Nuevas experiencias urbanas significativas del espacio público contemporáneo
New significant urban experiences of contemporary public spaces
Novas experiências urbanas significativas do espaço público contemporâneo
DOI:
https://doi.org/10.15446/cep.v6n2.83990Palabras clave:
Diseño urbano, espacio público, participación comunitaria, ciudadanía, arte urbano (es)Urban design, public space, Community participation, citizenship, urban art (en)
Desenho urbano, espaço publico, participação da comunidade, cidadania, arte urbana (pt)
El artículo cuestiona aspectos teóricos y prácticos de los procesos de planeación y gestión de las ciudades con énfasis en el espacio público como un elemento estructurador a partir de la exposición de algunas experiencias contemporáneas emergentes que tienen en común los métodos de diseño e intervención en la ciudad en escalas barriales, el diseño participativo, el desapego por intereses lucrativos, los aportes interdisciplinares, la construcción colaborativa y los efectos de apropiación de la ciudadanía. Este debate se estructura desde la presentación de los nuevos urbanismos: el hecho a mano y el táctico, el caso puntual de la ocupación de lotes, el reciclaje como alternativa de materialización y las manifestaciones artísticas. Podemos concluir que el espacio público es un elemento que está permitiendo nuevos caminos para incluir procesos urbanos más cercanos a la ciudadanía y que debemos atenderlo desde las acciones conjuntas entre comunidades, administraciones, colectivos y la academia.
Nuevas experiencias urbanas significativas del espacio
público contemporáneo
Juan
Manuel Bueno Carvajal. Arquitecto. Magíster en gestión urbana
de la Universidad Piloto de Colombia. Doctorando en arquitectura, edificación,
urbanística y paisaje de la Universidad Politécnica de Valencia, Valencia,
España. Correo electrónico: juabue@doctor.upv.es , juaneme87@gmail.com , ORCID
0000-0003-4797-7
Recibido:
marzo 4, 2019. Aprobado: junio 20, 2019. Publicado: agosto 23,
2019.
Resumen
El
artículo cuestiona aspectos teóricos y prácticos de los procesos de planeación
y gestión de las ciudades. Se hace énfasis en el espacio público como un
elemento estructurador a partir de la exposición de algunas experiencias
contemporáneas emergentes que tienen en común los métodos de diseño e
intervención en la ciudad en escalas barriales, el diseño participativo, el
desapego por intereses lucrativos, los aportes interdisciplinares, la
construcción colaborativa y los efectos de apropiación de la ciudadanía. Este
debate se estructura desde la presentación de los nuevos urbanismos: el hecho
a mano y el táctico, el caso puntual de la ocupación de lotes, el
reciclaje como alternativa de materialización y las manifestaciones artísticas.
Se concluye que el espacio público es un elemento que está permitiendo nuevos
caminos para incluir procesos urbanos más cercanos a la ciudadanía y que
debemos atenderlo desde las acciones conjuntas entre comunidades,
administraciones, colectivos y la academia.
Palabras
clave: diseño urbano, espacio público, participación
comunitaria, ciudadanía, arte urbano.
New significant
urban experiences of contemporary public spaces
Abstract
The article questions about
theoretical and practical aspects of planning and management processes of
cities. Public space is emphasized as a structuring element from the
presentation of some emerging contemporary experiences which share design and
intervention methods in the city in large scales, participative design,
detachment for profitable interests, interdisciplinary contributions,
collaborative construction, and effects of ownership from citizens. This debate
is structured from the presentation of new urbanisms: handmade and tactical,
the punctual case of the occupancy of lots, the recycling as an alternative of
materialization and artistical manifestations. It concludes that public space
is an element which is allowing new roads to include nearest urban processes to
citizen and we should attend from joint actions between communities, collective
administrations, and academy.
Keywords: urban design, public space, community participation,
citizen, urban art.
Novas experiências
urbanas significativas do espaço público contemporâneo
Resumo
O artigo faz um questionamento
para aspectos teóricos e práticos dos processos de planejamento e gestão das
cidades. A ênfase é colocada no espaço público como um elemento estruturador
baseado na exposição de algumas experiências contemporâneas emergentes que têm
em comum as metodologias de design e intervenção na cidade em escalas de
bairro, o design participativo, o desapego por interesses lucrativos, às
contribuições interdisciplinares, a construção colaborativa e os efeitos da
apropriação da cidadania. Esse debate está estruturado a partir da apresentação
dos novos urbanismos: o feito a mão e o tático, o caso específico da ocupação
de lotes, a reciclagem como alternativa de materialização e as manifestações
artísticas. Conclui-se que o espaço público é um elemento que permite agora
novos caminhos para incluir processos urbanos mais próximos dos cidadãos e que
devemos atendê-lo a partir de ações conjuntas entre comunidades,
administrações, grupos e a academia.
Palavras-chave: design urbano, espaço público, participação
comunitária, cidadania, arte urbana.
Introducción
En
la historia contemporánea, en especial en lo trascurrido del siglo XXI, es
posible apreciar manifestaciones emergentes del espacio público, a partir de
proyectos puntuales que llaman la atención por desafiar y demostrar
alternativas a la planeación tradicional de la ciudad. De cierta forma, estas
nuevas propuestas se han adaptado de manera recursiva y participativa a las
necesidades puntuales de las comunidades y barrios donde podemos encontrarlas.
