Publicado

2011-01-01

Afectos y emociones entre padres, madres e hijos en el vivir transnacional

Affective and Emotional Relationships between Parents and Children in the Context of Transnational Living

Palabras clave:

afectividad, cambios y conflictos, migración internacional, relaciones paterno-filiales (es)
affectivity, changes and conflicts, international migration, parent-children relationships (en)

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Autores/as

  • Yolanda Puyana Villamizar Universidad Nacional de Colombia
  • Alejandra Rojas Moreno Universidad Nacional de Colombia
Este artículo presenta los cambios y conflictos que suceden entre padres, madres, hijos e hijas a raíz de la migración internacional de sus progenitores. La aproximación a estos conflictos se logra a partir de un análisis de los relatos vitales de los miembros de la familia, así como de los cuidadores y migrantes. También se comparan las relaciones paterno-filiales antes y después de la migración, y se expone la complejidad de los vínculos establecidos, la forma como suelen comunicar sus relaciones afectivas, el uso de los medios de comunicación, la manera como se ejerce la autoridad y las distintas estrategias generadas por los grupos familiares para mantener vínculos en condiciones de transnacionalidad
The article discusses the changes and conflicts arising between parents and children as a result of the international migration of the former. The conflicts are approached on the basis of an analysis of the life stories of the family members, as well as of the caretakers and migrants. The article also compares parent-children relationships before and after migration, analyzing the complexity of the established bonds, the way in which affective relationships are communicated, the way means of communication are used, the manner in which authority is exercised, and the different strategies generated by family groups to preserve their relationship in conditions of transnational living

Afectos y emociones entre padres, madres e hijos en el vivir transnacional*

Affective and Emotional Relationships between Parents and Children in the Context of Transnational Living

Yolanda Puyana Villamizar**
Profesora del Departamento de Trabajo Social y Escuela de Estudios de Género
Universidad Nacional de Colombia

Alejandra Rojas Moreno***
Maestría en Estudios de Género
Universidad Nacional de Colombia


Resumen

Este artículo presenta los cambios y conflictos que suceden entre padres, madres, hijos e hijas a raíz de la migración internacional de sus progenitores. La aproximación a estos conflictos se logra a partir de un análisis de los relatos vitales de los miembros de la familia, así como de los cuidadores y migrantes. También se comparan las relaciones paterno-filiales antes y después de la migración, y se expone la complejidad de los vínculos establecidos, la forma como suelen comunicar sus relaciones afectivas, el uso de los medios de comunicación, la manera como se ejerce la autoridad y las distintas estrategias generadas por los grupos familiares para mantener vínculos en condiciones de transnacionalidad.

Palabras clave: afectividad, cambios y conflictos, migración internacional, relaciones paterno-filiales.

Abstract

The article discusses the changes and conflicts arising between parents and children as a result of the international migration of the former. The conflicts are approached on the basis of an analysis of the life stories of the family members, as well as of the caretakers and migrants. The article also compares parent-children relationships before and after migration, analyzing the complexity of the established bonds, the way in which affective relationships are communicated, the way means of communication are used, the manner in which authority is exercised, and the different strategies generated by family groups to preserve their relationship in conditions of transnational living.

Keywords: affectivity, changes and conflicts, international migration, parent-children relationships.


Dejar su casa para tener una casa, dejar de estar con sus hijos,
para cuidar mejor a sus hijos garantizándoles educación y un mejor futuro.
C
arrillo y Herrera 2005 22

Introducción

Las frases citadas exponen una situación familiar fruto de la globalización y la migración internacional, pues la oferta de empleo, la búsqueda de mejores niveles de bienestar, la violencia u otros proyectos de vida, han llevado a que distintos miembros de los grupos familiares residan por fuera de los límites del Estado nacional colombiano, para así conformarse como familias en situación de transnacionalidad1. Si bien las autoras citadas se refieren al Ecuador, también en Colombia, padres y madres han dejado muchas casas, pero han logrado mantener su hogar al conformar un tipo de familia que se mantiene aún a pesar de la distancia física. Este modelo no podía ser pensado hace 20 años, pues implica dinámicas emocionales, relaciones de género e intergeneracionales distintas y, más que reprocharlas a partir de imágenes pasadas, debemos abordarlas como un reto constante tanto para la investigación como para la intervención.

“Dejar su casa para tener casa” apunta a una alternativa para los colombianos y las colombianas que, luego de despedidas dolorosas y duelos, han partido a otro país. Por una parte cumplen con la proveeduría desde el exterior, con el envío de remesas que expresan el afecto, pero, por otra mantienen o reviven conflictos, relaciones de poder y de género. También, sienten agudas pérdidas ante la inminente partida y a la vez alientan sueños y esperanzas de reencuentros gratificantes.

Aún no sabemos con precisión el número de individuos o familias que viven en condiciones de transnacionalidad, pero son migrantes cuya decisión ha sido producto de fenómenos estructurales, apenas percibidos por ellos o ellas, de procesos de restructuración de las economías y de los mercados laborales mundiales, cuyo destino se construye en un país expulsor, que al no poder satisfacer los sueños de sus nativos, los induce o a veces les obliga a migrar. Por fortuna, no se van del todo: mantienen sus vínculos, adoptan una forma de vivir transnacional, para conformar hogares glocales (Ulrich 1998)2, donde lo internacional se combina con lo local. Son relaciones transnacionales en la intimidad, detrás de las puertas, al interior de las habitaciones, que se logran mediante el uso de las nuevas tecnologías como el computador, que permite entablar un contacto en vivo para generar conversaciones. En esos nuevos espacios se encuentran los miembros de estas familias, atentos a escuchar las voces de quienes se fueron; en sus diálogos se reproducen amores y desamores, se concilian conflictos, se reconcilian después de la partida o se recuperan afectos en la distancia. Los vínculos emocionales mantienen una cercanía afectiva a pesar de estar separados por miles de kilómetros, por intereses de los estados poderosos que les cierra fronteras, recorta esperanzas y les impide la posibilidad de un caluroso abrazo.

Para este artículo nos centraremos en contestar la pregunta acerca de la forma como se mantienen o resquebrajan las relaciones afectivas entre padres, madres, hijos e hijas, en el contexto de la migración internacional de sus progenitores. Al principio del texto presentaremos una visión de la dinámica migratoria en Colombia y trataremos los debates entre investigadores e investigadoras respecto al tema, luego abordaremos nuestro enfoque teórico sobre las emociones y los afectos, y la compleja dinámica expresada en los relatos de vida a partir del proceso migratorio de los padres o madres.

Esta problemática ha sido novedosa para la profesión de Trabajo Social, en la medida que el mundo se ha globalizado y la familia transnacional se ha configurado de una forma tal que produce sorpresa en nosotros como profesionales, porque no coincide con conceptos sobre las formas familiares que solo observan a la familia como institución casi sagrada e inmodificable ante los cambios del contexto social.

La metodología de la investigación

Con la intención de contestarnos preguntas acerca de las relaciones afectivas, los conflictos, la dinámica y las estrategias de los grupos familiares en situación de transnacionalidad, y en particular entre padres, madres, hijos e hijas que han vivido esta experiencia, realizamos la investigación “Cambios y conflictos de los grupos familiares a partir de la migración internacional”, en las ciudades de Bogotá, Medellín, Cali, Barranquilla, Cartagena, Manizales y Pereira. Orientamos el estudio hacia un enfoque cualitativo; sistematizamos y analizamos los relatos estableciendo criterios comunes a través de un trabajo en equipo entre las universidades ya citadas.

