Publicado

2020-04-14

De la geopolítica clásica a la geopolítica crítica: perspectivas de análisis para fenómenos del espacio y del poder en América Latina

From Classical Geopolitics to Critical Geopolitics: Analysis Perspectives for Phenomena of Space and Power in Latin America

DOI:

https://doi.org/10.15446/frdcp.n17.79687

Palabras clave:

geopolítica clásica, geopolítica crítica, espacio, poder, América Latina (es)
classical geopolitics, critical geopolitics, surroundings, power, Latin America (en)

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Autores/as

El objetivo de este artículo es identificar algunos de los logros, tensiones y retos del abordaje epistemológico y metodológico de la geopolítica crítica. Para ello, el marco teórico que se emplea proviene de algunos exponentes de la geopolítica clásica y la geopolítica crítica, especialmente los aportes de las escuelas críticas. El artículo se plantea metodológicamente desde el enfoque crítico hermenéutico. Se concluye que la geopolítica crítica es una herramienta de análisis que paulatinamente ha ido desarrollando aportes pertinentes para pensar realidades en torno al espacio y al poder que emergen en la región latinoamericana.
The purpose of this article is to identify some of the achievements, tensions, and challenges of the epistemological and methodological approach of critical geopolitics. To this end, the theoretical framework explores some of the main exponents of classical geopolitics and critical geopolitics, focusing primarily on the contributions of the critical school. This article will be developed methodologically from critical hermeneutics. Finally, the article will aim to conclude that critical geopolitics is an analytical tool that has gradually helped develop a school of critical thinking toward the realities of the surroundings and the dynamics of power that emerge in the Latin American region.

Recibido: 15 de mayo de 2019; Aceptado: 19 de septiembre de 2019

Resumen

El objetivo de este artículo es identificar algunos de los logros, tensiones y retos del abordaje epistemológico y metodológico de la geopolítica crítica. Para ello, el marco teórico que se emplea proviene de algunos exponentes de la geopolítica clásica y la geopolítica crítica, especialmente los aportes de las escuelas críticas. El artículo se plantea metodológicamente desde el enfoque crítico hermenéutico. Se concluye que la geopolítica crítica es una herramienta de análisis que paulatinamente ha ido desarrollando aportes pertinentes para pensar realidades en torno al espacio y al poder que emergen en la región latinoamericana.

Palabras clave

geopolítica clásica, geopolítica crítica, espacio, poder, América Latina.

Abstract

The purpose of this article is to identify some of the achievements, tensions, and challenges of the epistemological and methodological approach of critical geopolitics. To this end, the theoretical framework explores some of the main exponents of classical geopolitics and critical geopolitics, focusing primarily on the contributions of the critical school. This article will be developed methodologically from critical hermeneutics. Finally, the article will aim to conclude that critical geopolitics is an analytical tool that has gradually helped develop a school of critical thinking toward the realities of the surroundings and the dynamics of power that emerge in the Latin American region.

Keywords

classical geopolitics, critical geopolitics, surroundings, power, Latin America.

Introducción

La geopolítica es un campo de problematización interdisciplinario que analiza las relaciones entre grupos humanos y el espacio a partir de los vínculos con el poder, su ejercicio y la transformación de este. Sin embargo, desde sus inicios fundacionales, la geopolítica, pensada como disciplina separada de la geografía política, emergió como una representación tradicional fuertemente aliada al sujeto político en el poder, que fue avanzando hacia la consolidación de una ciencia con herramientas ideológicas y epistemológicas al servicio de las potencias mundiales (Rodríguez, 2011).

Así, en los acercamientos a las geopolíticas clásicas, sobre todo aquellas que se formaron en la primera mitad del siglo XX, a partir de la aparición de obras de geógrafos como Ratzel (1896), de militares como Mahan y Haushofer (2012 [1927]) y de profesores como Spykman (1938), se evidencia la forma en que abrigaban, en sus teorías, la pretensión de constituir una fórmula prescriptiva de la dominación de un Estado —el propio— respecto de los demás Estados del sistema continental o mundial. Se trataba de una geopolítica de la dominación y para la dominación (Rodríguez, 2011); ya que, precisamente, la geopolítica se va consolidando en un momento histórico en el que se expanden los imperios coloniales y en el que se instala la hegemonía del sistema capitalista en todo el mundo.

Fue así como gran parte de la producción de los saberes concernientes a la geopolítica leyeron e interpretaron los hechos relacionados con el espacio y el poder con determinismo geográfico centrando la mirada solo en el Estado como eje de ese poder y como actor fundamental de las relaciones internacionales, en tanto la política exterior importaba más en favor de la interna para aprovechar la posición geográfica, el despliegue de los recursos estratégicos —y el de sus vecinos—, la búsqueda de aliados, localizar enemigos y con ello garantizar la supervivencia del Estado en el tiempo.

Desde ese punto de vista, las reflexiones académicas de la geopolítica clásica ficcionaron la realidad conduciéndola hacia varios riesgos simplificadores y esquematizantes, buscando generalizar, forzar e invisibilizar la pluralidad inherente de los procesos humanos, que incluye diversidad de actores y poderes además del Estado, identidades, espacialidades distintas, entre otras problemáticas y escenarios que hacen parte del concurrir de una sociedad.

De este modo, en gran parte del siglo XX el mundo quedó definido bajo los referentes de pensamiento de la geopolítica clásica que, acompañada con la geoestrategia y el enfoque militarista, se perfiló como una disciplina de tendencias ideológicas marcadas a partir de lo vivido en la Primera y Segunda Guerra Mundial. Todo lo cual desencadenó, al fin de estas guerras, el sepulto de la geopolítica en un pozo, entre otras, por el vuelco hacia el horror y el exterminio humano que se vivió principalmente en Europa y Asia.

No obstante, la geopolítica no terminaría oculta por mucho tiempo, gracias a los enfoques de las diferentes escuelas críticas como la geografía radical, los análisis del sistema mundo, el posestructuralismo, entre otras contribuciones académicas que, unidas a la pretensión de varios geógrafos europeos y anglosajones desde la década de los sesenta, buscaron apartarla de los constructos maniqueos anteriormente descritos.

Comenzaba una época en la que hablar de geopolítica era dar un giro epistémico a partir de preguntas que mutaron su sentido y en lugar de interrogarse por cómo el Estado debía buscar la forma de ejercer el dominio de una región o del mundo, se preguntaba sobre las influencias de los poderes en un espacio ya de por sí complejo y turbulento debido a los impactos, las repercusiones y las manifestaciones con las que el capitalismo había afectado las vidas de grupos sociales y para reflexionar en torno a la idea de que así como el saber y el poder se juntan para crear discursos totalizadores en el caso de la geopolítica, estos también pueden llegar a ser transformados y erigidos desde investigaciones en pos de cambiar los conocimientos de la realidad y las condiciones que la definen como única posibilidad.

Con los planteamientos y respuestas a estos y otros interrogantes se funda la geopolítica crítica, un campo de problematización que se deshace lentamente de sus raíces y se abre a otras posibilidades de exploración que, junto al interés por parte de investigadores de diversas regiones del sur global como América Latina y el Caribe, se comienzan a producir paulatinamente saberes desde y para sus propias realidades.