Así mismo, cuestionan los aspectos teóricos y prácticos en los procesos de
proyección de la ciudad, con la intermediación del espacio público como un
elemento estructurador para el debate sobre sus nuevos significados y aportes a
la ciudad. Esta discusión se constituye con las contribuciones que vienen desde
escalas pequeñas, de barrio, donde las iniciativas unen a la ciudadanía, que
usa y protagoniza el espacio público. Aparecen, así, dinámicas para la ciudad
con cualidades y valores de carácter más colaborativo y creativo que los
planteados por los ambiciosos proyectos urbanos convencionales.
Los
denominados nuevos urbanismos hacen parte de estas experiencias, compuestos por
el hecho a mano y el táctico, el caso puntual de la ocupación de
lotes1, el reciclaje y la influencia del arte en el espacio público.
Estas manifestaciones surgen a partir de la participación ciudadana, incluida
directamente como eje estructurante en los procesos de diseño, gestión y
ejecución. Han surgido a partir de problemáticas urbanas comunes en distintos
contextos, como el deterioro y desatención de los centros históricos, lotes
abandonados en zonas consolidadas o de expansiones no desarrolladas, la
ausencia de equipamientos culturales, proyectos de espacio público que no
fueron apropiados por las comunidades y que han generado efectos no deseados,
desatención por parte de las administraciones en políticas sociales y de
espacio público, entre otras.
Podemos
preguntarnos si existe una sobrevaloración de las prácticas y cualidades que
ejerce el espacio público en las ciudades, sobre todo si los procesos de
gestión de los proyectos de ciudad realmente han cumplido con la expectativa de
ese lugar que se ha ganado el espacio público dentro de las disciplinas de la
arquitectura y del urbanismo —que han sido atendidas desde finales del siglo XX
a partir del despliegue de proyectos y métodos desde el propio ejercicio
profesional y en la academia—. Por esta razón, es pertinente enfatizar en el
desarrollo y la documentación de estas experiencias emergentes. A partir de
esta investigación, se proponen algunos ejemplos que permiten reflexionar si
estamos comprendiendo, ensañando, diseñando y ejecutando de manera confiada y
coherente los asuntos de ciudad en materia de espacio público.
Metodología
El
método desarrollado consistió en la exploración teórica de distintas fuentes
sobre el espacio público contemporáneo, en especial aquellas que hacen énfasis
en prácticas y proyectos con notables componentes de participación ciudadana.
Se categorizaron tres grupos principales de fuentes bibliográficas entre
artículos especializados y libros. El primer grupo está compuesto por fuentes
provenientes de España, que permitieron visibilizar experiencias enfocadas en
el espacio público de los centros históricos y consolidados de las ciudades. El
segundo grupo son fuentes de otros países de la Unión Europea, que tienen en
común la continua elaboración teórica y conceptual de diversas manifestaciones
emergentes en el espacio público. El tercer grupo son fuentes de Latinoamérica,
que precisan proyectos ejecutados en contextos con condiciones de
vulnerabilidad, en donde también se evidencia el desarrollo y los aportes de
colectivos de profesionales constituidos.
A
partir de lo anterior, se desarrolló una categorización temática de la que
resultaron seis frentes: la participación ciudadana y sus distintos
componentes, la visión de Rosa y Weiland (2013) sobre el urbanismo hecho a
mano y la de Mozas (2011) sobre el urbanismo táctico, la ocupación
de lotes desde el análisis de los procesos que posibilita su desarrollo, la
influencia del reciclaje como recurso en la materialización de los proyectos,
el arte urbano y, por último, una crítica que permite discutir los aspectos
sobresalientes y las amenazas de estas experiencias. La revisión ha llevado a
consolidar una búsqueda de referentes urbanos que contribuyen con un alto valor
social en la forma de intervenir en la ciudad, donde los procesos
participativos propician nuevos caminos que cuestionan las formas tradicionales
de gestionar el espacio público y la ciudad en general.
Resultados
Experiencias
emergentes del espacio público contemporáneo
Esta
serie de nuevas experiencias han forjado una notable presencia en las ciudades
y son de particular interés de estudio, puesto que han desarrollado y planteado
alternativas a las formas tradicionales de planear la ciudad y, en particular,
el espacio público. Dentro de este marco surge un renovado interés por este
último, que hoy se prolifera a través de las disciplinas de la arquitectura y
el urbanismo. En esta línea de sentido, hay profesionales especializados que se
han movilizado en colectivos, atraídos por cierta acción urbana, por un
urbanismo hecho de labores combinadas, que incorpora a una comunidad o a la
ciudadanía en general. Se trata de una tendencia que inició en los años sesenta
y setenta y fue reiniciada en los noventa (Álvarez y González, 2017).
El
diseño participativo como estructura de los procesos
El
diseño participativo estructura estas experiencias emergentes, puesto que es un
factor transversal a varias facetas de los proyectos. Como lo anuncia Capel
(2016), la participación ciudadana hace parte del compromiso cívico en los
asuntos públicos, es la vía democrática para impedir la expansión y el
desarrollo de la ciudad desde los intereses particulares del negocio
inmobiliario. El urbanismo debe hacerse desde otra forma, desde el diálogo y la
participación (Capel, 2016). Se asume que la ciudad puede ser entendida desde
el ámbito humano y que se puede reconfigurar desde el espacio público. La
planeación de los proyectos urbanos no deben reducirse solamente a la
documentación, también requiere la participación y comunicación de distintos
grupos y profesionales, a saber, urbanistas, arquitectos, la administración
pública, el sector privado y los más importantes: los ciudadanos (Feireiss y
Hamm, 2015). A continuación, se presentan los aspectos más relevantes de la
participación en estas experiencias.
