Publicado

2023-01-01

La naturaleza de la relación entre la historia y la literatura: consideraciones teóricas y miradas críticas sobre la novela histórica

The Nature of the Relationship Between History and Literature: Theoretical Considerations and Critical Views on the Historical Novel

A natureza da relação entre história e literatura: considerações teóricas e visões críticas sobre o romance histórico

DOI:

https://doi.org/10.15446/lthc.v25n1.105178

Palabras clave:

novela histórica, literatura, géneros literarios, historiografía, historia (es)
historical novel, literature, literary genres, historiography, history (en)
romance histórico, literatura, gêneros literários, historiografia, história (pt)

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Autores/as

  • Tomasz Jerzy Brenet Universidad de Bielsko-Biala

El objetivo de este artículo es analizar las cuestiones relacionadas con la novela histórica como un género cuyo papel en la vida social excede (o puede exceder) las funciones puramente recreativas que se le asignan. El artículo comienza con una discusión sobre los problemas de definición y clasificación de la novela, en el contexto de la enorme diversidad de géneros literarios, resultado en parte de las discrepancias metodológicas de investigadores individuales, así como de los supuestos ideológicos que prevalecieron en el contexto histórico de una época dada. Mientras se discute el desarrollo histórico de la novela histórica, se presentan y comentan las deliberaciones de los tres principales teóricos de la novela, Georg Lukács, Ian Watt y Mijaíl Bajtín, sobre la forma, convención y diferenciación interna del género. Luego se discute la escritura histórica, que no sólo tiene un valor documental, sino también el potencial de verificar hechos reconstruidos y procesados ​​del pasado. El artículo concluye con consideraciones sobre el estado actual de la novela histórica y su capacidad para moldear la conciencia histórica y la memoria colectiva de las sociedades.

This article aims to analyze the issues relating to the historical novel as a genre whose role in social life exceeds (or may exceed) the purely recreational functions that are assigned to it. The article begins by discussing the challenges of defining and classifying a novel, considering the enormous diversity of literary genres. This is partly the result of discrepancies in methodology used by individual researchers, but also the prevailing ideological assumptions in a given historical context. While assessing the evolution of the historical novel, the author considers the three main theorists of the novel, Georg Lukács, Ian Watt, and Mikhail Bakhtin, and their views on the form, convention, and internal differentiation of the genre. The documentary value of the historical novel and its potential to illuminate past events by reconstructing and processing them is also discussed. The article concludes by considering the current state of the historical novel and its ability to shape the historical consciousness and collective societal memories.

Este artigo tem como objetivo analisar as questões relacionadas com o romance histórico como gênero cujo papel na vida social supera (ou ultrapassa) as funções puramente lúdicas que lhe são atribuídas. O artigo começa com uma discussão sobre os problemas de definição e classificação do romance, no contexto da enorme diversidade de gêneros literários proveniente das discrepâncias metodológicas representadas por      pesquisadores individuais, bem como dos pressupostos ideológicos que prevaleceram no contexto histórico de uma determinada época. Ao discutir o desenvolvimento histórico do romance histórico, são apresentadas e comentadas as perspectivas dos três principais teóricos do romance, Georg Lukács, Ian Watt e Mikhail Bakhtin, relacionadas com a forma, convenção e diferenciação interna do gênero. Em seguida, apresenta-se a análise da escrita histórica que possui não apenas um valor documental, como também o potencial de verificar fatos do passado reconstruídos e processados. Nas considerações finais, observa-se o estado atual do romance histórico e a sua capacidade de moldar a consciência histórica e a memória coletiva das sociedades.

Recibido: 6 de enero de 2022; Aceptado: 16 de septiembre de 2022

Resumen

El objetivo de este artículo es analizar las cuestiones relacionadas con la novela histórica como un género cuyo papel en la vida social excede (o puede exceder) las funciones puramente recreativas que se le asignan. El artículo comienza con una discusión sobre los problemas de definición y clasificación de la novela, en el contexto de la enorme diversidad de géneros literarios, resultado en parte de las discrepancias metodológicas de investigadores individuales, así como de los supuestos ideológicos que prevalecieron en el contexto histórico de una época dada. Mientras se discute el desarrollo histórico de la novela histórica, se presentan y comentan las deliberaciones de los tres principales teóricos de la novela, Georg Lukács, Ian Watt y Mijaíl Bajtín, sobre la forma, convención y diferenciación interna del género. Luego se discute la escritura histórica, que no sólo tiene un valor documental, sino también el potencial de verificar hechos reconstruidos y procesados del pasado. El artículo concluye con consideraciones sobre el estado actual de la novela histórica y su capacidad para moldear la conciencia histórica y la memoria colectiva de las sociedades.

Palabras clave

novela histórica, literatura, géneros literarios, historiografía, historia.

Abstract

This article aims to analyze the issues relating to the historical novel as a genre whose role in social life exceeds (or may exceed) the purely recreational functions that are assigned to it. The article begins by discussing the challenges of defining and classifying a novel, considering the enormous diversity of literary genres. This is partly the result of discrepancies in methodology used by individual researchers, but also the prevailing ideological assumptions in a given historical context. While assessing the evolution of the historical novel, the author considers the three main theorists of the novel, Georg Lukács, Ian Watt, and Mikhail Bakhtin, and their views on the form, convention, and internal differentiation of the genre. The documentary value of the historical novel and its potential to illuminate past events by reconstructing and processing them is also discussed. The article concludes by considering the current state of the historical novel and its ability to shape the historical consciousness and collective societal memories.

Keywords

historical novel, literature, literary genres, historiography, history.

