Publicado

2010-01-01

Entre la materialidad y la representación: reflexiones sobre el concepto de paisaje en geografía histórica

Between materiality and representation: reflections on the concept of landscape in historical geography

Entre a materialidade e a representação: reflexões sobre o conceito de paisagem na geografia histórica

DOI:

https://doi.org/10.15446/rcdg.n19.16848

Palabras clave:

Escuela de Berkeley, geografía histórica, ideología, paisaje, revolución cuantitativa. (es)
Berkeley School, historical geography, ideology, landscape, quantitative revolution. (en)
Escola de Berkeley, geografia histórica, ideologia, paisagem, revolução quantitativa. (pt)

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Autores/as

  • Juan David Delgado Rozo Universidad Nacional de Colombia
Este artículo se propone brindar un panorama general en torno al concepto de paisaje desde la perspectiva de la geografía histórica, con base en algunos trabajos de geógrafos históricos y culturales angloamericanos de los últimos treinta años. Se muestran las trasformaciones de este concepto dentro de una geografía histórica que, a su vez, ha pasado de ser una rama marginal de la geografía humana a ser un campo diverso y de gran dinamismo. Si bien no se aborda el estudio de la geografía histórica en Latinoamérica, se considera que del ámbito académico angloamericano se pueden extraer elementos importantes para la construcción de geografías históricas apropiadas para estas latitudes.
This article aims to provide an overview on the concept of landscape from the perspective of historical geography, based on some works of Anglo-American historical and cultural geographers over the last 30 years. It shows the transformations of this concept within historical geography, which in turn is no longer a marginal branch of human geography and has become a diverse and dynamic field of study. Although the study of historical geography in Latin America is not addressed, it asserts that important elements from the Anglo-American academic environment can be drawn in order to build proper historical geographies for these latitudes.
Este artigo apresenta um panorama geral do conceito de paisagem desde a perspectiva da geografia histórica, com base em alguns trabalhos de geógrafos históricos e culturais anglo-americanos dos últimos trinta anos. No artigo também são mostradas as transformações deste conceito dentro da geografia histórica que, por sua vez passou de ser uma rama marginal da geografia humana, a ser um campo diverso e dinâmico. Apesar de que não se aborda o estudo da geografica histórica na América Latina, se considera que a partir do âmbito acadêmico anglo-americano podem ser extraídos elementos importantes para a construção de geografias históricas apropriadas para estas latitudes.

Entre la materialidad y la representación: reflexiones sobre el concepto de paisaje en geografía histórica

Entre a materialidade e a representação: reflexões sobre o conceito de paisagem nageografia histórica

Between materiality and representation: reflections on the concept of landscape in historical geography

Juan David Delgado Rozo*
Universidad Nacional de Colombia, Bogotá


*Geógrafo y magíster en Historia de la Universidad Nacional de Colombia. Docente de Geografía Histórica de la Universidad Nacional de Colombia.
Dirección postal: Universidad Nacional de Colombia. Cra. 30 # 45-03, Ciudad Universitaria, Facultad de Ciencias Humanas, Departamento de Geografía, edificio 212.
Correo electrónico: delgado.juandavid@gmail.com

Recibido: 10 de julio del 2010. Aceptado: 2 de agosto del 2010. Artículo de reflexión crítica sobre el concepto de paisaje en geografía histórica.


Resumen

Este artículo se propone brindar un panorama general en torno al concepto de paisaje desde la perspectiva de la geografía histórica, con base en algunos trabajos de geógrafos históricos y culturales angloamericanos de los últimos treinta años. Se muestran las trasformaciones de este concepto dentro de una geografía histórica que, a su vez, ha pasado de ser una rama marginal de la geografía humana a ser un campo diverso y de gran dinamismo. Si bien no se aborda el estudio de la geografía histórica en Latinoamérica, se considera que del ámbito académico angloamericano se pueden extraer elementos importantes para la construcción de geografías históricas apropiadas para estas latitudes.

Palabras clave: Escuela de Berkeley, geografía histórica, ideología, paisaje, revolución cuantitativa.


Resumo

Este artigo apresenta um panorama geral do conceito de paisagem desde a perspectiva da geografia histórica, com base em alguns trabalhos de geógrafos históricos e culturais angloamericanos dos últimos trinta anos. No artigo também são mostradas as transformações deste conceito dentro da geografia histórica que, por sua vez passou de ser uma rama marginal da geografia humana, a ser um campo diverso e dinâmico. Apesar de que não se aborda o estudo da geografica histórica na América Latina, se considera que a partir do âmbito acadêmico angloamericano podem ser extraídos elementos importantes para a construção de geografias históricas apropriadas para estas latitudes.

Palavras chave: Escola de Berkeley, geografia histórica, ideologia, paisagem, revolução quantitativa.


Abstract

This article aims to provide an overview on the concept of landscape from the perspective of historical geography, based on some works of Anglo-American historical and cultural geographers over the last 30 years. It shows the transformations of this concept within historical geography, which in turn is no longer a marginal branch of human geography and has become a diverse and dynamic field of study. Although the study of historical geography in Latin America is not addressed, it asserts that important elements from the Anglo-American academic environment can be drawn in order to build proper historical geographies for these latitudes.