La investigación se inició a comienzos del 2008 en la ciudad de Bogotá, con el apoyo financiero de la Universidad Nacional de Colombia3; posteriormente, y gracias a la financiación de Colciencias, realizamos la ampliación de los casos en Bogotá y un proceso simultáneo de indagación en las ciudades mencionadas a partir acuerdos y consensos sobre la temática, las metodologías y los procesos analíticos.

Nos planteamos un enfoque de tipo cualitativo que seguía las propuestas metodológicas de Ruiz (2003), Taylor (1992), Strauss y Corbin (2002) y Bertaux (1995). Para la recolección de información seleccionamos la técnica de entrevista profunda; recopilamos 504 relatos, distribuidos así: 45% entre hijos e hijas menores de 24 años durante la migración de los padres, 46% de cuidadoras y cuidadores y un 9% de algunos y algunas migrantes. De quienes relatan, el 93% había salido del país por motivos asociados a la situación económica y el 7% en calidad de migrantes forzados. Reconstruimos 56 historias familiares en las que se incluyeron las voces de los y las migrantes.

Las entrevistas giraron en torno a los motivos y antecedentes de la migración internacional, las relaciones afectivas, económicas y de autoridad entre padres, madres con sus hijos e hijas, las estrategias y formas de cuidado, entre otras temáticas. Seleccionamos la población a partir de un muestreo intencional y la técnica de bola de nieve, principalmente con la colaboración de amigos o amigas, familiares, vecinos, compañeros de trabajo, estudiantes de las universidades4, quienes difundieron la investigación y colaboraron con el equipo para establecer los contactos y facilitar la disposición de quienes serían entrevistados y entrevistadas.

Los relatos fueron sometidos a un análisis intra e intertextual5, a un proceso de codificación y a un planteamiento de hipótesis inductivas a partir de la lectura de estas codificaciones en cada ciudad. También se desarrollaron matrices comparativas y el establecimiento de categorías analíticas que hemos denominado tendencias. Estos procesos los realizamos a partir de encuentros presenciales con las investigadoras; asimismo, a través de los medios virtuales logramos entablar un debate constante.

La migración internacional en Colombia

Por múltiples fenómenos económicos, políticos y culturales, desde la segunda mitad del siglo XX, Colombia se ha caracterizado por la migración masiva de población hacia Estados Unidos, la comunidad europea —en especial a España—, Venezuela y al Ecuador, entre otros. Con relación al número de migrantes colombianos y colombianas en el exterior las cifras varían: desde los 33’000.000 contabilizados por el Departamento Nacional de Estadística (DANE) a partir de cálculos hechos con los datos del censo del 2005, hasta 5’200.000 personas estimadas por el Ministerio de Relaciones Exteriores en el año 2007, a través de las cuentas que hacen en los consulados esparcidos por el mundo (Gómez 2010 83). El censo del 2005 y Profamilia (2005) registraron que un 4% de los hogares colombianos tienen algún miembro en el exterior y un 8% de quienes nacieron en el país se han convertido en migrantes internacionales. Según el censo del 2005, la participación de las mujeres colombianas sobre el total de migrantes se ha incrementado en 5,7 puntos y en el mismo año, habitaban en el exterior 91 mil mujeres más que hombres.

Si bien aún no se han calculado estadísticamente el número de hijos o hijas con madres o padres en el exterior, la información de la Encuesta Nacional 2008-2009 realizada por el Observatorio Nacional de Migraciones (2009 36-38) nos induce a concluir que persiste una alta probabilidad de que quienes mi-gran hayan dejado a su prole en el país. En primer lugar, porque el 46% de ellos o ellas han estado alguna vez unidos; en segundo término, porque el 61.5% de la población migra en edad reproductiva —entre 25 y 44 años—, esto se debe a que los grupos familiares que desean consolidar un proyecto migratorio, generalmente envían primero a un miembro del grupo para explorar las condiciones del país. Se suman las restricciones que imponen algunos países para una reunificación familiar y los altos costos que implica sostener a una familia completa en el país de llegada6.

En las investigaciones sobre familia y migración persisten diversas orientaciones en lo referente a la paternidad y la maternidad en situación de transnacionalidad. Mientras unas investigaciones destacan los problemas que para los hijos o hijas produce esta situación, otras detallan este proceso y no comparten estos criterios. Con relación a la primera mirada, el informe de la Procuraduría General de la Nación de Colombia publicado en El Tiempo (12 de enero del 2009) denunció que en la zona cafetera permanecían 50 mil niños que están creciendo sin sus padres, porque estos migraron a otros países, calificándoles como los huérfanos de la migración. Al mismo tiempo, al generalizar sobre los problemas afectivos de los hijos e hijas, Javier Murillo en un estudio reciente plantea que:

[…] ante la ausencia de un referente afectivo fuerte, de una autoridad percibida como legitima –porque la autoridad de quien reemplazan a los padres puede no percibirse como tal–, es, por más que se niegue, muy probable, como en efecto ocurre y lo atestiguan muchos migrantes, sus familias entrevistadas en el origen, al igual que educadores de los menores, que a los problemas afectivos, siguen drásticos problemas de personalidad y de comportamiento, incluso más que de aprendizaje. (2009 182)

Desde el Ecuador Marie-Astrid Dupret realiza las siguientes reflexiones acerca de la migración de padres y madres a España.

Han aparecido grupos de niños sin parientes o familiares mayores de edad y sin referencia adulta cercana; a menudo, se dedican a un consumo ‘sin límites’, intentando suplir a la falta de sus padres por la compra de objetos inútiles gracias a las grandes sumas de dinero que le mandan sus progenitores. No hay que sorprenderse que esos adolescentes —e incluso niños— estén muy atraídos por las pandillas juveniles, y la delincuencia aparece como una salida frecuente a su abandono. (2008 6)

Luz Marina Díaz, por su parte, plantea que: “[…] con respecto a la población infantil que se queda en casa mientras uno de los padres está ausente, se ha encontrado que, en términos comparativos hay una mayor incidencia en deserción escolar, bajo rendimiento y desubicación en torno a los demás miembros de la familia” (2009 15).

En contraste, otros estudios matizan y complejizan dichas afirmaciones. Nyberg Sørensen critica tanto los informes académicos como políticos que han señalado a la migración de padres y madres como “[causantes de] alcoholismo masculino, embarazos de adolescentes, bajo rendimiento escolar de la infancia, delincuencia e incluso alta incidencia de suicidio infantil” (2008 262). Contrastan estas críticas con lo observado en el caso del Ecuador, donde la realidad es más compleja. Para este caso, la migración de los padres o madres implicó una ventaja sustancial para los hijos o hijas, pues así evitaban ser objeto de violencia. La autora enfatiza que las críticas más drásticas se dirigen a las madres migrantes, y reitera la necesidad de no homogenizar una situación que implica la reproducción de relaciones de género discriminatorias.

María Claudia Medina asume un punto de vista similar al señalar que:

Nuestra posición se aleja del juicio condenatorio que justifica la totalidad de las problemáticas infantojuveniles como consecuencia del desplazamiento de la madre, desconociendo la influencia de otros factores que entran en juego como, las circunstancias personales las condiciones del contexto familiar y social de los menores que permanecen, la calidad del vínculo que mantienen con la migrante. (2009 234)

A una conclusión similar llega Denise Paiewonsky (2008), quien estudió el cuidado ante el fenómeno migratorio y familiar en República Dominicana e interroga si los jóvenes despilfarran las remesas. La investigadora considera que ni niños, niñas o adolescentes las emplean solo en objetos superfluos y más bien aluden en sus conversaciones a la importancia de las remesas para invertir en cuestiones sustanciales como vivienda o negocios familiares, para así facilitar el retorno de sus padres.