Resumo

Este artigo tem como objetivo analisar as questões relacionadas com o romance histórico como gênero cujo papel na vida social supera (ou ultrapassa) as funções puramente lúdicas que lhe são atribuídas. O artigo começa com uma discussão sobre os problemas de definição e classificação do romance, no contexto da enorme diversidade de gêneros literários proveniente das discrepâncias metodológicas representadas por pesquisadores individuais, bem como dos pressupostos ideológicos que prevaleceram no contexto histórico de uma determinada época. Ao discutir o desenvolvimento histórico do romance histórico, são apresentadas e comentadas as perspectivas dos três principais teóricos do romance, Georg Lukács, Ian Watt e Mikhail Bakhtin, relacionadas com a forma, convenção e diferenciação interna do gênero. Em seguida, apresenta-se a análise da escrita histórica que possui não apenas um valor documental, como também o potencial de verificar fatos do passado reconstruídos e processados. Nas considerações finais, observa-se o estado atual do romance histórico e a sua capacidade de moldar a consciência histórica e a memória coletiva das sociedades.

Palavras-chave

romance histórico, literatura, gêneros literários, historiografia, história.

Introducción

Apesar de una gran diversificación en el campo de los géneros y subgéneros literarios que se han desarrollado en casi todas las latitudes desde el principio de la escritura, es la novela la que parece haber adquirido mayor popularidad entre ellos, conquistando el mercado global de la edición. Y aunque desde la perspectiva actual la noción misma de la literatura, así como el estatus de la novela, no suscitan dudas para el lector común, esta situación se presentaba de forma completamente distinta aún en el siglo XVIII. Como señala Terry Eagleton, el concepto de la literatura no se limitaba a la literatura creativa o ficcional, sino que también incluía cada texto que, en opinión de la sociedad, tenía algún valor, por ejemplo tratados de filosofía, crónicas, epístolas, entre otros. El determinante de la categoría de literariedad no fue entonces su carácter ficcional sino su conformidad con las normas dadas que reflejaban principalmente las expectativas y valores de la élite gobernante. En otras palabras, la clasificación de un texto como una obra literaria era decidida por consideraciones ideológicas (15).

De la misma manera, el intento de definir o clasificar una novela puede presentar algunas dificultades. Esto se deriva, sobre todo, del hecho de que es muy difícil formular una definición que, por una parte, sea tan detallada que podría distinguir de forma inequívoca la novela de los demás géneros literarios y, por otra parte, que sea tan general que no excluya las obras que varían en algún aspecto de un modelo establecido.

La formación de la novela

Por lo general, existen numerosos dictámenes irreconciliables relativos a los rasgos característicos claves de la novela y al tiempo de su surgimiento como un género separado de los anteriores. Estas discrepancias dependen del enfoque metodológico empleado por los investigadores. Por esta razón, aparecen aquellos que señalan el comienzo de la novela en la antigua Grecia y Arabia —Etiópicas de Heliodoro de Emesa, Dafnis y Cloe de Londo de Lesbos, Aventuras de Quéreas y Calírroe de Caritón de Afrodisias, Las Aventuras de Leucipa y Clitofonte por Aquiles Tacio— (Bakhtin 86-87), Japón del siglo XI —El Relato de Genji de Murasaki Shikibu—, la China del siglo XIV —A la orilla del agua de Shi Nai’an— (véase Phelps) o en la España en el siglo XVII —Don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes Saavedra— (Pugh & Johnson 75). Sin embargo, la inmensa mayoría de los críticos y catedráticos literarios aceptan que la novela occidental moderna surgió fundamentalmente en la Inglaterra capitalista en el siglo XVIII, cuando también la denominación “novela” se arraigó en el discurso académico, así como en el lenguaje corriente (véase Richetti).

Este giro copernicano específico que ocurrió en la literatura mundial se puede atribuir a los cambios sociales, conceptuales e ideológicos que acompañaban el proceso de transición del feudalismo al capitalismo. Conviene recalcar aquí que este cambio no estaba relacionado tanto con la esfera económica, sino más bien con la mentalidad de la gente cuyas necesidades empezaron a cambiar. Ello, a su vez, provocó cambios en la percepción del mundo circundante. Basta con mencionar el desarrollo de la conciencia feminista, la expansión colonial, el avance tecnológico (la Revolución Industrial) o la evolución del mercado editorial, para darnos cuenta de que la humanidad se encontró en el umbral de una nueva era. Para ver cómo estos cambios afectaron al nuevo género, es necesario remitirse a las investigaciones realizadas por tres eminentes teóricos de la novela: Georg Lukács, Ian Watt y Mijaíl Bajtín.

Lukács señala que el autor de la novela trata de captar en su obra una cierta totalidad que, no obstante, por su complejidad no permite encerrarse en los marcos limitados de la novela. En consecuencia, recibimos una forma que tiene carácter fragmentario. Según el erudito húngaro, esta característica refleja un mundo que ha perdido su integridad —la civilización que se conocía antes se expandió en la conciencia de la población revelando nuevas áreas que todavía tuvieron que ser exploradas y subyugadas—. Simultáneamente, la pérdida de la integridad significaba también la desviación de percibir el bienestar público en términos del colectivo. En su lugar, lo que se puso en primer plano fue el individualismo que, como se puede presumir atinadamente, se ha convertido en el dominio de los protagonistas de la novela (Lukács, The Theory 56). Ellos buscan su destino personal y, por lo tanto, más habitualmente sus acciones no influyen en el destino del resto del universo. 1 Las experiencias de dichos individuos descritas por el autor tienen como único objetivo organizar el mundo descrito para crear una ilusión de realidad.