En torno a la geopolítica existen varias acepciones que permiten entenderla como ciencia, es decir, desde su dimensión formal y académica; además de la práctica, desarrollada por los propios actores, y desde la dimensión popular manejada cotidianamente, por ejemplo, por la prensa. El presente artículo, si bien está fundamentado en la dimensión formal-académica de la geopolítica crítica propuesta por Ó Tuathail, que pretende deconstruir el pensamiento geopolítico de la tradición intelectual, académica y disciplinaria, siendo los espacios científicos y el de las ideas con los cuales se desenvuelve el análisis crítico busca, igualmente, encontrar algunas relaciones entre la dimensión formal y la práctica. Porque, siguiendo al autor, se reconoce que, desde la dimensión formal se procura re-evaluar la historia y los autores fundamentales de la geopolítica como disciplina, junto con la politización de esta como método de análisis o del conocimiento geopolítico en sí mismo (Ó Tuathail, 1998; Ó Tuathail, Dalby & Routledge, 2006).

La ruptura de la geopolítica crítica

Para revisar algunos de los aportes epistémicos y metodológicos de la geopolítica crítica es necesario analizar los orígenes de la división de la geopolítica en dos: la denominada geopolítica clásica o imperial y la geopolítica crítica o nueva geopolítica. Las razones de la ruptura y dualismo entre estas dos corrientes son una mezcla de factores históricos, económicos y políticos ocurridos en el mundo a finales del siglo XIX y principios del XX que sellarían la distancia en la comprensión de las relaciones entre el espacio y el poder.

En estas épocas, se desarrollaron ciertas prácticas de las élites políticas y militares de algunos Estados europeos y el estadounidense, que pretendían la supremacía económica regional o mundial concibiendo la geopolítica como una guía para el estadista; quien, basado en el conocimiento geográfico y en la geoestrategia, jugaba un papel protagónico en la política exterior y en las relaciones internacionales. Hasta ahí parece haber una lógica de funcionamiento en la acumulación y reproducción del capitalismo, el problema se genera a partir del vínculo con los estudios formales, es decir, con la necesidad de darle un sentido conceptual a la geopolítica que argumentara y justificara las mencionadas pretensiones de los Estados convirtiendo a la geopolítica formal en un medio para alcanzar la hegemonía internacional, lo cual grabaría las lecturas con que se reconocía al mundo en esta época.

Un ejemplo de esto puede ser tomado de la escuela geopolítica gestada en Alemania, particularmente de los aportes provenientes del geógrafo y militar Karl Haushofer por las repercusiones que van a tener sus teorías en el contexto de la Segunda Guerra Mundial. A Haushofer (2012 [1927]) se le atribuyen diversas definiciones del término geopolítica, una de ellas fue publicada en la revista académica de geopolítica que fundó en 1924:

Geopolítica es la ciencia que trata de la dependencia de los hechos políticos con relación al suelo. Se basa sobre los amplios cimientos de la geografía, en especial de la geografía política, doctrina de la estructura espacial de los organismos políticos […] La geopolítica aspira a proporcionar las armas para la acción política, y los principios que sirven de guía en la vida política […] La Geopolítica debe convertirse en la conciencia geográfica del Estado. (Weigert, 1943, p. 24)

Dicha conciencia direccionó el proyecto que aspiraba a alcanzar la hegemonía mundial desde Alemania, que tomó sentido justamente cuando Haushofer, reanudando el pensamiento geopolítico de su época, esbozó los planteamientos para el desarrollo de la geopolítica durante la Segunda Guerra Mundial: “si Hitler fue el líder práctico, Haushofer la eminencia gris que avizoró y elaboró el proyecto nacional (López, 2012a, p. 1).

Otro ejemplo, es la escuela geopolítica americana desde pensadores como el almirante Mahan y el profesor Spykman, quienes iniciaron su punto de salida a partir de la expansión espacial sin olvidar la fuerza militar que ofrece garantía y seguridad de cara a las inversiones del estado americano (Jaguaribe, Rivarola & Calduch, 2009). Mahan aduce la importancia del poder marítimo para el desarrollo y supremacía de la economía capitalista norteamericana, siguiendo, como ejemplo, el poder naval que históricamente desarrolló Inglaterra (Mahan, 2013). Así, logra establecer seis factores que determinan el despliegue del poder marítimo: la posición física, la conformación geográfica, la extensión del territorio, el tamaño de la población, el carácter nacional y el tipo de gobierno (Jaguaribe, Rivarola & Calduch, 2009). En otras palabras, el poder naval puede ser aplicado solo por quienes dispongan de un apropiado fundamento geográfico.

Con el advenimiento de la obra de Mahan, Estados Unidos comienza una fuerza expansiva marítima que posibilitaría luego su dimensión continental:

Entre 1883 y 1989, Estados Unidos entra en disputa con Alemania e Inglaterra por las Islas Samoa, asunto este que terminó con la anexión de dichas islas al territorio norteamericano. En 1898 se anexa Hawái; en ese mismo año le declaró la guerra a España (la llamada guerra hispanoamericana), la cual posibilitó las anexiones a la unión americana de Filipinas, Puerto Rico y la isla de Guam; en 1899 Estados Unidos se instala en otra isla la de Wake; establece un protectorado en Cuba en 1901; se provoca en 1903 la secesión de Panamá del territorio colombiano; los protectorados se extienden en 1905 a Santo Domingo y luego a Nicaragua y Haití, posteriormente vienen las intervenciones en Méjico. (López, 2012b, p. 77)

Dicho esto, pese a que Mahan no logró ser un autor consagrado y riguroso en el ámbito académico, sentó las bases teóricas frente a las cuales otros geógrafos como Mackinder (1904) desplegaran teorías como la del heartland, que fue ampliamente difundida en los círculos formales de la geopolítica y también sobre Spykman quien, sumando los planteamientos de Haushofer, propondría entender la geopolítica como: “el planteamiento de la política de seguridad de un Estado, en términos de sus factores geográficos” (Jaguaribe, Rivarola & Calduch, 2009, p. 279), idea, a partir de la cual, está direccionada la política de seguridad del Estado y que erigió el pensamiento geopolítico estadounidense.

En este sentido, las anteriores propuestas teóricas tuvieron una amplia repercusión no solo en los círculos prácticos de diplomáticos y militares de Alemania o Estados Unidos, sino en diversos sectores académicos de las ciencias geográficas y sociales a nivel mundial, a partir de lo que se empezó a denominar geopolítica imperial. Sin embargo, la verdadera clave de esto es comprender que la geopolítica de esta época fue científicamente poco consistente; pues se basó, aunque con diferencias, dependiendo del autor/escuela, en la construcción de relatos con escaso sustento, pocos datos, técnicas de comparación muy discutibles, sistemas de causalidad poco claros que evidenciaron, entre otros, el matiz altisonante patriótico de varios países; pero científicamente poco homologables. (Agulló, 2018). No es de extrañar entonces que la geopolítica quedara enterrada durante algunas décadas después:

Terminada la Segunda Guerra Mundial, el término fue proscrito de las aulas y de la opinión pública por décadas, al culparla de inspirar el expansionismo territorial y los crímenes cometidos por la Alemania nazi, aunque los preceptos geopolíticos continuaron desarrollándose después de la guerra en algunos círculos militares y gubernamentales de las grandes potencias. (Cuellar, 2012, p. 60)

Como consecuencia de todo el escenario descrito, comienzan a emerger estudios, debates, investigaciones y análisis académicos a partir de los cuales se funda la geopolítica crítica: nacida de las corrientes geográficas angloparlantes, principalmente, y madurada poco a poco por algunas escuelas de pensamiento crítico a nivel mundial, la geopolítica crítica o la nueva geopolítica se separó de la denominada geopolítica clásica o imperial, gracias a que surgió como una forma distinta de interpretar la realidad mundial espacial y la influencia de los poderes en ella:

A finales de la década de los 1980, John Agnew y yo tratamos de abordar el estudio de la geopolítica en términos más amplios. En un artículo publicado en 1992, partimos de la premisa foucaultiana de que la geografía, como discurso, es una forma de poder/conocimiento. Dicho argumento nos llevó a afirmar que la geopolítica “debería ser reconcebida en términos críticos como una práctica discursiva mediante la cual, los intelectuales ligados al Estado ‘territorializan’ la política internacional y convierten al ‘mundo’ en un sistema de representaciones en el sentido de ideas preconcebidas en torno a lugares, pueblos y acciones”. Desde nuestra perspectiva, la geopolítica, estudia la forma en la que los poderes fácticos y los Estados hegemónicos producen espacio en el mundo en el sentido de “territorializan”. (Ó Tuathail, 1996, p. 2)

Es en este contexto donde se comienza a pensar en la necesidad de volver a conceptualizar la geopolítica como discurso; pues “el análisis centra así la atención sobre cómo estos discursos se usan en política; y se enfoca en las prácticas discursivas, o, en otras palabras, en cómo se construye y usa el discurso” (Dalby, 1990, p.40). Así, el objetivo fundamental de una geopolítica crítica debía consistir, según Dalby citado por Ó Tuathail, en: “describir las relaciones de poder que tienen lugar en el marco de grandes esquemas geopolíticos desafiando, a tal efecto, las categorizaciones típicas de los discursos ligados al poder” (Ó Tuathail, 1996, p. 4).

A partir de estas premisas emerge la expresión geopolítica crítica por parte de Ó Tuathail y Dalby, precisada, según este último autor, en:

La investigación de cómo un conjunto particular de prácticas llega a ser dominante y excluye otro conjunto de prácticas. En donde el discurso convencional acepta las circunstancias actuales como dadas, “naturalizadas”, una teoría crítica se plantea preguntas sobre cómo han llegado a ser tal cual son. (1990, p. 28)

Las perspectivas de Ó Tuathail (1998) van a revelar que los discursos geopolíticos son creados por instituciones como el gobierno, el ejército, el mercado o los diversos actores intelectuales de Estado, con la finalidad de justificar su propio poder y autoridad sobre la población u otros Estados. Para demostrar el anterior argumento se analiza, justamente, la propuesta de Mahan descrita con prelación, quien le da la importancia de la geografía y del territorio en la arena política con la intención de crear una flota naval para garantizar la grandeza nacional de su país. Otro ejemplo que se emplea para probar su argumento es la estrategia de contención organizada durante la Guerra Fría, implementada luego del Long Telegram de George Kennan (1946), quien le añadió el componente ideológico a la guerra al señalar que Rusia no solo era un gran territorio, sino una constante amenaza para Estados Unidos (Ó Tuathail, 1998).

En ambos casos tanto el conocimiento formal como el práctico son puestos al servicio de la política para aumentar el poder de las naciones de origen; ya que, como vimos, para Ó Tuathail la base de la interpretación de la geopolítica crítica es el planteamiento foucaultiano acerca del ejercicio del poder, que genera conocimiento y, a su vez, este produce efectos en el poder. Dicha perspectiva permite evidenciar que la geopolítica formal y la práctica nunca podrán ser neutrales políticamente, puesto que:

El razonamiento formal fue producido por intelectuales o estrategas militares con el fin de crear un “sistema codificado de ideas y principios para guiar la conducta de la política” (Ó Tuathail y Agnew, 1992, p. 194). Así, se dividió el mundo en distintas partes y se crearon conceptos y modelos de “seguridad arquetípicos” a los que se asignó “la máxima prioridad política”. (Taylor & Flint, 2002, p. 97)

De esta forma, en la mezcla de los fundamentos formales con los prácticos, tanto intelectuales como estrategas militares, que se basaron en las características naturales de la tierra, generaron una conciencia del mundo cada vez más pequeña pero cuyos cambios van a ser cada vez más rápidos:

El periodo que abarcó este razonamiento, que va de finales del siglo XIX a mediados del XX, también se caracterizó por el énfasis en el diseño del proceso evolutivo y por incorporar el racionalismo cartesiano al estudio de las Relaciones Internacionales. (Ó Tuathail, 1996). Los razonamientos prácticos, por su parte, fueron —y siguen siendo— hechos por los estrategas de Estado con miras a evaluar amenazas más allá de las fronteras, (Taylor & Flint, 2002) y así diseñar la política exterior de su país. El periodo en el que se desarrollan estos últimos es posterior a la Segunda Guerra Mundial y también han sido identificados como “códigos geopolíticos”, es decir, los supuestos estratégicos de un gobierno en materia de política exterior. (González, 2017, pp. 225-226)

Los planteamientos de Agnew, igualmente, le otorgan otro sentido a la geopolítica, a partir de la lectura de las formas en que esta, en sus orígenes, fue visualizando el espacio global de una manera particular que permeó las ideas en el ámbito de la producción de conocimientos. Precisamente, Agnew emplea el término geopolítica para referirse a la forma en que la política mundial moderna se ha basado en representaciones concretas para entender la geografía mundial y a la manera en que estas han incurrido en la conducción cotidiana de los “asuntos internacionales”. Expone Agnew que, pese a que el carácter específico de esta “imaginación geopolítica moderna” ha ido cambiando a lo largo del tiempo, existen una serie de “principios” que han estado presentes continuamente (Agnew, 1998).

Para conocer dichos principios, Agnew realiza un recuento histórico en su obra titulada: Geopolítica: una re-visión de la política mundial, de lo que se fue constituyendo como la imaginación geopolítica moderna, que ha originado categorías geográficas con las que se organiza y funciona el mundo. Y, precisamente, estos enfoques son esenciales para entender cómo la geopolítica se basó en el impacto de la disposición espacial de los continentes y océanos y de la distribución de los recursos humanos y naturales en las relaciones interestatales. A su vez, con el cambio de enfoque propuesto por el análisis crítico de Agnew, la geopolítica se basa en el análisis de todos los supuestos, designaciones e interpretaciones geográficas que actúan en la producción de la política mundial y cómo todos estos elementos se transforman en proporción a las condiciones materiales (Agnew, 1998).