Sonia Parella, al investigar a familias migrantes de Perú y Ecuador, constata dos situaciones en los hijos e hijas: “Unos se sienten abandonados, tienen actitudes de falta de afecto que pueden influir de forma negativa en su rendimiento escolar en la formación de su identidad, en su integración social y en sus valores” (2007 174). También encontró niños y niñas deprimidos, que lloraban por la ausencia de sus padres, quienes manifiestan el resentimiento, la rebeldía y la lejanía afectiva. El caso contrario se encuentra en los niños que se sienten partícipes de los beneficios económicos obtenidos por sus progenitores; asumen su proyecto migratorio como algo propio y se hacen más responsables: “[…] al comprender el gran esfuerzo realizado por ellos y ellas en el lugar de destino, soslayan los sentimiento de abandono por el orgullo de saber que los padres son capaces de sacrificarse por ellos” (2007 175).

En el contexto filipino, Parreñas (2001) sostiene que las y los jóvenes que crecen en hogares transnacionales viven intensos sentimientos de pérdidas, pero no siempre las interpretan como un abandono. Por el contrario, destaca el apoyo de las familias extensas, la comunicación abierta que permite entender los motivos de la migración, el despliegue de estrategias para asumir el hogar transnacional que facilita el cuidado emocional desde la lejanía, y cuando perciben la migración como un sacrificio, tratan de cumplirles y gratificarlas con sus comportamientos. Concluye Parreñas que aunque prevalecen sentimientos dolorosos, las creencias dominantes sobre la maternidad en este contexto inciden en que sea aún más difícil la situación para las migrantes y su prole. Además señala que las familias de clase trabajadora tienen menos medios para mantener un flujo constante de comunicación transnacional, lo que aumenta el riesgo de sentimiento de abandono entre las madres y los hijos.

Las emociones en el vivir transnacional

Coincidimos con Maturana (1995) cuando afirma que en todo actuar humano están inmersas las emociones y estas contienen una disposición corporal hacia la acción. Unas emociones unen y fortalecen los vínculos, otras se separan hasta romperse y causan nuestra separación. Entre ellas, el amor7 constituye una emoción fundamental en la concreción de la aceptación del otro o la otra como legítimo, pues en la convivencia creamos lazos que facilitan la interacción social. Mientras por el contrario, la violencia y los conflictos no resueltos nos separan, porque implican una deslegitimación de esas relaciones.

En ese sentido, en toda narración sobre las relaciones a partir de los recuerdos, se encuentra una disposición emocional hacia la acción y, al mismo tiempo, en toda acción narrada por los y las relatantes están inmersas las emocionalidades. Las emociones son ambivalentes (Jiménez 2007), los rompimientos emocionales producen enfermedad de amor (Maturana 1995) y la sensación de pérdida del objeto amado genera duelos que se resuelven con el tiempo, cuando se recupera la energía transferida a este objeto amado (Medina 2009).

Pauline Boss (2001) y Celia Falicov (2002), al tomar como referencia las separaciones y la migración, proponen el concepto de pérdida ambigua, con el cual se refieren a las interacciones que se rompen o se distancian emocionalmente por la separación física

o por la muerte de un ser querido, pero que a la vez, contienen una dinámica específica. En el caso de la pérdida con la partida de quien se ama a través de la migración no se produce una ruptura total, como ocurre con la muerte, más bien se genera una pérdida que contiene una ambigüedad, que oscila entre la partida y la perspectiva de una posible cercanía. “De todas las pérdidas que experimentamos en las relaciones personales, la pérdida ambigua es la más devastadora, porque permanece sin declarar, es indeterminada” (Boss 2001 18). En el caso de las migraciones internacionales de padres y madres se presenta una sensación de este tipo de pérdida oscilante, pues se continúa con cierta presencia en la distancia, se tejen sueños y expectativas sobre esta relación, los vínculos adquieren una especificidad, al tiempo que el padre o la madre están físicamente ausentes, mantienen la presencia psicológica y se buscan formas vinculantes a través de varias estrategias comunicativas.

En las separaciones ocasionadas por la migración, el duelo no se elabora, pues la persona sigue viva y los vínculos afectivos se hacen más cercanos o distantes según ciertas circunstancias, el dolor se mitiga mediante las expectativas de posibles reencuentros y las alegrías que los mismos producen. Rituales significativos para la acción, como el envío de una remesa social o económica, una comunicación telefónica, una fecha especial de encuentro, una visita al país de llegada o de destino con los consabidos festejos y despedidas, inciden en la oscilación de las relaciones emocionales con el o la migrante y por tanto, en que se aumente o atenúe el dolor y la pena (Falicov 2002).

Como planteamos anteriormente, entendemos por relaciones emocionales aquellos vínculos afectivos que definimos como una fuerza que nos une o nos separa, que son cambiantes y oscilan entre la cercanía y el distanciamiento. Cuando nos referimos a la primera, queremos decir que los y las relatantes las consideran como estables y productivas para ellos o ellas. La diada relacional es capaz de construir actos de habla sin grandes dificultades, porque la comunicación fluye y emplea signos comunicativos que permiten que se facilite la comprensión compatible entre los miembros de la relación. La relación responde a las expectativas mutuas que se manifiestan, por ejemplo, en la conciencia de una responsabilidad económica por parte de los progenitores, en las expresiones de afecto y en la comunicación, que logra que se mantenga la autoridad de los padres sin conflictos graves, antes o después de la migración.

Por el contrario, cuando nos referimos al distanciamiento en la relación expresamos básicamente que las anteriores características se ven distorsionadas; persisten frustraciones en las expectativas sobre la relación paterna o materna, se dejan de cumplir responsabilidades de tipo económico, las frecuencias en el contacto, telefónico o virtual, no es frecuente o, incluso, es nulo. Los actos de habla alejan o son poco frecuentes, se evita expresar el afecto o fluyen más bien hostilidades y la autoridad se torna conflictiva o se deja de ejercer.

El estudio cuidadoso de los relatos a partir de un método inductivo8 (Strauss y Corbin 2002) posibilitó que la investigación se orientara hacia la identificación de patrones comunes que nos permitieron agrupar los resultados y construir unas tendencias sobre las formas como se mantienen y reproducen las relaciones paterno-materno y filiales a partir, de la migración internacional. Elaboramos estas tendencias de acuerdo con los parámetros definidos en la investigación, lo que implicó identificar dos momentos temporales distintos: antes y después de la migración internacional. Si bien cada tendencia agrupa situaciones comunes, al compararlas entre sí podemos contrastar la variedad de las relaciones. Las tendencias se convierten así en elaboraciones teóricas, que a pesar de ser nutridas por los relatos, se distancian de ellos y van adquiriendo una configuración propia. Una vez establecidas nos permiten el análisis de nuevo relatos.

Las categorías centrales presentes en cada una de las tendencias tienen como referente cinco ejes acerca de las relaciones entre padres, madres, hijos e hijas durante el proceso migratorio: cómo interactuaban antes del evento migratorio, cómo se toma la decisión para migrar, las formas de comunicación y expresión de los afectos, y los vínculos una vez se da la migración, los conflictos familiares presentes y el ejercicio de la autoridad. A continuación, vamos a analizar cómo se ha presentado esta dinámica emocional a pesar de la distancia física entre padres, madres, hijos e hijas en situación de transnacionalidad.