Key words: Berkeley School, historical geography, ideology, landscape, quantitative revolution.


Introducción

En el VI Ciclo de Conferencias en Geografía, realizado en la Universidad Nacional de Colombia en el año 2008, uno de los asistentes preguntó en la sesión final del evento si tal vez el concepto de paisaje no se había de alguna manera "independizado" de la geografía, pues este era abordado por distintas disciplinas, y más aún, se habían creado campos del conocimiento enfocados exclusivamente en su estudio (ecología del paisaje). Así mismo comentó que la geografía hace mucho tiempo había dejado de considerar el paisaje como uno de sus objetos de estudio privilegiados, orientando su trabajo analítico en múltiples direcciones.

A este comentario respondió serenamente el profesor Camilo Domínguez que si bien varias disciplinas se han interesado en el concepto de paisaje -disciplinas que lo han enriquecido en gran medida-, este era y es un patrimonio de la ciencia geográfica, lo cual implica que ha estado en buena medida ligado al desarrollo histórico de esta última y que los geógrafos y geógrafas no podían "ceder" completamente tan preciado concepto, sin antes trabajarlo desde el ámbito y los debates de la geografía contemporánea. La revisión y análisis de algunos trabajos relativamente recientes de la geografía histórica y cultural angloamericana muestra la construcción de un concepto renovado y complejo, que es abordado críticamente desde distintas perspectivas geográficas, demostrando, a mi modo de ver, que en gran medida el profesor Domínguez tiene razón.

Este artículo se propone dar cuenta de las múltiples formas en que la geografía histórica ha abordado la noción de paisaje, reflexionando en torno a la manera en que su significado y modo de empleo ha estado sujeto a las transformaciones que han venido ocurriendo en seno de la misma geografía humana (Johnston 2000, 271). De ser considerado como una serie de morfologías físicas y culturales, cuya conjugación conforma la fisionomía de un área geográfica o región (perspectiva propia de la primera mitad del siglo XX), el concepto de paisaje ha recorrido un camino de altibajos para llegar, a finales de dicha centuria, a ser considerado como una imagen cultural o una representación discursiva en el contexto de los debates sobre la posmodernidad en geografía.

El artículo se construye con base en la revisión de textos escritos por geógrafos que pertenecen al ámbito académico norteamericano y británico. Metodológicamente su estructura se fundamenta en las líneas de análisis que propone Alan Baker (1988), la cuales muestran, desde una perspectiva histórica, las distintas tendencias en el estudio del paisaje que se han desarrollado durante el siglo XX. Este autor distingue específicamente tres formas en las cuales la geografía histórica y cultural se ha apropiado del concepto: la tradicional, la moderna y la posmoderna (Baker 1988). El presente artículo se someterá a los tres estadios propuestos por Baker, los cuales permiten construir un panorama general del origen y evolución del paisaje dentro de la geografía angloamericana (Baker 1988).

Pese a las ambigüedades y rechazos que el concepto pueda suscitar, la idea de paisaje continúa vigente y ha mostrado ser un terreno fértil desde el cual se han desarrollado importantes avances en el pensamiento geográfico. Se hace entonces necesario conocer de manera crítica lo escrito por la geografía angloamericana al respecto, con el propósito de juzgar su pertinencia en los debates y necesidades de la geografía latinoamericana contemporánea. En tal medida este artículo trata avanzar en dicha dirección.

La geografía y el paisaje en la primera mitad del siglo XX

Para Baker la geografía histórica "tradicional" es propia de la primera mitad del siglo XX y recoge gran parte de la herencia de la geografía decimonónica, principalmente, alemana, caracterizándose por trabajar a partir de información histórica extraída de archivos, la cual es conjugada con un acucioso trabajo de campo (1988). Para la geografía de este periodo, el paisaje esta en el centro del análisis geográfico, pues busca dar cuenta de los cambios materiales acaecidos principalmente en la vegetación, los cuales son derivados del uso humano del medio físico (Baker 1988; Cosgrove 2002).

Esta forma de hacer geografía histórica se interesa por estudiar procesos espacio-temporales, como la desecación de pantanos, la incorporación de tierras para la agricultura, la formación de sistemas agrarios, los cambios en la cobertura vegetal derivados de la actividad humana la difusión de prácticas culturales principalmente de carácter material, temas que son abordados de una manera primordialmente empírica. A su vez, es una geografía histórica que se apoya fuertemente en la geografía física (climatología, geomorfología, biogeografía, entre otras), haciendo énfasis en paisajes de tipo rural, propios de sociedades no industriales o precapitalistas, y dejando de lado los temas urbanos y de desigualdad espacial derivados de la emergencia del capitalismo, aspectos que vendrían a ser centrales para la llamada geografía radical de los años setenta (Van Ausdal 2006).

Entre los representantes de dicha forma "tradicional" de abordar el paisaje se encuentran figuras conspicuas de la geografía como Vidal de la Blache en el ámbito europeo y Carl Sauer en el contexto norteamericano. Según Baker (1988), aunque los enfoques de estos dos grandes geógrafos son distintos, coinciden en un categórico rechazo al determinismo geográfico, paradigma en el siglo XIX, y en las aproximaciones al paisaje desde un punto de vista morfológico, centrado en lo visible y en la cultura material, y que dé cuenta de la transformación, por prácticas culturales, de los elementos naturales de la superficie terrestre.