Este análisis crítico de la imaginación geopolítica moderna no solo develó, como se menciona antes, las formas en que las representaciones del orden mundial se valieron de esta, para convertirla en un instrumento o medio para justificar fines y políticas de las principales potencias, sino la manera en que fueron disfrazadas de cientificismos, pero con poco rigor y fondo académico (Feijóo, 2008). Con la aparición de los trabajos de Agnew, Ó Tuathail y Dalby, entre otros autores, la geopolítica empieza a renacer y granar en una serie de herramientas académicas para leer las interrelaciones espaciales políticas. Por ello, cabe señalar que la geopolítica crítica:

No sólo representa una detracción de las teorías clásicas y de los supuestos que enarbolan los enfoques realistas, neorrealistas y neoliberales de la teoría de las Relaciones Internacionales, sugiere además, la reinterpretación de la geopolítica clásica, y un análisis crítico de los discursos que han protagonizado, y protagonizan, el debate de la relación espacio-poder. (Preciado & Uc, 2010, p. 70)

Aunado a esto, la geopolítica crítica desmantela y pone en entredicho lo constituido y determinado, por lo que no da sentado el hecho de que el poder proviene solo del Estado y que el espacio es solo el territorio que se ocupa, en tanto aborda nuevos temas en comparación con la geopolítica clásica. La incidencia de actores que emergen de la compleja red de acciones económicas en el capitalismo transnacional, los actores sociales con incidencia política, y un conjunto de temáticas que entran a ser tenidas en cuenta:

La geopolítica crítica acrecentó y recreó las referencias teóricas, multiplicó los sujetos de enunciación (por fuera de la preeminencia militar) y los soportes institucionales (movimientos sociales, universidades, organismos regionales ahora la cobijan). En este sentido, estamos frente a una ampliación de la escala, los sujetos, los problemas y enfoques a los que se ceñía la geopolítica “clásica”. (Fornillo, 2015, pp. 139-140)

Como se ha venido mencionando, la geopolítica crítica se respalda, desde el punto de vista epistemológico y metodológico, de teorías y escuelas diferentes a las de la geopolítica clásica, tales como: la geografía radical, el posestructuralismo, teorías del sistema mundo y la dependencia y un conjunto de teorías sociales en pos de la necesidad de la deconstrucción y descolonización del pensamiento. A continuación, se realizará un corto recuento de cada uno de los aportes para identificar e interpretar, desde el enfoque crítico hermenéutico, el alcance y relación que van a tener dichas teorías con la geopolítica crítica.

El pensamiento geopolítico crítico retoma elementos de la geografía radical cuando reconoce la incidencia de la ruptura histórica entre la geografía tradicional, —que al igual que la geopolítica obtuvo la mala fama de servir al nazismo e imperialismo— con la geografía radical; pues esta última logra crear otras bases interpretativas que le aportarían significativos cambios a la manera en que se estaban concibiendo sus estudios.

Harvey (2012) explica cómo se dio el proceso anterior cuando la geografía radical apareció a finales de los años sesenta con la urgente necesidad de separarse de la geografía tradicional que estaba ligada a las prácticas militares e imperialistas. En esta época geógrafos de Gran Bretaña y Estados Unidos trataron de fundar otras corrientes analíticas sobre el espacio, tomando como punto de partida el marxismo, el discurso anticolonialista y las guerras antimperialistas. De esta forma crean la geografía radical como concepto que se adecuó más a los diversos intereses de las investigaciones que estaban llevando a cabo los geógrafos del momento.

No obstante, antes de que el discurso de la geografía radical y de la geopolítica crítica tomara fuerza en el escenario académico angloparlante, la revista francesa Hérodote, creada por Yves Lacoste, ya reconocía el papel ideológico y estratégico de la cartografía y del monitoreo geográfico a mediados de la década de los setenta. Además, privilegiaba la complejidad de los fenómenos que involucraban espacio y poder, mostrándose distantes y escépticos de la metanarrativa clásica. (Preciado, 2011).

En este sentido, la figura y obra de Yves Lacoste, citado por Preciado, es importante no solo para la renovación radical de la geografía, sino, también:

Para el retorno de la geopolítica al debate francés y para el desarrollo de su versión crítica. Proveniente de la Universidad de París-viii, en Vincennes, conocido por su marcada postura radical en 1968, Lacoste defiende que la geografía es una forma de conocimiento, esencial para la estrategia militar y el ejercicio del poder político, pero cuyo contenido estratégico se ha ocultado detrás del telón de la geografía académica. Por lo tanto, hace un llamado a los geógrafos para deshacerse de las limitaciones de ese discurso mistificado y mistificador, y volverse analistas críticos con miras a desenmascarar las estructuras de poder y asistir al desarrollo de contraestrategias. (Preciado, 2011, p. 6)

Las contribuciones de Lacoste y las publicaciones de la revista Hérodote, por tanto, han sido fundamentales para analizar complejos regionales, pero, además, el estudio de las problemáticas del desarrollo, la nación y el nacionalismo, el subdesarrollo y la geopolítica interna del mundo francófono. No obstante, la revista ha generado, igualmente, divergencias metodológicas con la región anglófona:

La principal ruptura entre ambas tradiciones es su posición respecto a la teoría. Además del hecho de que casi no existe diálogo entre ellas, los pocos geógrafos anglófonos que han explorado el trabajo del equipo Hérodote han encontrado su enfoque muy orientado a estudios de caso o trabajos empíricos, con escaso contenido teórico, e incluso misterioso y confuso. Muestra de ello es la crítica de Gearóid Ó Tuathail sobre la complejidad de su razonamiento geográfico, la obsesión por la objetividad y la extensión de lo geopolítico, lo que amenaza con hacer desembocar el trabajo de Lacoste y del grupo Hérodote en el mismo plano ideológico-doctrinario del que precisamente quieren liberar a la geopolítica. (Preciado, 2011, p. 20)

Pese a lo anterior, más allá de desprestigiar los aportes francófonos o de elogiarlos ciegamente, se hace sugerente investigar su producción y trayectoria, en tanto el modelo de la revista invita a identificar contextos específicos propios, razón por la que dichas reflexiones pueden ser tomadas como base para construir una tradición geopolítica que sea crítica de nuestra realidad latinoamericana (Preciado, 2011).

En otros aportes de la geografía radical europea se destacan dos autores como Claval y Raffestin (1980), quienes desarrollaron una perspectiva de la geografía del poder, al considerar que la geografía política debe centrarse en lo político; pero reconociendo que estas relaciones no se pueden reducir, de ningún modo, al ámbito de lo estatal como bien se había mencionado anteriormente. Es por ello que ambos aportes resultan pertinentes para la geopolítica crítica por el hecho de reconsiderar las relaciones políticas como relaciones de poder, que van más allá de las relaciones constituidas en torno al Estado (Cairo 2009).

De igual manera, se pueden resaltar algunas teorías del sistema mundo que proporcionan a la geopolítica crítica varios pilares de análisis, en el sentido en que permiten explicar el funcionamiento de las relaciones económicas, políticas, sociales y culturales, a partir del análisis cíclico con el que el sistema capitalista, y sus diferentes modelos, ha influido históricamente dichas relaciones; así como la forma en que algunos países desarrollaron el capitalismo y lograron alcanzar la hegemonía sobre el resto de países en los que, si bien el capitalismo no se desarrolló completamente debido a las múltiples diferencias históricas concretas, conforman las “partes” del sistema mundo (Aguirre, 2005).

En efecto, la visión de Wallerstein sobre capitalismo se basa en que para entender cualquier problema del pasado o del presente, es necesario remitirlo y conectarlo de manera orgánica con la dinámica y estructura semi-planetaria, en principio, y luego planetaria del sistema-mundo global. En este sentido, la propuesta del autor es que más allá de las dinámicas y los marcos de las “sociedades”, de los “Estados”, existe también una dinámica marco más universal del sistema-mundo como un todo, que determina la irrupción, el curso y desenlace específico de dichos acontecimientos, situaciones y procesos que se desarrollan de modo continuo en su seno (citado en Aguirre, 2005).