Podemos
iniciar con el rol de los usuarios. Los principales protagonistas del diseño
participativo son las comunidades2, que cumplen un papel fundamental
porque llevan a detectar las necesidades reales, problemáticas y vías de
desarrollo de las ideas y procesos bajo los que se conciben los proyectos. Como
menciona Coyula (2005), el barrio es el escalón más humano, puesto que se ha
constituido en los planos social y físico para llegar a ser reconocido por la
identidad de sus habitantes. El individuo que allí reside es quien configura un
proceso de identificación con su entorno, que trae consigo sentimientos de
compromiso con los eventos que allí ocurren y a su vez se transmiten de
generación en generación hasta constituir un estilo de vida de barrio (Coyula,
2005). La voluntad de participación es un gesto que se construye como parte de
los procesos de diseño y debe ser estimulado de manera recurrente, para que se
fortalezca como parte de una cultura del diseño y genere apropiación y
pertenencia con la ciudad y con los proyectos en específico.
Así
mismo, podemos notar una relación directa entre vecinos y profesionales. En
varios casos, arquitectos, urbanistas y afines pueden estar influenciados por
distintas variables de diseño, y corren el riesgo de ignorar o no tener en
cuenta a las comunidades, hasta llegar a un punto de recaer en la autonomía
irresponsable del profesional que considera tener la seguridad para entablar
propuestas confiando solamente en su criterio individual. Estos profesionales
asumen que el cliente es la administración porque es la que paga el proyecto,
pero realmente el encargo es costeado por la sociedad, y los principales
beneficiarios son los vecinos y sus barrios (Gaja i Díaz, 2005). Es menester
comprender que el proyecto es de la comunidad, no del arquitecto. El trabajo de
los profesionales es identificar, decodificar las necesidades de la ciudadanía
entre las dificultades, tensiones y problemas de abandono que existen en torno
a los espacios públicos (DeSimone, Stang, Villalta, Ferro, y Prieto, 2014). El
profesional no es un agente externo, por el contrario, debe involucrarse y
formar parte de la comunidad durante los procesos como guía, catalizador de
ideas, intermediador con la administración y generador de estrategias de
materialidad y diseño.
La
escala urbana tiene un potencial alto de participación, justamente porque se
reafirma un significado comunitario que caracteriza a las ciudades donde los
intereses se hacen semejantes y las prioridades son comunes. Podemos citar el
caso latinoamericano de los programas de mejoramiento integral de barrios (PMIB),
que ofrecen y construyen soluciones sociales en contextos de alta
vulnerabilidad. Para este caso, la participación se puede reconocer desde las
iniciativas de autogestión, presentes a lo largo de la historia de estos
contextos, desde las primeras ocupaciones del territorio, cuando las
comunidades reconocen que se han organizado y que han desarrollado mecanismos
de participación. Dichas iniciativas han existido tanto en ese origen ilegal de
la tenencia del suelo como en el paso a procesos de formalidad y acceso a redes
y servicios públicos. Desde el marco del mejoramiento, las comunidades son
conscientes de que pueden lograr resultados positivos para los barrios por
medio de la participación (Bueno y Manrique, 2014).
En
muchos casos, la academia ha sido el medio para generar y estimular los
procesos de participación, motivados por la investigación y los compromisos
sociales que en ocasiones descuidan las administraciones. El arquitecto, desde
su ejercicio profesional, puede considerar que en los procesos de participación
con comunidades va a ser quien enseña y comparte su conocimiento, cuando en
realidad resulta más significativo lo que se aprende de las comunidades. La
ciudad es el escenario de enseñanza, no es posible solo quedarse en el aula,
hay que vivir estos procesos desde la universidad en relación directa con el
medio. Así, la ciudad es una experiencia de aprendizaje activo, en donde la
práctica se da interactuando con el espacio público y la realidad más cercana
(Carrasco Bonet y Selvas Gardeñas, 2015). Independiente de lo que se logre como
un resultado físico, hay un cambio de mentalidad relevante para la formación de
los nuevos profesionales, para que tengan consciencia de la situación compleja
de la ciudad, la materia prima de los arquitectos, que está afuera, presente
para aprender de ella (DeSimone et al., 2014).
Los
nuevos urbanismos: el hecho a mano y el táctico
Los
nuevos urbanismos de los que se ha venido hablando son una alternativa para
concebir la ciudad, porque el concepto de estrategia queda relegado para dar
cabida a la táctica, un término que involucra una intervención puntual en el
espacio público. El urbanismo hecho a mano, de los autores Rosa y
Weiland (2013), refiere a las acciones urbanas llevadas a cabo por cuenta
propia de las comunidades locales, son proyectos en los que se evidencia un
alto sentido de autenticidad, que no son pretenciosos ni parten de la intención
de figurar como grandes propuestas de diseño, sus intereses no son otros que
los de las propias comunidades que requieren las intervenciones para mejorar
sus condiciones de vida.
El
urbanismo hecho a mano se destaca por confiar en las habilidades de los
habitantes de las comunidades para proponer soluciones a sus retos diarios, a
través de la creatividad para transformar distintos recursos. En estos
proyectos se comparten responsabilidades para construir espacios colectivos y
forjar la colaboración de actores como asociaciones culturales, lideres
comunales, residentes, usuarios, artistas, arquitectos, gobiernos, academia y
negocios (Rosa y Weiland, 2013). Estas acciones se materializan en proyectos
como jardines colectivos, plazas, parques, estructuras para deporte, mobiliario
urbano, intervenciones en fachadas de viviendas, edificios comunitarios, áreas
de expresión y arte visual, iluminación, entre otras. Es posible diferenciar
estas propuestas porque la recursividad tiene un rol importante, y son
diseñadas especialmente para que todos los miembros de la comunidad puedan
intervenir sin que necesariamente conozcan o dominen un oficio, por su puesto,
con la atención y guía de distintos profesionales.