Cercanía en la relación antes de la migración y distanciamiento a partir del proceso migratorio

En los casos que ejemplifican esta tendencia se transita desde un acercamiento afectivo o se culpa a la migración como causante del distanciamiento afectivo. Los hijos o hijas se sienten abandonados o vulnerados tras la partida y la pérdida del padre

o la madre. Con frecuencia la migración del padre, la madre o ambos se presentó cuando los hijos eran muy pequeños y se había desarrollado una relación fluida y afectuosa. Con los instrumentos propios de esta investigación, no fue posible conocer expresiones de dolor cuando la prole se encontraba en las primeras etapas de vida en el momento de la partida9; coexisten relatos indicativos de estos duelos y angustias que no alcanzan a recordar sino mínimamente a través de referencias de cuidadoras o de sensaciones de pérdidas por la partida.

Elizabeth Vanegas Garzón
Camino del Barichara
Barichara, Santander, Colombia
31 de agosto del 2009

De todos modos, es posible concluir en algunos casos que de una unión afectiva intensa se pasó a un aislamiento en la relación con quien migra, que poco a poco fue sustituida por los cuidadores. Es el caso de Angélica, quien tenía 5 años cuando su madre migró, ella solo recuerda que debieron quitarla del corredor cuando se despedía, porque la migrante no resistía las expresiones de llanto de su hija en la despedida, posteriormente, sustituyó sus afectos por sus tías y su padre (1, H, 2008)10. La narración de Mario sobre su hermana, quien tenía 4 años cuando la madre migró, también indica el sufrimiento de la niña en el momento de la partida que después fue compensado con el establecimiento de una relación afectiva más cercana con la nueva esposa del padre: Estaba muy apegada a ella, se la pasaba llorando y pues mi papá le ponía una foto de ella en la cama, como para que se pudiera dormir” (1, H, 2008, de 17 años). Hener, cartagenero de 18 años, hijo de padre migrante a Venezuela hace dos años, manifiesta así su caso, “A veces que salíamos me llevaba a pasear donde la abuela, me gustaba darle un abrazo, ‘Papi que todo bien, te quiero mucho; hijo pórtate bien en los estudios’. Un padre bueno hasta el momento que se fue [sic]” (5, H, 2009). En varios relatos uno de los elementos comunes de esta tendencia fue la manifestación de una sensación de abandono. En otras palabras, vivir la migración como tal, provocó sentimientos de indiferencia, odio y hostilidad, sentimientos que con frecuencia no comprenden los y las migrantes, pero que los hijos expresan mediante acciones como no contestar el teléfono, no conversar o mantener una relación distante con sus padres o madres migrantes.

Podríamos afirmar que se presenta la pérdida ambigua sin reencuentros que le ayuden a acercarse de nuevo, porque la relación llamada por ellos con frecuencia como de padre o madre, desde la perspectiva de la convivencia y el trato diario, se resquebraja. En el caso de Mario, él mismo recuerda que ni él ni su hermanita volvieron a sentir a su madre de la misma forma que lo hacían antes de la partida; la relación entre madre e hijos desapareció.

Mi hermanita ya no la quería como a una mamá, ni salía con ella, Cuando mi mamá vino acá, se decepcionó mucho, pues por parte mía y por parte de mi hermana no le prestábamos amor como maternal. No la amo con ese amor de madre, sino el respeto, no hay ni amor, ni nada. A mí me hizo harta falta y yo creo que hacia ella en estos momentos está ese odio, pero igual, yo la respeto. (1, H, 2008, de 17 años)

El adolescente matiza la expresión odio, pues siente que este término implica una falta de respeto hacia la madre porque así no cumplen con el mandato social del amor hacia la persona que “les dio la vida”. La madre regresa a buscarlos posiblemente sin generar un espacio para escuchar los resentimientos del hijo y la hija ocasionados por su abrupta partida y trata de volver a interrelacionarse, pero ellos sienten haber perdido la relación materna, en los términos como el y ella habían concebido la maternidad. Ella entonces aprovecha las remesas, brindándoles regalos que ellos mismos sienten como un proveer, pero que no les generan nuevos afectos.

En el relato de Hener, la expresión “un padre bueno hasta que se fueestá resaltando cambios sustanciales en la dinámica comunicativa, de las imágenes y los vínculos desde donde se producía la relación y una expectativa frustrada de pérdida de su presencia física (5, H, 2009).

En esta tendencia, el resquebrajamiento de las relaciones está intervenido por varias situaciones. En primera medida, se debe tener en cuenta el proceso como se produjo la toma de decisión de migrar, pues hijos e hijas fueron ajenos a este, solo recibieron información días antes del viaje o simplemente se les comunicó cuando quien migraba ya había viajado. Este proceso impide que se celebre al menos un ritual de despedida a través del cual sea posible empezar a elaborar el duelo. Esto último es especialmente problemático si tenemos en cuenta que en esta tendencia padres y madres partieron durante la primera infancia o la adolescencia y un grupo importante de niños y niñas no alcanzaron a comprender, ni el tiempo, ni la distancia o el contexto donde reside quien partió.

En la historia que relata Myriam, madre cuidadora de un niño de 12 años, ante el evento de la partida del padre, se reconocen los problemas del rompimiento en las relaciones a partir de la migración. Así lo recuerda Myriam:

Tenían una relación muy cercana. El niño se siente abandonado, y él lo dice, “Mi papá me dejó por irse detrás de Diana”, que es la novia del padre. Él lo ve así, y tu le preguntas al niño, ya después de unos años y él responde “Es que yo no veo a mi papá hace como tres, cuatro, hace cinco años, que no lo veo”, es decir, el tiempo que ha pasado es muy largo, y claro la que se quedó aquí con él, con el problema, con la dificultad fui yo.

La tristeza del niño la revirtió en agresividad, que se incrementa cuando el padre con frecuencia le anuncia unos plazos para volver que no logra cumplir. El niño mide el tiempo de ausencia del padre mediante una fotografía en la que aparecen juntos con motivo de un cumpleaños. Esta se convirtió en la última fecha que compartieron, y a partir de esta, el niño cuenta los años que su padre ha faltado desde su migración. Este caso nos lleva a reflexionar sobre la noción de tiempo y espacio de niños y niñas respecto al adulto y cómo las dificultades de los migrantes para volver, bien sea por las restricciones legales o económicas, son incomprensibles por quienes por su corta edad asumen el tiempo de forma distinta.

Ahora bien, en esta tendencia los conflictos de pareja, particularmente los asociados a las separaciones, suelen impactar fuertemente las relaciones paternomaterno-filiales. Con frecuencia hijos e hijas se ven involucrados en las rupturas conyugales y esto incide en el alejamiento afectivo después de la migración. Padres y madres hacen que sus hijos tomen partido por quien se queda en el país e incluso evitan las comunicaciones o por lo menos, no las promueven, les inducen a un distanciamiento contundente para convertir al migrante en el o la culpable de la distancia afectiva. Es así como el padre o madre que migra experimenta no solo la desvinculación afectiva de sus hijos e hijas, sino además una pérdida de legitimidad como figura de autoridad. Unos o unas se alejan y no vuelven a intervenir, otros u otras suelen emplear medidas autoritarias como amenazar con la falta de remesas u otras sanciones. Finalmente, quienes tratan de comprar el afecto con las remesas, como en el caso ya referido, generan agudas tensiones en las relaciones en ellos o ellas y quienes les cuidan. Sea un caso o el otro, la no aceptación que hacen los y las adolescentes de sus progenitores configura categóricamente un rechazo y un resentimiento al sentir que fueron el padre o la madre quienes les abandonaron.