Otro de los autores que ha influenciado el análisis de la economía política y de los sistemas mundiales ha sido Peter Taylor, quien, insatisfecho con los enfoques neopositivistas imperantes, ha reclamado una reorientación de la geografía política hacia la posibilidad de renovarla radicalmente, planteando de otro modo los fundamentos de la misma. Así, en el desarrollo de los planteamientos de Taylor sobre la geografía política se contempla el mundo como un sistema espacial de centros, periferias y semiperiferias, interrelacionados entre ellos, que mutan al ritmo de los ciclos de auge y crisis a los que está sometida la economía capitalista, distinguiendo tres escalas de análisis:

La economía-mundo, que es el ámbito de la realidad; la localidad, que es el ámbito de la experiencia, y el Estado-nación, instancia mistificadora, ámbito de la ideología. La escala decisiva en el análisis es la de la economía-mundo, y no ya la estatal, que era la que primaba en la geopolítica anterior. Esta elección de escala se debe a dos factores, en primer lugar, aceptar tales unidades espaciales [los Estados] como dadas y entonces basar la teoría y el análisis sobre ellos es tomar partido, ser parcial en los hallazgos a favor de aquellos grupos a los que mejor sirve la actual organización espacial. Y, además, los Estados no se pueden comparar como si fueran entidades separadas, ya que así se eluden o ignoran las interacciones, que tienen un carácter básico, entre Estados. (Taylor, 1981, pp. 159-160)

De manera paralela, las teorías de la dependencia emergidas en América Latina pretenden analizar las características del desarrollo socioeconómico de la región, para explicar la manera en que la expansión industrial no direccionó a los países latinoamericanos al mismo ritmo de desarrollo de los países industriales, sino para aumentar su brecha en relación con los que logran situarse en la cima de la revolución post industrial. En este sentido, dichas teorías cuestionan la propuesta liberal económica de repetir modelos capitalistas mediante la adopción de comportamientos modernizantes en países como los de la región, así como el rechazo a la interpretación liberal del subdesarrollo como un conflicto entre sectores modernos y retrasados de la economía (Dos Santos, 2002).

Ambas teorías confieren posibilidades de análisis para que la geopolítica crítica comprenda los distintos modelos del capitalismo, la forma en que la división internacional del trabajo reproduce y profundiza la relación dialéctica entre centros, periferias y semi-periferias. Por tanto, el hecho de que el Estado se quede corto como referente de análisis, así como para explicar las múltiples trampas del desarrollo en las que ha caído América Latina argüidas por las teorías de la dependencia, serán, asimismo, un impulso al despliegue de investigaciones creadas en la región con relación a la geopolítica crítica.

Ahora bien, tanto de la deconstrucción derridiana como de la arqueología foucaultiana, la geopolítica crítica retoma algunos elementos que ya se han mencionado pero que en este lugar serán retomados. El método arqueológico de Foucault revela que los sistemas de pensamiento y conocimiento están regidos por reglas, que van más allá de las gramaticales y lógicas, que inciden en la conciencia de los sujetos y definen un sistema de posibilidades conceptuales que condicionan los límites de pensamiento en un lugar y período dados (Foucault, 1970). Con base en esto, la geopolítica crítica logró dar el salto epistémico, como lo plantea Cairo y Pastor (2006), pasando de ser una ciencia cuyo objeto era analizar —y proponer la construcción— de estructuras geopolíticas hacia otra que, fundamentalmente, se ocupa de estudiar —y deconstruir— las formas de leer el mundo definiendo el escenario de la política internacional.

De modo complementario, al respecto de la deconstrucción, Derrida parafraseado por Borges, plantea que hay que entenderla como:

El intento de reorganizar de cierto modo el pensamiento occidental, ante un variado surtido de contradicciones y desigualdades no lógico-discursivas de todo tipo, que sigue rondando las grietas e, incluso, el desarrollo exitoso de los argumentos filosóficos y su exposición sistemática. La deconstrucción no es una doctrina, ni una filosofía, ni un método. Sólo es, según Derrida, una “estrategia” para la descomposición de la metafísica occidental. Sin embargo, la deconstrucción es responsable por esas “contradicciones” constitutivas, mediante la construcción de arquetipos-síntesis, o infraestructuras, como se las denominará luego. (Borges, 2013, p. 1)

Sin embargo, la idea de la deconstrucción comprendida como método recuperado por el análisis crítico de la geopolítica, lo que busca es poder identificar el marco de una red discursiva y los contextos sociales, políticos, económicos, culturares en los que se encuadran los conceptos empleados en un determinado análisis, que contemple al espacio y al poder, en tanto que:

La geopolítica no puede abstraerse del entorno en el que es utilizada. Por eso solo puede ser estudiada en virtud de sus contextos. Un solo concepto puede estar sujeto a diferentes funciones en el marco de un contexto. La geopolítica puede, pues, referirse a una teoría o a una práctica; a un concepto o a una “realidad”, a una dimensión de la Política Internacional o a toda ella. (Ó Tuathail, 1996, p. 6)

De esta forma, los aportes tomados de la deconstrucción y la arqueología significan un avance en la búsqueda de un método contextual propio para la geopolítica crítica que, en primer lugar, no se ciña a un espacio concreto: lo internacional, lo nacional o lo regional, sino más bien de aquello que se esté estudiando en cada momento en relación al espacio y al poder; en segundo lugar, aluda a la interdisciplinariedad que permite que ninguna disciplina se lo apropie —al contrario resulta positivo que, en los análisis, converjan diversas sensibilidades y técnicas de estudio— sobre todo porque, en tercer lugar, dependiendo del caso estudiado, necesita hacer más hincapié en unos elementos más que en otros. Lo cual sigue evidenciando la necesidad de continuar re-creando y buscando métodos pensados para las realidades de América Latina, por ejemplo, que enriquezcan a su vez el sentido epistemológico de la geopolítica crítica (Agulló, 2018).

De la geopolítica clásica a la geopolítica crítica en América Latina

En América Latina la geopolítica crítica se comienza a establecer en el ámbito académico, luego de evidenciar que los intentos de aplicación de las teorías de la geopolítica clásica, en asociación con las tácticas y estrategias militares o de expansión geográfica en diversos países del continente, dejaron una serie de estigmas y representaciones que hoy en día perviven en imaginarios sociales y en círculos tanto formales como prácticos de la geopolítica, como se puede evidenciar:

La geopolítica ingresa de manera decidida a nuestra costa en medio de la Segunda Guerra Mundial. Concretamente, el primer libro que contiene esta nominación en Sudamérica fue La República Argentina en el panorama geopolítico del mundo, de 1944. Cuatro años después, el jefe del Ejército de Chile, el general Ramón Cañas Montalva, principal impulsor de disciplina en Chile y conocedor de primera mano del sueco creador del término —Rudolf Kjellén—, lanza la revista Tierra Australis, institucionalizando la geopolítica desde las entrañas del Estado. También en 1948, el general colombiano Julio Lodoño publica Sudamérica o la geografía como destino. La idea de “destino manifiesto” tiene su origen en la pretensión estadounidense decimonónica de expandirse hacia el oeste en nombre de la civilización y amparado por la providencia, un impulso tan natural como irrefrenable (antecedente directo de la visión alemana de “espacio vital”). Inmersos en un pathos organicista basado en un biológico crecimiento del Estado como “síntesis” de la nación, casi todos los países sub continentales vendrán a postular sus “destinos manifiestos”. (Fornillo, 2015, p. 122)

Sin embargo, admitiendo un ejemplo de la incidencia de la geopolítica clásica en la región podríamos mencionar la propuesta del almirante argentino Storni desarrollada desde antes, en 1916, para entender la relación existente entre geoestrategia y geopolítica. La importancia que el autor le otorga al poder naval en el continente, tomada de la teoría de Mahan pero modificada en algunas cuestiones particulares, explica las razones por las cuales Argentina debía preocuparse por el mar, buscar cuáles son sus intereses en él y sobre todo, los factores que “obstaculizan” y los que “facilitan” el desarrollo del poder naval de allí (Storni, 2009). Para Storni la grandeza de Argentina estaba supeditada a la toma de consciencia del destino marítimo que las condiciones geográficas habían definido y el consecuente abandono de la visión terrestre que se había sostenido hasta entonces.