Es
posible comprender el urbanismo táctico a través de la postura de Mozas
(2011), quien plantea un escenario en el que existen dos conceptos que en
muchos casos pueden interpretarse como el mismo, pero presentan una fuerte
diferenciación, estos son la estrategia y la táctica. La
estrategia, como proceso, se utiliza para controlar, ocupa un espacio físico y
es un instrumento del poder; su lógica de actuación ocurre de arriba hacia
abajo, despliega estrategias de diseño para que una acción determinada permita
que el poder establecido mantenga el control. Mientras que lo táctico se usa
para reivindicar, se desarrolla con el paso del tiempo y es un instrumento que
utiliza el ciudadano; en oposición a la estrategia, actúa de abajo hacia arriba
a través de acciones temporales, participativas y autoconstruidas, lo que ayuda
a que los movimientos de base creen tácticas que desgastan al poder y generen
pertenencia y apropiación en el espacio (Mozas, 2011).
La
táctica tiene un valor relevante si consideramos que su aporte trasciende los
alcances de los procesos de planeación convencionales, pues se basa en un
interés por saber cuáles son las iniciativas de la comunidad, cómo se financian
y materializan, quiénes intervienen y dónde se implantan. Así, se determina un
impulso participativo y, como menciona Mozas (2011), un nivel de radicalidad y
resistencia al poder, así como una batalla por el control del espacio público.
El campo de acción son los lugares olvidados y degradados de la ciudad, tanto
privados —lotes abandonados— como públicos. Las prácticas del urbanismo
táctico, por lo general, son de escalas pequeñas, la forma de operar no permite
proyectos muy amplios o de coberturas superiores a las escalas barriales.
El
caso de la ocupación de lotes
La
ocupación de lotes materializa las premisas de los nuevos urbanismos. Es un
desarrollo que aporta soluciones al problema recurrente de cómo actuar ante los
vacíos urbanos. Esta acción tiene como objetivo dar un uso a los lotes que han
quedado abandonados o no han sido construidos3. Desde el ámbito
físico, el vacío genera varias problemáticas, además de la falta de edificación
y la ausencia de uso. Los lotes pueden estar en estas condiciones porque la
planeación no ha dado viabilidad a un uso, por fragmentos que quedan a la
expectativa de desarrollos inciertos, por ruinas, por estar en lugares que ya
se integraban al conjunto de ciudad y requieren una reconstrucción, o por
proyectos inacabados por variables económicas (Berruete Martínez, 2017).
Podríamos deducir, según Berruete Martínez (2017), que los vacíos urbanos se
comprenden como residuos de la expansión urbana, aparecen inmersos en la trama
de la ciudad concebidos como espacios con su propia historia, como lugares que
pueden ser asumidos, incluso, como una nueva tipología de ciudad (Berruete
Martínez, 2017).
Frente
a estos escenarios llega el caso de la ocupación, en donde se permite que el
vacío se vuelva público o semipúblico y los principales protagonistas son los
vecinos cercanos al lote. Estas intervenciones son espontáneas, no tienen una
lógica económica y están, por supuesto, al margen de la planificación
urbanística convencional (Bellet Sanfeliu, 2014). A continuación, se presentan
las principales facetas que componen estas ocupaciones:
•
Los propietarios de los lotes pueden ser ajenos a estos casos de ocupación, o
en otros eventos pueden consentirlos mientras se definen los procesos de
actuación o formalización de proyectos en el lote. Hay muchas variables de
acción que repercuten en el hecho de que estos espacios estén vacíos y los
propietarios ejercen una responsabilidad y hacen parte del proceso.
•
Los usos de estos lotes pueden ser para comercio, vivienda, equipamientos o
continuidad de vías. Es posible que sean espacios que se convirtieron en
estacionamientos improvisados de automóviles o grandes separadores en medio de
avenidas. Las normas urbanas pueden intervenir en el uso del suelo que
corresponda a un lote en particular, pero quizá en los contextos residenciales
sea más usual la actividad de ocupación por la presencia e iniciativa de las
comunidades, las cuales no están tan unidas o definidas en otros contextos.
•
Es probable que se acceda al lote de manera informal, sin autorización de sus
propietarios o el consentimiento sin un permiso normativo desde las
administraciones locales, por lo cual podríamos identificar un evento alegal4.
Así, se asume un riesgo en el marco normativo urbano y social, que reta a las
actuaciones y procedimientos convencionales y, sobre todo, plantea un evento
que tal vez no esté concebido en un esquema formal. Esto trae un mensaje
social, puesto que la lucha por un bien común es el motor y la emoción de
llevar a cabo la ocupación, que puede implicar un proceso de transformación
desde un inicio alegal hasta llegar a un estado legal o formal.
•
Las actividades que se generan en la ocupación pueden ser culturales, como el
teatro o la música; pedagógicas, como talleres de distintas habilidades para
niños y jóvenes o para la tercera edad; deportivas, como distintos deportes que
se puedan instalar según la superficie y condiciones del lote; comerciales,
como ventas en mercados de productos locales o ferias de distintas índoles;
artísticas, como desarrollo de murales; entre muchas otras.