Las relaciones entre padres, madres, hijos o hijas eran distantes antes de la migración y cambian tras esta, se genera mayor cercanía

Yo tenía quince en una época donde tenía muchos
resentimientos con ella, porque no comprendía su

istoria familiar, en parte la desconocía, y no sabía
de dónde venían muchas actitudes de ella. Uno como
adolescente que le da pena de la mamá, que la odia.

Después de varios años de migración de la madre a España afirma:

[…] ahí sí me tocó sufrir y empecé a extrañar muchísimo
a mi mamá. Con el tiempo fue que empezamos a arreglar la relación
porque la extrañaba y me sentía muy sola. Yo siento que ahora mi mamá,
sí está del lado mío, siempre ha estado, pero, no sé por qué a veces
las niñas pensamos que la mamá es la enemiga de uno, pero ahora pienso que no,
que mi mamá está de mi lado, me echa las porras, está conmigo.
P
iny (3, h, 2009 de 20 años)

Los relatos de Piny, de 22 años, quien tenía 15 cuando su mamá migró, ilustran esta segunda tendencia. Antes de la partida de la madre, la relación se caracterizaba por los conflictos de la adolescencia con una madre autoritaria que Piny no aceptaba. Esta relación generó intolerancia y sentimientos de odio, al punto que Piny sintió un descanso cuando la madre partió. Con el tiempo, tras la partida de la madre, los términos de la relación cambiaron; ahora Piny siente su solidaridad, a pesar de la distancia. El proceso es contrario a la tendencia anterior, porque hijos e hijas sostienen que tras la migración de su padre o madre fue posible reencontrar una relación que antes estaba marcada por la indiferencia, la hostilidad y el desapego. Muchos de ellos y ellas no tenían vínculos que consideraran significativos con sus progenitores, otros y otras vivían fuertes conflictos, de modo que la migración se presentó como una oportunidad de cambiar o dinamizar su relación, al compartir nuevas formas de comunicación que provocaron sensaciones de acercamiento y satisfacción; las formas alternas de comunicación más frecuentes son el teléfono y los medios que provee el Internet.

Otra dinámica en las relaciones propias de esta tendencia consiste en que padres o madres migraron y rompieron su relación de pareja e incluyeron a los hijos en el conflicto, pero con el tiempo trataron de recuperar la relación rota. Este es el caso de Kelly, de Pereira, y su padre. Algún tiempo después de su migración a España, el padre la llama y le dice que se arrepiente de haberla abandonado. La hija entonces abandona sus sentimientos de resentimiento, y se acerca nuevamente al padre; así relata su experiencia.

Cómo a los doce años me pide que me meta a internet y me dice bueno, veámonos. Al momento que él me vio empezó a llorar y a decirme que lo perdonara, ya después de ahí empezó a cambiar, a llamarme más de seguido, ya mi papá nos mandaba cosas muy buenas. (8, H, 2009, de 16 años)

Javier, migrante de Manizales a España, tuvo la iniciativa de llamar a su hija Estefanía, al tiempo que procuró aclarar la relación que tenía con la madre de la niña. Dice Javier:

[…] lo más importante para mí es tratar de mantener ese vinculo con ellos, así sea por teléfono, porque la distancia y el tiempo es lo que hace que el amor se vaya acabando y yo no quiero que eso pase, por eso trato siempre de estar pendiente. (8, M, 2009)

Nicolás, caleño de 18 años, es aún más claro en aceptar la propuesta del padre de darle otra dinámica a su relación; ambos hicieron, tras su reencuentro, lo que coloquialmente se conoce como “borrón y cuenta nueva”. Nicolás no alcanzó a conocer a su padre cuando este migró, porque el niño aún era muy pequeño, pero un día lo llamó y lograron entablar una relación.

Mi papá no había aparecido, yo no le pregunto qué pasó todo ese tiempo, yo le dije, “¿Sabe qué, papi? No vivamos en el pasado, vivamos en el presente”, y él me decía así también. Ya estamos bien, hablando, ahora él me llama todos los días… No hay ni un día que no. Yo le he cogido cariño, él me trata rebien.

Mediante la búsqueda de sus hijos o hijas, el padre o la madre migrante expresa su pérdida ambigua. Si bien el rompimiento afectivo al partir es ambivalente, con el tiempo, la recuperación de las relaciones de diversa índole que tenían en su país de origen les permite recobrar los vínculos familiares que resultan significativos para los y las migrantes. Es decir, sus emociones más íntimas se establecen entre las personas de los dos países al mismo tiempo. Así lo indican otros estudios sobre las emocionalidades de los y las migrantes en el exterior (Falicov 2002), (Murillo 2009), (Puyana; Motoa y Viviel 2009).

En la mayor parte de los grupos familiares pertenecientes a esta tendencia, la decisión de migrar no fue consultada a los hijos e hijas. Poco se les comentó sobre el viaje, pues era un proyecto entre adultos, parte del proceso vital de quien migra; la necesidad de resolver problemas económicos y en especial, el rompimiento de la relación afectiva con la pareja fueron las causas más recurrentes de la migración. Los conflictos más frecuentes entre padres, madres, hijos e hijas, obedecían a problemas conyugales que afectaban a la prole, tensiones por el excesivo control de parte del padre o de la madre migrante hacia los hijos e hijas o el “insatisfactorio” cumplimiento del rol materno o paterno. Estas situaciones dificultaban la comunicación abierta y directa, lo que causaba resquebrajamientos afectivos entre los miembros de la familia, aún cuando todos vivían en Colombia.

Es común en esta tendencia que tras la partida del padre o de la madre se intensifique el deseo de intercambiar vínculos amorosos, expresar lo que antes no se había dicho. Por lo general, la iniciativa para restaurar la relación proviene del migrante y la decisión de aceptar restaurarla de los hijos e hijas, que suele darse en la juventud y adolescencia, independientemente del criterio de quienes los o las cuidan. Por el contrario, cuando los hijos son aún muy pequeños —en contraste con la tendencia anterior— la restauración de la relación con el padre o madre que migra está mediada por las esposas cuidadoras, lo que tiene implicaciones para los reencuentros, la valoración positiva del cambio en la relación y en la resolución misma de las tensiones.

En el siguiente relato, María habla de la relación de su hijo con el migrante; este caso permite dar cuenta del papel de la madre en la construcción de la imagen paterna a pesar de la distancia; en este caso, el padre había migrado a Estados Unidos cuando el niño apenas tenía un año.

[…] desde el primer momento yo empecé a hablarle de que el papá estaba en su corazón, así él no estuviera físicamente lo estaba acompañando. Yo le llené el cuarto de él con muchas fotografías de Luis, le escribí un cuento del papá y de la familia, se lo leía todas las noches antes de ir a dormir y le contaba dónde estaba el papá, por qué se había ido y Julián lo sabe. Él hablaba mucho con el papá y hoy, por ejemplo, le decía en la mañana, “Papi, ya te faltan 150 días para volver”. (1, C, 2008)

Lo más común en esta tendencia es que, a pesar del cambio en la relación, la autoridad sigue estando concentrada en el padre o madre que permanece en Colombia, sin embargo, estos acercamientos no son totalmente apacibles. En muchos de los casos, el proceso de reconciliación lleva a que quienes migran sean más permisivos con sus hijos o hijas, con el fin de evitar perder los afectos, al hacer esto, desautorizan a cuidadoras y cuidadores o no cumplen con las normas establecidas por la persona encargada del niño o la niña. Este comportamiento tiene, sin duda, efectos graves en lo que respecta a la autoridad y hace que el ejercicio de esta sea conflictivo para quienes desempeñan las tareas de cuidado.