La tesis de Storni está fundada en sostener y promover el comercio marítimo sin contemplar otros factores espaciales necesarios como el poder territorial, y fue debido a este planteamiento que sus ideas no tendrían tanto impacto en los círculos académicos y del poder; sin embargo sus conceptos evidencian la herencia en el pensamiento que dejó la geopolítica en aquella época, organizar el poder marítimo de América del sur, con el fin concreto de crear un espacio regional seriamente eficaz desde el orden político, económico, social, cultural y territorial constituido para repotenciar la región.

Otro ejemplo a resaltar se dio a partir de la influencia castrista militarista en Brasil. Siguiendo a dos autores, Travassos y Couto e Silva, se puede identificar cómo pretendieron abrirle paso a la geopolítica para conducir a Brasil hacia la posición de ser la mayor potencia sudamericana. Travassos, como capitán del ejército brasileño, publica para la época de 1930 varias teorías que tendrán una amplia repercusión en la política militar del cono sur. Travassos soñaba con un Brasil como potencia continental (Del Bosco, s.f.).

El general Couto e Silva también desarrolla una perspectiva teórica clásica para que Brasil logre poseer influencia internacional y liderazgo en la región, para lo cual debe preocuparse por ser:

1) Suficientemente articulado al interior; 2) efectivamente integrado; 3) expandido en su extenso territorio, y debe 4) manifestar control sobre sus fronteras. Una vez logrado ello, el país podrá expresar su liderazgo internacional a través de cooperación pacífica, colaboración con el mundo desarrollado y a nivel continental. (Gallardo, Peña & González, 2012, p. 242)

En este sentido, Argentina y Brasil van a ser los principales referentes de la aplicación de la teorías clásicas en la región; pues, si bien se podrían invocar las aproximaciones de Pinochet en Chile o algunos de los conceptos de militares en Colombia y Venezuela que van a asumir la proyección del poder geopolítico como la clave para evitar tanto más pérdidas de territorio como los desafíos al dominio nacional de este, tanto Argentina como Brasil van a reconocer su “estatus” de grandes potencias y de proyecciones internacionales de sus territorios:

Estas prescripciones geopolíticas estuvieron pegadas a los hechos. Por ejemplo, la geopolítica brasilera de la época juzgaba a Paraguay y Bolivia “Estados prisioneros” de Buenos Aires, enclavados en el “área de soldadura” que también componía el Mato Grosso; y la política de ocupación de tierras en Paraguay, la construcción allí de la entonces mayor represa del mundo, Itaipú, sumado al apoyo directo al golpe de Estado de Banzer en la Bolivia de 1971, dieron pie a la conformación de un área de influencia de la cancillería de Itamaraty. Asimismo, el crecimiento económico endógeno era la condición básica para la concreción del destino de “grandeza”. (Fornillo, 2015, p. 127)

No obstante, el anterior panorama no quedaría descrito solo desde la lógica de la geopolítica clásica; pues por cuenta de dos geógrafos radicales brasileros se comenzarían a gestar ideas de producción de conocimientos distintas. Josue de Castro y Milton Santos prescinden con esa manera de ver el espacio como realidad solo económica y logran desentrañar elementos importantes de apertura y desprendimiento epistemológico sobre la geopolítica. Así, por ejemplo, la manera en que Josue de Castro combinó variables sociales junto a la geopolítica para abordar la problemática del hambre en Brasil, es un logro investigativo que pretendió redimensionar el lente de la mirada de fenómenos sociológicos que habían sido estudiados de manera aislada para excavarlos desde un orden geopolítico complejo (De Castro, 1970).

En esta misma línea, Milton Santos fue uno de los responsables de la transformación de la geografía como ciencia separada de la geografía tradicional en la década de los setenta, tanto en Brasil, como en el mundo, ya que fue capaz de situarla en el campo de las ciencias sociales, cultivando un importante diálogo entre ambas, creyendo en la necesidad de producir una teoría geográfica desde la periferia; de manera que, sus posturas críticas fueron relacionadas con el reconocimiento de categorías existencialistas que podrían contribuir a la construcción de un mundo mejor (Zusman, 2002).

Asimismo, las contribuciones de Milton Santos permiten comprender el lugar que ocupa Brasil y, en general, América Latina en el mundo capitalista a partir de la incidencia de la globalización, entendida como aquel intercambio mundial de capitales, mercancías, servicios e ideas; pero a su vez condensada como fábula, perversidad o como la posibilidad de ser otra globalización (Santos, 2000).

En suma, ambos autores realizaron importantes intentos por desafiar la episteme que la colonialidad propone, al incorporar la crítica a ese pensamiento desde una perspectiva histórico espacial y contribuir a cambiar las perspectivas desde y para América Latina. Junto con lo anterior, autores de las escuelas de críticas de la región tales como: Ceceña (2006), Bruckmann y Dos Santos (2015), Quijano (2006), así como Preciado y Uc (2009), entre otros autores, han producido investigaciones desde virajes que han ido complementando la necesidad de creer en la geopolítica crítica, como herramienta de análisis para América Latina.

De ellos, Preciado y Uc (2010) aportan al introducir nuevos conceptos sobre la relación entre espacio, poder, medio ambiente, economía y sociedad para entender el conjunto de acontecimientos y escenarios que han reformado la dinámica política, económica y social de América Latina, en concordancia con los nuevos actores y alianzas supranacionales, regionales y continentales, así como las espacialidades disidentes que se resumen en una demanda de espacialidades construidas a partir de nuevas prácticas geopolíticas en América Latina y el Caribe.

En este sentido, encaran en su obra la dinámica constitutiva de los diversos y conflictivos discursos geopolíticos que se producen en América Latina y el Caribe, para lograr identificar, clasificar y analizar las principales características de las prácticas espaciales que se enmarcan en reproducir representaciones dominantes en relación al imaginario de la región: “entendida como una región compleja, que atraviesa simultáneas demandas de espacialización a escalas múltiples, así como diversas experiencias de territorialización internas, externas y transversales a la estructura de los Estados nacionales” (Preciado & Uc, 2010, p. 68).