La desviación de la ideología colectivista fue un esfuerzo para apartarse de las antiguas formas literarias tales como la épica, la parábola o el romance y buscar o inventar nuevas modalidades de expresión para la condición humana. En este sentido, Ian Watt considera que la clave para fomentar la originalidad en la prosa literaria reside en la particularización de los cuatro componentes de la novela, a saber: los personajes, el lugar, el tiempo y el lenguaje. Respectivamente, los protagonistas deben ser identificables en virtud de nombres propios (es decir, su nombre y apellido) y actuar en el escenario y tiempo descritos de manera detallada, lo que nos permitirá comprender la lógica de causa y efecto. El lenguaje, a su vez, llega a ser más referencial, formando un vínculo entre la vida y el arte en vez de evocar nociones abstractas o fenómenos envueltos en la niebla del misticismo (Watt 24-34). Los cambios relacionados con el estilo de escribir fueron dictados por el cambio cualitativo en la estructura del público lector dado que, en el siglo XVIII, empezó a formarse la creciente clase media. Además, los escritores —privados del apoyo de magnates debido a la caída del mecenazgo— pasaron a depender de editores y lectores quienes, a partir de ese momento, han marcado la línea de acción para el desarrollo de la literatura o, por lo menos, de la literatura popular.

Otra particularidad de la novela a la que ha prestado atención Bajtín es su hibridez. La mezcla de estilos, la multiplicidad de perspectivas, la heteroglosia o el dialogismo introdujeron una nueva calidad en la dimensión textual. Por decirlo de otro modo, la novela se ha convertido en una forma abierta a diversos argumentos y estrategias narrativas. En opinión del investigador ruso, esta reestructuración del discurso dominante fue fruto del choque de dos fuerzas, es decir, la tendencia a la unificación de varios órdenes ideológicos y la tendencia a la descentralización de voces sociales —con arreglo al individualismo mencionado anteriormente— (Bakhtin 261-388).

Así pues, la formación de la novela como un nuevo género y la ruptura con los principios de la narración cultural precedente, que había sido mantenida consecuentemente por la élite social, hicieron posible propagar nuevas ideas y plantear interrogantes en relación con el origen y el estado de discursos concretos, la universalidad y la durabilidad de algunos valores o la naturaleza de la realidad vivida. Por el hecho de combinar diferentes elementos, la novela ha llegado a ser, según lo observado por Marthe Robert, un género dominante que coloniza todo el mundo literario (4). En repetidas ocasiones, la novela traspasa también las fronteras de otras áreas del conocimiento, por ejemplo, de la novela o narrativa histórica.

La novela histórica

La escritura histórica, o sea, la historiografía —que se remonta a la Antigüedad— aparece en la historia de la literatura en diversas formas (Sheppard 31). Eso es porque la historiografía fue y es utilizada con distintos propósitos: morales —para propagar ideas concretas y lecciones aprendidas basándose en los acontecimientos y situaciones pasados—, informativos —para describir los hechos particulares de la vida de la propia sociedad o de las sociedades que vivían en otra región geográfica (en la perspectiva temporal que, a menudo, está muy lejos de la nuestra)—, conmemorativos —para honrar la memoria de los antepasados y sus logros— o, por último, recreativos —para avivar la imaginación de lectores acerca de la visión del mundo que existía antes de nosotros—.

En el marco de la escritura histórica se atribuye un papel especial a la novela histórica, ya que parece ser el medio que crea el sentido de historicidad de la manera más eficaz posible, proporcionando al receptor un sistema de coordenadas específico que es necesario para determinar su lugar y pertenencia a un espacio sociocultural. La misma noción de “novela histórica” no es una noción unívoca o fácil de definir. La tentativa, hecha en muchas ocasiones por los críticos y especialistas en literatura para elaborar una definición genérica universal, no ha aportado los resultados esperados, lo que presumiblemente resulta del hecho de que la misma novela histórica ha evolucionado y cambiado sus propiedades. Su forma, técnicas novelescas empleadas, así como los campos de interés de los autores, han evolucionado con el paso del tiempo, por lo que las novelas históricas contemporáneas difieren de manera fundamental de las novelas tradicionales escritas en los siglos XVIII y XIX.

A la vista de lo expuesto, es esencial formular una definición de trabajo que servirá como punto de vista para nuestras reflexiones manifestadas en este ensayo. También vale la pena rastrear brevemente la historia del desarrollo de esta forma literaria, sus características y los problemas interrelacionados que genera.

La novela histórica es una historia ficticia que constituye un subgénero de la novela. Encuentra su comienzo en la novela gótica que, a lo largo del tiempo, empezó centrarse cada vez más en la historia de Europa, así como en convenciones literarias diferenciadas como el realismo, el modernismo y el posmodernismo (Murthy ix). Cada una de estas tendencias dejó huellas profundas, por lo que la novela histórica a veces se llama género híbrido (Mata Induráin 17; Rigney). La combinación de varios elementos en la estructura interior de la novela queda reflejada claramente en el uso tanto de la inventiva como de la realidad (o sea, de la imaginación y el factualismo).

Más concretamente se podría decir que el autor, aprovechando las técnicas novelescas, pretende reconstruir y transformar ciertos sucesos pasados de manera creativa y potencialmente —en algún grado— inventada. Eso es lo que hace de la novela histórica una forma relativamente compleja porque el autor tiene que distribuir los elementos compositivos de su obra 2 de tal manera que el equilibrio entre lo ficticio y lo que se refiere directamente a la realidad pasada no sea perturbado. Por consiguiente, un lector potencial, que posee conocimientos generales, no debería experimentar incomodidad relacionada con la imposibilidad de identificar determinados contenidos, lo que se puede traducir en una interpretación correcta.