Desde esta perspectiva se buscan sistemáticamente formas espaciales, áreas o patrones de distribución, siendo muy proclive a la diferenciación areal o regionalización del espacio. Para el caso de América Latina, Carl Sauer (1889-1975) es el exponente más cercano de este tipo de geografía debido a su permanente interés en esta parte del planeta, lo que se representó en sus trabajos en geografía histórica y cultural.

En 1925 Sauer publica un artículo que con el tiempo se ha constituido en un clásico, "La morfología del paisaje". En dicho trabajo, propone que el concepto paisaje sea el objeto de estudio primordial de la geografía. Si bien Sauer comprende que el paisaje puede ser abordado desde un ámbito subjetivo (que depende del punto de vista del observador), considera, haciendo eco de la geografía cultural norteamericana del momento, que el concepto debe ser manejado como una categoría de estudio fenomenológico y científico llamada a ser el objeto de estudio propio de la ciencia geográfica.

Para Sauer, el paisaje sintetizaría la relación sociedad/naturaleza representada en un área cultural o región (enfoque corológico), lo que lo llevaría a considerar la tarea del geógrafo como aquella dedicada al establecimiento de "un sistema crítico que abarque la fenomenología del paisaje, con el propósito de aprehender en todos sus significados y color la variedad de la escena terrestre" (Sauer 1925, 5).

Aquí, el paisaje no solo debe ser descrito y descompuesto en sus elementos culturales y naturales por el "ojo soberano del geógrafo", sino que debe ser analizado en cuanto a su formación y origen, por lo cual la historia, vista desde una perspectiva evolutiva y cronológica, sería una importante herramienta para explicar una determinada formación espacial. Sauer, a diferencia de Richard Hartshore (1939), no concebía una geografía ahistórica netamente descriptiva, de ahí que en su discurso como presidente de la Asociación Norteamericana de Geógrafos en 1941 abogara por la formación de una geografía explicativa e histórica como vertiente fundamental de la geografía humana (Sauer 1941).

En este contexto, para Sauer (1925, 6) paisaje se define como un "área compuesta por una asociación distintiva de formas, tanto físicas como culturales", la cual debe ser estudiada y reconstruida en términos genéticos o evolutivos. El paisaje es por tanto una realidad objetiva digna de ser analizada por una suerte de geógrafo/ historiador, el cual se dedica a rastrear "la impresión de los trabajos del hombre sobre el área" (Sauer 1925, 9).

Se evidencia entonces un orden dicotómico que divaga entre una realidad natural y una realidad cultural que se encuentran en una dinámica e íntima relación, siendo su manifestación más importante la formación de un paisaje cultural. En este orden de ideas, cada cultura produciría su propio paisaje cultural, dependiendo de la respuesta particular que presente ante las constricciones de un medio natural específico (figura 1).

Más allá de este enfoque meramente morfológico, análogo a una ecuación matemática (en donde la cultura es el agente, el paisaje natural es el medio y el paisaje cultural el resultado), la figura 1 permite ilustrar la manera simple y clara en que Sauer y sus discípulos de la llamada Escuela de Berkeley concebían la diversidad de las regiones o áreas culturales que conforman la superficie terrestre (Van Ausdal 2006; Mathewson y Seeman 2008).

La importancia de este planteamiento clásico radica en ser un esfuerzo sistemático por hacer del paisaje un objeto de estudio (una parte de la realidad) propio de la geografía. No obstante, las críticas han sido numerosas, sobre todo, en lo relacionado con su concepción simplista y orgánica de la cultura, el excesivo énfasis en el "ojo soberano del geógrafo" que pretende desmarcarse de todo halo de subjetividad, su metodología empirista que implica una total ausencia de teoría social y su exclusivo interés en la cultura material -donde se privilegia el estudio de artefactos y lugares, desdeñando a individuos, colectividades, representaciones y, sobre todo, no teniendo en cuenta los conflictos y procesos sociales- (Luna 1999; Van Ausdal 2006).

La historiografía colombiana posee importantes ejemplos de esta manera de hacer geografía histórica y cultural, que se manifiestan en los trabajos clásicos de los geógrafos de la "Escuela de Berkeley", los cuales paradójicamente son más consultados por los historiadores que por los propios geógrafos colombianos.

En su libro The early Spanish main (1966), Sauer analiza los cambios paisajísticos derivados de la introducción de formas de producción y biota europeas en el Nuevo Mundo, principalmente en el área que para el siglo XVI se conocía como la Tierra Firme. Da cuenta del acelerado declive demográfico propio de la Conquista y muestra cómo muchas áreas habitadas por sociedades prehispánicas fueron abandonadas tras la invasión europea y nuevamente fueron cubiertas por vegetación secundaria. A su vez, aunque estudia y defiende las bondades ecológicas de la agricultura indígena en Centroamérica y el Caribe, la cual se basaba en el conuco, Sauer (1966) no considera a las sociedades prehispánicas como "ángeles ecológicos", sino las ve en algunos casos como grandes transformadores y creadores de paisajes culturales, principalmente, a través del uso del fuego (Sauer 1956, 1966).