•
La comunidad no actúa sola, recurre a distintos colectivos que, por lo general,
son interdisciplinares y cuentan con técnicos y profesionales para asesorar el
diseño, construir y desarrollar los proyectos que se llevarán a cabo en el lote
ocupado. Se destaca la intervención de la asesoría que aporta desde la
arquitectura y la construcción, que se vale de la recursividad y la creatividad
para edificar los proyectos.
•
Por distintas condiciones como los límites presupuestales o el rápido montaje y
ensamblaje de elementos, se recurre a materiales que no siempre son
convencionales en la construcción y que se plasman en insumos reciclados y
estructuras reutilizables. La mano de obra se ejecuta por los mismos vecinos y
voluntarios, quienes aportan su tiempo y esfuerzo para realizar el proyecto;
así, se garantiza su ejecución y mantenimiento porque el sentido de pertenencia
y la apropiación es muy fuerte.
•
El tema del presupuesto es variable e incierto. Puede surgir con estrategias de
colectas entre vecinos, donativos, entre otros. Incluso podría haber apoyo del
sector privado, cuando los propietarios del lote apoyan la ocupación y ceden el
terreno desde proyectos propios de las administraciones locales.
•
La revitalización de los sectores es uno de los efectos cuando los proyectos se
ejecutan. Lo que al inicio era una problemática, ahora se transforma para
beneficiar a los vecinos, lo que implica el estímulo de factores que propenden
hacia el desarrollo y la revitalización del entorno inmediato.
•
El impacto de estas ocupaciones es alto y se divulga entre vecinos y barrios,
para ello se utilizan distintas estrategias en el ámbito barrial como la voz a
voz, los afiches y los panfletos. En contextos más amplios, la divulgación ha
sido posible gracias a las redes sociales y medios más oficiales como los
periódicos. La academia también tiene una responsabilidad muy importante, desde
la comunicación en la enseñanza a través de clases, publicaciones y redes
académicas, lo cual aporta un carácter más representativo.
•
Por último, el mantenimiento y continuidad de los proyectos es una faceta
incierta, por las características y procedimientos de ocupación. Estas
iniciativas pueden ser interrumpidas por distintas variables, desde la falta de
coordinación y participación de vecinos y colectivos —que sería la causa menos
preocupante—, hasta reclamos de los propietarios de los lotes por vías legales.
Materialización
a través del reciclaje
En
el contexto urbano, el reciclaje puede definirse desde la sostenibilidad, ya
que en cierta medida logra combatir la expansión urbana horizontal y permite
dar nuevas oportunidades a lugares de la ciudad que se encuentran en desuso,
desgastados o abandonados. Por esta razón es válido asumir que el reciclaje
puede fomentar la identidad del lugar, ya que permite enseñar rasgos colectivos
y valorar las distintas capas históricas que caracterizan lugares puntuales en
la ciudad. Es posible afirmar que uno de sus propósitos no es borrar el pasado
o conservarlo, mejor aún, es preservar el tejido social reutilizando o
renovando elementos urbanos existentes (Valls Añó, 2014).
El
reciclaje puede catalogarse en dos frentes importantes, el primero tiene que
ver con la estructura y las preexistencias urbanas. Es la valoración de lo
existente que ha dejado de ser utilizado o ha perdido características de
conservación debido a distintos procesos. Nos referimos aquí a las estructuras
abandonadas o descuidadas, que adquirieron distintas patologías físicas y
sociales que caracterizan lugares de la ciudad con actividades y dinámicas
desafortunadas. Se trata de estructuras y elementos de la ciudad que hacen
parte del espacio público como plazas, mobiliario, fachadas de edificios,
monumentos o, puntualmente, elementos arquitectónicos como edificaciones. Si la
ciudad se asume como un elemento que se sustituye, se mantiene y se transforma,
entonces el reciclaje puede considerarse desde la mejora, al compaginar
acciones de conservación y demolición, con lo cual se logra mezclar aspectos
positivos de estas dos formas de intervención (Valls Añó, 2014).
El
segundo frente es más específico y notorio en el espacio público. Fundamentado
en la materialidad reciclada, este frente se vale de cualquier habilidad de
gestión y de recursos para concebir proyectos de costos reducidos y rápida
construcción. Es importante tener en cuenta las fuentes de donde se obtienen
los recursos; por ejemplo, en los episodios de demolición o de abandono de
estructuras se pueden extraer materiales que estén en buen estado, como
mobiliario urbano, obras de carpintería, muebles fijos, redes, sistemas
prefabricados como aglomerados, plásticos, incluso estructuras metálicas, etc.
Influencia
del arte en el espacio público
Este
es el último apartado sobre las manifestaciones emergentes. Quizá podamos
adjudicar una relación importante entre el arte y el espacio público en
concordancia con el arte contemporáneo, el cual ha encontrado allí un escenario
propio de su expresión. Justo como señala DeLacour (2015), es posible
determinar que el arte contemporáneo acogió varios rasgos urbanos en algunos
momentos de la década de los años setenta, que con el trascurso del tiempo han
sido desarrollados y aceptados. Esta relación con la ciudad se ha dado
particularmente con la escultura y el arte conceptual, lo que además permitió
la consolidación del arte contemporáneo. Un hecho contundente de este
acontecimiento fue cuando la obra de arte salió de la galería y del museo con
un fuerte interés en lo urbano, gracias al ofrecimiento de espacios abiertos y
exteriores que dieron cabida a nuevos aspectos como el carácter efímero de
algunas obras, la importancia de la localización, la escala, la interacción, su
condición cambiante, transitoria o móvil, los sistemas de gestión y registro
del proceso.