El factor determinante más básico de la historicidad de una novela histórica dada es la inserción de la acción en un periodo histórico reconocible con respecto al momento de la elaboración de la novela. La creación de un marco temporal adecuado, como señala Carlos Mata Induráin, “servirá para mostrarnos los modos de vida, las costumbres y, en general, todas las circunstancias necesarias para nuestra mejor comprensión de aquel ayer” (18). Al mismo tiempo, a parte del lugar de la acción y el tiempo, son introducidos los personajes históricos que, junto con los protagonistas ficticios, afectan el curso de los hechos relacionados tanto con la esfera pública como con el dominio privado. 3

Esta fascinación de determinados autores por la temática histórica se atribuye a las ganas de dirigir la atención de los lectores a acontecimientos o individuos particulares que ejercieron una influencia en quienes somos en los tiempos actuales (Toynbee 47). Todo ello nos permite construir los cimientos de la identidad basados en la conciencia de nuestro propio origen y les da significado a las acciones emprendidas, así como a las prácticas culturales, religiosas, o de cualquier otro tipo. Puede, por lo tanto, concluirse que el conocimiento del pasado sirve para los propósitos presentes y futuros, porque fortalece los sentimientos y los vínculos entre los miembros de la misma comunidad en el continuo espacio-tiempo. Y es exactamente el nacionalismo lo que está considerado como uno de los factores que contribuyeron a la formación de la novela histórica y a la consolidación de su forma a principios del siglo XIX por Sir Walter Scott (véase D’Arcy).

La conciencia histórica, despierta ante las transformaciones sociopolíticas observadas, arrojó una nueva luz sobre la noción del proceso histórico. Se empezó a considerarlo no sólo como un proceso de cambio, sino sobre todo como un contexto particular que influye en el carácter de las relaciones entre un ser humano y un hecho (Williams 119-120). Esta suposición se convirtió en la marca distintiva de la novela histórica, que ayudó a separarla claramente como un género literario de toda la escritura conocida como documental (Foley 143-144). Tendría también otras consecuencias de largo alcance. En primer lugar, la historia puede percibirse como una cierta categoría modal, ya que la manera de su representación depende de la persona que la describe. Por tanto, está sujeta a la subjetivización o, dicho de otro modo, refleja la actitud subjetiva del que la presenta hacia lo que constituye el contenido de su exposición. Segundo, la estrategia de representar el pasado en la novela histórica difiere de las prácticas anteriores en tres grandes aspectos.

Se debe aclarar ante todo que la genuinidad o la autenticidad de los personajes no resulta de su presunta imitación, sino de la función que desempeñan en el texto. Ellos personifican ciertos tipos representativos —cada uno con un conjunto de rasgos identificables—, por lo que se conectan de manera relacional con el referente. Más aún, la trama de la novela histórica pasa por alto la cuestión de las probabilidades históricas. En cambio, se concentra en presentar un problema concreto y la solución correspondiente —siguiendo un principio de las contradicciones dialécticas—. De este modo, se forma un modelo que hace posible interpretar y evaluar la realidad social. Por último, los datos empíricos (o sea, factuales, como se llaman frecuentemente) no tienen por objeto confirmar la integridad del autor en el contexto de su obra, sino ofrecer una interpretación persuasiva del mundo real; extratextual (Foley 144-145).

En cuanto a esta observación, sería apropiado referirse a las palabras del famoso erudito húngaro Georg Lukács que, en su monografía de 1955, señala que la introducción de los personajes históricos, así como de unos detalles concretos del pasado, tienen un significado secundario. Su función es auxiliar, mientras que la verdadera importancia de los eventos descritos se basa en los protagonistas mediocres, es decir, las masas que representan los antagonismos de la historia y las luchas con las diversas fuerzas sociales ( The Historical Novel 34-59). Por supuesto, tal enfoque indica evidentemente la orientación marxista del investigador, pero merece tenerlo en cuenta, ya que es uno de los principales portavoces del esquema dominante de pensamiento sobre la novela histórica en la edad dorada del comunismo. Sin embargo, pese a los tintes indudablemente marxistas, resulta difícil estar en desacuerdo con la constatación de que la novela histórica representa —en aras de mantener la credibilidad— las categorías típicas de las relaciones entre varios grupos sociales como las clases, las minorías nacionales, entre otros.

El motivo de los conflictos entre diferentes segmentos de la población constituye en las novelas históricas tradicionales una especie de paradigma que es consecuentemente repetido en las obras de varios escritores del periodo en cuestión. Los personajes proyectan, en la microescala, una imagen de tipos sociales determinados, comprendidos como un conjunto de las propiedades y actitudes atribuidas al grupo concreto, así como a sus miembros, que determinan su posición y papel en un medio ambiente dado: por consiguiente, se puede suponer que personifican las tendencias significativas en el desarrollo histórico. A cambio, la validación de las generalizaciones y de los juicios en la capa textual resulta de la presencia en el mundo descrito de un material estrictamente histórico que forma un aparato documental.

En las últimas décadas del siglo XIX la estrategia de escribir se modificó parcialmente. Mientras los autores permanecieron fieles a la idea de representar la realidad pasada, la misma concepción del desarrollo histórico adquirió un carácter un poco abstracto. La historia dejó de ser percibida como la base del presente. Por el contrario, volvió a ser el fondo distante para los valores humanos (supuestamente) intemporales. En comparación con las directrices seguidas, por ejemplo, por Sir Walter Scott acerca del uso de los detalles auxiliares con el fin de reforzar algunos argumentos del texto, los novelistas de finales del siglo parecían alejarse de todas las apariencias del empirismo (Foley 162-164). En el sentido cognitivo, este cambio de paradigma hizo posible inscribir la novela histórica en un nuevo marco filosófico para concebir la literatura y la historia en general.