Por su parte, James Parsons, uno de los más importantes discípulos de Sauer, hizo su trabajo de campo en el noroccidente de Colombia, en donde estudió, por sugerencia de su maestro, la "región antioqueña" y el paisaje que, a través de una epopeya colonizadora de pequeños propietarios, la "cultura paisa" había producido en los Andes tropicales desde finales de la Colonia hasta la primera mitad del siglo XX (Parsons 1961; Molano 1992). Si bien toca temas como el periodo prehispánico y colonial, Parsons estudia fundamentalmente los orígenes del paisaje cafetero que se produjo a través del proceso de apertura y humanización de las tierras templadas y montañosas de los actuales departamentos de Caldas, Risaralda, Quindío, Tolima y Valle (Parsons 1961).

De igual forma, el trabajo de Robert West ha sido mucho menos conspicuo que el de Parsons, lo que no lo excluye de ser un digno representante de la manera en que la "Escuela de Berkeley" hacía geografía ni tampoco del hecho de ser otro geógrafo de esta corriente que realizó trabajos clásicos para la historiografía colombiana. La importancia de West (1972) radica en que se interesó en la actividad minera colonial en el occidente de Colombia y en que fue el pionero en el estudio del Pacífico colombiano como un área cultural desde el punto de vista de la geografía humana del momento (West 1957).

Estos trabajos coinciden en darle más relevancia a la forma que al proceso, interesándose en el paisaje por sí mismo y no en los procesos sociales y en los individuos que históricamente lo han producido. En este tipo de geografías históricas y culturales, muy rigurosas en cuanto a trabajo de campo y de archivo, no se tienen en cuenta los significados que tiene el paisaje para la vida de las personas, centrándose en cómo la cultura ha transformando el paisaje físico y no en cómo el paisaje cultural es representado, simbolizado y utilizado para legitimar y naturalizar un cierto orden socioespacial que en muchos casos es tremendamente desigual y conflictivo.

La revolución cuantitativa y el destierro del paisaje

El segundo estadio propuesto por Baker se enmarca en los años cincuenta y sesenta del siglo XX. Para este periodo la geografía en general toma otros rumbos que impactan tanto el quehacer de la geografía histórica, como la propia idea de paisaje. Según Baker (1988), este giro en cuanto a la concepción del objeto de estudio geográfico debe ser entendido en el contexto de la llamada revolución cuantitativa, doctrina que tuvo gran eco e impacto en la geografía angloamericana de mediados del siglo XX (Gregori 2000, 495).

Con la revolución cuantitativa se instaura una forma "moderna" y positivista de ver la geografía, perspectiva que pretende trabajar desde un enfoque científico e hipotético-deductivo, basándose en leyes generales que regirían una geografía estandarizada (Baker 1988). Esta ciencia espacial tendería a la elaboración y complementación de modelos espaciales como el de renta-distancia, los cuales son matemática y tecnológicamente sustentados, y fueron inspirados en los trabajos de geógrafos y economistas de finales del siglo XIX e inicios del XX, como Von Tünen (1826), Alfred Weber (1909) y Walter Christaller (1933).

Como un nuevo paradigma que pretendía negar y criticar la geografía regional y su fuertes sesgos empiristas e historicistas, la geografía de la revolución cuantitativa se propuso conocer y medir la evolución de aspectos como las formas de ocupación del territorio, representándolas cartográficamente y basándose principalmente en datos económicos o fuentes documentales susceptibles de ser cuantificadas (Bunge 1966; Schaefer 1971). Los modelos regresivos aplicados a determinados espacios y las explicaciones contrafactuales de la evolución de los territorios acercan la geografía de este periodo a la criometría como forma de estudio histórico (North 1997).

No obstante, desde la perspectiva de la geografía histórica y, particularmente, del paisaje, puede decirse que fue un momento de crisis, pues se privilegió el uso de modelos estadísticos por sobre la explicación histórica al momento de entender y analizar las configuraciones espaciales del presente y del pasado. En este sentido, "... al rechazar el enfoque ideográfico e historicista de la geografía regional, rechaza también el uso del término paisaje. El concepto de paisaje no encaja en los sistemas analíticos de la 'nueva geografía'. A partir de ahora, el espacio y otros conceptos mucho más acordes con los abstractos modelos teoréticos irán ganando terreno y vaciando de contenido el término paisaje" (Nogué i Font 1985, 95).

Este enfoque coarta la historicidad de los procesos geográficos, pues es el tiempo y no la historia el elemento utilizado en el funcionamiento del modelo, visto, por demás, como una variable dentro de una ecuación espacial. Asimismo, según Baker, en relación con el tema del paisaje, esta geografía positivista no tuvo muy en cuenta el concepto, pues se consideraba que carecía de cientificidad y resultaba difícil cuantificar variables relacionadas con él (Baker 1988).