El
vínculo entre el arte y el contexto urbano ha tenido un efecto importante
dentro de la actuación de los nuevos urbanismos. Es probable hallar la
presencia de artistas en los colectivos que contribuyen con sus profesiones a
los procesos de autogestión de proyectos. También es posible argüir que el arte
se ve implícito como manifestación, como una consecuencia de las actividades
que se desarrollan en los proyectos y como la interacción que es posible gracias
a las expresiones que ofrece. Así, podemos destacar cuatro grupos que
predominan en este ámbito: la pintura, la escultura, las instalaciones y la
performance.
Pintura:
el grafiti y el mural
Podemos
retomar la pintura desde el concepto de street art, que se ha
fortalecido en el presente siglo y se ha extendido por las calles y rincones de
todas las ciudades, produciendo una transformación en la forma de ver el arte
urbano. Estas obras son, en su mayoría, murales de grandes formatos que
impactan en la imagen de la ciudad, incluso, en la revitalización del espacio
público (Rojas, 2017), en el sentido de aportar un llamado de atención a un
espacio que sin el mural pasaba desapercibido. El arte urbano expresado en
murales ha tenido una participación cívica activa, por lo que ha logrado
reconfigurar espacios de uso público para la contemplación de estas imágenes y
su función comunicativa. Esto genera una serie de interacciones estéticas que
intervienen en el territorio, que traen consigo mecanismos individuales y
sociales de aproximación del espacio para crear o producir un sentido de lugar
(Sáenz, 2016). Estas manifestaciones toman como escenarios recurrentes las
culatas de edificios, plazas y parques con superficies duras, entre otros; sin
embargo, cualquier superficie urbana es válida para su práctica.
Escultura:
monumento y deconstrucción
La
escultura, como señala Sobrino Manzanares (1999), se ha transformado, desde su
significado convencional y su acercamiento a las bellas artes, en un proceso de
desvinculación del mercado, en contraposición al alto valor que adquiere el
arte en la sociedad del capitalismo tardío. Es evidente que varios escultores
actuales han mostrado su deseo por trabajar en el complejo ámbito de lo público
—que puede ser una plataforma de promoción—, el cual hace que el arte tenga
nuevas perspectivas sobre su papel activo y transformador. No se deja de lado
la posibilidad de cuestionar la capacidad de incidencia del arte en la
percepción urbana y hasta qué punto otorga significados o aportes a la vida
urbana (Sobrino Manzanares, 1999). Sin duda, se puede afirmar que la escultura
urbana presenta distintas facetas, materialidades y exploraciones que serían
imposibles de concebir sin el espacio público. Se puede rastrear una tradición
en el rol de la escultura en el espacio público, como un medio de
representación monumental y conmemorativo de episodios relevantes en la
historia y la memoria colectiva. Es por ello que la escultura contemporánea
reacciona y tiene un carácter de denuncia de la monumentalidad, y hace parte de
una serie de acciones que se han emprendido en los últimos años para
reivindicar el espacio público como generador y matriz de ciudad (Sobrino
Manzanares, 1999).
Como
ejemplos, en la figura 1 podemos ver algunas intervenciones artísticas en la
ciudad de Bogotá. El artista Oswaldo Maciá realizó la obra Escenario en
Construcción, una escultura que emite sonidos de pájaros autóctonos de
Colombia, que fue ganadora de un concurso convocado por instituciones públicas
en alianza con un privado y cuyo propósito era buscar una visión alternativa
sobre el arte público en la ciudad. También vemos el mural del edificio de
Aviatur, titulado Bacatá, realizado por el colectivo de arte urbano BoaMistura.
Figura 1. Ejemplos de pintura y
escultura en el espacio público
Fuente. Elaboración propia
(2018).
Las
instalaciones: uso efímero del espacio público
Las
instalaciones pueden tener un carácter efímero en el espacio público, pues
tienen una vigencia determinada debido al sentido y la lógica de su objetivo en
el espacio (Cortés, 2007). Las instalaciones se entienden como una manera de
intervenir en la ciudad para aportar una visión crítica a la experiencia
humana. Pueden sugerir situaciones que ponen en cuestión el uso del espacio
público, lo que genera llamados desde el arte para reforzar la idea de
apropiación y definición. Estas prácticas se caracterizan por tener un lenguaje
que genera reflexiones en los espectadores a través de instrumentos alejados de
la tradición artística pero más cercanos al público. Así, potencian la
visibilidad de estos materiales en el contexto, tanto desde su mensaje como
desde su contenido, por ejemplo: la violencia, la intolerancia, la tiranía, el
consumo, etc. (Sobrino Manzanares, 1999). Las instalaciones pueden tener
distintos tipos de materialidad y, en medio del ejercicio de la creatividad, pueden
adoptar maneras de reciclar materias primas e implementar distintos objetos
reinterpretados y adaptados.