Curiosamente, la escasez de las referencias históricas (documentales) a los eventos y los personajes verdaderos en la novela al fin de ese siglo es también una característica distintiva de la descripción sumamente detallada en la novela naturalista. La yuxtaposición de ambos géneros no es aleatoria, puesto que en ese momento los dos manifestaban una reticencia parecida a evocar datos derivados del mundo real: las informaciones estrictamente factográficas dejaron de ser pertinentes para la legitimación de la trama del mundo descrito. Como indica Foley, la relación dialéctica entre la evidencia y la generalización literaria fue sustituida por la epistemología positivista “que supone la equivalencia no ¿intermediada? de […] la realidad extratextual y la representación intratextual” 4 (Foley 167). Dicha modificación impuso la carga de representar el referente exclusivamente en las configuraciones análogas (por ejemplo, las estructuras sociales, fenómenos y prácticas culturales, entre otras), lo que paradójicamente reforzó el carácter universal de los juicios generalizados.

La salida decidida del realismo ocurrió en la encrucijada de los siglos. Un nuevo movimiento crítico en la literatura —el modernismo europeo— socavó la comprensión existente de la naturaleza de la realidad y propuso nuevas técnicas para representar el mundo dinámicamente cambiante. El cambio visible de las actitudes fue sobre todo efecto de las transformaciones que tuvieron lugar a nivel mundial, como la Primera Guerra Mundial, la crisis económica, el surgimiento de la clase proletaria, así como otros movimientos sociopolíticos coexistentes. Enfrentado con los fracasos de la civilización, el mundo del arte, incluyendo la literatura, no podía permanecer neutro e inmutable, lo que se expresaba en la experimentación con la forma y el contenido que podían captar el sufrimiento, la desorientación interior y el desencanto.

Esta ruptura con las grandes narrativas del siglo pasado no se dio únicamente en la trama, en el punto de vista o en los significados simbólicos presentes en la narración. La reconstrucción se produjo también en las reglas para organizar la novela, relativas, principalmente, a la cronología de los hechos, así como a la relación entre el argumento y su narrador (Bradbury 82). De tal manera, los autores querían elaborar un modelo novelesco que permitiera reflejar y expresar de manera verbal la complejidad de la existencia y la condición humana. A su vez, la nueva dimensión de la poética debía reconciliar temas contradictorios y los significados incompatibles: la muerte y la lucha por los valores, los cambios y la estabilización o la igualdad y la subordinación.

Contrariamente a los realistas positivistas, los autores modernistas subrayaban la importancia del subjetivismo y del estado interno de un individuo. Ellos sostenían firmemente la opinión de que la representación literaria no debería basarse solamente en la descripción detallada del mundo físico, sino sobre todo en un intento de captar el sentido de esta realidad con la cual entran en interacción los personajes. Esto no significa, sin embargo, que negaran la importancia del mundo material. Más bien trasladaron el centro de atención a lo que este mundo significaba para ellos (Murthy 6). Una de las técnicas narrativas que se utilizaron fue el denominado “flujo de conciencia”, asociado generalmente con el monólogo interior de los personajes. Dicha técnica refleja los pensamientos y sentimientos que les acompañan, con frecuencia de manera caótica y desorganizada —lo que en principio debe servir para acercar las experiencias de los protagonistas a las experiencias de todos nosotros—.

La conciencia individual reemplaza en la novela al papel del narrador omnisciente, lo que se traduce en la adopción de la narración en primera persona. Esto, a su vez, como destaca Michael H. Levenson, provoca la proliferación de relaciones diferentes, así como la aparición en el espacio discursivo de juicios sobre la realidad social y cultural a veces contradictorios (21-36). Sin embargo, esta circunstancia parecía preocupar demasiado a los modernistas que se enfrentaron a la visión del mundo sumergido en la anarquía y el caos —el mundo que llegó a ser una fuente de inspiración para el posmodernismo—.

Aunque la nueva tendencia de pensamiento, al igual que el modernismo, desbarató la posición de las grandes narraciones y de los principales axiomas relativos a las estructuras políticas y sociales, no propuso ninguna alternativa para el statu quo —más bien tenía como fines la deconstrucción (discursiva) de determinados ideas y valores que habían sido considerados como perjudiciales y que necesitaban ser modificados radicalmente—. Merece la pena mencionar en este contexto que, para los investigadores y los autores posmodernistas, toda la realidad percibida es esencialmente discursiva. Esto quiere decir que nuestro conocimiento del mundo se basa en el discurso, o sea, en varias construcciones y conceptos lingüísticos que utilizan un código de comunicación arbitrario. Habida cuenta de que la descripción de experiencias y sentimientos adquiridos tiene, de esta manera, un carácter indirecto, se puede constatar qua la misma realidad puede ser construida de varias formas (por ejemplo, en el marco de la ficción literaria) —ninguna de las cuales es menos verdadera que todas las demás, como ha observado claramente Brian McHale— (4).

Distanciándose de las suposiciones formuladas por los modernistas, así como por sus sucesores ideológicos, los posmodernistas han subrayado que un ser humano no está libre de las estructuras circundantes, cuestiones políticas o condiciones sociales. Todo el sistema social (incluidos los esquemas de percepción, pensamiento y evaluación) es, en efecto, una construcción relativamente cerrada que nos impone su dominación (véase Bourdieu). Por esta razón, la convención posmodernista propuesta en la literatura trata de derribar el orden conceptual vigente y la axiología dominante. Esto sucede, entre otras cosas, a través del eclecticismo —la combinación de las formas— y un juego intelectual con el lector. Este planteamiento resulta particularmente relevante en el caso de la novela histórica, puesto que en ella se difumina no sólo la frontera entre la representación literaria y la realidad, sino también entre el pasado y el presente.