Igualmente a destacar los aportes de la mexicana Ana Ester Ceceña quien, al coordinar el Observatorio Geopolítico Latinoamericano, ha participado en proyectos muy oportunos con otros investigadores a nivel regional y mundial en los cuales han denunciado el accionar de Estados Unidos sobre la región, enlazando el razonamiento espacial de categorías clásicas de poder como hegemonía, imperialismo, dominación o contra-hegemonía, así como reivindicaciones sobre la emancipación espacial e incluso sobre la desmilitarización del pensamiento (Preciado & Uc, 2010). Al respecto de los logros en la producción de conocimientos, Ceceña nos propone dar un importante paso:

La experiencia nos ha enseñado que las subversiones epistemológicas son siempre difíciles de hacer y de asir no sólo por las barreras con que las circunda el pensamiento conservador sino porque, como corresponde, antes de ser atrapadas en los conceptos huyen provocando nuevas subversiones. De cualquier manera, la construcción de nuevos conceptos y nuevos modos de mirar la vida es ineludible para permitirles salir de viejos encierros. No hay subversión posible si no abarca el pensamiento, si no inventa nuevos nombres y nuevas metodologías, si no transforma el sentido cósmico y el sentido común que, como es evidente, se construyen en la interacción colectiva, haciendo y rehaciendo socialidad. (Ceceña, 2006, p. 14)

De corrientes epistémica simultáneas, la investigadora peruana Mónica Bruckmann ha analizado la dependencia de materias primas que posee Estados Unidos respecto de la región latinoamericana, con lo cual ha elaborado una serie de premisas destinadas a salvaguardar el creciente valor de esas riquezas. Asimismo, sus aportaciones investigativas en el tema de los recursos hídricos y energéticos, el desplazamiento de los centros económicos, la integración regional de cara al sistema mundial, son algunos de los ejes medulares que ha abordado con sus grupos de trabajo en la región. A propósito de la integración plantea que:

América Latina tiene una oportunidad histórica de desarrollar una cooperación estratégica con los países del Sur que le permita romper la relación de dependencia que marcó su inserción en el sistema mundial. Dejar de reproducir el modelo primario exportador significa poner en marcha estrategias de industrialización regional basadas en el desarrollo científico-tecnológico y en la producción de conocimiento y de información orgánicas a este proceso. Para este fin, se hace necesario asegurar y profundizar los avances democráticos conducidos por las fuerzas populares. Esto significa la construcción de una gran agenda estratégica que no se limite a administrar coyunturas impuestas por la dinámica mundial, sino que se proponga conducir el destino de la región. (Bruckmann & Dos Santos, 2015, p. 1)

Del campo de las Relaciones Internacionales se encuentran también los trabajos de Alberto Rocha Valencia quien desplegó, junto con Daniel Morales Ruvalcaba, importantes reflexiones sobre el poder nacional-internacional de un Estado como el producto de la combinación multidimensional, dinámica y recursiva de sus capacidades que se expresa en un momento histórico determinado del desenvolvimiento del sistema internacional (Rocha & Morales, 2017). Así también, significativos planteamientos acerca del sistema internacional de la posguerra fría, la integración y cooperación regional, la virtual dinámica geopolítica continental americana, entre otras perspectivas.

Estos ejemplos de contribuciones académicas en torno al espacio y al poder, relacionadas con los factores económicos que afectan la región, demuestran que el tema de la colonialidad del poder y del saber eurocéntrico se ha ido desmitificando y transformando en estudios rigurosos, con solvencia teórica y metodológica, que han leído los procesos latinoamericanos menos distorsionadamente, al observar los fenómenos desde y para las propias realidades.

Pese a que la posibilidad de teorizar las prácticas espaciales de la región puede ser vista como una expresión decolonial, ello no ha implicado un despliegue cohesionado y bien organizado de la construcción teórica del término (Preciado & Uc, 2010). Sin embargo sería Quijano (2006) uno de los investigadores de América Latina que más esfuerzos teóricos investigativos desarrolló para comprender, analizar y explicar el tema de la colonialidad del poder y su posible descolonización, junto con el tema del desarrollo económico de la región, dejando un horizonte de perspectivas desde donde entender, ubicar y darle sentido a las aproximaciones, indagaciones y estudios que se pretendan producir desde las diversas áreas de las ciencias sociales, despojándose de preceptos, enfoques y categorías eurocéntricas.

De esta manera, podemos decir que el término geopolítica adquirió una nueva identidad que aparece en múltiples referencias académicas en la región latinoamericana. Más allá de esto, existen una serie de asuntos en relación al campo epistemológico y metodológico de la geopolítica crítica que se convierten en desafíos o retos a resolver a futuro. Hoy en día existen diversas posturas que emergen en la geopolítica crítica que pretenden reformarla, la geopolítica crítica conservadora es un buen ejemplo; pero también existen otros enfoques que la conciben como la antigeopolítica. Algunos otros han puesto de manifiesto que, la geopolítica crítica, a pesar de haberse transformado en la escuela geopolítica dominante en la geografía contemporánea, no ha conseguido trascender del ámbito académico o formal (Quarta, 2016).

Sin embargo, ¿existe un interés generalizado por parte de la geopolítica crítica para salir del ámbito académico? Para Quarta, el argumento podría pensarse de la siguiente forma: “al colocarse en oposición a los “intelectuales de gobierno”, la geopolítica crítica se queda fuera de los círculos de poder. O, dicho de otro modo, la geopolítica crítica no puede influir en el proceso de toma de decisiones del gobierno y del aparato industrial-militar o, al menos, no directamente” (Quarta, 2016, pp. 321-322).

Aunque el planteamiento reduce la geopolítica crítica a la antigeopolítica como reacción al saber geopolítico producido por —y para— los gobiernos, existe una potente idea de mejorar los esfuerzos hacia la búsqueda de una mayor difusión de los planteamientos de la geopolítica crítica para que no se queden solo en los círculos formales. Sin embargo, frente a esto no hay un consenso preciso; pues la geopolítica crítica es ante todo un conjunto de posibilidades alternativas de pensar la relación entre espacio y poder que se han ido agrupando en una multiplicidad de enfoques (Quarta, 2016). En este sentido, la academia debe dedicarse a interpretar y explicar el mundo lo más críticamente posible y a realizar diagnósticos sustentados que puedan serle útiles a aquellos que quieren generar cambios desde la dimensión práctica de la geopolítica.

Por ello, la geopolítica crítica no debe ser entendida como una especie de teoría general de la geopolítica o como una negación de la misma, según Ó Tuathail (1996). Por el contrario, es una aproximación “que busca contextualizar, deconstruyendo, aquellos fenómenos/conocimientos que se analizan. La geopolítica crítica es, en cierto modo, una estrategia parasitaria que solo puede ser entendida como una forma de revisión/actualización crítica de la geopolítica” (Ó Tuathail, 1996, p. 7).

Conclusiones

Sea una fortuna o una necesidad, la geopolítica crítica puede aceptar una renovación de temáticas o campos de acción, no solo en términos de ser susceptibles de análisis, sino para pluralizar, aumentar y redimensionar elementos epistemológicos y metodológicos que desarrollen un riguroso sistema categorial, según el contexto desde donde se formule. Porque si, en líneas muy generales, podría decirse que previamente iba en búsqueda de los elementos forjados de otras disciplinas, ya es hora que ellas sean las que se vuelquen para nutrirse de la geopolítica crítica (Fornillo, 2015).

Por estas razones, a pesar de los debates y encrucijadas que acarrea un campo como la geopolítica crítica, no se pueden descartar sus avances y logros para reincidir en los supuestos y esquemas clásicos con los que se estaba acostumbrado a leer el mundo. Agnew es enfático en la necesidad de corregir la imaginación geopolítica moderna tras demasiadas generaciones de determinismo geográfico global y de supremacía del Estado como categoría de análisis unidimensional. El llamado para los investigadores de América Latina es, por fin, decidirse a ser agentes que reproduzcan una imaginación que ha acarreado múltiples desastres a la humanidad o tratar de entender los rasgos comunes y las diferencias geográficas en sí mismas (Agnew, 1998).

Esta invitación es a que cada vez se profundicen más abordajes teóricos y empíricos que contemplen la geopolítica crítica, en tiempos en donde la guerra, la pobreza extrema, las desigualdades sociales; entre otras dinámicas económicas, políticas, culturales y sociales que se acentúan en la región, parecieran no permitir salir de los lugares comunes y añadir mayores elementos de discernimiento y análisis críticos sobre el qué hacer o cómo investigar estos espacios y poderes de América Latina.