La
Performance: actuar en el exterior
La
performance es una manifestación contemporánea que, como lo explica Ferrando
(2009), puede fusionar y articular dos artes entre la música, pintura, danza,
escultura, cine, poesía, teatro, circo, video, la instalación, etc., y se vale
del cuerpo del performer, quien interviene como un elemento más. La perfomance
no es lógica, no es convencional, puede ser un simple gesto o movimiento
manifestado por el performer y su experiencia. Esto indica que ejerce y
se vale de acciones, de movimientos que son transitorios y dependen de la condición
misma de la obra; por lo tanto, el espacio tiene un rol comportante en esta
manifestación artística. Señalar un espacio no solo es marcar el lugar en donde
se va a desarrollar la acción, también es construirla. El espacio queda
definido por los elementos que se integran a este y hacen parte de la
performance, por lo cual, el espacio no está al servicio de la performance,
sino que es la propia performance (Ferrando, 2009).
La
performance se integra al contexto urbano con el ánimo de introducir un público
más amplio y no dirigirse solo a una minoría. Así mismo, expresa acciones desde
el estudio de comportamientos y hábitos en el espacio público, estas generan
críticas institucionales que incluso pueden unirse a un sentimiento y mecanismo
de protesta (DeLacour, 2015).
Ejemplos
relevantes de experiencias emergentes
En
la tabla 1 se exponen algunos ejemplos significativos que tienen en común
metodologías participativas desde su diseño, gestión y ejecución. Podemos
identificar en ellos cómo estas prácticas han generado una respuesta de
apropiación por parte de las comunidades. Se presenta su año de ejecución,
ubicación, los colectivos y comunidades responsables, así como una descripción
y un esquema gráfico que lo ilustra cada ejemplo.
Tabla 1. Ejemplos de experiencias
emergentes
Fuente. Elaboración propia con
base en Álvarez y González (2017), Mozas (2011) y Feireiss y Hamm (2015).
Cuestionamientos
sobre el desarrollo de estas prácticas para el futuro del espacio público
A
partir una construcción teórica desde los conceptos del urbanismo hecho a
mano y táctico, como ha asegurado Araneda (2018), aún no es posible
determinar una última palabra sobre el carácter de estas prácticas en el
espacio público, específicamente respecto a si han de ser temporales o
permanentes. Es demasiado apresurado determinar si es una manifestación
únicamente temporal. Esta caracterización quizás recae en el uso de habilidades
de materialización con el reciclaje o la mano de obra a partir de talleres
formativos, que justamente podría ser un argumento para proponer un punto
débil. Esto último si se considera que estas formas de materialización y
construcción no garantizan la misma calidad, durabilidad o resistencia que un
proyecto convencional.
Las
expresiones artísticas que vienen desde la pintura requieren una superficie 2D,
su materialidad se caracteriza por desgastarse con el paso del tiempo, por lo
que la cultura del grafiti puede desvirtuar el significado de esta manifestación
en los proyectos. Sin embargo, hoy vemos notorios ejemplos en el caso del
muralismo que son ampliamente aceptados en el espacio público y que se
relacionan directamente con estos proyectos emergentes.
¿Y
qué hay de la iniciativa privada en estos escenarios? Este sería otro punto
débil, puesto que en el ámbito privado pueden generarse intereses particulares
sobre el espacio público o el privado de uso público. Es incierto cuando el
organismo público decide apoyar o financiar intervenciones urbanas que solo
benefician a unos pocos y en sectores urbanos privilegiados (Araneda, 2018).
Los nuevos urbanismos deben carecer de intereses comerciales y lucrativos. Si
se dan manifestaciones similares que tienen como fin la propaganda, la
demostración de productos o el mismo hecho de vender las intervenciones
tácticas —escenarios tentadores para que un sentido comercial y lucrativo
llegue a intervenir—, se pierde su validez y pueden quedar entre líneas. Por
ahora vale confiar en los propósitos comunitarios que han permitido darle la
importancia que representan estas propuestas.
Para
el caso de la ocupación de lotes, podemos desarrollar varias cuestiones a
partir del discurso de Ballet (2014) sobre lo que podemos aprender de esas
experiencias. ¿Las ocupaciones de lotes por parte de colectivos y vecinos
pueden estar condenadas a generar intereses económicos y ser blanco de nuevos
ciclos económicos?, ¿estos programas son la mejor manera de regularizar las
iniciativas de muchos colectivos sobre los procesos de producción del espacio
urbano y del espacio público?, y ¿estos proyectos creativos autogestionados
resistirán a la influencia administrativa y la normativización que caracteriza
al ente público? (Bellet Sanfeliu, 2014).
Es
importante hacer un llamado para que los proyectos y las intervenciones
atiendan a los lugares que más los requieren y, si viene desde la iniciativa
pública, es necesario que se les dé prioridad a zonas de vulnerabilidad. Por
ejemplo, el caso de Latinoamérica: es ingenuo pensar que la solución relativa a
las problemáticas del espacio público, de movilidad, o de necesidad de
equipamientos y servicios se pueda resolver a partir de estos proyectos. Las
intervenciones, en la mayoría de los casos, se realizan en lugares de la ciudad
de alta concurrencia, reducidos, privilegiados, cuya imagen de éxito está
consolidada, por lo que estas acciones no benefician a los sectores más
vulnerables de la ciudad (Araneda, 2018).
¿Realmente
se hallan acciones políticas en estas manifestaciones? Como lo explican Álvarez
y González (2017), muchos de los colectivos que han contribuido en estas
prácticas utilizan el término político como cualidad y acción bandera de su
actuar, cuando quizá es más pertinente implementar una definición de carácter
social encaminada hacia la participación ciudadana y no hacia lo político. Se
plantea de esta manera porque se estaría atribuyendo un sentido político desde
lo físico, lo cual es un significado complejo, puesto que no existe una
dimensión material para lo político más allá de los cuerpos de los ciudadanos,
lo que implica que la arquitectura en sí misma no pueda ser denominada como
política (Álvarez y González, 2017).
