Impacto de El Bogotazo. En la actividad residencial y en los servicios de alto rango del centro de Bogotá. (2019). Bogotá. Editorial Universidad Nacional de Colombia. p. 120. ISBN 978 958 783 646 2
DOI:
https://doi.org/10.15446/cep.v6n2.83995Palabras clave:
Urbanismo, Ciencias Humanas (es)Town planning, human Sciences (en)
Planejamento urbano, Ciências Humanas (pt)
Impacto de El Bogotazo. En la actividad
residencial y en los servicios de alto rango del centro de Bogotá. (2019).
Bogotá. Editorial Universidad Nacional de Colombia. p. 120. ISBN 978 958 783
646 2
Jiseth Paola Medellín Aranguren. Comunicadora Social, Periodista.
Especialista en Periodismo Digital. Comunicadora del Instituto de Estudios
Urbanos, Universidad Nacional de Colombia. Bogotá, Colombia. Correo
electrónico: jmedellina@unal.edu.co
Lo primero que habría que destacar de
esta investigación que han desarrollado Amparo de Urbina González —candidata a
doctora en Estudios Sociales de la Universidad Externado de Colombia— y Fabio
Zambrano Pantoja —magíster en Historia de América Latina de la Universidad de
la Sorbona, París— es la utilización de los directorios telefónicos de Bogotá
de los años 1946 y 1956 como fuente principal para analizar las dinámicas de la
cuidad antes y después del 9 de abril de 1948. Esto, para establecer si los
hechos ocurridos en lo que se conoce como El Bogotazo modificaron la actividad
residencial y comercial del centro de la capital.
Los autores introducen el texto
argumentando la contradicción entre la memoria urbana de los habitantes de
Bogotá y la historia de la ciudad sobre el impacto que produjo la ola de
protestas y disturbios originados por el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán. En
el imaginario colectivo, estos hechos marcan la destrucción del centro de la
ciudad y el comienzo de un proceso de modernización. Sin embargo, los autores
sostienen que esto no es del todo cierto, dado que los incendios afectaron poco
más de treinta manzanas, la ira popular no destruyó el centro de la ciudad y
tampoco desapareció el tranvía. Lo que devela la historia de la ciudad es que,
desde la primera mitad del siglo XX, Bogotá ya iniciaba su tránsito a la
modernidad, con la consolidación de cambios sociales, económicos y políticos,
gracias a la economía exportadora cafetera, su fortalecimiento como un centro
de servicios y la naciente industrialización. Dichos cambios que se reflejaron
en el crecimiento urbano y en la administración del territorio.
Los autores resaltan de manera
detallada hechos importantes que encaminaron la ciudad hacia la modernización,
como lo fue la construcción de vías y el ofrecimiento de equipamientos de gran
calidad, servicios hospitalarios, estadios, parques, la Ciudad Universitaria,
colegios y el primer acueducto moderno administrado por el Estado. Esta
expansión urbana no planeada mostraba a Bogotá como un trazo urbano lineal de
norte a sur, paralelo a los cerros orientales, que posteriormente se fue
ampliando por la adición de barrios residenciales que se fueron construyendo de
manera dispersa en el territorio. Uno de los puntos que llaman la atención de
este proceso es que la ciudad se diferenció entre el norte y el sur desde sus
inicios, dada la evidente preferencia del norte como receptor de la mayor
inversión para su desarrollo.
En el primer capítulo del libro, Amparo
de Urbina y Fabio Zambrano explican cómo Bogotá se consolidó como centro articulador
y de desarrollo económico de la región central del país. Además de ser el lugar
donde se tomaban las decisiones políticas y se concentraban las instituciones y
servicios como educación, salud y comunicaciones, la capital se convirtió en el
centro de localización de las industrias —por encima de los municipios vecinos—
y en el lugar donde se ubicaron mayoritariamente las nacientes empresas —el 72%
de ellas en los años cincuenta—. En ese contexto, los autores destacan dos
factores esenciales por los cuales las industrias no solo terminaron ubicándose
en el territorio bogotano sino, puntualmente, en el centro urbano de la ciudad
y no en la periferia: las economías de aglomeración —reducción de costos de
instalación y funcionamiento— y su vinculación con el sistema de transporte; es
decir, a las fuentes de energía eléctrica y a la estación del ferrocarril,
servicios básicos para la producción.