Esta fascinación por la historia y los vínculos entre los eventos pasados y la perspectiva del periodo actual no ha disminuido desde la década de 1960 (véase Hamilton). Las investigaciones científicas realizadas en aquella época han consolidado la opinión de que la historia en sí misma es una forma de narración que es escrita de manera sumamente selectiva. Así pues, hay alguna discrepancia entre lo que ha sucedido realmente y lo que la “historia” nos dice de esto. Por consiguiente, la literatura ficcional contemporánea, que realza los asuntos históricos de manera parcialmente exacta y parcialmente provocativa, puede determinar nuestro conocimiento y conciencia. Se hace, de cierto modo, una obra introspectiva, que no sirve para el fin de copiar la realidad pasada, sino para plantear una cuestión específica o un problema histórico en aras de su reconfiguración. En otros términos, la novela histórica en el marco del proyecto posmodernista sirve de convocatoria para un diálogo en el que el pasado (anteriormente considerado sobre todo como un dominio fijo e invariable) vuelve a abrirse a las nuevas posibilidades interpretativas, así como a las dudas epistémicas.

Las relaciones entre la ficción y la historia

El intento de definir la relación entre la literatura y otros ámbitos del conocimiento es una tarea muy difícil. Es así porque requiere un enfoque interdisciplinario que permita demostrar en términos claros qué puntos de contacto existen entre ellos, es decir, cuáles son sus intereses comunes, qué metas establecen o en qué convergen sus instrumentos metodológicos. No obstante, analizando el tema de la novela histórica vale la pena indagar por los vínculos entre la literatura y la historia. Ello deberá permitir comprender mejor la influencia de la historia sobre la literatura y el estatus del pasado en la obra literaria.

En la historia de la literatura se ha evaluado de distintas formas la relación entre la obra literaria y el determinado contexto político, social y cultural en la que surgió. En el denominado enfoque tradicional de la literatura, asociado con el humanismo liberal (véase King y King 91), los investigadores consideraban un texto concreto (una novela, un poema o una obra teatral) como una unidad independiente —en la medida en que se suponía que cada obra debía constituir un todo en sí mismo, independiente de los factores variables del medio ambiente— (Eaglestone 18-22). Este enfoque, que trae a la mente el nombre del crítico británico Frank Raymond Leavis, propone el rechazo de la lectura contextual de una obra, ya que la literatura debe reflejar la naturaleza permanente e inmutable de un ser humano: el propio significado del texto se esconde en sus palabras —por lo tanto, no necesita las referencias a los contenidos extratextuales—. Como se puede apreciar, es la postura opuesta al enfoque cognitivo que acepta la correlación entre la interpretación de la obra y las experiencias individuales de los lectores, su concepción del mundo y el nivel de su conocimiento (Barry 3-4, 11-36).

Junto con el desarrollo de la teoría literaria, se formaron nuevas posturas sobre la presunta independencia de las obras literarias. Como resultado de estas transformaciones, en el siglo XIX empezó a aparecer una opinión coexistente que socavaba las hipótesis del humanismo liberal. Algunos teóricos trataban la literatura y la historia como una parte del mismo campo intelectual que tenía como objetivo interpretar las experiencias y fenómenos humanos para sublimar las actitudes de la gente e indicarle, sobre esa base, las líneas de actuación en el futuro (Nye 123-159). Lo que parece interesante desde el punto de vista de esta sección es que la relación entre ambas disciplinas atrajo también la atención de Roland Barthes, quien subrayó que el siglo XIX había dado inicio tanto a la novela realista, como a la historia narrativa —dos fenómenos que se basan en la selección de contenidos históricos, así como en construir las representaciones del mundo percibido.

A pesar de la creencia compartida de que se puede escribir sobre la realidad a nuestro alrededor de manera factual, se dio la separación de la historia y de la literatura. Se originó parcialmente a partir de la institucionalización progresiva de algunas áreas de conocimiento en la dimensión académica y la especificación estrecha de sus campos de interés, así como de la diferenciación de sus metodologías. Simultáneamente, los mismos investigadores, más de una vez, emprendieron acciones para obtener el nivel más alto posible de especialización, eliminando por consiguiente los elementos que necesitaran los conocimientos especializados adquiridos en el marco de las ciencias sociales.

No obstante, el rechazo completo de los logros de otras disciplinas, incluyendo las investigaciones históricas, no fue posible. Como resultado de la aparición de la teoría posmodernista, las fronteras arbitrarias entre las ciencias sociales han sido cuestionadas. Se ha destacado que no deberían ser consideradas como absolutas y que cruzarlas no sólo es posible sino, incluso, recomendable, para captar los fenómenos examinados de la forma más exhaustiva y fiable posible (Balcerzan 11-20; Kowalewski, Piasek y Śliwa; Biały 50-61). Los ensayos críticos formados en este contexto, en lugar de enfatizar las diferencias entre la historia y la literatura (la ficción), han subrayado las similitudes que aparecen entre ellas. Buscando la hibridación específica de perspectivas científicas, ideas y valores, se ha prestado atención sobre todo a la cuestión de la escritura o, más concretamente, a qué medio se utiliza en el proceso de redactar varios textos y formular opiniones o conclusiones, así como a qué características tiene el propio texto. Esto se refiere también a la relación entre la historia, la historiografía y la literatura.