En las dos tendencias referidas se produjo un cambio después de la migración. En la primera, implicó un distanciamiento emocional, y en la segunda, más cercanía. La definición de estas tendencias permite aproximarse al problema desde un espectro más amplio, al reconocer la necesidad de no homogenizar las consecuencias en la vida afectiva de niños, niñas o jóvenes ante la migración internacional del padres o madres. En ambas situaciones, tanto migrantes como su prole, han vivido pérdidas ambiguas, dolores recurrentes, mucho antes de la migración como consecuencia de otros conflictos, mientras otros se acentúan con la migración. Esta dinámica indica cómo las formas de comunicación en la relación, con el tiempo, pueden ser compensadas, si hay voluntad de acercamiento a pesar de la distancia física.

A diferencia de los postulados de Parreñas (2000), en esta investigación hemos analizado otras dos tendencias en las que no se no se produce un cambio, porque la relación continúa igual a pesar de la distancia física. Unos padres, madres, hijos e hijas siguen siendo siempre cercanos en la relación después del evento migratorio, mientras que otros y otras que habían estado distanciados en sus afectos y continúan igual.

Las relaciones entre padres, madres hijos o hijas eran cercanas antes de la migración y continúan siendo cercanas aún después de la migración

Mi mamá siempre nos ha apoyado, siempre ha estado con nosotras. diana (1, h, 2009, de 18 años)

Él pasaba todo el día conmigo, él era el que hacía la comida. Nos podía llevar a todas las partes turísticas de aquí de Cartagena,
siempre nos llevaba a pasear. Cuando yo me ponía a llorar, me ponía la cara aquí en el corazón y me tranquilizaba.
Enrique (5, h, 2009, de 16 años)

Más súper unidas, o sea a pesar de todo, sabe todo acerca de mí, todo, todo, sino no sabe…
Yo no sé, es como adivina, o algo así. Además las mujeres pasamos por cosas diferentes…
Yo me desarrollé cuando estaba en Londres con ella, cuando tenía 10 años, entonces son
como esas cosas de tener novio y eso las que no hemos podido vivir, como las dos,
pero en realidad sí las hemos vivido porque ella sabe todo […] Si yo no estoy ocupada y tengo tiempo,
hablamos fácil dos horas, nos contamos todo. Ella me cuenta lo que pasó en la semana,
yo le cuento todo lo que pasó, sin omitir detalle (risas), nosotras somos muy unidas.
C
arolina (1, h, 2009, de 19 años)

En la tercera tendencia destacamos las relaciones entre padres, madres e hijos o hijas que han logrado sostener lazos afectivos muy próximos e incluso pueden reconstruirlos para que fluyan a pesar de la distancia. Mantienen los vínculos con quienes mi-gran y les expresan sus afectos cuando se acrecientan sus nostalgias, en especial en los rituales familiares, como las de celebraciones de fechas especiales: cumpleaños, graduaciones, día de la madre, navidad o año nuevo, entre otras.

Susana, Eliana, Carolina y Viviana, todas habitantes de Bogotá; Enrique, de Cartagena; Milena, de Medellín, son algunos de los hijos e hijas, que a pesar del proceso migratorio de su madre, su padre o de ambos, experimentan esta continuidad en las relaciones afectivas, en contraste con las otras tendencias. Lo anterior nos lleva a preguntarnos por la forma como eran sus interacciones afectivas previas al evento migratorio. En esta tendencia tanto hijos, hijas y cuidadores, recuerdan que antes de la partida, el padre o madre migrante compartía con ellos y ellas, estaba pendiente de su cuidado, no solo físico, sino también emocional y afectivo; se caracterizaba por ser expresivo con ellos o ellas y compartir sus sentimientos; en lo que respecta a la autoridad tendían más bien a ser flexibles y comprensivos. Padres, madres, hijos e hijas compartían diversos tipos de actividades como realizar las tareas escolares en conjunto, pasear los fines de semana, pero sobre todo, tenían excelentes espacios de comunicación fluida. Este es el caso de Milena quien, a pesar de su corta edad (12 años) compartía mucho tiempo con su padre, cuando este aún vivía en Medellín. Milena recuerda, “[…] yo era muy niña, era la consentida, la primera hija de él, eso era mi negrita, mi nenita y él me consentía mucho” (4, H, 2009).

Pero tal y como lo mencionamos en el análisis de la primera tendencia, la continuidad en esa cercanía no es un producto azaroso. Al aproximarse a las formas como se configuraban las mismas relaciones antes de la migración, es evidente que estos padres y madres, ahora migrantes, jugaban un papel protagónico en el cuidado de sus hijos e hijas, solían ser expresivos afectivamente y en general muy cercanos. Generalmente en estos casos, la decisión de migrar es tomada en conjunto con los hijos e hijas, a quienes se les da un papel activo en dicha decisión. Los padres y madres realizan rituales de despedida, que aunque descritos como muy tristes, permiten tramitar el dolor de un modo productivo para ambas partes. Aunque en algunos casos experimentan un distanciamiento inicial del padre o la madre migrante, este es apenas calificado como una situación circunstancial, de la que dicen sobreponerse una vez se logran desarrollar estrategias que recrean el vínculo.

Lo que resulta interesante en este caso es ver cómo se da un enaltecimiento de la madre o del padre migrante a partir de la migración misma, pues sus hijos e hijas las califican como “mujeres verracas” o “trabajadoras”, y se refieren a ellos con expresiones como “me quito el sombrero”. Su viaje al exterior es interiorizado por hijos e hijas como un sacrificio que se hace para ellos y ellas, frente al cual deben responder con coherencia y reciprocidad. Lo anterior significa que la ausencia física no fue interpretada como abandono y la separación acarrea implicaciones en la relación vinculante y en la legitimidad de la autoridad del migrante.

A pesar de la buena relación, los miembros de la familia experimentaron sentimientos ambiguos que, en términos de Pauline Boss, se califican como “[…] la ambigüedad de la ausencia y la presencia”, pues se perciben a las personas como distantes físicamente, pero presentes emocionalmente (2001 21). Así lo refiere Eliana, ahora de 22 años, que vivió la separación de su madre a los 16, ella describe esta situación como “[…] un luto, digámoslo así, como un luto de la persona en presencia, pues sabíamos que estaba viva pero igual, cada recuerdo” (1, H, 2009). Estas sensaciones de pérdida y dolor recurrente no les impiden, a los hijos e hijas, continuar su ciclo escolar, finalizar la universidad y recibir las remesas sociales que los y las migrantes les envían. La joven permanece conectada al internet durante el día y la noche con la madre, tanto, que riéndose nos comenta que sus hijas deben creer que la abuela es un computador que manda regalos y ropa.

Es interesante resaltar que tanto los padres que migran como los hijos e hijas mantienen una forma de comunicación permanente a través medios virtuales, teléfono, visitas; medios que permiten estar en contacto permanente, como lo hace Luis, quien desde Pereira comparte la cotidianidad con su madre que reside en otro país. El diario vivir de ambos está ligado a las conversaciones por medio de Internet.