"Nuevas" tendencias y perspectivas

El tercer estadio propuesto por Baker se refiere a las últimas décadas del siglo XX, periodo en el que se observa un nuevo cambio en la forma de hacer geografía y por ende en la manera de utilizar la noción de paisaje. A partir de los años setenta, el concepto vuelve a cobrar protagonismo alimentado por la emergencia de una "nueva" geografía histórica y cultural, así como por el acercamiento de la geografía al marxismo y luego al posestructuralismo, lo cual incorporaría el paisaje nuevamente como objeto de análisis geográfico. El acercamiento a otras ciencias sociales brindó elementos teórico-metodológicos con los cuales abordar de una manera más crítica y social el espacio, el lugar y, sobre todo, las sociedades que los producen. No obstante, ante la relativa orfandad en la que quedó el concepto desde mediados del siglo XX, otras disciplinas como la historia y la antropología le dieron acogida, a tal punto que, para Muir (1998, 148), este tipo de estudios del paisaje han llegado a constituirse en una "disciplina interdisciplinaria", en donde junto a la geografía histórica surgen perspectivas interesadas en el concepto, por ejemplo, la ecología de paisaje, la historia ambiental, la ecología política y la historia del arte (Cosgrove 1985; Sabio e Iriairte 2003).

El paisaje deja entonces de ser visto como un área transformada por actividades humanas y empieza a asumirse como un producto cultural. Surgen preguntas referentes a la relación del paisaje y el poder, del paisaje y la identidad, la clase, el género y la etnicidad, reivindicando los significados, símbolos, ideologías y representaciones que vinculan a un grupo social con un espacio particular (Baker 2003).

Este cambio de acento en el análisis del paisaje, en donde ya no se indaga sobre morfologías culturales en el espacio, sino sobre las relaciones sociales que lo producen, lleva a un distanciamiento de aquella causalidad lineal propuesta por Sauer y a un desligue de la lógica estrecha de los modelos -propuesta de la revolución cuantitativa-, para asumir el concepto desde perspectivas teóricas construidas a partir de elementos propios del marxismo cultural, del posestructuralismo y del humanismo, configurando lo que Baker (1988) llama la tendencia "posmoderna" del paisaje en geografía (ver también Dennis 1991, 267).

Aquí, el paisaje va más allá de una asociación de morfologías físicas y culturales, para constituirse en un complejo producto sociocultural, en un "término polisémico que se refiere al aspecto de un área, al conjunto de los objetos que crean esa apariencia y a la propia zona" (Duncan 2000, 425). Surgen, por tanto, nuevos trabajos que se hacen preguntas distintas o novedosas que tienen como propósito indagar acerca de los contenidos simbólicos y los significados culturales insertos en el paisaje, es decir, acerca de las formas como individuos y grupos sociales perciben los diversos espacios geográficos y las formas en que se los imaginan, apropian y representan (Cosgrove 1998).

Bajo esta perspectiva, el paisaje deja de ser una realidad netamente material o una serie de formas areales y comienza a ser visto como "una representación de esas formas en medios variados como son los cuadros, los textos, las fotografías o las representaciones teatrales hasta llegar a convertirse en los espacios deseados, recordados y somáticos de la imaginación y los sentidos" (Cosgrove 2002, 63). Se trata, por tanto, de representaciones del paisaje cuya información, en el contexto de la geografía histórica, puede ser vista como "un testimonio de ordenamiento social del pasado y sobre todo de las formas de pensar y ver las cosas en tiempos pretéritos" (Burke 2005, 236).

Si bien el paisaje puede ofrecer indicios sobre las condiciones ecológicas de un área determinada, este ya no es el objetivo fundamental de su análisis, pues considerado como "una imagen cultural, una forma pictórica de representar, estructurar y simbolizar el entorno" (traducción propia) (Cosgrove y Daniels 1988, 1), el enfoque se encamina a analizar el paisaje como parte activa en el establecimiento o contestación de un orden social en un contexto histórico-geográfico determinado. Desde esta perspectiva, el trabajo de James Duncan (1990) es ilustrativo en cuanto al manejo del paisaje como representación discursiva en distintos niveles.

Duncan se propone deconstruir paisajes coloniales, mostrando cómo sus representaciones hacían parte de un sistema más amplio de símbolos políticos y culturales. Para Duncan, el paisaje, en este caso, de la ciudad es un texto en donde a través de una lectura analítica y entrelíneas puede verse la impronta del poder político, económico y religioso (Duncan 1990).

Para ello acoge la definición de cultura propuesta por Raymond Williams, quien la asume como un "sistema de significación a través del cual necesariamente un orden social, es comunicado, reproducido, experimentado y explorado" (traducción propia) (Williams citado por Duncan 1990, 15). Es precisamente en este sentido que Duncan concibe el paisaje, como sistema de significados que tiene la pretensión de comunicar y reproducir un determinado orden social. Considera necesario, por tanto, develar la manera en que el paisaje, codifica información, gracias a lo cual es posible establecer su rol en la constitución de la práctica social y política. En la raíz de esto, dice Duncan (1990), está el concepto de intertextualidad, que implica que el contexto de un texto es otro texto.

De ahí que la manera en que Duncan considera que se debe interpretar el paisaje es a partir de las metodologías propias del análisis discursivo, las cuales provienen de la semiótica y la lingüística (Van Dijk 2005). Desde esta perspectiva, el objetivo de Duncan (1990) es ilustrar la manera en que el paisaje puede ser utilizado por individuos o grupos sociales para reproducir, legitimar o subvertir un poder político hegemónico, lo cual se da en un periodo y lugar específico, en este caso, las tierras altas del centro de Sri Lanka a comienzos del siglo XIX. Esta acepción del término le permite hacer inferencias encaminadas a develar, tras la silueta muchas veces naturalizada y eterna de un bello paisaje, los significados e ideologías subyacentes y funcionales a las relaciones de poder vigentes en un periodo y lugar particular.