Como señala Barbara C. Foley en uno de sus trabajos, en el siglo XX la escritura histórica y la novela histórica se han influido mutuamente (170-171). Por esta razón, no debería sorprender que compartan algunos problemas y propiedades. En primer lugar, ambos géneros son considerados construcciones lingüísticas, altamente convencionalizadas en su forma narrativa que en ningún caso es transparente con respecto al lenguaje o su estructura. En segundo lugar, parece que los dos son igualmente intertextuales, puesto que hacen uso de textos pasados en su textualidad compleja. Por ende, se puede constatar, como lo hace Linda Hutcheon, que su denominador común es la construcción que puede llamarse la metaficción historiográfica (830-850). Entender así la relación entre los campos de conocimiento analizados muestra claramente que tanto la historia como la ficción son, por sí mismos, nociones históricamente determinadas, es decir, sus definiciones y descripciones están sujetas a modificaciones con el paso del tiempo (véase Seamon 212-216).

Aunque los ámbitos de las investigaciones literarias e históricas se transvasan mutuamente, lo que es visible en lo tocante a la adaptación del material histórico concreto, tanto en el caso de obras literarias, o las técnicas de la representación ficcional de hechos derivados del mundo real pasado (Braudy; Henderson), como en el caso de testimonios históricos, 5 debe tener presente que la historia y la ficción no forman parte del mismo orden discursivo (Lindenberger 18). En efecto, constituyen géneros parecidos pero separados. Las novelas abarcan, en cierta medida, los elementos de la historia sociopolítica —si bien, el grado de inclusión variará— (Hough 113). La historiografía, a su vez —que, de manera similar a la ficción narrativa, manifiesta características estructurales, coherentes y teleológicas— cumple, por principio, otros objetivos, especialmente informativos y explicativos. La conciencia acerca de estas diferencias la tienen no sólo los investigadores, sino también los lectores poco expertos que de cierto modo, intuitivamente, pueden percibir tanto la ficcionalidad de contenidos encontrados como las referencias a la realidad.

Tanto el novelista como el historiador plantean sus temas como posibles objetos de la representación narrativa y lo hacen mediante el lenguaje, es decir, usando las mismas construcciones gramaticales, léxicas y mentales. La historia y la ficción son sistemas de signos y símbolos culturales, construcciones ideológicas, que nos parecen ser autónomas. Edgar L. Doctorow describe esta afinidad de la siguiente manera:

La historia es una especie de la ficción en la que vivimos y esperamos sobrevivir, mientras que la ficción es una especie de historia especulativa [...] mediante la cual los datos disponibles se consideran mayores y más variados en sus fuentes de lo que supone el historiador. (citado en Trenner 25)

El problema de la interacción entre la historia (la historiografía) y la ficción, que ha sido resaltado por la teoría posmodernista, también exige referirse a las siguientes cuestiones: la naturaleza de la subjetividad, la referencia y la representación, la naturaleza intertextual del pasado y las implicaciones ideológicas de escribir sobre la historia (Hutcheon 841).

Lo que es una cuestión fundamental, así como el leitmotiv en la perspectiva posmodernista, es su creencia en la relatividad y el construccionismo social de todas las ideas. Esto significa que en la realidad sociocultural no hay verdades absolutas o universales. Cada “verdad”, “opinión” o “constatación” viene determinada por la especificidad del lugar, del tiempo y de las reglas culturales vinculantes que reflejan la ideología dominante de la élite gobernante. Así pues, ninguna persona puede estar plenamente segura de su capacidad para conocer la realidad tal y como realmente es. Lo único posible es conocer el fragmento que ellos han seleccionado, el cual, de todas formas, está sujeto a constantes modificaciones en el curso de las interacciones dinámicas con los demás componentes coexistentes del mundo. Esta pluralidad de los puntos de vista y de las perspectivas de investigación implícita deja una impresión de cierta inestabilidad. Por otra parte, sin embargo, la situación nos abre nuevas posibilidades, especialmente en términos de verificación de las suposiciones hechas a priori que conciernen a los eventos pasados.

Por lo tanto, la historia —entendida como un relato narrativo— 6 que da forma a nuestro conocimiento del pasado, no sólo podría ser cuestionada, sino sobre todo reescrita y presentada de nuevo. Puesto que la historia ha perdido su naturaleza conclusiva, el mismo pasado puede ser redescubierto otra vez. Reiteradamente, se usa la literatura con este fin, ya que permite empoderar a quienes no han tenido ninguna oportunidad de dar testimonio de su propia experiencia de manera independiente o presentar su opinión sobre la situación actual, incluyendo la condición de migrantes, subalternos y representantes de otras minorías.

Al respecto habría que destacar que las medidas dirigidas a revisar el estado existente de los conocimientos no sirven para evitar la historia, como probablemente podrían afirmar algunos escépticos. En realidad, se trata de algo totalmente contrario, es decir, de reestablecer en la conciencia de la población estos aspectos del pasado histórico que se han olvidado o que han sido deliberadamente negados y reemplazados en la memoria social. En esta acción se manifiestan dos tipos de deseos, como ha señalado Linda Hutcheon: el deseo de unir el pasado con el presente y el deseo de escribir la historia en un contexto nuevo (842) que permite cierta pluralidad. Pero, un intento de tender un puente entre lo que fue y lo que es requiere del uso de otros textos y documentos que ofrecen una referencia a los acontecimientos, lugares, personas particulares, entre otros. Ellos facilitan crear un contexto concreto en el que se inscriben nuevos contenidos. Esta intertextualidad caracteriza los dos géneros bajo análisis, a saber: la novela histórica y la historia narrativa.

