite letrada colombiana siempre ha reconocido como géneros ideales a la poesía y el ensayo.


Notas

1 Según Amado Alonso (1985, 143-144).
2 Reafirmando a George Lukascs (1965, 15).
3 En palabras de Rodrigo Zuleta (2014, 188).
4 Recuerda George Lukascs (1965, 15, 23).
5 En fecha temprana se empezaron a escribir novelas históricas en Hispanoamérica, pues en 1826 un autor desconocido dio a la luz pública Xicoténcal, que narra el encuentro entre valientes tlaxvaltecas y crueles conquistadores. Montoya, 2009, 117.
6 Así lo afirma Emir Rodríguez Monegal, 1984, 169-173.
7 Así lo confirma Antonio Cursio Altamar (1975, 103).
8 Lo demuestra Alejo Carpentier y Emir Rodríguez Monegal (1984, 27-28).
9 Lo señala Pablo Montoya (2009, ix).
10 Lo advierte John Galán Casanova, (2014, 174).
11 Para una gran mayoría, el boom arrancó entre 1961-1962 con la publicación de Rayuela (1961) de Julio Cortázar, y La Ciudad y los perros (1962) de Mario Vargas Llosa. Sin embargo, desde los años treinta, con Jorge Amado y otros, la novelística latinoamericana comenzó a mostrar fuertes tendencias renovadoras. Dentro de los precursores citamos a Alejo Carpentier (Cuba), Juan Rulfo (México), Miguel Ángel Asturias (Guatemala), Ernesto Sábato (Argentina), y aunque lejano a ese movimiento Jorge Luis Borgues (Argentina). Además de los citados, hicieron parte del boom Gabriel García Márquez (Colombia), Carlos Fuentes (México), Juan Carlos Onetti (Uruguay), José Donoso (Chile), entre otros.
12 Lo considera John Galán Carpentier, 1984, 20.
13 Lo confirma Jorge Orlando Melo (1979, 42-54).
14 En palabras de Rodrigo Zuleta (2014, 189).
15 En "Tocando la miseria de los héroes" lo dice Luís Aristizábal (2002, 103).
16 Lo confirma Juan Gustavo Cobo Borda (1988, 3).
17 Entre 1951 y 1972 se publicaron 74 novelas de la Violencia.
18 Lo plantea Antonio Cursio Altamar (1975, 71, 82-84).
19 Lo dice German Colmenares y Carlos José Reyes en el Manual de Literatura Colombia (1988).
20 Ver Ricardo Daza y Nicolás Esguerra, (1979, 65-85).
21 Lo dice Beatriz Patiño (1988, 121).
22 Lo confirma Donald Lee McGrady (1961, 58).
23 Resumido de Monserrat Ordoñez (1987); Isaías Peña (1989); y Roberto Pineda (2000).
24 Citado de Pablo Montoya (2009, 152).
25 Cf. Pablo Montoya (2009, 60-61).
26 Cf. Juan Gustavo Cobo Borda (1979); Antonio García (1933).
27 Léase Renan Vega Cantor et al. (2009).
28 Cf. Juan Gustavo Cobo Borda, 1979.
29 Ver Alexander Hincapié (2010).
30 Antonio Nariño Filósofo revolucionario (1999)
31 En Michael Palencia Roth (1990, 125-126).
32 Lo dice María Elvira Samper (1989, 28-33). Para algunos especialistas en la novelística de Gabriel García Márquez, el libro al que se refiere no es Cien años de soledad, sino La Hojarasca (1955).
33 El señor Presidente (1946), quizás la pionera, de Miguel Ángel Asturias; El recurso del método (1973) de Alejo Carpentier; Yo el supremo (1973) de Augusto Roa Bastos; El secuestro del general (1973) de Demetrio Aguilera Malta; El pueblo soy yo (1976) de Pedro Jorge Vera.
34 Yo, Bolívar Rey (1983) de Caupolicán Olivalles; El gran majadero (1984) de R.J. Lovera de Sola; Bolívar y la revolución (1984) y Bolívar, de San Jacinto a Santa Marta (1988) de Germán Arciniegas; La esposa del doctor Thorne (1988) de Denzil Romero.
35 Muy cerca de Bolívar (1988) de Fabio Puyo Vasco; y Bolívar día a día (1983) de Puyo Vasco con Eugenio Gutiérrez Cely, obra está que fue de permanente consulta de García Márquez, fue su carta de navegación por la vida de Bolívar.
36 Cf. Roberto González Echeverría (1990, 162).
37 Cf. John Galán Casanova (2014, 174).
38 Cf. Michael Palencia Roth (1990, 125).
39 Ver Alicia Fajardo (1988, 155-157).
40 Ver Rodrigo Zuleta (2014, 188-190).
41 Ver Pablo Montoya (2009, 33).
42 Ver Juan Gustavo Cobo Borda (1988, 10-12).
43 Ver Helmut Spreitzer (1990, 125-126).
44 Ver Pablo Montoya (2009, 59, 63-64, 67-73).
45 En palabras de German Colmenares (1987, 107-108).
46 Ver José Eduardo Rueda (n.d., 24).
47 Ver Carlos José Restrepo (1987, 97-98).
48 Ver Luis Aristizábal (1987, 55-75).
49 Ver José Eduardo Jaramillo Zuluaga (1988, 74).
50 Ver José Luis Díaz Granados (2003, 5-77).
51 Ver José Eduardo Rueda (n.d., 12-13).
52 En palabras de Pablo Montoya (2009, 124).
53 53. En palabras de Pablo Montoya (2009, 50).
54 En 1988, el Fondo Cultural Cafetero adelantó, en un tomo, una reedición de algunos de los trabajos de Acosta de Samper, todos ellos ya republicados: Los Piratas de Cartagena, que había sido reeditada en 1946 por la Biblioteca Popular de Cultura Colombiana; las biografías de Colón y Quesada: El descubrimiento y el Fundador, con anterioridad había sido reeditadas por COLCULTURA en 1971; y Luz y sombra. Cuadros de la vida de una coqueta, había sido republicada por la Biblioteca Aldeana de Colombia en 1936.
55 Por ejemplo, para 1988, Los pecados de Inés de Hinojosa, dos años después de su publicación, contaba con nueve ediciones.