Por su parte, Cosgrove (1998) coincide con Duncan (1990) en que los paisajes son productos culturales y representaciones que expresan ideas acerca de la percepción e imaginarios del territorio, en tanto que ciertos grupos sociales establecen lazos de identidad con este. Sin embargo, define el término como "un proceso en el que las relaciones sociales y el mundo natural se constituyen mutuamente en la formación de escenas visibles, espacios vividos y territorios regulados" (Cosgrove 2002, 78). A diferencia de Duncan, para aquel autor, más cercano al marxismo, el énfasis debe recaer en el análisis del proceso de producción social de la idea de paisaje, por lo que el estudio de sus representaciones, en textos e iconografías, debe ir acompañado de un profundo conocimiento de las características políticas, económicas y culturales de la sociedad y los individuos que las han producido (Cosgrove 1998).

En este sentido, profundizar en la formación histórica de un determinado paisaje implica auscultar en la historia misma de la sociedad que lo ha construido, en sus sistemas productivos, en sus técnicas de uso de la tierra, en las artes, así como en sus imaginarios y en los significados con los que se relaciona con el entorno. Tomando como punto de partida la Europa del Renacimiento, Cosgrove (1998) asocia la formación de la noción de paisaje en Occidente con el ascenso mismo del capitalismo, situando el origen de la idea en el periodo de transición feudalismo-capitalismo, momento en el cual se genera una serie de cambios técnicos y culturales que proclaman una nueva forma de ver el mundo y sobre todo de escrutar, explorar, apropiar y utilizar la tierra.

Cosgrove (1998) sitúa las primeras manifestaciones en torno a la idea de paisaje en el norte y centro de Italia, así como en la región de Flandes, entre los siglos XV y XVI. Según este autor no es casualidad que la idea de paisaje haya nacido en estas regiones de Europa, dado que para ese momento el norte de Italia y el valle del Rhin eran el epicentro económico del continente, además de ser áreas densamente pobladas y urbanizadas, lugar de asiento de poderosas burguesías mercantiles.

Para Cosgrove (1998) el paisaje es un producto cultural propio de una burguesía urbana en ascenso, pues es una manifestación de las condiciones materiales de la época (modo de producción) y de los imaginarios sociales con los cuales dicho grupo pretendía controlar e incorporar nuevas tierras a las áreas de influencia de ciudades como Venecia y Florencia. Esto lo hace a partir del estudio de la pintura paisajística del Renacimiento en la que se representan escenas de la campiña europea con cierto carácter simétrico, el cual responde a un ordenamiento geométrico del espacio. Aquí, la perspectiva, como recurso del artista para incorporar de una manera casi matemática la profundidad de campo en el paisaje, era la técnica utilizada en la creación de este tipo de representaciones (Cosgrove 1985).

Además, Cosgrove (2002) considera que cada sociedad, en determinado momento de la historia, tiene un particular "modo de ver" el paisaje, el cual es culturalmente construido y en buena medida responde a los intereses de un grupo social hegemónico. Esta manera compleja de abordar el paisaje "democratiza y politiza lo que, de otro modo, sería una exploración natural y descriptiva de morfologías físicas y culturales. Así, pues, se introducen en el estudio del paisaje cuestiones de formación de la identidad, expresión, actuación e incluso conflicto" (78). De ahí lo interesante que resulta intentar reconstruir los paisajes del pasado, dado que, al asumirlo como producto sociocultural, nos habla de las gentes que lo vivieron, lo experimentaron y que, en últimas, lo produjeron.

Por su parte, para Baker (1992) el paisaje se encuentra profundamente relacionado con la ideología. Según este autor, si bien, el paisaje tradicionalmente ha sido abordado por la geografía histórica a partir del análisis de su estructura material o tangible, la cual es expresión visible de un modo de producción, debe tenerse en cuenta que estas características materiales han sido creadas en un contexto ideológico.

Para Baker (1992) el concepto de ideología es fundamental para entender las representaciones del paisaje. Distingue inicialmente dos definiciones con las que comúnmente se ha asociado el término: la primera considera la ideología como "la red de las ideas que impregnan el orden social y que constituyen la conciencia colectiva de cada época", la segunda la ve "como una 'falsa' conciencia que de alguna manera impide captar las condiciones reales de la existencia humana" (traducción propia) (Thompson citado por Baker 1992, 3).

Sin embargo, puede decirse que la primera definición es sumamente amplia y que la segunda es sumamente estrecha. Por tal razón, Baker acude a otros autores para complementar el concepto. En este sentido, cita a Anthony Giddens, quien considera que para entender la ideología en un espacio-tiempo particular es necesario "examinar cómo las estructuras de significación son movilizadas para legitimar los intereses de los grupos hegemónicos" (Baker 1992, 3). Por otra parte, cita a George Duby, para quien la ideología es "un sistema (que posee su propia lógica y estructura) de representaciones (imágenes, mitos, ideas o conceptos) que juega un rol histórico en una sociedad dada" (Baker 1992, 4).

