Nota Editorial

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UN SABIO COLOMBIANO

Antes de señalar el nombre de quien motiva el título de estas líneas, se nos ocurre pensar que la humanidad sin otra fuerza impositiva más que su necesidad innata, en el decurso de los siglos ha venido corroborando por medio de sus más preclaros exponentes los postulados bíblicos; es suficiente observar algunos de los últimos inventos o descubrimientos para asombrarnos y concluir que en realidad, el hombre fue hecho a imagen y semejanza de Dios. Pero así como fue hecho a tan elevada perfección, igualmente fue condenado a perecer, axioma que diariamente se cumple porque toda vida que surge sobre la tierra trae consigo su gene letal, carácter que se manifiesta cuando sólo Dios sabe pero que el hombre debe y podrá retardar por algún tiempo, sin que logre jamás derrumbar el axioma antedicho, en su busca de inmortalidad en la tierra a que nos impele el instinto de conservación.