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Zuleta, Rodrigo. 2006-2008. “Ursúa una novela atiborrada”. Boletín Cultural y Bibliográfico. 43, No 73: 121-122.

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Rueda Enciso, J. E. (2016). Balance historiográfico de la novela histórica en Colombia. Una aproximación al ámbito regional. HiSTOReLo. Revista de Historia Regional y Local, 8(15), 15–59. https://doi.org/10.15446/historelo.v8n15.51782

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[1]
Rueda Enciso, J.E. 2016. Balance historiográfico de la novela histórica en Colombia. Una aproximación al ámbito regional. HiSTOReLo. Revista de Historia Regional y Local. 8, 15 (ene. 2016), 15–59. DOI:https://doi.org/10.15446/historelo.v8n15.51782.

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Rueda Enciso, J. E. Balance historiográfico de la novela histórica en Colombia. Una aproximación al ámbito regional. Historelo.rev.hist.reg.local 2016, 8, 15-59.

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RUEDA ENCISO, J. E. Balance historiográfico de la novela histórica en Colombia. Una aproximación al ámbito regional. HiSTOReLo. Revista de Historia Regional y Local, [S. l.], v. 8, n. 15, p. 15–59, 2016. DOI: 10.15446/historelo.v8n15.51782. Disponível em: https://revistas.unal.edu.co/index.php/historelo/article/view/51782. Acesso em: 18 abr. 2024.

Chicago

Rueda Enciso, José Eduardo. 2016. «Balance historiográfico de la novela histórica en Colombia. Una aproximación al ámbito regional». HiSTOReLo. Revista De Historia Regional Y Local 8 (15):15-59. https://doi.org/10.15446/historelo.v8n15.51782.

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Rueda Enciso, J. E. (2016) «Balance historiográfico de la novela histórica en Colombia. Una aproximación al ámbito regional», HiSTOReLo. Revista de Historia Regional y Local, 8(15), pp. 15–59. doi: 10.15446/historelo.v8n15.51782.

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J. E. Rueda Enciso, «Balance historiográfico de la novela histórica en Colombia. Una aproximación al ámbito regional», Historelo.rev.hist.reg.local, vol. 8, n.º 15, pp. 15–59, ene. 2016.

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Rueda Enciso, J. E. «Balance historiográfico de la novela histórica en Colombia. Una aproximación al ámbito regional». HiSTOReLo. Revista de Historia Regional y Local, vol. 8, n.º 15, enero de 2016, pp. 15-59, doi:10.15446/historelo.v8n15.51782.

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Rueda Enciso, José Eduardo. «Balance historiográfico de la novela histórica en Colombia. Una aproximación al ámbito regional». HiSTOReLo. Revista de Historia Regional y Local 8, no. 15 (enero 1, 2016): 15–59. Accedido abril 18, 2024. https://revistas.unal.edu.co/index.php/historelo/article/view/51782.

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1.
Rueda Enciso JE. Balance historiográfico de la novela histórica en Colombia. Una aproximación al ámbito regional. Historelo.rev.hist.reg.local [Internet]. 1 de enero de 2016 [citado 18 de abril de 2024];8(15):15-59. Disponible en: https://revistas.unal.edu.co/index.php/historelo/article/view/51782

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1. Jorge Escobar-Ortiz. (2020). La novela histórica colombiana y el problema de la mujer en la ciencia: el caso del Virreinato de la Nueva Granada. HiSTOReLo. Revista de Historia Regional y Local, 12(25), p.90. https://doi.org/10.15446/historelo.v12n25.83360.

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