Queda clara la importancia que los
autores le dan al proceso de industrialización en Bogotá y su localización en
el territorio, ya que la consolidación de la ciudad como la región central,
junto a la atractiva oferta de servicios educativos y laborales —y en el
contexto de violencia política del país—, atrajo oleadas de inmigrantes de
pueblos y ciudades del altiplano cundiboyacense y de las élites provinciales,
cuyas consecuencias fueron evidentes: “El impacto territorial de las
migraciones dejó una evidencia física en la ciudad que se tradujo en un proceso
de urbanización vertiginoso, un crecimiento urbano acelerado y desordenado, y
en la congestión de su centro tradicional” (De Urbina y Zambrano, 2019, p. 33).
Así pues, los autores estudian la
localización de las industrias a mediados del siglo XX, situación que dependió
de factores físicos, sociales, políticos y económicos, pero no de un plan
urbano destinado para la actividad industrial. En consecuencia, las industrias
para la década de los treinta se ubicaron en los cuatro puntos cardinales del
centro urbano de la ciudad: al norte se localizaron los talleres del tranvía
municipal y empresas de la rama automotriz; al sur, grandes industrias de
materiales de construcción; al oriente, la cervecería, la fábrica de botellas y
vidrio y la de chocolates y al occidente, las fábricas relacionadas con el
despacho y recepción de productos, por su cercanía con la Estación de la
Sabana.
Para los años cuarenta, la actividad
industrial se desplaza hacia el occidente por la avenida Colón “fortaleciendo
este eje como el articulador de la expansión industrial” (De Urbina y Zambrano,
2019, p. 48). En principio, la actividad industrial se ubicó en función de las
economías de aglomeración, pues la producción de bienes de consumo corriente de
tipo artesanal y manufacturero no requería de espacios específicos. Sin
embargo, con la diversificación y la complejidad de la producción para los años
cincuenta, la actividad industrial empieza a demandar espacio, por lo que su
localización se da ahora en función de la economía de localización.
En el segundo capítulo, los autores se
centran en el análisis detallado de los directorios telefónicos de 1946 y 1956
que, como se había mencionado al inicio, es su fuente principal para determinar
el impacto de El Bogotazo en la actividad residencial y en los servicios de
alto rango en el centro de la ciudad. En primer lugar, se traen a colación los
primeros desplazamientos desde el centro y hacia el norte de la ciudad,
principalmente. Así mismo, con el censo de 1951 se identifica la ubicación de
los tres primeros grupos sociales y sus características, por mencionar algunas:
la clase baja (41.7% de la población) compuesta principalmente por obreros que
se ubicaron al sur del pericentro de la ciudad; la
clase alta (3.5%), a la cual pertenecían los empleadores y trabajadores
independientes, se localizó en la zona norte, más alejada del centro, y la
clase media (54.8%), conformada por empleados de empresas y empleados
oficiales, se ubicó entre la clase alta y el centro histórico. Los autores
consideraron pertinente resaltar también la existencia de una zona de transición,
ubicada en el centro histórico y su área de influencia al occidente, donde la
mayoría de los residentes (el 80 %) eran técnicos y empleados de oficinas,
siendo la zona que compartían los sectores medio y bajo.
Posteriormente, y a través del hallazgo
del coeficiente de localización, los autores establecen una disminución de
hogares en el centro de la ciudad al pasar de 16.09 a 6.31 entre 1946 y 1956.
Para inferir las causas de esta pérdida de concentración en el centro
histórico, los investigadores hacen uso de los directorios telefónicos,
mediante los cuales identifican a los titulares de las líneas en 1946 ubicados
en esta zona para hacerles un seguimiento en 1956. De manera inversa,
identifican la ubicación en 1946 de los nuevos residentes del centro de la
ciudad en 1956, para determinar su origen. Además, esta fuente de consulta les
permitió identificar los tipos de actividades de alto rango en Bogotá en este
periodo y su concentración en el territorio.
Con este juicioso ejercicio, De Urbina
y Zambrano establecen variantes y factores de desplazamiento residencial desde
y hacia el centro de la ciudad y las dinámicas de las actividades de alto
rango, que contribuyeron a establecer las conclusiones de esta investigación.
En suma, el análisis evidencia que los hogares que se desplazaron del centro de
la ciudad —1277 de 2238— lo hicieron principalmente hacia el norte, y que eran
“familias cuya cabeza de hogar se caracterizaba por ser profesional, técnico,
empleador, trabajador independiente o empleado con un sueldo alto” (De Urbina y
Zambrano, 2019, p. 48). Por otro lado, los pocos hogares que se encontraron en
1956 en el centro de la ciudad, y que en 1946 no lo estaban, provinieron
principalmente del pericentro de la ciudad y del
corredor que iba hacia el norte de este, la mayoría de ellos del sector medio.