Yo siempre me levanto, prendo el computador y me pongo a hablar con ella hasta que se ponga a trabajar. De ahí me voy pa’ la tienda con los amigos un rato, porque normalmente mantengo es en la casa, espero a que ella llegue de trabajar a las once de la noche pa’ seguir hablando. Entonces hablamos todo y muchas veces, dos veces al día, antes de irse y después de que llega del trabajo, nos quedamos por ahí hasta la una de la mañana hablando y ya, eso es un día normal. (3, H, Luis, 2009)

Padres y madres migrantes de esta tendencia mantienen una autoridad legítima frente a sus hijos e hijas, ya que toman las decisiones importantes del hogar, pues definen las normas que lo rigen, además tienen un papel determinante en la orientación general del comportamiento de sus hijos e hijas. Esta misma situación en varios casos suele generar tensiones entre hijos e hijas y cuidadores, pues los acuerdos establecidos desde la distancia pueden producir choques con los que se pretenden disponer en Colombia.

La relación era distante antes de la migración y continua siendo distante después de la migración

Yo con ella nunca sentí como un lazo muy
fuerte, pues sí, es mi mamá, pero…

Claudia (1, h, 2009, de 22 años)

Uno extraña a las personas cuando uno se
relaciona bastante con las personas. Vi que para
mí nunca había un espacio en él.
M
aría (5, h, 2009 de 16 años)

En esta tendencia, a raíz de la migración de padres y madres al exterior, solo se produce un cambio en las circunstancias de la convivencia, pues ya no vivirán en la misma ciudad o país de residencia que sus hijos e hijas. El distanciamiento físico no implicó una lejanía en la relación emocional. La pérdida de los vínculos afectivos, de fluidez en la comunicación, de admiración y de deseo de compartir ya se habían dado; el alejamiento relacional había sido previo a la migración. Se presenta una continuidad en términos de lejanía emocional, con indiferencia de los descendientes ante la partida de sus progenitores e incluso en algunos casos con satisfacción, pero en todas las circunstancias no se produce ese mismo dolor tan común, como cuando la migración se presenta en las otras condiciones emocionales.

Los hijos e hijas agrupados en esta tendencia experimentaron sentimientos de impotencia y soledad antes de la migración, sentimientos que fueron generados por el abandono como consecuencia de la pérdida emocional que significa el no estar físicamente junto a los padres o las madres. Sin embargo, la relación emocional con los padres o madres ya se había resquebrajado desde antes de la migración. En la mayoría de los casos estos quiebres fueron causados por padecer situaciones intensas de violencia intrafamiliar, de la que los hijos o hijas fueron víctimas, mientras sus padres o madres fueron los victimarios. En otros, por haber sido testigos de la violencia del padre hacia la madre, la tolerancia de abusos cometidos contra ellos o ellas, el abandono de las funciones de protección de parte de los progenitores o por no recibir expresiones afectivas de su parte. Si bien en este tipo de relaciones se concentran más los relatos de padres migrantes que de las madres, también fueron narrados casos de madres ausentes, quienes motivadas por otros proyectos de vida dejaron su prole a las cuidadoras, en especial a las abuelas, los padres o las hermanas mayores.

En esta tendencia solo tuvimos la oportunidad de conversar con hijos, hijas, cuidadores y cuidadoras, pues no tuvimos acceso a ninguno de los padres o madres migrantes. Los entrevistados y entrevistadas afirman que la fractura en la relación con sus padres

o madres se presentó mucho antes de la partida del migrante, a quien perciben con sentimientos de odio, rabia o impotencia, sobre todo en el caso de los padres o madres victimarios. Este es el caso de Esteban (1, H, 2008, de 20 años), Paula (1, H, 2009, de 18 años), Lilí María (3, H, 2009, de 18 años) y Mónica (2, C, 2009, de 15 años), todos ellos víctimas de violencia intrafamiliar. El primero, recuerda su reacción ante la violencia del padre contra la madre: “[…] yo no me aguanté las agresiones de mi papá a mi mamá y nos agredimos mutuamente. Desde ahí corté con él”. Cuando el padre procuró contestarle habían pasado “[…] como dos o tres años […], entonces me llamó, ¡ah! Que dejemos de pelear, que no sé qué. Siempre hablamos pero no, nunca diálogo así, súper amistoso, un diálogo como muy seco”.

En otros casos la distancia había sido ocasionada previamente porque el padre, antes de migrar, no había estado presente en la vida de sus hijos o hijas, y evadía su responsabilidad como padre presente. Así narra Lorena, cuidadora de Cali, quien recrimina al padre migrante el haberse ido a España sin despedirse de sus hijos; Lorena cree que es pertinente denunciarlo por paternidad no responsable

Yo sentía que él nada que ver, en vez de decirme yo me voy a ir, a abrirme una oportunidad en la vida, voy a hacer lo posible por sacar al niño adelante. El irse en secreto es porque no tenía buenas intenciones, sino de escaparse de la responsabilidad. (2, C, 2009)

La relación entre padres, madres e hijos o hijas después de la migración es consecuencia de la distancia que, desde antes, se ha impuesto entre los miembros de la familia. Por esto, se excluye de antemano la posibilidad de que los hijos o hijas participen en la decisión y el proceso de migración —incluso, muchos hijos e hijas se enteran de la decisión que han tomado sus padres o madres cuando estos ya han viajado—, y son pocas las ocasiones en que existen rituales de despedida; en caso de haberlos, suelen ser formales y apresurados.

La situación más dramática es la de Lilí María y sus hermanas, en Pereira. Su padre era definido por el grupo familiar como “un ogro”: las atemorizaba y ejercía la violencia, porque creía que así podía imponerles su fe religiosa. Su hija lo recuerda:

Él me regañaba, me pegaba y me daba más duro, cuando yo lo veía con la correa me daba un miedo, y como era tan cascarrabias con nada se enojaba, alegaba mucho. ¡Ay, que pereza! […] Lo primero que hicimos fue que pusimos el equipo duro, duro, brincamos, bailamos, felices, mamá me abrazaba, me daba picos y me decía que las cosas iban a cambiar mucho. (H, 2009, 18 años)

En esta tendencia —como dice María en el epígrafe— al no percibir un espacio afectivo con sus padres o sus madres, los hijos e hijas no les reconocen como figuras legítimas de autoridad. Se muestra en cambio, con mucha contundencia, la legitimad del cuidador

o cuidadora para convenir normas y acuerdos, y se rechaza con vehemencia la violencia y el autoritarismo del padre o la madre que partió. Esto coincide con lo que han hallado otros estudios realizados sobre las formas de ejercer autoridad, en los que se muestra una actitud de resistencia de las y los jóvenes frente al autoritarismo paterno o materno (Puyana 2007).

Conclusiones

Hemos hecho un cuidadoso análisis de los relatos recogidos entre hijos e hijas, cuidadores, padres y madres de siete ciudades de Colombia, donde suelen concentrarse los hogares con experiencias migratorias internacionales. Este análisis nos ha permitido cuestionar tanto las generalizaciones vagas sobre los efectos en las relaciones entre padres, madres, hijos e hijas cuando se presenta la migración internacional de los progenitores, como las de quienes sostienen que cuando hijos e hijas permanecen en el país “son huérfanos”, y se les debe señalar como población en riesgo, con dificultades para su desarrollo emocional. Ninguna de las dos posturas señaladas reconoce las diferencias y la heterogeneidad de la forma como se produce el proceso migratorio.