En este sentido, si la ideología implica la existencia de un sistema de significación y dominación, cualquier paisaje representado, al ser un producto cultural, es también un sistema de significados y tiene por ende un carácter ideológico. Sin embargo, son particularmente tres aspectos de la ideología los que para Baker revisten especial relevancia en relación con el paisaje y su interpretación. El primero tiene que ver con la tendencia de la "ideología a la búsqueda o implantación de un orden", el segundo, con la tendencia "a la afirmación de autoridad" y el tercero, con la tendencia a un "proyecto de totalización" (Baker 1992, 4).

De los tres aspectos mencionados, la búsqueda o implantación de un orden es, a mi juicio, la que reviste mayor importancia, pues "el concepto de orden es representado en el paisaje, tanto de forma no intencional como de forma intencional" (Baker 1992, 4). Esta pretensión de orden puede hacer que por medio de la pintura de paisajes o del diseño de jardines y parques urbanos o rurales se expresen formas de ordenamiento social o de tenencia y uso de la tierra, haciendo de un grupo social el legítimo propietario de un determinado territorio u ocultando o silenciando el papel de otros grupos sociales como constructores de espacio (Cosgrove 1998; Van Ausdal 2006).

Al tener una pretensión de ordenamiento estético, que también puede ser social y político, el paisaje puede naturalizar y ocultar relaciones sociales conflictivas. En esta dirección apunta el sentido del análisis que Mitchell hace del paisaje californiano en su libro The Lie of The Land (1996). Este texto se enmarca en la California de comienzos del siglo XX, antes de la Segunda Guerra Mundial. Mitchell se propone analizar los costos humanos que tuvo producir (tanto material como simbólicamente) un paisaje mundialmente reconocido por su belleza, el cual es considerado el gran logro de la epopeya de colonización norteamericana del oeste.

Pese a la imagen estereotipada de un paisaje ordenado y colonizado por las gentes y valores angloamericanos, Mitchell considera que los conflictos materiales e ideológicos relacionados con las condiciones de vida y de trabajo de los emigrantes, jugaron un papel importante en la construcción del paisaje californiano. Fue sobre las espaldas de los inmigrantes mexicanos, chinos y de otras procedencias que se construyó, según Mitchell, este emblemático paisaje, mostrando cómo estos grupos sociales se integraron como fuerza de trabajo a la agricultura y a otros tipos de actividades económicas.

Sin embargo, paradójicamente estos grupos sociales parecen ausentes de las distintas representaciones y discursos del paisaje californiano, ocultando a su vez las luchas sociales que lideraron por mejorar sus condiciones de vida y ser reconocidos. Lo anterior muestra cómo el paisaje es poseedor de aquella capacidad para ocultar, bajo un velo liso y estético, la mano de obra que lo produce y lo mantiene (Cosgrove 2002).

Conclusiones

El concepto de paisaje cada vez despierta mayor interés dentro y fuera de la geografía, cuestión que en parte se debe a su carácter polisémico y dinámico. De ser un término que remitía exclusivamente al estudio y caracterización de las morfologías que la cultura material imprime en el espacio, ha transitado un camino de altibajos para situarse, a comienzos del siglo XXI, en el ámbito de la representación, el discurso y la ideología, haciéndose preguntas sobre las relaciones de poder, el conflicto social, la identidad y la diferencia.

En este sentido, el aporte de Duncan (1990) radica en ver el paisaje como un texto, cuestión que va a permitir analizar representaciones, sean escritas o visuales, como dispositivos polisémicos que requieren una lectura entrelíneas para su cabal comprensión, dando cuenta de los silencios y reiteraciones que se dan en estos documentos. Sin embargo, en este tipo de análisis debe cuidarse de no caer en el ámbito netamente discursivo, descuidado el contexto económico y político.

El enfoque de Cosgrove (1998) permite evidenciar que todo producto cultural -en este caso, una representación del paisaje o un discurso- se constituye en el marco de un modo de producción y de una formación histórica particular. Por esta razón, para entender el significado de un paisaje en un momento dado, debe a su vez conocerse el contexto socioeconómico y político en el cual se produjo el documento. Finalmente, Baker (1992) pone el acento en el paisaje como un producto ideológico y sobre todo en el proyecto de orden y de totalidad que existe tras un paisaje textual o pictórico, orden estético producido por un grupo social generalmente hegemónico, que trasciende hacia la búsqueda de un orden social, espacial y hasta ambiental.

Esta forma "posmoderna" de abordar el paisaje tiene como objetivo analizar los imaginarios geográficos y estéticos, así como las mentalidades en torno a la naturaleza en un determinado periodo de la historia. Como producto cultural y sistema de significados, el paisaje es la conjugación en el espacio-tiempo de aspectos "materiales" e "ideales", pues, "han sido resultado de desiguales condiciones naturales, pero también de las distintas adaptaciones humanas. Sin ir más lejos, está fuertemente ligado a las relaciones de producción y de poder, es decir, al tipo de propiedad y de usufructo" (Sabio e Iriairte 2003, 9).

