Editorial
En los años ochenta, tanto en Europa como en Norteamérica, la evaluación de la calidad de la educación superior tomó relevancia por la falta de pertinencia de la educación universitaria con respecto al contexto y por las reformas de los sistemas educativos. Así, dicha falta de pertinencia se caracterizó por grandes y rápidos cambios que requerían ajustes inmediatos de la universidad en términos de flexibilidad, eficacia y eficiencia.
Con estos antecedentes, el reto que se presenta es la modernización de los sistemas educativos para que respondan cada vez más y mejor a las necesidades de las sociedades a las cuales pertenecen. Responder con una oferta diversificada de programas, flexibles y adaptables, interdisciplinarios y multidisciplinarios, y de gran calidad, implica el ejercicio de una gran responsabilidad de la universidad en la aplicación de su autonomía para generar los cambios sociales que cada país requiere. Algunos estudiosos del tema afirman que las universidades de países que deseen liderar cambios sociales y culturales, que a futuro lideren regiones y, ¿por qué no?, el mundo, deben pasar de formar las élites de sus países, a un sistema de educación superior de masas, e incluso universal. Sin embargo, los cambios y las adopciones necesarias para mejorar la prestación del servicio educativo en las universidades deben partir de una reflexión y un análisis profundo sobre las características del sistema o los problemas que se han generado y se pueden generar a futuro en las universidades en referencia a, entre otros, siete aspectos fundamentales: 1) la apuesta social que busca el sistema educativo de un país, 2) el papel de la autonomía universitaria en la consecución de dicha apuesta, 3) el enfoque de la universidad en términos de investigación que sirva a la sociedad, 4) las fuentes de financiación suficientes, 5) la diversificación de los servicios que se prestan, 6) la eficiencia en la producción de profesionales titulados con niveles de calidad adecuados, y 7) la eficiencia en la gestión administrativa.
Las reflexiones deben establecer la apuesta social y partir de ella, a través de la formación universitaria y el uso de la autonomía para coadyuvar a conseguir el objeto social. ¿Se busca ser una sociedad líder, generadora de conocimiento o una sociedad técnica que siga los parámetros de los países líderes? Es necesario tener claridad en ello y que todo el sistema esté de acuerdo para que se logre el cambio culturar que lo soporte. Por otro lado, el papel de la autonomía no ha sido bien configurado, pues, aunque es clara su filosofía, no lo es su alcance, ni el papel de autorresponsabilidad, ni las herramientas que la soportan. Existen aún muchos puntos de dependencia en términos tanto organizacionales como presupuestales (no solo de financiación sino de limitación en el uso de los recursos). A esto se une la insuficiente financiación, que varía dependiendo del país.
Frente al enfoque investigativo, las universidades deben decidir en primer lugar el modelo de investigación al que se quieren acoger, siempre sin dejar de lado la apuesta social que han hecho. Si su enfoque será el de investigación básica y/o aplicada, y cómo dicha investigación coadyuvará a satisfacer las necesidades sociales. La reflexión es ¿cómo y por qué se da el avance en investigación?, ¿qué fuerzas lo impulsan en cada sociedad?
Por el lado de los servicios que prestan las universidades, es claro que éstas han centrado sus esfuerzos en la formación y la investigación, pero esto solo atiende las necesidades de algunos de los stakeholders de la universidad, poniendo de manifiesto que los servicios que la universidad presta a sus usuarios son escasos, incluso los servicios que se prestan a los estudiantes se centran en formación. El seguimiento en el proceso de formación es deficiente y el trato a lo largo de su permanencia en las programas no mejora demasiado, lo que hace que la conexión de los estudiantes con su universidad sea más o menos débil, dependiendo de los incentivos que da cada universidad y pueden llegar a impedir que se establezcan relaciones posteriores a través de asociaciones de egresados.
Las relaciones con las empresas, la eficiencia en el uso de los recursos, la atención a los estudiantes para establecer las razones del abandono y el retraso en los estudios, el seguimiento en el proceso de formación para establecer la calidad en su desarrollo, el seguimiento de aspectos básicos como la capacidad de comprensión de textos, de redacción, de pensamiento crítico, de resolución de problemas reales, la preponderancia de los conocimientos teóricos y academistas, etc., son inconvenientes dejados de lado y que luego se le cobran fuertemente en la vida laboral a los egresados.
Por el lado de la universidad, es fundamental reflexionar sobre los mecanismos de gestión de la misma para afrontar las funciones y responsabilidades que se tienen, pues los entes reguladores y gestores del sistema han prestado poca importancia a la carencia de mecanismos de gestión que permitan la optimización de los recursos, a la profesionalización del personal de gestión de nivel medio y al inconveniente de que los académicos que ocupan cargos directivos no siempre tienen una buena capacidad de gestión administrativa.
En general, es necesario para los entes reguladores revisar estos aspectos, que no permiten potenciar la gestión universitaria para afrontar los retos de los cambios sociales de los países y del mundo, convirtiendo la autonomía universitaria en una falacia.
Edison Jair Duque Oliva
Editor general
PROFESOR TIEMPO COMPLETO UNIVERSIDAD NACIONAL DE COLOMBIA
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