La lectura minuciosa que sugiere esta investigación y la propuesta elaborada acerca de las tendencias indican la imposibilidad de hacer generalizaciones respecto a este tema. Por el contrario, estos juicios contribuyen a estigmatizar a los migrantes, en especial a las madres, que emprenden un proyecto migratorio. Con estos argumentos que hemos catalogado como familistas (Puyana 2007) se acentúan problemáticas de discriminación, soledad, angustia y dolor que viven quienes desarrollan experiencias de maternidad o paternidad en situación de transnacionalidad.

Expresiones como “huérfanos de la migración” provienen precisamente de investigaciones imbuidas en una ideología familista y sexista, que atribuye a la familia la responsabilidad única del desarrollo pleno de hijos e hijas, sin tener en cuenta el contexto social y económico que con frecuencia dificulta la consecución de los recursos necesarios para el mantenimiento de un nivel de vida acorde con las expectativas de los padres o madres.

Con este estudio nos propusimos generar interrogantes acerca de las relaciones afectivas entre los y las migrantes con su prole, evitando caer en miradas descontextualizadas. Creemos que en el escenario de la globalización las personas se ven obligadas a separar el espacio de la proveeduría del doméstico y a construir nuevos mecanismos de interacción y comunicación para recrear y reconstruir los vínculos familiares, que pueden verse afectados con la migración. Situación similar ha sido descrita y analizada por investigadores e investigadoras en países como Ecuador, Filipinas, República Dominicana y Colombia, que se citan en este artículo.

Esperamos contribuir a comprender a quienes dejan su hogar en el país de origen para conseguir uno alterno en los llamados países “receptores”, en los que, cada vez con más voracidad, se desarrollan mecanismos jurídicos para cerrar las puertas a los migrantes, lo que hace de la apertura del mercado mundial una falacia, pues mientras se internacionaliza el capital, se restringen las condiciones dignas y libres de movilidad de las personas.


1 En este estudio nos referimos con “familias en situación de transnacionalidad” a aquellas familias que a partir de la experiencia migratoria internacional se reconfiguran, y mantienen una ligazón entre sus miembros, bien sea porque han construido expectativas comunes en torno a la posibilidad de estar juntos, bien sea a través de la reunificación o el retorno. Los lazos se mantienen a partir de las remesas, establecen estrategias de cuidado, se vinculan afectivamente. Conversan frecuentemente y se produce una prolongación de la presencia de quien se fue, permanecen entrelazados a través de hogares glocales en distintos países (Puyana; Micolta; Morad; López; Cano, et al. 2010 135).

2 El término lo tomamos de Ulrich (1998), quien a partir de la globalización propone reconocer lugares que permanecen interconectados entre dos Estados nacionales distintos, con elementos de ambos.

3 Participaron también, en calidad de asistentes de investigación, las trabajadoras sociales y estudiantes de la Maestría de Estudios de Género, Esmeralda Rodríguez y Pilar Silva.

4 En la Universidad Nacional fue especialmente relevante el apoyo brindado por Diana Patricia Varón, Carolina Moreno, Sandy Vargas, Kritzy Linares y Rodrigo Mogollón, estudiantes del pregrado en Trabajo Social.

5 El primero implica estudiar la entrevista como totalidad y el segundo, la interacción entre categoría de cada entrevista. Con el objeto de estudiar estos relatos trabajamos con el programa de análisis cualitativo Atlas Ti. (Strauss y Corbin 2002).

6 En el informe de investigación, base de este artículo, se plantean estas consideraciones con mayor detenimiento. (Puyana; Micolta; Morad; López; Cano et al. 2010)

7 En este texto nos referimos al amor como una fuerza que acerca a las personas y las une, facilita la comunicación y los encuentros.

8 Los relatos fueron codificados a través del programa Atlas Ti y compartidos en todas las ciudades donde realizamos la investigación. Una vez recolectadas, para el caso Bogotá, elaboramos una matriz que fue construida entre las investigadoras de todas las universidades y luego aplicada en cada ciudad para comparar los relatos.

9 Este proceso investigativo implica una entrevista a un nivel de recuerdos conscientes. Para abordar estas situaciones en edades tempranas, la investigación tendría que realizarse desde un enfoque psicoanalítico.

10 Primero está el nombre del entrevistado o entrevistada, luego el número significa la ciudad desde donde se hizo la entrevista, así: 1: Bogotá, 2: Cali, 3: Pereira, 4: Medellín, 5: Barranquilla y 6: Cartagena. Luego la fecha de la entrevista.


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Puyana Villamizar, Y. y Rojas Moreno, A. (2011). Afectos y emociones entre padres, madres e hijos en el vivir transnacional. Trabajo Social, (13), 95–110. https://revistas.unal.edu.co/index.php/tsocial/article/view/28368

ACM

[1]
Puyana Villamizar, Y. y Rojas Moreno, A. 2011. Afectos y emociones entre padres, madres e hijos en el vivir transnacional. Trabajo Social. 13 (ene. 2011), 95–110.

ACS

(1)
Puyana Villamizar, Y.; Rojas Moreno, A. Afectos y emociones entre padres, madres e hijos en el vivir transnacional. Trab. Soc. 2011, 95-110.

ABNT

PUYANA VILLAMIZAR, Y.; ROJAS MORENO, A. Afectos y emociones entre padres, madres e hijos en el vivir transnacional. Trabajo Social, [S. l.], n. 13, p. 95–110, 2011. Disponível em: https://revistas.unal.edu.co/index.php/tsocial/article/view/28368. Acesso em: 25 mar. 2025.

Chicago

Puyana Villamizar, Yolanda, y Alejandra Rojas Moreno. 2011. «Afectos y emociones entre padres, madres e hijos en el vivir transnacional». Trabajo Social, n.º 13 (enero):95-110. https://revistas.unal.edu.co/index.php/tsocial/article/view/28368.

Harvard

Puyana Villamizar, Y. y Rojas Moreno, A. (2011) «Afectos y emociones entre padres, madres e hijos en el vivir transnacional», Trabajo Social, (13), pp. 95–110. Disponible en: https://revistas.unal.edu.co/index.php/tsocial/article/view/28368 (Accedido: 25 marzo 2025).

IEEE

[1]
Y. Puyana Villamizar y A. Rojas Moreno, «Afectos y emociones entre padres, madres e hijos en el vivir transnacional», Trab. Soc., n.º 13, pp. 95–110, ene. 2011.

MLA

Puyana Villamizar, Y., y A. Rojas Moreno. «Afectos y emociones entre padres, madres e hijos en el vivir transnacional». Trabajo Social, n.º 13, enero de 2011, pp. 95-110, https://revistas.unal.edu.co/index.php/tsocial/article/view/28368.

Turabian

Puyana Villamizar, Yolanda, y Alejandra Rojas Moreno. «Afectos y emociones entre padres, madres e hijos en el vivir transnacional». Trabajo Social, no. 13 (enero 1, 2011): 95–110. Accedido marzo 25, 2025. https://revistas.unal.edu.co/index.php/tsocial/article/view/28368.

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1.
Puyana Villamizar Y, Rojas Moreno A. Afectos y emociones entre padres, madres e hijos en el vivir transnacional. Trab. Soc. [Internet]. 1 de enero de 2011 [citado 25 de marzo de 2025];(13):95-110. Disponible en: https://revistas.unal.edu.co/index.php/tsocial/article/view/28368

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