Sin embargo, considero que no es posible afirmar que las formas de abordar el paisaje "tradicional" y "moderna" hayan sido del todo superadas, dando lugar a una única, actual y exclusiva interpretación "posmoderna". Considero que las tres tendencias tienen todavía bastante tela por cortar, siendo un error despreciar un enfoque sobre el otro. La geografía histórica tradicional ha sido la vanguardia en el estudio del paisaje, produciendo trabajos clásicos de gran calidad que son la base de las interpretaciones posteriores. Debe rescatarse de este enfoque la conjugación del trabajo empírico con el trabajo de campo y el de archivo y la reivindicación de las transformaciones materiales del paisaje producto de la acción humana. Esta perspectiva obliga al geógrafo a ponerse las botas y comprobar sus elucubraciones teóricas y archivísticas con la observación de campo.

Asimismo, la geografía histórica moderna o cuantitativa, con su inclinación por los modelos y por la llamada ciencia espacial, si bien ha desdeñado la idea de paisaje, también tiene mucho que decir y mucho por hacer. El aporte de este tipo de modelos, que parte de aplicación de las nuevas tecnologías de la información geográfica (SIG) y de la percepción remota, puede contribuir a descifrar la evolución de ciertos espacios, de ciertos paisajes a través del tiempo, brindando materias primas importantes susceptibles de ser analizadas desde distintos enfoques.

A la geografía histórica posmoderna le corresponde entonces el gran esfuerzo de síntesis y análisis. Su gran aporte radica en devolverle al paisaje su lado histórico, humanista y social, al considerar las percepciones y construcciones mentales que se ciernen en torno a este y, sobre todo, al considerarlo como un producto social e históricamente construido. En este sentido, los espacios y los paisajes son creados por los individuos y por las sociedades en una milenaria y compleja relación con la naturaleza.

No obstante, más allá de las etiquetas (tradicional, moderna, posmoderna), que pueden resultar molestas y con las que se puede o no estar de acuerdo, la geografía histórica ha rescatado para sí la idea de paisaje, mediante la cual se abre un interesante camino para desentrañar aquellas geografías del pasado, que obligatoriamente nos hablarán de los problemas y los rumbos que tomarán las geografías del presente y del futuro.


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Delgado Rozo, J. D. (2010). Entre la materialidad y la representación: reflexiones sobre el concepto de paisaje en geografía histórica. Cuadernos de Geografía: Revista Colombiana de Geografía, (19), 77–86. https://doi.org/10.15446/rcdg.n19.16848

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Delgado Rozo, J.D. 2010. Entre la materialidad y la representación: reflexiones sobre el concepto de paisaje en geografía histórica. Cuadernos de Geografía: Revista Colombiana de Geografía. 19 (ene. 2010), 77–86. DOI:https://doi.org/10.15446/rcdg.n19.16848.

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Delgado Rozo, J. D. Entre la materialidad y la representación: reflexiones sobre el concepto de paisaje en geografía histórica. Cuad. Geogr. Rev. Colomb. Geogr. 2010, 77-86.

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DELGADO ROZO, J. D. Entre la materialidad y la representación: reflexiones sobre el concepto de paisaje en geografía histórica. Cuadernos de Geografía: Revista Colombiana de Geografía, [S. l.], n. 19, p. 77–86, 2010. DOI: 10.15446/rcdg.n19.16848. Disponível em: https://revistas.unal.edu.co/index.php/rcg/article/view/16848. Acesso em: 25 abr. 2024.

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Delgado Rozo, Juan David. 2010. «Entre la materialidad y la representación: reflexiones sobre el concepto de paisaje en geografía histórica». Cuadernos De Geografía: Revista Colombiana De Geografía, n.º 19 (enero):77-86. https://doi.org/10.15446/rcdg.n19.16848.

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Delgado Rozo, J. D. (2010) «Entre la materialidad y la representación: reflexiones sobre el concepto de paisaje en geografía histórica», Cuadernos de Geografía: Revista Colombiana de Geografía, (19), pp. 77–86. doi: 10.15446/rcdg.n19.16848.

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Delgado Rozo, J. D. «Entre la materialidad y la representación: reflexiones sobre el concepto de paisaje en geografía histórica». Cuadernos de Geografía: Revista Colombiana de Geografía, n.º 19, enero de 2010, pp. 77-86, doi:10.15446/rcdg.n19.16848.

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Delgado Rozo, Juan David. «Entre la materialidad y la representación: reflexiones sobre el concepto de paisaje en geografía histórica». Cuadernos de Geografía: Revista Colombiana de Geografía, no. 19 (enero 1, 2010): 77–86. Accedido abril 25, 2024. https://revistas.unal.edu.co/index.php/rcg/article/view/16848.

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Delgado Rozo JD. Entre la materialidad y la representación: reflexiones sobre el concepto de paisaje en geografía histórica. Cuad. Geogr. Rev. Colomb. Geogr. [Internet]. 1 de enero de 2010 [citado 25 de abril de 2024];(19):77-86. Disponible en: https://revistas.unal.edu.co/index.php/rcg/article/view/16848

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1. Michael K. McCall, Brian M. Napoletano, Andrew Boni Noguez, Tyanif Rico-Rodríguez. (2021). Territorialising Space in Latin America. The Latin American Studies Book Series. , p.9. https://doi.org/10.1007/978-3-030-82222-4_2.

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