Cabe aclarar que la información sobre
los hogares que salieron del centro, los que permanecieron allí y los que
llegaron, es mucho más explícita de lo que aquí se menciona, profundidad
característica de esta investigación. De esta manera, los autores ahondan en la
localización de la población de élite y su relación con el centro histórico e
identifican las actividades de la población económicamente activa en el centro.
Esto porque, a pesar de que se presentó una salida considerable de hogares, el
centro histórico de la ciudad conservó buena parte de sus residentes
tradicionales. Así, la mayoría de los profesionales residentes en el centro en
los años investigados tenían títulos de médicos y odontólogos, “lo que puede
interpretarse como el sector de la población de élite con un mayor vínculo a
esta zona” (De Urbina y Zambrano, 2019, p. 68).
Así mismo, la investigación ubica en el
territorio en 1946 y en 1956 las concentraciones de las actividades de alto rango,
que los autores definen como las “actividades terciarias de ‘alto estatus’
ejecutadas por personal calificado, como son los profesionales, los técnicos o
el personal con mucha experiencia” (De Urbina y Zambrano, 2019, p. 74). Se
trata de consultorios médicos y odontológicos, sedes principales y sucursales
de bancos, oficinas de representación, sedes principales de compañías de
seguros, agencias de viajes, oficinas de aerolíneas, hoteles de alta categoría,
embajadas y consulados. En ambos años de análisis, la mayor concentración de
las actividades de alto rango se dio principalmente en el centro de la ciudad.
Dicha situación sustenta una de las cuestiones claves que los autores plantean
en este estudio y es que El Bogotazo no es el antes y el después de la ciudad,
sino que con anterioridad a este hecho la ciudad empezó una transformación que
continuó y se aceleró después del 9 de abril de 1948. El centro histórico
siguió siendo vital para la ciudad, allí se desarrollaron las principales
dinámicas de la vida económica, comercial, administrativa, residencial y de
servicios.
Precisamente, en la parte final del
libro los autores describen estas transformaciones para el periodo de análisis
(1946-1956) en el casco tradicional de la ciudad, respecto a las actividades
residencial y terciaria de alto rango y considerando lo ocurrido el 9 de abril
de 1948. Este fue un hecho que sin duda marcó un hito para la ciudad, con
consecuencias mucho más complejas que el simple imaginario ciudadano de la
destrucción total del centro. Se destaca que días posteriores al asesinato de
Gaitán se comenzaron a tomar medidas con repercusiones a largo plazo para la
ciudad, como la regulación de la propiedad horizontal, la ampliación de las
vías, la construcción de nuevas avenidas y la apertura del casco histórico a
los buses urbanos, entre otras. Unos cambios marcados también por los
desplazamientos de la población de élite hacia el norte del territorio y la
masiva llegada de población a la ciudad, con lo cual se acentuó la desordenada urbanización
de la capital, cuyo ritmo acelerado no coincidió con la provisión de servicios
como transporte, educación, salud, etc.
En resumen, estamos frente a un libro
con destacable riqueza de información, por el detallado trabajo de
identificación, localización y análisis de las dinámicas de los residentes del
centro de la ciudad y la relación de la población de élite y las actividades de
alto rango con este casco urbano. Se trata de un estudio preciso para llenar
los vacíos que han ido quedando en el relato histórico de la ciudad a lo largo
de los años, sobre su consolidación como el centro urbano más importante del
país en aspectos políticos, sociales, económicos y culturales. Este libro
plantea un reto interesante, puesto que comienza afirmando que lo que nos han
contado sobre lo ocurrido en El Bogotazo y sus impactos contradice lo que
realmente ocurrió, y así lo demuestran los autores a lo largo del texto.
Finalmente, es un aporte a la historia urbana de Bogotá de alto valor, que se
publica —aunque no sea su finalidad— en el escenario de discusiones sobre las
bases mínimas de planeación y ordenamiento que marcarán el futuro de la ciudad.
6. Referencia
De Urbina A. y Zambrano, F. (2019). Impacto
de El Bogotazo. En la actividad residencial y en los servicios de alto rango
del centro de Bogotá. Bogotá: Editorial Universidad Nacional de Colombia.
Referencias
De Urbina A. y Zambrano, F. (2019). Impacto de El Bogotazo. En la actividad residencial y en los servicios de alto rango del centro de Bogotá. Bogotá: Editorial Universidad Nacional de Colombia.
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