Conclusión

Tal enfoque orientado hacia el problema de la historia tiene que ver con otra cuestión: las consecuencias que estas nuevas historias “alternativas” conllevan. Cada representación del pasado, que potencialmente pueda diferirse a “hechos” comúnmente reconocidos o modificar nuestro conocimiento de ellos, nos enfrenta a dos preguntas clave: la epistemológica —de qué manera llegamos a conocer el pasado— y la ontológica —qué estado tiene el pasado en la conciencia social—. Estas preguntas pueden fomentar las investigaciones en el campo literario. Nos permitirían, entre otras cosas, determinar de qué manera los personajes históricos y (cuasi)ficticios creaban/crean su historia en textos culturales analizados; qué convenciones son adoptadas por los autores; así como la presentación de la selección de las materias. Asimismo, ayudarían a determinar si los textos bajo análisis se basan en cualquier prejuicio cultural y si el mensaje contemporáneo de la novela histórica con respecto a los eventos de los tiempos pasados perpetúa los anteriores dictámenes y logros de la ciencia o los revoca.

Obras citadas

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Curiosamente, Lennard J. Davis subraya que el hecho de estar orientado primariamente a una persona aislada proporciona un efecto inmediato concretado en imposibilidad de representar grupos, sociedades, entre otros, lo que implica una falta de potencial político por parte de la novela para fomentar cambios significativos en la sociedad. Por consiguiente, como observa el autor, en la historia de la literatura ha habido pocas novelas que han revolucionado el mundo. Para saber más, véase Davis, Resisting Novels .
Sir Walter Scott, ampliamente reconocido como el pionero en el contexto de la novela histórica, formuló dos reglas de oro que debían garantizar el éxito: 1) no debe introducirse demasiada historia en la trama y 2) los personajes históricos no deben ser los protagonistas centrales. No obstante, en un análisis retrospectivo estas reglas no son decisivas en todas las novelas históricas. Véase Steinberg 285.
En su trabajo Avrom Fleishman (3-4) enfatiza que la presencia de los personajes históricos es el factor condicionante que nos permite distinguir la novela histórica de los demás géneros de la novela
Esta y todas las traducciones que aparecen en el artículo son mías.
A modo de ejemplo, en numerosas monografías históricas se puede encontrar sin problema los elementos del relato de viaje típicos de la novela. Véase Veyne 30.
La cuestión de la narrativa histórica es uno de los problemas de la metodología apragmática de la historia. Como observa uno de los creadores de la metodología de la historia mundial, Jerzy Topolski (499-545), en su monumental trabajo, cada respuesta formulada por un historiador a su pregunta clave de la investigación adopta la forma de un relato, pues es una narrativa basada en una serie de oraciones sobre el fragmento de la realidad que están interiormente relacionadas entre sí.

Referencias

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Brenet, T. J. (2023). La naturaleza de la relación entre la historia y la literatura: consideraciones teóricas y miradas críticas sobre la novela histórica. Literatura: teoría, historia, crítica, 25(1). https://doi.org/10.15446/lthc.v25n1.105178

ACM

[1]
Brenet, T.J. 2023. La naturaleza de la relación entre la historia y la literatura: consideraciones teóricas y miradas críticas sobre la novela histórica. Literatura: teoría, historia, crítica. 25, 1 (ene. 2023). DOI:https://doi.org/10.15446/lthc.v25n1.105178.

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(1)
Brenet, T. J. La naturaleza de la relación entre la historia y la literatura: consideraciones teóricas y miradas críticas sobre la novela histórica. Lit. Teor. Hist. Crít. 2023, 25.

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BRENET, T. J. La naturaleza de la relación entre la historia y la literatura: consideraciones teóricas y miradas críticas sobre la novela histórica. Literatura: teoría, historia, crítica, [S. l.], v. 25, n. 1, 2023. DOI: 10.15446/lthc.v25n1.105178. Disponível em: https://revistas.unal.edu.co/index.php/lthc/article/view/105178. Acesso em: 18 abr. 2024.

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Brenet, Tomasz Jerzy. 2023. «La naturaleza de la relación entre la historia y la literatura: consideraciones teóricas y miradas críticas sobre la novela histórica». Literatura: Teoría, Historia, crítica 25 (1). https://doi.org/10.15446/lthc.v25n1.105178.

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Brenet, T. J. (2023) «La naturaleza de la relación entre la historia y la literatura: consideraciones teóricas y miradas críticas sobre la novela histórica», Literatura: teoría, historia, crítica, 25(1). doi: 10.15446/lthc.v25n1.105178.

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[1]
T. J. Brenet, «La naturaleza de la relación entre la historia y la literatura: consideraciones teóricas y miradas críticas sobre la novela histórica», Lit. Teor. Hist. Crít., vol. 25, n.º 1, ene. 2023.

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Brenet, T. J. «La naturaleza de la relación entre la historia y la literatura: consideraciones teóricas y miradas críticas sobre la novela histórica». Literatura: teoría, historia, crítica, vol. 25, n.º 1, enero de 2023, doi:10.15446/lthc.v25n1.105178.

Turabian

Brenet, Tomasz Jerzy. «La naturaleza de la relación entre la historia y la literatura: consideraciones teóricas y miradas críticas sobre la novela histórica». Literatura: teoría, historia, crítica 25, no. 1 (enero 1, 2023). Accedido abril 18, 2024. https://revistas.unal.edu.co/index.php/lthc/article/view/105178.

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1.
Brenet TJ. La naturaleza de la relación entre la historia y la literatura: consideraciones teóricas y miradas críticas sobre la novela histórica. Lit. Teor. Hist. Crít. [Internet]. 1 de enero de 2023 [citado 18 de abril de 2024];25(1). Disponible en: https://revistas.unal.edu.co/index.php/lthc/article/view/105178

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