La
aparición de estas manifestaciones es una clara evidencia de que hay vacíos en
la atención al espacio público. Damos cuenta que dichos vacíos vienen de
distintos ámbitos, iniciando por el propio significado atribuido al espacio
público, donde las cualidades y la confianza depositada en los proyectos
urbanos son tal vez una sobredimensión de sus posibles alcances. También se
identifican la ausencia de espacios desarrollados para la participación
ciudadana, la desatención y falta de suministro de recursos por parte de los
gobiernos y administraciones, el ejercicio tradicional del urbanismo y la
arquitectura, el rol de la academia frente a los procesos de toma de decisión,
la participación y actuación en la ciudad, las mismas realidades urbanas —donde
las sociedades están sometidas a problemáticas y urgencias de atención frente a
desarrollos incompletos—, la informalidad, entre otros más.
Todos
los anteriores problemas son apenas un balance genérico para dar un contexto,
pero la complejidad de dichas situaciones es una cuestión de estudio para
muchas disciplinas, y el hecho de atenderlos hace parte del ejercicio de
construir ciudad y de la responsabilidad de la arquitectura y del urbanismo
frente a la realidad de nuestras ciudades. Nos quedamos con las fortalezas que
han traído las experiencias emergentes señaladas, que han brindado importantes
lecciones para comprender mejor la complejidad y el concepto del espacio
público. De estas podemos resaltar los efectos en las comunidades, fruto de la
participación ciudadana, donde se crean dinámicas que aseguran la pertenencia y
el empoderamiento de los espacios comunes con el fin de brindar nuevos
escenarios de desarrollo para la ciudad.
Conclusiones
Vale
la pena señalar las siguientes recomendaciones y reflexiones con el ánimo de
fomentar experiencias con ejercicios de participación y propuestas desde el
ámbito profesional, académico y desde las comunidades:
•
Confiar en la academia como un núcleo de aprendizaje, ya que es uno de los
primeros escenarios de desarrollo de propuestas e investigaciones en materia de
espacio público. Sobre todo, la academia genera un estímulo en las nuevas
generaciones de profesionales en su concepción social sobre las realidades y
necesidades urbanas sobre el contacto con las comunidades. Hay que tener
presente que la academia puede servir de puente entre las comunidades y las
administraciones, además de ser observatorios urbanos que permiten determinar
las dinámicas y realidades de la ciudad y del espacio público.
•
Fortalecer la divulgación de estas experiencias. No solo abordar las
experiencias desde el frente local y del poder que ejercen los medios de rápido
acceso como las redes sociales. También es necesario fortalecer la
concentración de estos temas a través de los medios que la academia ofrece como
divulgación, desde los libros, las revistas científicas y, sobre todo, los
medios que se disponen para la réplica entre la comunidad académica, como
conferencias, seminarios y cátedras.
•
A pesar de lo anterior, debemos continuar desarrollando planteamientos y
ejercicios sobre la posibilidad de incluir o dejar al margen de los procesos de
gestión formales a estas prácticas. Es decir, hay que preguntarnos qué ocurre
cuando se abordan estos temas directamente desde las administraciones y son
estas las que lideran los procesos. Esto influiría en su evolución y su futuro,
ya que, sin duda alguna, como en el caso de la ocupación de lotes, vemos
oportunidades contundentes para hacer ciudad y espacio público de otra manera.
• Por último, se resalta la necesidad de comprender que estas propuestas hacen
un llamado a la reflexión sobre todas las cualidades que hallamos y hemos
otorgado al espacio público, para ver si realmente comprendemos su realidad y
si desde lo conceptual hemos construido un significado coherente con las
realidades contemporáneas. Debemos valorar más los proyectos urbanos que
ofrecen maneras de desarrollo participativas, que impliquen el trabajo
colaborativo entre comunidades, colectivos, administraciones y la academia, que
además resultan del empoderamiento y la apropiación de nuevas estructuras y
estéticas que ejercerá el urbanismo y la arquitectura del siglo XXI.
Notas
1. El
lote materializa la propiedad en el suelo. Sus límites pueden marcarse a través
de cerramientos, sobre todo en el medio urbano. El lote, generalmente, es un
espacio privado y es afectado por una estructura de actividades conocida como
usos del suelo (Boire y Danieuil, 1985). Puede ser denominado con el término
solar o parcela.
2. Conceptualmente
se implementa la noción de comunidad cuando hablamos del diseño participativo,
puesto que se hace referencia al grupo directo de ciudadanos involucrados en
los proyectos que, para este caso, son los vecinos, es decir, los miembros de
un barrio y otras personas cercanas, quienes son los principales beneficiarios
de los proyectos en la ciudad según las características y alcances que tengan,
además del acompañamiento e iniciativas del ámbito profesional.
3. Estos
lotes pueden encontrarse en distintos sectores urbanos: consolidados,
históricos y también dan cabida a cualquier espacio libre en otros lugares de
la ciudad, como zonas de expansión y desarrollo. Lo importante es la
característica de desuso y no ocupación.
4. Se
opta por implementar el término de alegalidad, a diferencia de la ilegalidad,
puesto que las condiciones se dan para que funcione sin haber estado prohibido
o reglamentado.
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1. Andrés Felipe Forero Ruiz. (2022). Hágalo Real: el Trébol es Nuestro . Revista Educación y Ciudad, (42), p.61. https://doi.org/10.36737/01230425.n42.2022.2697.
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