Esto, más el hecho de ser una realidad en la que los procesos de domesticación del pensamiento siguen apuntando a potenciar la capacidad de resignación ante los ejercicios de poder totalitarios de unos pocos, se va viendo la necesidad de superar los esquemas para poder adquirir herramientas de análisis que posibiliten investigar algunos de los problemas de la región, pero para buscar darle vuelta, es decir, para atreverse a contemplar los hechos y fenómenos a partir de parámetros que no sigan reiterando la forma en la que se analizaban en décadas atrás. Esta idea apunta al reconocimiento del carácter dinámico de las relaciones de poder, proyectadas en el espacio; pues la geopolítica crítica es un campo de problematización cambiante, no inmutable: la sociedad, el mundo y el espacio, están sujetos a evolución; en tanto que, lo que hoy marca, distribuye y articula el poder, mañana puede no hacerlo o hacerlo de manera diferente (Agulló, 2018).

En razón de lo anterior, temas de agenda regional como la competencia por la explotación de la biodiversidad y la geopolítica del agua y su consecuente privatización que pone en riesgo el acceso de los pueblos y su derecho sobre los recursos de sus espacios, el tema de los hidrocarburos que sigue causando tensiones, debates y proyectos encontrados, así como la integración regional a partir de la consolidación de acuerdos bilaterales y regionales que conformen un poderoso bloque económico, liderado por Estados Unidos o por una fuerza alternativa anti neoliberal, son algunos ejemplos de escenarios macro susceptibles de ser analizados por la geopolítica crítica (Preciado, 2018).

Así como también las nuevas formas de comunicación política, las relaciones entre prácticas, identidades y culturas geopolíticas, esto es, lograr incluir a los excluidos del proceso de la globalización, tales como los movimientos de resistencia y otros actores de la sociedad civil, en escenarios más locales. Y poder retomar conceptos dados por sentados como: espacio, territorio, poder, nación, actor, soberanía, identidad, individuo, dignidad, desarrollo; entre otras categorías, que la geopolítica crítica podría abogar por el multilateralismo tanto de la teoría como de la práctica (Preciado, 2018).

El papel del analista crítico consiste, en este sentido, en tener la sensibilidad de detectar y la habilidad de demostrar qué cambia y qué permanece para no hacer retratos fijos durante décadas seguidas. Por ello, contrario a lo que generalmente se pensaría, en la geopolítica se libran otros escenarios que aparentemente no tendrían relación con ella; lo cual implicará desentrañar sus lógicas, sus gramáticas y establecer la forma en que trastocan y modifican sensiblemente la sociedad y su interacción con el espacio en ámbitos aparentemente lejanos del quehacer geopolítico.

En este sentido, los desafíos que la geopolítica crítica tiene por delante son decisivos, el hecho de ser considerada como una potente forma de repensar fenómenos frente a las realidades que cada vez más desbordan teorías en América Latina, es un motivo para convencerse de que el camino trazado hasta ahora es sustancial pero inacabado. El momento no es solo por el ahora, sino por el pasado y futuro de la región. Es ineludible contribuir a transformar la imaginación geopolítica de América Latina en su relación con los bloques de poderes globales y las múltiples es/desespacialidades emergentes. Apuntando hacia esa dirección, desde múltiples investigaciones se pueden aportar análisis que dinamicen una geopolítica crítica que le haga frente a las complejidades de la región y opte por re-crear ámbitos académicos inexplorados en su dialéctico devenir.

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Notas

Artículo recibido: 15 de mayo de 2019 / Aceptado: 19 de septiembre de 2019 / Modificado: 7 de octubre de 2019. Este artículo de reflexión es producto de la participación en el seminario internacional Historia Crítica del Pensamiento Geopolítico realizado en la CLACSO en 2018.
Magíster en Educación y Derechos Humanos por la Universidad Autónoma Latinoamericana, Colombia. Profesora de la Institución Universitaria de Envigado, Colombia. Correo electrónico: anamariabetancurdiaz@gmail.com https://orcid.org/0000-0002-2589-5846

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Betancur-Díaz, A. M. (2020). De la geopolítica clásica a la geopolítica crítica: perspectivas de análisis para fenómenos del espacio y del poder en América Latina. Forum. Revista Departamento de Ciencia Política, (17), 126–149. https://doi.org/10.15446/frdcp.n17.79687

ACM

[1]
Betancur-Díaz, A.M. 2020. De la geopolítica clásica a la geopolítica crítica: perspectivas de análisis para fenómenos del espacio y del poder en América Latina. Forum. Revista Departamento de Ciencia Política. 17 (abr. 2020), 126–149. DOI:https://doi.org/10.15446/frdcp.n17.79687.

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(1)
Betancur-Díaz, A. M. De la geopolítica clásica a la geopolítica crítica: perspectivas de análisis para fenómenos del espacio y del poder en América Latina. forum. rev. dep. cienc. politica 2020, 126-149.

ABNT

BETANCUR-DÍAZ, A. M. De la geopolítica clásica a la geopolítica crítica: perspectivas de análisis para fenómenos del espacio y del poder en América Latina. Forum. Revista Departamento de Ciencia Política, [S. l.], n. 17, p. 126–149, 2020. DOI: 10.15446/frdcp.n17.79687. Disponível em: https://revistas.unal.edu.co/index.php/forum/article/view/79687. Acesso em: 28 mar. 2024.

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Betancur-Díaz, Ana María. 2020. «De la geopolítica clásica a la geopolítica crítica: perspectivas de análisis para fenómenos del espacio y del poder en América Latina». Forum. Revista Departamento De Ciencia Política, n.º 17 (abril):126-49. https://doi.org/10.15446/frdcp.n17.79687.

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Betancur-Díaz, A. M. (2020) «De la geopolítica clásica a la geopolítica crítica: perspectivas de análisis para fenómenos del espacio y del poder en América Latina», Forum. Revista Departamento de Ciencia Política, (17), pp. 126–149. doi: 10.15446/frdcp.n17.79687.

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A. M. Betancur-Díaz, «De la geopolítica clásica a la geopolítica crítica: perspectivas de análisis para fenómenos del espacio y del poder en América Latina», forum. rev. dep. cienc. politica, n.º 17, pp. 126–149, abr. 2020.

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Betancur-Díaz, A. M. «De la geopolítica clásica a la geopolítica crítica: perspectivas de análisis para fenómenos del espacio y del poder en América Latina». Forum. Revista Departamento de Ciencia Política, n.º 17, abril de 2020, pp. 126-49, doi:10.15446/frdcp.n17.79687.

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Betancur-Díaz, Ana María. «De la geopolítica clásica a la geopolítica crítica: perspectivas de análisis para fenómenos del espacio y del poder en América Latina». Forum. Revista Departamento de Ciencia Política, no. 17 (abril 14, 2020): 126–149. Accedido marzo 28, 2024. https://revistas.unal.edu.co/index.php/forum/article/view/79687.

Vancouver

1.
Betancur-Díaz AM. De la geopolítica clásica a la geopolítica crítica: perspectivas de análisis para fenómenos del espacio y del poder en América Latina. forum. rev. dep. cienc. politica [Internet]. 14 de abril de 2020 [citado 28 de marzo de 2024];(17):126-49. Disponible en: https://revistas.unal.edu.co/index.php/forum/article/view/79687

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